|
Supongamos ahora que el objeto que brinda la percepción sea parecido al sujeto, a saber, un prójimo. En este caso, el interés teórico se explica sin duda por el hecho de que un objeto como este es simultáneamente el primer objeto-satisfacción y el primer objeto hostil, así como el único poder auxiliador. Sobre el prójimo, entonces, aprende el ser humano a discernir (3)
S. Freud. 1895"Cuando el prójimo es invocado al lugar del error, remedia la falla y reencuentra al sujeto con su falta."
"Por el remedio de la falla el sujeto se reencuentra con su falta"
Isidoro Vegh.Tal vez efecto de cierta práctica analítica en los primeros tiempos de la enseñanza de Lacan, durante algunos años en el campo lacaniano, el estatuto de lo imaginario ha sido menospreciado, como si tal registro fuese menos que los otros, y sin poder dimensionar la interrelación con los otros registros. En ese sentido y siguiendo la misma línea, el lugar del otro como semejante (autre) y la relación con él se tenía como algo de poca importancia o a dejar de lado en la cura.
No sólo eso, la máxima cristiana Ama a tu prójimo como a ti mismo era del orden de lo intolerable para Freud y le dedica muchísimas citas criticando este aforismo. En el capítulo V del Malestar en la Cultura, por ejemplo, dirá:
Uno de los reclamos ideales (como los hemos llamado) de la sociedad culta puede ponernos sobre la pista. Dice: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo (4)»; es de difusión universal, y es por cierto más antiguo que el cristianismo, que lo presenta como su mayor título de orgullo; pero seguramente no es muy viejo: los seres humanos lo desconocían aun en épocas históricas. Adoptemos frente a él una actitud ingenua, como si lo escuchásemos por primera vez. En tal caso, no podremos sofocar un sentimiento de asombro y extrañeza. ¿Por qué deberíamos hacer eso? ¿De qué nos valdría? Pero, sobre todo, ¿cómo llevarlo a cabo? ¿Cómo sería posible? Mi amor es algo valioso para mí, no puedo desperdiciarlo sin pedir cuentas. Me impone deberes que tengo que disponerme a cumplir con sacrificios. Si amo a otro, él debe merecerlo de alguna manera. (Prescindo de los beneficios que pueda brindarme, así como de su posible valor como objeto sexual para mí; estas dos clases de vínculo no cuentan para el precepto del amor al prójimo.) Y lo merece sí en aspectos importantes se me parece tanto que puedo amarme a mí mismo en él; lo merece si sus perfecciones son tanto mayores que las mías que puedo amarlo como al ideal de mi propia persona; tengo que amarlo sí es el hijo de mi amigo, pues el dolor del amigo, si a aquel le ocurriese una desgracia, sería también mí dolor, forzosamente participaría de él. Pero si es un extraño para mí, y no puede atraerme por algún valor suyo o alguna signficación que haya adquirido para mi vida afectiva, me será difícil amarlo. Y hasta cometería una injusticia haciéndolo, pues mi amor se aquilata en la predilección por los míos, a quienes infiero una injusticia si pongo al extraño en un pie de igualdad con ellos. Pero si debo amarlo con ese amor universal de que hablábamos, meramente porque también él es un ser de esta Tierra, como el insecto, como la lombriz, como la víbora, entonces me temo que le corresponderá un pequeño monto de amor, un monto que no puede ser tan grande como el que el juicio de la razón me autoriza a reservarme a mí mismo. ¿Por qué, pues, se rodea de tanta solemnidad un precepto cuyo cumplimiento no puede recomendarse como racional?(5)
Si a ello le sumamos la definición que nos da Lacan: Ese prójimo ¿es ese que he llamado el Otro, que me sirve para hacer funcionar la presencia de la articulación significante en el inconsciente? Ciertamente no. El prójimo es la inminencia intolerable del goce.(6)
Es entonces cuando nos preguntamos también con Lacan: ¿Qué quiere decir usted con eso, el otro? ¿Su semejante, su prójimo, su ideal del yo (je), una palangana? (7).
A partir de estas cuestiones que no son menores ni en la obra de Freud, ni en la de Lacan y menos aun en la cultura, Isidoro Vegh nos entrega este libro que no sólo articula la dimensión del prójimo, el otro, el Otro y los goces, sino que va mucho más allá, presentando una hipótesis vinculada con el fin de análisis. Esta es que la dimensión del prójimo tiene el carácter de nudo y se vincula con los destinos del goce liberado de las fijaciones, en una cura. El prójimo no es el gran Otro sino el otro (escrito con minúscula) cuando es invocado. Este otro no se iguala al semejante que en la teoría lacaniana se reduce a la dimensión imaginaria ni al gran Otro. Está constituído por los tres registros, es el otro al cual me dirijo. Invocado adviene a la condición del prójimo pero nada garantiza el resultado: puede ofrecer lo mejor o lo peor.
Este libro es efecto de dos seminarios y su táctica es sencilla, con un estilo coloquial -como reza en la contratapa - y atrapante, va desde una cancha de fútbol hasta los últimos nudos de Lacan, presentando las virtudes y defectos del discurso oral, por un lado la amenidad y la complejización paulatina, mostrándonos el conocido y particular estilo discursivo de Vegh; por el otro, a veces una repetición excesiva de frases, repetición que uno no percibe mucho en la dimensión de la escucha, pero sí en el de la lectura. Sin embargo estas iteraciones, lejos de molestar, en su insistencia van fijando los conceptos que el autor quiere transmitirnos.
La estrategia también es sencilla, tomando obras no psicoanalíticas que abordan el tema del prójimo, se apoya en ellas para argumentar. Así despliega y analiza pasajes enteros de La vida en común de Todorov, Leviatan de Hobbes, Medea de Eurípides (8), Entre nosotros. Ensayos para pensar en otros de Levinas y Eros y Ágape de Nygren, entre otros autores más citados en el campo analítico como Nietzsche o Heidegger.
El texto -que tiene mucho de freudiano por su discusión explícita con autores de otros campos del saber y por su procedimiento paso a paso en los desarrollos, pero también mucho de lacaniano por el tono afirmativo de sus ideas- explica ese pasaje que por medio de la invocación eleva al otro, el semejante, el de la relación imaginaria, a la dignidad de prójimo. Prójimo que sosteniendo la función del Otro y por tanto la inminencia del goce, puede llegar a ser el nudo de la estructura, reparación de la falla inexorable del sujeto o comunión de goce. Es en el sentido del prójimo como nudo, que Vegh avanza aun más proponiendo al mismo en algunos casos como Sinthôme, como cuarto nudo en la neurosis y rescatando la cita lacaniana del 17 de febrero del 76 donde afirma que hay relación sexual en la medida en que hay sinthôme. Cuando el prójimo es invocado al buen lugar, como el Sinthôme, remedia la falla en el lugar del error.
Pero más allá de lo explícito en el libro, hay tres ideas singulares y novedosas que es posible leer a través de toda la obra, dichas a medias y no totalmente desarrolladas, que como clave no descifrada del todo, deja preguntas abiertas, cuestiones a corroborar e investigaciones a completar. En primer lugar, el estatuto de prójimo elevado casi a la categoría de concepto; en segundo, su concepción particular de lo real -y "lo real de lo real", y por último, una nueva manera de pensar el fin de análisis. Tres temas que se encuentran en el corazón del psicoanálisis y al parecer en las preocupaciones del autor pues también las tocó en el reportaje que le hiciéramos.
Por último, para no abundar en el comentario y dejar la crítica al lector, puede leerse el capítulo "La invocación del otro", que el autor ha publicado en este mismo número de Acheronta.
Notas:
(1) Editorial Paidós. Colección Psicología Profunda N° 232. 186 páginas.
(2) Isidoro Vegh es psicoanalista y uno de los fundadores de la Escuela Freudiana de Buenos Aires. En Acheronta 13, se puede ver su reseña curricular y un extenso reportaje donde se hace referencia a algunas de las ideas del libro
(3) S. Freud. El recordar y el juzgar. Parte I. General. Proyecto de psicología. (1950 [1895]).
(4) El subrayado es mío.
(5) S. Freud. capítulo V. El Malestar en la cultura. El malestar en la cultura. (1930 [1929])
(6) J. Lacan. El Seminario 16. Clase del 12 de marzo de 1969.
(7) J. Lacan. El Seminario 2. Clase del 17 de Noviembre de 1954.
(8) En este punto y coherente con la lógica del estilo Seminario del libro, Vegh invita a Carlos Bembibre, quien desarrolla un, a mi gusto, brillante análisis de la famosa tragedia griega