Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Máquina de goce:
¿un desafío para el psicoanálisis?
Silvia Moino y Manuel Velásquez

Imprimir página

Resulta de inmediato evidente que con el psicoanálisis no ocurre lo mismo que con la medicina – y que precisamente ese carácter incierto, equívoco, en extremo dudoso, gangrenado, poroso, arruinado, ese carácter de residuo que presenta la definición de su intención explica que siempre se puede declarar ¡hay demasiados!, ¡nada los detiene!.

Jaques Alain Miller,
El Banquete de los Analistas

La sociedad humana, a diferencia de la sociedad animal, no puede fundarse en un vínculo objetivable. Esta tiene una dimensión de intersubjetividad, que está sostenida en la dialéctica del amo y el esclavo. La relación entre el amo y el esclavo no es una relación de domesticación del hombre por el hombre. Se funda en el hecho de que el amo se ha comprometido a esa lucha por razones de puro prestigio y por ello, ha arriesgado su vida. Este riesgo marca su superioridad y es en su nombre y no en el de su fuerza, que es reconocido como amo por el esclavo. Lo que preserva y hace que la cultura funcione, es el discurso del amo, marco perpetuo del movimiento del goce.

Miller (2000) mencionó que el discurso del Amo implica al sujeto en un circuito de goce, en donde la satisfacción se da a nivel de la realidad del fantasma; así, la relación intersubjetiva se constituye en un juego que estructura la acción humana. Esta se desarrolla en lo imaginario, y está implicada, implícitamente, en tanto estructura, en una regla de juego.

La entrada dentro del plano simbólico está marcada por estas reglas de juego y es este registro el que permite un vínculo interhumano que responde a la sociedad y a la historia, teniendo como aspecto esencial la lucha y el trabajo. La respuesta de la civilización contemporánea, ante el discurso del amo, que en su variante moderna lo encarna el discurso capitalista en un intento masificante de eludir la castración, no sólo plantea que el plus de gozar sostiene la realidad del fantasma, sino también que puede traducir la realidad transformada en fantasma.

Guatemala es una nación que no se escapa a este impasse de goce. Como pocas, determinada por una población de carácter multiétnico, pluricultural y multilingüe, en su mayoría de origen maya y principalmente de género femenino, vivió durante 36 años un enfrenamiento armado interno que borró comunidades enteras y desarticuló la estructura psíquica de los distintos sujetos. Experiencia externa que vino a irrumpir el mundo interno de éstos y provocó una carga de afectividad imposible de significar desde su propio código social.

Estos sujetos, desde la conquista, habrían sufrido ya una desestructuración como resultado del choque con un registro simbólico diferente que les fue impuesto en un afán de sustituir el viejo orden por el importado de Europa. Desde entonces parecen haber perdido su saber sobre cómo conducirse en la vida desde su propia cosmovisión, y pasaron a ser significados desde una red significante ajena que los conformó a la manera del objeto que viniera a complementar a ese gran Otro de la cultura occidental; es decir, por el lado de la dialéctica del Amo y del esclavo de Hegel, éstos fueron obligados a posicionarse en el lugar del objeto para el goce de ese gran Otro.

Desde entonces la historia de estos pueblos ha venido a ser una de opresión y exclusión por parte de diferentes elites que han encarnado la función del Amo y han imposibilitado un lugar para el Sujeto. Historia que viene a culminar con el enfrentamiento armado iniciado en la segunda mitad del siglo XX, en un intento por parte de distintos discursos políticos de posicionarse en aquel lugar. El enfrentamiento estuvo marcado por ejecuciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas, violaciones sexuale s, masacres, reclutamiento forzado y genocidio dirigido a grupos campesinos, miembros de organizaciones gremiales rurales, profesores y estudiantes universitarios y de nivel medio, simpatizantes de la guerrilla, niños y niñas guatemaltecos entre otros.

Esta experiencia traumática vino a evidenciar una vez más el vacío estructural dentro del cual podría haberse dado el proceso creador desde los posibles significantes que vinieran a poner un límite al sufrimiento. Sin embargo, fue nuevamente significada desde fuera quedando estos sujetos capturados en su papel de víctimas, posición ésta que les ha permitido conformarse como grupo con el fin de lograr el elemento reparador del daño provocado.

En lugar de posibilitar este acto creador, un nuevo significante Amo ha venido a taponar esa falta-en-ser, construido en un nuevo discurso político que pretende una paz eterna que potencialice un goce a perpetuidad.

En este contexto y con la instauración de los acuerdos de paz, en 1996, como una posibilidad de recuperar y "resarcir"(3) lo perdido, se implementa el discurso que marca la encrucijada entre bien-estar y mal-estar. Un discurso que ofrece recuperar la prosperidad, la tranquilidad y la felicidad fundamentado en la promesa de "una paz firme y duradera". Con éste se inicia el trabajo en Salud Mental que así, viene a convertirse en una situación de derecho, como Foucault (1974) lo mencionó al referirse a las funciones del Estado con respecto a la salud física después de la II Guerra Mundial. Es decir donde los ciudadanos demandan al Estado – o a otras instituciones – que les proporcione la misma, ubicándolo así en la postura mítica del Amo.

El marco teórico importado de "salud mental", que desde el discurso científico está vinculado al de salud física, ya que busca la desaparición de los trastornos que se refieren a lo psíquico, es un discurso racionalista fundamentado en el saber y ligado a representaciones imaginarias en tanto que prometen un bien-estar imposible de alcanzar por estructura. En Guatemala, éste gira alrededor del resarcimiento cristalizado en una promesa de recuperación del objeto perdido imposible de alcanzar; en un afán de lograr la mítica felicidad perdida a la manera de un ideal que no reconoce la escisión estructural del Sujeto; es decir de una promesa de algo que no se tiene y que por lo tanto se desplazará de un imaginario a otro.

Es así como, éste trabajo tiende a formular e implementar abordajes que de entrada podrían anular la subjetividad de los integrantes de cada una de estas poblaciones, y marcar la búsqueda de una cura masificada. El fin perseguido detrás de la mayoría de estos, está ligado a una promesa de felicidad y bien-estar en respuesta a la demanda de estos sujetos vinculados por el sufrimiento.

Ante este escenario, ¿Qué lugar podría tener el psicoanálisis en Guatemala? Inicialmente, el psicoanálisis desde su posicionamiento ético - fundamentado en la falta constitutiva del sujeto - no responde a esta demanda, al reconocer su imposibilidad dentro del orden humano. Solamente desde lo imaginario es posible recuperar ese objeto eternamente perdido y, consecuentemente, alcanzar esa totalidad traería consigo el borramiento del sujeto y la caída en lo real del goce.

Es aquí donde el discurso psicoanalítico devendría no solo, en la puesta en cuestión – que como diría Kristeva, nada tiene que ver con "hacer preguntas" o responder a ellas – de estos abordajes, sino también como lo indicó Laurent (2000) buscando insertarse en los dispositivos de asistencia ya establecidos. Tomando como propias "dos preocupaciones, abrir el psicoanálisis… y sacarlo, además, de su aislamiento y hacerlo intervenir en la política social, preocupaciones encaminadas a la revitalización del psicoanálisis contemporáneo". (Kristeva, 2000, Pág. 102)

Es decir, que la propuesta del psicoanálisis en Guatemala estaría del lado de un involucramiento que tenga como objetivo, por un lado cuestionar – como mencionó Laurent – las "pasiones imaginarias" de las organizaciones que se están haciendo cargo de la salud mental en las distintas comunidades e instituciones; y por otro lado, el hacerse oír y aliarse con todos aquellos que desempeñan un cargo público. Esto permitiría definir la inserción del psicoanalista en los aparatos de asistencia social. Un estar ahí que posibilite impedir que se olvide la particularidad de cada Sujeto dentro de cada población y caer nuevamente en ese discurso del Amo que domine, como ha venido sucediendo, el espacio de la subjetividad. De acuerdo a Lacan (1975), se debe evitar que la intención agresiva en el Sujeto encuentre el apoyo de una idea actual "suficientemente elaborada para que pueda organizarse en esas reacciones de oposición, de negación, de ostentación y de mentira que nuestra experiencia nos demuestra que son los modos característicos de la instancia del yo en el diálogo".

Esta apuesta está por el lado del no taponamiento, del lado del acto creativo que bien podría darse en la elaboración, por parte de cada comunidad y de cada sujeto del significante que posibilite un sentido al sin-sentido provocado por sucesos como el conflicto armado y la violencia social. Así mismo, viabilizar un espacio que permita la elaboración por parte de los promotores y sus comunidades de un significante "salud mental"; un significante "capaz de respetar los derechos de ciudadanía de los sujetos que están en este campo y este marco concreto" (Laurent, 2002). Es a partir de estos significantes que se podrán construir los distintos abordajes que vengan a barrar el goce y permitir la movilización a partir del deseo. Como dice Canguilhem en Yospe (1999, Pág. 8), "Lo característico de la salud es la posibilidad de superar la norma que define lo momentáneamente normal, la posibilidad de tolerar infracciones a la norma habitual e instituir norma nuevas en situaciones nuevas (...)"

Ante este impasse de goce, en la que se encuadra la intervención tradicional en Salud Mental, el psicoanalista puede propiciar el diálogo con otros discursos que ya están dentro del marco de la intervención y quizá posibilitar, ante la demanda, una respuesta eminentemente terapéutica (Tangle, 2002). Es decir, aceptar el reto de Laurent (2000) al mencionar los usos posibles del Psicoanálisis ante las nuevas formas de malestar contemporáneos: instalar un " uso posible" del psicoanálisis, para todos. "El objetivo de participar en estas instituciones… no es conseguir la cura analítica para todos; se trata mas bien de que sea posible para los sujetos, uno por uno"... "Hay que formar analistas que puedan dedicarse a este objetivo; precisamente, no ofrecer la cura analítica para todos, sino poder instalarse en un lugar de un "uso posible" para todos" (Pág. 58).

BIBLIOGRAFÍA

Kristeva, J. (2000) El porvenir de una revuelta. Editorial Seix Barral: Barcelona

Foucault, M. (1974) ¿Crisis de la medicina o crisis de la antimedicina? En Michel Foucault, Estrategia de Poder [1999]. Obras Escenciales, Vol. II. Editorial Paidós: Barcelona.

Lacan, Jaques (1988) El Seminario VII La ética del Psicoanálisis. Ediciones Piados: Buenos Aires.

Lacan, Jaques (1975) Escritos II. Siglo XXI Editores: México.

Laurent, E. (2000) Psicoanálisis y Salud Mental. Editorial Tres Haches: Buenos Aires.

Miller, J. A. (1999) Lógicas de la vida amorosa. Editorial Manantial: Buenos Aires.

Miller, J. A. (2000) El Banquete de los Analistas. Paidos Buenos Aires

Tangle, P. (2002) Usos posibles, respuestas posibles. (NEL - Lima). II Jornadas Nueva Escuela Lacaniana-Nel-, Medellín, Colombia.

Yosspe, J., Isaguirre, G. Y otros (1999) Salud Mental y Psicoanálisis. Eudeba: Buenos Aires.

Volver al sumario del Número 18
Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 18 - Diciembre 2003
www.acheronta.org