|
La estructura del testimonio
El término testimonio es utilizado por Lacan a propósito de cada uno de los actores que intervienen en el procedimiento del pase : el pasante (6, 25), los pasadores (5, 26-27) y luego los AE (5, 15). En lo que concierne el pasante y el pasador se trata de un testimonio oral para el cual valen nuestras consideraciones previas sobre la estructura del testimonio y su relación a lo real.(Ver "Testimonio y real"(I)). En este texto hemos privilegiado la definición de real desde lo imposible ("lo que no cesa de no escribirse")- aproximación lógica y a la vez freudiana, como nos lo recuerda Lacan. (Lacan, 1, 68). El pase consiste, según Lacan, en un testimonio sobre "lo real en juego en la formación misma del psicoanalista" (5, 15). Este testimonio se refiere pues a un punto específico. Por ello, se podría descartar, argumentando que se trata de una analogía no apropiada, cualquier aproximación entre un testimonio como el de Primo Levi y el testimonio del pase. Sin embargo, este nos remite a cierto real definido por lo imposible. Luego, Primo Levi testimonia no sólamente de la realidad de los Campos, sino también de los tres modos de aproximación a lo real como imposible. La experiencia nos demuestra que los reencontramos en algunos testimonios del pase. La imposibilidad de hacerse escuchar y la inconsistencia del Otro-destinatario, que refiere al matema S(A barrado). La imposibilidad de borrar el trauma, la relación irreductible del sujeto al significante amo S1, como insensato (insensato significa aquí que el efecto traumático no es suprimido por el sentido que le damos al S1 conectándolo con los S2, al saber inconsciente). Finalmente, la relación de separación del objeto a. Es por ello que el testimonio de Primo Levi tiene para nosotros un valor paradigmático que no siempre tienen, a mi parecer, otros testimonios sobre los Campos, por mucho interés que estos tengan. . Mencionaría también como un testimonio sobre los Campos teniendo un valor especial para nosotros, el de la psicoanalista Anne-Elise Stern (Stern 1, 2, 3) con la cual he conversado después de mi presentacion sobre Primo Levi. Así, Jean Améry en su Ensayo para superar lo insuperable, se queda atrapado en la atrocidad corporal de la tortura y en lo que el llama el resentimiento. Nos trastorna, pero su descripción de lo insoportable no logra formalizar la relación del sujeto a lo imposible. Bettelheim, quien sin embargo ha sacado un partido brillante, en su practica con los niños autistas, de la enseñanza de los Campos, toma un tono pedagógico; sus explicaciones sobre "los prisioneros(...) torturados como podría serlo un niño sin defensa por un padre dominante y cruel (...)" son cuestionables (Betelheim, 101). Estos testimonios son unos superestes, no unos auctores, en el sentido que se le da más arriba (Ver "Testimonio y Real"(I) ). Ellos no han logrado esa reducción formal del testimonio tan sobrecogedora en Primo Levi quien deduce lo real como imposible de la contingencia de los sucesos.
La reducción transferencial
El termino "reducción" plantea un problema interesante. En 1967, Lacan define el pase como el testimonio del pasante de un cierto "viraje" de la cura analitica. "(....) el pase es este punto en el cual por haber llegado al término de su análisis, alguien da el paso de ocupar ese lugar que el analista ha ocupado en su recorrido. Comprendan bien : para operar como quien lo ocupa, aun cuando no sepa nada de esa operación, salvo aquello a lo que en su experiencia fue reducido el ocupante."(Lacan, 6, 25). Una reducción transferencial está aquí en juego: el analista ha sido reducido en la cura- por el analisante- a cierta cosa y el pasante sabe lo que es esa cosa. Incluso, insiste Lacan, eso es todo lo que el analizante sabe de la operación analítica. La reducción transferencial puede oponerse a la "liquidación" de la transferencia que Lacan recusa en el Seminario XI (7, 240) y en la "Proposición de 1967"(5, 26). Lo que se opone a la idea de una liquidación transferencial es la presencia de un objeto singular e ineliminable, el objeto "a". En "Posición del inconsciente" (8, 842) y en el Seminario XI, Lacan introduce la operación de separacion que gira en torno al objeto "a". Esa operación supone un obstáculo a la identificación al analista al final de la cura y de allí su importancia : "(El deseo del analista) aisla el "a", y lo pone a la mayor distancia posible del I que él , el analista, está llamado a encarnar, para el sujeto. Es de esta idealización que el analista debe caer para ser el soporte del "a" separador(...)" (Lacan 7, 245).
Este viraje del análisis consiste pues en una especie de "relevo del objeto", para retomar , en otro contexto, la expresión que Lacan utilizaba para "La joven homosexual". El analizante sabe a qué objeto ha sido reducido el analista y separándose de este objeto el quiere, a pesar de todo, ocupar este lugar para otros. Esta operación es diferente a la que consiste en tomar del analista un rasgo que permitiría al analizante funcionar a su vez como analista (identificación al analista). La reducción transferencial y la separación del objeto son correlativas de este viraje en el cual se "resuelve" un psicoanálisis (Lacan 9, 50).
La reducción formal
Podemos pues distinguir dos formas de reducción : la reducción formal y la reducción transferencial que acabamos de describir.
La reducción formal se produce en el análisis cuando lo que no cesa de escribirse, el síntoma, se le aparece al sujeto formulable de otra manera que por vía de la queja. Eso adviene a fuerza de repeticiones y también gracias a la transferencia cuyo polo es el analista en tanto objeto. Por un lado, el analizante tiene acceso a diversas "envolturas formales" de su síntoma a lo largo de la cura; y por otro, el hace un esfuerzo de enunciación para formularlas. En la transferencia, el analista toma el lugar del objeto "a" (el "referente latente" del sujeto- supuesto- saber en la "Proposición"(Lacan 5, 2), o bien, a veces aparece como aquel que encubre el objeto "a".
Pero esta reducción formal puede presentarse para el analista sin que el sujeto se haya percatado de nada. Así fue, con una joven mujer, Lucía, que me contaba en su primera entrevista que se derrumbaba, afectada por un pánico de muerte, todos los dias sobre el final de la tarde. Eso la obligaba a hacer una pausa en una jornada de trabajo que evaluaba en catorce horas por día. Uno de sus síntomas era el de no soportar estar inactiva, otro era según su queja , su bondad excesiva. Quería darlo todo trabajando gratuitamente para sus allegados y sus amigos. A los 14 años, ha sido afectada por un tumor canceroso que se resolvió mediante un tratamiento severo, cuando la daban por perdida. Durante su convalescencia sus padres quiebran, luego se divorcian. Su padre, se vuelve alcohólico y fallece. En la segunda entrevista, como ella me describía nuevamente su impresión cotidiana de una muerte inminente y su compulsión a darlo todo, le pregunté si ella tenía el sentimiento de tener la carga de una misión. Me respondió que no. Le pregunté nuevamente si se sintió "miraculée"(salvada por un milagro) a los 14 años. El término la hizo sonreir y me confió que su madre, durante su enfermedad, fue a Lourdes e hizo el siguiente ofrecimiento a Dios : "Tómame todo, pero déjame a mi hija única". "Y, efectivamente, comentó Lucía, se lo llevaron todo después de mi curación, incluso los muebles".Ella se acordaba de la visita de los oficiales de justicia que se llevaban todas sus cosas personales. Ella había interpretado la quiebra de sus padres como el cumplimiento divino del rezo de su madre. Se podría deducir que su síntoma prolongaba el deseo materno. Ella quedaba atrapada en una alienación : o bien, vivía y debía darlo todo, o bien paraba de trabajar y se sentía presa de un peligro de muerte. En este caso, el sujeto muestra al analista que la "envoltura formal" de su síntoma es una frase materna, cuya apuesta es lo que fue como objeto "a" en el deseo de su madre. Pero, si hace "pasar" esta reducción formal al analista es con su desconocimiento y sólo le retornará mediante la interpretación del analista y la Durcharbeitung (elaboración) de la cura. Un sujeto puede pues hacer pasar a otro una reducción formal que se le escapa.
Ahora bien, la reducción formal está favorecida por el procedimiento del pase, con sus filtros discursivos y temporales sucesivos. (El pasante reduce su relato para los pasadores, que a su vez condensan el testimonio para transmitirlo al cartel-jurado.) La presentación de enfermos es otro procedimiento discursivo que produce esta reducción, para el analista que interroga y el público que escucha. El control (supervisión) es también otra forma. En esos casos diferentes, sin duda muy diferentes, la reducción formal obtenida, como un precipitado discursivo, no siempre es captada por el sujeto que enuncia y la hace pasar a otro.
En lo que concierne al pase, este problema ha sido ya abordado en la ECF. Una cierta formalización puede ser deducida por el cartel a partir del procedimiento del pase, sin que el pasante mismo tenga conciencia de ello. ¿Podríamos entonces hablar de pase ? Es discutible. Por un lado, podríamos responder "si", puesto que hay un efecto de transmisión y que el cartel ha recibido una enseñanza del pasante. (Este criterio ha sido adelantado por J.A. Miller al comienzo de los 90). Aunque a eso se podría objetar que en la presentación de enfermos también este efecto de transmisión se produce. He expuesto este ejemplo en las Jornadas de la ECF de octubre 97 (Morel, 132). La presentación de enfermos me había permitido condensar en una "frase con agujeros" (una función proposicional fregeana) el síntoma de un sujeto, como se presentaba en su relato, que había estructurado su vida desde su infancia. ¿En un caso asi, donde la alienación del sujeto era manifiesta quién soñaría con hablar del pase ? Y sin embargo, hay una transmisión por el sujeto y una reducción formal para aquel que lo escucha. Aunque eso no es suficiente a todas luces, para hacer un pase. En el procedimiento, no podremos pues contentarnos con una reducción formal hecha por el cartel a partir de los testimonios del pasante transmitidos por los pasadores.
Pero si esta reducción formal es llevada a cabo por el mismo pasante, en conocimiento de causa, si sabe lo que se dice, podríamos concluir con el pase ? Dejemos este punto en suspenso por el momento. Reteniendo solamente que la reducción formal apunta al síntoma y que puede ser sabida o no sabida por el sujeto. Esta distincción entre sabido y no sabido es en si misma demasiado esquemática. Consideremos el testimonio de Primo Levi. La escritura de su testimonio me ha permitido poner en evidencia en ella una reducción formal, con una triple aproximación a lo real como imposible. En este caso, tendería a decir que esta reducción formal es sabida por el sujeto, puesto que el mismo formula sus imposibilidades que no son necesarias por "el deber de memoria". Nada en efecto le obligaba a contar unos sueños que dice ser peores que la realidad del Campo, para testimoniar de la misma. Nada, si no se tratara de su inconsciente, comentado por el mismo. La diferencia entre lo sabido y lo no sabido es pues difícil de delimitar.
La identificación al síntoma
Lacan se ha opuesto siempre a que el final del análisis se defina por la identificación al analista, de eso nos habló Diana Kamienny-Boczkowski aquí mismo, desde un angulo diferente. En la primera sesión de su seminario de 1976-77 "L'insu que sait de l'une-bévue s'aile á mourre", lo reafirma todavía más : "... podría deducirse de algunos comentarios que el final de análisis sería identificarse al analista. Para mi, no lo creo así, pero es lo que sostiene Balint y es muy sorprendente". (16 de noviembre de 1976). Dejemos de lado ahora la apreciación de Lacan sobre el final de análisis balintiano: obviamente, el momento del trance narcisístico descrito por Balint lo ha preocupado mucho. El no niega su existencia, pero ha intentado darle en su enseñanza, y no sin algunos matices diacrónicos, un lugar no conclusivo para la cura analítica (Lacan 14, 681) y (13, 44). Aquí recusa nuevamente a Balint. El año 76-77 del Seminario se abre con una cuestión sobre el inconsciente, o más bien sobre la introducción de una noción "que va más allá del inconsciente". Se refiere a la relación entre nuestro "interior" psíquico y la identificación.
Lacan nos recuerda el interés del concepto freudiano de rasgo unario, que puede ser tomado prestado de una persona cualquiera y constituir la base de una identificación. "Es así, dice, que Freud cree poder rendir cuentas de la identificación al pequeño bigote del Führer"(1). Luego, en el pasaje que he citado, afirma su desacuerdo con Balint sobre el final de análisis por identificación al analista. El encadenamiento de los párrafos nos induce a pensar que esta identificación al analista podría hacerse a partir de un rasgo unario y, por lo tanto, no forzosamente a partir del amor al analista (Lacan, efectivamente, acaba de subrayar que este mecanismo identificatorio es compatible con la indiferencia y que se distingue de la primera identificación , por amor al padre, y de la tercera, la histérica "hecha de participación"). Eso podría hacernos comprender que esta identificación al analista, que Lacan refuta como final, sería compatible con la caida del sujeto- supuesto- saber que sostiene el amor de transferencia. Se podría dejar de amar o de odiar e identificarse, en la indiferencia, a un rasgo del analista. Si no es el amor de tranferencia que causa esta identificación a un rasgo unario del analista, sino que se produce despues de la caida del sujeto-supuesto-saber, si no es una transformación del amor en identificación, el rasgo unario escogido podría ser la "marca" analítica del analista, o sea lo que lo identifica a un grupo analítico determinado. De este modo, todos los miembros de un mismo grupo, aunque dependan de "generaciones" analiticas diferentes podrían llevar esta misma marca. Sería un punto interesante para estudiar históricamente. Lacan, tampoco dice, por otra parte, que este proceso no exista, sólo que el final de análisis no radica en ello. Si nos situamos en el punto de vista del sujeto en análisis y no en el del grupo analitico, esta identificación a un rasgo unario del analista, después de la caida del sujeto-supuesto-saber, sería una respuesta del sujeto al vacio de significación que sustituye el amor de transferencia. En este momento incómodo de destitución subjetiva dónde el sujeto se confronta con la elección de separarse o no del objeto "a", puede ser tentador el escamotear esta elección agarrándose a un rasgo del otro, que no tiene nada que ver con su propia problemática. Verremos pronto un ejemplo de esta cuestión.
Es sin embargo, en los términos de identificación que Lacan encara aqui, a pesar de todo, el final del análisis: "¿a qué se identifica uno al final del análisis ?" Esta última frase presupone una identificación final, pero esta no estaría sostenida por un rasgo unario. Este soporte identificatorio no podría ser el inconsciente del sujeto , que permanece "Otro", incluso al final de la cura ("Otro" se opone aqui al "Uno" del rasgo unario). El sujeto sigue siendo dependiente de su inconsciente. Más adelante en el seminario, el 14 de diciembre de 1976, Lacan se interroga sobre una técnica interpretativa que acentuaría demasiado la relación de dependencia del sujeto al inconsciente : eso daría, dice, una "preferencia dada para todo al inconsciente". De tal forma que, el inconsciente puesto "afuera" por el análisis desarrollaría demasiado el imaginario y lo real. Esos dos pasajes, leidos conjuntamente parecen advertir al analista a no proceder con esta técnica .
El párrafo siguiente introduce no sin precauciones, bajo la forma de una cuestión, lo que ha devenido luego una doctrina confirmada en la ECF. No carente de contrasentidos, a mi entender. "¿En qué consiste esta localización (repérage) que es el análisis ? ¿Se trataría, o no, de identificarse con su síntoma, asegurándose a la vez de mantener cierta distancia con él"? Podemos leer a continuación dos ejemplos que se acercan a esta identificación al síntoma.
En primer lugar, un primer ejemplo, el partenaire sexual como síntoma - tema que fue abordado en los años que preceden. La relación del sujeto a este tipo de síntoma esta caracterizada por el término "conocer". Conocemos el poco caso que Lacan le hace al término de conocimiento - que va con el imaginario y con el desconocimiento- y que ha opuesto siempre al término de saber. El "conocimiento" que tiene el sujeto de su síntoma no llegaría, en este caso, muy lejos. Lacan introduce aqui la diferencia entre los hombres y las mujeres. Podría darse aquí una disimetría. ¿Las mujeres fabricantes de los niños "conocen" acaso mejor a su partenaire sexual? ¿acaso conocen mejor lo qué pasa con el hombre ? Lacan parece dubitativo : esta fabricación no es una "creación" del hombre por la mujer. El niño parasita el útero de la madre y "las cosas pueder ir mal entre ese parásito y ese vientre". Por lo tanto, la "superioridad" contemplada por un instante, sobre el plano del conocimiento de la mujer sobre el hombre se invierte. Si el partenaire sexual es situado por ella en el lugar del niño , la relación de parasitación corre el riesgo de reaparecer entre el niño y la madre.
Por lo tanto, la identificación al síntoma "partenaire sexual", o "niño" para la madre, nos ha llevado a un conocimiento que no llega muy lejos y a una relación de parasitación. Lacan intenta pues precisar lo que sería "conocer su síntoma". Pone en serie "conocer", "savoir faire avec" (saber hacer con), "savoir le débrouiller" (saber despejarlo), "savoir le manipuler" (saber manipularlo). Más adelante, en el seminario, el ll de enero de l977, opone "savoir y faire" , equivalente à "savoir faire avec" (saber hacer con) y "savoir faire" (saber hacer). "Savoir y faire" y "savoir faire avec" simplemente quieren decir "se débrouiller" (arreglárselas). En contrapartida "savoir faire" es el saber hacer del arte (l8 de enero de l977). Se trata por supuesto de algo bien diferente
El segundo ejemplo para aprehender esta nueva relación de identificación al síntoma al final del análisis es la relación del hombre con su imagen, tal como aparece en el narcisismo secundario: "Lo que el hombre sabe hacer con su imagen, corresponde de algún modo a esto y permite representarse en qué consiste arreglárselas con el síntoma" Eso nos evoca el estadio del espejo, el investimiento libidinal de la imagen por el sujeto, las "manipulaciones" que le hace sufrir ajustándose o no a sus ideale, tales como las que Lacan ilustra en su "Observación sobre el informe de Daniel Lagache" (Lacan 14). Podemos recordar aqui que el año anterior, en el seminario Le Sinthome Lacan anticipaba que el síntoma de Joyce, su arte, ocupaba para él el lugar del ego, término que Lacan utilizaba en 1936 para definir el yo. (Lacan, 15, 11 mayo 1976). El final de esta sesión del 16 de noviembre de 1976, antes de evocar las representaciones topológicas de la estructura, se refiere al yo : "¿qué es lo que puede ser ese yo?"
Me parece que esos ejemplos evocados por Lacan a propósito de la identificación al síntoma no nos permiten salir del narcisismo : el partenaire sexual (el amor es siempre narcisista), el niño para la madre (sólo la parasitación hace obstaculo a que el niño sea un objeto narcisista), y la imagen. Identificarse con su síntoma sería pues "savoir se débrouiller" (saber arreglárselas) con su síntoma: su partenaire, su niño, así como se hace con la imagen. En efecto, como lo dice Lacan en esta misma sesión, si eso es el final del análisis, "hay que reconocer que nos quedamos cortos".
¿Acaso no hay en este Seminario de 1976-77 un cambio de tono un tanto pesimista si lo relacionamos con los seminarios previos (RSI, Le Sinthome)? Lacan, ciertamente afirma que "experimentar un psicoanálisis marca un pasaje", un franqueamiento irreversible, pero observa que no se trata de un progreso, más bien un "sentirse mejor" que "no excluye el embrutecimiento" (14 de diciembre 1976). Lacan no encuentra, busca y busca, da vueltas y así lo dice (15 de marzo de 1977). El psicoanalisis "gira en el mismo círculo " que la religión. Es "la forma moderna de la fe, de la fe religiosa" puesto que se situa del lado de lo verdadero, el cual "no tiene nada que hacer con lo real". (14 de diciembre de 1976). El mismo se defiende por haber propagado su discurso apoyándose en una convicción; insiste sobre el hecho que ha querido fundar el psicoanálisis diciendo lo verdadero sobre el saber (11 de enero de 1977). El final del análisis se caracteriza por un "savoir y faire" (saber hacer con) su síntoma, que no parece pues extraer al sujeto de su narcisismo, de su yo, o de su relación fundamental al estadio del espejo. Además, si la cuestión de la identificación al síntoma encontraba su comienzo en el rechazo de la identificación al analista como final de la experiencia, no se hace alusión alguna entre la identificación al síntoma y el analista. ¿Acaso no hay ninguna? Lacan reafirma sin embargo, que es el analizante el que produce al analista, de allí su interrogación sobre el estatuto de este último. (10 de mayo de 1977).
(Traducción Daniela Aparicio)
El síntoma y la lógica del uno
Sin embargo, en este Seminario, hay un punto de apoyo que cabe considerar seriamente, se trata del síntoma. En él, la reflexión de Lacan prolonga la de los dos años precedentes. Si bien el estatuto del inconsciente es frágil -"una deducción supuesta", a la que intenta dar cuerpo con la creación de lo simbólico, la pregunta central del psicoanálisis" (lO de mayo de l977 e inicio del Seminario), el estatuto del síntoma parece -en cambio- mejor asegurado. "El estatuto del síntoma es real. Es incluso lo único verdaderamente real, es decir que conserva un sentido en lo real". (l5 de marzo de l977). En efecto, anteiormente había caracterizado lo real, como lo imposible de ser escrito, luego como excluyendo el sentido y lo verdadero, lo cual contradecía la práctica psicoanalítica que postula que las palabras tienen un efecto sobre las cosas (8 de marzo de l977). Por el contrario, Lacan reafirma ahora un fundamente del psicoanálisis en el síntoma, a la vez real y que conserva un sentido: "Es por esta razón que el psicoanálisis puede, si tiene suerte, intervenir simbólicamente para disolverlo (al síntoma) en lo real" (l5 de marzo de l977). Por otra parte, Lacan reafirma que lo único que existe es el "Uno", la "lógica del Uno", sobre la que reposa la lógica de la función (8 de marzo de l977). Intentemos condensar lo precedente. El único real que podemos alcanzar con la práctica del psicoanálisis, que opera con el significante, el inconsciente y sus efectos de sentido y de verdad, es el síntoma. Los otros reales, por ejemplo, el real hacía el que apunta la ciencia, excluyen el sentido como efecto del significante y está pues fuera del alcance de nuestra práctica.
En el psicoanálisis, la localización del síntoma se articula con la lógica de la función, la cual reposa en la lógica del uno. En efecto, Lacan proponía (en su seminario RSI), escribir el síntoma como una función f(x), (Lacan, 4, 21 de enero de l975), y nos recuerda allí que la lógica de la función reposa en la lógica del uno. Lo entendemos así: de la repetición surge lo que está fijado en el síntoma, el "f" de la función, lo que retorna siempre al mismo lugar, "lo que no cesa de escribirse", lo necesario. Por otra parte, la repetición pone igualmente al día los diferentes significantes inconscientes Sl que se inscriben en el lugar de la variable, x, en la función f. Con la expresión "reducción formal" he querido apuntar a esta escritura del síntoma. No obstante, la reducción formal tiene grados. Puede implicar la localización del objeto "a", en la medida en que se pone de manifiesto el vínculo entre el fantasma (S barrado - rombo - "a") y el síntoma. Puede ir más allá de la escritura de la función del síntoma poniendo en evidencia los puntos límites entre el síntoma como un real que se escribe (lo necesario) y lo real como imposible, que no cesa de no escribirse. Tal como hemos visto a travès del testimonio de Primo Levi, estas dos dimensiones de lo real estaban articuladas.
Respecto a la caracterización del final de análisis, este seminario del 76-77 nos propone, pues, la identificación al síntoma. Si nos apoyamos en lo que acabamos de decir, se trata de una identificación al síntoma previamente localizado y reducido formalmente. Como hemos visto, es por el sesgo de esa reducción formal del síntoma que está implicada la "lógica del uno". La reducción formal de la cual hemos hablado implica, pues, al menos, una identidicación del síntoma como lo más singular del sujeto. "Identificarse al síntoma" tiene aquí, para Laca, el sentido de "savoir se débrouiller avec" (saber arreglárselas con), lo cual no conlleva "hacer uno" con su síntoma, ni aceptarlo, ni tan siquiera reconciliarse con él. A fin de cuentas, uno puede saber arreglárselas con algo con lo que uno no está de acuerdo o que uno acepta mal. (ver, El niño-parásito, la imagen o el partenaire sexual).
Vamos ahora a plantear tres preguntas:
l. ¿La reducción transferencial (en el sentido que le da Lacan en l967) implica una reducción formal?
2. ¿La reducción formal implica la reducción transferencial?
3. ¿La reducción formal implica el pase?
¿La reducción transferencial implica una reducción formal?
La respuesta es sí, en la medida en que la reducción transferencial articulada por Lacan en 1967 implica una localización del objeto "a" que, en el análisis, se produce a partir del síntoma y la transferencia. La operación de separación de 1964 es, además, una especie de identificación (¿preludio de la "identificación al síntoma"?) elaborada sobretodo en el seminario La Angustia (1960-61) a partir de la identificación narcisista al objeto, descrita por Freud en "Duelo y melancolía" (1914). Si no se efectua de manera salvaje (cf. Empédocles), la separación lacaniana implica primeramente un reencuentro con el objeto a como soporte,"engarce" (monture) del sujeto en el deseo del Otro y, luego, una localización del síntoma. No obstante, la reducción transferencial del 67 implica más que esto: que el objeto sea situado en la transferencia, y en relación al analista; que el sujeto sepa qué objeto ha sido, para él, el analista. Se trata de algo suplementario y heterogéneo a la reducción formal. Con seguridad, puede haber separación ( en el sentido de ruptura ) con el analista sin reducción formal. Así lo testimonia la variada clínica del acting-out, en curso o al final del análisis, pero entonces no hablaremos de reducción transferencial.
¿ La reducción formal implica la reducción transferencial ?
El caso de Primo Levi permite responder a esta pregunta por la negativa. En sus obras acerca del Lager formalizó durante años su síntoma que consiste en la necesidad de testimoniar. Ha demostrado precisamente en qué consistía para él lo real, sin pararse por el obstáculo de una realidad insoportable que, justamente, habría podido enmascarar ese real. Ha cernido precisamente lo que, para él, tenía lugar como objeto "a "(el "musulmán"). Pero, la reducción transferencial ( si definimos aquí a la transferencia, fuera del análisis, por la relación del sujeto con ese objeto "a" que, en tanto "testigo integral", era asimismo para él el lugar del sujeto-supuesto-saber ), así como la separación de este objeto han fracasado. En efecto, hemos constatado una evolución que, después de mantener a distancia a ese objeto, llevó nuevamente a una progresiva y mortífera invasión del sujeto.
Se podría, además, sennalar -es un paréntesis- que Primo Levi plantea un problema con una estructura interesante, pero que no podemos resolver, puesto que no se trata de un "caso" y no disponemos de los datos necesarios. ¿Se trata de una melancolía ya presente antes de su encarcelación y que evoluciona después de su regreso del campo de concentración?, o bien ¿ se trata de un proceso de melancolización debido a la singular naturaleza del objeto perdido que se infinitiza ( el "musulmán" ) y a la forma del síntoma (el testimonio ) que quiere paliar esa pérdida?. ¿Primo Levi hace objeción al estructuralismo diagnóstico que traza una frontera rígida entre neurosis y psicosis?.
Si constatamos que, en Primo Levi, la reducción formal se ha producido sin la reducción transferencial, podemos suponer que esto ocurre en otros casos. En efecto, esto se verifica en algunos testimonios vinculados al pase. He aquí dos ejemplos.
El enigma maternal
Este primer ejemplo clínico ilustra una reducción formal, incluso una identificación al síntoma, pero sin reducción transferencial.
Hasta su segundo análisis, John pensaba que nunca había tenido un síntoma. Había aparecido un rasgo de perversión a los 12 años: iba a ver orinar a los hombres en lugares públicos. Su construcción en el análisis lo lleva a atribuir a su madre un deseo de feminizarlo. Una expresión utilizada por su madre, " Antes de hablar gira siete veces la lengua en tu boca", fue la matriz de la comminación feminizante. John interpretó que, por una parte, era preciso callarse para encarnar un silencio femenino y que, por la otra, utilizar su lengua para hacer felaciones a los hombres ( lo cual sólo tenía el estatuto de un fantasma ). La frase materna se reveló como una matriz equívoca. Para John, contenía al menos tres significaciones:
- callarse como una mujer
- ser ágil con la lengua ( en el sentido de la felación )
- saber gozar de la lengua. John desarrolló un sentido de la ironía que desconcertaba a su público. Se presentaba como un ingenuo y luego decía algo sexual e inesperado para el auditorio.
El rasgo de perversión se apoyaba también en un recuerdo: haber a los 5 años, mirado como una mujer, orinar a su abuelo. John había luchado contra la feminización adoptando una serie de rasgos paternos. Pero, si bien estos rasgos le otorgaban insignias sociales, no alcanzaban el núcleo sintomático que envolvía la frase materna.
Las cosas se movieron en el análisis cuando pudo discriminar entre el deseo represivo y abusivo de su madre y el suyo propio. Habría habido en él una demanda de feminización. El fantasma de felación y contemplación de los hombres orinando, que primeramente aparecían como una forma de sostener la posición masculina ("ver" el falo), dejaron transparentar, después, la idea insoportable que estaba de hecho en una posición femenina. Entonces desaparecieron. El paso siguiente fue un cambio de posición respecto a su compañera. Hasta ese momento había tratado a las mujeres como si fuesen chicos. Con ellas tenía relaciones al estilo "homo", basadas en un intercambio de saber. La compañera de John se convirtió en su nuevo síntoma. Su compañera, mística según él, había tenido una experiencia de levitación. Había perdido la sensación de tener un cuerpo. Este relato hizo entrever a John los abismos del goce femenino. Las mujeres le aparecieron provistas de un plus-de-saber sobre el goce, que ya había encontrado en la infancia, pero con angustia. Desde entonces se situó de manera diferente frente a ellas. Se convirtió en un hombre que estudiaba el goce femenino - el de su mujer y el de sus pacientes histéricas en las curas que conducía. Así definía el deseo del analista. Un goce epistémico que había substituido al goce perverso.
En el caso de John hubo claramente reducción formal y, me parece que también identificación al síntoma. La frase materna es la envoltura formal del síntoma. El sujeto no ha salido para nada de ella. La polarización en la lengua permaneció así como la significación femenina. Pero, la significación sexual del fantasma desapareció al mismo tiempo que cambiaba la localización de la feminización. La mujer está enfrente, encarnada por su partenaire y no por él. Para él, el estudio del goce femenino tiene una doble función: suple la ausencia de relación sexual sosteniendo la pareja que forma con su compañera y sostiene el deseo del analista. El sujeto ha aprendido, sin duda, a arreglárselas con su síntoma. Hay una ganancia terapéutica segura así como una ganancia de saber, debido al análisis, que demuestra por parte de John la fina y precisa construcción de su propio caso.
¿Qué pasa con la transferencia al final de este análisis? . John tuvo ganas de dejar a su analista después de esta operación lograda de substitución de lo masculino a lo femenino. Sin embargo, tenía dificultades para separarse de alguien tan erudito y que detentaba un gran poder institucional. El analista trató el primer punto remitiéndole a un : "es Ud. quién sabe". Después de una pesadilla, calificada como un sueño de final de análisis, y que John interpretó como caida de la necesidad de sostener a toda costa la posición masculina, el analista le pidió si quería hacer el pase. Le propuso a John que regresase al cabo de un mes a exponerle su caso, condensado en una sesión. John lo hizo en tres sesiones. Después, estuvo triste y padeció insomnio: se levantaba y escribía su caso para el procedimiento del pase. Después de su última sesión de análisis, había pensado: "¡Adiós amor, déjame partir¡ " y experimentó un sentimiento cómico con la idea de decírselo a su analista. Pero, lo que le vino sobretodo en ese momento de partida, fue lo que calificó como un " fenómeno de franqueamiento ". Este se concretaba en la imagen del "analista ultra-cómico ". A este respecto evocó la risa de la hiena: el horrible rictus, sin sentido, del animal solitario que devora la carroña. Esta conclusión transferencial, le pareció al cartel suficientemente enigmática como para interrogar a John, a través de un pasador, acerca de la hiena. Las respuestas de John fueron opacas. Sin embargo, parecían mostrar un punto de identificación imaginaria con ese "ultra-cómico", situado primeramente en su analista y después en él mismo (su posición irónica reasumida de otra manera que en la infancia ), y que evocaba, en sus asociaciones, el deseo materno.
Ni la reducción formal, ni la identificación al síntoma separaron a John del deseo materno que el analista encarnaba al fin y al cabo sin saberlo, de un modo horrible y enigmático para el sujeto. En este caso, no hubo reducción transferencial del analista a un objeto "a" del que el sujeto pudiese separarse sino más bien una fijación intensa e imaginaria del enigma del deseo materno al analista. Es lógico entonces que el sujeto hubiese querido abandonarlo.
La cristalización
Este segundo ejemplo evidencia la confusión teórica y clínica entre la identificación al síntoma y la identificación al analista, que ha operado en gran escala en la ECF y la AMP durantes estos dos últimos años. Era precisamente, como hemos visto, lo que Lacan quería evitar en el 76-77 introduciendo la noción de identificación al síntoma como alternativa a la identificación al analista.
Cierta reducción formal puede ir acompañada de una exaltación significante, de una idealización, que podría confundirse con el "entusiasmo" con el que Lacan ha acreditado el deseo del analista y su " gay saber ". Así por ejemplo como lo ilustra una A.E. que se consideraba como " un sujeto radical ", en una entrevista consecutiva a su nominación ( L. M. 168, p. 22-23 ). El analista le había permitido alojar esa radicalidad en la transferencia antes de dar su acuerdo al sujeto para su candidatura al pase: "... Para mí se trata de un momento político, puesto que es el significante AMP el que me ha permitido manejarme con todo esto y considerar que valía la pena. Es posible que para mí este significante radicalize el inconsciente, radicalice el Campo Freudiano. " Si tomamos en serio esta declaración, constatamos que el significante "radical", que antes designaba la relación del sujeto al goce, parece haberse desplazado al final de la cura hacia la sigla AMP como significante "radical".
En la cura, el sujeto - una mujer - alojaba la "radicalidad" de su goce en la transferencia. Después, se sujeta, se somete a un significante, " la AMP ", que es un significante colectivizante de un grupo analítico. La solución encontrada a la molesta radicalidad singular es abrocharla a la AMP. El término "radical" -una invención del sujeto para designar su relación al goce, que situaremos como su reducción formal -desplazado a la AMP, permite al sujeto apropiarse de este significante que colectiviza y hacer de él su ideal. La operación evoca una especie de cristalización stendhaliana, una idealización amorosa. El ramo seco y negro del goce embarazoso se ha transformado en un ramo reluciente cubierto de brillantes cristales, como diamantes, la AMP. Pero, es sólo sal (Cf. Stendhal, 355). ¿Hay un destino de la transferencia, una resolución del análisis opuestos a la separación por reducción transferencial?. En efecto, en esta misma entrevista, aparece la identificación a los ideales del analista: para el analista de este sujeto, la AMP, evidentemente, es también un significante radical, incluso absoluto. Leamos la entrevista: "En la cura, no distingo ni la estrategia ni la táctica de la política. En ello está el talento de mi analista. Pude proseguir porque pude verificar su política" Y más adelante: "(...) Es necesario saber nombrarse, no avanzar enmascarado en el mundo. No concibo que la política de un analista (...) no pueda ser verificada por su analizante en su política de analista" ¿No podemos deducir de ello - después de todo está dicho - que el analista se ha dejado desenmascarar en la medida misma en que ha dejado que su deseo fuera identificado por su analizante? Este deseo, que debe ser una "x", según Lacan, se ha convertido en una demanda: la demanda del analista que señala con un dedo a la AMP. Y, a causa del amor de transferencia, no le quedó otra al analizante al analizante que enrolarse bajo esta bandera. "Me ha hecho pasar de lo privado a lo público", añade. Se trata en efecto del salto del significante "radical": del goce privado a la escena pública en que los ritos de la AMP colocan a los A.E. La nueva A.E. lo define así: "hacerse responsable de su goce hasta conducirla al deseo del analista." Velos, en efecto, como la demanda del Otro le ha permitido identificar su goce en una alienación redoblada y sin esperanza de retorno: lo que, en la AMP, se llama identificación al síntoma-Escuela. Si, para esta A.E., el significante "radical" representaba un elemento de escritura de la función singular del síntoma, obtenida por reducción formal en la cura ( no conocemos el material de su caso, por lo tanto sólo podemos hacer suposiciones ), vemos como al final de la cura, lo ha substituido por un rasgo unario tomado de su analista, el significante de la AMP, del que se ha apropiado abrochándolo al significante singular "radical". Se da aquí una especie de colapso entre el "Uno" del síntoma al final de la cura y el yo del sujeto que se identifica en el grupo analítico. Se ha escamoteado la reducción transferencial, cortocircuitada por la demanda del analista que indica a supaciente cuázl es el "buen" rasgo unario de la identificación.
Un error y una desviación teóricos.
La práctica del pase que apunta a localizar, en el procedimiento, si un sujeto se ha identificado o no al "buen" significante amo para servir a la Escuela, sólo nos puede provocar revulsión . Sin embargo, muestra un error y quizás también una desviación teóricos. El error, muy evidente en nuestro segundo ejemplo, consiste en intentar substituir a la relación imposible con el S1 como insensato (el trauma, cf. el segundo imposible para Primo Levi ) , una relación posible a un S1 domesticado, civilizado. Se trata de una tentativa de domesticación del trauma: el trauma queda alojado en la casa-Escuela ( casa=domus en latín, que significa domesticación y dominus ,el amo). Querer dominar (domesticar ) así el goce no es algo nuevo. Desde el tratamiento moral de Pinel ha habido numerosas versiones y su éxito es limitado: el goce se desencadena de nuevo después de un tiempo de calma.
Esto plantea el problema del reclutamiento por el inconsciente (Lacan,6,29). Lacan desea que el analista crea en el inconsciente para ser reclutado. Pero, creer en el inconsciente como medio de reclutamiento ¿ es acaso creer que "la Escuela", o un significante como "AMP", un "Uno", es lo que orienta, "radicaliza" el inconsciente? Creer en el reclutamiento por el inconsciente, ¿quiere decir acaso "Hay Uno", e identificar ese "Uno" en tal o cual individuo, o en la "escuela"?. Medimos la distancia entre una concepción simplista del fin de análisis, que fusiona la reducción formal y transferencial en un "Uno" común a todos los de la masa-Escuela (y que se trata de una variante de la identificación al analista), y otra a la que intentamos aproximarnos aquí. Esta implica, primeramente, la reducción formal del síntoma y poner en evidencia las limitaciones del sujeto en relación a lo imposible, de las que Primo Levi nos ha dado un ejemplo paradigmático. Una concepción que acentúa luego la diferencia de estructura entre la reducción formal y la reducción transferencial.
La desviación teórica es una confusión acerca de la función del "Uno" y sobre la naturaleza del inconsciente. La concepción que critico aquí se apoya en la idea de que hay un solo S1 que cuenta y no un "enjambre", tal como Lacan lo ha planteado en Encore (Lacan, 12, 130). Esta concepción confunde el inconsciente y el síntoma y no tiene en cuenta la dispersión real del inconsciente. Reduce el síntoma a un S1 y el inconsciente a las identificaciones. Pero, ¿acaso se reduce el insconsciente a las identificaciones?. ¿Se puede reemplazar los traumas por las identificaciones, sin que quede resto alguno?.
Plantear el síntoma como una función de goce ya implica que hay "Uno" en la función del síntoma. El "Uno" es lo que se escribe f(..), que, en algunos casos, se puede escribir gracias a una frase con agujeros (o función proposicional). Por ejemplo, un sujeto, como Lucía, puede haber sostenido su vida mediante una cierta forma de misión cuyas coordenadas le son absolutamente singulares: esta misión es una función de goce, que le es propia y viene dada por una frase materna. En el caso de John, también, la función del síntoma, provenía de una frase materna. En la función del síntoma, también hay el lugar de las variables. El lugar de las variables está ocupado per diversos significantes amos inconscientes S1, producidos por el análisis. En el caso de Lucía, lo que debe dar, en el "dar todo" varia. En el caso de John, la función de feminización utiliza, también, diversos significantes, que no tienen nada que ver entre sí excepto ser utilizados como variables en una misma función síntoma ( mirar orinar a los hombres, callarse, felación, misticismo,etc...). Puede haber también otros S1 que no se sitúen en la función síntoma, quedando como significantes traumáticos aislados. A estos " S1 ", Lacan los llama, también, " unos", pero pienso que hay que diferenciarlos del "uno" de la función síntoma, que, a veces, puede alojarlos en el lugar de la variable. Se trata de "unos" de naturaleza diferente. No confundirlos tiene su importancia. Identificarse a su síntoma quiere decir "savoir se débrouiller" saber arreglárselas con el "uno" del síntoma que es heterogéneo al significante que puede servir como rasgo unario para identificarse. Diversas identificaciones posibles del sujeto pueden estar asociadas a la misma función síntoma. Así, en el caso de John, la relación a la mujer puede ser asumida ya sea por él mismo, o bien por su compañera poniéndose entonces él a estudiar el goce "femenino". Por el contrario, si se piensa que todos esos "unos" (del síntoma, de los S1 inconscientes) son equivalentes, se podrá decir que el síntoma de un sujeto es "la Escuela", y que identificarse a su síntoma significa "savoir se débrouiller" (saber arreglárselas) con "la Escuela". Esto es lo que estaba implicado en el discurso de la A.E. que he comentado antes. Pero, ¡se trata de un juego de manos¡ (tour de passe-passe). La Escuela no es "su" síntoma sino un significante amo que ha "atrapado" en su análisis. "Su" síntoma es otro. Probablemente tenga que ver con esa "radicalidad" de su goce que es el resto presente en esta entrevista, resto que probablemente no es colectivizable. La identificación al síntoma no es una identificación al rasgo unario, a un S1 del inconsciente, al que se podría substituir un S1 del analista o del líder del grupo analítico, como "AMP" Para entender todo esto, es pues muy importante no confundir al síntoma con un S1 inconsciente.
El punto más evitado en los pases
Los dos ejemplos que acabamos de estudiar muestran dos coyunturas de finales de cura en que no se ha producido la reducción transferencial. La primera, a causa de la reapertura del enigma del deseo materno,sin que el analista lo supiera, la segunda debido al recubrimiento del trauma por un significante amo idealizado. El caso de Primo Levi ilustra una melancolización que hace imposible la separación del objeto. Esto, también se produce en algunas curas. Lo cierto es que, si bien su trabajo de testimonio no ha logrado separarle del objeto "a" Primo Levi jamás cayó en la tentación de un "Uno" idealizante. En múltiples ocasiones afirma su horror a la propaganda y su rechazo de los profetas, siempre dañinos.(Camon,47) (Levi,6,239).
Podemos ahora responder a nuestra tercer pregunta: ¿la reducción formal aun cuando es sabida por el sujeto, aun cuando es producida por él mismo en un análisis, aun cundo incluya los puntos de tope en relación a lo real como imposible, implica acaso al pase? A mi parecer, no. ¿Acaso lo más difícil, en un análisis, no es saber enfrentarse con el punto singular en que se ha localizado la transferencia en el analista? (no hablo aquí de la simple localización del significante cualquiera que ha presidido en la elección inicial del analista, sino del objeto "a") . Ahora bien, en 1967, para Lacan era el pivote mismo del pase y del deseo del analista. Solo esta reducción transferencial puede dar al analizante una posibilidad de separarse de su analista por otra vía que no sea la de una identificación. Pero esta posibilidad no es una seguridad definitiva. ¿ Acaso Lacan no ha señalado que "el real en juego en la formación del psicoanalista " (...) "provoca su propio desconocimiento, produce incluso su sistemática negación."? (Lacan, 5, 15-16).
(Traducción de R. Casalprim)
Bibliografia de Testimonio y Real I y II
Agamben G., Ce qui reste d'Auschwitz, trad. de l'italien par Alferi P., Rivages, Paris, 1999.
Améry J., Par delà le crime et le châtiment, Essai pour surmonter l'insurmontable, trad. de l'allemand par Wuilmart F., Actes Sud, Paris, 1995.
Annissimov M., Primo Levi ou la tragédie d'un optimiste, Biographie, Lattès, Le livre de poche, Paris, 1996.
Bettelheim B., Survivre, "Comportement individuel et comportement de masse dans les situations extrêmes", Pluriel, Hachette, Paris, 1979.
Camon F., Conversations avec Primo Levi, trad. de l'italien par Maugé A., Le messager, Gallimard, Paris, 1991.
Freud, Sigmund
1. Freud S., Essais de psychanalyse, "Au-delà du principe de plaisir" (1920), Trad., de l'allemand par Laplanche J. et Pontalis J.-B., PBP, Paris, 1981. (Más Allá del principio de placer)
2. Freud S., L'interprétation des rêves, trad. de l'allemand par Meyerson I., PUF, Paris, 1971.(La Interpretación de los sueños)
3. Freud S., Métapsychologie, "Deuil et mélancolie", trad. de l'allemand par Laplanche J. et Pontalis J.-B., Folio, Gallimard, Paris, 1968.(Metapsicología)
4. Freud S., Résultats, idées, problèmes, II (1921-1938), "Constructions dans l'analyse" (1937), PUF, Paris, 1985. (Construcciones en psicoanálisis)
Hilberg, R.
1. Hilberg R., La destruction des juifs d'Europe, trad. de l'anglais par de Palomèra M.-F. et Charpentier A., Fayard, Paris, 1988.
2. Hilberg R., Exécuteurs, victimes, témoins, La catastrophe juive 1933-1945, trad. De l'anglais par de Palomèra M.-F., Gallimard, Paris, 1994.
Lacan, Jacques
1. Lacan J., Ecrits, "De nos antécédents" (1966), Seuil, Paris, 1966. (Escritos. De nuestros antecedentes)
2. Lacan J., Encore, Le séminaire, livre XX (1972-73), Seuil, Paris, 1975.(Seminario XX, Aun)
3. Lacan J., Le séminaire L'angoisse (1962-63), inédito.
4. Lacan J., Le séminaire RSI, in Ornicar ? Revue du Champ freudien n°2, Mars 75, pp. 87-105.
5. Lacan J., Scilicet 1, "Proposition d'octobre 1967 sur le psychanalyste de l'Ecole", Seuil, Paris, 1968, p. 14-30.
6. Lacan J., Scilicet 2-3, "Discours à l'EFP" (1967), Seuil, Paris, 1970, p. 9-29.
7. Lacan J., Le séminaire XI, Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse (1963-64), Seuil, 1973.(Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis)
8. Lacan J., Ecrits, "Position de l'inconscient" (1964), Seuil, Paris, 1966.(Escritos, Posición del Inconsciente)
9. Lacan J., Scilicet 2-3, "Adresse du jury d'accueil à l'assemblée avant son vote (25 juin 1969)", Seuil, Paris, 1970, p. 49-51.
10. Lacan J., Le Séminaire "L'insu que sait de l'une-bévue s'aile à mourre", in Ornicar ?, Revue du champ freudien, n°12-13, décembre 77.
11. Lacan J., Le Séminaire III, Les psychoses, Seuil, Paris, 1981.(Seminario III, Las Psicosis)
12. Lacan J., Le Séminaire XX, Encore, Seuil, Paris, 1975.(Seminario XX, Aun)
13. Lacan J., Scilicet 4, "L'étourdit", Seuil, Paris, p. 5-52.
14. Lacan J., Ecrits, "Remarque sur le rapport de Daniel Lagache"(1960), Seuil, Paris, 1966.(Escritos, Observaciones sobre el informe de Daniel Lagache)
15. Lacan J., Séminaire Le Sinthome (1975-76), in Ornicar ?, Revue du champ freudien, n°11.
La Lettre mensuelle (L.M.), n°168, Paris, Publication de l'ECF-ACF, Avril 1998, p. 19-23.
Lanzmann C., Un vivant qui passe, Auschwitz 1943, Theresienstadt 1944, arte Ed., Ed. Mille et une nuits, Paris, 1997.
Levi, Primo
1. Levi P., Si c'est un homme, trad. de l'italien par Schruoffeneger M., Pocket, Julliard, Paris, 1987.
2. Levi P., La Trêve, trad. de l'italien par Genevois-Joly E., Grasset, Paris, 1966.
3.Levi P., Les naufragés et les rescapés - Quarante ans après Auschwitz, trad. de l'italien par Maugé A., Arcades, Gallimard, Paris, 1989.
4. Levi P., Le devoir de mémoire, Entretien avec Anna Bravo et Frederico Cereja, trad. de l'italien par Gayraud J., Ed. Mille et une nuits, Paris, 1995.
5. Levi P., À une heure incertaine, trad. de l'italien par Bonalumi L., Arcades, Gallimard, Paris, 1997.
6. Levi P., Conversations et entretiens, Pavillons, Robert Laffont, Paris, 1998.
Morel G., Ambiguïtés sexuelles - Sexuation et psychose, Anthropos, Economica, Paris, 2000.
Stendhal, De l'amour, Folio, Gallimard, 1980.
Stern, Anne-Lise
1. Stern Anne-Lise, « La France hospitalière, Drancy avenir », in Essaim n°1, Revue de psychanalyse, n°1, Paris, Erès,1998, p. 139-149.
2. Stern Anne-Lise, « Point de suture », Carnets 21-22, Ecole de psychanalyse Sigmund Freud, 1999, p. 143-152.
3. Stern Anne-Lise, in La Shoah - témoignages, oeuvres. Sous la direction de A. Wieworka et C. Mouchard. « Sois déportée ... et témoigne ! Psychanalyser, témoigner : double bind ? », Paris, PUF, 1999, p. 15-22.
Wajcman G., L'objet du siècle, Philia, Verdier, 1998.
(Revisión de traducción: R. Cevasco)
Ir a ...