Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Las instituciones psicoanalíticas en México
Un análisis sobre la formación de analistas y sus mecanismos de regulación
Guadalupe Rocha

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CAPITULO V
ANÁLISIS

El panorama que nos ha brindado hasta ahora el desarrollo de la investigación me permite proponer en este capítulo algunas categorías de análisis para acotar mis reflexiones en función de los principales objetivos propuestos: realizar una descripción general del funcionamiento del campo en el que se insertó e institucionalizó el psicoanálisis en México y su particular repercusión en las regulaciones adoptadas en los institutos para la formación psicoanalítica.

Debo aclarar que las cuestiones teóricas que serán retomadas como referentes para ubicar las escalas con las que iré trabajando, están planteadas como un intento de circunscribirme a un enfoque fundamentalmente social y es en este sentido que, con el propósito de definir con mayor rigor los elementos conceptuales que voy a tomar en cuenta para trabajar los conceptos de institución y de hecho social, he optado por tomar para mis reflexiones algunos elementos fundamentales surgidos de la lectura Cornelius Castoriadis y de E. Durkheim respectivamente. Con respecto a los mecanismos de regulación, cabe señalar que además del recorte mencionado que busca privilegiar el análisis de aquellos factores que definen el funcionamiento de los institutos de formación, las reflexiones van a estar centradas en dos puntos: los requisitos de ingreso y el "dispositivo" propio de la formación: seminarios teóricos, supervisión y análisis de los candidatos.

1. La Institución

De manera muy general y de acuerdo con Cornelius Castoriadis, es posible comprender la institución como un proceso histórico que compromete en términos generales normas, valores, lenguaje, herramientas, procedimientos y métodos de hacer frente a las cosas.

Ahora bien, por norma habrá que entender una regla o criterio de juicio. La norma puede estar constituida por un caso concreto, un modelo o un ejemplo, siempre y cuando éstos puedan ser utilizados como criterio de juicio de los otros casos o de las cosas a las que el ejemplo o el modelo hacen referencia. Se distingue de la máxima por no ser sólo una regla de conducta, sino que puede ser regla o criterio de cualquier operación o actividad, y se distingue de la ley porque puede faltarle el carácter constrictivo de la ley misma, así, por ejemplo, una norma de la costumbre resulta ley cuando se hace coactiva mediante una sanción pública. Basándome en estas definiciones, puedo afirmar que la institución implica reglas y un modelo o ejemplo que valen como norma sólo en caso de poder ser utilizados como criterio de juicio de los otros casos o de las cosas a las que el ejemplo o el modelo hacen referencia.

Si estamos entendiendo que la institución son normas y la definición de norma esta articulada con el término de regla, una primera reflexión de estos conceptos, nos ofrece una caracterización general que habría que recobrar sobre el espectro de las concepciones de Castoriadis acerca de la dimensión conjuntista-identitaria y los aspectos que él distitngue como legein y teukhein, fundamentales en la constitución de toda operación reguladora que incide en la genésis de lo social-histórico

La institución de la sociedad es institución del hacer social y del representar/decir social. En estos dos aspectos, comporta de modo ineliminable una dimensión identitario-conjuntista, que se manifiesta en el legein y en el teukhein El teukhein es la dimensión identitaria (ya sea que la denominemos funcional o instrumental) del hacer social; el legein es la dimensión identitaria del representar/decir social, que se presenta sobre todo en el lenguaje en tanto este último es también siempre y necesariamente código.

Tratando de ser coherentes con Castoriadis, podemos entender que el concepto de institución como "organización" comprende dos dimensiones pues el legein es la dimensión conjuntista-constituyente de conjuntos del representar/decir social, y el teukhein la dimensión conjuntista-constitutiva de conjuntos del hacer social, es la dimensión del hacer como socialmente instituido. Estas dos dimensiones por lo tanto definen modos de funcionamiento con respecto a las posibilidades de significación.

Si bien hay que tener presente el hecho de que en sus planteamientos Castoriadis va hacer hincapié y va a oponer a toda esta lógica el concepto de imaginario radical, formulándolo como una facultad que permite construir modos de significación diferentes, distintos modos de órdenes de existencia, que desbordan la denominada lógica conjuntista-identitaria, y que va a definir como significación magmatica, los aspectos que me interesa resaltar en este momento se apoyan más en algunos planteamientos que el autor desarrolla fundamentalmente sobre la lógica conjuntista-identitaria pues aunque igualmente incluye la articulación con la significación magmática, el punto que voy a tocar es el que se refiere al problema respecto a la producción de identidades, y si bien no pretendo desarrollarlo exhaustivamente pues desviaría la dirección de este trabajo, considero importante retomar algunos aspectos que el autor plantea respecto a las condiciones que debe tener el pensamiento para producir identidades pues como se ha dicho, esta es una de las cuestiones que atraviesan la problemática respecto a la Institución psicoanalítica.

Para Castoriadis, el acto de denominación tiene un carácter enigmático, pero reconoce que en este acto, esta introducida la noción de relación, es decir, nombrar introduce un campo de relaciones que permite identificar, clasificar, ordenar, etc., aunque insisto, no podemos perder de vista que para este autor, este principio de designación además de que funda toda identidad posible, es fundamentalmente, un trabajo imaginario.

Podemos afirmar entonces que, en general, todas las instituciones se encuentran conformadas por normas, valores, lenguaje, etc., sin embargo, en lo "particular" también podemos ver que hay una gran diversidad en cuanto a los "tipos" de institución existentes, mismas que podemos "distinguir" en tanto cada una de éstas, para ser considerada realmente como institución, habrá de constituir sus propias normas y apegarse a las mismas constituidas como propias. Es sobre la base de esto que podemos "saber" de qué hablamos cuando nos referimos a una institución de enseñanza, médica, científica, etc., es decir que la constitución de identidad tiene que ver con el universo de las normas y el campo de los saberes.

En esta red jerarquizada, y las pequeñas partes correspondientes del seudomundo identitario, se instauran - por cierto - dominios particulares, en cada uno de los cuales los esquemas de separación/reunión, en cuanto a... valer como... y valer para ... , orden e iteración, etc., funcionan recibiendo y dando existencia a especificaciones particulares. (Así, las reglas de pertinencia sólo pueden cobrar realidad si en cada momento tienen un "contenido" específico, relativo al dominio en cuestión). Esta instauración, la instauración de la dimensión identitaria del hacer y del representar social, es inseparable de la red de instituciones, en el sentido amplio del término, en y por las cuales se desarrollan ese hacer y ese representar. Así, la institución del derecho es institución de "objetos" y de "relaciones" jurídicas, y no puede cobrar realidad si no es institución específica de un legein jurídico, pero lo mismo ocurre con la magia, la religión o el arte.

Tomando en cuenta lo anterior, si la identidad es instituida e instituida como regla y norma de identidad, el planteamiento de partida con respecto a la institución psicoanalítica es el hecho de que esta institución tendría que poseer un campo de regulación específico en el que estas normas, lenguaje, herramientas, etc. adquieren un sentido particular. Lo principal es que la institución misma sólo puede ser en tanto norma de identidad, de identidad de la institución misma sólo puede ser si ella misma es eso que ella misma decreta como obligatorio: identidad de la norma consigo misma, puesta por la norma para que pueda haber norma de identidad consigo mismo.

Sin embargo, en la medida en que tratamos de ubicar dicha institución y más específicamente, la ubicación del psicoanalista en el terreno de las representaciones sociales, las líneas de demarcación y diferenciación parecen volverse difusas. ¿Cuál es la identidad de este personaje?, Al psicoanalista se le reconoce como un profesional, pero existe una gran confusión en cuanto al poder ubicar con claridad el ámbito en el que se asienta su función.

Es decir, al psicoanalista se le considera frecuentemente como médico, psiquiatra o psicólogo, y las preguntas más recurrentes son respecto a su función ¿Qué hace?, ¿Cura?, ¿Qué tipo de enfermedades?, ¿Platica con uno?, ¿Da consejos?. En realidad es considerablemente poca la gente que asiste al psicoanalista con la suficiente claridad al respecto - a no ser que se quiera formar ella misma como psicoanalista y entonces acude en primer lugar por tener que cubrir este requisito -, lo cual no considero que se deba a un problema de falta de información o de "cultura" como suele decirse. Todo esto es provocado - cuando menos en parte -, porque real y efectivamente no está clara la ubicación de esta disciplina, por más que sea ya parte del lenguaje cotidiano hablar de neurosis, histeria, inconsciente, sexualidad infantil, etc. Si además tomamos en cuenta que la difusión de todo este saber ha sido altamente comercializada y banalizada a través de la T.V., las revistas, algunos cursillos y "diplomados", etc., valdría la pena preguntarse si será uno de los factores que interviene en el tipo de construcción y procesos de construcción de identidad un tanto confusos, inherentes al proceso institucional del psicoanálisis.

Para intentar comprender con mayor claridad el motivo de esta situación en torno a la ambigua identidad del psicoanálisis voy a retomar a continuación algunos de los elementos vertidos en los capítulos anteriores, pero acotando las reflexiones a partir de la referencia que las categorías de análisis elegidas me permiten desarrollar y tratando de no perder de vista un cuestionamiento central: ¿existe alguna relación de esta situación y las causas que inciden o determinan las recurrentes escisiones que se producen en las instituciones psicoanalíticas?.

 

El psicoanálisis y la Institución Científica

Uno de los primeros elementos que considero hay que tomar en cuenta es el hecho de que, como vimos en el primer capítulo, a partir de los interrogantes y de los enigmas que representan las llamadas enfermedades mentales se abre una brecha en la que puede surgir e insertarse el psicoanálisis. Esto hace patente una característica muy singular que condiciona el ámbito y el dominio del saber psicoanalítico, pues al tiempo que éste se inserta institucionalmente en el terreno y la lógica de las ciencias naturales y más específicamente del discurso médico, dicha inserción estará desde el primer momento generando una tensión, pues determina el surgimiento de una otra lógica para comprender y tratar de explicar las enfermedades mentales sin poder, o quizá ni siquiera pretender renunciar a aquélla en la cual había nacido.

Sigmund Freud siempre se mantuvo preocupado con respecto a la ubicación del psicoanálisis en el terreno científico. Es de todos conocido que aspiraba a que algún día sus conocimientos fueran "comprobados" por la biología o que el avance de las ciencias permitiera dicha comprobación.

Sabemos que las investigaciones científicas del momento en el que Freud se desenvolvía, - el paradigma científico para los médicos de la época -, ya no alcanzaba para dar una explicación de las llamadas "enfermedades nerviosas" o "mentales". - baste recordar como ejemplo el enigma que representaba para los médicos las manifestaciones histéricas y más específicamente la histeria de conversión. La investigación de Freud se basaba en los modelos compartidos, sujetos a las mismas reglas y normas para la práctica científica.

Como nos recuerda C. Castoriadis, Ciencia quería decir entonces no solamente objetividad sino sobre todo exactitud, medición, experimentación, comprobación y precisión. Sin embargo, fue a partir de ese esquema, que Freud sentó las bases fundamentales para la creación de un nuevo modelo, en el que difícilmente era posible realizar lo anterior (exactitud, medición, experimentación) y a partir del cual organizó por otros derroteros el estudio y la investigación respecto a las "enfermedades" mencionadas.

En este contexto, la psiquiatría aparece como producto "auténtico" en tanto que se apoya y se avala en el mismo paradigma científico. Se constituye como una especialidad de la medicina cuyo objeto es la enfermedad mental, mientras que el psicoanálisis nace apuntalado en este modelo, pero al mismo tiempo que lo cuestiona e incluso construye argumentos que lo contradicen, - así como un objeto propio que ya no va a ser la enfermedad mental, sino el inconsciente, - y por lo mismo es fuertemente atacado no puede desprenderse totalmente de él y "sufre" constantes acusaciones de ser "pura charlatanería".

Tomemos en cuenta además, que el nombre de Freud se había transformado en motivo de sensación y notoriedad para los psiquiatras y neurólogos alemanes, principalmente por sus teorizaciones acerca de la importancia de la sexualidad en la constitución del psiquismo. Él y sus partidarios eran considerados entonces por muchos de estos médicos como "perversos sexuales", sus teorías estaban perturbando hondamente a la comunidad y se le percibía como un peligro para la tranquilidad intelectual, especialmente en los años que precedieron a la Primera Guerra Mundial.

Como pudimos darnos cuenta al recopilar información respecto de los antecedentes y orígenes de las instituciones psicoanalíticas en México, la mayoría de los médicos que se interesaron en un principio por el psicoanálisis así como los que posteriormente fundaron la APM lo hicieron también en función de su interés por las enfermedades mentales e iniciaron su acercamiento a partir de sus experiencias de ejercicio profesional en La Castañeda o en otros hospitales para alienados. No hay que olvidar que todavía no existía la especialidad en psiquiatría y los "centros de formación" eran este tipo de Hospitales. Es decir, al parecer La Castañeda no marca solo el origen de la práctica psiquiátrica en México sino paradójicamente, también del psicoanálisis. Fueron los Hospitales para alienados la puerta de entrada para la posterior institucionalización tanto de la psiquiatría como del psicoanálisis.

Los médicos que emigraron en busca de una educación oficialmente reconocida, si bien ya llevaban un particular interés por el psicoanálisis, mantenían como "objeto" el estudio sobre la enfermedad mental y su paradigma seguía siendo el de las Ciencias Naturales. Además, si bien el psicoanálisis ya había ganado terreno en los países en los que continuaron su formación, este terreno en realidad seguía perteneciendo a la medicina tanto en Estados Unidos como en Argentina, lo cual es digno de tomar en cuenta si pensamos que fue fundamentalmente de estos dos países que los médicos mexicanos recibieron influencia para establecer y definir criterios respecto al campo de inserción institucional del psicoanálisis. En Estados Unidos por ejemplo la psiquiatría dinámica fue rápidamente tomando la representación del psicoanálisis estadounidense y figura como una de las cuarenta formas de terapia psiquiátrica reconocidas por los sistemas de atención médica. En Argentina, a pesar de todas las luchas que se libraron al respecto, en mayo de 1954 fue publicada la Resolución 2282 sobre el ejercicio de la psicoterapia y el psicoanálisis en la que se indicaba que sólo los médicos estaban autorizados para estas prácticas.

Retomando los inicios sobre la institucionalización del psicoanálisis en México, no olvidemos que los primeros en regresar, habiéndose formado ya como psicoanalistas se insertaron nuevamente al Hospital General con la idea de crear un servicio de psiquiatría proyecto que no pudieron llevar a cabo, y que en tanto no aceptaron unirse al grupo de Fromm y en aquél momento no existía en México ninguna otra posibilidad de validarse institucionalmente como psicoanalistas, podemos suponer que su preocupación por obtenerlo fue uno de los principales acicates para fundar la APM con un marco de referencia científico.

Hemos visto que la APM se define en el artículo 5° de sus estatutos como una asociación de carácter científico y en el 6° plantea "como institución científica, tiene el propósito de desarrollo continuo de investigaciones en el ámbito de su especialidad para lo cual se encuentra inscrita en el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología".

Por su lado el CPM si bien "define" de manera ambigua su concepción del psicoanálisis, también revela su necesidad de ubicarlo en el terreno de las ciencias sociales, y Armando Suárez lo consideraba abiertamente como una ciencia social.

Hay que señalar también que la Sociedad Psicoanalítica Mexicana, denominada posteriormente como Instituto Mexicano de Psicoanálisis (IMPAC) plantea en sus estatutos, como objeto de la institución el estudio específico del inconsciente "dentro de un espíritu de la mayor libertad científica". Sin embargo, es importante recordar que Fromm bautizó posteriormente de su llegada a México como psicoanálisis humanista a lo que supuestamente constituía una propuesta alternativa y "superior" en términos de "resultados" al psicoanálisis "ortodoxo", ya que esto produce un campo "teórico" de validación para que se lo ubique dentro del área de las "ciencias psicosociales". Víctor Saavedra nos señala al respecto En la elaboración teórica del psicoanálisis que Fromm construye hay dos momentos histórico-teóricos en los que se centra en aspectos diferentes y define su orientación psicoanalítica. [...] El primer momento se produce en 1956 al publicar Sane society (Psicoanálisis de la sociedad contemporánea) donde preconiza el psicoanálisis humanista. [...]. Cabe observar que cuando plantea este enfoque, este apellido psicoanalítico, es cuando ha sido recién expulsado de la Asociación Psicoanalítica Internacional..

No podemos menos que sorprendernos ante lo confuso de todos estos hechos: El psicoanálisis humanista es una ciencia "psicosocial"; la institucionalización de la formación se imparte por la División de Estudios Superiores de la Facultad de Medicina a través de su Departamento de Higiene Mental; la sede para los seminarios y conferencias es el Instituto Mexicano de Psicoanálisis A. C. (IMPAC), y los reconocimientos que se otorgan son un Diploma de especialización en psicoanálisis (sin "apellido"), o bien los títulos de Maestría o Doctorado en "Ciencias Médicas" (sic)

¿Cómo es posible que el estudio de una "Ciencia psicosocial" derive en un título en "Ciencias Médicas? Con todo esto parecería que la aspiración de poseer la categoría de ciencia que se pretende para el psicoanálisis, tiene más que ver con la "necesidad" de un aval que con intereses o preocupaciones teóricas. Retomemos nuevamente a Castoriadis: ...Expliquen, demuestren, justifiquen "racionalmente" y científicamente" lo que dicen y lo que hacen, he aquí la exigencia que la cultura y la realidad contemporáneas plantean constantemente a todos y la que, finalmente, los analistas "interiorizan" ... Y es a esta exigencia a la que responden tanto las desviaciones positivistas y cientificistas del psicoanálisis (ya en el mismo Freud) como las cortinas de humo de la "estructura" y del "matema**".

Aunque primero en el tiempo respecto a la institucionalización del psicoanálisis, he mencionado en último lugar al IMPAC pues posee además una característica que me permite deslizarme al siguiente apartado que me interesa abordar:

1.2 La Institución Universitaria

Como hemos visto, es precisamente la Facultad de Medicina de la UNAM el lugar de arribo del psicoanálisis a nuestro país. En ese entonces son todavía los médicos quienes detentan la hegemonía sobre este nuevo saber y los primeros en usufructuarlo.

Por un lado, y ya en términos de institucionalización del psicoanálisis, tenemos a Erich Fromm - quién, recordemos, no era médico y además por esto mismo había tenido graves conflictos como por ejemplo con el Instituto Norteamericano de Psicoanálisis - acogido y reconocido como un psicoanalista de renombre por la comunidad universitaria de médicos. Gracias a esto, como vimos, tiene su origen la formalización del psicoanálisis como una disciplina particular que se va a integrar en los programas de estudio, y dirigida por Fromm, se inicia la primer formación de psicoanalistas en México, que culminará con la conformación de una institución psicoanalítica paradójicamente insertada en los parámetros propios de la institución universitaria.

Según convenio suscrito entre el Instituto Mexicano de Psicoanálisis (IMPAC) y la División de Estudios Superiores de la Facultad de Medicina, quedó establecido que el Instituto imparte el curso de especialización en psicoanálisis bajo la supervisión académica y administrativa de la UNAM. De esta forma se produce una especie de hibridación respecto a los modos en que se van a definir los criterios de regulación institucional, pues además de todas las normas y regulaciones propios de la institución universitaria, se agregan los de análisis personal y supervisión "específicos" de la formación de analistas.

Esto implica que se van a entreverar dos tipos de lógicas institucionales; cada una de las cuales pretende conservar su especificidad y validarse una a través de la otra. Es decir, la Universidad se autoriza para formar analistas "autorizando" mediante el otorgamiento de títulos académicos la formación que se imparte en el IMPAC. Por su parte el IMPAC se autoriza como instituto de formación de analistas validándose a partir de la UNAM al someterse a su "supervisión académica y administrativa".

Tomando como referente la situación que se da en México entre las instituciones psicoanalíticas y la institución universitaria podemos observar que se ha ido incrementado la "oferta" de validar mediante títulos académicos la formación analítica. En la medida en que se ha incrementado la integración del psicoanálisis y los psicoanalistas en diversas instituciones y su participación en la sociedad, al parecer también se ha incrementado la necesidad de contar con algún documento que proporcione "legalmente" la posibilidad de una identidad profesional y es un hecho que las instituciones psicoanalíticas están cada vez más interesadas en adquirir este "recurso" de otorgar títulos con valor académico La APM, la AMPP y algunas otras (cada vez son más) con todo y las ambigüedades del caso, actualmente ofrecen también dichos títulos; el CPM tiene entre sus propósitos - o tenía - obtener la autorización para poder otorgarlos. Asimismo algunas universidades han instituido el "dispositivo psicoanalítico" y ofrecen dicha formación.

Conviene aclarar que los títulos que las instituciones psicoanalíticas otorgan es a través de acuerdos con alguna Universidad y no es de psicoanalista como tal sino que puede ser: maestría en teoría psicoanalítica, en psicoterapia general, etc. No existe una cédula profesional de psicoanalista.

 

1.3 La institución psicoanalítica

Uno de los primeros elementos que hay que tomar en cuenta respecto la estructura y organización de estas instituciones es que están conformadas en su mayoría cuando menos por tres "entidades": la que corresponde a lo que podríamos denominar como la institución en sí, conformada por los ya analistas; el instituto de formación o enseñanza, y la clínica. Cada una de estas, si bien organizada en torno al trabajo del psicoanálisis, con funciones y objetivos un tanto diferentes.

Situación que nos hace preguntarnos acerca de las posibles significaciones o implicaciones que esto pudiera tener, dado que podríamos llegar a pensar que en realidad se trata de cuando menos "tres instituciones en una", ya que las formas de organización y las normatividades que las rigen son diferentes entre sí, aun cuando el instituto o la clínica dependan o formen parte de la institución "en sí", cada una posee sus propios reglamentos. Pero esto es algo que simplemente quisiera dejar formulado y abierto como una problemática importante a tener en cuenta respecto a las particularidades de las instituciones psicoanalíticas.

Lo que sí voy a señalar, puesto que constituye uno de los ejes en este trabajo, es que los seminarios teóricos, la supervisión, y el análisis del candidato constituyen esta serie de normas y reglas que se supone y se sustenta como indispensable de cumplir para todo aquél que pretenda llegar a ser reconocido como psicoanalista y es adoptado como propio de los institutos de formación.

Asimismo, relacionado con esta normatividad que determina el curso de la formación la formación de analistas y la intención de la misma, encontramos de forma por demás recurrente la utilización del término legítimo a lo largo de toda la investigación. Lo que generalmente se pretende con esta denominación es otorgar el carácter de verdad, sin embargo, de acuerdo a la definición que encontré, el término legítimo esta circunscrito a la institución jurídica, significa conforme a las leyes, y cualquiera de sus derivados implica en su definición este conforme a las leyes e incluso, de manera directa en relación con el "estatus" de los hijos.

Esta situación nos remite por un lado a toda una vía utilizada para abordar la problemática de las escisiones y rupturas en la que el "análisis" gira alrededor del tema del "padre-fundador" y los herederos, lo cual si bien brinda un nivel importante de reflexión, no es pertinente desarrollar para los fines de esta investigación, y por otro lado, más de acuerdo con nuestro ámbito de reflexiones, nos remite también a este aspecto sumamente incómodo para los que pretenden la "legitimación" -en términos de legalización jurídica- de la formación de psicoanalistas pues como ya adelantábamos, otra de las particularidades de esta institución -cuando menos esto es seguro en México - es que como tal, por sí misma, no está en posibilidades de ofrecer ningún reconocimiento legal como profesional. Los diplomas o reconocimientos que otorga son considerados "honoríficos" en muchos casos y válidos únicamente para la institución psicoanalítica que los proporciona, o si acaso, para la "filial" a la que pertenezcan; difícilmente pueden ser acogidos y reconocidos como psicoanalistas en instituciones que no tengan la misma filial, por más que se trate igualmente de instituciones psicoanalíticas.

Los sujetos que se forman como psicoanalistas, no cuentan tampoco con autorización para ejercer en otro tipo de instituciones o en otros países a menos que por ejemplo sean médicos. Tal fue el caso de muchos analistas europeos que como consecuencia de la II Guerra Mundial emigraron a otros países en los que paradójicamente se les exigía no el volver a repetir la formación psicoanalítica, sino la médica o la especialidad en psiquiatría.

Por lo tanto, y dado que como veíamos en el apartado anterior, legalmente no tiene un estatuto propio, se da el hecho de que para poder ejercer como psicoanalista o bien se lo hace "clandestinamente", o bien se lo hace "protegido" bajo la tutela de alguna otra disciplina que puede "prestarle" su cédula profesional.

La ubicación legal para las instituciones psicoanalíticas que existen en México es como Asociación Civil, aunque en los estatutos de las mismas, aparece como finalidad la transmisión y enseñanza del psicoanálisis. No están ubicadas como instituciones de enseñanza, lo cual también me parece que les permite la ambigüedad suficiente para definirse como "no lucrativas" e imponer "libremente" las cuotas por la enseñanza que ofrecen, con la supuesta finalidad de "sostener" la institución.

Un punto interesante, digno de ser señalado es que si tomamos en cuenta que además del costo de las inscripciones, de los seminarios y de las supervisiones, el del análisis que es indispensable y se exige que tenga una frecuencia de cuando menos dos consultas a la semana (cuyo costo puede variar aproximadamente entre $200.00 y $400.00 la consulta - depende del analista- y no entra en la contabilidad de la institución), no podemos menos que pensar que dependiendo de la institución elegida puede llegar a ser considerada como una de las "profesiones" más caras en nuestro país.

Hasta aquí hemos abordado de manera general algunos puntos que considero importantes para la comprensión del ámbito institucional en el que surge y se inserta el psicoanálisis así como algunas particularidades de las instituciones psicoanalíticas. Ahora las reflexiones estarán referidas de manera más específica a la institucionalización del psicoanálisis.

Cabe señalar que si bien voy a retomar algunos planteamientos teóricos desarrollados por E. Durkheim para pensar la institucionalización del psicoanálisis como un hecho social, es posible enmarcar esta problemática en los planteamientos de C. Castoriadis respecto a lo que denomina como la visión económico-funcional de la institución. La visión corriente de la institución que llamaremos económico-funcional, es la que pretende explicar tanto la existencia de la institución como sus características por la función que la institución cumple en la sociedad y las circunstancias dadas, por su papel en la economía de conjunto de la vida social. Asimismo, aunque para Castoriadis las instituciones no se reducen a lo simbólico, afirma categórico que no pueden existir más que en lo simbólico. Entender la institucionalización del psicoanálisis como un hecho social se acerca con mucho a lo que Castoriadis denomina la institución del teukhein

2 - La institucionalización del psicoanálisis como Hecho Social

Siguiendo a Durkheim, podríamos afirmar que es factible considerar el proyecto de la formación de analistas como un "hecho social" en el sentido que le imprime este autor: "Afirmamos que son maneras de hacer o de pensar, reconocibles por la particularidad de que son susceptibles de ejercer una influencia coercitiva sobre las conciencias particulares" En la institución psicoanalítica, la oferta de formación de analistas implica tanto maneras de hacer como de pensar determinadas no sólo por la teoría, sino también por ciertas representaciones sociales, o representaciones colectivas. No se trata de como tal o cual sujeto se representa individualmente esta institución, o el asunto de la formación de analistas, sino que atañe a la concepción que de esto se ha construido socialmente.

Cabe señalar que para Durkheim la esencia del hecho social, es que estas maneras de hacer o de pensar, tienen una realidad independiente de la de los individuos, y si bien éstos intervienen en su génesis, las representaciones colectivas que sobre esto se constituyen, implican una síntesis en la que entran una pluralidad de conciencias, produciendo determinadas maneras de obrar y determinados juicios que quedan instituidos y que no dependen ya de la voluntad individual.

Si la función de un hecho social ha de ser forzosamente social como nos dice Durkheim, es decir, consistir en la producción de efectos socialmente útiles; con respecto a la institucionalización del psicoanálisis, podríamos aplicar la siguiente regla por él formulada: La función de un hecho social debe buscarse siempre en la relación que sostiene con algún fin social, dado lo cual, podemos decir que la función de las instituciones de formación de analistas está en relación con el fin social de validar el ejercicio del psicoanálisis. Por tanto, la referencia a lo institucional, estará sobre la base del establecimiento de regulaciones que sirven no sólo para normar este proceder sino también para validarlo.

En este sentido es importante destacar que la creación de la primera Institución Psicoanalítica Internacional responde a la necesidad de "proteger" al psicoanálisis de los "boicot" de que eran objeto los médicos e institutos que lo practicaban así como de ser utilizado "indebidamente". Es decir, de establecer criterios de "autenticidad": "se requeriría de un centro capaz de emitir esta declaración: "El análisis nada tiene que ver con todo ese disparate, eso no es el psicoanálisis". Asimismo quedó establecido como fin de la Asociación "Cultivar y promover la ciencia psicoanalítica fundada por Freud en su condición de psicología pura y en su aplicación a la medicina y a las ciencias del espíritu; alentar el apoyo recíproco entre sus miembros en todos los esfuerzos por adquirir y difundir conocimientos psicoanalíticos".

De lo que se trata entonces es de establecer una legislación para "proteger" la autenticidad del psicoanálisis, de construir criterios y producir un campo de validez para determinar los enunciados de verdad del psicoanálisis.

Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos realizados desde la creación del la API (Asociación Psicoanalítica Internacional) por construir este campo de validez mencionado, hay una disputa permanente en torno a los criterios que garanticen la "autenticidad" de los psicoanalistas y es casi un acuerdo general la afirmación de que es en torno a la formación de estos que se cristalizan las tensiones y los desacuerdos más graves. Ya el mismo Freud en 1914 opinaba que son las dificultades surgidas a propósito de la enseñanza del psicoanálisis las responsables de las disensiones de los analistas.

De acuerdo con E. Roudinesco el proceso de institucionalización del psicoanálisis comprende, cuatro etapas principales. De 1902 a 1906, es el reino de la horda salvaje. De 1906 a 1912, asistimos a una expansión de la doctrina freudiana en el extranjero, que se acompaña con una profesionalización de la práctica analítica cada vez más importante. .... En el período que va de 1912 a 1927 se desarrolla un mecanismo de doble poder. La IPA continúa su trabajo "unificador", en medio de disensiones, de exclusiones y de partidas, mientras que el comité dirige en secreto los asuntos del movimiento. ..La cuarta etapa va de 1926 a 1939 y conoce la disolución del comité (1927) y el final del reino de las "élites" sobre las "masas'. la línea 'liberal' triunfa contra la línea "dogmática". La caída del poder del comité tiene por consecuencia una profesionalización completa del oficio, adquirida en el congreso de Bad Hombourg, en 1926, con la obligación de la cura con fines didácticos impuesta a los analistas. Esta fecha marca el advenimiento del "psicoanálisis moderno" tal y como lo conocemos hoy, con sus sociedades rivales, sus ritos de formación, su burocracia, sus filiaciones transferenciales organizadas, su cultura de ejecutivos y jefezuelos, etc. Para la autora, este último período es capital pues marca un momento en que la legalización del oficio de analista está a punto de convertirse en el hecho dominante de la organización internacional del movimiento.

Es este último período - durante los años que siguen a la II Guerra Mundial -, en el que se inserta igualmente la búsqueda de los médicos mexicanos interesados en el psicoanálisis por una formación institucional "seria", momento en el que en palabras de E. Roudinesco el movimiento psicoanalítico se encuentra confrontado con el mismo problema que el magnetismo un siglo antes: el charlatanismo. ¿Habrá que reservar el derecho a practicar la cura solamente a los médicos o por el contrario se puede hacer extensivo a los que no lo son?

Podemos afirmar con los elementos que tenemos, que en toda esta problemática esta en juego una especie de lucha que atañe al problema de la autenticidad y que se puede expresar en términos de interrogación ¿quiénes son o no son los "verdaderos" psicoanalistas? Lo cual obliga a la apertura de otra pregunta ¿cómo se es "verdaderamente psicoanalista", o por qué no se es?. Interrogantes que no pretendo responder en esta investigación puesto que la finalidad de la misma se vería desviada pero que por sí mismos pueden darnos algunos elementos para pensar un problema central: ¿existe relación entre las escisiones que se producen frecuentemente en las instituciones psicoanalíticas y los mecanismos de regulación establecidos en éstas?.

 

3 - Mecanismos de Regulación

En primer lugar voy a considerar como un hecho el que los mecanismos de regulación instituidos para la formación de analistas están directamente relacionados con el asunto de la autorización, pues este hecho responde a la pretensión de que una vez cubiertos los requisitos, reglas y normas establecidos, permitirán a los candidatos obtener el reconocimiento de ser psicoanalista.

Estos mecanismos adquieren pues un sentido particular en la medida en que se pretende determinar con ellos los criterios de validación para definir quién es, y quién no es psicoanalista, es decir, operan también como mecanismos de exclusión. Esto es importante pues por lo que hemos visto es justamente esta situación de "exclusión" generada por los mecanismos señalados, uno de los móviles determinantes en las escisiones entre los psicoanalistas.

Por todo lo anterior encuentro una serie de articulaciones entre los mecanismos establecidos y el problema de las escisiones, y en virtud de la reflexión previa planteo a continuación algunas reflexiones en torno de aquellos mecanismos que considero fundamentales. No obstante, es preciso no perder de vista que existen otros, también sumamente importantes pero que no siempre son explícitos y operan bajo una modalidad de acuerdo implícito, dejando así su marca, como podremos ver más adelante cuando abordemos el tema del requisito de las entrevistas.

3.1 Requisitos de ingreso

Los requisitos impuestos en las instituciones son el primer filtro establecido para determinar las condiciones de ingreso a la formación de analistas. El lograr establecer estas condiciones que habrán de imponerse para tener "el derecho" a formarse como psicoanalista y definir los criterios que las sustenten es algo que ha tenido mucho peso en los conflictos institucionales pues lleva el germen de cuando menos dos de los principales puntos de tensión respecto a la formación de analistas. Uno tiene que ver con el asunto de la formación previa, el otro - aunque frecuentemente de manera velada - con las condiciones de "salud" o "estructura psíquica" del candidato.

El primer punto implica establecer los parámetros capaces de que definir a "quién y por qué" corresponde el "derecho" para formarse como psicoanalista. Éste problema surgió con el nacimiento mismo de esta institución y ha sido el eterno conflicto generado en primer lugar por la discusión en torno a si es condición o no la formación médica o incluso la especialidad en psiquiatría para contar con los elementos supuestamente necesarios de acceso a este "nuevo" saber.

La mayor parte de las instituciones que están afiliadas a la Internacional e incluso algunas que no lo están, limitan el ingreso a los médicos, incluyendo a la APM, misma que como vimos, abre sus puertas a otros profesionistas a condición de cursar la maestría que instituyen.

En el IMPAC resulta impresionante el hecho de que E. Fromm, a pesar de todas las exclusiones que sufrió él mismo de las instituciones psicoanalíticas por no haber sido médico, acepte crear una institución en la que el ingreso este absolutamente abierto para los médicos y sean aceptados "un número limitado de Doctores en psicología". Aunque hay que señalar que esto no significa que sea incomprensible, es incluso obvio que de lo que se trata es de conservar el lugar que la comunidad médica universitaria le había otorgado. Las posibilidades que tuvo de participar en diferentes ámbitos institucionales, y de difundir el psicoanálisis - por más que lo denominara "humanista" - se debió en gran parte a los puestos hegemónicos que ocupaban muchos de sus partidarios.

Podemos ver mediante la elucidación de estos requisitos, que las tensiones principales están referidas a la falta de acuerdo para establecer el campo al que pertenece "verdaderamente" el psicoanálisis y que las batallas más agudas para romper el cerco impuesto por los médicos, han sido realizadas fundamentalmente por los psicólogos. Aunque no podemos dejar de lado que, las discusiones en torno a los límites para establecer hasta dónde y basándose en qué parámetros, una práctica es o deja de ser psicoanálisis es igualmente un punto álgido que ha incidido en las luchas institucionales.

Esto lo podemos ver reflejado tomando dos ejemplos: la AMPP, con todo y las ambivalencias del caso, logra obtener para los psicólogos la posibilidad de formarse institucionalmente como psicoanalistas, y la AMPAG, que conforma una institución para validar el psicoanálisis de grupo. En los dos casos se trata de defender o de rebatir la pertenencia del psicoanálisis a un determinado campo.

El CPM por su parte aparentemente "resuelve" el problema del campo al que debe pertenecer la formación previa que requiere a los candidatos "sin discusiones": abre sus puertas a todos aquellos que cuenten con un título de Licenciatura.

Con respecto al segundo punto, es decir, las condiciones de "salud" o "estructura psíquica" del candidato esta el articulado el requisito de las entrevistas.

Freud mantuvo siempre una postura respecto al primer punto, que fue la de negarse a reservar para los médicos el derecho a formarse y a ejercer como psicoanalistas. Insistía reiteradamente en que ser médico no era una condición indispensable, e incluso podía llegar a ser un obstáculo para la comprensión y formación en este nuevo saber.

Sin embargo, él mismo nunca dejó de utilizar términos importados de la medicina tan importantes como los de enfermedad, paciente, consulta, etc., que se siguen utilizando sin que medie una posible redefinición "regular" de estos conceptos. Con esto me refiero a que se habla mucho por ejemplo de "salud mental", pero la definición de salud no es regular, quiero decir no es la misma para todas las escuelas, tendencias o instituciones psicoanalíticas. Si se menciona la salud es como contraparte de la enfermedad, pero entonces ¿Cuál es para el psicoanálisis la definición de enfermedad? ¿Sufrimiento psíquico es sinónimo de enfermedad? ¿Salud es sinónimo de "felicidad"? ¿La supuesta enfermedad esta en la "mente"? ¿Cómo es definida entonces la mente?: ¿Potencia intelectual del alma? ¿Designio? ¿Pensamiento; propósito; voluntad, inteligencia, memoria?.

Algunas instituciones que pertenecen indiscutiblemente a este campo desechan el requisito de la formación médica pero la mayoría -si no es que todas- sostienen el de las entrevistas iniciales, mismas que responden al tipo de mecanismos que mencionamos arriba. Son regulaciones que se constituyen de manera implícita, silenciosa, y aunque patente para todo el mundo, difícilmente expresables ni explicitables en los términos del vínculo institucional mismo. Es decir, operan como entrevistas de diagnóstico a pesar de que no se haga explícito ni se asuman como tal. Así, "aparece" esta especie de acuerdo implícito entre los entrevistadores que toman las decisiones, pues los "entrevistados" que resultan rechazados, lo son sobre la base de normas institucionales no explícitas ni suscritas "oficialmente", como puede ser el hecho de que en algunas instituciones no se admitan homosexuales o sujetos con X "patología". Para empezar, lo más frecuente es que ni siquiera se dice abiertamente a los candidatos lo que se pretende "evaluar" con este tipo de entrevistas y de todas las instituciones que obtuve este tipo de información mucho menos se dan a la luz los "resultados" diagnósticos. Esta situación acontece actualmente de esta forma, pero tampoco hay que olvidar que en sus inicios, tanto en la APM como en el IMPAC incluso se aplicaba toda una batería de pruebas "psicométricas" a los candidatos.

Ninguna de las instituciones que fueron investigadas logra desprenderse de esta especie de repetición. Resulta muy sintomático el que sea precisamente la intención de las entrevistas iniciales lo que frecuentemente aparece solo veladamente. Quedan al nivel de argumento para las resoluciones tomadas en las juntas de los "directivos" para la aceptación o rechazo de los candidatos, y/o van a parar a los archivos "privados" de la institución.

De hecho no es extraño ni exclusivo de las instituciones psicoanalíticas el que se impongan ciertos requisitos de ingreso como el de las entrevistas - mismo que es muy socorrido para la "selección" de personal. Sin embargo, no deja de resultar perturbador el que una de las "condiciones" para formarse como psicoanalista apunte precisamente a la necesidad de evaluar la "salud" mental y al mismo tiempo exista una absoluta falta de acuerdo en este terreno.

Lo que pone en evidencia este breve esbozo de momentos de tensión en la regulación es la imposibilidad de las instituciones - y de los psicoanalistas - de llegar a ciertos acuerdos mínimos para establecer criterios propios para redefinir teóricamente los términos que utilizan importados de otras disciplinas, restándole importancia a la trascendencia que tiene que las instituciones psicoanalíticas los apliquen y utilicen como fundamento para definir sus regulaciones.

3.2 "Dispositivo" o Mecanismo de Formación Psicoanalítica.

Como hemos visto, en este tipo de instituciones se han establecido una serie de requisitos - mismos que pueden variar de acuerdo a la postura y formación de sus fundadores y en ocasiones de sus miembros. Asimismo, también ha creado un mecanismo con el supuesto y finalidad de garantizar una formación psicoanalítica "adecuada". Este mecanismo, que aparentemente es característico y propio de y para la formación de analistas es también denominado como dispositivo de formación y, como ya hemos dicho, consiste en: 1. programa de seminarios teóricos, 2.- análisis del candidato y 3.-supervisión.

Establecer este dispositivo como específico de la formación de psicoanalistas y adoptarlo por las instituciones psicoanalíticas, pertenezcan o no a la Internacional apunta nuevamente a esta permanente necesidad de establecer un marco de validación en torno del psicoanálisis, en este caso por y para los institutos de formación, sin embargo, reflexionemos detenidamente al respecto.

Como hemos podido tener oportunidad de ver, ninguna de las instituciones psicoanalíticas coincide en este modelo más allá de la forma, en el ámbito de contenido es un hecho que están marcadas por grandes diferencias.

1. - Programas de seminarios. En cada una de las instituciones psicoanalíticas que existen, los ejes teóricos son diferentes, incluso en tiempos (de 2 a 5 años con frecuencias diversas). Algunas - la mayoría en realidad -, se ubican como pertenecientes a determinadas "Escuelas" o corrientes y por lo tanto retoman como eje la obra de algún autor específico, o una supuesta postura (S. Freud, Melanie Klein, J. Lacan, E. Fromm, "teóricos del Yo"), y algunas otras pretenden abarcar indistintamente el estudio de estas diferentes corrientes o escuelas (APM, AMPAG, IMPAC) pero en estos casos observamos con mucha frecuencia que se crean subgrupos al interior de estas instituciones, mismos que la mantienen en una tensión permanente y que en algunos casos pueden llegar hasta la separación como ocurrió en el caso del CPM cuando se suscitó toda la lucha en torno de la voluntad de imponer como eje la obra de Lacan en los programas de seminarios.

En general estas diferencias determinan un funcionamiento institucional por demás llamativo ya que el sostener que se pertenece a determinada Escuela o corriente parecería bastar para que los analistas cuenten con argumentos suficientes para cerrar sobre sí misma la institución a la que se afilian (o sobre su "Escuela" ) y tener poca disponibilidad al diálogo con analistas miembros de instituciones que adhieran a posturas distintas.

2. - Supervisión. Este punto sobre la supervisión de los candidatos a analistas es también bastante complejo. A la supervisión también suele llamársele "control", y esto ha suscitado diferentes opiniones respecto al sentido que tiene darle tal denominación, pues a diferencia del primer término que significa "revisar un trabajo" (con todas las ambigüedades que pueda implicar tal revisión), el control tiene un sentido que implica un dominio. ¿Qué es lo que se "domina"? ¿Al supervisando para dirigir su trabajo?, ¿La dirección de la cura? ¿Se trata entonces de controlar, es decir, de dirigir un análisis por interpósita persona? Este es un problema sumamente álgido, sobre todo si tomamos en cuenta que se parte de varios supuestos con respecto a lo que implica la situación analítica como por ejemplo el que "por principio" se trabaja fundamentalmente con la transferencia del paciente, y en este proceso, entra en juego la contratransferencia del analista conceptos igualmente difíciles de asir.

Retomemos las definiciones que dan J. Laplanche y J.B. Pontalis en su Diccionario de Psicoanálisis:

Leemos ahí:

Transferencia.- "Designa en psicoanálisis, el proceso en virtud del cual los deseos inconscientes se actualizan sobre ciertos objetos, dentro de un determinado tipo de relación establecida con ellos y, de un modo especial, dentro de la relación analítica. [...] La transferencia se reconoce clásicamente como el terreno en el que se desarrolla la problemática de una cura psicoanalítica, caracterizándose ésta por la instauración, modalidades, interpretación y resolución de la transferencia. [...] Si se encuentra una especial dificultad en proponer una definición de transferencia, se debe a que este término ha adquirido, para muchos autores, una extensión muy amplia, llegando a designar el conjunto de los fenómenos que constituyen la relación del paciente con el psicoanalista, por lo cual comporta, mucho más que cualquier otro término, el conjunto de las concepciones de cada analista acerca de la cura, su objeto, su dinámica, su táctica, sus metas, etc."

Contratransferencia.- "Conjunto de las reacciones inconscientes del analista frente a la persona del analizado y, especialmente, frente a la transferencia de éste. ... En ésta Freud ve el resultado de la "influencia del enfermo sobre los sentimientos inconscientes del médico" y subraya que "ningún analista va más allá de lo que le permiten sus propios complejos y resistencias internas", lo cual tiene como corolario la necesidad del analista de someterse él mismo a un análisis personal."

No voy a entrar a la discusión sobre estas definiciones ni a pensar el problema desde un marco teórico propio del psicoanálisis. Retomo estas nociones para plantear simplemente que si esto es así, entonces una de las conclusiones "lógicas" es la de que la supervisión puede ser entendida como un proceso en el que se supone que el analista supervisor estaría en posibilidades de "escuchar" lo que el analista supervisando pudiera dejar de hacer por sus propios conflictos inconscientes pues aunque parezca una perogrullada, no olvidemos que "la escucha" es otra de las herramientas indispensables del análisis. (Aunque actualmente ya se puede "escuchar" y analizar por carta, probablemente hasta por internet).

¿Cuáles son entonces los lugares que ocupan estos dos personajes en la supervisión? ¿El supervisor esta en función de maestro o de analista frente al supervisando?. Lo planteo pues hay modalidades en las que los supervisores interpretan a los supervisandos como si ellos mismos estuvieran frente a un paciente y no frente al candidato a analista, algunos otros le señalan lo que debería trabajar en su análisis y otros incluso dan indicaciones de las interpretaciones que deberá hacer a su paciente.

Lo dejo abierto como un tema importante cuyo análisis deberá proseguirse y ahondarse en futuros trabajos. Solo me resta finalizar este punto con una última observación. A diferencia de la medicina por ejemplo, - en la que también hay todo un "entrenamiento clínico supervisado"-, los diagnósticos y procedimientos para la cura no suelen ser muy distintos entre un médico supervisor y otro para un mismo caso; en la supervisión psicoanalítica los "resultados" pueden ser sumamente variables pues respecto de un mismo caso, tanto el "diagnóstico" como los momentos y la forma "pertinentes" de intervención pueden llegar a variar enormemente entre un supervisor y otro, incluso si pertenecen a la misma institución o "Escuela".

3. - Análisis del candidato. El punto del análisis personal o didáctico instituido como parte de este dispositivo es, en opinión de una gran mayoría de psicoanalistas, todavía más conflictivo que los anteriores y su análisis nos lleva a terrenos sumamente resbaladizos y obscuros, empezando porque tampoco aquí existe un acuerdo respecto al sentido que esto tiene ni a establecer claramente la supuesta diferencia que existe entre el análisis "personal" del "didáctico".

Piera Aulagnier plantea al respecto: "Agreguemos que si se ha criticado, con razón, el uso que a veces se hace del adjetivo "personal" para diferenciar el análisis propiamente dicho* del análisis didáctico (y dado que todo análisis es personal en el más alto grado), el adjetivo "didáctico", tomado en su sentido literal, plantea el problema de saber si todo análisis no supone necesariamente una dimensión didáctica".

De acuerdo con la definición de didáctico, un analista didacta sería aquél que tiene el arte de enseñar. Sin embargo habría que retomar la pregunta y los cuestionamientos que se hacen de esto. ¿Cómo se determina si un analista posee o no "el arte de enseñar"? ¿Qué es lo que enseña?

Del lado del "candidato", se plantea que para llegar a ser analista no basta con saber la teoría, es decir, tener el saber sobre el inconsciente, sino que es indispensable tener la experiencia del análisis (y por esto mismo en algunas instituciones se justifica el imponer como requisito de ingreso haber estado previamente en análisis y en otras se "impone" en cuanto el candidato va a iniciar la supervisión; es decir que no debe empezar a tener "pacientes" si no está ya él mismo en análisis). Se supone que sólo así podrá tener acceso al saber "del" inconsciente, indispensable para "ser" analista. Al mismo tiempo, algunos psicoanalistas, afirman que el saber del inconsciente es intransmisible. Entonces un analista didacta debe enseñar al candidato el saber del inconsciente; el "objeto" de la enseñanza es el saber del inconsciente, pero, enseña algo que es intransmisible ¿?. Planteado así, todo este problema parece contener más que nada una serie de galimatías psicoanalíticas.

Retomemos nuevamente otra cita de Piera Aulagnier: "El análisis en tanto praxis parece haberse dejado atrapar desde su origen en un dilema o, por el contrario, haber tratado de refutarlo sin más resultado que el de caer en otra trampa igualmente peligrosa. El análisis se plantea en estos dos términos:

¿Cuál podría ser entonces el sentido del análisis del candidato retomando estas dos opciones que afirma la autora?. ¿Es posible prescribir un análisis poniendo el acento en la enseñanza del inconsciente como finalidad? O bien, si todo análisis es terapéutico, y "por definición" didáctico, en la medida en que implica una experiencia que permite tener acceso al saber del inconsciente, queda aún menos clara la necesidad de establecer diferencias.

Ahora bien, del lado del analista didacta existen cuando menos dos vías abiertas que plantean las instituciones en general para establecer ciertos criterios que utilizan para otorgar dicho reconocimiento. Uno más o menos formal, el otro lleno de términos cuyo sentido y significado puede ser altamente subjetivo.

Como vimos más arriba, en la APM existe incluso un programa para formar analistas didactas, pero al mismo tiempo ya tuvimos oportunidad de leer todas las otras "condiciones" que se requieren para llegar a este "nivel". En el CPM pudimos constatar que también hay una parte formal de reconocimiento y otra parte bastante más difícil de asir - lo cual no implica que la formal sea "sencilla"- "haber dado pruebas de su capacidad de cuestionamiento del saber y la práctica analíticas".

Asimismo hay que señalar que en la APM el análisis didáctico, es aquél que se realiza con un analista didacta (sic) reconocido por la institución. Por supuesto existe una lista que amablemente se proporciona a los candidatos. En el CPM, es análisis didáctico "aquél en el que el analizando analiza su deseo de ser analista", aunque por supuesto también existe una lista, en este caso, - supongo que en aras de la coherencia con lo anterior - de analistas a los que se puede acudir en caso necesario pero que no son reconocidos necesariamente como didácticos (tampoco necesariamente miembros del CPM), pero igualmente es un hecho que no todos los que son reconocidos como didactas, tienen cubiertas las condiciones "formales" establecidas. Sé además, por información directa y confiable de un miembro connotado del CPM que en esa institución circulaba una lista "secreta" de los que eran considerados didactas, misma que todos los miembros activos conocían.

Es evidente que ante toda esta gama de divergencias en torno a este punto neurálgico - del cual sólo hemos abierto una pequeña rendija para tratar de iluminarlo - se juegan situaciones sumamente arbitrarias pues tomando nuevamente como ejemplo la APM, no basta con cubrir la parte "formal" para adquirir dicho reconocimiento, ya que la decisión final va a recaer en el grupo de los didactas y va a depender de criterios sumamente obscuros o delicados, como puede ser el tachar a alguien de "enfermo" (recordemos los casos de Avelino G., y Gustavo Quevedo) con cualquiera de las categorías que suelen usarse para el caso, o bien recurrir a los términos como "madurez", "capacidad de sublimación", "integridad moral", etc. para decidir la no admisión, o la expulsión "argumentando" que no poseen tales "características".

Respecto de los problemas que ha acarreado este punto en el ámbito de las instituciones existe una gran cantidad de material para trabajar, sobre todo la institución creada por J. Lacan y lo que fue denominado como "el pase" ha dado ejemplos de sobra, sin embargo como abordar este tema sobre "el pase" y las singularidades de las instituciones "lacanianas" desbordaría las pretensiones de esta investigación únicamente lo dejo mencionado.

Considero que todo lo anterior remite de alguna manera a una situación muy particular respecto de lo que implica la definición misma del psicoanálisis y que encontramos desde sus orígenes. En 1922 Freud lo define: "Psicoanálisis es el nombre de un procedimiento que sirve para indagar los procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías; 2) de un método de tratamiento de perturbaciones neuróticas, fundado en esa indagación, y 3) de una serie de intelecciones psicológicas, ganadas por ese camino, que poco a poco se han ido coligando en una nueva disciplina científica".

Es decir, el psicoanálisis articula la investigación del inconsciente, la intervención terapéutica y la sistematización conceptual y es desde esta perspectiva que parece sustentarse el dispositivo para formarse como analista, sin embargo, esto no implica que "deba" ser necesariamente en una institución.

Asimismo, hay que recordar que Freud también establece los elementos teóricos construidos a partir de sus propias investigaciones que transformaron al método catártico en el psicoanálisis: la doctrina de la represión y de la resistencia, la introducción de la sexualidad infantil, y la interpretación y el uso de los sueños para el reconocimiento de lo inconsciente y que es a partir de esto que va determinar a quién corresponde el "derecho" de reconocerse como psicoanalista: "Es lícito decir, pues, que la teoría psicoanalítica es un intento por comprender dos experiencias que, de modo llamativo e inesperado, se obtienen en los ensayos por reconducir a sus fuentes biográficas los síntomas patológicos de un neurótico: el hecho de la transferencia y el de la resistencia. Cualquier línea de investigación que admita estos dos hechos y los tome como punto de partida de su trabajo tiene derecho a llamarse psicoanálisis, aunque llegue a resultados diversos de los míos. Pero el que aborde otros aspectos del problema y se aparte de estas dos premisas difícilmente podrá sustraerse a la acusación de ser un usurpador que busca mimetizarse, si es que porfía en llamarse psicoanalista. [...] la doctrina de la represión es una conquista del trabajo psicoanalítico, ganada de manera legítima como decantación teórica de innumerables experiencias. ...Una conquista de igual valor, aunque de época muy posterior, es la introducción de la sexualidad infantil de la cual ni se habló en los primeros años de tanteos en la investigación mediante el análisis".

Basándome en lo anterior, considero que parecería una conclusión obvia que tampoco se requeriría de manera indispensable de una institución para "ser" psicoanalista, pero no podemos olvidar que ya también algunas de éstas han lanzado sus propias sentencias al respecto. "Los médicos y el público en general tienen la tendencia a usar el término psicoanálisis en un sentido demasiado amplio y poco definido. Este término sólo puede ser aplicado legítimamente al método desarrollado por Freud y a las teorías derivadas del uso de este método; por lo tanto un psicoanalista es la persona que usa la técnica de Freud; y cualquiera que no la use no deberá llamarse psicoanalista. De acuerdo con esta definición y con el propósito de evitar confusiones, el término "psicoanalista" está reservado a los miembros de la Asociación Psicoanalítica Internacional" . Francamente es absolutamente enigmático el proceso "lógico" que se sigue para llegar a la determinación que establecen sobre la reserva del término psicoanalista para los miembros de la API. Además, hay que notar que según esta definición, la legalidad y el derecho de ser reconocido como psicoanalista se encuentran determinados por el uso de una técnica y la pertenencia institucional.

Después de todo este recorrido podríamos pensar que las "regulaciones" institucionales para formar analistas no sólo ponen en juego todo un proceso que va más allá y desborda con mucho las pretensiones de "regular" y establecer parámetros que permitan otorgar el (los) reconocimiento(s) de analista, regulaciones que sirven no sólo para normar este proceder sino también para validarlo.

Incluso tendríamos que preguntarnos si realmente es posible sostener que los elementos del mecanismo a que nos hemos estado refiriendo pueden ser realmente considerados como normas. Si bien es cierto que opera como modelo, como sistema de clasificación y denominación, como régimen capaz de crear instrumentos canónicos y socialmente relevantes de acción a los sujetos, y podemos estar de acuerdo en que el mismo es utilizado como criterio de juicio para determinar lo que debe implicar una formación analítica, ante el panorama expuesto nos asaltan serias dudas de que este modelo pueda tener la categoría de "criterio infalible para el reconocimiento o para la realización de valores absolutos, o como procedimiento que garantiza el desarrollo eficaz de una actividad determinada" que en este caso sería "la transmisión de un saber y la validación del ejercicio del mismo", es decir, la regulación y validación de la formación de analistas. O bien, tal vez tendríamos que considerar que existen tantos psicoanálisis como instituciones y sea una de las "razones" de que actualmente se hable de que no existe "el" sino "los" psicoanálisis.

No estaría de más volver a preguntarnos: ¿cuál es la finalidad de la institucionalización del psicoanálisis? ¿A qué tipo de lógica responden los mecanismos de regulación? ¿Qué es lo que está en juego en realidad?, ¿Es el problema de la autoridad, de la ética, del poder?.

Retomando nuevamente algunas aportaciones de Castoriadis, es posible plantear que para él, si bien el psicoanálisis es una creación (en todo el sentido que este autor le imprime al término), los mayores obstáculos a los que se enfrenta su institucionalización están absolutamente articulados con una especie de "atrapamiento" en la lógica conjuntista-identitaria con la cual y por la cual se pretende sostener la institución psicoanalítica.

Asimismo y a partir de su discusión con F. Roustang, va a refutar la tesis de este en cuanto a caracterizar el psicoanálisis como "asocial" y por lo tanto "imposible" de eludir un "destino funesto" para ese tipo de instituciones. Para Castoriadis es totalmente incorrecto e incluso podríamos decir absurdo pretender elucidar acerca de las problemáticas inherentes a la institucionalización del psicoanálisis y obviar la pertenencia del mismo a la sociedad y a la historia.

Inclusive podemos plantear - aunque de manera por demás esquemática- que para este autor, uno de los mayores "equívocos" en el intento de comprensión de esta institución, de las instituciones en general, radica en la auto-ocultación de la sociedad y sus instituciones como un estado de auto-creación y con posibilidades de mantener un estado de permanente alteración. "El ejemplo que más nos interesa es el que nos proporciona la ocultación de lo imaginario y de lo histórico-social, siempre gobernado por la negación de la creación, por la necesidad de reducir toda la historia a la repetición y de presentar esta repetición como determinada por una instancia exterior a ella, física, lógica y ontológica".

Sin embargo, hemos visto como la problemática inherente a la institucionalización del psicoanálisis difícilmente podríamos referirla únicamente al problema de la auto-ocultación ni mucho menos, sin antes sorprendernos e interrogarnos al constatar por todo lo que hemos visto que aun desde la llamada lógica conjuntista-identitaria, parecería que los intentos para la constitución de una identidad "clara" para ubicar tanto la institución psicoanalítica como a los psicoanalistas -con todo y lo relativa que pueda ser esta claridad- se encuentra absolutamente puesta en entredicho.

Otro punto a retomar para finalizar el capítulo se articula con lo que casi me atrevería a denominar como "el fracaso" de la institucionalización del psicoanálisis comprendido como "hecho social". En el sentido denominado por Castoriadis como "económico-funcional" también tendríamos que poner en entredicho la "efectividad" de su función social, ya que hemos afirmado en su momento que la función de los institutos de formación estaría en relación con el "fin social" de validar el ejercicio del psicoanálisis. ¿Se puede sostener que realmente se encuentra validado el ejercicio del psicoanálisis?, ¿Las regulaciones establecidas para tales fines realmente pueden argumentarse como propias y específicas de esta institución?, Hemos visto que difícilmente es posible responder afirmativamente, pero aun así, no podemos negar "la existencia" y permanencia de la institución psicoanalítica, la "fuerza" y el "prestigio" de la Asociación Psicoanalítica Internacional, la difusión y "propagación" que ha tenido socialmente y como bien nos señala Castoriadis, cada vez más ejercido por cualquiera y de cualquier manera.

¿Cómo es posible que se de esta situación?, ¿Cómo sostener al mismo tiempo "su fracaso" y su fuerza, el "éxito" de la empresa?. Quizá justamente porque de lo que se trata ya, es casi de una Empresa, de una institución y de un saber totalmente absorbidos por la lógica "empresarial" y mercantilista que parece regirnos cada vez más. ¿Será que de lo que se trata, y al parecer ya "poco importa" es de toda una lógica de simulacros?.

Cierro el capítulo con otra cita de C. Castoriadis: "El psicoanálisis no es una "ciencia" y tampoco, hablando con propiedad, una "teoría. Y la "técnica" psicoanalítica no es una técnica en el sentido admitido del término. [...] En cuanto a la "técnica", el término, fantástico abuso del lenguaje, contiene ya en germen todas las corrupciones posibles de la práctica analítica. Una técnica es un código prácticamente completo de prescripciones positivas acerca de lo que se debe hacer y no hacer, asegurando la obtención de un resultado limitado, delimitado, definido y determinado con una probabilidad que tiende a 1 (uno). Una cosa tal no existe ni existirá jamás en psicoanálisis. Los textos llamados "técnicos" no contienen y no pueden contener nada de seguro sobre la práctica concreta del análisis, excepto algunas consignas negativas y algunos principios de inspiración; la transformación de éstos en prescripciones positivas conduce a simplezas inutilizables o a futilidades. [...]Confrontado a esta situación fundamental: de no seguridad teórica, de no seguridad práctica frente a la exigencia perpetua de un pensar y de un hacer, dentro de una cultura que apunta (y casi logra) a dividir todo entre el algoritmo y lo inefable, entre la "máquina" pura y el puro "deseo", a exiliar y a hacer impensable lo esencial de lo que es y de lo que nos importa, el psicoanalista ...se ve casi fatalmente obligado a tomar una u otra de estas prótesis: la prótesis del dogma codificado y de la administración de la transmisión del análisis por una institución burocratizada; la prótesis de la relación de "magisterio" y de poder de uno solo. Los dos sistemas son complementarios y solidarios, funcionan conjuntamente en la justificación de cada uno mediante la denuncia del otro y los dos en la malversación del psicoanálisis."

 

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 14 - Diciembre 2001
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