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3° parte
25 de julio 1998
Algunos problemas en la transmisión del psicoanálisis
Ya he señalado mas arriba algunos ejemplos de situaciones que, de alguna manera "sostienen" la denuncia de Sokal.
"Sostienen" en el sentido de que son ejemplos de cierto tipo de imágenes o impresiones que han alcanzado una cierta difusión y forman parte de cierta imagen cultural que está adquiriendo el psicoanálisis lacaniano.
Otra "imagen" de este tipo (para comenzar a ser más precisos con los términos, para el caso, con el de "imagen") lo da uno de los spots publicitarios utilizados en Argentina por Telecom (una de las 2 compañías telefónicas). La campaña publicitaria de que forma parte este spot hace una comparación entre el tiempo de comunicación telefónica que se obtiene por $ 0.68 (1 hora) respecto de la duración y costo de otros servicios.
La escena presenta un paciente en la sala de espera de un psicoanalista. Cuando le llega el turno, el psicoanalista lo saluda con un apretón de manos y, muy "lacanianamente", le espeta, en la misma puerta del consultorio, "no hay que confundir necesidad con deseo" y da por concluida la sesión.
Este spot da cuenta de la asociación cultural que hay entre "lacaniano" y "psicoanalista", y entre "psicoanalista" y ciertas consignas teóricas aparentemente abstractas (el aviso termina con el paciente diciendo "que emotiva que estuvo esta sesión" y la consiguiente de indicación de cuanto se puede hablar por $ 0.68 por Telecom), así como la "moda" de las sesiones cortas.
Supongo que este mismo aviso seria totalmente incomprensible en otras ciudades, pero en Buenos Aires, el mensaje es muy "claro".
De algún modo se plantea la futilidad de sesiones de este tipo (mas valdría gastar el dinero en hablar 1 hora por teléfono), por ende, de este tipo de tratamientos psicoanalíticos (14).
Esta caricatura "popular" de los psicoanalistas, como toda caricatura, no deja de captar rasgos reales de lo que representa, mas allá de la gran deformación que dicha parcialización pueda implicar.
Pero creo que lo que tendríamos que comprender es que la deformación no se da solo en el salto entre los psicoanalistas y su representación en el aviso publicitario, sino que muchos psicoanalistas encarnan ese rasgo real que dicha caricatura subraya. La deformación, entonces, se ha producido antes de dicho salto. Muchos psicoanalistas "son", ellos mismos, ya, una caricatura. Para el caso, una caricatura de la enseñanza de Lacan.
En otros términos, la deformación, ya está al nivel de los propios psicoanalistas.
Esto requiere, entonces, pensar en esa "deformación", en el estatuto de la misma.
¿Acaso la futilidad presentada en el aviso publicitario alcanza a la propia enseñanza de Lacan?
Volviendo entonces a la crítica de Sokal y Bricmont a los discípulos de Lacan, lo que ellos plantean no es solo una cuestión de futilidad sino algo más importante, una caída hacia el lado de la religión.
Este, en realidad, es un tema planteado ya por el propio Lacan:
"La persistente ambigüedad en lo tocante a saber qué del análisis puede o no reducirse a la ciencia, se explica cuando uno repara en que el análisis entraña, en efecto, un mas allá de la ciencia, de La ciencia en el sentido moderno, cuyo status traté de mostrarles en el punto de partida cartesiano. Este aspecto es el que hace al análisis susceptible de recibir el peso de una clasificación que lo coloque a la par de una Iglesia y, por ende, de una religión - sus formas y su historia, por cierto han suscitado a menudo esta analogía" (15).
¿En qué consiste este "mas allá de la ciencia" que hace problemática la situación del psicoanálisis?
Precisamente, en la cuestión del sujeto (que es lo que estará en juego en la cuestión del Ö -1)
Por eso esto es algo que ya ha ocurrido también con los discípulos de Freud.
Es un problema propio del psicoanálisis (incluso, podríamos decir, de todo campo constituido a partir del abordaje de los problemas de la subjetividad).
Si hay algo que las matemáticas y la ciencia pretenden eliminar es la función del sujeto.
Aplicado esto al problema de la transmisión, la función que aparece en juego es la del "maestro" ("maître"). Esta función es reducida a cero por la ciencia, por la sencilla razón que su principio consiste en la equivalencia, sin resto, entre lo simbólico y lo real. Esta equivalencia, sin ninguna mediación del sentido o significación, anula, elimina, la importancia de cualquier enunciación en la transmisión del saber. En la ciencia, dicha transmisión es integral y no requiere, para su realización, de la particularidad, habilidad, o ayuda, de ningún "maestro". Consiste en la mera transmisión de las fórmulas y la repetición de los mismos experimentos que las verifican.
La forclusión del sujeto implica, para la ciencia, correlativamente, el sin sentido de la función del maestro.
No obstante ello, en aquellos puntos o situaciones, donde un resto resiste a su asimilación en dicha equivalencia, es decir, en aquellos puntos donde la ciencia todavía se encuentra en una fase de "teorías en experimentación", los nombres propios vuelven a hacer su aparición, llámense Hawkings, Prigogine, o quien sea, como también lo fue en su momento Einstein (16).
Esta situación, en principio transitoria y eliminable en la ciencia, es ineludible en el campo del psicoanálisis. Justamente porque aquí, esta reducción del sentido es imposible.
En psicoanálisis, la transmisión no es sin algo de interpretación, por decirlo de alguna manera.
El psicoanálisis, a diferencia de cualquier otra práctica psi, es una clínica bajo transferencia.
La transferencia, no solo es ineliminable del dispositivo analítico, sino que es la clave misma de la cura.
La estructura misma de la neurosis es la del "sujeto supuesto al saber". Contrariamente a lo que algunos piensan, esta fórmula no se limita solo al campo de la transferencia analítica. Esta última debe entenderse mas bien como una "puesta en forma" particular de aquella estructura general (esto es planteado en Freud en términos de la sustitución de la neurosis por la "neurosis de transferencia").
Y el problema es que la misma transmisión del psicoanálisis no puede liberarse de este tipo de problemas.
La supuesta preferencia por la "teoría" (en detrimento, supuestamente, de la empiria) que Sokal y Bricmont detectan en la enseñanza de Lacan refleja, en realidad, el hecho de que dicha enseñanza siempre ha dado cuenta, muy al contrario de lo que piensan Sokal y Bricmont, de una gran preocupación por reducir al mínimo esta función del "maestro", de una preocupación por formalizar hasta sus límites este problema, lo que implica, justamente, reconocer su rol.
Gran parte de los problemas del psicoanálisis han derivado del forzamiento de las cosas, sea hacia un lado o hacia el otro. Sea hacia el lado de la extrema formalización, cuyo horizonte no puede ser mas que la forclusión del sujeto, al modo de la ciencia. Sea hacia el lado del abandono de toda preocupación de formalización y la deriva en el sentido y lo imaginario.
Esta función del "maestro" en la transmisión del psicoanálisis tiene por consecuencia que, así como no se puede hablar de un análisis en general, sino siempre del análisis de fulano de tal con sultano de tal, la formación de los psicoanalistas siempre está asociada a cierta transferencia (y no son pocos los problemas ligados a la coincidencia o disyunción de la transferencia analítica y la transferencia de trabajo).
Esto implica que en toda transmisión, no dejaran de leerse las marcas personales del respectivo "maestro" (como en todo analizante, las "marcas" de su analista).
El propio Lacan no ha dejado de subrayarlo una y otra vez con relación a Freud, subrayando la importancia y consecuencias que ello ha tenido para el psicoanálisis, como por ejemplo, en el seminario XI ("Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", de 1964):
La ciencia moderna se distingue de la ciencia en su aurora, discutida en el Teeteto, porque cuando surge [se lève] la ciencia, siempre está presente un amo [maître]. Sin lugar a dudas, Freud es un maestro [maître]. Pero si todo lo que se escribe como literatura analítica no es pura y simple chocarrería, él sigue funcionando como tal, lo cual incita a preguntarse si ese pedúnculo podrá troncharse [allégé] algún día. (17)
La experiencia analítica no es una "experiencia" como en la ciencia. A diferencia de los "experimentos" científicos, en la experiencia analítica, la presencia del analista no puede eliminarse, todo lo contrario (18).
Veamos como presenta Lacan este problema, refiriéndose en ese mismo seminario XI, al tema del inconsciente:
"El inconsciente es la suma de los efectos de la palabra sobre un sujeto, en el nivel en que el sujeto se constituye por los efectos del significante. Esto deja bien sentado que con el término sujeto no designamos el sustrato viviente necesario para el fenómeno subjetivo, ni ninguna especie de sustancia, ni ningún ser del conocimiento en su patía, segunda o primitiva, ni siquiera el logos encarnado en alguna parte, sino el sujeto cartesiano, que aparece en el momento en que la duda se reconoce como certeza - solo que con nuestra manera de abordarlo, los fundamentos de ese sujeto se revelan mucho mas amplios y, por consiguiente mucho mas sumisos, en cuan a la certeza que yerra. Eso es el inconsciente.
Existe un vínculo entre ese campo y el momento, momento de Freud, en que se revela. Expreso ese vínculo comparándolo con la manera de proceder de un Newton, un Einstein, un Planck, proceder a-cosmológico, por lo siguiente - todos estos campos se caracterizan por trazar en lo real un surco nuevo con respecto al conocimiento eterno que cabe atribuirle a Dios.
Paradójicamente, la diferencia que asegura al campo de Freud su más segura subsistencia es la de ser un campo que, por su propia índole, se pierde. En este punto la presencia del psicoanalista es irreductible, por ser testigo de esa pérdida.
(...)
Por esta razón, entonces, la presencia del psicoanalista, aún en la vertiente misma en que aparece la vanidad de su discurso, debe incluirse en el concepto de inconsciente. Los psicoanalistas de hoy tenemos que tomar en cuenta esta escoria en nuestras operaciones, como el caput mortum del descubrimiento del inconsciente. Ella justifica el mantenimiento dentro del análisis, de una posición conflictiva, necesaria para la existencia misma del análisis." (19)
Ahora bien, todo esto también es aplicable al propio Lacan.
En su enseñanza no dejan de imprimirse las marcas de su persona.
Una situación típica al respecto es el sempiterno tema del "hermetismo" de sus textos.
La pregunta planteada, una y otra vez, es la de si dicho hermetismo hace o no a la enseñanza de Lacan, ¿es una cuestión puramente de estilo separada del contenido o define o agrega algo a ese mismo contenido?, ¿tiene valor de enunciado su enunciación?, ¿dice algo más diciéndolo de ese modo?
Una de las escasísimas referencias serias y sistemáticas sobre este tema es el libro "El idioma de los lacanianos" de Jorge Baños Orellana (20), donde se analiza los problemas que este punto ha traído en cuanto a la transmisión del psicoanálisis.
Del mismo tomo una cita de Lacan (21) con su opinión sobre como fueron construidos sus Escritos:
"Yo [a los Escritos] no los hice a propósito para que no los comprendan; pero en fin, ha sido una consecuencia de las cosas: yo hablaba, daba cursos muy hilvanados y muy comprensibles, pero como los transformaba en escrito sólo una vez por año, naturalmente surgía un escrito que, en relación con la masa de lo que había dicho, era una especie de concentrado totalmente increíble, que en cierta forma debe ponerse en agua como las flores japonesas, para que se abran. Es una comparación que vale lo que vale".
Con lo cual se plantea el problema de en qué consiste este "poner en agua".
Traigo a colación este tema del hermetismo porque, al nivel de los psicoanalistas, los problemas que Sokal refiere respecto del uso de las matemáticas u otras nociones de la ciencia, están incluidos dentro de un problema mas general que es el de la cantidad de referencias a otras disciplinas y a otros campos, que hay en sus textos.
Recurriré otra vez al libro de Baños Orellana, para traer a colación un ejemplo de las dificultades que a veces se plantean en la lectura de Lacan.
Es el caso (viene muy al caso, ya que Sokal y Bricmont criticarán el algoritmo usado por Lacan para las relaciones entre significante y significado) de la nota 9 de "La instancia de la letra", que, respecto del tema de la ambición del lógico-positivismo en su búsqueda del sentido del sentido (meaning of meaning) (22), comenta lo siguiente:
"Así, el señor Richards, autor precisamente de una obra sobre los procedimientos apropiados para ese objetivo, nos muestra en otra su aplicación. Escoge para eso una página de Mong-Tse, Mencio para los jesuitas: Mencius on the mind, se llama eso, en vista del objeto de esa pieza. Las garantías portadas a la pureza de la experiencia no tienen nada que envidiarle al lujo de sus puntos de vista. Y el letrado experto en el Canon tradicional en que se inserta el texto es encontrado en el lugar mismo de Pekín adonde la centrifugadora en demostración fue transportada sin mirar en gastos.
Pero no seremos menos transportados y, con menos gastos, viajando en el tiempo, veremos operarse la transformación de la concepción del lenguaje como un bronce que da un sonido de campana ante el más pequeño roce del pensamiento, en otra donde es una especie de trapo para limpiar la pizarra negra del psicologismo inglés más deplorable. No sin poder evitar identificarlo, ¡ay! rápidamente con la propia lisura de la meninge del autor, único resultado que subsiste de su objeto, y de él mismo después de que esa imposible tarea de hallar el significado a la página de Mencius, cumpla con el agotamiento del sentido del uno, y del buen sentido del otro".
Señala, justamente, Baños Orellana:
"la extensión de los saberes [que esta cita] convoca. Al lector le valdrá tener noticias de que I.A. Richards escribió junto a C.K. Ogden, "The meaning of meaning (An invetigation over the influence of lenguage on the mind)", y que su siguiente libro, "Mencius on the mind", resultó de sus investigaciones como profesor visitante de la Universidad de Pekín entre 1929-1930 ("transportado sin mirar en gastos"). Deberá además tener algún ligero recuerdo de la filosofía de los siglos XVII y XVIII, y de su tabula rasa ("la pizarra negra") que lleva escrito el "nihil in intellectu quod non prius in sensu" de Locke. Saber la suficiente anatomía para reírse del chiste de la "propia lisura de la meninge del autor" recordando que la cara interna de la meninge blanda, la piamadre, tapiza siguiendo con exactitud los accidentes de la superficie encefálica, de modo que si se hace mención de su lisura, es que se está hablando de un cerebro sin pliegues, es decir, con escasísima sustancia gris, por lo que, como corolario, se desprende que I. A. Richards, "después de esa increíble tarea", habría quedado prácticamente descorticado para el momento de escribir su libro. Y, fundamentalmente, para poder suscribir la afirmación de Lacan acerca de la imposibilidad de "hallar el significado a la página de Mencius", el lector tendrá que estar al corriente de que en la poesía tradicional china se procedía invariablemente a la elipsis de pronombres personales, preposiciones, conjunciones, términos comparación, verbos y marcadores fonéticos: tal como lo señalado minuciosamente Françoise Cheng, el último profesor de chino de Lacan".
Este tipo de dificultades es el que ha llevado a las mimetizaciones de sus discípulos respecto de su erudición, y las derivas sin fin que las mismas acarrean.
Un psicoanalista antilacaniano, J.C. Volnovich, critica esto en los siguientes términos:
"Su inmensa erudición [la de Lacan] sugiere que ha agotado lo mejor de la tradición conceptual de occidente. De ahí que Lacan remite a textos, citas que los discípulos buscan internándose en disciplinas lejanas, guiados por la convicción que, siguiendo por esas ramificaciones, se llegará a los confines del conocimiento. Así, uno empieza a leer a Lacan y, al poco tiempo, acumula en su mesa de trabajo a Parménides junto a Kant, a Heidegger, a Kojève, a Thom, a las matemáticas con el teorema de Gödel, a la paradoja de Russell, a la teoría de los conjuntos, a Moebius, a Saussure, a Piaget - porqué no - y a tantos más, en una suerte de estudio talmúdico laicizado (...) Y es así como el trabajo infinito que supone entender a Lacan, acerca el riesgo: encandila e impide el ejercicio de la crítica al tiempo que fomenta la creación de sectas lacanianas que comparten una jerga cada vez más esotérica; grupos de psicoanalistas que hablan solo entre ellos, que se entienden solo entre ellos y que eluden por autoexclusión el debate interdisciplinario" (23).
Reencontramos en esta cita una denuncia similar a la de Sokal: "sectas" que comparten "una jerga cada vez más esotérica".
Mi opinión al respecto, y que verifico una y otra vez, es que muchos antilacanianos se escudan detrás de la denuncia de estas impotencias en las que sucumben muchos de quienes intentan abordar la tarea de leer a Lacan, solo para poder excusarse a sí mismos de no poder hacerlo mejor.
Es lo que prueba, de alguna manera, el ejemplo anteriormente referido de Baños Orellana.
La dificultad puede ser grande, pero Lacan no es incomprensible. Aún aquella nota 9 de "La instancia de la letra", aparentemente tan críptica, alcanza su transparencia una vez precisadas las referencias en juego, tal como lo elucida, tomándose el respectivo trabajo, Baños Orellana.
A semejanza de Sokal y Bricmont, J. C. Volnovich y muchos psicoanalistas antilacanianos se limitan a repetir una y otra vez cosas como que "el discurso de Lacan es absorbente porque Lacan jamás muestra o explicita los lazos entre las diferentes disciplinas que convoca para construir esa totalidad" (24), sin dar, en realidad, ellos mismos, prueba alguna de lo que afirman.
Su planteo se limita a algo como esto: "como yo no entiendo esas relaciones, y como no encuentro nadie que me las explique, deduzco que las mismas no existen".
Con lo cual se da una situación donde, en muchos aspectos, aunque su crítica a los discípulos de Lacan pueda ser en gran parte cierta ("sectas", "jerga esotérica", etc.), la misma es inconducente, en el mejor de los casos. Y en el peor de los casos, maliciosa, ya que jugando a la confusión entre Lacan y dichos discípulos pretende extrapolar sobre el primero aquellas críticas que pudieran ser válidas para los segundos, sin que dicha extrapolación sea probada.
En la mayoría de esos casos, lo que prima, en síntesis, es una queja histérica que no hace mas que convocar a un nuevo .... "maître".
Este tipo de quejas, es fruto, también, de los problemas anteriormente planteados respecto de la transmisión en Psicoanálisis
Y si señalo la dimensión histérica de esas "quejas", es justamente, porque, refiriéndose a la histeria, Lacan marca que ahí radica una de las principales limitaciones del psicoanálisis respecto del propio Freud:
"El rasgo diferencial de la histérica es precisamente ése: en el movimiento mismo de hablar, la histérica constituye su deseo. De modo que no debe sorprender que Freud haya entrado por esa puerta en lo que, en realidad, eran las relaciones del deseo con el lenguaje, y que haya descubierto los mecanismos del inconsciente.
Es una muestra de su genio que esta relación del deseo con el lenguaje como tal no haya permanecido oculta a sus ojos, pero eso no quiere decir que haya quedado enteramente dilucidado; ni siquiera, y sobre todo, con la noción masiva de transferencia.
Que para curar a la histérica de todos sus síntomas lo mejor sea satisfacer su deseo de histérica - que para ella es poner su deseo ante nuestros ojos como deseo insatisfecho - deja enteramente fuera de juego la cuestión específica de por qué no puede sustentar su deseo mas que como deseo insatisfecho. Por eso la histeria nos da la pista, diría yo, de cierto pecado original del análisis. Tiene que haberlo. El verdadero no es, quizás, mas que éste: el deseo del propio Freud, o sea, el hecho de que algo, en Freud, nunca fue analizado.
(...) el cuestionamiento del origen, es decir, averiguar mediante qué privilegio pudo encontrar el deseo de Freud, en el campo de la experiencia que designa como el inconsciente, la puerta de entrada.
Si queremos que el análisis se sostenga en pie es esencial remontarse a este origen." (25)
(...)
El campo freudiano de la práctica analítica sigue dependiendo de cierto deseo original, que desempeña siempre un papel ambiguo pero prevaleciente, en la transmisión del psicoanálisis. El problema de este deseo no es psicológico, como tampoco lo es el problema, no resuelto, del deseo de Sócrates. Hay toda una temática que tiene que ver con el status del sujeto, cuando Sócrates postula no saber nada aparte de lo que toca al deseo. Sócrates no coloca al deseo en posición de subjetividad original, sino en posición de objeto. Pues bien, también en Freud, se trata del deseo como objeto" (26).
La mayor parte de los desarrollos de Lacan ligados a las matemáticas, a la topología, y a la lógica, están relacionados, precisamente, con la formalización del deseo como objeto, cuya conceptualización se presenta a partir del seminario X ("La angustia") con la noción del "objeto a" como causa del deseo (aunque hay antecedentes ya desde el seminario VI, "El deseo y su interpretación", en adelante).
Todo esto, obviamente, no elimina la pregunta acerca del porqué de ese estilo en Lacan, del porqué de la necesidad de todas esas referencias. Pero insisto, de ello no se pueden derivar críticas como las anteriormente indicadas.
Por todas estas razones, también suelen cobrar importancia muchos aspectos de la personalidad de Lacan.
Desde siempre se ha señalado la diferencia en las marcas que ha tenido esa enseñanza sobre aquellos que la recibimos en forma escrita de aquellos que la recibieron en forma oral y presencial. Mas de uno ha subrayado el obstáculo que la propia figura de Lacan constituía para la transmisión de su letra.
Nunca me he interesado mucho en ese tema. Pero es algo que no deja de percibirse en muchos de los problemas del psicoanálisis francés. Quizás, algún día, alguien pueda, con la distancia requerida para esas tareas, realizar una "biografía" y un ordenamiento de la obra, que vaya mas allá de los odios de la despechada Roudinesco o del uso gerencial del "maître" Miller.
La cuestión, para resumir este punto, es que la transmisión del psicoanálisis no puede eximirse de la operación de una suposición de saber en algún "maestro". Y esta es la situación que da pie a todos los efectos de "religión", "secta", etc.
Una última referencia de Lacan me servirá para dar cuenta de cómo entiendo, personalmente, esta relación.
En el texto "La cosa freudiana", hablando de la disciplina del comentario de textos, Lacan indica que esa interrogación debe servir "no solo para volver a situar una palabra en el contexto de su tiempo, sino para medir si la respuesta que aporta a las preguntas que plantea ha sido o no rebasada por la respuesta que se encuentra en ella a las preguntas de lo actual" (27).
El término "maître" (28), en francés, conjuga varios sentidos, que en castellano se distribuyen en diferentes palabras, en particular las palabras "maestro" (29) y "amo" (30).
Quizás no todos se dirigen hacia Lacan como hacia un "maestro" a quien se le supone saber algo respecto de las preguntas que a cada cual le surgen de la práctica clínica. Muchos se dirigen a él como a un "amo" de la verdad.
La posición en que se lo ubique no depende del propio Lacan (al menos ahora que está muerto), sino de quienes se dirigen a sus escritos. Y al confundir la posición de "amo" en la que algunos lacanianos ubican a Lacan, con la única posición en la que cabría ubicar su obra, muchos antilacanianos caen en esa queja histérica de denunciarlo como "amo".
Lo importante, según mi punto de vista, es si cada cual ha encontrado o no en los textos de Lacan, alguna respuesta a las preguntas que la clínica le ha planteado.
Esto excluye, entonces, que los textos de Lacan sean los únicos que puedan dar respuestas. Y también excluye que dichos textos contengan todas las respuestas.
La situación se plantea vez por vez.
Y las respuestas que se obtengan, obviamente, dependerán de cómo se lo ha interrogado.
Es en ese sentido que, tanto la posición histérica como la obsesiva, difícilmente permitan ir mas allá de alguna queja de insatisfacción o de imposibilidad.Es posible que la acumulación de libros de Heidegger, Kojève, etc., le haya resultado inútil a Volnovich o a muchos otros.
No es mi caso. Y dudo que sea el único.
Las lecturas a las que conduce Lacan, al menos según mi experiencia, son siempre muy interesantes y edificantes. Claro que si uno las realiza sin el norte de las preguntas clínicas difícilmente alcance a distinguir el punto a partir del cual dejó de encontrar referencias ampliadas y comenzó a pretender ser un especialista en Aristóteles, en matemáticas, o en lo que sea.Y, obviamente, cuando la situación se plantea en términos de que la obra de Lacan sea la única que contenga, todas y cada una de las respuestas (así sea por este efecto imaginario, que bien denuncia Volnovich, de que en la obra de Lacan quedaría incluido, integrado, todo el saber de occidente, y porque no de oriente también), entonces, obviamente, la situación "dérape" (31), y lo que prima son los efectos de religión, etc.
En ese sentido, es llamativo como muchos lacanianos han abandonado completamente la lectura otros psicoanalistas, en particular de los postfreudianos, olvidando, quizás, que muy probablemente Lacan no hubiese podido avanzar mucho, por ejemplo, si no hubiese contado ya con los impasses a que conducía la exploración de lo imaginario por parte de M. Klein.
Esto implica, tener presente que las respuestas, muchas veces, se encuentran, no tanto en los aciertos como en los impasses a los que pueden conducir respuestas equivocadas (a veces es tanto o más importante, o útil, tener claro cual es la respuesta equivocada y adonde la misma conduce que tener claro cual sería la adecuada). Muchas de las enseñanzas, en Lacan, resultan no de sus aciertos sino de los impasses a que los que han conducido sus propios desarrollos. La etapas y variaciones en la enseñanza de Lacan, justamente, dan cuenta de muchos giros y correcciones que él mismo ha realizado respecto de sus formulaciones anteriores.
El texto que vamos a analizar a continuación ("Subversión del sujeto", los fragmentos criticados por Sokal y Bricmont), da cuenta, justamente, de una situación de impasse a la que conduce la pura lógica del significante.
Este texto fue presentado al congreso que, bajo los auspicios de los "Coloquios Filosóficos Internacionales" se realizó bajo el título de "La dialéctica" entre el 19 y 23 de septiembre de 1960, es decir, en vísperas del seminario VIII sobre "La transferencia" y luego del seminario VII sobre "La ética del psicoanálisis", es decir, cuando la noción de goce comienza a hacer su aparición, pero cuando aún no está disponible la noción de "objeto a".
Y el problema, entonces, es como dar cuenta de esa noción de goce con los recursos disponibles hasta ese momento.
Notas
(14) Otro spot, de la misma campaña, por ejemplo, representa una conversación entre Santiagueños (Santiago del Estero es una provincia de Argentina a cuyos pobladores le son atribuidas, de modo típico, las características de la parsimonia y la lentitud) que, hablando por teléfono, tardan una hora en decirse "hola, como estas?" "bien" "bueno, chau" "chau"..
Volver(15) J. Lacan, El seminario, Libro XI, "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidos, página 273
Volver(16) Derrida no dejaba de señalarles a Sokal y Bricmont que era una lástima que sus nombres propios surgieran al público por esta cruzada moral contra los "impostores" antes que por esta otra función a que estamos refiriendo en la ciencia
Volver(17) J. Lacan, El seminario, Libro XI, "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidos, página 55
Volver(18) De ahí, por ejemplo, el interés del psicoanálisis por aquellas situaciones, en la ciencia, en que la función del experimentador es inelimilable, como las que plantea la física cuántica, el principio de incertidumbre de Heissenberg, etc.
Volver(19) Idem, página 132/3
Volver(20) J. Baños Orellana, "El idioma de los lacanianos", Ed. Atuel, Buenos Aires 1995
Volver(21) J. Lacan, Conferencia de prensa en Italia, el 29 de octubre de 1974, incluido en "Actas de la Escuela Freudiana de París", Ed. Petrel, Barcelona 1980, página 25
Volver(22) J. Lacan, "La instancia de la letra y los principios de su poder", Escritos 1, Ed. Siglo XXI, página 478
Volver(23) J.C. Volnovich, "Piaget y el Psicoanálisis", Revista "Instituyente", Número 1, Junio 1988, Buenos Aires
Volver(25) J. Lacan, El seminario, Libro XI, "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidos, página 20
Volver(26) J. Lacan, El seminario, Libro XI, "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidos, página 21
Volver(27) J. Lacan, "La cosa freudiana", Escritos 1, Ed. Siglo XXI, páginas 386/7
Volver(28) maître, maîtresse [mDtY, mDtYDs] n.
maistre 1080; maistresse XIIe; lat. magister
I Personne qui exerce une domination.
1 N. m. Personne qui a pouvoir et autorité sur qqn pour se faire servir, obéir. Le maître et l'esclave. Le maître et le vassal. seigneur. Vieilli Le maître et les serviteurs, les domestiques. 1. patron. PROV. Les bons maîtres font les bons valets : les maîtres ont les valets qu'ils méritent. Tel maître, tel valet : les valets ont souvent les qualités et les défauts de leur maître. Nul ne peut servir deux maîtres à la fois.
N. Possesseur d'un animal domestique. Animal qui reconnaît son maître. « Le chien s'étendait sur un pouf aux pieds de sa maîtresse » (Green).
2 Personne qui a pouvoir d'imposer aux autres sa volonté. chef. Le père romain était juge et maître. Par plais. Mon seigneur* et maître. (1532) MAÎTRE, MAÎTRESSE DE MAISON : personne qui dirige la maison. Maître de maison qui reçoit. ? amphitryon, hôte. Parfaite maîtresse de maison. Vx Le maître du logis, des lieux, de céans : le propriétaire.
Le maître d'un peuple, d'un pays, personne qui y exerce effectivement le pouvoir. dirigeant, gouvernant, souverain. « Le Français est surtout jaloux de la liberté de se choisir son maître » (Saint-Évremond). Les maîtres du monde : tous ceux qui exercent un pouvoir (cf. Les puissants* de ce monde). Devenir le maître du monde. dictateur, dominateur, tyran.
3 ÊTRE (LE) MAÎTRE (quelque part) : avoir pleine autorité, toute licence là où l'on est (cf. Faire la loi*). Être le maître chez soi. « J'étais maître en ces lieux, seul j'y commande encore » (Voltaire). PROV. Charbonnier* est maître dans sa maison. Le capitaine d'un bateau est seul maître à bord, après Dieu. Loc. fig. Être seul maître à bord : être seul à décider. Jeu Être maître à telle couleur, en avoir la carte la plus forte. Je suis maître à cur. Loc. L'il du maître : la surveillance attentive du propriétaire. Ni Dieu ni maître, devise de Blanqui et des anarchistes. Parler, agir, décider en maître, avec l'autorité, la liberté d'un maître. Régner en maître. Trouver son maître, la personne à qui l'on doit se soumettre, obéir (cf. ci-dessous II, 3o).
4 (Choses) Ce qui gouverne qqn, commande sa conduite. L'argent, maître du monde. « Notre tempérament, notre caractère, nos passions, sont nos maîtres » (Léautaud).
5 (1538) ÊTRE MAÎTRE, MAÎTRESSE DE SOI; ÊTRE SON MAÎTRE : être libre et indépendant, n'avoir d'autre maître que soi-même; être indépendant professionnellement. « Tout homme étant né libre et maître de lui-même » (Rousseau). « Depuis dix ans qu'elle était riche et veuve, maîtresse d'elle-même par conséquent » (Barbey). Elle est son maître. Par ext. Être maître, le maître de ses actes, de son destin, de son emploi du temps : n'avoir à en référer qu'à soi-même. disposer.
(Par rapport à soi-même) ÊTRE MAÎTRE, MAÎTRESSE DE SOI : avoir de l'empire sur soi-même, contrôler ses affects. se dominer, se maîtriser. « Je suis maître de moi comme de l'univers » (Pierre Corneille). « J'étais maître de moi, très calme, sans colère » (Duhamel). Elle parvint à rester très maîtresse d'elle-même. Par ext. « Il lui coupa la parole dans un mouvement d'impatience dont il ne fut pas maître » (Maupassant).
6 ÊTRE MAÎTRE DE FAIRE QQCH. : avoir entière liberté de. libre. « Je laisse mon fils maître de faire ce qu'il voudra » (Balzac). Vous êtes maître de refuser.
7 Personne qui possède une chose, en dispose. possesseur, propriétaire. Dr. Bien sans maître, abandonné. Voiture, cheval, maison DE MAÎTRE, dont l'usager est le propriétaire (opposé à de louage); par ext. Maison de maître, grande et cossue.
? Se rendre maître de qqch. (se l'approprier), de qqn (le capturer, le maîtriser), d'un pays (le conquérir, l'occuper). Se rendre maître d'un incendie, l'arrêter, le maîtriser. (Choses abstraites) Se trouver maître d'un secret. Être, rester maître de la situation, des événements. ? 1. arbitre. Être maître de son sujet. ? posséder.
II (XIIe) Personne qualifiée pour diriger.
1 Personne qui exerce une fonction de direction, de surveillance. chef. Vx Maître de forges*. Maître d'uvre (fém. maître) : chef de chantier; fig. et mod. directeur de travaux intellectuels. Le maître d'uvre d'une encyclopédie. Mod. Maître des requêtes au Conseil d'État (fém. maître). Maître de ballet : personne qui dirige un ballet dans un théâtre (fém. maître ou maîtresse). Maître de chapelle*. Maître des cérémonies*. Maître d'hôtel*. Milit. Maître de camp. ? mestre. Nom donné aux officiers mariniers. Premier-maître (voir ce mot). Second-maître. Quartier-maître (voir ce mot). Maître de manuvre. ? bosco. Maître d'équipage, dirigeant l'équipage du pont. Grand maître de l'ordre : chef d'un ordre militaire. Grand maître de l'Université : nom donné au ministre de l'Éducation nationale. Maître de conférences (fém. maître) : personne chargée d'un cours dans une grande école ou enseignant dans une université avant d'accéder au titre de professeur. Maître assistant. Elle est maître assistant(e). Maître de recherches au CNRS (fém. maître). Maître d'étude (fém. maîtresse), qui surveille une étude. 1. pion, surveillant. Maître d'internat (fém. maîtresse).
2 Personne qui enseigne. Maître, maîtresse : personne qui enseigne aux enfants dans une école, ou dans le particulier. éducateur, enseignant, instituteur, pédagogue, précepteur, professeur, régent; répétiteur. Maître, maîtresse d'école : instituteur, institutrice. Maîtresse auxiliaire. Maître de musique. Maîtresse de piano. Maître d'armes, qui enseigne l'escrime. Loc. prov. Le temps est un grand maître, donne de l'expérience.
3 N. m. (XIIIe) Dans le système corporatif, Artisan qui dirige le travail et enseigne aux apprentis. Les maîtres, les compagnons et les apprentis d'une corporation. Fig. « L'homme est un apprenti, la douleur est son maître » (Musset). Par anal. Dans la franc-maçonnerie, Grand Maître : chef d'une obédience maçonnique. Le Grand Maître du Grand Orient de France. Loc. Être, passer maître dans le métier, dans l'art de. adroit, compétent, expert, savant. Loc. Passer maître en, dans qqch. : devenir particulièrement adroit à... (en parlant d'une qualité ou d'un défaut). Elle est passée maître dans l'art de mentir. « L'autre était passé maître en fait de tromperie » (La Fontaine). De main* de maître. Des coups de maître. Pour un coup d'essai, ce fut un coup de maître (allus. littér.). Trouver son maître, qqn de supérieur à soi, de plus adroit, de plus compétent (cf. ci-dessus I, 3o).
4 N. m. Peintre, sculpteur qui dirigeait un atelier et travaillait souvent avec ses élèves à une même uvre. Attribuer au maître l'uvre d'un élève. Le maître de (suivi d'un nom de lieu, du titre de l'uvre) : désignation d'un peintre ancien anonyme dont l'uvre a la qualité de celle d'un maître d'atelier. Le Maître de Moulins.
5 N. m. Personne dont on est le disciple, que l'on prend pour modèle. initiateur, modèle. Un maître à penser. Maître spirituel. gourou. « Une génération trouve parfois ses maîtres chez elle-même » (Thibaudet). L'élève a dépassé le maître.
6 N. m. Artiste, écrivain ou savant qui excelle dans son art, qui a fait école. Les maîtres de la littérature, de la peinture espagnole (cf. Les grands noms). Un tableau de maître. Petit maître : peintre de qualité considéré comme mineur. Les petits maîtres de la Renaissance.
III (XIIIe) Titre.
1 Vx (suivi du nom ou du prénom) Titre donné autrefois familièrement aux hommes qu'on ne pouvait appeler « Monsieur », et encore au XIXe s. aux paysans, aux artisans. Maître Pathelin. Maître Jacques. Région. Maîtresse Jacqueline. Par plais. Maître Corbeau, maître Renard.
2 N. m. Titre qui remplace Monsieur, Madame en parlant des gens de loi ou en s'adressant à eux (avoué, avocat, huissier, notaire). Maître X, avocate à la cour (abrév. ME).
3 N. m. Titre que l'on donne en s'adressant à un professeur éminent, à un artiste ou un écrivain célèbre. Monsieur (Madame) et cher Maître.
IV (v. 1080) MAÎTRE, MAÎTRESSE en appos. ou adj.
1 Qui est le maître, la maîtresse (au sens I, 1o). Vieilli Servante maîtresse : servante, domestique qui est devenue maîtresse d'une maison.
2 Qui a les qualités d'un maître, d'une maîtresse. Une maîtresse femme, qui sait organiser et commander. énergique.
3 Anciennt Qui est le premier, le chef de ceux qui exercent la même profession dans un corps de métier, une entreprise. Maître compagnon. Maître cuisinier, maître coq ( 2. coq) ou maître queux*. Maître sonneur : maître de la corporation des sonneurs de cornemuse. Fig. et vx fieffé. Maître filou. « Voilà un maître fou » (Voltaire).
4 (Choses) Qui est important, ou qui est le plus important. Maîtresse branche d'un arbre, la plus grosse. principal. Maîtresse poutre d'un comble. Maître-couple : couple placé dans la plus grande largeur du navire. (XVIe) Maître-autel : autel principal d'une église, placé dans l'axe de la nef. Des maîtres-autels.
Maître-cylindre : ensemble cylindre et piston, actionné par la pédale de frein, transmettant la pression aux récepteurs des freins de chaque roue. Inform. Se dit d'un dispositif qui pilote le fonctionnement d'un autre (opposé à esclave). Ordinateur maître. MAÎTRE-ESCLAVE, qui utilise deux dispositifs couplés dont l'un est maître et l'autre esclave*. Une bascule maître-esclave. Ordinateurs fonctionnant en mode maître-esclave.
5 Qui a de la force, de l'efficacité. Maître mot ou maître-mot. « La retraite, c'était le grand mot, le maître-mot » (Pagnol). Cartes Atout maître. Garder ses cartes maîtresses, celles qui peuvent faire une levée.
Fig. Essentiel. (Surtout fém.) La pièce maîtresse d'une collection, d'un dossier. La qualité maîtresse d'une personne. majeur.
Volver(29) maestro, -a.
(Del lat. «magíster, -tri», de donde «magisterio, magistrado, magistral»; v. t. «mistral»; véase: «amaestrar; maestrescuela». «de, en».)
1- En sentido amplio, persona que *enseña cualquier cosa, generalmente con respecto a quien recibe la enseñanza: Ése fue su maestro en picardías. ¤ Se aplica con especial respeto, en vez de «profesor», a la persona de quien se han recibido enseñanzas de mucho valor: Mi querido maestro, el doctor....
2 - En sentido restringido, persona que, con o sin título oficial para ello, da la primera enseñanza.
(Otra forma de la raíz, «magist[e]r-»: magisterio, magistral. Ô V.: «Ama, amiga, antesignario, ayo, dómine, escribano, escuelero, ganso, leccionista, maeso, maestro de escuela [de primera enseñanza], mentor, pedagogo, pedante, preceptor, profesor. Ô Magisterio. Ô Escuela normal. Ô Amaestrar».)
3 - Persona de extraordinaria *sabiduría o habilidad en una ciencia o arte: Beber [Leer] en los grandes maestros.
4 - Persona, particularmente en *oficios masculinos, que ha llegado al grado más alto en su oficio: Maestro albañil [carpintero, sastre]. ¤ En los talleres masculinos o femeninos, se da ese título al dueño o jefe de él.
5 - Título dado a los individuos de los grados tres a treinta y tres de la *masonería.
6 - Título que se da en las órdenes monásticas a los *monjes encargados de enseñar, y otras veces, como título honorífico.
7 - Maestre de una *orden militar.
8 - «Maestro en artes».
9 - (ant.). *Cirujano.
10 - Compositor de *música. Se aplica como título delante del nombre; particularmente, a los modernos, aunque también puede decirse el maestro Vitoria.
11 - (n. calif.). Se aplica a las cosas que *enseñan o aleccionan: La historia es la maestra de la vida. El dolor es el mejor maestro.
12 - (en fem.; *construcción). *Listón que se coloca a plomo para que sirva de guía al construir un *muro. (V. «maestrear».)
13 - (n. calif. en femenino). Se aplica en aposición a algunas cosas que son las principales de su clase: Acequia maestra. Cloaca maestra. Viga maestra.
14 - Se aplica en aposición como nombre calificativo a los animales *domesticados: Perro maestro. Halcón maestro.
15 - (marina). *Palo mayor de una embarcación.
MAESTRO AGUAÑÓN. «Maestro de obras» dedicado a obras hidráulicas.
M. de aja. *Carpintero de ribera.
M. DE ARMAS. Profesor de *esgrima.
M. en artes. Antiguamente, título del que obtenía el *grado superior de filosofía en una universidad.
(T., «maestre, maestro».)
M. de balanza. Balanzario de las «*casas de la moneda».
M. DE CEREMONIAS. El que las dirige, por ejemplo en la corte.
M. de coches. Constructor de *coches.
M. de cocina. *Cocinero mayor.
M. concertador. Director de un *coro.
M. DE ESCUELA. Maestro de primera enseñanza.
M. DE ESGRIMA. «Maestro de armas».
M. de obra prima. Zapatero que hace *calzado nuevo.
M. DE OBRAS. Persona entendida en *construcción que dirige la ejecución de obras, por sí solo si son de poca importancia, o a las órdenes de un arquitecto.
(V. «alarife, maestro aguañón».)
M. DE PRIMERA ENSEÑANZA. Maestro con título oficial para enseñar en las escuelas de primera enseñanza.
Volver(30) amo, -a.
Õ («de»). «Dueño. *Propietario». Con respecto a una cosa, particularmente una finca, el que la posee o dispone de ella según su voluntad: En esta casa vive el amo de la finca. Con respecto a otras cosas que no sean fincas, implica frecuentemente despotismo o exageración del sentido de la propiedad: Dice que él es el amo y que en el taller se hace lo que él quiere. ¤ El que posee esclavos, con respecto a ellos: Los esclavos podían ser vendidos por sus amos.
Ö «Patrón». Entre trabajadores del campo, el dueño de la finca o persona para la que *trabajan: He cambiado de amo.
× *Cabeza de familia o su mujer: Vengo a ver al amo [a la ama]. Se usa aún en los pueblos o humorísticamente.
(V. «*señor».)
Ø (ant.). Ayo o aya.
HACERSE EL AMO. (I) *Imponerse en algún sitio y tomar la dirección de las cosas. (II) *Apoderarse de una cosa.
SER EL AMO [DEL COTARRO]. Ser el que dirige o manda en algún sitio o asunto.
V. «el OJO del amo engorda al caballo».
Volver(31) déraper [deYape] v. intr. (Conjug. : 1)
1739 mar.; desrapper « arracher » déb. XVIIe; provenç. derapa, de rapar « saisir », du germ. °hrapon
I
1 Mar. En parlant d'une ancre, Quitter prise sur le fond et laisser dériver le navire. Chasser sur l'ancre. Navire qui dérape.
2 (fin XIXe) Cour. Glisser sur le sol, en parlant des roues (d'une automobile, d'une bicyclette). chasser, glisser, 2. patiner, riper. Il a dérapé et fait un tête-à-queue. Ces pneus empêchent de déraper. antidérapant.
3 (mil. XXe) Techn. Effectuer un dérapage* (I, 3o).
II Fig.
1 Effectuer un mouvement imprévu, incontrôlé (dans le domaine intellectuel, psychique). La conversation a dérapé. (Personnes) S'écarter brusquement de la norme, de l'habitude.
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