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Estimados colegas:
De acuerdo con la sugerencia de Michel me parece oportuno presentarme ante ustedes antes de efectuar algunas apreciaciones acerca del material presentado por Mario Polanuer.
Me llamo Jorge Moreno, tengo 44 años, soy médico, me inicié profesionalmente como neurólogo antes de autorizarme como psicoanalista y mi formación ha sido más de "trinchera" que formal, es decir que no llevo 20 años de análisis personal ni pertenezco a ninguna escuela psicoanalítica.
Coordino la actividad de un Servicio de Salud Mental en Trelew, Chubut, (ciudad de 80.000 habitantes en plena Patagonia argentina)que ofrece atención en internación y ambulatoria dentro de una clínica de medicina general y en la que colaboramos tres profesionales. Antes que largos
tratamientos dirigidos a un final de análisis mi actividad se dirige a la atención en crisis y al control sintomático de gran cantidad de pacientes.
Creo conservar sin embargo una visión psicoanalítica y, tal vez por mi formación médica o por las exigencias de mi consulta cotidiana, un interés particular por la estructura antes que por la técnica.
Quizá por eso me llama la atención en el material enviado por Mario la especial atención puesta en las conductas y no en la relación de objeto particular del perverso cuando se refiere tan exclusivamente a la transgresión y el desafío como "componentes esenciales del cuadro perverso".
También me parece excesiva la distancia entre neurosis y perversión planteada cuando el mismo Mario se cuestiona lo intangible del límite entre ambas que se observa desde la clínica.
Creo como él que es posible la aparición de rasgos perversos en el tratamiento de un neurótico y aún me atrevería a arriesgar que es posible en la clínica ver un desplazamiento dentro de la estructura a una posición por momentos perversa, fóbica, histérica u obsesiva.
Personalmente me parece inconveniente confundir los avatares de la conflictiva edípica con la estructura psíquica misma.
Si bien todos parecen coincidir en que ese estilo de relación con su objeto, típico del perverso, y que podría coincidir con cierto tipo de objeto transicional, es un momento previo a la instalación de la conflictiva edípica, la clínica nos muestra que sólo tenemos acceso a ella luego del advenimiento simbólico y con el complejo de Edipo en función.
La estructura en cambio, atemporal en sí misma, nos muestra tres formas lógicas de relacionarse con la realidad: ser el falo, poseerlo, o pretenderlo del Otro.
La posición perversa se caracterizará por esa relación de posesión y de completamiento con su objeto en una dependencia tal que amenaza su propia identidad.
Esta posición en su carácter de transicional será siempre inestable fluctuando entre la posesión y la privación y requiriendo una confirmación constante que favorece la actuación, la exhibición y el sometimiento.
No es el caso de Julia que permanentemente busca en otro su justificación y se aliena en esa búsqueda, no encontrando en el analista una satisfacción.
Sí parece el caso de David, quien curiosamente ingresa al relato a través del nombre de su "media naranja", y que se aliena ante la amenaza de su pérdida, y encuentra en el analista un nuevo objeto con el cual se completa.
En este último caso se vería como la transgresión y el desafío son una consecuencia de la amenaza que sufre el objeto poseído y de la necesidad de reafirmar dicha posesión.
Pienso que entender así las cosas permite mantener la mente abierta a ver en nuestro paciente de acuerdo a su forma de relación con su objeto o dicho de otro modo, al fantasma que ponga en juego en determinado momento, una posición cambiante dentro de la estructura.
Vistas las cosas de este modo es factible identificar una posición perversa en el curso del análisis de un neurótico así como también estar atentos a la posición neurótica de un perverso.
Como corresponde a un foro clínico me veo en la obligación de presentar algunas viñetas que ilustren mi observación.
Sandra tiene 25 años y concurre a la consulta temerosa de perder a su marido, Sergio le ha pedido separarse porque ha tenido una relación con otra mujer y siente que ella no le da afecto.
Ella descubre que realmente ha estado desatendiendo su hogar atenta a distintas emociones que experimenta fuera de casa.
Sandra aspira a tener una familia feliz e intenta recomponer su matrimonio pero no sabe cómo, cuando intenta acercarse a Sergio no tolera que distraiga la atención de ella sin sentirlo como una agresión, entonces siente que él no la satisface, que no se siente enamorada y busca alguien que ocupe su interés.
Así a tenido varias relaciones en las cuales se aliena despreocupándose de todo.
No siente culpa sólo aspira a encontrar una relación que la satisfaga en forma total.
Con una amiga ocurre lo mismo y no tolera que se encuentre con otras amigas o que deje de comentarle alguna cosa. En una ocasión al recibirla en casa de su madre ésta le dice "llegó tu novia" lo que produjo en Sandra una profunda turbación.
A diferencia de la típica posición histérica, Sandra parece desconocer las reglas básicas de la seducción para referirse al otro como una pertenencia.
Cuando se siente privada reemplaza inmediatamente en su fantasía al objeto de su aprecio y eventualmente lleva estas fantasías a la acción con "affaires" amorosos que la colman olvidándose de todo.
Así llega a temer el abandono de su esposo y llega a la consulta. Su historia se presenta compleja; a los diez años el padre abandona la casa por el alcoholismo y promiscuidad de su esposa, Sandra se embaraza exprofeso para escapar de la casa materna a los 13 años y pasa a vivir en la casa de su suegra en la que sospecha una relación incestuosa de Sergio con su hermana. Desde entonces y pese a vivir en su propia casa persisten en Sandra celos furiosos hacia la suegra y la cuñada; aunque también para con su hermana y su madre.
Sandra ama a Sergio pero no sabe que significa para ella, las normas sociales y la ley se encuentran tan débilmente incorporadas que recuerdan la ingenuidad y confusión infantiles frente al mundo, no se plantea qué está bien o mal sólo tema ser descubierta.
Se trata sin duda de una neurosis, por momentos en posición francamente histérica, pero se relaciona afectivamente de un modo posesivo y excluyente que no puede dejar de considerarse perverso.
Luisa es una profesional de 31 años, convive desde hace tres años con Carmen de 25 años que no trabaja, sus problemas laborales y personales se caracterizan por un conflicto permanente con la autoridad, seduce a sus superiores para luego defraudarlos dice descubrirse "disfrutando de haberlos engañado", se somete a la autoridad sólo para vengarse luego al robar un beneficio.
Con Carmen la situación es similar, le exige independencia, que defienda la relación, que la contenga afectivamente; para luego humillarla, despreciarla y golpearla. La posición de Carmen es totalmente pasiva.
Estos conflictos reiterados le llevan al consumo compulsivo de alcohol y psicofármacos que obtiene de diversos médicos clínicos ante los que expone una historia a cambio de sacarles unas cuantas pastillas, enorgulleciéndose de su capacidad para engañarlos.
En varias ocasiones Luisa viene o es traída al Servicio en crisis, su lenguaje es soez, abusivo y pasa de la agresión franca al afecto excesivo.
En una de tantas ocasiones se establece una relación de confianza desde la cual solicita tratamiento.
En las primeras entrevistas llama la atención la actitud correcta y respetuosa de Luisa tan contraria a la actitud en crisis.
Refiere gozosamente su dramática personal; hija menor de tres hermanos siente que su madre sólo acepta al varón, el padre sufre rotura aneurismática cerebral quedando secuela demencial, Luisa es la encargada de cuidar a su padre mientras el resto de la familia trabaja fuera, es violada por él a los 14 años, nadie cree la historia, el padre empeora y muere, luego muere el hermano en accidente automovilístico cuando ella tiene 18 años, la madre cae en un estado depresivo y es Luisa quien debe atenderla, durante más de un año la relación es tiránica para Luisa, como ejemplo recuerda que siempre que discutían la mandaba a bañar y ella se sentía humillada viéndose desnuda bajo la ducha, a los 20 años tiene relaciones con un muchacho, por curiosidad, y queda embarazada, la madre la obliga a abortar, siente culpa por ello, posteriormente se muda al sur para independizarse y entonces conoce a Carmen.
Este relato de su dramática personal parece hacerlo de modo tal de provocar en mí una reacción negativa al exhibirse crudamente por lo que dirijo mis señalamientos al estilo de relación de posesión común a toda la historia y manteniendo la distancia formal.
Abandona entonces dicha actitud asumiendo una posición neurótica obsesiva de insatisfacción desde la que se cuestiona el cumplimiento laboral, la comodidad que implica su relación con Carmen, su necesidad de recomponer la relación con su madre y se evidencian fantasías de realización personal.
Reaparece el lugar de la norma encarnada en la figura de la madre y se juzga así misma desde el lugar del Otro.
Retorna al trabajo y comienza a preocuparse más por sí misma, por momento se siente frustrada en sus aspiraciones y vuelve a actuaciones perversas que ella explica de la siguiente manera según el dicho popular "se hace lo que puede, lo que no se compra hecho".
Pareciera así completarse el recorrido desde la frustración neurótica del no "hacer lo que se debe" hacia una posición perversa de completarse con "lo que se tiene" y el intento de retornar a una posición neurótica, más prometedora que segura, de aceptar la limitación de hacer lo que pueda.
En estos dos casos me parece ver rasgos neuróticos y perversos en distintos momentos, pero para ello deberíamos aceptar la posibilidad de un desplazamiento a través de la estructura y concebir lo perverso como una forma de relación del sujeto con su objeto.
- Presentación del caso - M. Polanuer
- Comentario de G. Herreros