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Cuando se escucha la palabra "política" (al menos en el país desde el cual surgen estas líneas, pero seguro no el único), hoy por hoy es sinónimo de lo que llaman "malas palabras", de un mal-decir. Las resonancias inmediatas no son sino términos como "corrupción", "autoritarismo", "delincuencia", "incapacidad", y tantos más, acaso todos de signos negativos. Como diría un tal Baudrillard, si antes existieron pasiones políticas, hoy lo único que existe es una violencia idónea a la repugnancia fundamental por la política. ¿Por qué entonces, juntar a ese paradigma de una praxis que aboga al bien-decir, tal el psicoanálisis, con la mal-di(c)ción de la política? Los analistas hablan de política, aunque no a la inversa, de parte de los políticos. Salvo que sean analistas, que, en sus comunidades, en sus agrupamientos (que son miles), estén interesados, intersectados, mejor, por una posición política respecto a sus pares y desde allí, desde ese lugar, lancen sus diatribas, que no sin dificultad se diferencian de las que caracterizan a ese "mundo político" general, tiñendo sus discursos con el truco de autorizarse en las palabras de los amos de turno del psicoanálisis. Se sabe, uno de ellos, Lacan, habló de "política del analista", connotando ese ítem con un menos de libertad respecto a su táctica y a su estrategia, llamando a ubicarse allí más por su carencia de ser que por su ser. Posición situable en las antípodas del lugar dónde se ubican no pocos referentes de escuelas e instituciones psicoanalíticas, que coagulan sus decires desde la consistencia que encarnan desde algún Ideal.
Pero, ¿podrían acaso los analistas no hablar de "política", cuando ésta si por algo se caracteriza desde sus propios orígenes griegos, latinos- es por ser signo de la ciudad, en el sentido de lo propiamente social de la ciudadanía? Y los analistas, ciudadanos primero, ¿acaso no somos síntomas de la ciudad? Lo cierto es que los analistas, emparentados o no por ello o por sus condiciones (de ciudadanos o de analistas), por estar de algún modo implicados no diremos, en la, sino en lo político, hablan de ello, en forma explícita o no, y dicen a veces cosas de sumo interés, como lo prueban las escrituras que componen esta sección. En ellas veremos aparecer tanto políticas del psicoanálisis, como políticas en el psicoanálisis. Políticas de la enseñanza y la transmisión del psicoanálisis, políticas que pueden hacer a la posibilidad de su praxis en países conmocionados por el agotamiento y las contradicciones de la economía neoliberal y el sistema capitalista, con el empobrecimiento y la segregación que ello implica. Políticas que hacen al porvenir o a la extinción del psicoanálisis, políticas del discurso y de la lengua, de la memoria y los olvidos, políticas de estéticas que lleven el signo de un verdadero criticismo y de resistencia ideológica, políticas sociológicas que producen perdurables efectos en la subjetividad y políticas de una sociología que apunte a variar sus visiones sobre el sujeto, con los aportes de la epistemoogía psicoanalítica. Políticas, en plural, acaso lo mejor que ella tenga, no clausurarse en la unidad.
No será el psicoanálisis el que saque la mal-dicción que pesa sobre la palabra política, ni mucho menos. Ni siquiera tendrá el poder de anular el matrimonio entre la ética contemporánea y el business, cuyos hijos quizás gobiernen, si nada cambia, a nuestros propios hijos y a los de éstos. Pero quizás los debates que en torno a ese concepto se den entre los analistas, tengan ocasión de aportarnos algo que trastoque en algún caso, no sólo nuestra práctica, sino también nuestros devenires en la ciudad.
La histeria por-venir es un trabajo de Albert Garcia i Hernandez que, nos animaríamos a decir, atañe a una política del discurso, labrado a partir de un minucioso análisis de dos pares dialécticos, dialecto-lengua y obsesión-histeria, que caen bajo la lupa no sólo de un avezado psicoanalista, sino de un notable escritor y poeta, como también de un ciudadano del País Valenciano, con lo que las tintas de su pluma toman un cariz más que singular. Claramente es un trabajo al que se llega. Y no sólo porque deje adivinar cual fue el camino que tuvo que atravesar su autor para llegar a él: también es un trabajo al que llega el lector, porque la escritura va llevando a que la cuestión se problematice, se extienda, tropiece, quede en el aire o se vuelva contundente. Produce su lectura, acaso el mismo efecto que un jardín diseñado según las ideas del Feng -shui ( pronúnciese, según los expertos, fang shuei): entre esas ideas, a la hora de diseñar un jardín los chinos pensaban y transmitían cosas como éstas: un jardín tendría que invitar a ser descubierto, esto es, que la vista no lo abarque al primer acercamiento. Que tenga un lugar donde poder disponerse, con calma, a escuchar. Sólo escuchar. Otro lugar donde poder conversar. Algunos sitios que sólo sean de paso y otros donde poder recalar. Las reflexiones de Albert García i Hernandez aquí presentadas invitan a ser transitadas con el andar que requieren esos jardines. Resaltemos tán sólo algunas de las sendas que el lector podrá recorrer de avenirse a los riesgos (que no son pocos) de este escrito: el interrogante por si en lugar de una lengua y un dialecto, podría pensarse a la histeria y a la obsesión como una lengua y una escritura, cuestión que pone en juego un cruce entre lo clínico, lo histórico y lo social; una senda crítica que conduce al legado freudiano y su relación con el discurso histérico; los modelos for export made in USA; la histeria como porvenir, la histeria que estaría por advenir, el porvenir de la histeria ( en tanto y en cuanto se puedan seguir captando los metamorfoseos de la pregunta/cuestión/denuncia que dirige al Amo), y en fin, tantos otros caminos que hacen vano el mapeo, pero no la entusiasta invitación a cruzar el umbral que separa el título de este artículo a sus contenidos
Michel Sauval, director de esta publicación, aporta para esta sección, la transcripción de tres conferencias reunidas bajo el título El porvenir de las ilusiones modernas, en las cuales, ante distintos auditorios abordó lo que llama "las relaciones entre los psicoanalistas y el agujero en lo social". Es claro que Michel Sauval no necesita, precisamente aquí, ser presentado, ni mucho menos ser reseñada su producción (de la cual estas conferencias no son sino una mínima muestra), sin riesgos de redundancia, pues Acheronta toda es una forma más de decir su nombre, de decir su infatigable hacer, en el psicoanálisis, en lo social, en lo intelectual, en lo literario. Y para quienes formamos parte de este Consejo de Redacción, Acheronta es también la metáfora dónde reside la amistad y la cordialidad de su Director para con nosotros, por lo que, más que presentarlo hoy y aquí, se nos impone el agradecerle a él -que tuvo la deferencia del mismo gesto en su Editorial de este número - la posibilidad de este trabajo conjunto, causado por su deseo. Nuestros lectores ya saben de Michel -y por eso están aquí- y cuando se sumerjan en las conferencias suyas contenidas en esta sección, estamos seguros saldrán después bañados con elementos y proposiciones novedosas para pensar al psicoanálisis -y no sólo a él- en contextos sociales críticos, como son los que están caracterizando a las realidades latinoamericanas hoy.
Psicoanálisis y Universidad, de Martín Wolf-Felder (primer Profesor Titular de Psicoanálisis de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República del Uruguay) es un escrito-respuesta, nacido a partir del reportaje a Germán García que publicáramos en el número 14 de Acheronta. Deberíamos decir mejor, es la respuesta a un posible olvido que hace producir el acto de la escritura. Sabido es, con el psicoanálisis, de la potencialidad del olvido para la producción del saber inconciente que conlleva al medio-decir de la verdad del sujeto que habla. En este caso, no se trata de una formación del inconciente de un sujeto, sino la atribución del estatuto de olvido a un decir del otro ("ni una palabra por parte de García- del Área de Psicoanálisis ni de la Clínica Psicoanalítica de la Universidad de la República Oriental del Uruguay"), que conduce a una elaboración que trasciende los límites de la polémica, al menos en la connotación al belicismo que importa la etimología de ese término, para ofrecernos a nosotros -lectores, a priori oficiando una posible terceridad-, la ocasión de informarnos, por ejemplo, del acontecer del psicoanálisis en la Universidad en lo que a Uruguay se refiere, de los avatares del movimiento psicoanalítico en el país rioplatense, sus nombres, sus debates, y en suma, las políticas que pudieron y pueden comprenderlo. Podrá tomarse luego partido en el diálogo y en el debate que propone la lectura de este escrito-contestación, pero acaso sea menos importante ello que implicarnos en un tercer momento, en la amplia gama de problemas cruciales del psicoanálisis que resalta la palabra de Wolf-Felder, cuando éstos se refieren a su transmisión, a su enseñanza, a su lugar en la cultura y, particularmente a esa posibilidad siempre latente- que sus practicantes no lo hagan distinguir y diferenciarse de cualquier iglesia y/o religión.
Christian Dunker nos presenta, desde Brasil, su trabajo Da crítica a ideología: da possibilidade de uma resistencia estética. Se puede o no estar de acuerdo con los puntos de vista del autor sobre lo que se define como "experiencia estética", pero es un valioso trabajo en el que se mantiene una cierta tensión dialéctica, que va desde la resistencia en Freud, hasta el enfoque de la resistencia en Derrida, y donde se van tejiendo algunas ideas, en principio por la vía de la homología, apuntando a la experiencia estética como lugar de reserva ideológica con potencial de resistencia en la contemporaneidad . El autor define como resistencia "lo que hace detener la continuidad de un cierto discurso". Con el discurso capitalista en el horizonte, intenta localizar, a partir de algunas de las producciones del cine norteamericano (American Beauty, Magnolia, El náufrago, Sexto Sentido, etc) la intención crítica que conllevan, pero demarcando allí un punto de suspensión, de no conclusión. Exactamente dónde el dedo de la crítica debería apuntar.
Paradojas de la segregación (de los lazos fraternos a las ataduras globales), es un escrito presentado por un grupo de psicoanalistas de Tierra del Fuego, de la Patagonia Argentina, acerca de ciertas particularidades de esa región del país, a la que le atribuyen en su nacimiento una política social altamente específica: la de la segregación. Esa raíz, esa cuna fundacional, no dejará de tener efectos subjetivos y subjetivantes en los habitantes de hoy de la región más austral del mundo (sin desconocer por ello los efectos de la estructura), tal como lo constatan los analistas que allí ejercen su práctica, brindando testimonios de ella en producciones como la que nos ofrecen aquí Nestor Demartín, Rubén Gutierrez y Luis Camargo.
El duelo como acto frente a la desaparición forzada, de Victoria Eugenia Díaz Facio Lince, es un trabajo proveniente de Colombia, que se dedica a pesquisar la particularidad del duelo cuando se produce la desaparición de una persona, en tanto la desaparición vulnera lo que se puede ubicar como la habitualidad del proceso de duelo , por ejemplo, ante la muerte. La autora relata que la mayoría de los trabajos sobre el tema sostienen que al mantenerse la expectativa de encuentro con el desaparecido, la posibilidad del duelo se ve obstaculizada. Otros plantean que la única posibilidad de que ese duelo sea realizado es si se encuentra el cuerpo del desaparecido y puede darse sepultura.
La autora trabaja la noción de duelo en Freud, en Lacan, en Allouch, tomando de estos dos últimos específicamente, la noción del duelo no como trabajo sino como acto que permite la subjetivación de la pérdida y la recuperación de la dimensión del deseo.
Más allá de las particularidades que la autora sitúa en relación con la desaparición, en contraste con otras formas de pérdida, el duelo a realizarse por el desaparecido, entraría en esta última versión, donde no se ubica la necesariedad lógica de la aparición del cadáver, ni se apoya el duelo en los ritos sociales, colectivos o el encuentro con la justicia que castigue la desaparición. Es un acto del sujeto , con esta particularidad, pero como cualquier otro que le toca atravesar. Cabría preguntarnos dentro de esta temática tan cara a los países que han padecido dictaduras genocidas (los latinoamericanos sabemos de ello), qué política de la memoria le subyace al psicoanálisis cuando se enfrenta a interrogantes éticos y jurídicos que las propias sociedades post-dictaduras aún no pueden resolver. El debate no desaparece. Ni puede acaso hacerlo.
Sergio Waxman, en ¿Psicoanálisis para el pueblo?, aborda el problema de la práctica del psicoanálisis en una institución de Salud Mental en el contexto crítico en términos socioeconómicos- actual de la Argentina. En ese sentido, busca desandar algunos mitos sobre el psicoanálisis en privado, aborda el lugar de la institución como terceridad, la cuestión del dinero y su diferencia con el pago, la posición del analista en uno y otro espacio y otros puntos más de vital interés para la práctica psicoanalítica, como lo es la conceptualización que se tenga de la transferencia o de la interpretación. Alguna vez, Freud se preguntó sobre la pertinencia o la posibilidad de analizar a los más urgidos por las necesidades básicas, acaso con la misma pregunta que propone el escrito presentado aquí. Si pusiésemos las cosas en términos pulsionales y omitiésemos la válida crítica por el reduccionismo en juego-, un interrogante que no estaría de más sería aquel que plantease si es posible, si o no, analizar las pulsiones sexuales cuando las de autoconservación no se hallan satisfechas. ¿Qué análisis factible para cualquiera de los miles de desocupados que produce la Argentina día a día? Sin embargo, la demanda de asistencia pública en Salud Mental se ha devaluado menos que su moneda, todo lo contrario. Los signos de interrogación que enmarcan al título de este artículo, denotan, nunca mejor, la posición del analista cuando su contexto social se ve conmovido en los cimientos que precisamente le dieron razón y posibilidad de ser. Viñetas clínicas que reflejan el actuar del analista en las instituciones, cierran este trabajo de sumo interés que nos ofrece Sergio Waxman.
Figuras del sujeto: el reverso del sujeto sociológico, de Daniel Gutiérrez, es un trabajo que rescata la reflexión acerca del sujeto como tema especialmente para la Sociología. El autor se basa fundamentalmente en el recorrido de Alain Touraine quien ha desarrollado la idea del "retorno del actor" ( entre comillas en el trabajo ) desasimilado del sistema social. La idea de Touraine que trabaja Gutiérrez es que si hay actores sociales es porque los mismos son fundamentalmente, sujetos. El autor trabaja la noción de sujeto para la sociología , desde la óptica de Touraine a la que articula en contrapunto con la concepción lacaniana del sujeto, relevando fundamentalmente la cuestión respecto a que el sujeto emerge en el campo del Otro, como efecto de la articulación entre dos significantes (es en este sentido que lo ubica como sujeto social). Trabaja y critica la noción estructuralista de la muerte del sujeto. A lo largo del artículo releva las cuestiones que critica del pensamiento de Touraine, especialmente en el punto donde el autor considera que Touraine hace una suerte de traspolación de lo individual en lo colectivo. Considera que no se logra conceptualizar al sujeto para la Sociología porque no hay sujeto plural ni enunciación colectiva.
En las conclusiones afirma que la Sociología necesitaría recurrir a una teoria del lenguaje no sólo formal al estilo de la lingüistica, sino una que contemple que el efecto de la articulación significante es el sujeto, y es allí dónde la teoría sociológica podrá ir a abrevar al campo conceptual del psicoanálisis tal como conceptualizara Jacques Lacan.
Clínica, ética y porvenir del psicoanálisis, es un trabajo de Teodoro Lecman, cuya lectura primera llama inmediatamente a una segunda. Y en principio, porque con saludable sorpresa, el lector puede advertir que un tema tan remanido como es el de la "ética" en psicoanálisis puede ser tratado con una visión fresca, no reiterativa, y hasta alejada de las sendas previsibles a las que se nos tiene acostumbrados cuando se navegan esas aguas. El mismo autor nos advierte desde el principio que este trabajo podría haberse intitulado "La ética en los límites, la moral en el interior del psicoanálisis", pero reconoce que "hablar desde la ética sería una canallada, creerse Otro", para recordarnos valientemente que se habla desde la moral. Repasando, de manera no inocente, no ingenua, las reflexiones de la filosofía sobre la ética, y también los conceptos psicoanalíticos de "sentimiento de culpa y necesidad de castigo", nos va llevando a la pregunta por el porvenir del psicoanálisis, del cual dice que puede durar mucho tiempo, no llegar nunca o venir de pronto desde la incertidumbre, "siempre que haya lugar en esta extraña interioridad externa de la moral y las instituciones de la cultura lo faciliten". ¿Etica e incertidumbre? ¿Por qué no? Aunque ello implique la muerte de los manuales de ética. Precio económico a pagar, si de allí surgen escritos como el de Lecman.
España sin Alcibiades es el texto que nos ofrece Ignacio Gárate-Martinez, para dar cuenta de una "España entre la transgresión de la Ley del deseo y la metafísica del porro", una España que se caracterizaría por la ausencia de algunos rasgos que según justifica el autor- fueran encarnados por uno de los personajes del Banquete de Platón, Alcibíades, y que de acuerdo a él, definen bien una posición del sujeto frente al decir: no hablar para estar bien (en oposición al decir bien), sino para cumplir un cometido. El autor le dice a su país "Enorme confusión la tuya España sin Alcibíades- convertir el psicoanálisis en acto médico: hablar para estar bien. Hay que hablar para estar mal. ¿Quién torea, canta o baila para estar bien?: turistas, que ni siquiera tienen rango de forasteros". Singular lectura que se abre al diálogo, particularmente de aquellos atravesados por la historia y la actualidad de España.
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