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El siguiente texto es la desgrabación corregida de la intervención de Michel Sauval, del 15 de abril 2003, en el ciclo de conferencias "La clínica hoy", organizado por el Hospital de Emergencias Psiquiátricas Torcuato de Alvear
COMISION ORGANIZADORA: Le damos la bienvenida a Michel Sauval.
M.S: Buenas tardes. El programa de este ciclo de conferencia nos indica que participamos de una repetición, puesto que han marcado este ciclo como segundo en relación al del año pasado. Primer punto entonces, les agradezco que me hayan hecho participar de los dos tiempos de esta repetición.
El del año pasado fue un ciclo que arrancó muy cerca de los eventos políticos del "argentinazo" (las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001) y del posterior proceso de las asambleas populares, y toda la efervescencia política del "Que se vayan todos". El título de aquel ciclo fue "El Psicoanálisis hoy", y se presentaba como un desafío para pensar cuál era el lugar del psicoanálisis en toda esa situación. Para ser sincero, no sé si era esa exactamente la intención de los organizadores, pero en ese momento yo lo tomé por ese lado, y vuestros gestos de asentimiento, ahora, confirman que no estaba equivocado. Ese me pareció que era el sentido del "hoy" de "El psicoanálisis hoy".
Me permití entonces decir algunas cosas que pudieron hilvanarse luego con otras intervenciones mías en otros espacios (en Uruguay y en Chile), todo lo cual me permitió precisar un poco algunas ideas sobre la relación del psicoanálisis con la política, o mas precisamente, la relación de los psicoanalistas con la política, con lo social 1.
Espero que eso me sirva de apoyatura para ahora abordar el título de este año: "La Clínica hoy".
En ese sentido, me parece pertinente que analicemos algunos corrimientos o desplazamientos que se verifican entre las presentaciones de ambos ciclos.
La primer pregunta que podría plantear es por el "hoy" que se conserva de "El psicoanálisis hoy" a "La clínica hoy": ¿qué se preguntaban los organizadores respecto del psicoanálisis, el año pasado, y qué se preguntan sobre la clínica, este año, que los ha llevado en ambos casos a insistir en la actualidad del "hoy"?. ¿Cuál es el sentido de ese "hoy"?
Hay dos frases que aparecen en la presentación del ciclo de este año que podríamos considerar como subtítulos. Una de esas frases podría funcionar, en apres-coup, como subtítulo para el ciclo del año pasado, puesto que señalan que el objetivo de ese ciclo era "repensar y relanzar el debate sobre el lugar del psicoanálisis en la actualidad" (subrayo esta traducción del "hoy" por "actualidad"). La otra frase que podría funcionar como subtítulo para el ciclo de este año, es aquella donde se dice que el ciclo de este año busca "continuar abriendo espacios de trabajo y transmisión dentro del marco hospitalario sobre las particularidades de la clínica de nuestra época" (subrayado mío). Aquí surgen varias preguntas: ¿por qué pasamos del "debate sobre el lugar" al "abrir espacios de trabajo y transmisión"?; ¿por qué acotarnos ahora a la dimensión del "marco hospitalario"?; ¿por qué pasamos del tiempo de la "actualidad" al tiempo de la "época"?; y ¿cuál es el sentido de "las particularidades" de la clínica?.
Si me permiten un poco de ironía, parece que cada uno de estos ciclos de conferencias se corresponden con diferentes "momentos políticos". Parece que se hubiera acabo el tiempo y la agitación de las asambleas populares y el argentinazo, y hubiésemos vuelto a la rutina del funcionamiento político tradicional, que hubiésemos asumido la estafa como algo consumado y nos resignáramos a vivir más pobres que antes. Hasta podríamos decir que parece que la guerra terminó, al menos en el sentido de esa telenovela que nos mostraba el día a día de la cataratas de bombas sobre Bagdad. Ahora Irak ya es como Afganistán, un lugar más dónde están los yankees y donde la gente se muere día a día por las balas colonialistas y las tantas otras cosas tan espantosas como rutinarias a las que parece que nos vamos acostumbrando poco a poco. Por eso parece que ya no habría "actualidad" y que el tiempo va tomando las formas de la "época" - sin detenernos demasiado en que significa época. Análogamente, al disiparse la "actualidad" se disipan los "debates" sobre "el lugar", y junto a la "época" retornan los "espacios" de nuestra rutina: el "trabajo", la "transmisión".
Y es en ese contexto de corrimientos que se cuela el corrimiento que me parece principal: el de las "particularidades" de la clínica.
No sé si las cosas son exactamente así, pero si fuese humorista político creo que esta ironía podría servir como caricatura de la situación política actual. Y a mi me sirve para plantear una primera idea: parece que el corrimiento del "psicoanálisis" a la "clínica" podría sugerir un pasaje de las efervescencias y mares tormentosos de la política a las aguas supuestamente mas calmas de lo "profesional". Sin embargo, creo que este aparente movimiento de alejamiento de lo político no hace más que acercarnos a un punto de mayor densidad política aún. Y sugiero que la marca de esa continuidad, de esa densidad política, se encuentra, de alguna manera, en la insistencia del "hoy". Algo ha empujado, ha insistido, para que el "hoy" siga teniendo fuerza al momento de tener que definir el título para el ciclo de este año.
Me parece que tiene cierta importancia precisar eso, para no dejar que el "hoy" sea rápidamente digerido - en ese pasaje del psicoanálisis a la "profesionalidad" de la clínica - por ese clásico prejuicio que consiste en pensar que hay "actualizaciones" de la clínica. Por ejemplo, los médicos van a jornadas de "actualización" donde habrán de enterarse de las últimas "novedades" que amueblan la "actualidad" del campo de las patologías y sus clínicas. Supongo que no estaremos descubriendo América si señalo que esa es una concepción de la clínica propiamente médica.
Pregunto entonces: ¿es o no es un tema eminentemente político preguntarnos por el estatuto de nuestra clínica?.
Por eso mismo no me voy a ir por las ramas de todas las referencias al término "clínica". Voy a tomar un solo texto de referencia, y dentro de ese texto, dos palabras con las que me parece que podremos hacer bastante. El texto es la Proposición del 9 de Octubre del 67, de Lacan.
¿Por qué ese texto?
Si prefieren cambio la pregunta por esta otra: ¿Porque el famoso algoritmo de la transferencia, que daría cuenta de una clínica propiamente analítica si la hubiese - está en el medio de un texto tan eminentemente político?
Para abordar esta cuestión, agreguemos un desplazamiento más en materia de presentaciones y agreguemos el título de mi exposición: "Deseo del analista y dinero".
Cuando tuve que darle a los organizadores el título que tendría mi intervención todavía no había pensado todas estas cosas, pero no dejó de plantearse como una traducción del título del ciclo de conferencias, que habría que entender, entonces, del siguiente modo: para la "clínica" tendríamos el deseo del analista, y para el "hoy" tendríamos el dinero.
¿Por qué "deseo del analista" para "clínica"?
A diferencia de otras escuelas para las que la relación analítica es una relación de identificación, o una relación de yo a yo, o una relación de inconsciente a inconsciente, etc., el planteo de Lacan es que con lo que opera el analista es con su deseo. La relación analítica es una relación de deseo. En el Seminario VI Lacan dice: "Este deseo del sujeto, del paciente, en tanto deseo de deseo, abre sobre el corte. Este deseo de deseo del Otro, a fin de cuentas, a qué deseo va a enfrentarse en el análisis, si no es al deseo del analista". En otros términos, el analista opera con su deseo en la medida en que su deseo pueda funcionar como deseo del Otro para el deseo del paciente.
Lacan lo vuelve a plantear de una manera mucho más precisa aún en el Seminario VIII: "Las coordenadas que el analista debe ser capaz de alcanzar para simplemente ocupar el lugar que es el suyo, el cual se define como el lugar que el debe ofrecer vacante en el deseo del paciente para que se realice como deseo del Otro".
La paradoja es que el deseo, tanto para un analista como para cualquier ser parlante, es aquello sobre lo se tiene menos "control" - si es que la dirección de la cura hubiera de pensarse desde algún punto de control. El deseo es lo mas ajeno respecto de cualquier cosa que se pueda pensar en el orden del saber, del conocimiento, de la manipulación, y de todo lo que pueda ser considerado desde algún nivel de la conciencia. Es lo más inconsciente con lo que se puede actuar.
Es por esto mismo el punto sobre el que se ha producido la mayor condensación de malentendidos, en la medida en que es este el punto que las grandes instituciones psicoanalíticas pretenden controlar para fundamentar alguna forma de evaluación de las condiciones para la "titulación" de un psicoanalista, es decir, la "garantía" de analista.
Recordemos algunas cosas que han sido puestas negro sobre blanco: el AME es el analista de facto - es decir el analista que ha ganado sus títulos apres-coup, como verificación de que sus analizantes se han analizado, o como verificación de su labor en la transmisión del psicoanálisis - y el AE, es el analista de jure, es decir el analista por "ley", por "derecho", sin importar si analizó o no; es un analista "desde antes" de hacerse cargo de cualquier análisis, "desde antes" de que haya acto analítico. El título de AME solo da cuenta de lo hecho y no implica mas garantía hacia el futuro que la suposición de que porque se hizo algo en el pasado se lo podrá repetir en el futuro. El pase, en cambio, se presenta como el dispositivo que permitiría otorgar para el AE una garantía de "jure", una garantía sobre la acción a futuro del analista, en la medida en que mediante ese dispositivo se habría podido verificar la "idoneidad" de su "deseo de analista".
Insisto en que no soy yo el que dice esas cosas. Y no crean la ironía de mi tomo supone alguna exageración. Estas son cosas que han sido impresas y argumentadas en tiempos de la fundación de la institución lacaniana mas numerosa e importante de Argentina.
En otros términos, aunque el deseo es algo que hace a lo más singular, a lo más esencial de la relación analítica, también es el lugar más político, donde se han concentrado los mayores problemas políticos. Toda la cuestión del pase y la cuestión de la garantía del analista están concentradas sobre este punto.
Creo que esta referencia al deseo del analista puede ayudarnos a entender rápidamente, también, la dimensión política de algunos de los malentendidos planteados respecto de la clínica. En particular, ¿es posible, desde el psicoanálisis, hablar de "particularidades" de la clínica? ¿A qué hacemos referencia cuando hablamos de "particularidades" de la clínica?
¿Cuáles son los particulares?.
Recordemos la estructura de los juicios: los universales son los que tienen la forma "todos los S son P", los particulares los que tienen la forma "algunos S son P", y los singulares los que tienen la forma "este S es P". Por lo tanto, hablando estrictamente, cuando se habla de "particularidades" de la clínica, de lo que se habla, justamente, es de "algunos S son P". En otras palabras, una manera de precisar uno o mas subconjuntos en un conjunto mas vasto.
Y este es el punto preciso donde se produce el malentendido con la clínica médica, el punto donde en ese "estudio de las causas y naturaleza de las enfermedades mentales" que (según la definición del diccionario de la RAE) es la psicopatología, en ese amplio campo de las "enfermedades mentales", tenemos "algunos S" que presentarían la particularidad "P". Por ejemplo, algunos podrían decir que en tales y cuales situaciones, y ante tales y cuales condiciones, "algunas histéricas son anoréxicas" (o viceversa, todo depende de cual sea la "entidad" que consideremos de orden superior).
En suma, lo que se cuela en la referencia a las "particularidades" para la clínica es toda la estructura de conjuntos y subconjuntos que implican las categorías psicopatológicas o, desde otro punto de vista similar, el abordaje de los casos agrupados por la comunidad de sus síntomas.
Ahora bien, si recordamos el consejo de Freud de considerar cada caso como si fuera el primero, eso implica que para el psicoanálisis, cada caso vale por si y no por el conjunto que pueda conformar con otros casos previos. Esta es una condición ineludible para que el saber quede del lado del analizante (quien no tiene la "experiencia" de los casos anteriores) y no del lado del analista (donde se acumula la "experiencia" y el "saber" de los casos anteriores).
Si hablamos de "particularidades" de la clínica estamos hablando de la posibilidad de detectar y precisar la existencia de un subconjunto "particular" dentro de un conjunto mayor. Y esto solo puede realizarse en función de un saber acumulado del lado del profesional.
En síntesis, lo que aquí se plantea como problema es la estructura y función del saber en psicoanálisis respecto de otras prácticas, en particular, la práctica médica.
¿Cómo pensar la psicopatología desde el psicoanálisis?
Personalmente creo que las categorías psicopatológicas son meros recursos para que podamos hablar, para que podamos abordar ciertas cuestiones estructurales. Pero si le damos estatuto de "existencia" a cada categoría lo único que lograremos es ahogar cada caso singular en un catálogo de entidades mórbidas, es decir, en un aparato previo de saber. No faltarán quienes puedan decir que esto podría considerarse un extremismo tan principista como ridículo, e incluso ideológico, porque no?. Todo lo que puedo decir es que verifico casi a diario que de estas cosas se derivan consecuencias. Y si de algo se derivan consecuencias, entonces seguramente no es una referencia abstracta.
Ahora bien, por estas razones, el primer título que había pensado para mi intervención era "Deseo del analista y saber". Pero enseguida pensé que sería demasiado insípido, demasiado standard. Es más, de ahí a hablar de "deseo de saber", no quedaba mas que un paso, y enseguida íbamos a caer en las habituales tonterías sobre la calificación del deseo del analista como deseo de saber.
Me pregunté como podría presentar algo que fuera un poco más urticante. Y que además de ser mas urticante, trajera a colación, de una manera que no fuera tan trillada, el deseo del analista y las paradojas de su incidencia en la "clínica".
Se me ocurrió que el dinero podía ser un buen sustituto para el saber.
Quizás me equivoque, pero me parece que existe cierto prejuicio de que si uno va a hablar de psicoanálisis y dinero, debería abordarlo por el lado de la clínica, porque si se lo aborda por el lado del analista, o por el lado institucional, el problema quedaría inmediatamente descalificado como extra analítico.
En realidad, a mí siempre me resultó tan absurdo hablar del dinero en la clínica como pretender hablar de las papas fritas en la clínica. Hay mucha gente que come papas fritas, como hay mucha gente que usa dinero. Pero no hay dos personas que hablen de las papas fritas de la misma manera, así como no hay dos personas que hablen del dinero de la misma manera.
De hecho, de las 135 veces que Freud usa el término dinero, van a ver que 130 remiten a referencias absolutamente singulares realizadas por pacientes en sueños y otras formaciones del inconsciente. Las únicas 4 o 5 referencias al dinero que podrían leerse como alguna forma de generalización son las que hace Freud en "Nuevos consejos al médico", cuando habla de los honorarios, y aún ahí, esta generalización es bastante relativa. Se trata de algunas indicaciones sobre la evidente relación del dinero con cuestiones sexuales y la pusilanimidad que de esto resulta en la actitud de la gente respecto al dinero, de dónde la indicación de que la repetición de una actitud similar de parte del analista, lo único que haría es evidenciar sus propias represiones.
También hay una indicación sobre honorarios, donde Freud explica porqué no acepta atender gratuitamente, indicación que mas de una vez ha sido mal utilizada para generalizar una supuesta imposibilidad de practicar el psicoanálisis en situaciones de gratuidad de los tratamientos. Recordemos que Freud no solía tener más de 10 pacientes, ya que todos ellos tenían sesión todos los días, seis días a la semana. Como lo señala el propio Freud, admitir que un paciente no pagase hubiera implicado dejar de cobrar un décimo del total de sus honorarios. En los tiempos actuales en que atendemos al por mayor, de a 40 o 50 o mas pacientes por analista, con gamas de honorarios totalmente dispares, eso, evidentemente, ya no funciona igual.
En síntesis, no me parece que haya en Freud una teoría sobre el dinero, mas allá de una verificación de las equivalencias simbólicas mas frecuentes.
Entonces, ¿porqué la cuestión del dinero es un tema que suele generar tanto interés, al mismo tiempo que es un tema tan poco tratado?. Quizás no tenga que ver con el lado de los pacientes, sino mas bien con el lado de los analistas. Y como veíamos recién, si abordamos las cosas por este lado, no abandonaríamos la línea propuesta por Freud.
En suma, los silencios que pueda provocar la cuestión del dinero en psicoanálisis no son mas que los silencios que se admitan respecto del funcionamiento colectivo de los analistas.
Es en ese sentido que quiero tomar la Proposición del 9 de Octubre del 67.
Es un texto cuya actualidad institucional podría medirse a partir de citas como esta: "Hay solidaridad entre el atascamiento, hasta en las desviaciones que muestra el psicoanálisis, y la jerarquía que en él reina (...) un retorno a un estatuto de prestancia que conjuga la pregnancia narcisista con la astucia competitiva". Una actualidad paradojal, por cierto, ya que a nadie le sorprende ya que esto se lea solemnemente allí mismo donde reina la jerarquía, por no hablar de los narcisismos y las astucias competitivas.
Lo que pone en evidencia una situación doblemente problemática.
Por un lado, porque demuestra que los analistas, no solo están lejos de ser un ejemplo de "salud mental", sino que, probablemente, se cuenten entre los grupos sociales mas neuróticos. Es cierto que Freud subrayaba que no hace falta que alguien sea un ejemplo de salud mental para poder oficiar de analista. Pero no deja de ser llamativo que la media de neurosis (si es que esta se pudiera medir de alguna manera) de los analistas, es decir, de una población de analizados, sea superior a la de los no analizados. Por el otro lado, no se cómo habría que caracterizar el hecho de que esto se suela admitir casi como una gracia.
La misma Proposición da cuenta de gran parte de estos problemas al señalar que "hay un real en juego en la formación misma del psicoanalista", y que "las sociedades existentes se fundan en ese real". Más aún, que "este real provoca su propio desconocimiento, incluso produzca su negación sistemática".
No creo que esto valga solo para una institución o dos. Es un problema que atraviesa, no solo a todas las instituciones, sino también a la comunidad analítica de conjunto, en la medida en que podamos entenderla como una institución, como un conjunto de personas atrapadas dentro de ciertos efectos comunes de discurso, que compartimos prejuicios comunes, que "convivimos" juntos casi como se dice de la "convivencia" de las parejas.
Y en ese texto tan político, tan atento al funcionamiento colectivo de los analistas, Lacan aborda algunas cuestiones fundamentales respecto de la cuestión del saber.
Lo va planteando desde diferentes perspectivas.
Por un lado, el algoritmo de la transferencia plantea el problema del saber en el sentido de cuál es el tipo de saber que está debajo de esa serie de S que son los significantes del inconsciente, que se van a ir desplegando en el discurso del paciente, cuestión que vuelve a recalcar que no hay dos sujetos en el dispositivo analítico. Hay un solo sujeto, porque el sujeto es lo que un significante representa para otro significante. El sujeto es supuesto, y el saber es también supuesto.
Para poder abordar el estatuto de este saber Lacan subraya la función del no saber.
Algunas cosas sobre esto dije el año pasado cuando critiqué esa moda intelectual del "no saber" por la que cada cual suele comenzar por un pretendidamente "humilde" "no sé" para después lanzarse a hablar, y hablar, y hablar, sin hacer otra cosa que repetir toda la sarta de prejuicios comunes que se puedan imaginar. Por eso el año pasado subrayaba que el único "no saber" que vale como tal es aquel que hace límite a un saber. Es decir, no existe un "no saber" si no es en relación a un saber, como límite al saber. Cuando uno dice "no sé", para después seguir repitiendo las mismas zonzeras de siempre, no está poniendo un límite sino agregando un complemento. Eso no es un "no saber".
Si ahora volvemos al problema de saber que se nos planteaba con la cuestión de la clínica y la psicopatología, la Proposición plantea que "esto no autoriza de ningún modo al psicoanalista a contentarse con saber que no sabe nada". Y agrega: "Porque lo que está en juego es lo que tiene que saber 2 (...) Lo que tiene que saber puede ser delineado con la misma relación en reserva, según la que opera toda lógica de ese nombre. Eso no quiere decir nada particular, pero eso se articula en cadena de letras tan rigurosas que, a condición de no fallar ninguna, lo no sabido se ordena como el marco del saber". (negritas mías).
Bueno, este es el párrafo que me interesaba subrayar.
Esta es la versión escrita de la Proposición, publicada originalmente en el primer número de Scilicet, y traducida al castellano en "Momentos cruciales de la clínica", Editorial Manantial, y el párrafo en cuestión se encuentra en la página 14.
En la versión oral de la Proposición, publicada en Ornicar? (tanto la versión francesa como la traducción al castellano a cargo de Irene Agoff), dice: "El no saber no es de modestia, lo cual todavía implica situarse con relación a sí; es, propiamente, la producción en reserva de la estructura del único saber oportuno" (las comillas son de la edición de Ornicar? en castellano, número 1, Ed. Petrel, página 20; las negritas son mías)
Me parece que esta producción "en reserva", es lo que podría orientarnos en nuestra ubicación respecto de los problemas de la clínica. En la elección de lo que se elige saber, "el lugar del no saber es central. Este lugar no es menos articulable en conductas prácticas. Por ejemplo, lo hemos dicho, la del respeto al caso" (versión oral, Ornicar? en castellano número 1, página 19).
Porque es cierto que hay que saber ciertas cosas. En todo caso, es un hecho que nos la pasamos estudiando. Pero es evidente que, estudiemos poco, o estudiemos mucho, el problema sigue siendo el mismo, porque la erudición no nos salva de la ignorancia (en cierto sentido la ignorancia no es mas que otra cara de la erudición).
Si me permiten cierta "simplificación" de las cosas (es decir, hacer uso de cierto reduccionismo), podríamos decir que lo que nos enseña el psicoanálisis es que todo saber es una teoría sexual infantil. En otras palabras, estudiemos mucho o poco no nos salimos de hacer teorías sexuales infantiles.
O por lo menos eso es lo que nosotros nos creemos autorizados a suponer de nuestros pacientes.
Si un paciente nos habla, por ejemplo, de política, no le tomamos lo que dice como un discurso político, no nos interesa lo que ahí dice sobre el tema político. Y si está hablando de la vecina o el vecino, tampoco lo tomamos como un discurso sobre el vecino. Todas esas cosas, en algún punto, terminan siendo interpretadas en términos de teorías sexuales infantiles.
De última, si a alguien le gusta el cine arte irlandés o la milonga de Almagre, podríamos decir que no deja de ser una cuestión sexual.
Lo que enseña el psicoanálisis es que las palabras, antes que significar algo, lo que hacen es distribuir lugares, posiciones. Cuando alguien empieza a hablar, mas allá de lo que pudiera haber de "información" en el "mensaje" en cuanto a contenido, las palabras y el tono de lo que dice van constituyendo lugares, el lugar de quien habla, el lugar del otro. Es una escena la que rápidamente se va dibujando, sin que nos demos casi cuenta. Y en ese sentido, de última, todo saber no es más que la justificación de una posición o actividad erótica.
Ahora, si nos permitimos aplicar este tipo de cosas a los pacientes, ¿por qué no suponerlas también para los analistas cuando teorizan?
Tratemos de ejemplificar esto, de verlo en una situación común. Por ejemplo, en esta misma intervención mía. Podrían esperarse de ella, al menos dos cosas.
Por un lado, que encuentren en ella cierta coherencia discursiva de conjunto, lo que aseguraría que ha cumplido con cierto fin de transmisión en el sentido de la ciencia.
Por otro lado, que cada cual pueda llevarse de ella algún pedazo que le sirva para sus propias reflexiones, sus propias preguntas, aspecto donde ya no tendría importancia la coherencia de conjunto (motivo por el cual hasta de los mas incoherentes se puede aprender algo), y que hace a una vía de transmisión que ya no es científica, sino singular, que hace al estilo, y que sería la vía propiamente analítica.
Pero mas allá de estos objetivos de transmisión, si toman lo que digo, verán que seguramente hay contradicciones entre una parte y otra, que la intervención se puede despedazar, que aparecen fallas e incoherencias por todas partes, y que aunque me dieran tiempo para intentar reducir esas contradicciones, la tarea sería interminable e infinita, y lo único que terminaría poniendo en evidencia es cómo todo esto podría reducirse a mis propias teorías sexuales infantiles.
El propio Lacan señalaba algo de este orden, en la sesión del 29 de abril de 1953, del seminario XI sobre los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, cuando comentaba lo siguiente:
"La contribución que hace cada quien al mecanismo de la transferencia, apartando la de Freud, ¿no es algo donde su deseo puede leerse claramente? Podría analizale a Abraham simplemente a partir de su teoría de los objetos parciales. En este asunto no solo entra en juego lo que el analista se propone hacer con el paciente. También está lo que el analista se propone que su paciente haga con él. Abraham digamos, quería ser una madre completa. También podría divertirme acotando la teoría de Ferenczi con una célebre canción de Georgius: Soy hijo-padre (Soy padre soltero). Nünberg también tiene sus intenciones, y en un artículo verdaderamente notable, "Amor y Transferencia", se muestra a sí mismo en la posición de árbitro de los poderes de la vida y de la muerte. Es imposible no reparar en la aspiración a una posición divina.
Todo esto puede ser simplemente parte de una especie de entretenimiento. Pero justamente en el transcurso de una historia como ésta es posible aislar funciones como la que quise reproducir aquí en el pizarrón" (Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, Texto establecido por Jacques-Alain Millar, Ediciones Paidos, página 165).
Entonces, que alguien sepa mucho o sepa no cambia la cuestión. El problema sigue siendo como hace el analista para correrse de sus propias teorías sexuales infantiles. Es decir, cómo hace para no saber sobre el sexo. Pero no podemos "no saber". Siempre sabemos. Estamos condenados a saber.
Todo lo que podemos hacer es poner "en reserva" lo que sabemos, estar advertidos que lo que sabemos no será mas que un prejuicio respecto del saber que importa (que importa en relación a la operación analítica). Solo en ese sentido podríamos decir que puede servir saber mucho, es decir, en el sentido de las tantas mas cosas sobre las que se supone que estaremos advertidos de no anticiparnos, de poner un paréntesis, de "poner en reserva".
Esto no significa que solo se puedan poner "en reserva" cosas que se hayan estudiado. Hay gente que sabe poner cosas "en reserva" sin haber pensado nunca lo que hace, simplemente porque por su historia, por su singularidad, eso le sale así, o porque por su propio análisis ha tenido cierta experiencia de esta relación al saber (sino tendríamos que suponer cosas tan tontas como que los que no estudiaron a Lacan no podrían operar como analistas).
Lacan formaliza esto, en la Proposición de octubre del 67, mediante lo que llama la "confusión sobre el cero", a la que resume de la siguiente manera: "el vacío no es equivalente a la nada. El punto de referencia en la medida no es el elemento neutro de la operación lógica. La nulidad de la incompetencia no es lo no marcado por la diferencia significante" (versión oral)
Repitámoslo a nuestra manera.
No es lo mismo la consistencia lógica del vacío, que implica una topología de borde y las consecuencias de una escritura, que lo indeterminado de la nada. De la misma manera, no es lo mismo el cero como conjunto vacío (elemento neutro de la operación lógica) que el cero como elemento de medida cuantificable. Finalmente, lo no marcado por la diferencia significante no es la nulidad y la incompetencia (con la que Lacan caracteriza el funcionamiento típico de las autoridades institucionales) sino el vacío del objeto causa del deseo. Por eso para Lacan, el ocho interior indicaría el modo en que la institución analítica debería asignar, al "no saber", un lugar "central" 3.
Hace poco estuvimos reporteando para el próximo número de Acheronta 4 a un psicoanalista francés que se llama George-Henri Melenotte, quien planteaba algo similar de un modo muy interesante. Decía que los analistas, para atender, deben tener una "disposición erótica" que les permita dejarse usar, dejarse tomar dentro de la transferencia.
A mi me pareció muy interesante y útil para aplicar a muchas situaciones mas, como por ejemplo, para pensar muy intuitivamente cosas tan comunes como por qué uno se "presta" más con unos pacientes que con otros, aunque, como les decía, eso ya implicaría hacer una extensión mayor de la idea, porque él lo planteaba, fundamentalmente, como una disposición para poder escuchar a cada nuevo paciente, sin prejuicios y preconceptos. Es decir, él planteaba esta "disposición erótica" como una posición en relación al saber. Pero me parece que podríamos extender el alcance de esa idea, de modo que, a diferencia de lo que planteaba Melenotte en ese momento (es decir, una disposición erótica que nos permita recibir a todo tipo de pacientes), en esta versión extendida, propondría que es imposible tener una disposición erótica universal, es decir, que permita atender a cualquiera.
Podría plantearlo bajo la forma de una pregunta:¿por qué un analista habría de funcionar bien con cualquier/todo paciente? He sabido de muchos casos de pacientes que no han podido analizarse con determinados analista (y no forzosamente analistas novatos, sino analistas renombrados o experimentados), y que luego pueden analizarse con otro analista (a veces novato, incluso). Y no es porque el segundo analista sea "mejor" o que el primero sea "peor". No todo encuentro entre analista y paciente deviene en un análisis. Y si no deviene en un análisis no es forzosamente la "culpa" de uno u otro. Cada encuentro es singular.
Yo no creo que haya una capacidad universal de atender pacientes.
Este es un buen punto para retomar la cuestión del dinero, porque me parece que el dinero ofrece un buen engaño para ocultar este tipo de problemas, en la medida en que nos ofrece coartadas para fijar criterios universales de atención. Por ejemplo, si andamos necesitados de dinero quizás nos volvamos receptores universales: cualquier paciente con cualquier honorario. En cambio si nos sobra dinero, quizás nos veamos tentados a ordenar nuestra admisión en base a honorarios mínimos. Conozco muchos analistas que no atienden por menos de un cierto X de dinero, y para los que ese X es un valor fijo; es decir, su "disponibilidad erótica" solo admite pacientes cuyo rasgo común es "mas de X pesos". En un sentido, puede llegar a ser una simple decisión singular. Pero en otro sentido, no deja de ser un criterio clasista.
Y así, hay toda una serie de cuestiones respecto del dinero que van a incidir muy significativamente en la posición que adopta cada analista. Y hay cosas, en lo que hace a las condiciones materiales en la que se realiza una práctica, sobre las que no vendría nada mal un poco de reflexión.
Por ejemplo, es común que desde ciertos ámbitos políticamente caracterizables como "progresistas" se critique el ideal del consultorio propio para la práctica del psicoanálisis, contraponiéndolo a la práctica en los ámbitos públicos. Pero si lo piensan dos veces, verán que el principal promotor del consultorio privado es la crisis económica y el propio Estado que no brinda las condiciones materiales para la realización de una práctica analítica en los hospitales o en otros lugares públicos y obliga a los profesionales a tener que refugiarse en el consultorio privado como única manera de encontrar un sustento económico.
Los hospitales que se van cayendo a pedazos son un factor que empuja, a los sectores de la población con un mínimo poder adquisitivo, hacia la medicina privada. Y lo mismo pasa para la llamada salud mental. Es llamativa la insuficiencia del sistema público para atender las demandas de "salud mental", en particular en un país como el nuestro en donde la cultura de lo " psi" es tan grande y donde la gente casi no tiene prejuicios para ir a un psicólogo. En Argentina (y si no es válido para todo el país, seguramente lo será para Buenos Aires) el psicólogo ya es como un personal trainer, una referencia de sostén o apoyatura psíquica casi "natural": "tenés un problema, andá ver a un psicólogo". Incluso, como bien señalaba León Rozitchner en un reportaje que le hicimos en Acheronta 5, en muchos ámbitos sociales ha desaparecido la opción de hablar con los amigos: son estos mismos amigos los que te van a recomendar ir a ver a un psicólogo.
O sea que en este país, y en Buenos Aires en particular, no son pacientes lo que falta. A lo sumo, lo que falta son pacientes que tengan plata. De ahí la gran demanda dirigida a los ámbitos públicos. Y ahí nos encontramos con un fenómeno tan propio de la Argentina como lo es la difusión del psicoanálisis, y que es la difusión del trabajo ad-honorem. Por cada 26 residentes que entran por año, en la Ciudad de Buenos Aires, entran 400 concurrentes ad-honorem. Y en esto no cuento a los concurrentes y becarios que entran directamente en ciertos hospitales, sin pasar por la concurrencia oficial.
La gente se ve obligada a venir a trabajar gratis a los hospitales para ver qué puede conseguir, en algún momento, sea por vía directa o indirecta, para sus sostenimiento material. Y esas son condiciones materiales que definen ideales, y que obligan a veces a caminos impensados.
La salud mental, por lo menos en un país como este, es una mercancía. Y el psicoanálisis es uno de los oferentes, por la parte privada, de ese mercado.
Es una de las desventajas que tiene el psicoanálisis en Argentina respecto de otros países. En otros países, donde el psicoanálisis es mucho más marginal, esa misma condición marginal hace que, a veces, las leyes del mercado marquen menos su desarrollo y, en cambio, tengan mayor peso, en las características del desarrollo del psicoanálisis en ese lugar, las particularidades o singularidades de las personas, de los analistas que tienen una posición dominante en esa pequeña comunidad analítica.
Pero en un país como el nuestro, donde el psicoanálisis está profundamente integrado a la cultura, eso implica también su integración y sometimiento a las leyes del mercado. Es decir, su funcionamiento como mercancía adquiere una posición dominante. Y si no sabemos analizar como funciona la producción de mercancía, cómo se produce la acumulación de plusvalía, etc., etc., inexorablemente seremos presa de todos los malentendidos que esa situación genera.
Por ejemplo, veamos como funciona el mercado de las obras sociales y prepagas, cuyo avance como oferta privada de la salud mental es cada vez mas pronunciado.
El que trabaja en una obra social o prepaga sabe que el paciente tiene cubiertas 20 o 30 sesiones, y sabe que al cabo de esas 20 o 30 sesiones el paciente tiene que sentirse "conforme" ,sea con el alta, sea con una propuesta de continuar en privado con ese analista. Esto significa que tiene que conseguir que el paciente no vaya a protestar a la prepaga, porque si no el admisor de la misma lo va a pensar dos veces antes de volver a derivarle pacientes.
Es así. Veo caras sorprendidas: ¿no saben como trabajan las prepagas?
Es así. Es posible que haya algún admisor piola que venga del campo del psicoanálisis y esté dispuesto a analizar los problemas de otra manera. Pero si el problema no se plantea al nivel del admisor, directamente, se planteará al nivel de la gerencia. El gerente va a hacer la siguiente cuenta: si sobre 100 pacientes, el 50% termina pidiendo más sesiones, no es negocio.¿Y cómo se hace para bajar del 50 % al 20%? Se buscan las orientaciones terapéuticas, los admisores, los coordinadores, o lo que sea, que estén dispuestos a lograrlo. Y eso, en última instancia, no deja de funcionar como una exigencia sobre el terapeuta.
Eso no significa que sea imposible hacer psicoanálisis en una prepaga. De última, todo esto no son mas que malentendidos y la situación analítica siempre vive en medio de malentendidos. Así que no veo porque no podría infiltrarse en ese ámbito, y aún en situaciones peores.
Pero justamente hay malentendidos y malentendidos.
De hecho, esto que les comento fue motivo de un debate público, el año pasado, a lo largo de tres extensos artículos que se publicaron en el diario Clarín.
El debate arrancó con un artículo de Sergio Rodríguez que denunciaba la insalubridad del mercado 6. A ese artículo siguió otro de respuesta de Margarita Aulicino 7, de la Dirección de Atención Primaria de la Salud en la Secretaría de Salud del Gobierno de la Ciudad. Y terminó con una nota de Mario Pujó 8, el director de la revista "Psicoanálisis y hospital".
El artículo de Sergio Rodríguez arranca de una constatación similar a la que les planteaba recién: "La obtención del máximo beneficio económico es el fundamentalismo del mercado neoliberal y lo que se viene imponiendo en las obras sociales, y en las prepagas", lo que ha conducido a que "las empresas de medicina privada se conforman con la minimización de los resultados obtenidos por celadores de la conducta, preceptores del conocimiento y administradores de psicofármacos". Ahí tienen una denuncia muy clara de cómo las condiciones económicas determinan una clínica. Correlativamente, obtenemos los siguientes efectos de esto en los ámbitos públicos: "Hoy pagamos dicha concepción con el desabastecimiento de medicamentos y alimentos en los hospitales públicos y el vaciamiento de las obras sociales y prepagas que llevan a muchos de ellos al borde de la quiebra".
Retomando el adagio conocido de que "lo barato sale caro", Sergio Rodriguez buscaba venderles psicoanálisis a esos mismos de quienes subrayaba que su único interés es "la obtención del máximo beneficio económico". El planteo que les hacía era el siguiente: "Aún un psicoanálisis interrumpido tempranamente deja mejores resultados que cualquiera de esas prácticas que usan la transferencia sólo en función de dominio". En otras palabras: aún en el marco de una "terapia breve", es decir, aún con los mismos gastos (cantidad de sesiones) el psicoanálisis sería mas "eficiente", es decir, mas "rentable".
Como ven, no fue esta una discusión que se anduviera con pruritos o inhibiciones prejuiciosas. Palabras mas, palabras menos, el planteo de Sergio Rodríguez es que el psicoanálisis es mejor mercancía. Para Sergio Rodriguez, comprar cognitivo parece barato pero sale caro y comprar psicoanálisis parece caro pero sale barato.
Aunque parezca extraño, la respuesta de Margarita Aulicino tiene una gran pertinencia, ya que va a cuestionar las garantías que ofrecen los psicoanalistas para su mercancía. Para ella, el psicoanálisis no se aviene adecuadamente a las leyes del mercado, se resiste a entrar en un código de barras que permita que se lo pueda facturar en la caja del supermercado de la salud mental. Su respuesta subraya la serie de condiciones que deberían cumplir los productores de la mercancía psicoanálisis para que la misma pueda circular en el mercado de la salud mental.
En particular sería necesario que las sociedades analíticas acrediten, por si solas o en asociación con terceros, pero ciertamente bajo la tutela y certificación del Estado, el título de analista, como una forma de garantizar la "idoneidad" del prestador de la mercancía psicoanálisis. De hecho, desde hace varios años existe una marcada tendencia al desarrollo de postgrado en psicoanálisis. Esto es un clásico ya en la UBA, donde pululan los postgrados de todo tipo (en los que muchas veces no se hace mas que repetir los temas que ya se vieron en el grado), así como los postgrados privados organizados en torno a la atención de pacientes de escasos recursos. Si se fijan en la agenda profesional de PsicoMundo Argentina, también verán como casi todas las instituciones analíticas se están asociando a universidades privadas para desarrollar alguna maestría, alguna especialización, o un doctorado, en psicoanálisis. Es una tendencia lógica ya que la Universidad es el ámbito mas inmediato de certificación de incumbencias y el representante habitual del Estado en el campo del saber. De hecho, la Universidad es la instrumentadora por antonomasia de la forma de saber certificable por el Estado.
El saber que se desarrolla en las instituciones analíticas no es certificable por el Estado ya que no hay manera de organizar una evaluación universal y sistemática de los análisis (así sean los análisis reducidos a la parodia de "didácticos"), ni la formación obtenida en las supervisiones (así sean las reducidas al esquema de los "controles").
La síntesis de la respuesta de Aulicino es la siguiente: "si el psicoanálisis aspira a formar parte del sistema de salud, si los psicoanalistas aspiran a ingresar como tales a los prepagos y las obras sociales o al escalafón hospitalario, tienen todavía por delante el largo camino de acordar con la sociedad qué sistema de regulación aceptarán para su práctica" (subrayado del diario Clarín).
La contrarespuesta de Mario Pujó, a mi modo de ver, desenvuelve más idealismo que respuestas al problema. Su planteo central es la defensa de la práctica de los psicoanalistas, y su influencia, en el Hospital. Yo acuerdo con él en ese punto: es muy importante esa influencia, y ha marcado la clínica que se desarrolla en esos ámbitos. Pero lo que me parece idealismo es su intención de oponer el hospital a las prepagas, obviando los profundos vínculos de mercado que existen entre ambos: "en ese amplio espectro que se denomina salud mental, es preciso distinguir lo que en él se perfila como relativo a la asistencia pública, ligada a los derechos y deberes de todos, y aquello que pertenece al ámbito privado de los prepagos, vinculados al negocio y la búsqueda de renta por parte de unos pocos. ¿Deberíamos promover el reconocimiento y la inclusión de los psicoanalistas en ellos o, simplemente, rehusarnos a participar?" (subrayado del diario Clarín).
En una sociedad regida por el modo de producción capitalista lo público siempre está, de un modo u otro, al servicio de lo privado, siguiendo el viejo adagio de "socializar las pérdidas y privatizar los beneficios". Lo público funciona allí donde las cosas dan "perdida" y lo privado reclama aquello donde las cosas dan ganancia. Un ámbito no es sin el otro. Si la formación de los profesionales de la salud mental es costosa, lo público, incluido los hospitales, se encargará de la misma. ¿Pero donde terminarán trabajando los mejores profesionales de las residencias de salud de todo el país, incluidos los del campo de la salud mental?
Tenemos una larga experiencia en la Argentina sobre cómo los servicios privados, o viven como parásitos de la corrupción en los ámbitos públicos, o se desarrollan a partir de la destrucción de los ámbitos públicos. Cuando los Ferrocarriles eran públicos servían para comprarle overoles a la industria textil privada, al precio de trajes de etiqueta. En cambio cuando los mercados consideraron que los ferrocarriles debían servir para negocios mas grandes y rentables que el de los overoles, entonces se destruyó ese servicio público para promover su privatización como solución.
Lo mismo pasa con el hospital y las áreas publicas de la salud. No existe lo público como opuesto al lucro capitalista. En una sociedad capitalista, lo público también está al servicio del lucro capitalista.
En suma, lo que estos tres artículos pusieron en el tapete es la incidencia de las leyes del mercado en la práctica y los circuitos profesionales de los psicoanalistas. Y me parece que es importante estar advertido de las consecuencias y de los efectos que dicha incidencia tiene.
Porque aunque este tipo de temática sea frecuentemente descartada o desvalorizada como extra analítica, así como saber de literatura ayuda a estar advertido sobre las diferentes maneras de manejarnos con el lenguaje en general, y con la escritura en general, saber de economía política ayuda a estar advertido sobre las diferentes vicisitudes y consecuencias del aspecto mercancía de las "prestaciones" psicoanalíticas.
Por ejemplo, ¿como suponer que en estas condiciones un titulo de AE o AME no vaya a servir principalmente como una certificación (así sea "no oficial") en un mercado laboral en crisis?
¿Cómo suponer que en este contexto, los chismerios sobre el pase, en cada institución, no homologuen este procedimiento a un examen más en la vía de la promoción laboral?.
En suma, cualquier elemento que pueda valer como suposición de saber, no escapará al circuito de cotizaciones de las "prestaciones" psicoanalíticas.
Para terminar, entonces, y dejar lugar a las preguntas, podríamos retomar los desplazamientos señalados al principio y, a la luz de los comentarios hechos hasta aquí, preguntarnos si la "profesionalidad" de las "particularidades de la clínica" no constituye una ilusión similar a la que ha generado, en lo político, el operativo electoral. En ambos casos parece que nos hubiéramos librado de las exigencias de una acción respecto de la cual no hay garantías y que no es sin costo.
Pregunta inaudible:
M.S.: Creo que hay veces en que uno podría decir que más valga que el analista desee dinero y no otra cosa. Lo que estaríamos diciendo en ese caso es que si deseara dinero quizás se podría correr de un lugar que le está haciendo obstáculo para ofrecer su deseo vacante.
Por ejemplo, si se pone demasiado "bueno" y se preocupa mas por el "bien" del paciente que por el dinero que este le traiga, quizás justamente eso sea un punto que haga obstáculo al análisis.
Pero, por otro lado, también podríamos decir que el dinero funciona, muchas veces, como tercera persona.
Pregunta inaudible.
M.S.: La tercera persona, para decirlo de un modo simple, son aquellas representaciones meta compartidas entre analista y analizante, las opiniones comunes, compartidas, entre ambos.
Por ejemplo, el estado podría ser una tercera persona si pudiera regular lo que debe pasar en el consultorio, al modo en que está regulada la práctica médica. La tercer persona puede ser un objetivo de salud, ideales compartidos entre paciente y analista, cualquier cosa que haga que los significantes sean reducidos a signos, cualquier cosa que haga que lo que diga el paciente sean signos, es decir algo que significa algo para otra persona.
Entonces el dinero puede un punto de "comunes acuerdos", es decir, de malentendidos, en la medida en que es vehículo de muchos prejuicios. Por ejemplo, el mas común de todos: la idea de que aquello por lo que se paga es por un trabajo. Pregunto: ¿Es la práctica del psicoanalista un trabajo?
M. Fernández: Yo quisiera que hables de la disposición erótica del analista, porque en el Seminario de La Transferencia, por ejemplo, cuando Lacan señala como se dibuja el encuentro, un encuentro sistemático, todas las semanas, dos personas en un lugar cerrado, cómodo...
M.S.: Es lo más erótico que hay.
M. Fernández: Si además le agregamos este componente de erotismo, ¿cómo es que no pasa nada?
M.S.: Lo primero que cabe recordar es que no soy yo el que lo dijo. Lo dijo otro
Hablando de mercado, ahí tienen el tema de la propiedad privada de las ideas, y todos los malentendidos que suelen generarse entre lo que es originalidad en las ideas y la propiedad privada.
Podría contarles de mi experiencia como editor y la cantidad de preocupaciones que tienen los que publican por ver si los derechos de autor están cubiertos. Podría decirles que la relación entre preocupación por derechos de autor y originalidad es una relación inversa. Cuanto menos original es la gente mas parece preocuparse por los derechos de autor. En cambio cuanto mas original es, menos se preocupa por esas cosas.
Me parece que mucha de la gente que se preocupa por los derechos de autor, lo hace porque confunde la originalidad con la propiedad privada. Porque el derecho de autor es un derecho de la propiedad privada. En cambio la originalidad no necesita de la protección de la propiedad privada, porque la originalidad solamente puede sostenerse sobre la siguiente originalidad. Una originalidad que no puede dar lugar a una nueva originalidad se marchita como una flor, y de poco sirve regarla con el agua de las protecciones legales.
Lacan no tenía necesidad de ir a hacer el depósito de ley de la propiedad intelectual para sus seminarios porque nadie lo podría copiar. Podrían copiar los seminarios viejos, pero nunca el nuevo, que es desde donde se sostienen todos los anteriores. Sus seminarios no necesitaban copyright porque se sostenían desde la consistencia de una enseñanza. Cuando apareció el copyright para los seminarios de Lacan fue cuando estos dejaron de ser el desarrollo de una enseñanza y se transformaron en los bienes de un legado familiar. Si Miller hubiese podido sostener una enseñanza a partir de los seminarios de Lacan no hubiese necesitado defenderlos con las leyes del copyright. Cuando se es original, lo que importa no es el pasado sino el porvenir. El copyright es como el título de AE: una absurda pretensión de garantía sobre el futuro
Bueno, pero me desvié de la pregunta. Volvamos a la "predisposición erótica".
La originalidad es de George-Henri Melenotte, al menos en lo que a mi experiencia refiere, ya que no se la escuché a nadie mas antes que a él.
Esta cuestión, él la trae en relación al problema de la atención de los toxicómanos cómo los mismos han sido segregados por todo el saber psicopatológico y policial sobre el tema, lo que, a su criterio, nos ha privado de poder aprender muchas cosas sobre los problemas del placer.
Un ejemplo muy claro de disposición erótica es el de Lucía Tower, tal como lo comenta Lacan en el Seminario X, donde Lucía Tower da cuenta del tratamiento de dos pacientes hombres, y en particular como se desarrolla el análisis con uno de ellos, a partir de un sueño de la propia Lucía Toser que le permite darse cuenta de su equivocación en la dirección de la cura. Ella dice que el paciente, la escruta, la cuestiona en todo. Hay un articulo muy interesante sobre el término que se usa ahí, un artículo de Gloria Alef, en una Revista Mexicana que se llama "Me cayó el veinte".
Bueno, el asunto es que Lucía Toser cuenta que tuvo que sostener una posición muy difícil, que sentía que cualquier deslizamiento que se produjera y el análisis se iba al diablo, todo un esfuerzo físico de sostener ese escrutamiento, donde la iba partiendo en pedacitos. Ella lo interpreta en términos de que fue gracias a su predisposición masoquista que pudo sostener ese análisis.
Me pareció un buen ejemplo de disposición erótica.
Pregunta inaudible:
M.S.: Lo cual demuestra que ahí, el dinero no vale como dinero, sino en la singularidad de un caso.
El dinero básicamente es un intercambiador de mercancías. Cuando Freud lo toma en una formación del inconsciente, lo toma como un equivalente simbólico, pero no como un intercambiador de mercancías. Un intercambiador de mercancías es algo que opera en el mercado, y eso no es lo mismo que las equivalencias simbólicas dentro de la economía libidinal.
Hay algunos a los que les gusta hacer teorías conjuntas de lo social y lo psicoanalítico.
A mi me parece que en ese tipo de abordajes se terminan mezclando los sujetos
Notas
1 Ver "El porvenir de las ilusiones modernas", en el número 15 de la revista Acheronta (www.acheronta.org)
2 Hay un estilo ahí en Lacan, que a veces es terrible, cuando marca cosas como este "lo que tiene que saber". Eso suele dar pie para todo tipo de mímicas del tipo "hay que", con las que se va construyendo nuestro gran superyó cultural lacaniano.
3 La ambición de fundar la institución psicoanalítica en el acto analítico, por supuesto, es del propio Lacan. A mi, hace un tiempo ya que esto me parece una ilusión. Ver al respecto mi texto "El fracaso de las instituciones psicoanalíticas"
4 Acheronta 17 (julio 2003), disponible en www.acheronta.org
5 Acheronta 15 (julio 2002), disponible en www.acheronta.org
6 Sergio Rodríguez, "Cuando el mercado es insalubre", diario Clarín del 9 de octubre de 2002
7 Margarita Aulicino, "Los límites del psicoanálisis", diario Clarín del 24 de octubre de 2002
8 Mario Pujó, "El psicoanálisis, mas salubre que el mercado", diario Clarín del 1 de noviembre de 2002