Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Entretien avec Jean-Michel Vappereau
Realizado por Mariela López Ayala y MichelSauval
(Traducción de Federico Aboslaiman)

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Versión en francés

Michel Sauval: El tema de este número de Acheronta es “el psicoanálisis y sus profesiones”. Una de las inspiraciones fue el libro de Guy Le Gaufey: Anatomía de la tercera persona. Retomamos el problema de los modos bajo los cuales una tercera persona interviene en el dispositivo analítico: la política, la seguridad social, etc.


Jean-Michel Vappereau: Ustedes hacen la diferencia entre la tercera persona en el chiste y por otra parte el tercero. Es diferente.


MS: «Meine person», como diría Freud en el artículo sobre la transferencia. La representación de su persona.


JMV: Pero eso es otra cosa. Hay que distinguir todo eso. La tercera persona en el «chiste» es aquella de la cual se habla, y es, también, la que ha contado una historia. Es un factor importante de la transmisión, puesto que la única transmisión de la que habla Lacan es en el pase, y él dice que está hecho sobre el modelo del «chiste».
Alguien dice algo a alguien, y el que escucha lo repite automáticamente, entonces, eso se transmite. Eso no es la comunicación, porque es una comunicación «duplicada». Y aquí es que se necesita que haya tres personas: «te voy a contar una historia que vengo de escuchar…», esa es, típicamente, la buena transmisión. Es «escuché algo y lo cuento». Esto es que hay algo, de la significación, de lo incorporal –como lo llaman los estoicos-, eso que el extranjero no puede comprender, justamente, y que los locales, ellos, viven de eso, es lo que vehicula el discurso. Hay que estar dentro de este lazo social para apreciar lo incorporal.
Entonces, eso es la transmisión, un hecho de lenguaje exclusivamente. En los animales hay códigos, con señales, pero no hay este fenómeno. En los humanos funciona así: cuando se es profesor se sabe que frecuentemente, cuando se dicta un curso, el discurso se pliega sobre la comunicación, el código, y que los alumnos son incapaces de repetir, justamente…


MS: … la buena historia!


JMV: … sí, la buena historia (risas)
Cuando una abeja llega después de las otras, y no ha visto la danza, nadie le dice dónde hay que ir a buscar las flores. Y eso pasa en los grupos humanos. La locura, los fenómenos de locura, de masa, son fenómenos sin transmisión, con comunicación. Y comunicamos gracias al lider.
Entonces, en mi opinión, hay que pescar bien estas estructuras para estas cuestiones. 
La tercera persona, ustedes la mencionan como el referente. Tienen una expresión excelente; dicen, en su texto, que la legitimación implica una conformidad con las leyes de un referente tercero. Tienen razón completamente. Entonces yo pensé, leyendo su texto, que la cuestión del psicoanálisis y su legitimidad, si se toma en cuenta la pregunta de Laznik, él tiene toda la razón de destacar que hay un problema entre el fundamento y la legitimación «social».
La  legitimación del psicoanálisis no es social, sino que no es más que el tercero en el psicoanálisis: es el lenguaje mismo. Existe una lengua. Y si existe una lengua, existe el lenguaje. Y además, si es una lengua que es hablada, necesita un tercero, el gran Otro, el lugar de la verdad, el lugar al cual uno se refiere cuando se habla seriamente, cuando se habla auténticamente, cuando se habla verdaderamente. Cuando se hace el acto de hablar, hay un tercero, y el psicoanálisis no conoce otro. Freud tiene absoluta razón al decir que no debe haber ningún indiscreto que sea la tercera persona en la cura. En la sesión de análisis, hay un analizante y un analista, y hay una referencia a una tercera persona que legitima perfectamente el psicoanálisis, que es el hecho de que el psicoanálisis insiste más que cualquier otro discurso sobre la dimensión de la palabra y del gran Otro, y por lo tanto, del lenguaje. No hay teoría del psicoanálisis, no hay discurso psicoanalítico, sin una reflexión de fondo sobre el lenguaje.
Entonces, para mí, pienso que hay que responder desde el principio más directamente a su primera pregunta: el psicoanálisis no es una profesión. Ustedes preguntaban si el psicoanálisis es una profesión, yo respondo que el psicoanálisis no es una profesión. Y encuentro el mérito en su manera de presentar el problema, «el psicoanálisis y sus profesiones», y es que su título hace la diferencia diciendo el psicoanálisis «y» ¿qué es una profesión, las profesiones?, y a propósito del psicoanálisis, cómo se presenta.
¿Qué es el psicoanálisis? Es un lazo social. Un lazo social quiere decir un lazo de tiempo, pero también de letras [lettres]. Esto no está en Kant. Y esto les parecerá curioso, porque hoy en día la filosofía kantiana es dominante. Ella permite pensar la ciencia clásica, ordena las dificultades matemáticas hasta Gödel. Marx, es ya más difícil, y con Freud no funciona en absoluto. ¿Por qué? ¿Qué descubre Freud? Es algo indiscutible, que es legítimo por la existencia del lenguaje, que es ilegítimo solamente por los que consideran que el lenguaje debe desaparecer y que se debe matar a todos los que hablan y que escriben. 
Es una apuesta occidental enorme. En el siglo veinte se ha masacrado en masa dos pueblos. Los judíos, que son un pueblo de lectura –la biblia se lee al revés, al derecho, no hay vocales en el alfabeto hebreo. Un pueblo como los judíos; los paranoicos no soportan eso, que se lea. La forclusión es rechazar la lectura; leer es una forma de invención, hay que inventar para poder leer. Entonces, en el siglo veinte, se mató en masa a los judíos –esto es Auschwitz– y se mató en masa a los japoneses –esto es Hiroshima y Nagasaki–.
Únicamente Lacan subraya –en Lituraterre escribe eso- que los japoneses tienen una lectura muy específica. Es un pueblo que lee su lengua en una escritura venida de parte de los chinos, los caracteres chinos. Tienen una doble lectura permanente, y él dice que es lo mejor que se puede esperar de un psicoanálisis. Lacan dice que no hay incluso necesidad de psicoanálisis para los japoneses de la tradición. Ahora, hoy en día, el Japón, como la China, si entra en el mundo occidental, industrial, imperialista, va a necesitar de psicoanálisis, porque es un problema que responde a la cuestión planteada por Descartes a partir del testimonio que da del sujeto de la ciencia. Hay una nueva posición del sujeto que va a conducir a la necesidad de Freud. Es Descartes.
Qué descubre Freud tomando el cuerpo de un punto de vista neurológico, como una máquina, o buscando el reloj, o la máquina, en el cuerpo? Descubre el sueño y el hecho de que el sueño escribe, que el cuerpo escribe. Lo que descubre Freud es que escribimos para sobrevivir. Somos una especie mamífera prematura, deficiente, débil, que remonta su insuficiencia gracias al hecho que extraemos, trituramos –es ese el “trieb” de Freud, no es una pulsión sino una “trituración”- lo que nos permite hacer vivir nuestros órganos, por el hecho de que escribimos historias con nuestros órganos, con nuestros padres – es el… –con los órganos y el cuerpo– es el narcisismo. Esta posibilidad de escritura nos muestra lo que Freud nos hace ver; es que este discurso, este lazo social que es el análisis, se hace lazo social entre nosotros para estudiar la lectura, la escritura, el habla [parole]. Las actividades principales que tenemos no son el hecho de trabajar o amar, sino la lengua, el habla y la escritura.
Pero nosotros estamos en una civilización que querría hacer desaparecer –después de treinta años devino dominante, con Tatcher, Reagan y el hiperliberalismo–, se quiere hacer desaparecer, detrás de la biotecnología y la electrotecnología, todo lo que es lenguaje. Se habla de comunicación… El lenguaje no es la comunicación. El lenguaje es, de momentos, transmisión; y además es una actividad del cuerpo, de un mamífero que hace eso, y que transforma así todo el mundo. El lenguaje no es un duplicado del mundo, el lenguaje transforma el mundo. Dejando de lado el fondo de los océanos o el medio de la Amazona, no hay ningún sitio donde se encuentre naturaleza. Desde que el trabajo humano vino, incluso la Patagonia está redibujada. Es apasionante, ahora incluso se hacen lanzamientos a Marte.   
Esto comenzó en torno de nuestra muerte; como dice Freud, ha transformado la vida, en torno de un cuerpo que intenta sobrevivir, y además eso produce círculos cada vez más grandes, es incontrolable.
Lo que Lacan precisa, con el objeto a, es una cosa que es necesario señalar desde el principio en este lazo social, y es que en la estética de Kant usted no tiene la letra [lettre]. Tiene los objetos. La percepción, la sensibilidad, proveen a mi intuición objetos que son definidos por el tiempo y el espacio: la estética kantiana. Después se los va a clasificar –azul y blanco, liviano y pesado, pequeño y grande, etc. – se conceptualiza.
Pero cuando escucho alguien que habla, o cuando leo, los significantes y las letras, ¿los conceptualizo? Cuando leo, ¿hago círculos alrededor de las letras para clasificarlas? Puedo hacer gramática, puedo hacer cosas como esa, pero la primera función de los objetos letras y significantes, de lado de los oídos o del lado escópico, gráfico o auditivo, se llama fonema. Fue descubierto por Benoit Courtney al final del siglo XIX, y después fue necesario Saussure para relanzar el interés por esto, porque en la época eran tan darwinianos… Es Jakobson quien lo explica muy bien. Tiene un librito que es una joya, se titula Seis lecciones sobre el sonido y el sentido [Six leçons sur le son et le sens], él lo hizo en Nueva York en el ’42, a pedido de Lévi-Strauss (yo se lo hago leer a todos mis estudiantes). Entonces, el fonema de Benoit Courtney, que lamentablemente Saussure trató en términos de signos lingüístico, lo que hace retornar a la representación. No se trata de representación, se trata de una actividad del cuerpo. El cuerpo lee, el cuerpo escribe, el cuerpo habla. Lacan dice “ello habla” [ça parle], y sobre este “ello habla” hay un “ello escribe”.
No sabemos lo que es leer y escribir. Yo tengo una clínica analítica que no tiene nada que ver con la psicología o la medicina. Yo encuentro gente, analizantes, que sostengo en su tentativa de hacer un análisis, gente que tiene un problema, que archivan en algún lugarcito de lectura, de escritura o de palabra, y eso les jode la vida, les mina la existencia. No pueden amar, no pueden vivir con ningún otro, están obligados a esconderse.  Miren, las tareas que hacemos en la escuela nos invitan a abandonar todo lo que no sabemos hacer. Hay que mostrar que se sabe leer, que se sabe escribir. Y se obtiene un trabajo por la escuela, por la universidad. Nadie quiere interesarse por todas esas carencias, por todas esas dificultades que tenemos todos. Todo el mundo tiene afasias, todo el mundo tiene dificultades con leer, escribir, hablar.
El psicoanálisis no dice que sabe todo. Dice: aquí está lo que nosotros estudiamos. Los que quieran estudiar esto con nosotros pueden hacerlo y, si usted quiere, pueden servirse de ello para hacer otra cosa, para otras profesiones, o porque son padres de familia… No tienen que ser psi, pero su análisis puede servirles para sentirse más cómodos con su lengua, su habla, su escritura, su lectura. Es una actividad más general el lenguaje. Entonces podrán amar a sus hijos de manera diferente. Es como el análisis de niños, no existe el análisis de niños, puesto que para estar en análisis hay que ser adulto, hay que comprometerse.
Es aquí que se va a reencontrar el problema de una profesión en el psicoanálisis. Encuentro atinado su comentario inicial, son finalmente los “psi”, los psicólogos, los psiquiatras, los psicoterapeutas, quienes se lamentan de que el psicoanálisis es una peste. La peste propaga sobre las profesiones. Pero esta gente son estafadores: ¿por qué pretenden representar el psicoanálisis y no simplemente la psicoterapia? No practican el psicoanálisis, practican la psicología. Todas las preguntas que ustedes plantean en su texto hay que hacérselas a los psicólogos y a los psiquiatras.


MS: Se las hicimos (risas)


JMV: Hay que hacerles estas preguntas en tanto que tales, y no en tanto que psicoanalistas o en nombre del psicoanálisis. Pero entonces hay que decir cuál es la profesión que uno profesa, de la que se hace profesión pública. ¿Yo profeso el psicoanálisis? No. Es un asunto privado practicar el psicoanálisis. Lacan propone, en el seminario sobre el acto analítico, nombrar esta profesión que podemos estar llevados a hacer dentro del psicoanálisis, a asumir como profesión, como ustedes lo restablecen en la etimología - efectivamente, no debería ser una profesión de fe, con ese aire religioso que toma - se hace profesión del acto analítico. Pero, ¿qué quiere decir esto? Quiere decir que hay efectivamente una ética, y no solamente una ética, hay un discurso, que se llama el discurso analítico, que dice que cualquiera que tiene pacientes a título del psicoanálisis es considerado psicoanalista. Lacan no denunció a nadie. Si usted tiene pacientes, ¿por qué no sería psicoanalista? Son los pacientes quienes instituyen el psicoanalista. Y esto hay que decirlo en la ciudad. Y es por eso que estoy contento de responder a sus preguntas, porque hay que hablarlo, es necesario que se escuche por doquier que cuando se va a ver a un psicoanalista se entra en un acto. El hecho de tomar el teléfono, llamar, pedir una entrevista, venir a la entrevista, el acto es llevado a cabo [accompli], incluso inocentemente. El inocente lleva a cabo un acto. Yo no le doy una clase cuando me viene a ver, la primera vez, no le doy una clase. Pero es un discurso que tiene condiciones. Yo escribí un texto que se llama “el psicoanálisis y sus obligaciones específicas”. Es necesario que todo el mundo sepa que hay obligaciones. El psicoanálisis no es cualquier cosa.
Lo que Freud inventó –ustedes mencionan bien el dispositivo–, el dispositivo que Freud inventó, propuso –él dice: yo lo propongo así porque así me conviene, no soporto la mirada de otros frente a mí– bueno, hay un dispositivo que es ya el consultorio, cerrado, dentro del cual no debe haber ninguna reglamentación, ninguna reglamentación, ni siquiera la reglamentación de la asociación, de la institución psicoanalítica. Al contrario, el discurso analítico, el analista lo representa. Este discurso existe porque hay textos, los textos de Freud, los textos de Lacan, y otros textos, hay un discurso con estos textos, gente que se reúne, gente que habla, y hay otros consultorios de psicoanalistas. Es absolutamente necesario. Freud estaba en una posición excepcional cuando comenzó: estaba solo. Pero ese no es más el caso.
Entonces, hay un lazo social, y este lazo social dice que aquél que toma la responsabilidad de dirigir la cura, es decir, de analizar para aquél que se lo pide, que es éste el que lo instituye. No hay necesidad de diploma, de nada. Es esto lo que es necesario decir. Porque la gente se siente responsable, y sabe que no hay otra garantía que su apreciación del psicoanálisis y del analista. Si quitan esto quitan toda la expresión misma del psicoanálisis,  puesto que el psicoanálisis es el único discurso donde el sujeto es responsable, incluso de las consecuencias de lo que dice, lo que es imprevisible. Es una responsabilidad política enorme: ser responsable de las consecuencias de lo que dice. Todo el mundo dice vilezas, horrores, y comete crímenes con sólo hablar de los otros, y a nadie le importa –aparte de la difamación a veces– y el psicoanálisis es lo contrario. Y Lacan lo escribe. Dice que que siempre lo consideraron responsable de las consecuencias de los planteos que sostenía en su seminario, porque era el analizante de su seminario, y que se dirigía a analistas. Y cuando alguien se dirige a un psicoanalista, es responsable de las consecuencias. Y es el momento de hacer las entrevistas preliminares: hay que practicar estas entrevistas preliminares tanto tiempo como sea necesario, hasta el punto en el que el sujeto no venga más a quejarse, y se comprometa. No se lo demandamos, hay que esperar. Y si no lo hace, es preferible rechazarlo. Si él se compromete en su análisis, si se da cuenta que no es más un asunto de su yo [moi] y del mundo que lo hace sufrir, sino de sí como sujeto del lenguaje, por lo tanto, que él no es un animal, que no es una máquina. El neurótico, en general viene a ver al analista para decir, mire, ¿por qué no soy un animal?, tengo miedo de todo –es la fobia– o ¿por qué no soy un animal feroz? –es el perverso– y el psicótico viene a ver al analista diciendo ¿por qué no soy una máquina?
Nuestra civilización no quiere escuchar más hablar porque es extremadamente paranoica del sujeto del lenguaje y de la lectura, y nosotros, nosotros representamos el sobreviviente, no ecológico sino del lenguaje.


MS: Recuerdo que cuando le hicimos el reportaje para la revista Fort-Da, hace 5 ó 6 años, usted sostenía la idea de que los analizantes tenían los analistas que merecían.


JMV: Exactamente.


MS: Usted la admitía incluso históricamente, bajo la forma de que cada época ofrece los analistas que los analizantes merecen, que Lacan era el analista que merecían los analizantes de esa época, y ahora tenemos los analistas que los analizantes de hoy en día merecen. Es una fórmula muy fuerte. Y me pregunto si ella podría enunciarse extensivamente a la producción teórica de los analistas. Se encuentra, por ejemplo, definiciones del lugar “alfa” en las instituciones, como lugar que resulta de la presencia de un analista. El acto analítico es establecido por la simple presencia de un analista. Estos analistas, ¿son los analistas que merecen los analizantes actuales?

JMV: Sí. Es por eso que yo no los registro como analistas. Es su asunto, como ustedes lo señalan en su texto a propósito de por qué haría falta una dimensión ética además de la terapéutica. Para mí, el psicoanálisis no es una terapéutica. Uno se siente mejor practicando el psicoanálisis, pero el psicoanálisis no lo garantiza. No garantiza ni la curación ni que uno se sienta mejor. Jamás.
La única garantía es el analizante, que garantiza su propio análisis. Y hay que decirle “usted es responsable, si no quiere ser responsable, siga siendo loco [fou]”. El loco es el alma bella. “Quéjese del mundo y diga que usted no tiene ninguna responsabilidad”, en el psicoanálisis esto está excluido.
Pero los psicoanalistas no hacen eso en sus discursos públicos. Sólo Freud y Lacan dicen cosas como esa.
Cuando ustedes prepararon esta entrevista, este dossier, en Acheronta, se tomaron el cuidado de precisar la etimología de “profesional”, y ven bien que hoy en día el inconsciente es aceptado –no se sabe lo que es, pero es aceptado– y el psicoanálisis, otro tanto, todo el mundo cree saber lo que es. Incluso el ministerio de la justicia, en Francia, cuando hubo un error judicial, dice que las víctimas del error judicial deben hacer su “duelo”. Entonces habrá un apoyo psicológico para las víctimas del error judicial. Por lo tanto, ustedes ven, es muy popular el psicoanálisis, pero no es el psicoanálisis eso, es la psicología. Que los psicólogos hagan su trabajo.
Y ustedes plantean una excelente pregunta: ¿Por qué habría necesidad de un debate ético además del debate terapéutico? Tienen razón. Lo que encuentro formidable en su texto es esta manera de presentar las cosas diciendo que los psicólogos se lamentan de encontrarse en este atolladero, pero es porque hay confusión ya del lado del psicoanálisis.
No digo que sea sencillo de resolver. Pero para luchar contra la confusión lo mejor es que se hable, que se discuta, que se deje de hacer tribunales, exclusiones, denuncias. Yo incluso no soy de la idea de denunciar personas “ad hominem”.
Freud consideró que para ocupar el lugar de analista, en principio hay que ser analizante, y el analizante –es la cuestión de “análisis terminable o interminable” – incluso si se pasa por un corte, como dice Lacan, por una escansión importante, que puede darle lugar a un testimonio, una transmisión… de todas maneras el análisis es interminable. 
Cuando ustedes dicen, en el último párrafo de su texto, cuando citan dos veces a Lacan en “La dirección de la cura”, ven bien por qué el psicoanálisis no puede ser una profesión. ¿Cómo puede hacerse una profesión allí donde el analista paga “con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo”? Eso es tan íntimo que no puede devenir público. Y tienen toda la razón en señalar esta implicación del analista para “poder mezclarse en una acción que va al corazón del ser”. ¿Cómo quieren hacer una profesión de eso? Hace falta calmarse un poco. Hay que decirles a los psicoanalistas que es el analizante quien va a ir al corazón de su ser. Yo, yo puedo dirigirlo. ¿Por qué? Yo hago profesión del acto analítico, porque tomo esta responsabilidad de mi lado, que no quita la responsabilidad del analizante para su cura. Yo sostengo su deseo de hacer una cura cuando estimo que hay una pequeña chance de que llegue a hacer algo. Soy de la idea de que las entrevistas preliminares deben ser llevadas durante un tiempo suficientemente prolongado –y esto podría incluso tener lugar en diferentes servicios, en los servicios sociales, en los dispensarios, en los hospitales, si las personas son informadas de que eso que hacen no es psicoanálisis, y que el paciente podrá hacerlo, únicamente si abandona el apoyo, la garantía, y todas las ayudas. 
Es cierto, las personas que son muy pobres, que están duramente aquejados, el psicoanálisis no está directamente indicado para ellos.

MS: ¿Por qué no es lo mismo para los ricos? Porque en realidad, hay siempre un malentendido. Nadie va a ver a un psicoanalista.

JMV: A ese título, nadie. 

MS: A lo sumo se dará cuenta, aprés coup, que quería hacer un análisis.

JMV: Ustedes ven que es un acto, porque cualquiera, quien va a ver al más estúpido psi, quien hace yoga al mismo tiempo que cocina naturista, cualquiera, quien va a pedir una entrevista a alguien, se acuerda toda su vida de la primera entrevista, del primer encuentro, incluso si no hay continuación. Eso tiene siempre consecuencias. No estamos inmunizados contra el hecho de ir a ver a alguien indistintamente, no se sabe bien por qué, pero se sabe que eso nos toca.
El problema es que los analistas, en lugar de denunciar a los otros, de hacer de gendarmes… hay que acorralar a cada uno frente a su responsabilidad. Es lo que hizo Lacan. Todos los analistas reprochan a Lacan no ser un maestro, un director, un jefe. Él dijo cosas; hay que leerlas, reflexionarlas, discutirlas; no es para tomarlo como dinero en efectivo, es difícil el discurso analítico, y Lacan no facilita las cosas, él no da, dice: “es necesario que tomen, es necesario que sea su análisis”, ¿comprenden? Para que sea verdaderamente eficaz, es necesario que sean ustedes quienes lo toman. De golpe, los mismos lacanianos se lamentan de que Lacan, finalmente,  puede que se equivoque, que exagere. Hay gente que dice que se ocupaba de la topología, pero que era un laboratorio de investigación con personas como ustedes, pero no con los otros. ¿Pero qué quiere decir eso? No se comprende nada del discurso analítico –tenemos la prueba desde hace 30 años que Lacan murió– si no se va hasta el final, incluso esta famosa topología. Entonces se hace reemplazos, se mete la psicología o la psiquiatría en su lugar.
Somos responsables. Yo, yo soy responsable, mi responsabilidad es muy clara: rechacé pelearme con los psicoanalistas, sean freudianos o lacanianos. No voy a hacer una mala “remake” de Tótem y Tabú por la herencia de Freud y Lacan. No pelearé. Si quieren matarme me matarán, pero yo no pelearé. Miren, vengo hasta aquí para poder trabajar. Trabajo en Francia y trabajo aquí, pero soy mejor recibido aquí que en Francia, a causa de la opinión, de la doxa, del rumor y del tribunal. Y esa gente que quiere corregir a Lacan y dice que Lacan estaba senil –porque Benveniste estaba senil, rechazó a Freud, pero no a Lacan– pero Lacan no estaba senil al final de su vida. Yo lo vi algunos meses antes de su muerte; estaba enfermo, tenía un cáncer, pero no había perdido la cabeza. Bueno, la opinión deforma las cosas. Pero el punto es que los alumnos de Lacan querrían reformar, enmendar, lo que Lacan dio en su discurso analítico para organizar la asociación, la institución que es la intermediaria entre la práctica del análisis y el público, donde es cuestión de precisar lo que Lacan propone, el AE y los AME, donde los AME es una garantía de una formación que se da, donde dice “garantizo la formación –pero no el análisis- del señor tanto”. Lacan hace la distinción. En los escritos retoma una vieja fórmula americana en inglés, es el “double training”, un psicoanálisis es un “double training”, está la cura personal, y la formación de estudios freudianos o lacanianos que, a mi modo de ver, pueden incluso ser hechos en la Universidad. ¿Por qué los que hacen psicología en la universidad tendrían necesidad de una formación clínica especial, que van a tomar en un instituto privado, de psicoanálisis? Si quieren hace un análisis, que lo hagan, pero que no digan que es su formación. La universidad puede dar una formación a los psiquiatras y a los psicólogos. Puede, incluso, tener departamentos de psicoanálisis donde se enseñen los contenidos freudianos o lacanianos, aquello que señalen como lo que tienen de universal. Mis libros pueden ser enseñados en la universidad. Están las matemáticas, y el discurso analítico ahí dentro, está la lingüística, la antropología. Todo eso puede ser enseñado. Pero la cura, ella misma, debe ser protegida por el discurso analítico y la institución. Entonces, esta institución, no es cuestión que sea sin rendir cuentas. No es garantías lo que ella da. No garantiza la formación que da, si da alguna. Pero por la cura ella dice, el discurso analítico existe, para que nos reunamos en coloquios, en cartels, en nuestras revistas, etc.

 

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 26 - Diciembre 2010
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