Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura

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Michel Sauval: Este número de Acheronta es el primero de la nueva serie temática. El tema propuesto es el de Clínica y transmisión. Marité, quien ha venido colaborando en otras áreas de PsicoMundo, esta vez con Acheronta, nos propuso que te reporteáramos sobre la experiencia de trabajo que había tenido contigo, de trabajo de casos. Tengo entendido que estás desarrollando una experiencia similar, actualmente, en el marco de una institución, con el título de "Historias Mínimas". Pero Marité nos contaba que esa modalidad de trabajo tenía un largo antecedente. Queríamos conversar contigo sobre ese tema.

Marcelo Peluffo: Es una experiencia que, hasta ahora, no fue teorizada. Tenemos ahí como una especie de cosa en crudo, así que lo que podamos charlar hoy será un punto de partida.

Marité Ferrari: Podrías empezar contando, porque vos estabas desde antes que yo me incluyera en el grupo. Fue una experiencia de cuantos años?

MP: Seguro 7. Creo que fueron más. Dónde estábamos trabajando cuando vos te incluiste?

MF: En el consultorio de la calle Agüero.

MP: Ahhh, todavía estábamos en Agüero? Yo me guío por eso.

MF: Yo me incluí en el 97. Después hubo 2 años en Charcas. Y siguió hasta el 2003, así que son 8 años.

MS: Como empezó?

MP: A mí me convocó un grupo de personas. Es bueno que diga que yo no tuve la idea original. Lo mas interesante para mí es que no con certeza de quién fue la idea. Más bien fue montándose sobre la marcha, pero con muy pocas correcciones respecto de la forma original. Nació de entrada como un modo de trabajar. No me gusta decir dispositivo ni artificio, ni nada de esas palabras que circulan porque me parecen muy pretensiosas. Yo hablo de un modo de trabajo, configurándose desde el vamos con una forma que se convino en respetar.

El eje de la cuestión pasa por apostar al escrito, a que lo que se trabaje, que ni siquiera sé si es un caso, sea un escrito. Algo escrito, que, como todos sabemos, hasta nueva orden, es el único invento que hay verdaderamente efectivo para acotar el parloteo de la gente, cosa que los analistas, considero, padecemos, y mucho. Digo, de la verborragia, la ecolalia, la reverberación, todos esos fenómenos del habla.

MS: Acotar ¿en qué sentido?

MP: Acotar, en el sentido, por ejemplo, típico de las reuniones clínicas, que todo el mundo quiera saber más, y más: y cómo era que paso eso a los 11 años?, y dónde estaba?, y cómo se llamaba la abuela?, etc., es decir, el acopio de datos, con el argumento de que así se va a saber más y se va a completar la discusión de un supuesto caso.

MS: Pero esas preguntas también pueden expresar una crítica al recorte con el que se presentó el material.

MP: Correcto. A veces el relato es escueto, e incluso, a favor de lo que vos observas, hasta te podría decir que escamotea datos, en los cuales, como planteaba Freud, cuando hay datos de los que no se puede hablar, ahí va a parar todo lo reprimido. Ahí es donde no se dice.

Eso es verdad. Cómo todo invento, seguramente tiene su déficit.

Pero se ve que nosotros habremos pactado preferir ese déficit a otro mayor, que era, justamente, casi lo contrario, que la abundancia de datos impidiera una lectura mas precisa.

MF: Yo quisiera agregar el esfuerzo que, en el supuesto de lo escueto, significa la práctica de la escucha, o de la lectura. Hay un tema en el modo: cada trabajo se presentaba 2 veces. El mismo analista que traía su escrito lo leía, en una primera vuelta y en una segunda. Entonces, esta cuestión compleja, de encontrarse la primera vez con un texto, el ejercicio difícil de lectura de lo allí escrito, era muy interesante el efecto que producía en la segunda vuelta. Cómo que hubiera, en ese segundo momento, el hallazgo, de cuestiones no puntuadas, o no leídas, en la primera vuelta. Si uno se pone a pensar este déficit, esta dificultad respecto a poder saber, hace a la condición misma de la práctica del análisis, porque por la eficacia misma de lo reprimido, no es que el sujeto que se quiere analizar nos retacea algo porque lo tiene debajo de la manga, sino porque es informulable, es inarticulable. Y está, justamente, en la posibilidad de la lectura a la letra, la posibilidad de que esto pueda metonimizarse y pueda volverse algo cernible.

Guillermo Pietra: Cómo era el mecanismo de trabajo?

MF: El mismo texto se presentaba dos veces.

GP: Se reunían, alguien traía un caso….

MF: …escrito.

GP: … y lo leía una vez?

MF: No, dos veces.

MS: No se hacía circular el escrito antes?

MF: No. Se leía una vez, el escrito quedaba, y se leía otra vez, con el mismo escrito. Y ahí se cerraba.

GP: Y lo que se armaba era un trabajo oral?

MP: Si, oral. No se escribía, salvo raras oportunidades en que a alguien se le ocurría aportar algo escrito. Esto sucedió muy pocas veces. Pero no era como agregado al caso, sino como un escrito adicional, como notas.

En general, el trabajo era oral. Y el caso, trabajado dos veces, se olvidaba.

MF: Quedaba olvidado. Vos eras el que decía "ya fue".

MP: Si

MF: Es interesante porque, yo, lo que recuerdo, es que Ana Casalla, en el Lacano de Bahía, me cuenta del dispositivo, y yo pedí incluirme. A mi no me invitaron. Fui, llevada por la curiosidad, porque me parecía original. Y era, de entrada, esta dificultad de tener que tomar ese texto, leerlo, y quedar acotado a eso. Me pareció un ejercicio muy interesante.

MS: En qué consistiría ese ejercicio?

MF: En la posibilidad de la lectura a la letra, de un texto. Que no es poco. Esto va incluso mas allá del caso, porque, como decía Marcelo, uno no sabe si ese material clínico podría fabricar un caso. No sabemos si fabricamos un caso. Lo que fabricamos es un modo de lectura.

MS: Que diferencia habría con un método de estudio?, para decirlo medio a lo bruto.

MF: Supuestamente, hay alguien que habla, no sabemos muy bien quien es, si es el analizante, si es el analista. Pero en algún punto, lo que se va ubicando, mas allá que sea el analista el que escribe el texto, concedemos en que allí, alguien habla. Y en ese hablar, uno va recortando cuestiones que, evidentemente, hacen, necesariamente, teoría: el fantasma, la pulsión, el síntoma en transferencia, la demanda, etc.

Obviamente hay un acotamiento que el modo de leer ese texto hace a poder extraer consecuencias clínicas.

MS: Cuales eran las consecuencias?

MF: No era un ateneo. No era tampoco una supervisión, un análisis de control.

MS: No hace falta que sea una supervisión para que, eventualmente, el que presente algo, espere de esa presentación, algo de ese debate, en términos de consecuencias para el caso.

MP: Me parece que tenía consecuencias, pero que no son formulables en términos generalizadores. Hay dos lugares, fundamentalmente, que esa experiencia reserva. Uno es el de aquél que sostiene la presentación de su escrito. Y el otro está ocupado por todos los que no presentaron escrito ese día, y lo leen, e intervienen sobre el escrito. Del lado de quien presenta, los efectos son a leer. No necesariamente se producen, pero personalmente puedo acreditar que cuando me tocó presentar, no siempre, pero alguna que otra vez, luego descubrí algún efecto a nivel de la conducción de una cura, en relación a algún material que yo había presentado.

Faltó, quizás, o no - nunca lo habíamos pensado demasiado – teorizar al respecto. Aunque no se puedan generalizar los efectos, se podría establecer sí, algún orden de pensamiento sobre la experiencia. Pero eso no formaba parte del trabajo, no estaba previsto. Las experiencias que se recogían cuando uno estaba leyendo el caso que otro había presentado, esas quizás sean aún mas difíciles de ubicar, a veces saltaban cuestiones acerca de ciertas estrategias clínicas, sobre todo cuando había desacuerdos, fructíferos desacuerdos, como por ejemplo, del orden de establecer un cierto criterio de conducción. Ahí se armaban chispas interesantes, discusiones, que luego, llevadas a otro terreno, terminaban, para algunos de nosotros, siendo trabajos que publicábamos en algún lugar. A mí me pasó que por haber discutido alguna vez, por ejemplo, acerca de si un perverso puede o no analizarse, o si conviene o no analizar a un perverso, eso terminó siendo, y sigue siendo, motivo de discusión con otra gente, en otro grupo, o en la presentación de algún trabajo o texto.

MF: Eso es importante de señalar. En general, los trabajos, tenían que ver con recortes clínicos. Un grupo de analistas que presentan un material, donde está implicado el analista en alguna cura, en algún proceso, que podía ser, o bien una entrada en análisis, o un reanálisis, o un punto de tropiezo en el análisis, un final, una reacción terapéutica negativa, etc.

Es obvio que quien, de alguna manera, es puesto en causa para escribir algo, lo hace siempre desde un punto de inhibición subjetiva.

MS: Había algún tipo de normativa para la presentación de los textos? Extensión, tipo de problema, etc.

MF: Era totalmente libre. La idea era que pudiera ser leíble y trabajable en una reunión de una hora y media. Si uno presenta un escrito de 20 páginas, no puede trabajarlo en ese lapso. Había un acotamiento en el tiempo. Mas que un historial, eran viñetas, pero con una total libertad respecto de lo que se presentaba.

Pero está claro que moverse a presentar un escrito está en relación a en qué punto la clínica, ese real que intentamos atrapar de alguna manera, nos pone en causa, como sujetos divididos, en el punto en que, en la cura, con el paciente, sostenemos la posición del analista, pero este tiempo de poner un escrito ante un grupo de pares, ese tiempo, para mi gusto, uno, allí está, en tanto que analizante. En el punto de poder ubicar estos puntos de dificultad, de obstáculos, de malos entendidos, en ese punto, el dispositivo, el espacio, el modo de trabajo, estaría englobado en todo lo que tiene que ver con este tiempo de poder hacer saber lo que uno hace, esto que Lacan que plantea de que el analista es al menos dos, el que dirige una cura pero también el que, en otro tiempo, tiene que poder saber, transmitir, o intentar transmitir, esto que ya está perdido como experiencia clínica.

En ese punto, creo que lo que allí pasaba, mas allá del caso, ya que no se sostiene un espacio durante 8 años, dos veces al mes, si uno allí no obtiene una experiencia que lo ayuda a sostener su práctica. Porque esto no era un grupo donde uno podía obtener algún oropel narcisista, ningún reconocimiento de otro institucional, no servía para hacer ninguna carrera, ni para obtener ninguna distinción, ningún nada. Era a puro deseo. Uno iba a ahí porque le interesaba. A mí me parece que lo interesante es que, si uno se sostenía allí, es porque el deseo lo sostiene allí, y si el deseo lo sostiene allí, es porque allí algo del poner en juego esta dificultad que uno tiene en el sostenimiento del lugar del analista, uno requiere de este lazo que de algún modo lo sostenga. Es decir, ahí había una transmisión.

MS: Pero no hay transmisión solo porque la gente se reúne.

MF: No. Es porque contribuye a poder lograr el sostenimiento de esta práctica que reside en soledad, que es la práctica del psicoanálisis, es imposible sostenerse en esa soledad si no tuviera este soporte del lazo con los otros analistas.

MS: Sobre esta práctica, dos preguntas.

Una es, ¿Por qué no produjeron escritos?

Me llama la atención que, siendo el proceso analítico, algo que suele ordenarse desde los efectos de la palabra hacia el escrito, que Uds. siguieran un proceso inverso: parten de un escrito, y se quedan en los efectos de la palabra. Por eso, ¿Por qué nunca volvieron a concluir en un escrito?

Y la otra pregunta está más ligada al tema de convocatoria: ¿qué es lo que entiendes que se transmite? En ese ejercicio, ¿qué es lo que se ha transmitido? Por ejemplo, respecto de las curas, hay algún real que es de la cura, que tendría que llegar a otro lado?, o el real es el ejercicio del trabajo de ese grupo ahí, en el ejercicio de esa lectura? ¿Qué es lo que se transmitía?

Porque esta implicación de los analistas en otro lugar, aparte de la soledad del análisis, es sistemático. Todo el mundo lo hace en algún lado. Todos los analistas, luego de haber estado "escuchando" en la práctica del análisis, tienen que ir a "hablar" a algún lado. ¿Cuál es la particularidad de vuestro ejercicio, en cuanto a la transmisión?

MP: Respecto de la primer pregunta, la verdad que es interesante esta inversión que planteas. No se nos había ocurrido. Que yo recuerde, nadie lo planteó. Porque cuando asomaba algo de eso, de la idea de ¿qué hacemos con esto? – ni siquiera estaba nombrado el escribir – si esto no tiene que tener otra escena, lo que se produjo fue la insistencia – cosa que fue muy debatida en el grupo – en la necesidad de incorporar al grupo alguna otra lectura que proviniese de afuera para acotar la cerrazón típica de un efecto de grupo de gente muy conocida entre sí.

MS: Un comentador externo?

MP: No necesariamente un comentador, sino alguien que se viniera a sumar, puntualmente, a esa experiencia. Puntualmente: que llegara y se fuera, una reunión que estuviera sostenida por alguien que hiciera esa presentación. Y también, alguien joven, joven en el psicoanálisis y joven en su vida. Con lo cual, lo que me parece que se estaba diciendo allí: hay que dejar la ventana abierta, tiene que entrar aire.

GP: El invitado opinaba sobre lo que estaba pasando o presentaba el material?

MP: Presentaba material. Se sumaba a la experiencia como uno mas, ese día.

GP: Presentando un caso?

MP: Exactamente, no viniendo a escuchar sino presentando. Porque la cuestión de la presentación también era todo un asunto. Había una legalidad que funcionaba en el grupo que era que nadie podía dejar de presentar, un modo elegante de decir: no puede haber curiosos, no puede haber alguien que se ahorre el trabajo.

MF: Uno podía llegar curiosamente, pero después había que ponerse.

MP: Claro, había que pasar por ese lugar también, hacer esa especie de gesto, de donación al trabajo. Aportar al trabajo, implicaba el acceso a ese espacio.

Pero, con respecto, siempre a la primera pregunta, lo que sí puedo situar yo, lo que sí hubo – cosa que también es interesante – es la presentación de un nuevo escrito a propósito de un mismo caso. Pasado un tiempo, la persona que había presentado, ahí, en el grupo, un escrito a propósito de un caso que conducía, volvía, insistía, sobre ese caso. Y yo calculo que ese era el modo de escribir sobre el escrito, es decir, sobre lo que el escrito había dado que hablar. Ese era el modo. La respuesta era una nueva presentación al grupo de un escrito vuelto a causar, quizás por el propio caso, pero también, a lo mejor, por los comentarios habidos en su momento.

MS: Y a esa nueva presentación se le aplicaba la misma metodología?

MP: Exactamente la misma. Si, porque pasaba desapercibido como una insistencia. Esta es una lectura que hago yo de esa experiencia. No estaba presentado a título de, "ahora yo les voy a contar en esta nueva presentación, los efectos que me causó haber presentado este caso en una oportunidad previa". No.

Esta es una lectura mía. Por eso lo aclaro.

MS: Es decir, la viñeta era otra, pero a ti te parece q ue algunas veces, en esa nueva viñeta que presentaba esa persona había efectos de lo que se había discutido en su presentación anterior?

MP: Si, porque, incluso al nivel de la discusión posterior, resultaba muy agradable hacer como una especie de lectura comparativa, de contraste, de lo que había sido la primera presentación a lo que estaba siendo la segunda, siendo que lo que hacía de causa era el mismo caso. Se podían observar algunas diferencias, y no faltaba quien traía el material anterior.

En mi caso, sistemáticamente rompía los casos escritos, no los conservaba.

MS: Porqué hacías eso?

MP: Yo insistía mucho con esta cuestión, como dijo Marité antes, que " ya fue", como dicen los pibes, y había que terminarlo ahí.

MS: Porqué? Hacía obstáculo al caso siguiente?

MP: Me parece que, así como el escrito acotaba la palabra, y así como uno se tenía que arreglar con lo que tenía escrito y no podía preguntar por nuevos datos, así también, me parece que, pasado el espacio de conversación en ese lugar, al cual el material yo creo que pertenecía, no era válido retomarlo luego en un espacio que no fuera ese. A lo mejor esto suena un poco duro como consideración. Pero, son convicciones personales, eso a mi me servía para poder seguir sosteniendo esa actividad.

MF: Algo nuevo cada vez

MP: Como de sucesión de presentaciones, donde, para que pudiera advenir la próxima, tenía que caer la anterior. Sino era como un compilado. Y a mí, esa idea, no me gustó nunca.

MF: Sino se hace la idea de la serie clínica, de los r asgos comunes o diferentes de los casos. No. Era una apuesta clara al uno por uno. Es uno, es otro, es otro. A mi también me gustaba eso.

Ahora, que uno no haya escrito allí, no quiere decir que uno, esto, no lo escribiera. Cada uno de nosotros somos muy prolíficos en la escritura, no nos quedamos cortos con la producción escrita. Pero, no allí.

Por eso insisto, para mi gusto, la participación allí, con este modo de tener que arreglárselas con lo que allí está escrito, necesariamente nos ponía en causa para escribir. No se si de la experiencia, en el sentido de rescatar este método.

Es bueno, poder ahora, volver sobre esto y pensarlo. Pero yo hago esta otra pregunta: y si uno se pone a escribir sobre este método que inventamos, que sostuvimos, siempre, en algún punto, este escribir sobre la experiencia, queda atravesado por la dimensión de la política. Uno, en algún lugar, le está vendiendo al otro "miren que bueno esto que hacemos". Me da la impresión que había como cierta modestia de entender que esa era una forma de trabajo.

MS: Cuantos eran?

MF: Un promedio de 15.

MS: Era gente de una misma institución?

MF: No. Había gente de distintos lugares. Hubo elenco estable, y alguna gente que rotó, que vino, y que se fue. Pero había un grupo fuerte, de más de la mitad, que siempre era estable.

Sin saber cómo uno estaba convocado a seguir trabajando allí. Y terminada la experiencia, cada uno hizo otros caminos. Yo hice otros grupos clínicos con otras modalidades. Pero, como experiencia, no era el momento de la experiencia el momento de escribir sobre la experiencia. Por ahí, el momento de escribir sobre la experiencia, es este.

MS: Cuando hacía la pregunta por el escrito me refería al escrito sobre el caso. Ahora están reflexionando sobre la experiencia y se podría escribir sobre la experiencia. Pero cuando yo hacía referencia al escrito y a la palabra, me refería al caso, a esta secuencia del ejercicio que arranca del escrito y termina en la palabra. Por eso preguntaba porqué no terminaba habiendo un trabajo que pusiera, también por escrito, lo que se había trabajado en ese ejercicio. Sobre todo por lo que hace a la segunda pregunta, la de la transmisión. Es decir, cual sería el estatuto de la transmisión en ese ejercicio. No digo que solo haya transmisión cuando hay escrito, pero es habitual asociar una con otra. Y en este ejercicio, la secuencia del método o modo de trabajo era inversa. Está claro que la transmisión sigue varias vías, por ejemplo, también la del estilo. Pero, como se suele pensar, si no ha quedado escrito, no habrían quedado huellas.

MF: Creo que los escritos que se produjeron…

MS: ….fueron a parar a otros lugares?

MF: Claro. Para mí fue una experiencia muy interesante en cuanto a abrir una cantidad de preguntas absolutamente clínicas. En cada caso, siempre debatíamos en cuanto a la posición del analista, en cuanto al diagnóstico en transferencia, en cuanto a la modalidad de las intervenciones del analista y su eficacia, el tema del corte de la sesión, interpretación, construcción, la eficacia en relación a cada estructura, etc. Y todas estas cuestiones que quedaban abiertas a uno lo ponían en causa para ponerse a trabajar determinadas cuestiones.

MP: Hasta que vos no nombraste la cuestión del estilo, para la segunda pregunta no tenía nada que responder. Cuando vos nombras el estilo, recuerdo inmediatamente – pido perdón por la auto referencia – que en alguna época escribí algo sobre el estilo y la responsabilidad del analista, y ahí es donde a mí se me hace posible decirte algo en relación a esto, porque sabemos lo que se transmite es el estilo, a otros. Se transmite el estilo a los integrantes del grupo. Los integrantes del grupo, en ese sentido, algo pueden captar del estilo del analista que en ese momento presenta. Sabemos que el estilo está íntimamente relacionado con lo escrito, y aunque ya no sea con estilográfica sino con computadora, en el hecho de decidir, por ejemplo, sobre la extensión, estaba el estilo, y en el hecho de cómo escribir - si mas poético, si mas científico - estaba el estilo. Y eso, de alguna manera, quedaba escrito en lo que cada uno tomaba de eso para sí.

Cuando uno dice a puro deseo, a veces roza la posición sacrificial, por más que se trata del deseo. Pero no, acá hay una ganancia situable, que tiene que ver, al menos, con dos cosas. Primero, con hacer algo con la angustia. Como vos decías hace un rato, como trabajamos de escuchar, luego hay que ir a hablar a algún lugar. Y sabemos que ese hablar, lo que produce, es que aminora la angustia que nuestro trabajo, sin duda genera. Y segundo, es lo que se lleva cada uno, que, como decía antes Marité, retorna después en algún escrito que tiene otro destino que no es el grupo. Cosa que a mi me parece muy bien, porque sino hubiese sido como esas empresas que se ocupan del producto de punta a punta. Hubiera estado viciado porque me parece que alcanzaba con llegar a que cada uno tuviera algunas consideraciones acerca del escrito. Luego empezaba a funcionar en cada uno. Se descompletaba el grupo por la vía de que cada uno empezaba a funcionar, se llevaba – o no – algo, al punto tal que las apreciaciones de cada escrito eran a veces disímiles: había gente que se había aburrido, gente que se dormía, gente a la que le había parecido corto el tiempo, algunos seguíamos discutiendo en el auto, o en el café, cuando nos íbamos. En suma, las consecuencias eran absolutamente diversas, en ese sentido.

Me parece que lo que se transmite allí tiene que ver con el estilo del analista que escribe. Más que el que presenta, a mí me gusta subrayar esto: el que escribe. Luego uno lo puede presentar, y darle diferentes entonaciones al momento de leerlo, y seguramente eso también hace a la enunciación. O puede cometer un lapsus mientras está leyendo su presentación

MF: O también cuando lo escribe

MP: Y eso también es interesante – dicho sea de paso, los lapsus de escritura, la mayoría elegíamos dejarlos escritos.

(vuelta del casette)

MP: Es algo bastante contingente la cuestión de si se transmite o no se transmite, de los efectos que produce, etc. Había escritos largos, había escritos cortos, algunos abundaban mas en el material, otros no. Pasaba algo parecido a lo que pasa en la Reunión Lacanoamericana: todo el mundo sabe que tiene un determinado tiempo, y algunos eligen comerse ese tiempo en la presentación del trabajo y otros privilegian la discusión posterior a la presentación. Y aquí también pasaba algo de ese orden. Había gente que leía un material que le llevaba 10 o 15 minutos de presentación, y otros en 3 minutos liquidaban la cuestión

MS: Cuál era el lazo entre los miembros? Eran amigos? Eran de una misma institución?

MF: Yo te diría que pares. Podía o no haber una mayor amistad, pero nos fuimos congregando alrededor de conocernos. Veníamos de diferentes lugares. No hay una serie, porque había un grupo que venía del Simposio, otros que venían de otras instituciones, yo nunca fui miembro de ninguna institución – pero circulé bastamente por varias, por lo que sería el campo de la Convergencia – nos conocíamos de los lacanos – los lacanos es una práctica que hemos sostenido casi todos los miembros del grupo.

No había una pertenencia institucional específica. Había un lazo amistoso en el grupo más chiquito que inició la experiencia.

MP: Podría plantear que el grupo estaba azarosamente distribuido de una manera sorprendentemente heterogénea, no solamente en cuanto a la pertenencia institucional – que, en ese sentido, había de todo – sino también en cuanto al modo de encarar la práctica, o a los lugares donde cada uno trabajaba – había gente que tenía trabajo en instituciones, y gente que no, que había privilegiado el consultorio. En ese sentido, la diversidad aportaba, en consonancia con la presentación escrita, con lo que comentaba antes del estilo, aportaba una diversidad suficiente como para que los efectos fueran de los mas variados.

Sucedía que a cada uno le pasaban cosas muy distintas, incluso según quien presentara. Había algo de la amistad, si entendemos a la amistad como cierto pacto donde circulan sobreentendidos y concesiones, y demás efectos, ahí, tendía a quedar eso suspendido. Entonces, un amigo, podía oponerse a otro, sin que la amistad impidiera un debate, sin que se concediera en honor a las amistades.

MS: Yo pensaba la amistad al revés, como lo que podía facilitar la confianza para exponerse.

MF: En ese sentido sí, porque había un grado de libertad respecto de los efectos persecutorios que a veces se generan en las instituciones, donde aparece la prevalencia del yo y de las vestiduras narcisistas. En esta experiencia la sensación era poder funcionar allí en tanto que analizante, en tanto que alguien que necesariamente iba a cometer algún lapsus, algún fallido, algún olvido, y en ese punto no había ese efecto inhibitorio que a veces aparecen en las cuestiones imaginarias de la rivalidad, la competencia. Se podía discutir, me parece, bastante abiertamente. Por esa diversidad, no había ese peso que en las instituciones, a veces tienen que soportar los grupos, ya que los grupos a veces son modos en los que se dirimen cuestiones políticas, y las discusiones no quedan allí sino que tienen que ver con otras escenas. Me parece que en ese punto, como el modo era discutir la clínica, discutir el caso, había un grado de comodidad que permitía pensar libremente, y sobre todo animarse a decir lo que uno pensaba. Porque, a veces, el problema en las instituciones, es ese, cierta censura: lo digo, no lo digo.

MP: Personalmente decidí hacer una especie de recuperación de esa experiencia, ahora, en el marco de una institución. Estoy llevando adelante una experiencia, que acaba de comenzar a la que decidí llamar "Historias Mínimas del psicoanálisis", y todavía no puedo hablar de una diferencia respecto de la otra experiencia.

Si puedo decir que le imprimí algunos cambios respecto de la experiencia original porque lo mínimo ahora si tiene que ver con el acotamiento del texto…

MS: Leí que eran 500 palabras o algo así

MP: Si, no más de tres carillas.

GP: Donde lo haces?

MP: En Reuniones de la Biblioteca, que es una red de psicoanálisis con la suficiente apertura – no es una institución convencional – como para poder enmarcar una experiencia bastante cercana a la que hicimos anteriormente. Pero está acotado, en el texto, está acotado en el número de participantes, y quizás en algún detalle más. Lo mínimo refiere a lo mínimo de la práctica de un analista, al trabajo previo que se lleva a cabo en el momento de la escritura, que tiene que ver con un trabajo de reducción. No es el resumen Leroux – disculpen por el viejazo pero es la primera asociación que se me viene – no es el resumen Leroux, no es el abstract de la revista de la institución oficial, no es un copete, es lo que queda como una salsa que está al fuego cinco horas, lo que queda de la reducción de un caso.

GP: No es una viñeta entonces, tampoco.

MP: No es una viñeta. Tampoco refiere a un acontecimiento acotado por el acontecimiento mismo y nada más, aunque puede serlo si alguien quiere trabajar estrictamente sobre un suceso clínico, por ejemplo, sobre una llegada tarde de un paciente, o una falta de pago, o un final abrupto, o un accidente del analista, o sobre un acontecimiento que ocurre en el marco de un análisis...

MS: Pero, no vuelve a aparecer este problema de la secuencia, de colocar la reducción al principio? Porque el que presenta va a hacer el esfuerzo de la reducción. Y el dispositivo viene a ser como un volver a explotar ese texto en la polisemia del hablar. La reducción no es el agotamiento del hablar sino algo que está al principio y luego el hablar vuelve a proliferar.

MP: En esa vuelta no se recupera lo que se redujo al principio porque quienes tienen a cargo ese trabajo de expansión ya son otros, con lo cual la expansión que se produce es referida a las intervenciones de cada uno. Incluso en esta nueva versión de la experiencia, se conserva la idea de no escribir luego de la presentación. También está acotado a tres reuniones mensuales – son simplemente tres presentaciones, es decir, mínimo. Si alguien quiere escribir algo, y para eso usamos Internet, que circule, solo entre los 8 integrantes del grupo – son 7 mas el que convoca: esta es otra diferencia respecto de la experiencia original, Y si la gente lo desea, en el intervalo puede circular algún escrito entre los integrantes del grupo, con la condición de que eso le llegue a todos.

De todos modos, aunque esta experiencia está acotada a tres meses, pienso que se puede renovar, pero siempre a la espera de los efectos. Si se decide renovar la experiencia, entonces la gente que no presentó en la primera ocasión, lo hará en la segunda.

MF: Lo que yo hice, en cambio, fue trabajar con los docentes de la red de seminarios de la escuela de psicoanálisis que coordino. En estos momentos hacemos una presentación coloquial. Pero también hay un acotamiento en la presentación, que no puede ser de mas de 15 minutos, y luego el debate. En general va funcionando bien. No está la exigencia del escrito, pero está implícito que esto tendría el objetivo de conocernos mas y poder trabajar entre todos la cuestión de los estilos y como ir armando un equipo de trabajo que tiene otro objetivo. Pero la reunión clínica contribuye a despejar la posibilidad de poder conocer al otro como trabaja, conocer su estilo.

MS: Les parece que hay algún tipo de problema predominante, en lo que hace al psicoanálisis, respecto de la transmisión?

MP: Que pregunta!!

MS: Sería como para volver a empezar, aunque estamos terminando. Lo planteo para poder ligar lo conversado a alguna evaluación o consideración política de cuales son las dificultades que suponen comunes a la comunidad de los analistas.

MF: La muerte del psicoanálisis, para mi gusto, acaece o tiene que ver con el discurso único, y la importancia de la diversidad. Creo que lo que puede hacer que el psicoanálisis sobreviva es la diversidad.

MP: Pienso que retorna una y otra vez un problema inherente al psicoanálisis, que tiene que ver con el inconveniente que representa el hecho mismo de que sea sostenido – voy a citar una paradoja – y llevado acabo por parlantes. Por eso insistía tanto en la cuestión del acotamiento.

Me parece que, como decía Freud en su correspondencia con Jung: "nada mas inconveniente para el psicoanálisis que el hombre". En ese sentido, da la sensación que el psicoanálisis funcionaría mejor sin nosotros, pero, a la vez, qué sería el psicoanálisis sin los psicoanalistas?

Creo que en esa misma línea Lacan agrega: "basta con que el analista no haga obstáculo", en el sentido de dejar funcionar al psicoanálisis. La mayoría de las veces acertamos más callando la estupidez que por la angustia somos llevados a agregar. La mayoría de las veces es a los fines de solucionar algo propio, pero no de hacer avanzar el psicoanálisis. Digo esto en el sentido clínico estricto de la práctica del psicoanálisis, pero también en las reuniones de analistas donde, como decía Marité antes, la dimensión política, la mayoría de las veces, si bien es una condición necesaria, que surge por definición, al mismo tiempo introduce un ruido que va en contra del psicoanálisis. Ese es el obstáculo que subsiste, Intuyo que la mayoría de los inventos que tratamos de generar están causados por ese obstáculo, que uno presiente cada vez que se reúne con analistas, o cada vez que en el seno de una cura uno ve que las intervenciones no son siempre a favor del psicoanálisis.

MS: Hay algún comentario final que quieran agregar?

MP: Quisiera manifestar una deuda que tengo para con todos los integrantes de aquél grupo original, cuyos nombres no voy a poder evocar en su totalidad por una típica descortesía de la memoria.

MF: Somos dos de un colectivo, que hubiera dicho otras cosas tomadas cada una por su rasgo. La circunstancia dio que estuviéramos acá nosotros.

MS: Gracias por todo.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 21 - Julio 2005
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