Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
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Convocatoria para el nº 26

Ver texto de convocatoria en portugués et en français

¿Es el psicoanálisis una profesión?

La semántica habitual del término "profesión" remite al empleo, facultad u oficio que cada uno tiene y ejerce públicamente. Según la Wikipedia "las profesiones son ocupaciones que requieren de un conocimiento especializado, una capacitación educativa de alto nivel, control sobre el contenido del trabajo, organización propia, autorregulación, altruismo, espíritu de servicio a la comunidad y elevadas normas éticas". En suma, una profesión sería una actividad especializada de trabajo. Correlativamente, un profesional es "toda aquella persona que puede brindar un servicio o elaborar un bien, garantizando el resultado con calidad de excelencia".

Desde esta perspectiva, la pregunta anterior podría reformularse de las siguientes maneras.

¿Es la práctica del psicoanálisis un trabajo, y en tanto tal, una "especialidad" laboral? ¿Es la práctica del psicoanálisis un ejercicio profesional? En cuyo caso, ¿cual sería el estatuto del producto de dicho trabajo? ¿cómo participa o circula ese producto en el mercado?, ¿cómo se evalúa su "calidad" o eficacia?, ¿existe algún saber estandarizado, o criterios normativizados que permitan una "habilitación", como en otras prácticas profesionales, a partir de los cuales se pueda evaluar y juzgar una eventual "mala praxis" en la práctica del psicoanálisis?, ¿cómo evaluar la "calidad" de dicha práctica?, ¿cómo se juzga la "idoneidad" del "profesional" que la realiza?, ¿cómo se cotiza el valor de estos servicios, es decir, cómo se fijan los "honorarios" de sus practicantes? ¿en función del "tiempo de trabajo" del profesional? ¿en función de la "calidad" del servicio realizado?

Lo cierto es que, por los impasses y atolladeros a los que se enfrentan estas preguntas, no son frecuentes las ocasiones en que los psicoanalistas buscan presentar su práctica como una "especialidad" profesional. Pero la "peste" se propaga entonces a las "profesiones" que suelen recubrir esa práctica: la psicología y la psiquiatría. De hecho, ¿porqué no parecen bastar, para el caso de los psicólogos, los títulos y reglas de habilitación profesional, así como las correspondientes regulaciones estatales de su práctica, y suele ser tan común que los "colegios" profesionales tengan que añadir las exigencias de unos "códigos de ética"? ¿Porqué es necesario ir más allá del plano de la "terapéutica" e involucrarnos en una dimensión "ética"?

En un reportaje publicado en Acheronta, David Laznik diferenciaba (1) la cuestión de los "fundamentos" de la práctica analítica de su "legitimación social", la cual se inscribiría en el campo de la salud mental y sus correspondientes profesiones. Laznik planteaba, entonces, un problemático equilibrio entre la tendencia a "traicionar los fundamentos para legitimar socialmente el psicoanálisis" y la tendencia a "apostar por los fundamentos, renegando de la legitimación social".

En efecto, cualquier "legitimación" implica la búsqueda de una conformidad con las "leyes" de una referencia tercera. Este problema retoma y continúa el debate abierto por Freud en 1925 respecto al ejercicio del psicoanálisis por parte de los "legos" (2). En ese entonces, Freud acotaba este estatuto de "legos" a los "no médicos". Pero esa restricción respondía a la circunstancia de que, en ese entonces, aún no existía la habilitación profesional de los psicólogos. La pregunta de fondo que plantea Freud es si hace falta tener alguna habilitación "profesional" (sea como médico, sea como psicólogo) para ejercer el psicoanálisis, ya que "el motivo de esta limitación es lo que debe indagarse" (3).

Pero las preguntas que la referencia "profesional" puede llegar a plantearle al psicoanálisis van más lejos aún. La palabra "profesión" proviene del latín professio, que significa acción y efecto de profesar, una de cuyas definiciones, en el diccionario de la RAE, es "en una orden religiosa, obligarse a cumplir los votos propios de su instituto" (como corresponde al uso de expresiones como "profesión de fe"). Surge la pregunta entonces: ¿no encontramos, acaso, en algunas instituciones analíticas, algunas "profesiones de fe" que testimonian de una obediencia tanto o más obsecuente que la que parece imposibilitarse ante los poderes públicos? De hecho, en muchos discursos "psicoanalíticos", las referencias a la ética pueden aparecer menos "codificadas" que en los reglamentos de los colegios profesionales, pero no funcionan por ello de un modo menos persecutorio y superyoico, haciendo honor al sentido "profesional" de la "acción de declarar en voz alta su fe" (4)

Podríamos decir que el problema que se plantea, de un modo más general, es la función e incidencia de una instancia "tercera" (5) respecto al dispositivo analítico, sea que el postulante para ese lugar sea una regulación estatal, una "ética profesional", una concepción "terapéutica", una "orientación" psicoanalítica", etc. Para este número 26 de Acheronta, invitamos a trabajar y reflexionar sobre las dificultades y problemas que presenta la práctica del psicoanálisis en relación a sus recubrimientos profesionales e institucionales.
Los ángulos o ejes pueden ser varios.

Un primer capítulo podría agrupar abordajes de los temas más políticos, como las conflictivas propuestas de regulación estatal de la práctica analítica, o la instrumentación de los variados títulos y postítulos universitarios si no de "psicoanalista", si de "especialidades" y/o "prácticas" adjetivadas psicoanalíticamente (instrumentaciones que muchas veces cuentan con el aval explícito de instituciones psicoanalíticas), etc.

Otro capítulo podría reunir trabajos sobre los condicionamientos que impone la dependencia profesional respecto a los diferentes tipos de seguros médicos (6). Algunos de estos condicionamientos nos remontan a los viejos debates sobre los estándares de la IPA, como por ejemplo, la cuestión del tiempo de las sesiones. En términos más generales, reuniríamos aquí los problemas que genera, para el manejo de la transferencia (y la contratransferencia), esta presencia tercera de un "otro" que establece las reglas de los intercambios económicos y/o los estándares o formatos de la cura (honorarios, tiempo de la sesión, frecuencia o cantidad de sesiones, orientación clínica, dirección de la cura, etc.).

Un tercer capítulo podría abordar los problemas asociados a la etapa llamada de "formación" de los profesionales. Por ejemplo, el circuito de la derivación de "pacientes" en los espacios "clínicos" de esas instancias de formación (7) y las consecuencias de la intervención de dichas instancias tanto en la asignación de los pacientes como en la supervisión de las curas. Otra polémica importante es la que resulta de la sistemática divulgación y circulación de los relatos de los pacientes de ese tipo de servicios asistenciales, devenidos, por ese mismo contexto, en "material clínico", sea a fines de "ilustración" o debate (en ateneos, supervisiones, publicaciones, etc.). En suma, toda una serie de circunstancias en que la atención en salud mental de población de escasos recursos, se asocia a la formación de profesionales que luego sabrán ser mucho más reservados con los relatos de sus pacientes privados.

Un cuarto capítulo podría reunir los problemas que plantea la carencia de derechos jurídicos de las personas asistidas, como suele ser el caso de niños o psicóticos, donde el analista no puede eludir el trato con quienes ofician de tutores (padres, familiares, jueces, etc.), trato que lo ubica en una posición de "responsabilidad profesional" respecto a esos terceros.

Finalmente, todos estos problemas no dejan de tener sus incidencias y efectos sobre la práctica habitualmente considerada más propia del psicoanálisis, como la de los consultorios privados. Por ejemplo, el valor y modificaciones de los honorarios, el tiempo de las sesiones, los circuitos de las derivaciones, las modalidades publicitarias, etc.,

Evidentemente, es esta un temática muy problemática. Sobre todo porque la oposición que planteaba Laznik entre "fundamentos" y "legitimación", suele funcionar, mas que como eventual marco referencial para el análisis de un problema, como polos de un combate ideológico al que cada cual se ve compelido según su implicación personal en alguna parte de toda esta telaraña. Por ejemplo, no será raro percibir que quien trabaje en un hospital se vea llevado a defender (antes que a pensar) el uso y difusión de los relatos de los pacientes como "material clínico", del mismo modo que un analista de consultorio privado se vea llevado a defender (antes que a pensar) el secreto profesional. Tampoco será raro que quien trabaje en instancias universitarias o de formación institucional se vea llevado a defender (antes que a pensar) la "enseñanza" de los aspectos formales y universales de la teoría analítica, y que quien intervenga en instancias menos institucionalizadas (seminarios, grupos de estudio, etc.) sea llevado a defender (antes que pensar) la "transmisión" del psicoanálisis en función de otras referencias como el estilo, o la transferencia.
En otros términos, la referencia "profesional" es quizás una de las que más nos implica o compromete en nuestras cuestiones "personales". Lo cual no deja de ser una paradoja si tenemos presente que la práctica analítica, a su vez, requiere del analista que pague "con lo que hay de esencial en su juicio más íntimo" (8). Justamente, nuestra pregunta indaga sobre las incidencias que las dificultades de la implicación "profesional" podrían acarrear respecto a esta otra implicación requerida al analista para poder "mezclarse en una acción que va al corazón del ser" (9).

Todos los interesados en participar de este difícil debate pueden enviar sus propuestas de publicación (10), así como sus comentarios y/o sugerencias (11) a redaccion@acheronta.org

Redacción de la revista Acheronta

Notas

(1) Reportaje a David Laznik, publicado en el número 24 (noviembre 2007) de Acheronta

(2) Sigmund Freud, "¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?", Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XX

(3) Idem, página 171

(4) Ver "Dictionnaire étymologique de la langue française" de O. Bloch y W.von Wartburg, Editorial PUF

(5) En la primer página de "¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?" (Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XX, página 171) Freud señala: "La 'situación analítica' no es compatible con la presencia de terceros".
Ver también "
El fluido de la tercera persona", de Guy Le Gaufey (publicado en el número 13 de Acheronta)

(6) En cada país presentan nombres y modalidades diferentes: en Argentina son las obras sociales y medicinas prepagas, en España las mutuales, en Brasil los "convenios", etc.

(7) Esas instancias pueden ser públicas, como en el caso de las residencias o concurrencias en los hospitales, pero también privadas, como en el caso de los institutos (mas o menos asociados, en muchos casos, a instituciones psicoanalíticas)

(8) Jacques Lacan, "La dirección de la cura", Escritos 2, Editorial Siglo XXI, nueva edición argentina (2008), página 561

(9) Idem

(10) En el caso de propuestas de publicación, por favor, enviarlas como archivos adosados, preferentemente en formato de word 2003

(11) Estaríamos muy agradecidos con aquellos que pudieran enviarnos una descripción de cómo funciona la atención psicológica o de salud mental, en su país, para conocer más en detalle el contexto "profesional" en el que se mueve la práctica del psicoanálisis en dicho país.


Texto de apresentação e convocatória do número 26 de Acheronta

A psicanálise, é uma profissão?

A semântica habitual do termo "profissão" remete ao emprego, faculdade ou ofício que cada um tem e publicamente exerce. Segundo a Wikipedia "as profissões são ocupações que requerem um conhecimento especializado, uma capacitação educativa de alto nível, controle sobre o conteúdo do trabalho, organização própria, auto-regulação, altruísmo, espírito de serviço à comunidade e elevadas normas éticas". Em suma, uma profissão seria uma atividade especializada de trabalho. Correlativamente, um profissional é "toda aquela pessoa que pode brindar um serviço ou elaborar um bem, garantindo o resultado com qualidade de excelência".

Desde esta perspectiva, a pergunta anterior poderia ser reformulada das seguintes maneiras:

A prática da psicanálise, é um trabalho, e enquanto tal, uma "especialidade" de serviço? É a prática da psicanálise um exercício profissional? . Em cujo caso, qual seria o estatuto do produto de dito trabalho? Como participa ou circula esse produto no mercado?. Como se avalia sua "qualidade" ou eficácia? Existe algum saber estandarizado, ou critérios normatizados para permitir uma "habilitação" como em outras práticas profissionais, a partir das quais seja possível avaliar e julgar uma eventual "mala praxis" na prática da psicanálise? Como avaliar a "qualidade" de dita prática?. Como se julga a "idoneidade" do "profissional" que a realiza? Como se cotiza o valor desses serviços? quer dizer: como são fixados os "honorários" dos seus praticantes?. Em função do "tempo de trabalho" do profissional?.  Em função da "qualidade" do serviço realizado?

Certo é que, pelos impasses e entraves aos que se defrontam essas perguntas, não são freqüentes as ocasiões em que os psicanalistas procuram apresentar sua prática como uma "especialidade" profissional. Mas a "peste" se propaga então às "profissões" que habitualmente encobrem essa prática: a psicologia e a psiquiatria. De fato, porque parecem não bastar, para o caso dos psicólogos, os títulos e regras de habilitação profissional, bem como as correspondentes regulamentações estatais de sua prática, e resulta ser tão comum os "colégios" profissionais precisarem acrescentar as exigências de "códigos de ética"?. Porque é necessário ir mais além do plano da "terapêutica" e nos evocarmos em uma dimensão "ética"?

Em reportagem publicada na Revista Acheronta, David Laznik diferenciava (1) a questão dos "fundamentos" da prática analítica de sua "legitimação social", a qual ia se inscrever no campo da saúde mental e suas correspondentes profissões. Laznik colocava, então, um problemático equilíbrio entre a tendência a "trair os fundamentos para legitimar socialmente a psicanálise" e a tendência a "apostar nos fundamentos, renegando da legitimação social". 

Com efeito, qualquer "legitimação" implica na busca de uma conformidade com as "leis" de uma referência terceira. Este problema retoma e continua o debate aberto por Freud em 1925 respeito ao exercício da psicanálise da parte dos "leigos" (2). Naquele então, Freud adjudicava este estatuto de "leigos" aos "não médicos". Mas essa restrição respondia à circunstância de que naquele momento, ainda não existia a habilitação profissional dos psicólogos. A pergunta de fundo que Freud coloca é se faz falta ter alguma habilitação  profissional" (seja como médico, seja como psicólogo) para exercer a psicanálise, desde que "o motivo desta limitação é o que se deve indagar" (3). 

Mas as perguntas que a referência "profissional" pode chegar a colocar à psicanálise vão mais ainda mais longe. A palavra "profissão" provém do latim professio, que significa ação e efeito de professar, uma de cujas definições, no dicionário da RAE*, é "em uma ordem religiosa, obrigar-se a cumprir os votos próprios de seu instituto" (como corresponde ao uso de expressões como "profissão de fé "). Surge a pergunta então: não encontramos, em algumas instituições analíticas, algumas "profissões de fé " que testemunham de uma obediência tanto ou mais obseqüente que a que parece impossibilitar-se perante os poderes públicos? De fato, em muitos discursos "psicanalíticos", as referências à ética podem aparecer menos "codificadas" que nos regramentos dos colégios profissionais, mas não funcionam por isto de um modo menos persecutório e superegoico, honrando assim o sentido "profissional" da "ação de declarar em voz alta sua fé" (4)

Poderiamos dizer que o problema que se coloca, de um modo mais geral, é a função e incidência de uma instância "terceira" (5) respeito do dispositivo analítico, seja que o postulante para esse lugar fôr uma regulação estatal, uma "ética profissional", uma concepção "terapêutica", uma "orientação" psicanalítica", etc. Para este número 26 de Acheronta, invitamos a trabalhar e refletir sobre às dificuldades e problemas que apresenta a prática da psicanálise em relação aos seus recobrimentos profissionais e institucionais. Vários podem ser seus ângulos ou eixos.

Um primeiro capítulo poderia agrupar abordagens dos temas mais políticos, como as conflitantes propostas de regulação estatal da prática analítica, ou a instrumentação dos variados títulos e pós-títulos universitários senão de "psicanalista", se de "especialidades" e/ou "práticas" adjetivadas psicanaliticamente (instrumentações que muitas vezes contam com o aval explícito de instituições psicanalíticas), etc.

Outro capítulo poderia reunir trabalhos sobre os condicionamentos que se impõem pela dependência profissional respeito dos diferentes tipos de seguros médicos (6). Alguns desses condicionamentos nos fazem retroceder aos velhos debates sobre os standards da IPA como, por exemplo, a questão do tempo das sessões. Em termos mais gerais, poderíamos reunir aqui os problemas que gera, para o manejo da transferência (e da contratrasferência), esta presença terceira de um "outro" que estabelece as regras dos intercambios econômicos e/ou standards ou formatos do tratamento (honorários, tempo da sessão, freqüência ou quantidade de sessões, orientação clínica, direção do tratamento, etc.).

Um terceiro capítulo poderia abordar os problemas associados à etapa chamada de "formação" dos profissionais. Por exemplo, o circuito do encaminhamento de "pacientes" nos espaços "clínicos" dessas instâncias de formação (7) e as conseqüências da intervenção de ditas instâncias tanto no encaminhamento dos pacientes como na supervisão dos tratamentos. Outra polêmica importante é a que resulta da sistemática divulgação e circulação dos relatos dos pacientes desse tipo de serviços assistenciais, advindos, por esse mesmo contexto, em "material clínico", seja aos fins de "ilustração" ou debate (em ateneu, supervisões, publicações, etc.). Em suma, toda uma série de circunstâncias nas quais a atenção em saúde mental de população de escassos recursos, se associa à formação de profissionais que logo mais saberão ser muito mais reservados com os relatos dos seus pacientes particulares.

Um quarto capítulo poderia reunir os problemas colocados pela carência de direitos jurídicos das pessoas assistidas, como acontece habitualmente com crianças ou psicóticos, nos quais o analista não pode eludir o trato com aqueles que oficiam como tutores (pais, familias, juizes, etc). Trato que o coloca em uma posição de "responsabilidade profissional" respeito desses terceiros.

Finalmente, todos esses problemas no deixam de ter suas incidências e efeitos sobre a prática mais própria da psicanálise, nos consultórios privados. Por exemplo, o valor e modificações dos honorários, o tempo das sessões, os circuitos das derivações, as modalidades publicitárias, etc.,

Evidentemente, é esta uma temática muito problemática. Sobre tudo porque a oposição que Laznik colocava entre "fundamentos" e "legitimação", acostuma funcionar, mais que como eventual marco referencial para a análise de um problema, como pólos de um combate ideológico ao que cada qual se vê compelido segundo sua implicação pessoal em alguma parte de toda essa rede. Por exemplo, não será raro perceber que quem trabalhe em um hospital se veja levado a defender (antes que a pensar) o uso e difusão dos relatos dos pacientes como "material clínico", do mesmo modo que um analista de consultório privado se veja levado a defender (antes que a pensar) o segredo profissional. Também não será raro que quem trabalhe em instâncias universitárias ou de formação institucional se veja levado a defender (antes que a pensar) o "ensino" dos aspectos formais e universais da teoria analítica, e que quem intervenha em instâncias menos institucionalizadas (seminários, grupos de estudo, etc.) seja levado a defender (antes que pensar) a "transmissão" da psicanálise em função de outras referências como o estilo, o a transferência.
Em outros términos, a referência "profissional" é talvez uma das que mais nos implica ou compromete em nossas questões "pessoais". O qual não deixa de ser um paradoxo se temos presente que a prática analítica, por sua vez, requer do analista que "ele tem que pagar com o que há de essencial em seu juízo mais íntimo" (8). Justamente, nossa pergunta indaga sobre as incidências que as dificuldades da implicação "profissional" poderiam acarretar respeito dessa outra implicação requerida ao analista para poder "para intervir numa ação que vai ao cerne do ser" (9)

Aqueles interessados em participar deste difícil debate podem enviar suas propostas de publicação (10) bem como seus comentários e/ou sugestões (11) a redaccion@acheronta.org

Redação da revista Acheronta

Notas

(1) Reportagem a David Laznik, publicada no número 24 (noviembre 2007) de Acheronta

(2) Sigmund Freud, "¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?", Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XX

(3) Idem, página 171

(4) Ver "Dictionnaire étymologique de la langue française" de O. Bloch e W.von Wartburg, Editorial PUF

(5) En la primer página de "¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?" (Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XX, página 171) Freud señala: "La 'situación analítica' no es compatible con la presencia de terceros".
Ver también "
El fluido de la tercera persona", de Guy Le Gaufey (publicado en el número 13 de Acheronta)

(6) En cada país presentan nombres y modalidades diferentes: en Argentina son las obras sociales y medicinas prepagas, en España las mutuales, en Brasil los "convenios", etc.

(7) Esas instancias pueden ser públicas, como en el caso de las residencias o concurrencias en los hospitales, pero también privadas, como en el caso de los institutos (mas o menos asociados, en muchos casos, a instituciones psicoanalíticas)

(8) Jacques Lacan, "A direção do tratamento", Escritos, Jorge Zahar Editor, RJ, (1998), pag. 593

(9) Idem

(10) Agradecemos enviar as propostas de publicação como arquivos anexados, de preferência em formato de Word 2003

(11) Ficariamos muito agradecidos com aqueles que pudessem nos enviar uma descrição de como é o funcionamento da atenção psicológica ou de saúde mental, em seu pais, para conhecer mais em detalhe do contexto "profissional" em que se desenvolve aa prática da psicanálise em dito pais


Texte de présentation et convocation pour le numéro 26 d'Acheronta

Est-ce la psychanalyse une profession?

La sémantique habituelle du terme "profession" renvoie à l'emploi, à la faculté ou au métier que chacun a ou exerce publiquement. Selon la Wikipedia (en espagnol) "les professions sont des occupations qui requièrent d'une connaissance spécialisée, d'une formation éducative de haut niveau, de contrôle sur le contenu du travail, une organisation propre, un autoréglage, l'altruisme, l'esprit de service à la communauté et d'exigentes normes éthiques". En somme, une profession serait une activité spécialisée de travail. Corrélativement, un professionnel est "toute cette personne qui peut offrir un service ou élaborer un bien, en garantissant le résultat avec une qualité d'excellence".

A partir de cette perspective, la question précédente pourrait se reformuler des manières suivantes.

La pratique de la psychanalyse est-elle un travail, et en tant que tel, une "spécialité" de travail ? La pratique de la psychanalyse est-elle un exercice professionnel ? Dans ce cas: quel serait le statut du produit de ce travail? comment participe ou circule ce produit dans le marché ? comment est évaluée sa "qualité" ou efficacité ? existe-t-il un savoir standardisé, ou des critères normativisés qui permettent une "habilitation", comme en d'autres pratiques professionnelles, à partir desquels on pourrait évaluer et juger une éventuelle "mauvaise pratique" dans le cas de la psychanalyse ? comment évaluer la "qualité" de cette pratique? comment est jugée l'"aptitude" du "professionnel" qui la réalise ? comment cotiser la valeur de ces services? c'est-à-dire comment sont fixés les "honoraires" de ses practiciens? en fonction du "temps de travail" du professionnel?, en fonction de la "qualité" du service réalisé?

Il est certain que, vues les impasses et les bourbiers auxquels s'affrontent ces questions, ne sont pas fréquentes les occasions ou les psychanalystes cherchent à présenter leur pratique comme une "spécialité" professionnelle. Mais la "peste" se propage alors aux "professions" qui d'habitude recouvre cette pratique : la psychologie et la psychiatrie. En fait: pourquoi ne semblent-ils pas suffire, pour le cas des psychologues, les titres et règles d'habilitation professionnelle, ainsi que les régulations gouvernementalle correspondantes de sa pratique, et il est si commun que les "collèges" professionnels doivent ajouter les exigences de codes "d'éthique" ou "déontologiques"? Porquoi est-il nécessaire d'aller au-delà du plan de la "thérapeutique" et nous impliquer dans une dimension "éthique" ?

Dans un entretien publié par Acheronta, David Laznik différenciait (1) la question des "fondements" de la pratique analytique de sa "légitimation sociale", laquelle s'inscrirait dans le domaine de la santé mentale et ses professions correspondantes. Laznik posait, alors, un équilibre problématique entre la tendance à "trahir les fondements pour légitimer socialement la psychanalyse" et la tendance à "parier pour les fondements, en reniant de la légitimation sociale".

En effet, toute "légitimation" implique la recherche d'une conformité avec les "lois" d'une référence troisième. Ce problème reprend et continue le débat ouvert par Freud en 1925 au sujet de l'exercice de la psychanalyse de la part des "laïcs" (2). A ce moment, Freud bornait ce statut de "laïcs" aux "non médecins". Mais cette restriction répondait à la circonstance qu'il n'existait pas encore d'habilitation professionnelle pour les psychologues. La question de fond que Freud pose est la restriction d'une habilitation "professionnelle" (soit comme médecin, soit comme psychologue) pour exercer la psychanalyse, puisque "le motif de cette limitation est ce qui doit être interrogé" (3).

Mais les questions que la référence "professionnelle" peut poser à la psychanalyse vont encore plus loin. Le mot "profession" provient du latin professio qui signifie "action et effet de professer", dont l'une les définitions que donne le dictionnaire de la RAE est "dans un ordre religieux, s'obliger à accomplir les votes propres de son institut" (comme il correspond à l'usage d'expressions tel que "profession de foi"). La question surgit alors: ne trouvons-nous pas, parfois, dans quelques institutions analytiques, quelques "professions de foi" qui témoignent d'une obéissance autant plus obséquante que celle que certains renient face aux pouvoirs publics ? En fait, dans beaucoup de discours "psychanalytiques", les références à l'éthique peuvent paraître moins "codifiées" que dans les règlements des collèges professionnels, mais ne fonctionnent pas pour cela d'une manière moins poursuivante et surmoique, faisant un honneur au sens "professionnel" de "l'action de déclarer à haute voix sa foi" (4)

Nous pourrions dire que le problème qui se pose, d'une façon plus générale, est la fonction et l'incidence d'une instance "troisième" (5) par rapport au dispositif analytique, autant que le postulant pour ce lieu soit une régulation étatique, une "éthique professionnelle", une conception "thérapeutique", une "orientation" psychanalytique", etc. Pour ce numéro 26 d'Acheronta, nous invitons à travailler et à réfléchir sur les difficultés et problèmes que la pratique de la psychanalyse présente en relation a ses recouvrement professionnels et institutionnels.

Les angles ou les axes peuvent être différents.

Un premier chapitre pourrait regrouper les abordages des sujets plus politiques, comme les confictuelles propositions de régulation étatique de la pratique analytique, ou l'instrumentation de diplomes variés, si non de "psychanalyste", oui de "spécialités" ou de "pratiques" adjectivées psychoanalytiquement (instrumentations qui disposent bien souvent de l'aval explicite d'institutions psychanalytiques), etc.

Un autre chapitre pourrait réunir des travaux sur les conditionnements qu'impose la dépendance professionnelle au sujet des assurances santée (6). Certains de ces conditionnements nous remontent aux vieux débats sur les standards de l'IPA, comme par exemple, la question du temps des séances. En termes plus généraux, nous réunirions ici les problèmes qu'engendrent, pour le maniement du transfert (et du contretransfert), cette présence troisième d'un "autre" qui établit les règles des échanges économiques et des standards ou formats de la cure (honoraires, temps de la séance, fréquence ou quantité des séances, orientation clinique, direction de la cure, etc..).

Un troisième chapitre pourrait aborder les problèmes associés à l'étape dénommée de "formation" des professionnels. Par exemple, le circuit de la dérivation de "patients" dans les espaces "cliniques" de ces instances de formation (7) et les conséquences de l'intervention des dites instances dans l'assignation des patients et dans la supervision des cures. Une autre polémique importante est celle qui résulte de la divulgation et circulation des récits des patients de ces types de services assistanciels, devenus alors en "matériel clinique", soit à des fins d' "illustration" ou de débats (dans des athénées, des supervisions, des publications, etc..). En somme, toute une série de circonstances dans lesquelles l'attention de la santé mentale de populations pauvres, s'associe à la formation de professionnels qui sauront être, plus tard, beaucoup plus réservés avec les récits de leurs patients privés.

Un quatrième chapitre pourrait réunir les problèmes que pose le manque de droits juridiques des personnes assistées, comme cela est d'habitude dans le cas d'enfants ou psychotiques, où l'analyste ne peut pas éluder le rapport avec ceux qui officient de tuteurs (parents, familiers, juges, etc..), rapport qui le place dans une position de "responsabilité professionnelle" par rapport à ces troisièmes.

Finalement, tous ces problèmes ne sont pas sans incidences et conséquences sur la pratique d'habitude considérée plus propre de la psychanalyse, comme celle qui a cours dans les cabinets privés. Par exemple, la valeur et les modifications des honoraires, le temps des séances, les circuits des dérivations, les modalités publicitaires, etc..

Évidemment, il s'agit dun thème très problématique. Surtout parce que l'opposition que Laznik posait entre les "fondements" et la "légitimation", fonctionne d'habitude, plutot que comme éventuel cadre référentiel pour l'analyse d'un problème, comme les pôles d'un combat idéologique auquel chacun se trouve contraint selon son implication personnelle dans quelque part de toute cette toile d'araignée. Par exemple, il ne sera pas rare de percevoir que celui qui travaille dans un hôpital se trouve mené à défendre (avant qu'à penser) l'usage et la diffusion des récits des patients comme "matériel clinique", de la même façon qu'un analyste de consultation privée se trouvera mené à défendre (avant qu'à penser) le secret professionnel. Il ne sera pas rare non plus que celui qui travaille dans des instances universitaires ou de formation institutionnelle se trouve mené à défendre (avant qu'à penser) l'"enseignement" des aspects formels et universels de la théorie analytique, et que celui qui intervient dans des instances moins institutionnalisées (des séminaires, des groupes d'étude, etc.) est mené à défendre (avant que penser) la "transmission" de la psychanalyse en fonction d'autres références comme le style, ou le transfert.

En d'autres termes, la référence "professionnelle" est peut-être une de celles qu'il nous implique ou compromet le plus dans nos questions "personnelles". Ce qui ne fait que poser un double paradoxe si nous nous souvenons que, à son tour, la pratique analytique requiert de l'analiste qu'il paie "avec ce qu'il y a d'essentiel dans son jugement le plus intime" (8). Justement, notre question interroge sur les incidences et les difficultés que l'implication "professionnelle" pourraient transposer sur cette autre implication requise à l'analyste pour pouvoir "se mêler d'une action qui va au coeur de l'être" (9).

Tous les intéressés dans partager ce difficile débat peuvent envoyer leurs propositions de publication (10) ainsi que leurs commentaires et suggestions (11) à redaccion@acheronta.org

Notes

(1) Reportaje a David Laznik, publicado en el número 24 (noviembre 2007) de Acheronta

(2) Sigmund Freud, "¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?", Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XX

(3) Idem, página 171

(4) Voir "Dictionnaire étymologique de la langue française", O. Bloch y W.von Wartburg, PUF

(5) En la primer página de "¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?" (Obras Completas, Editorial Amorrortu, Tomo XX, página 171) Freud señala: "La 'situación analítica' no es compatible con la presencia de terceros".
Ver también "
El fluido de la tercera persona", de Guy Le Gaufey (publicado en el número 13 de Acheronta)

(6) Dans chaque pays ils présentent différent noms et modalités : en Argentine ce sont les "obras sociales" y "medicinas prepagas", en Espagne les "mutuales", au Brésil les "convenios", etc..

(7) Ces instances peuvent être publiques, comme dans le cas des résidences ou concurrences dans les hôpitaux, mais aussi privées, comme dans le cas des instituts (plus ou moins associés, dans beaucoup de cas, aux institutions psychanalytiques)

(8) Jacques Lacan, "Direction de la cure", Ecrits, Editions Seuil, page

(9) Idem

(10) Dans le cas de propositions de publication, s'il vous plaît, les envoyer comme archives adossées, préférablement dans un format de word 2003

(11) Nous serions bien remerciant avec ceux qui pourraient nous envoyer des rapports sur le fonctionnement des services de santé mentale de chaque pays, pour connaître plus en détail le contexte "professionnel" dans lequel se meut la pratique de la psychanalyse dans ce pays.

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