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Justificación
Psicología, ideología y ciencia, un libro publicado en 1975 por Editorial Siglo XXI que recogía la experiencia universitaria de cuatro autores, entre ellos el que escribe estas líneas, tuvo una fuerte repercusión al punto que hoy lleva más de 50.000 ejemplares en circulación. Aparecía en una coyuntura muy particular del debate de ideas entre la psicología y el psicoanálisis y del despliegue de las luchas de los "trabajadores de la salud mental". Constituía, por un lado, un intento de articulación entre el marxismo y el psicoanálisis que buscaba escapar al habitual cóctel molotov teórico de la izquierda freudiana y, por otro, una elaboración epistemológica de la diferencia entre las "disciplinas" mencionadas marcada por la crisis del psicoanálisis argentino (sus escisiones institucionales y la creciente presencia de una referencia lacaniana) y por la enseñanza que dejaban textos como los de Louis Althusser, Michel Tort, Georges Canguilhem, etc., o las exposiciones de personajes como Raúl Sciarreta, José Rafael Paz y tantos otros.
Hoy estamos en condiciones de establecer el alcance de ese libro (su validez, al menos parcial, en la localización de la diferencia con la psicología) y su insuficiencia en el territorio propiamente psicoanalítico.
Recientemente pude escuchar los testimonios de quienes siguen refiriéndose a ese libro y subrayan la importancia que su lectura tuvo al impulsar su interés por el psicoanálisis o para elaborar, en la actualidad, la articulación con su actividad política en el campo de la llamada "salud mental". Esta experiencia me ha hecho considerar que no carecía de pertinencia la circulación en Internet, y a través de Acheronta, de un escrito que intenta ubicar autocríticamente los textos de 1975 de tal modo que los lectores puedan estar advertidos de los límites que hoy interesa destacar en los mismos.
Agradezco la autorización que la revista Litoral, en la que aparecieron originalmente, ha acordado para la republicación de estos artículos y la acogida que Acheronta les ha brindado.
Marcelo Pastemac
Primera parte:
Althusser: Del efecto de sus escritos en América Latina
Encontré a Althusser muy despierto [éveillé]
ante mis trabajos, muy despertador [éveilleur] en tomo a él.
Lacan, Le Figaro, 9-9-12-1966 (1)No se psicoanaliza una obra. Se la critica.
Lacan, Un homme et une femme... circa 1972 (2)En la entrada al salón donde se desarrollaría una asamblea estudiantil había una pizarra en la que alguien había escrito, previendo la retahíla de frases hechas y de lugares comunes, propios de la lengua acartonada frecuente en esos encuentros: "Se ruega no utilizar la expresión 'no es casual que ......
Pese a todo, arriesguémonos: "no es casual que..." en los días de octubre de 1993 en que escribí estas líneas (y esto no carece de validez para marzo de 1994 en que son leídas (3) no es casual, digo, que en estos días se haya discutido ampliamente acerca del libro de Jaime Sánchez Susarrey, El debate político e intelectual en México (Grijalbo, México, 1993). Claro, ¡cómo va a ser casual, cuando se habían cumplido 25 años de los acontecimientos del 2 de octubre en Tlatelolco o cuando se produce la rebelión en Chiapas! Estas épocas son, además, aquellas
en que, a escala mundial, se ha comprobado el derrumbe estrepitoso del aparato que ocupaba un lugar en nombre de la utopía socialista, una época, la actual, en la que está a la vista en qué consistía lo que pomposamente se llamaba "el hombre nuevo".
Nadie, o pocos, discutirían actualmente, en cambio, sobre el nazismo (aunque quizás sea el caso dentro de poco tiempo). Al menos el nazismo no ocultó su proyecto genocida y además tuvo el triste mérito de haber sido consecuente con su programa explícito de exterminio. Todavía quienes lo sostienen se disculpan, por otra parte, de sus insuficiencias y se proponen cumplir más completamente ese programa la próxima vez, acontecimiento que no puede excluirse.
Según Sánchez Susarrey (4) "los intelectuales que adoptaron el proyecto revolucionario socialista tenían una visión de la labor del intelectual comprometido con las luchas populares. En este sentido, hablaban de la cultura como un campo en el que se enfrentaban, como en otros espacios, según la perspectiva marxista-leninista, las visiones liberadoras y las opresoras".
Hay dos puntos en que el debate que Sánchez Susarrey evoca nos interesa directamente, uno es estrictamente el del lugar del psicoanálisis en la cultura, otra, menos circunstancial, el de la forma en que se intentó dar cuenta, en función de concepciones facilitadas por la coyuntura ideológica de la década de los años sesenta vi setenta, acerca de la presunta cientificidad de] psicoanálisis. Y en ambos campos la referencia al nombre de Althusser ocupó un lugar destacado.
En cuanto al lugar del psicoanálisis en la cultura y la sociedad el debate no tenía nada de una conversación en la torre de marfil: la lucha de ideas estaba encarnada en prácticas cotidianas. Althusser formulaba al final de su artículo Freud y Lacan" (5) diversas preguntas, entre las cuales algunas se ubicaban en dicha dimensión social: "¿En qué medida los orígenes históricos y las condiciones económico-sociales del ejercicio del psicoanálisis repercuten sobre la teoría y la técnica analítica? ¿En qué medida, sobre todo, ya que esos son los hechos, el silencio teórico de los psicoanalistas sobre estos problemas, la represión teóríca que se infiere a estos problemas en el mundo analítico, afectan a la teoría y a la técnica analíticas en su mismo contenido?" (subrayados de Althusser) (p.79).
No deja de asombrarnos el hecho de que Althusser reproche a los psicoanalistas un "silencio teórico" cuando las preguntas que él formula se sitúan claramente en una dimensión ideológica, legítima quizás, pero exterior al campo científico que él mismo estaba intentando, explícitamente, acotar. Entonces, hoy tenemos que decir que la respuesta a esas preguntas, efectivamente intentada en la práctica, padeció 1) de un exceso y 2) de un desplazamiento. De un exceso, pues fue más allá de donde podía legítimamente responder, y de un desplazamiento pues respondió fuera de su campo y, así, confundió justamente todos los planos, y fracasó en todos a la vez: fracasó como respuesta política, y también como respuesta ideológica y como respuesta epistemológica. Y ese es el punto en que el debate nos encuentra -hoy.
Con la comodidad que nos da la perspectiva del tiempo transcurrido, quizás podamos situar ahora con cierta claridad los errores de quienes, como yo, participamos en el problema durante este cuarto de siglo.
II
En cierto momento, la relación ciencia-ideología planteada en términos de oposición excluyente "o bien ciencia, o bien ideología", derivada de los escritos de Althusser y sus discípulos, y su texto sobre la relación Freud y Lacan, la relación entre el psicoanálisis y el marxismo, tuvieron consecuencias en las luchas políticas e ideológicas en América Latina en general y en la Argentina en particular, así como en la manera de abordar los problemas del psicoanálisis en su relación con la ciencia.
Entre esas luchas ideológicas mencionemos que la relación entre ciencia y psicoanálisis, por un lado, y entre psicoanálisis y política, por otro, pudieron elaborarse "ideológicamente" de tal manera que ciertos sistemas de articulación (frecuentemente de oposición) anteriores como por ejemplo: psicoanálisis y materialismo, psicoanálisis y trabajo institucional en los problemas llamados de la salud mental, psicoanálisis y abordaje de las psicosis, cambiaron de configuración.
Así, citemos la oposición entre, por un lado, la articulación del
condicionamiento pavloviano (a la manera de Anokhin) con el conductismo molar (a la manera de Tolman), la teoría llamada de los niveles de integración (desplegada por el psicoanalista José Bleger), el materialismo histórico y una actitud política de sensibilidad a los problemas sociales del pueblo,
y, por el otro, el conglomerado constituido por
el psicoanálisis, el idealismo filosófico y una actitud de elitismo e indiferencia política.
Dicha alternativa, así planteada, reveló su inconsistencia como oposición ideológica y fue sustituido por otra en la que
ciencia - materialismo histórico - psicoanálisis - denuncia de las aberraciones de la atención de los problemas llamados de 'salud mental' - compromiso político,
llegaban a estar, aparentemente como nunca antes, del mismo lado contra los aparatos ideológicos y políticos de la opresión y permitían orientar en consecuencia la práctica cotidiana y la reflexión teórica.
Como dice Irene Herner 6): "¿Quién, que se considerara marxista en los años sesenta y setenta, podía evitar a Althusser?"(7). Y, en efecto, si estaba entre los "trabajadores de la salud mental" en esa época, en la Argentina, le sería difícil dejar de interesarse por su texto «Freud y Lacan".
Althusser, en ese texto, invita de hecho a sus lectores, los militantes de la izquierda (La nouvelle critique, en la que fue publicado por primera vez, era una revista de los intelectuales del Partido Comunista francés) a realizar «los grandes esfuerzos críticos y teóricos" necesarios para que "quien quiera hoy simplemente comprender el descubrimiento revolucionario de Freud" pueda 'atravesar (...) el inmenso espacio de prejuicios ideológicos que nos separa de Freud". Y el lector de esas líneas de Althusser podía reconocerse en esa coyuntura y verse como habiendo sido una 'de las primeras víctimas de la 'misma' ideología que 'esos prejuicios' denunciaban", es decir "la prodigiosa explotación ideológica que, objeto y víctima, debió sufrir el psicoanálisis" cuando esa ideología de izquierda, la confundió, (a esa ideologización) con 'el descubrimiento revolucionario de Freud, aceptando así, en los hechos, las posiciones del adversario, admitiendo sus propias condiciones y reconociendo en la imagen que les imponía (el adversario) la supuesta realidad del psicoanálisis". Así, Ias ideas 'dominantes' desempeñaron a la perfección su función de 'dominación', imponiéndose subrepticiamente a los mismos espíritus que pretendían combatirla?.
Althusser denunciaba, en 1964, con estos términos, que "toda la historia de las relaciones entre el marxismo y el psicoanálisis se basa esencialmente en esa confusión y en esa impostura" (p.55). Sí, retengamos esta palabra que está en la primera página de su texto: "esa impostura", pues se trata de una palabra central en el texto de su autobiografía póstuma y permite colocar de entrada la pregunta: ¿la impostura del autor permite sostener, al ser descubierta como un rasgo central de su vida, permite sostener, digo, la tesis de que sus formulaciones son, por esa impostura, carentes de pertinencia antes de todo examen de sus planteos? ¿0 bien, la invalidez de esas tesis debe demostrarse independientemente de la impostura de quien las sostenía?
En una situación en la que el esfuerzo convocado por Althusser había producido el fruto de superar el Inmenso espacio de prejuicios ideológicos" y se había encontrado a mitad de camino con un esfuerzo similar hecho por algunos psicoanalistas para romper con "la prodigiosa explotación ideológica que, objeto y víctima, debió sufrir el psicoanálisis", la Federación Argentina de Psiquiatras llegó a ser presidida por una psicoanalista de obediencia kleiniana que aseguraba no estar ya más dispuesta a tener que elegir, como había hecho antes, en su juventud, entre el marxismo y el psicoanálisis... y así fue como esta actitud nueva tuvo por consecuencia que Marie Langer, ex-analizante de Sterba, tuviera que exilarse en México en 1974, ante las amenazas de los paramilitares argentinos, así como había tenido que hacerlo en Uruguay y Argentina, muchos años antes, huyendo del nazismo europeo.
Para algunos, entre los que me cuento, los trabajos de Althusser tuvieron ese efecto. Aunque el sistema de oposiciones que proponía planteara algunas disyuntivas difíciles de compartir pude, modificando algunos aspectos sostener que hay ciertas elecciones que son forzosamente ideológicas y no por ello son necesariamente desdeñables: por ejemplo, la opción en contra de lo que llamaré, con deliberada vaguedad, las injusticias. Esto desdoblaba la cuestión de la ideología y, como lo sostenía en una nota de un artículo sobre el problema de los métodos en psicología, la ideología de la que se hablaba era distinta en la oposición ideología-ciencia en sentido epistemológico de la oposición, por otra parte, en sentido político, entre ideologías de clase variadas (8). La cuestión así desplegada planteaba en el campo de la epistemología la problemática del desconocimiento como rasgo obligado de las nociones ideológicas y la del conocimiento de su objeto como propia de las disciplinas científicas. Estas podían así incluir al psicoanálisis, al que yo, ahora lo puedo decir, ahora me lo puedo decir, necesitaba ideológicamente, sí, ideológicamente, poder situar en el campo de las ciencias, porque en caso contrario, pensaba con ingenuidad, ¿cómo optar por él? A partir de eso, la aplicación de las concepciones postbachelardianas (Canguilhern, Althusser) hacía el resto: introducción de la concepción de la ruptura epistemológica propia de la fundación de una disciplina científica, prehistoria ideológica de la misma, exterior ideológico al campo así abierto, sistemas de transformaciones precientíficas que maduran el momento sin retorno de la fundación, sistemas de transformación en el interior de la ciencia fundada que producen reformulaciones o refundiciones, sistemas de conceptos articulados, articulación de práctica-teoría-objeto- y técnica... Parecía no haber alternativas: o se podía sostener esto, y una lectura primera permitía afirmarlo, o bien todo el campo caía en la ideología y era un sistema más de desconocimiento que se agregaba a la serie preexistente.
La intervención de Althusser desplegaba y desarrollaba una tradición epistemológica francesa original, en la que se destacan los nombres de Bachelard, Canguilhem y Foucault (9). Compartían éstos, más allá de sus diferencias, algunos rasgos comunes, como la oposición abierta, deliberada, a las concepciones positivistas en el campo científico y una crítica a las epistemologías continuistas y evolucionistas acerca de la historia de las ciencias (que dominaban, en la década del 60, en las instituciones, sin distinción de regímenes sociales y políticos, «desde la Universidad de Yale a la Academia de Ciencias de Moscú" (10)). En dicha tradición, por otro lado, y esto es lo fundamental, se rechazaba esa especie de imperialismo filosófico a partir del cual se debían deducir las condiciones de las ciencias, y pasaba, en cambio, al primer plano el efectivo desarrollo desigual de las ciencias particulares y la realidad de sus prácticas distintas, de sus objetos propios y de sus dispositivos experienciales específicos.
Pero, con estas formulaciones, persistía una ambigüedad consistente en que era posible, a partir de ellas; tanto ser consecuente con el respeto por lo que se podría llamar la epistemología regional o particular de cada praxis o disciplina..., como caer, contradictoriamente, como Althusser reconoció que le ocurrió con su "teoría de la práctica teórica", en la construcción de otro sistema más de prescripciones imperativas, que se constituía así en una preceptiva ideológica que se adjudicaba la capacidad de pontificar acerca de la condición de práctica científica de una actividad particular.
En resumen: si se era consecuente con: a) el respeto por la especificidad de cada práctica, b) la concepción del discontinuismo (11) y la ruptura epistémica; c) el reconocimiento de un campo propio de una experiencia articulado con un objeto y una elaboración doctrinal y teórica, entonces esta doctrina brindaba criterios que resultaban auspiciosos para dar cuenta de la praxis psicoanalítica.
Ahora bien, Althusser adjudicaba, por otra parte, a Lacan, en ese texto (p.56), la inauguración en Francia de un "trabajo de crítica ideológica" en la cual 1) "(rechazaba) la cobertura ideológica, como una grosera mistificación"; 2) (evitaba) "los equívocos del revisionismo psicoanalítico" a la manera norteamericana), 3) (producía una) "elucidación epistemológica" y 4) (realizaba un) "serio trabajo de crítica histórico-teórica para identificar y definir en los conceptos (12) que Freud tuvo que emplear la verdadera relación epistemológica que existe entre esos conceptos y el contenido pensado en ellos". Para Althusser.
Si el psicoanálisis es una ciencia, pues es la ciencia de un objeto propio, es también una ciencia según la estructura de toda ciencia: posee una teoría y una técnica (método) que permiten el conocimiento y la transformación de su objeto en una práctica científica. Como en toda ciencia auténtica constituida, la práctica no es lo absoluto de la ciencia, sino un momento teóricamente subordinado (subrayado MP); el momento en que la teoría, convertida en método (técnica), entra en contacto teórico (conocimiento) o práctico (la cura) con su objeto propio (el inconsciente) (p.61) (13).
Semejantes formulaciones ofrecían al psicoanálisis, desde esta perspectiva epistemológica, la posibilidad de sostener que poseía la configuración "teoría-objeto-práctica-técnica" propia de toda ciencia. Pero, para Althusser, como acabarnos de ver, todo se subordinaba a la disponibilidad de una teoría:
La práctica analítica no posee todos los secretos del psicoanálisis: conserva solamente una parte de su realidad, aquella que existe en la práctica. No conserva sus secretos teóricos. Si esta tesis es exacta, la técnica -método- tampoco posee los secretos del psicoanálisis, salvo, como todo método, por delegación de la teoría, no de la práctica. únicamente la teoría conserva esos secretos, como en toda disciplina científica (p.61) (subrayados MP).
La afirmación de Freud de que la teoría otorgaba al psicoanálisis la condición de ciencia basada en un fundamento riguroso es tomada literalmente, según Althusser, por Lacan, quien entonces, siempre según él, extrae la consecuencia de
Volver a Freud para buscar, discernir y cernir en él la teoría de la que todo lo demás, tanto la técnica como la práctica, ha surgido por derecho.
Sin embargo, podemos decir, por nuestra parte: ¿cómo conciliar esta primacía subrayada por Althusser de la dimensión teórica y por lo tanto de las abstracciones generalizadoras ("un sistema riguroso de conceptos abstractos", p.58), con la reiterada referencia de Lacan acerca de la primacía de la singularidad, con la subrayada consideración prioritaria de la particularidad de cada caso y con la posición ética del psicoanalista que consiste en* el cumplimiento de la consigna de suspender todo saber referencial en el abordaje clínico y la dirección de la cura, orientada en referencia a la exquisita singularidad del deseo del sujeto? ¿Con qué fundamentos sostener que el "retorno" es a la teoría de Freud, aunque ella fuera "madura y joven", cuando el ternario permitirá situar la dimensión ética de la doctrina psicoanalítica de la singularidad, anudándola sin falsas jerarquías con las formulaciones teóricas transmisibles, no aplicadas (14) sino siempre puestas a prueba, de hecho, en cada caso, en el orden del real de la clínica con el que los otros dos están anudados? Vemos que en cada consistencia del ternario está presente ineludiblemente la insistencia en la singularidad sin que ésta impida producir escrituras del caso que se ponen en diálogo con experiencias posteriores, en serie... y por ello serias.
Es cierto que si es fácil criticar de este modo las formulaciones de la época citada es porque lo hacemos con el resultado de un recorrido amplio de la enseñanza de Lacan y con una escritura del ternario que es la del nudo borromeo que no corresponde forzosamente al estado que tenían en 1964 las elaboraciones de la enseñanza lacaniana de que entonces disponíamos. También es cierto que Althusser conocía en esa época sobre todo los textos lacanianos de la década previa, dominada en cierta medida por una referencia a la primacía del simbólico. Veremos cómo esto se daba, sin embargo, justamente en el momento en que Lacan ofrecía alternativas que diferían de las elaboraciones teóricas de Althusser sobre la oposición teoría-ideología (15).
La línea teórica preexistente a los aportes de¡ retorno lacaniano a Freud, mencionado por Althusser, consistía, en algunos sectores del psicoanálisis en Argentina en referencias al materialismo, a la teoría de los niveles de integración (16), al Freud del apuntalamiento o la anaclisis, a la "palabra plena" y la "intersubjetividad", legibles de un modo descontextualizado en formulaciones de Lacan. Pero conviene agregar en este punto que Lacan diría luego, en 1967, marcando su conciencia del malentendido vigente:
¿Quién, 'en caso de' tener alguna visión sobre la transferencia, podría dudar que no hay referencia más contraria a la idea de la intersubjetividad?
A tal punto que podría asombrarme de que a ningún clínico [practicien] se le haya ocurrido hacerme de ello objeción hostil, o incluso amistosa. Me hubiera dado así la oportunidad de marcar que estaba bien que él pensara en ello, que debí recordar primero lo que implica de relación intersubjetiva el uso de la palabra. Es por lo que en cada momento de mis Escritos indico mi reserva sobre el empleo de la citada intersubjetividad por esta especie de universitarios que no saben arreglárselas con su suerte más que enganchándose a términos que le parecen levitatorios, a falta de captar su conexión allí donde ellos sirven (17).
De igual manera, una lectura suficientemente lúcida hubiera podido encontrar en Lacan ya a fines de 1965 (si los documentos pertinentes hubiesen circulado, cosa que no ocurría entre nosotros), respuestas que, frente al "Freud y Lacan" de Althusser, permitirían superar las limitaciones y el encorsetamiento impuestos por la oposición ciencia-ideología. Se hubiera podido afrontar entonces la improbable aplicación al psicoanálisis de ciertos conceptos rigurosos acerca de la ciencia sin que, por diferenciarse de ésta, esa práctica cayera, como única alternativa, en la dimensión de una actividad de encubrimiento-desconocimiento ideológico. Tener al campo de las ciencias en el horizonte, como interlocutor privilegiado y como fuente de instrumentos importables a su propio dominio, no habría impedido que la especificidad analítica quedara también diferenciada, por otro lado, de la religión, la magia o la superstición.
Quizás hubiéramos debido darnos cuenta antes de todos estos problemas. Lo cierto es que no pudimos. Sin embargo, ya en 1965, Oscar Masotta publicaba en Córdoba, argentina (18), lo que había sido su conferencia sobre Lacan en el Instituto Pichón Rivière de Psiquiatría Social, el 12 de marzo de 1964. Pero eso tampoco le impedía a él mismo publicar, en 1969, bajo el nombre de El inconsciente freudiano y el psicoanálisis francés contemporáneo (19) una colección de artículos en que se codeaban Green, Laplanche, Pontalis y Leclaire, inmersos en esa confusa noción de un "psicoanálisis francés contemporáneo". Por otra parte, un año más tarde la misma editorial argentina publicaba, atribuidos a Lacan, los resúmenes de Pontalis de dos seminarios (1957-58 y 1958-59) (20). Allí Masotta señalaba, al presentar esos textos, que en "el psicoanálisis francés el pensamiento de Lacan se generaliza" mientras "nosotros partimos de cero". Y en efecto, en cero estábamos cuando creíamos, en 1970, que esos eran los seminarios de Lacan y cuando Pontalis aparecía como un discípulo de él. Estas son algunas indicaciones que, sin servir de coartadas, permiten apreciar hasta qué punto Masotta no exageraba al hablar del "cero" que definía nuestro nivel de claridad. Y agreguemos que para entonces los Ecrits no habían sido puestos a circular en español cosa que, parcialmente, ocurriría en 1971, y que, además, no encontrarían una edición integral (con persistentes problemas de confiabilidad) sino hasta 1984.
Qué decir, por otra parte, de nuestra ignorancia sobre lo que estaba En juego, como problema de escuela, en la circulación de redacciones deficientes de los seminarios. Aún en nuestros días, se puede sostener que hay, aparte de la circulación reservada entre los miembros de la e.l.p., un solo seminario editado que se puede volver confiable, el de La transferencia en su disparidad subjetiva, su pretendida situación, sus excursiones técnicas, y eso sólo en francés y solamente para el caso de los lectores que tomen la precaución de corregir la redacción de J-A. Miller, editada por Seuil, adquiriendo (y utilizando) un ejemplar de la colección de 170 páginas (21) de modificaciones que deben introducirse en la redacción familiar para poderla volver legible, y transformarla en un texto, ahora sí, establecido y adjudicable a Lacan.
III
Althusser dice que Ia juventud de una ciencia es su edad madura: antes de esta edad esa ciencia es vieja, antes tiene la edad de los prejuicios de que vive, como un niño vive los prejuicios, o sea la edad, de sus padres. Que una teoría joven, por tanto madura, pueda volver a la infancia, o sea a los prejuicios de sus mayores y de su descendencia, es un hecho atestiguado por toda la historia del psicoanálisis". Dejando, por un momento, de lado la referencia a la ciencia, que es, justamente, lo que ahora podemos abordar de otra manera que la de hace veinte años, se pueden parafrasear estas expresiones para darnos cuenta del trabajo que nos costó, que me costó, poder llegar a la juventud madura del abordaje de lo que está en juego en esta actividad que sin ser una disciplina científica no por ello puede descalificarse, ni sostener que produce una simple acumulación de proposiciones carentes de rigor, donde por valer todo, nada podría sostenerse salvo religiosamente.
Releído en nuestros días el texto clave de Althusser sobre la relación entre el marxismo y el psicoanálisis que permitió en su tiempo un vuelco en la calidad de las discusiones teóricas de los militantes socialistas, "Freud y Lacan" muestra una oscilación clara entre dos polos. Por un lado el artículo pudo propiciar una lectura que sintonizara con la teoría de los niveles de integración y con la posición laplancheana basada en la anaclisis freudiana (22), por el otro anuncia una posición diferente, esta última claramente lacaniana.
La coyuntura teórica y las confusiones de los protagonistas favorecieron durante un tiempo la primera lectura que por otra parte correspondía a la coexistencia hasta 1964 en la SFP (Société Française de Psychanalyse) de dos líneas doctrinales diferentes y, en realidad, antagónicas: la de Lagache y la de Lacan con sus respectivos discípulos. La exclusión de Lacan de la lista de didactas franceses de la IPA, el 13 de octubre de 1963, habría de aclarar las cosas y permitirle al mismo Lacan abandonar cualquier clase de consideraciones prudentes orientadas por el deseo de no excluirse de lo que hasta entonces era, sin alternativas, la comunidad de los analistas, derivada del linaje institucional de Freud. Después de esa fecha las naves habían sido quemadas.
Entre 1967 y 1973 estas consideraciones que hoy puedo formular, creo que con suficiente claridad, estaban fuera de mi alcance. Las intervenciones críticas frente a la psiquiatría (la llamada "antipsiquiatría") y las posibilidades de dar cuenta de la práctica del psicoanálisis en una epistemología materialista de raigambre postbachelardiana que reconociera en ella una práctica científica eran por entonces las elaboraciones más estimulantes y dominaban la escena (23).
La publicación, en 1970, de la traducción francesa de Psiquiatría y antipsiquiatría de David Cooper, por la editorial Seuil, en la colección "Champ Freudien", dirigida por Lacan, parecía confirmar para los "lectores nuevos" (24) que en aquella época constituíamos, que esas ideas eran compartidas por la EFP. No nos fue posible fundar una alternativa dotada del esclarecimiento que la perspectiva del tiempo puede hoy darnos y que en aquella época nadie tenía, al menos entre los lectores embanderados en la causa de los trabajadores de la salud mental. La misma editorial francesa Seuil, publicaba en ese mismo año de 1970, L' institution en négation, el libro del equipo antipsiquiátrico de Franco Basaglia, activo en Gorizia, Italia. Tal era por entonces el clima ideológico. Y digo "ideológico" pues la palabra puede seguir pronunciándose, su lugar en la tópica nocional es lo que, en cambio, ahora puede cuestionarse desde otra perspectiva, como ya lo anunciaba en 1973 el descubrimiento de la insuficiencia de esa concepción para diferenciar planos epistemológicos y políticos y ahora, más incisivamente al poder criticarse las limitaciones de su oposición simplista y exclusiva con la ciencia (25).
La explotación ideológica del psicoanálisis, que había arrastrado en sus consecuencias a los psicoanalistas institucionalizados y confundido a los marxistas que la tomaban por el auténtico producto del descubrimiento freudiano, tenía además, para Althusser, en el texto que citamos, su manifestación en la caída en el biologismo, el psicologismo y el sociologismo. La "madurez joven" del psicoanálisis inventado por Freud se habría perdido así al caer en el infantilismo senil de los prejuicios contra los que Freud produjo su descubrimiento. Y allí, frente a eso, frente a los que degradaban ese hallazgo conciliando con "la psicología conductista (Dalbiez) (26), fenomenológica (Merleau-Ponty) o existencialista (Sartre), la bioneurología más o menos jacksoniana (Ey), la 'sociología' de tipo 'culturalista' o 'antropológica' (Kardiner, Margaret Mead, etc.), la filosofía (el 'psicoanálisis existencial' de Sartre, el 'Daseinanalyse' de Binswanger, etc.), frente a todas esas sirenas que atraían con su canto a los psicoanalistas ofreciéndoles a cambio de un "pacto de coexistencia pacífica" la posibilidad de un reconocimiento en la cultura vigente, y de una salida del "ghetto teórico", los analistas, decía Althusser, "no advirtieron el aspecto sospechoso de ese acuerdo, creyendo que el mundo se inclinaba ante sus razones -cuando eran ellos mismos los que se inclinaban, bajo los honores, ante las razones de ese mundo- prefiriendo sus honores a sus injurias".
Allí, para Althusser, interviene Lacan y lo que éste realiza es, según él, la afirmación de que Freud ha fundado una ciencia. Una ciencia, entonces, que se opone a una ideología, incluida la ideologización de la recuperación bio-psico-socio-filosófica de esa ciencia. El lee, así, el retorno a Freud como una recuperación de la madurez joven de la ciencia desde y contra el infantilismo senil de la recaída ideológica.
Para poder sostener esa posición Lacan debía pues disponer de "una lucidez y una firmeza fuera de lo común" que le permitiera "rechazar todos los asaltos de la devoradora hospitalidad de las disciplinas mencionadas". Cuánta fuerza se necesita... eso lo sabe, dice Althusser, (seguramente basado en su propia experiencia) todo aquel que "al menos una vez en la vida, haya medido la necesidad de seguridad (teórica, moral, social, económica) es decir la inquietud de las corporaciones (cuyo status es indisolublemente científico-profesional-jurídico-económico) amenazadas [ ... ] por la aparición de una ciencia que, por poca adhesión que suscite, amenaza conmover las fronteras existentes, o sea modificar el statu quo de varias disciplinas".
He aquí pues el texto con que Althusser permitía la confluencia de marxistas y psicoanalistas: bastaba adjudicarle la condición de ciencia, la fuerza del conocimiento, para que el psicoanálisis cuestionara a las corporaciones y sus intereses económicos, jurídicos y profesionales, y las amenazara "en su confort por la aparición de una disciplina singular que obliga a cada uno a interrogarse no sólo sobre su propia disciplina, sino sobre sus razones para creer en ella, es decir para dudar de ella".
Este texto fascinante... produjo efectivamente cierta fascinación. Hoy podemos decir que hay en él una enorme fuerza ideológica (otra vez, la designación dice lo que dice): la de dar a los intelectuales pequeño-burgueses la idea de que les bastaría con ser consecuentes con la dimensión científica de su disciplina para estar, con sólo ello, incorporados en la noble y grande tarea política de cuestionar los privilegios y combatir la injusticia, frente a la complicidad de las corporaciones profesionales, aliadas del poder político y jurídico de clase. Y, al mismo tiempo, la posibilidad de sentirse integrantes de la elite que es capaz, como pocos, de interrogarse sobre su disciplina y las razones para creer o dudar de ella.
Creo que debemos reconocer que hay en esto una buena parte de verdad. Pero ese peso de verdad aumentaría, quizás, si le reconocemos al mismo tiempo con más fuerza sus límites. Nada hay en el psicoanálisis que le garantice la atribución de semejante fuerza revolucionaria, en ese plano. En todo caso deberían desplegarse las enormes y complejas intermediaciones necesarias para permitir una utilización social y política de sus descubrimientos y al mismo tiempo reconocer que la lucha política tiene también su propia especificidad, que el psicoanálisis no puede proponerse, sin ideologizarse, sustituir. Se puede sostener firmemente, en cambio, que toda práctica de transformación social, realmente interesada en ésta, no puede prescindir de los hallazgos de¡ psicoanálisis sobre el deseo o sobre el narcisismo, por ejemplo, so pena de privarse de un instrumento de interpretación y, con ello, de ver reaparecer los problemas que se pretendía dar por inexistentes a golpes de decretos o declaraciones voluntaristas. Y si no, leamos los periódicos de cada día. Eso no impide, tampoco, que también en los periódicos de cada día podamos leer la reaparición obstinada de los problemas que otro voluntarismo, no menos unilateral, había sentenciado como desaparecidos en un supuesto «fin de la historia".
Esto es lo que podemos decir en cuanto a los efectos esperados en el campo de la lucha política, supuestamente progresista. Pero nos interesa más el otro plano de la discusión, el que ponía en juego las cuestiones epistemológicas. La construcción althusseriana estaba basada en la oposición de ciencia e ideología y en la concepción de que se trataba de retornar a la ciencia freudiana madura y joven a partir de su decadencia en el infantilismo senil de la ideología freudista y sus prejuicios (27). También en este plano se puede considerar cierta dimensión todavía vigente de la posición postbachelardiana de Althusser, con la salvedad de que ella debe integrarse en una concepción que la trastorna totalmente al romper la dicotomía de la que parte. Lacan en efecto elabora una distribución de cuatro dominios diferentes (magia, religión, ciencia y psicoanálisis) según la forma en que afrontan y organizan la cuestión de la referencia causal y la articulación entre verdad y saber. Esto lo hace Lacan muy poco después de la aparición del artículo de Althusser, cuando pronuncia el día 1 de diciembre de 1965, la "lección de apertura" de su seminario El objeto del psicoanálisis [L' objet de la psychanalyse], discurso que fue publicado en los Escritos (1966) con el título "La ciencia y la verdad".
Ya hemos mencionado la coexistencia de dos lecturas de Freud por parte de Althusser. Así éste sostenía, por ejemplo, que
Allí donde una lectura superficial u orientada de Freud no veía más que la infancia feliz y sin leyes, el paraíso de la "perversidad polimorfa", una especie de estado de naturaleza escandido solamente por fases de aspecto biológico, vinculadas a la primacía funcional de una parte del cuerpo humano, lugares de necesidades "vitales" (oral, anal, genital), Lacan ve la eficacia del Orden, de la Ley, que acecha desde antes de su nacimiento a todo hombrecito por nacer, y se apodera de él desde su primer grito, para asignarle su lugar y su rol, por consiguiente su destinación forzada (p. 72).
y también que
Hay, pues, dos grandes momentos: 1) el del imaginario (preedípico); el del simbólico (resuelto el Edipo) [ ... ]. El punto central, esclarecido por Lacan, es que esos dos momentos están dominados, gobernados y marcados por una única Ley, la del simbólico (p. 71).
Sin embargo, hay formulaciones que no son del todo consecuentes con esta concepción:
Lacan ha mostrado que este pasaje de la existencia (puramente en el límite) biólogica a la existencia humana (hijo de hombre) se efectuaba bajo la ley del Orden -que yo llamaré Ley de la Cultura) ... (p.70)
Aquí hay un aparente "después" de la cultura que produce un «pasaje" de lo biológico a lo humano, contrapuesto con la presencia de la referencia a que eso ocurre «desde el primer grito" que hemos encontrado en otra formulación. En la misma dirección, leemos:
... el objeto del psicoanálisis [ ... ] (es) aquello con que se enfrenta la técnica analítica en la práctica analítica de la cura, es decir, [ ... ] los efectos prolongados en el adulto superviviente de la extraordinaria aventura que, desde el nacimiento hasta la liquidación del Edipo, transforma a un animalito engendrado por un hombre y una mujer en un ~o niño humano. (p.66)
Coherentemente, se referirá a:
... los «efectos" actuales, en los supervivientes, de la "hominización" forzada del animalito-humano. (p.70)
Y, más adelante:
Todo lo que adviene a la cura se juega en el lenguaje y por el lenguaje [ ...] el papel efectivo del lenguaje en la cura, a la vez materia prima de la práctica analítica y medio de producción de sus efectos (como dice Lacan, el pasaje de una "palabra vacía" a una «palabra plena") . - - (p.70).
Esta elaboración de Althusser remite a expresiones que se encuentran, en efecto, en la época en que Lacan promueve el simbólico y opone "palabra vacía" y «palabra plena", en que esa producción en movimiento podía ser entendida por lectores desprevenidos (¿quién no lo era en América latina en esa época?) en un estado que permitía pensarla en términos referidos a la "plenitud" propia de una topología esférica, no totalmente abandonada. Hay en esta comprobación la manifestación de las dificultades que nos ofrece siempre una lectura cuando no coloca un texto en su contexto, en su coyuntura y en la articulación del movimiento de su producción.
Sobre estas bases podemos pensar en nuestra, en mi, lectura insuficiente. Así la escritura de aquellos años lleva la marca de esa insuficiencia y de la coyuntura ideológica y también editorial del momento. Así, Psicología, ideología y ciencia, editado a mediados de 1975 por Siglo XXI con textos de 1973, ya había envejecido, para mí, en diciembre de ese mismo año. Seguía allí, y ha seguido allí como testimonio de una posición fechada en el debate epistemológico, un debate que aún continúa, y también como un instrumento dotado de algunos efectos interesantes en la crítica de la psicología académica, pero inadecuado para afrontar la cuestión del psicoanálisis.
La lectura actual puede ser efectuada y, de hecho, es realizada con otros Ojos. En efecto, ocurrieron muchas cosas después de aquellas elaboraciones: en 1973 apareció en francés la redacción de Miller del seminario "Xl", correspondiente al año 1964; en febrero de 1975 pudimos tener acceso a las redacciones de los seminarios "l" (de 1953-1954) y "XX" (de 1972-73). El trabajo sobre esos seminarios, apenas publicados, en versiones cuyo carácter problemático todavía ignoraríamos por el tiempo de casi una década, me permitió sostener al llegar a mi exilio mexicano, el 25 de diciembre de 1975, ante el asombro de los otros autores, que esos textos de Psicología, ideología y ciencia, publicados apenas seis meses antes habían ya envejecido (del lado del psicoanálisis) y, por incorrectos, deberían, ya para entonces, haber sido objeto de una reescritura. Luego vinieron la experiencia de los encuentros del exilio, la lectura de los seminarios en versiones variadas, inéditas y no establecidas aún hoy (28), hasta completar el recorrido de la enseñanza de 1953 a 1980, terminado en su primera vuelta en 1982, el feliz hallazgo de la revista Littoral en 1981, el no menos feliz encuentro con su comité de redacción en 1982, los seminarios en México de sus integrantes, el libro de Allouch Lettre pour lettre (29) en 1984, el descubrimiento de lo que estaba en juego en la cuestión del establecimiento de los seminarios y la dudosa contabilidad de las versiones editadas oficiales de ellos, y, al fin (nuevo principio), la fundación de la école lacanienne de psychanalyse (e.l.p.) en 1985... He aquí los elementos fundamentales de la construcción de una nueva mirada posible sobre el artículo de Althusser que hoy revisitamos.
Sin embargo, los elementos fundamentales para superar los límites que la lectura de Althusser podía darnos para abordar la estricta especificidad de la práctica psicoanalítica estaban ya dados, en francés, con la publicación de "La science et la vérité" en 1966 en los Écrits y con su edición en español en 1971. Podía abordarlos quien tuviera la mirada apropiada, o sea la trama simbólica, "el escrito" con el cual leer "lo escrito", en la América de habla hispana de esa época. El historiador sabrá pesquisar y quizás descubrir la posible existencia de ese personaje meritorio (30).
Sigue en la Segunda Parte ---->
Notas
(*) Este trabajo fue realizado para un Coloquio inicialmente previsto para el mes de octubre de 1993. En esa época aparecía en Francia un volumen de textos de Althusser vinculados con el análisis, muchos de ellos inéditos hasta entonces. No he tomado en cuenta para esta redacción esos elementos pues lo que aquí me interesa destacar es el efecto que tuvo hace un cuarto de siglo la influencia de las elaboraciones que entonces circulaban entre nosotros.
En cambio, en cuanto se refiere a Lacan lo que subrayo es como ya en esa época su enseñanza se encaminaba hacia otra dirección que desembocaría en una posición epistemológica muy diferente, para el psicoanálisis, a la de Althusser. Se ha señalado cómo Lacan estaba muy adelantado con respecto a sus propios discípulos: cuando los Ecrits aparecieron en 1966 Lacan avanzaba hacia sus "matemas de los discursos" que luego de 1972 darían paso a los efectos de la topología borromea y a una nueva elaboración de la relación con Freud, en particular en torno a la introducción de la reescritura del Inconsciente como Unebévue.1. Citado por E. Roudinesco, Histoire de la psychanalyse en France- 2, Seuil, París, 1986, p.424.
2. J: Lacan, "Un homme et une femme ... ", inédito, probablemente de 1972. Texto que había sido, según un testimonio, destinado a su publicación en Scilicet fue retirado por el autor.
3. El coloquio «Louis Althusser, In Postura... », en el que se presentó este trabajo, estaba anunciado originalmente, como dijimos, para octubre de 1993. Fue realizado efectivamente en marzo de 1994.
4. El Nacional, Cultura, México, 18 de agosto de 1993, pp. 9-10.
5. L. Althusser "Freud et Lacan", La nouvelle critique, 161-162, París, diciembre 1964-enero 1965 (En español, "Freud y Lacan", en Estructuralismo y psicoanálisis. Nueva Visión, Buenos Aires, 1970, PP. 53-81. Las páginas citadas en adelante corresponden a esta edición).
6. El Financiero, México, 13 de agosto de 1993, p. 50.
7. Respuesta: iii los marxistas rusos o soviéticos (si se prefiere)!!! Véase si no lo que dice Yuri Afanasiev, historiador ruso, ex-redactor jefe de la revista Kommunist, en su exposición ante la Universidad de Michigan, en el seminario Perestroika and Soviet Culture página 539 (citado por José María Alponte, EI Nacional México, 29 de septiembre de 1993):
Somos la tercera generación de historiadores soviéticos que aparece totalmente ignorante de las mayores corrientes del pensamiento humanístico y social del extranjero. Hemos vivido sin Durkheim, Mosca, Weber, Toynbee, Freud, Ortega y Gasset, Croce, Spengier, Braudel, Sorokin, Marcuse, Collingwood, Jaspers, Althusser Jacobson, Saussure, Trubetskoy, Boas...
8. Hoy hasta Octavio Paz habla de "clases acomodada". Véase su artículo sobre la crisis de Chiapas aparecido en el diario mexicano La Jornada, enero de 1994.
9. Cfr. D. Lecourt, Pour une critique de l'épistémologie. François Maspero, París, 1971.
10. Op. cit., p. 7.
11. Cabe destacar que esta discontinuidad, en la línea bachelardiana, no es sólo histórica entre concepciones preexistentes y una elaboración nueva, sino entre un conocimiento, un saber común, v el conocimiento científico. El objeto de una ciencia no está en continuidad con la percepción empírica, es un artificio, un artefacto, un resultado de la intervención conceptual de la ciencia, una producción circunscripta de fenómenos cuyo conocimiento habrá de producirse. En el psicoanálisis la formulación lacaniana de las "formaciones del inconsciente es, desde está perspectiva, no simplemente un observable, sino el discernimiento de un objeto por medio del artefacto, que implica los efectos de la transferencia, ella misma concepto de la teorías y la doctrina analítica Sobre el "artificialismo" como rasgo de las ciencias confróntese Lecourt, op cit., p.30 y Bachelard, Le rationnalisme appliqué (1949), PUF, París, 31 edición 1966 (hay edición en español: El racionalismo aplicado, Paidós, Buenos Aires, 1978).
12. Para quien pudiera creer hoy que esta referencia a los 'conceptos" es exclusivamente althusseriana y no pertenece a Lacan, vale la pena consultar, entre otras fuentes, la estenotipia del seminario de Los fundamentos del psicoanálisis, de 1964.
13. Véase una elaboración actual sobre el método y la técnica, totalmente independiente de estas formulaciones althusserianas en: Jean Allouch, Freud, et puis Lacan, EPEL, Paris, 1993 (en español- Freud y después Lacan, EDELP. Córdoba [Argentina), en prensa).
14. La categoría de la aplicación es, en cambio, correlativa de la primacía que Althusser atribuye a la teoría frente a la cual la clínica y la singularidad es subordinada a la aplicación de aquélla. Así Althusser dice: "las 'abstracciones' del psicoanálisis son los auténticos conceptos científicos de su objeto (y) ... contienen en sí mismas ... la medida misma ... de su relación con lo concreto de su aplicación, habitualmente llamada práctica analítica (pp. 76-77), y también: "La teoría psicoanalítica puede damos ( ... ) aquello que hace de toda ciencia una ciencia y no pura especulación: la definición de la esencia formal de su objeto, condición de posibilidad de toda aplicación práctica, técnica, sobre sus mismos objetos concretos» (p.76). Althusser insiste, en la misma página: "... ninguna ciencia puede prescindir de la abstracción, incluso cuando en su «práctica (que no es, tengámoslo presente, la práctica teórica de esta ciencia, sino la práctica de su aplicación concreta) sólo se ocupa de esas variaciones singulares y únicas que son 'dramas' singulares" Subrayados de Althusser). Como se ve aquí los objetos concretos se vuelven el campo de la aplicación práctica y los dramas singulares, "variaciones" sobre los cuales se aplica una "abstracción". Probablemente antes de Lacan (y su lectura del caso en Freud) no se podía pensar de otra manera... para quedar en el campo de una disciplina que no fuera superstición magia, religión o filosofía. En cambio, para el psicoanálisis lacaniano cada caso es la presentación de una emergencia singular que, al mismo tiempo, pone una y otra vez a prueba la validez de algunas generalizaciones transmisibles teóricas producidas por la experiencia anterior, que no se "aplican" (pues constituyen un saber referencias), al caso singular, pero que este puede "desmentir", "falsear" en sentido poppereano. Véase la lectura del caso Hamlet con el grama o grafo lacaniano, escritura transmisible que constituye un sedimento teórico cuya fecundidad es puesta a prueba en esa lectura.
15. Véanse los seminarios de Lacan de los años 1964a 1966, y en particular "La ciencia y la verdad", en los Finitas.
16. J. Bleger, Psicología de la conducta, Eudeba, Buenos Aires, 1963.
17. J. Lacan, "Proposition du 9 octobre 1967", primera versión, Analytica 8, Ed. Lyse, París, 1978.
18. 0. Masotta, "Jaques Lacan y el inconsciente en los fundamentos de la filosofía», Pasado y Presente 1, Córdoba (Argentina), 1965.
19. J. Laplanche, S. Leclaire, A. Green y J.B. Pontalis, El inconsciente freudiano y el psicoanálisis francés contemporáneo, Nueva Visión, Buenos Aires, 1969.
20. J. Lacan (¡sic!), Las formaciones del inconsciente, seguido de "El deseo y su interpretación", textos introductorios de Ch. Melman, J. Miel y J. Reboul, Nueva Visión, Buenos Aires, 1970.
21. e.l.p., Le transfert dans tous ses errata, EPEL, París, 1991.
22. J. Laplanche, Vida y muerte en psicoanálisis, Amorrortu, Buenos Aires, 1973.
23. En el coloquio "La locura" realizado por la e.l.p. en México, en 1989, se pudo observar como la posición antipsiquiátrica seguía estando presente y activa en algunos sectores de los asistentes.
24. Cfr. «Ouverture de ce recueil» en los Écrits de Lacan y en su traducción española a partir de 1984.
25. Por ejemplo, no deja de ser fecundo diferenciar: a) la ideología freudista (caso Fromm) de b) el campo freudiano (con su posibilidad de la emergencia de posiciones diversas, entre ellas la lacamana, incompatible con otras).
26. Todavía en 1967 Lacan debe confrontarse en su seminario L' acte psychanalitique con la referencia a Daibiez. Althusser escribe esto, recordémoslo, en 1964.
27. Freudiana y freudista no es aquí una referencia althusseriana sino de nuestros días, a la luz de nuestras preocupaciones actuales acerca de la existencia de un "campo freudiano", que no puede impedir una deriva "freudista" de la IPA, olas formas de deserción del psicoanálisis propias del frommismo o las del caso de Rank... pero que tampoco impide el despliegue de la posición lacaniana.
28. Cfr. M. Pasternac, "Puntuación y inst(des)titución", en: Varios autores, Puntuación y estilo en psicoanálisis, Ed. Sitesa, México, 1991.
29. Ahora disponible en español: J. Allouch, Letra por letra, traducción M. N. y S. Pasternac, EDELP, Córdoba (Argentina), 1993.
30. Me refiero aquí exclusivamente al ámbito psicoanalítico. En los planos político, ideológico y filosófico existieron, sin duda, esos "personajes meritorios". En prueba de ello cfr., por ejemplo, en la revista Los libros, 4, Buenos Aires, octubre de 1969, los artículos "El Marxismo antihumanista» de José Aricó; «Althusser, límites de un pensamiento» de Oscar Terán; "Leer El Capital" de Raúl Sciarreta, "Lectura de la lectura" de Juan Carlos Indart.