Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Las instituciones psicoanalíticas en México
Un análisis sobre la formación de analistas y sus mecanismos de regulación
Guadalupe Rocha

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CAPITULO IV
REFLEXIONES EN TORNO DE ALGUNOS MECANISMOS DE REGULACION INSTITUCIONAL: UN MOMENTO REVELADOR, LAS ESCISIONES.

En este capítulo, voy a abordar el tema de los mecanismos de regulación tomando como referentes los instituidos por la APM y el CPM .

Con el fin de reflexionar más adelante en torno de la relación que puede haber entre las causas que inciden en las escisiones y rupturas que se producen recurrentemente y los mecanismos de regulación instituidos tomare como referentes algunos puntos que muestran los principios y normas en las que se basa cada una de estas instituciones. Estos puntos a que me refiero fueron recopilados de los estatutos, los requisitos de ingreso a cada instituto y del mecanismo considerado como específico y aparentemente similar adoptado en la mayoría de los institutos de formación de analistas, también denominado como dispositivo: seminarios teóricos, supervisión (o control) y análisis (personal/didáctico).

En términos muy generales, podemos afirmar que explícitamente ambas instituciones pretenden un mismo fin: La transmisión del psicoanálisis y (mediante su instituto) la formación de analistas. Sin embargo, su concepción misma del psicoanálisis es muy diferente y el ámbito en el que nacen y se conforman cada una de estas instituciones también proviene de modelos teóricos muy diferentes.

La APM nace constituida como una asociación civil pero autodefiniéndose - en el capítulo V de sus estatutos - como una institución de carácter científico, que tiene por objetivo: A) Promover y facilitar el estudio y la investigación de la Disciplina Psicoanalítica; B) Educar y adiestrar en Psicoanálisis a nuevos miembros; y C) Preparar a miembros titulares para las funciones de docencia y terapia; y se avala instituyéndose bajo el abrigo y reconocimiento de la Asociación Psicoanalítica Internacional.

Por su parte, el Círculo Psicoanalítico Mexicano se constituye también como asociación civil, cuyos fines son La investigación, docencia y difusión de la psicología profunda y si bien se reconoce como miembro de la Federación Internacional de Círculos de Psicología Profunda, fundada por lgor Alexander Caruso, aclara que esta pertenencia, por voluntad tanto de su fundador como de los Círculos confederados no implica dependencia administrativa ni doctrinal alguna, garantizando en cambio la autonomía de sus miembros.

Esto en principio marca una gran diferencia con respecto al recurso al que apelan cada una de estas instituciones para avalarse pues por el lado de la APM, es el pretendido carácter científico y la pertenencia y dependencia directa de la Internacional lo que opera como respaldo; en tanto que el CPM, responde en sus criterios a una serie de "concepciones", apoyadas en un personaje fundamental y su "pertenencia" a la Federación Internacional de Círculos es muy diferente a la de la APM con respecto a la API pues, como describía Armando Suárez, "su función no consistió nunca en ejercer algún tipo de control organizativo ni doctrinal sino en favorecer la comunicación y el intercambio, grupos independientes, tras reconocer coincidencias esenciales (...), solicitan confederarse y son admitidos sin perder su autonomía.

Es imposible no hacer notar esta curiosa relación que existe entre el peso de la educación religiosa tanto en Caruso como en Armando Suárez y su interés posterior por el psicoanálisis. Además de que en el Círculo de México, varios de los miembros activos también habían tenido previamente una formación religiosa.

Para analizar ciertos problemas inherentes a la institución psicoanalítica, es quizá pertinente recordar como ejemplos dos personajes que revelan rasgos que respaldan esas correspondencias. Uno es en efecto Igor Caruso, quién lleva a cabo un acercamiento con la Iglesia católica en Austria, en un contexto político significativo. A partir de ese acercamiento en ese momento histórico y en el particular momento de agitación política, la institución religiosa es descrita como la única institución de envergadura que pudo ofrecer una cierta resistencia, no exenta de riesgos, a los nazis y un relativo abrigo a los profesionistas de la salud mental que no deseaban "colaborar". (...); pero también incubó en su seno muchos de los gérmenes de la nueva teología y una pastoral abierta, aggiornamento que culminaría en el Concilio Vaticano II. Asimismo, está el caso de Gregorio Lemercier, mismo que tuvo una postura muy de acuerdo con el aggiornamento de la Iglesia y una importante participación en el Concilio Vaticano II como asesor de Don Sergio Méndez Arceo.

Señalo lo anterior no solo para marcar la diferencia con la APM, también porque a lo largo del presente estudio se hace patente la incidencia y la correspondencia que parece existir entre ciertos principios o concepciones religiosas y el psicoanálisis - o por lo menos en ciertas concepciones de éste -. Sin embargo, esta incidencia, el visible paralelismo y correspondencias en prácticas y régimen institucional entre la esfera religiosa y el psicoanálisis escapan al alcance del presente estudio.

Por otro lado, en sus estatutos, la APM habla expresamente de la Disciplina Psicoanalítica e incluso la "define" el psicoanálisis de la siguiente manera: El término Psicoanálisis define a una teoría estructural y funcional de la personalidad, a su aplicación a otras ramas del conocimiento y a una técnica Psicoterapéutica especifica. Esta terapia se basa y deriva de los descubrimientos psicológicos fundamentales realizados por Sigmund Freud; mientras que el Círculo se refiere a la Psicología Profunda.

Ambas denominaciones se basan en el propio Freud, no obstante, es preciso tomar en cuenta además, el hecho de que el acercamiento de Caruso con el psicoanálisis se da en un contexto en el que estaba prohibido mencionar esta palabra y el término de psicología profunda o de lo profundo se utilizaba como sinónimo sin embargo, esta elección no deja de evidenciar las diferencias que van a estar marcando desde el inicio las distintas concepciones respecto al psicoanálisis y que van a estar reflejadas en las definiciones que utilizan respecto de éste.

Ahora bien, dado que el problema elegido como tema central de la investigación esta referido en lo general, a los mecanismos de regulación instituidos para la formación de analistas, el abordaje, en lo particular, estará en adelante referido primordialmente a los institutos de formación o enseñanza avalados por la institución de la que forman parte.

Para la APM su Instituto de Psicoanálisis es el órgano educativo dedicado a la preparación de psicoanalistas de adultos, de niños y didácticos, según los programas académicos aprobados por las asociaciones componentes de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Funciona con un consejo directivo, que en calidad de Asamblea es la autoridad educativa. Se gobierna por un director, que se elige cada dos años del cuerpo de analistas didácticos y cuatro comités de tres miembros, elegidos también del cuerpo de didácticos: el comité de admisión y selección, el de docencia, el de promoción y grado y el de servicios terapéuticos, que comprende la Clínica Psicoanalítica.

ARTICULO 43.- Para realizar los fines y metas establecidas en el Articulo V, la Asociación psicoanalítica Mexicana ha creado un Instituto de Psicoanálisis, su órgano educativo tanto para candidatos(as) a futuros psicoanalistas de la Asociación Psicoanalítica Mexicana, como para Psicoanalistas titulares, quienes pueden ser aspirantes a desempeñar funciones terapéuticas y docentes en el propio Instituto, o aspirantes a otros cursos de Postgrado. En forma similar el Instituto dirigirá y coordinará las actividades que tengan que ver con la investigación psicoanalítica dentro del Instituto. EI(IA) director(a) del Instituto tendrá a su cargo la responsabilidad de velar por el Buen funcionamiento del mismo así como de mantener informados a los miembros de la Asociación acerca de las tareas del instituto en todos sus niveles

Para ingresar al curso de Psicoanalistas de Adultos se requiere ser especialista en psiquiatría, doctor en psicología clínica, o graduado de los cursos de psicoterapia del Centro de Estudios de Postgrado (CEP) o de alguna institución reconocida por la Internacional; aprobar un proceso de selección (4 entrevistas) y haber pasado, al menos, dos años en "análisis didáctico" con un analista didacta del Instituto.

Hay que señalar que para "aprobar" el proceso de las cuatro entrevistas no existe por escrito ningún criterio, pero es un hecho que se trata de entrevistas de "diagnóstico". Situación por demás cuestionable pues resulta bastante delicado el pretender establecer un juicio a partir de cuatro opiniones respecto a UNA entrevista que ha realizado cada uno de los responsables con el candidato, además de que habría que preguntarse por el sentido en que aquí es utilizado el término de aprobado y reprobado, dado que hay candidatos que "reprueban".

La preparación tiene una duración de 8 semestres, durante los cuales se imparten seminarios teóricos, supervisiones clínicas y se continúa el análisis didáctico. Para graduarse se pide un trabajo teórico-clínico sobre algún aspecto relevante de los casos que el estudiante haya tenido en tratamiento psicoanalítico supervisado. Al cabo de 5 años de graduado como psicoanalista de adultos, se puede tomar el curso para analista didáctico, que comprende tres semestres de seminarios teóricos y supervisiones.

Los seminarios del curso para Psicoanalistas Didácticos comprenden:

En el CPM como mencionamos en el capítulo anterior, no es sino hasta julio de 1974 que se firma el Acta Constitutiva y se establecen legalmente los estatutos de esta institución, (mismos que habían sido aprobados por unanimidad de votos en una Asamblea General Constitutiva.) y once años después -diecisiete tomando en cuenta la constitución del primer Círculo -, es cuando aparece el llamado "cuadernillo" en el que se plantean los principios que rigen la institución y se formaliza el Instituto en los siguientes términos: Sería vano pretender justificar la erección de nuestro Instituto por una necesidad "natural" de reproducirnos o por la de salvaguardar una "ortodoxia", ni menos por la de lanzar al mercado psicoanalítico un "producto" de mejor calidad (o más barato) y eliminar así competidores. Respondemos a una demanda social de formación que no hemos generado ni promovido (salvo por nuestra presencia en el medio), pero que insistentemente se ha venido dirigiendo al C.P.M. [...]

El Instituto que proyectamos pretende ser, pues, "diferente", pero no por ello "mejor" que los demás. Diferente en primer lugar por responder a un tipo específico de demanda (configurada en parte a su vez por la imagen, seguramente mítica y nebulosa, que el C.P.M. ha podido proyectar). Pero diferente, sobre todo, porque, aleccionados por la experiencia de los otros institutos de formación psicoanalítica, tratamos de estructurarlo en forma tal que pueda "neutralizar" ciertos "efectos institucionales" que amenazan desde siempre prevenir - aquí debería decir "pervertir" - la formación analítica en virtud misma de la estructura endogámica (en lo imaginario) y jerárquica (en lo real) de la institución.

Sobre la APM hemos visto a lo largo de los primeros capítulos como el instituto nace en el mismo proceso en que se constituye como Institución Psicoanalítica y el acento se coloca en la pretensión más que de "responder" a una demanda social, de "generarla" en aras de la transmisión, aunque por supuesto se dan los dos movimientos.

Respecto al CPM es claro que el acento esta colocado en "responder" a una demanda que supuestamente "no ha generado ni promovido". Sin embargo, habría que preguntarse cómo es que se pretende tener una presencia institucional, sostener una postura "diferente" y formar analistas sin asumir que esto necesariamente promueve y genera una demanda. Asimismo, parten del supuesto de que es la estructura "endogámica" y jerárquica de los institutos lo que provoca esos ciertos efectos amenazantes de "pervertir" la formación analítica, y en el intento de "neutralizarlos" aparentemente se va a estructurar de manera diferente. Sin embargo, es de hacer notar que no resulta claro el sentido en que utilizan los términos de "estructura endogámica" y tampoco a qué se puede estar refiriendo esta "perversión" a que hacen referencia. Es decir, más que definir alguna postura sustentada teóricamente al respecto o abordar las contradicciones que implica y que genera el hecho de "instituir" el proceso analítico, utiliza metáforas vagas y difusas con lo que pretende ubicar la problemática al nivel de "una falla estructural en el planteamiento de la formación misma" e intenta generar ciertas "modificaciones estructurales" que inciden en la formación psicoanalítica. ¿Es reparable esa falla estructural? ¿Son superables esas contradicciones institucionales? El C.P.M. no está seguro y el Instituto que propone no es "la" solución. Sí está seguro de lo limitado de los dispositivos analíticos (grupos operativos, reanálisis, etc.) que afrontarían las contradicciones como conflictos interpersonales, dejando indemne la estructura institucional. Las modificaciones estructurales que propone (y que sólo la praxis consecuente mostrará si estaban fundadas o eran ilusorias) inciden en la formación psicoanalítica en tres puntos: negativamente, separando el Instituto como lugar de formación del Círculo como lugar de pertenencia, por una parte y sustrayendo el análisis didáctico al control institucional, por la otra, y positivamente, proponiendo un plan de formación propio y especifico.

En lo que atañe a los requisitos de ingreso, lo primero que salta a la vista es que ambas instituciones reproducen la eterna lucha para determinar a quién corresponde "auténticamente" el derecho de formarse como analista y que da cuenta de la enorme dificultad para ubicar el terreno "científico" al que pertenece el psicoanálisis o bien para darle una especificidad propia, pues insisto; la APM se autodefine como una asociación de carácter científico; pero si este carácter corresponde a una nueva disciplina científica, no queda claro su "apego" a la medicina como recurso de validación. El CPM por su parte se describe como una asociación de trabajadores intelectuales en el desarrollo, aplicación y crítica del Psicoanálisis, concebido como ese campo problemático, teórico, clínico y metodológico, inaugurado por Freud. Sin embargo, sigue irresuelto el problema de la ubicación de ese campo problemático e incluso la de éstos trabajadores intelectuales.

Si bien la APM tiene que instrumentar con el tiempo ciertas modificaciones en su postura y admitir psicólogos, sólo lo hace con la condición de que o bien hayan tenido una formación previa de maestría en el Centro de Estudios de Postgrado o posean ya un título de Doctores. Como médico especialista en psiquiatría el ingreso sigue siendo casi automático.

Otro punto importante a tomar en cuenta es el hecho de que además del Instituto, la APM también cuenta con el Centro de Estudios de Postgrado (CEP) mencionado . El Programa de maestría en Psicoterapia General que se ofrece esta dirigido a médicos, licenciados en psicología, trabajo social, educación especial y enfermería y se ha convertido en una de los segmentos más importantes de la institución pues además de que ofrece una "apertura en el mercado" también para los no médicos interesados en formarse como analistas, en muchos casos viene a suplir o cuando menos antecede a la formación de analistas, pues además de que respalda el ejercicio de la "psicoterapia psicoanalítica" - o lo que es lo mismo abrir un consultorio y trabajar con pacientes "psicoanalíticamente" - ofrece un título "con validez oficial". En el folleto informativo de este Centro plantean:

Dicho programa tiene como meta principal el formar profesionistas calificados para ejercer la psicoterapia psicoanalítica y responder a las demandas de atención psicoterapéutica de la población en nuestro país. [...] En lo interno, es un hecho comprobado que la mayoría de los psicoanalistas, ejercen cada vez más diferentes tipos de psicoterapia, lo que ha motivado la inquietud de establecer claramente los límites entre el Psicoanálisis y la Psicoterapia [...]

Resulta interesante la pretendida claridad con que marcan la diferencia que señalan entre la psicoterapia psicoanalítica y el psicoanálisis sin que en ningún momento definan o aclaren cuáles son "los límites" que los separan. En realidad es una constante en las instituciones utilizar el término de psicoterapia psicoanalítica (o de corte, enfoque, etc. psicoanalítico) sobre todo para ofrecer títulos que avalan y "oficializan" una profesión que de esta manera parecería autoriza el uso de "la técnica psicoanalítica". Pero lo que se encuentra siempre como una constante es que con estas figuras normativas se priva a quienes realizan estas prácticas de la posibilidad de asumirse como "psicoanalistas de hecho y pleno derecho". Como acabamos de ver, tenemos a la APM como ejemplo, pero también están la Asociación Mexicana de Psicoterapia Psicoanalítica (AMPP) y la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo (AMPAG), que por otro lado, si bien han cedido en el nombre, defienden sus derechos a ser consideradas "auténticamente psicoanalíticas".

¿Qué significa esto? Si, de hecho, podemos estar de acuerdo en que el psicoanálisis implica una técnica de "intervención terapéutica" - por más que esto actualmente también se ponga en entredicho, sobre todo por algunas tendencias "lacanianas" - ¿cuáles serían entonces los criterios que nos permitirían establecer diferencias entre lo que se denomina psicoanálisis y psicoterapia psicoanalítica? Esta última pregunta surge sobre todo si tomamos en cuenta que en la estructura general del plan de esta maestría se plantea que "Para el logro de los objetivos propuestos se ha planteado como estrategia general concebir a la enseñanza en Psicoterapia como una tríada compuesta por los siguientes elementos: 1) el psicoanálisis personal, 2) la formación teórica-técnica mediante trabajo en clase, y 3) la práctica clínica supervisada". Es decir el mismo "modelo específico" que rige para la formación de analistas.

El Círculo por su parte "abre las puertas" para todos los profesionistas con licenciatura, pero ni del análisis de los lineamientos institucionales publicados, los testimonios, estatutos, o cuadernillo, es decir en documento alguno, se encuentran las razones que sustenten esta determinación. Es cierto que esto puede surgir de cierta interpretación de los lineamientos que dispersó Freud en sus escritos, quizá especialmente de su trabajo titulado "¿Pueden los legos ejercer el análisis?. Diálogos con un juez imparcial" por mencionar sólo uno; además de que es conocido el hecho de que el propio Freud insistió permanente en que su institución no estuviera reservada exclusivamente para los médicos y en que el psicoanálisis se transformara en una herramienta muy valiosa para las otras ciencias. Sin embargo, considero que estas interpretaciones dispersas no bastan para resolver la discusión y el problema, pues asimismo sigue estando presente la insistencia de Freud en recurrir a la biología e incluso a la medicina aunque de manera sumamente ambigua para insertar ahí al Psicoanálisis "El psicoanálisis es un procedimiento médico que aspira a curar ciertas formas de afección nerviosa por medio de una técnica psicológica".

Relacionado directamente con este problema aparece también una de las ambigüedades que viene arrastrando esta institución desde su origen pues si bien especifica con respecto al "plan de estudios" que está concebido de tal manera que diez semestres satisfagan las exigencias mínimas de formación del Psicoterapeuta analítico que proyecta tratar sólo pacientes, en terapia individual.. Dos párrafos abajo afirma: Siendo la psicoterapia analítica una de las "aplicaciones" del psicoanálisis, pero no la única, el Instituto estará abierto para todos aquellos comprometidos con las llamadas "ciencias humanas" que se interesen por el estudio del inconsciente como dimensión de todas ellas bajo modalidades de incorporación que deberán establecerse para cada caso. Con lo cual vuelve a quedar confuso o poco claro si todos los que cubran el programa de formación serán igualmente "reconocidos" o "capaces" como "psicoterapeutas analíticos" puesto que parecería que uno de los criterios para aceptar a "los comprometidos con las ciencias humanas" es precisamente que ésta no es la única aplicación del psicoanálisis.

En esta misma línea, aparece también el hecho de que a pesar de que el no exigir la formación médica como requisito de ingreso, como decía más arriba, da cuenta de una postura, también abre la vía para muchos cuestionamientos que quedan sin resolver: ¿Por qué se exige un título de licenciatura? ¿Por qué si se lo relaciona íntimamente con las "ciencias humanas" pueden ingresar profesionistas provenientes de las ciencias naturales o exactas? ¿Por qué si desde su postura aparentemente hay una separación del discurso médico, finalmente no puede desprenderse de ciertos "términos" importados de este discurso para distinguir su práctica? Se sigue hablando de paciente, de cura, de terapia, etc. sin que se defina claramente o se sustente teóricamente si el sentido de estos conceptos es otro, diferente, o ya específico del psicoanálisis. Incluso proponen como opción a los candidatos del Instituto "buscar u organizar ellos mismos su lugar de pertenencia, eventualmente en una institución de Salud Mental". Pero, ¿acaso no tendrían que definir "mínimamente" su concepción "institucional" respecto a la Salud Mental?.

Parece que estos problemas que podrían ser trabajados desde la teoría psicoanalítica, quedan al margen y se desplaza el problema o la discusión nuevamente al campo de lo institucional y la exigencia del título de médico para formarse se atribuye factores ideológicos, histórico-sociales y económicos. Basta con leer en el anexo del "cuadernillo" toda la parte en que habla del Instituto o la siguiente referencia: "La formación médica transmite una serie de conocimientos sobre el orden biológico y sus posibles trastornos, pero también una ideología parasitaria que en parte sirve para ocultar lagunas en esos conocimientos y en parte para legitimar un orden institucional de control social. (...) El hecho de que muchos grupos analíticos integrados en la Asociación Psicoanalítica Internacional exigieran el título de médico para sus candidatos obedece quizás al deseo de salir del ostracismo e incorporarse al establishment médico-psiquiátrico, a la pretensión elitista de reducir el número de sus miembros para disminuir la concurrencia y poder conservar altos honorarios, y quizás también a un cierto sometimiento a Estados Unidos, puesto que fue la asociación psicoanalítica norteamericana la que más porfiadamente sostuvo desde un principio ese criterio discriminatorio. En todo caso, se trata de factores histórico-sociales y económicos que nada tienen que ver con la teoría ni con la genuina praxis psicoanalítica."

Con esto no pretendo discutir ni negar lo verídico de tales afirmaciones, sino resaltar el hecho de que para intentar resolver la cuestión, se opera un cambio de registro que sigue dejando sin posibilidades de discusión teórica al interior del psicoanálisis mismo, los problemas que la importación de ciertos conceptos implica.

Hay otro aspecto que podemos considerar también en el tema de los requisitos y que me parece sumamente importante: el hecho de que para ser aceptado como candidato a la formación en cualquiera de las dos instituciones hay que pasar por un "proceso de entrevistas".

En la APM se trata de 4 entrevistas. Ya más arriba señalé lo dudoso de esta situación a partir de la falta de criterios para determinar las razones para ser o no "aprobado".

En el Círculo, en un principio "el proceso" consistía en una entrevista, posteriormente se amplio a tres; y a pesar de que se plantea que son "de carácter informativo y bilateral" definitivamente también tienen un carácter de "diagnóstico psíquico", además de que el reporte de los entrevistadores, quedaba en los archivos del CPM y los resultados no eran dados a conocer a los entrevistados más que en términos de "aceptado o no aceptado". Por lo tanto, las interrogaciones planteadas también valen para esta institución. Quede como dato ampliamente sabido y usado como criterio de exclusión, pero que se mantiene bajo silencio sin que por supuesto sea encontrado en escrito alguno, la restricción de ingreso a los homosexuales en ambas instituciones.

Un último punto de reflexión que considero relevante respecto a las regulaciones establecidas en los estatutos de ambas instituciones es el que se refiere a las diferentes "categorías" de analistas.

La APM, esta altamente estratificada, dividida básicamente en cuatro categorías:

En el CPM cuando se firmó el Acta Constitutiva se componía como se dijo, únicamente de Miembros Activos y Miembros Honorarios pero cuando posteriormente se formaliza el Instituto, queda agregada también la categoría de Miembro Adherente.

Para ser Miembro Activo de la Asociación, se requiere:

Al mismo tiempo se encargan de advertir: Si bien el C.P.M. asume la tarea de organizar y mantener el aparato didáctico del Instituto, el paso por el Instituto no es ni condición necesaria ni suficiente para acceder al Círculo. Si los candidatos del Instituto no se sienten especialmente motivados para el cuestionamiento teórico y sí para el ejercicio honesto y lúcido del psicoanálisis deberían buscar u organizar ellos mismos su lugar de pertenencia, eventualmente una institución de Salud Mental o una organización gremial a través de las cuales poder defender sus legítimos intereses profesionales.

"Por si hubiera alguna duda", incluso existe un documento específico de los criterios de admisión para ser merecedor de la categoría de Miembro Activo

1) El aspirante deberá dirigir una solicitud a la Asamblea General de Miembros Activos en la que exponga los motivos para solicitar su ingreso, acompañada de la documentación que considere pertinente para sustentar su solicitud.

2) Dicha solicitud deberá ser apoyada por dos Miembros Activos de la Institución. (me pregunto, ¿sobre que base o qué criterios "se le apoya" ?)

3) Para ser admitido deberá ser conocido por los Miembros Activos de la Institución. La Asamblea General de Miembros Activos decidirá en cada caso cuáles serán los mecanismos a establecerse para dicho conocimiento y los prerrequisitos que puedan ser necesarios al aspirante. (¿de qué depende todo esto?)

4) La Asamblea General de Miembros Activos decidirá si requiere de mayores elementos de juicio sobre su formación, así como los mecanismos y requisitos que se consideren pertinentes para ello. (¿cómo diferenciar "cualquier cosa" de lo "pertinente"?)

Por otro lado, para ser Miembro adherente, se entiende que se requiere haber sido aceptado en el programa de formación del Instituto pues se dice que son "Todos aquellos que no pertenecen a la categoría de Miembros Activos [...] Su participación ininterrumpida o acumulativa durante cinco años deberá ser tenida en cuenta como un mérito relevante para su aceptación como miembros activos, si así lo solicitaren."

Ahora bien, en el CPM "el poder supremo" de la Asociación es la Asamblea General (misma que está constituida por los Miembros Activos), y las decisiones de las Asambleas Generales se toman por mayoría de votos. La Dirección de la Asociación estará conferida a una Junta Directiva formada por un Presidente, un Secretario y un Tesorero elegidos en Asamblea General. Las funciones asignadas por nuestros estatutos para estos cargos, les otorga el poder decisorio en la implementación, organización y administración de las resoluciones acordadas por la Asamblea.

Este tipo de organización podría considerarse más "democrático", pues todos los miembros activos parecen gozar de los mismos "derechos y obligaciones" y cualquiera de ellos es susceptible de ser elegido para ocupar los puestos formales en la medida en que todos forman parte de la Asamblea General. Así, las condiciones en que la Asamblea toma las decisiones crea una especie de "responsabilidad compartida", pero también es posible que esto mismo genere una "mayor competencia" y luchas soterradas por acaparar votos y crear alianzas con el fin de conservar la hegemonía respecto a la toma final de decisiones fundamentales. De hecho las reuniones previas a las Asambleas que mencionamos al final del capítulo anterior lo constatan. Sobre esta Asamblea recae la responsabilidad y toma de decisiones en lo referente a: el programa de formación, docentes, ateneos, conferencias, cursos extracurriculares, etc; así como toda la reglamentación con respecto a criterios de admisión y baja de algún integrante. La asamblea se arroga la facultad de determinar en cualquier momento, cuándo, la pertenencia de un miembro adherente, deja de ser conveniente al Círculo.

Pasemos ahora al mecanismo propio y específico de este tipo de instituciones: la enseñanza teórica, la supervisión y el análisis didáctico.

Como ya señalé, este modelo de regulaciones es aceptado por la mayoría de las instituciones psicoanalíticas, pertenezcan o no a la Internacional, pero destaquemos que en primer lugar, el programa de seminarios varía según la Institución, no existe ningún "estándar" que las rija, ni siquiera entre las que pertenecen a la Internacional. Para formarse como psicoanalista lo mismo se puede tomar como básico el estudio de unas u otras posturas teóricas (y formar "Escuelas" cómo la kleiniana, lacaniana, de teóricos del yo, etc.). Por supuesto que los programas de seminarios de la APM y del Círculo son muy diferentes.

Aunque esto no es un fenómeno exclusivo de las instituciones psicoanalíticas y puede entenderse como la asunción de una determinada postura, no deja de ser un punto problemático, pues hay una carencia de criterios "mínimos" acordados para definir las herramientas teóricas fundamentales - incluso se dan casos en que hasta es posible obviar la lectura de los textos freudianos -, lo cual es algo que si bien puede considerarse "positivo" en la medida que permite revisar y trabajar diferentes visiones y desarrollos; de no hacerlo bajo la exigencia de una lectura siempre crítica y la aplicación de un rigor teórico, también puede llegar a provocar que se caiga en el eclecticismo, la absoluta confusión y/o la simple repetición de "fórmulas" o "recetarios".

Con respecto a la supervisión, baste dejar señalado que también suele llamársele control y son los analistas didactas o miembros activos quienes atienden estas funciones.

El tercer punto que es el análisis didáctico es sumamente complejo y difícilmente "aprehensible" pues cuando menos en la forma en que está definido por la APM se presta a una situación absolutamente contingente, influida por situaciones personales, coyunturales, políticas, o propiamente internas a la institución. Los supuestos criterios para definir "el perfil" del analista didáctico son referidos a las "cualidades" requeridas, todas del siguiente tipo: madurez, que sea ante todo "sano", conocer el inconsciente a fondo, estar debidamente capacitado para tolerar ambigüedades, etc. Como ejemplo de estas afirmaciones esta la Ponencia oficial presentada en el VII Pre-Congreso Didáctico de México en noviembre de 1981 por el Dr. Antonio Santamaría Fernandez, entonces Director del Instituto de Psicoanálisis de la APM en la que hace una relación acerca del 9° Pre-Congreso Didactico Internacional efectuado en Helsinki en Agosto de ese mismo año.

Para que el analista sea buen didáctico requiere al menos de estas cualidades: conocer el inconsciente a fondo, poder detectar la influencia que sobre el candidato ejercen las propias hipótesis teóricas del didáctico, ser promotor del desarrollo y mediador entre el proceso primario y el secundario. El didáctico deberá estar debidamente capacitado para tolerar ambigüedades y para soportar la propia pasividad realista, sin sucumbir al "furor curandi" ni a las gratificaciones pre-genitales narcisistas. El didáctico no debe tener tal vulnerabilidad narcisista que no permita que lo comparen con otros colegas. También sabrá soportar elogios. Y jamás debe abusar de la transferencia no resuelta. El didáctico tiene que ser uno de los mejores compañeros de sus ex-analizados, ya analistas. Tampoco debe sentirse un mini-mesías. Ni mucha competitividad ni tanta dependencia de los candidatos y de sus compañeros. El candidato habrá de ser una persona valerosa que a veces tenga que decir "no" cuando todos dicen "si". Debe aprender a "andar sobre el agua.. Es muy difícil que alguien reúna todas estas cualidades. El análisis es de las 3 profesiones difíciles a las que Freud se refirió; las otras dos son la educación y el gobierno. El didáctico ejerce las tres. Tiene que ser modesto al respecto.

...etc., etc.

Con respecto al CPM, considero que nuevamente, (como con el punto sobre los criterios de aceptación de candidatos) más que definir alguna postura sustentada teóricamente al respecto o abordar las contradicciones que implica y que genera el hecho de "instituir" el proceso analítico y convertirlo en obligatorio, focaliza la problemática en el ámbito de las contradicciones institucionales y supuestamente intenta generar ciertas "modificaciones estructurales" que inciden en la formación psicoanalítica y que con respecto al análisis didáctico consiste en "sustraerlo del control institucional". Aunque por supuesto tal cosa no impide que "A todos aquellos que requieran información sobre posibles analistas "didactas" que congruentes con el plan de estudios y los planteamientos aquí asentados, el Instituto les proporcionará la información pertinente". Ni tampoco que los "frommianos" estén definitivamente vetados.

Asimismo encontramos que "Para el CPM el análisis didáctico no se define ni por la calificación institucional del analista (titulado "didacta") ni por el proyecto profesional del analizando. Para el CPM análisis didáctico es aquel en que se analiza el deseo de ser analista. La institución como tal carece de medios para conocer el carácter perverso o sublimado de ese deseo y, delegar en el analista su poder de reconocimiento institucional supone confiarle su poder de vida y muerte profesional sobre el analizando, sobredeterminando institucionalmente la "contratransferencia" hasta hacer inanalizable la "transferencia" institucional del candidato. y considere que el reconocimiento institucional del análisis didáctico no sea ni necesario ni deseable. Aunque se cuidan bien de "aclarar" Lo que no quiere decir que cualquier analizando pueda hacer un análisis didáctico con cualquier analista.

Igualmente, no deja de señalarse que el analista didacta debe además de haber cumplido ciertos requisitos formales mínimos (una formación como la que propone el Instituto, cinco años de una práctica analítica, dos análisis terminados, etc.), haber dado pruebas - mediante su participación en seminarios productivos, sus publicaciones, etc. - de su capacidad de cuestionamiento del saber y la práctica analíticas.

Después del panorama general que nos brindan las instituciones que hemos tomado como referentes, es posible plantear que en esta problemática de las escisiones que se producen a lo largo de sus "historias" esta en juego una lucha que atañe al problema de la autorización y que se puede expresar en términos de "regulaciones" que pretenden determinar quiénes son o no son los "verdaderos" psicoanalistas, o los de mayor o menor jerarquía, a quiénes se les aceptará en el cenáculo y a quiénes se les mantendrá a la espera, así como también una lucha por determinar y defender la "especificidad" de lo que es el "verdadero" psicoanálisis, de lo que se "debe" enseñar y transmitir para formar analistas.

Es decir, lo que estoy planteando es que tanto en la APM como en el CPM las tensiones y desacuerdos más graves que inciden en las escisiones están en íntima relación con el problema central que atañe a la cuestión del proceso institucional regulador de lo que implica el formarse como psicoanalista.

Hemos visto como esto marca una de las principales controversias que influyen en la constitución tanto de AMPAG como de la AMPP, aunque tal situación no haya implicado escisiones en APM pues con respecto a la primera son y continúan siendo miembros de APM quienes la fundan e inician su programa para formar analistas de grupo, y en la segunda son y siguen siendo miembros de APM quiénes contribuyen en un inicio a formar psicólogos en "psicoterapia psicoanalítica".

En AMPAG el acento de su conformación está puesto principalmente en el problema de la aplicación, pero también introducen una importante modificación en los criterios de admisión, pues quedan incluidos además de los médicos psiquiatras, los "doctores en psicología" y los "terapeutas individuales" - es decir, los que habían tenido una formación en APM o en alguna otra institución afiliada a la Internacional -.

En el caso de la AMPP, el acento se pone en los "derechos" de admisión, y efectivamente como señala la Dra. Sandoval, es la primera institución en México que abre las puertas del psicoanálisis para los psicólogos "aunque por razones muy especiales se les llamaran psicoterapeutas .." .

El hecho de que en ambos casos hayan aceptado el veto para utilizar el nombre de psicoanálisis como identidad institucional impuesto por APM, además de que en parte se deba a la participación de sus miembros en la constitución de éstas instituciones, en el caso de AMPAG influye además el interés de sus fundadores por conservar posiciones en una institución que ya poseía una importante presencia y además gozaba del "prestigio" que le daba el estar afiliada a la Asociación Psicoanalítica Internacional, - cosa que evidentemente no podría obtener como AMPAG -. En el caso de la APM, además del interés por acceder finalmente a obtener un "reconocimiento" -con toda la ambivalencia del caso - de la APM, en la medida en que eran sus propios miembros los que serían los transmisores de ese saber, también habría que tomar en cuenta la importancia que tenía la figura del Dr. Santiago Ramírez para las fundadoras, importancia en el sentido de los lazos transferenciales que existían debido a que la mayoría de éstas habían sido sus analizandas o sus alumnas en algún momento.

Ahora bien, a pesar de que "tuvieron" que pagar su "cuota" con la APM al ceder y acceder a no "ostentar" el término de psicoanálisis para ser nombradas "oficialmente", lo que implicaba que aparentemente también asumían y aceptaban el hecho de que no se considerara "psicoanálisis" lo que practicaban y en lo que pretendían formar a sus candidatos, es fácil de constatar que se trata de un recurso para mantener y conservar relaciones con APM o bien con algunos de sus miembros, y que en realidad no es más que una simulación pues los representantes o miembros de estas instituciones muestran una permanente insistencia por defender su identidad y pertenencia con la "auténtica" teoría psicoanalítica, y por ser considerados como verdaderos psicoanalistas, incluso con mayores "ventajas" que los de "otras" instituciones como en el caso de AMPAG por ejemplo, ya que se consideraba que los que se formaban en su instituto, además de tener las herramientas como analistas individuales, también las adquirían para trabajar psicoanálisis de grupo.

Justamente aquí se revela el carácter problemático e irresuelto de la supuesta diferenciación que se establece entre "psicoterapia de corte psicoanalítico" y el psicoanálisis. A este respecto lo único que pretendo remarcar es la falta de criterios sólidos que permitan establecer realmente esa diferencia.

Podemos retomar nuevamente como ejemplo la APM para señalar las contradicciones a las que se enfrenta cuando tiene que justificar la creación del Centro de Estudios de Postgrado.

"La idea de estos nuevos entrenamientos fue buscar la aplicación del psicoanálisis a otros tipos de psicoterapia, por lo que se hizo imprescindible la creación de una entrada académica a todo este sistema, creándose así la Maestría en Psicoterapia General".

El análisis del esquema de ejercicio profesional del psicoterapeuta, indica que además de tratar pacientes en forma individual también debe enfrentar los problemas de la comunidad, participar en tareas de enseñanza, investigación y aplicar la Psicoterapia en diversos foros e instituciones públicas y privadas.

Asimismo plantea la necesidad de mecanismos de selección y control "que aseguren la calidad ética del futuro psicoterapeuta, lo que justifica un conocimiento profundo de las características, motivaciones y capacidades de los candidatos, a través del proceso de entrevistas personales", todos los planteamientos que establece en relación a las características del "psicoterapeuta" que pretenden formar, parecería que incluso supera la formación psicoanalítica así como las funciones de éste.... "se propone formar un profesional con capacidad de trabajo en equipo y en forma interdisciplinaria, que sea capaz no sólo de resolver problemas de salud mental a nivel individual, sino también en forma colectiva, así como conducir y participar en programas de investigación y atención a la comunidad.

Sostiene, fundamentándose en la técnica, la diferencia esencial entre el psicoanálisis y la psicoterapia. Esto quiere decir que para determinar lo que es o no es psicoanálisis - y que es uno de los recursos más frecuentes no exclusivo de la APM - se apela a la técnica o al denominado encuadre. Si no es "individual", con la utilización del diván, la asociación libre del paciente, etc., por más que el fundamento teórico sea el psicoanálisis, la práctica que no responda a estos criterios formales pasará a ocupar la categoría de psicoterapia. Sin embargo, la misma APM en su Instituto de Psicoanálisis ofrece la formación para psicoanalista de niños, para lo cual obviamente se tienen que hacer una serie de modificaciones en el encuadre - siendo una de las principales la "sustitución" de la libre asociación por el juego - pero que al parecer en este caso, eso ya no importa como argumento para restarle validez o autenticidad como psicoanálisis.

Nuevamente observamos la falta de sustentos teóricos para poder definir las fronteras del psicoanálisis. Ningún psicoanalista podría negar que el psicoanálisis puede ser aplicado como referente para pensar y ampliar los estudios de otras disciplinas, en lo que por lo visto es difícil establecer acuerdos es en cuanto a decidir si su ejercicio sigue teniendo validez como psicoanálisis fuera de la técnica y del encuadre antes mencionado.

Pasando ahora más específicamente a las escisiones que se produjeron tanto en APM como en el CPM, se puede sostener que de las causas "necesarias" que influyeron, están en el centro tanto los desacuerdos respecto al programa de seminarios de formación, como la controversia en torno al reconocimiento y la aceptación como pares de los que forman en sus institutos.

En la APM, a pesar de las diferencias en las versiones recopiladas, está muy presente el hecho de que hay fuertes desacuerdos y conflictos entre los analistas didactas, determinados al parecer más que por desacuerdos teóricos - pues estos siempre existieron - por la disputa del monopolio de funciones y privilegios; que las estrategias de lucha utilizadas consistieron en "personalizar" los conflictos y apelar a la "patología" (supuestamente expresada por ejemplo en el alcoholismo de algunos) y la controversia que genera los cotos que se imponen para acceder a la categoría de didactas.

Resulta pues evidente que no hay regulaciones que operen para resolver los conflictos, que, efectivamente, la única salida que queda en ese caso y a esas alturas es la escisión o la ruptura. ¿A qué apelar cuando lo que está en juego es una competencia velada por ocupar puestos de poder? ¿cómo "comprobar" o no la "veracidad" de las acusaciones respecto a la "patología" de alguien? Además, como he dicho, también resulta una situación sui géneris la exigencia de someterse a una serie de entrevistas con la pretensión de establecer como criterio de admisión o de exclusión en una institución de enseñanza "la salud mental" de los candidatos. Y por si fuera poco, con respecto al último punto las siguientes afirmaciones respecto a la falta de "un confiable criterio de selección" para otorgar la categoría de didacta expresadas la ponencia del Dr. Antonio Santamaría ya mencionada: "Esta carencia no nos es privativa. Ningún Instituto cuenta con ese armamentarium científico. La selección que aquí se ha hecho (en la APM) de las 3 Promociones de didácticos ha estado condicionada en parte por los vaivenes político-emocionales del momento histórico.

La Primera Promoción nació a raíz de nuestra escisión societaria de los 70s, hecho que marcó el inicio de la moderna época de la A.P.M.

La Segunda Promoción, a la que yo pertenezco, se inició 5 años después, con serias dificultades de admisión [...] el grupo se graduó hasta 1978, es decir 3 años después de que se hubiesen iniciado las gestiones correspondientes. Por méritos curriculares personales se anexó al Dr. Francisco González Pineda a esta 2a. Promoción, que finalmente quedó constituida por 10 didácticos [...]

No podemos negar que estas Promociones se han abierto paso por sí solas. Por principio más parece haber sido una auto-selección que una selección verdaderamente juiciosa. ... . Y en honor a la verdad que no había otra alternativa. Sin embargo los resultados han hecho justicia a los medios. Ahora nos enorgullecemos de que los didácticos así graduados en su mayoría sean excelentes. Los errores son humanos y aquí todavía enmendables. Y por otra parte, constaté en Helsinki que en ninguno de los 60 y tantos Institutos de la I.P.A., se ha prescindido de los vínculos emocionales para la selección de didácticos. Son nexos consubstanciales a toda familia y en lo particular a la familia analítica.

Sin embargo, como bien plantea C. Castoriadis, así como la sociedad no es una familia ampliada y no puede ser ni pensada ni tratada a partir de un modelo de la familia, de igual forma la sociedad psicoanalítica no es una "familia" o una "reunión de familias" psicoanalíticas.

Por lo tanto, además de lo escurridizo del sentido que podría tener los vaivenes político-emocionales, que "en parte" condicionan la selección, resulta un abuso plantear como justificación que se trataría de nexos consubstanciales a toda familia la incidencia de los "vínculos emocionales" en la selección de didactas, pues de lo que se trata es de un cambio de escalas y por ende de diferencias substanciales en el registro de los elementos argumentativos.

En el CPM igualmente se juegan de manera contundente las diferencias y conflictos suscitados en torno al programa de seminarios, a las disputas entre sí de los miembros activos y a la no-aceptación como miembros activos de algunos de los analistas formados en su Instituto.

La primera escisión marcada por diferencias entre el Dr. Suárez y el Dr. Cardeña referidas a los criterios para determinar tanto la especificidad de los elementos teóricos pertinentes para el programa de formación como para considerar el tiempo y las condiciones requeridas para definir si los formandos estaban en condiciones de trabajar o no con pacientes. Es decir, el problema que estaba implicado era establecer en qué momento debía "iniciarse" la labor del analista en el ejercicio de la práctica con pacientes y qué elementos de formación teóricos y prácticas se requieren para ello.

El siguiente conflicto que deriva en la renuncia de algunos de los analistas argentinos que habían sido acogidos en el Círculo y aparentemente determinada por el empeño con que los analistas que dejaron el Círculo pretendían modificar los seminarios y asumir un programa de formación sustentado fundamentalmente en el estudio de la obra de Lacan.

Una tercera crisis que igualmente se relaciona con este interés por integrar el estudio de Lacan como un eje importante en el programa de seminarios pero que como constatamos, también estrechamente vinculada a la inconformidad y cuestionamientos que suscita la forma en que se aplican o no las regulaciones institucionales y los criterios (o la falta de criterios coherentes) que determinan estas situaciones.

En este tercer proceso de resquebrajamiento que se da en el CPM aparece un fenómeno que considero tan enigmático como revelador del papel absolutamente fundamental que tienen los lazos transferenciales que se juegan entre los miembros de estas instituciones y que nos lleva al problema respecto al régimen interpretativo que generan las articulaciones y pasajes que operan entre lo "subjetivo" o singular y lo institucional. Me refiero al hecho de intentar "borrar" la presencia que tuvo Angeles De la Mora, uno de los actores principales en este acontecimiento. Aunque en diferentes circunstancias y bajo otro contexto, no podemos dejar de pensar en que algo similar se produce en APM con respecto a Gustavo Quevedo y Frida Zmud. Sin embargo en este momento sólo cabe dejar planteado este fenómeno como un "síntoma" con repercusiones tanto institucionales como individuales y que valdría la pena de tomar en cuenta como un eje de investigación.

Finalmente la escisión que ocurre ya sin la presencia del Dr. Suárez, evidentemente marcada tanto por conflictos que venían arrastrándose desde tiempo atrás entre los miembros activos, como por el "rebote" que eso produce cuando se niega el ingreso como miembros activos de algunos analistas que el mismo CPM había formado en su instituto.

Por lo visto, a pesar de los intentos por conformar una institución "diferente", y de "neutralizar" ciertos "efectos institucionales", finalmente también en el Círculo se reproduce la temida estructura "jerárquica". Criticando la estructura de las "otras" instituciones psicoanalíticas, en el Cuadernillo sostienen: "En este modelo el Instituto impone todo al candidato: condiciones de acceso, plan curricular, autorización para el ejercicio profesional, analista didacta y supervisión; su docilidad será premiada con la membresía, su crítica será "interpretada" y su insumisión eventual castigada con la expulsión. El candidato se encuentra ante la gravísima alternativa de recusar la institución en bloque (renunciando a la formación) o introyectarla en bloque (y reproducirla en su praxis)".

Sin embargo, el CPM no puede escapar en su estructura a imponer condiciones de acceso, "proponer" y defender determinado plan curricular, incidir respecto de la "autorización" para el ejercicio profesional, y determinar - con toda la ambigüedad evidente que muestra- que "no cualquiera" ni "con cualquiera" puede hacer un análisis didáctico. Inclusive entre los miembros activos, no todos eran reconocidos como didactas, y este reconocimiento, definitivamente no pasaba por el cumplimiento de los "requisitos formales mínimos". Asimismo, si comparamos los derechos para ejercer las funciones de los analistas didactas en la APM con los de los miembros activos del CPM, las aparentes diferencias respecto a la estructura, - jerárquica en una y "horizontal" en otra -, se reducen de manera notable. A éstos analistas, llámense didactas o activos, corresponde "por derecho" ejercer las funciones, entre otras, de supervisores, docentes y analistas de los miembros de su instituto.

Finalmente, con todo lo expuesto hasta aquí, se puede afirmar que a pesar de que estas dos instituciones responden a concepciones y organización diferentes, reproducen la misma imposibilidad de resolver los conflictos generados en torno al problema de la autorización, a la falta de sustentos sólidos para "regular" y determinar "cómo se es "auténticamente" psicoanalista, o por qué no se es; de "reproducirse" y reproducir la "vía regia" que las caracteriza, es decir vía escisiones o rupturas; de "conjurar" el "Funesto Destino" con el que Francois Roustang agudamente "sentencia" todos los intentos de institucionalizar la enseñanza del psicoanálisis.

Para este autor existe una imposibilidad de separar el psicoanálisis de la persona de Freud y "resolver" la relación transferencial que se establece entre Freud y sus discípulos, situación que plantea como determinante y fundamento causal del "Funesto Destino".

Asimismo Roustang ha de trazar y desarrollar algunos otros problemas igualmente importantes y que ciertamente han sido utilizados como referencia en este estudio, sin embargo lo que pretendo evidenciar en este momento es que en estas dos instituciones, en las que opera el mismo modelo "indispensable" en la formación de analistas, lo que se refleja es que detrás del mismo y de los reglamentos institucionales establecidos existe un cambio de registro, de escalas o de lógicas para fundamentar la imposición de unos u otros, cuando no un vacío teórico, y cada uno de los elementos que conforman toda esta serie de mecanismos de regulación, pueden ser considerados enunciados generales pero cuya aplicación como he tratado de mostrar, es esencialmente no especificable.

 

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 14 - Diciembre 2001
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