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Agrupamos aquí una serie de textos que no eluden la resonancia, ya centenaria, de una realidad, tediosa si quieren pero insistente, como es la difícil frontera entre lo que otras disciplinas distinguen y/o relacionan como lo universal y lo particular. Esa línea difusa que se realimenta hasta tal punto que ni siquiera el psicoanálisis logra su desembarazo.
Cuántas veces nos hemos planteado cómo ignorar el conocimiento de los rasgos de una estructura cuando el saber que un sujeto, de esa misma estructura, nos hace saber y nos advierte con su estilo particular?
Cómo errar justamente en una dirección, sea de cura o no, cuando toneladas de teoría pesan sobre la sorpresa de un instante?
Cómo nombrar ese universal imposible que así pronunciamos: analista?
Podríamos citar al poeta Miguel Hernández diciendo que es un rayo que no cesa.
Iniciamos un nuevo siglo sin resolver -quizá: afortunadamente- el lugar de cada cosa en esa política. Hemos tenido tiempo. Probablemente faltó otro tipo de tiempo. Pero aquí estamos, resolviendo, más o menos acertadamente, esa cuestión.
Cuestión a la que se le añade cualquier realidad social -hoy, también, homologaciones, cursos, cursillos, masters, universidades públicas y privadas, etc.- que viene a complicarla.
Pues, y de una manera intermitente, renace una y otra vez no sólo la garantía de ser nombrado como analista sino, más y más, la enseñanza de esa disciplina. Disciplina, palabra fuerte, porque sólo desde esa connotación podría hablarse de conclusiones, provisionales o no, sobre la enseñanza que harían hoy imposible el mismo hecho que inspiró a Freud Análisis profano.Uno de los significantes que hemos utilizado para dar cuenta de los objetivos de Acheronta es el de "caja de resonancia", caja de resonancia de lo que acontece y se piensa en el mundo psicoanalítico. En varios aspectos, pero obviamente, el político es uno de los más fuertes. Para el caso de este número, podríamos decir que el hilo de Ariadna que recorre los trabajos de esta sección es el problema del lazo social, en general y entre analistas
Jean Allouch es alguien que suele caminar por las cornisas, pero con una consistencia que muy pocos tienen para tales ejercicios, lo que le permite no caerse. El texto que publicamos es el primer capítulo de su último libro "El sexo del amo (el erotismo según Lacan)".
Por un lado, Allouch toma nota de dos planteos hechos por el cardenal Ratzinger (prefecto de la congregación para la doctrina de la fe): primero, que la razón la victoria del cristianismo ante el paganismo romano habría radicado en que el cristianismo es un conocimiento racional (religio vera); segundo, que aquella síntesis entre razón, amor y fe, ya no se sostiene. Según Allouch: "asistimos (hoy) a la tentativa de emplazar un psicoanálisis que agite ante las narices de todos la zanahoria perdida del cardenal Ratzinger".
Por otro lado, Allouch toma nota del "desmantelamiento de la erótica reproductiva y la instauración de una sociedad ya no de amos, sino de "empleados", como lo señalaría Lacan en varias ocasiones" para plantear que "La doctrina freudiana no supo precisamente, tampoco verdaderamente, tener en cuenta ese cuestionamiento del amo. Apenas lo vislumbraba, volvía a cerrar en seguida la puerta torciendo la cuestión del amo hacia la del padre".
La problemática del sexo del amo se impone como resultado de la fractura de la erótica contemporánea y el desafio planteado por Foucault: "¿cómo accede al goce ese sujeto del deseo a cuya producción se dedicaría la erotología analítica?"Juan Carlos Cosentino, uno de los miembros fundadores de la Escuela Freudiana de Buenos Aires (la institución lacaniana mas antigua de la actualidad, según nos lo recordaba Isidoro Vegh en el reportaje que publicamos en este mismo número), nos presenta un balance, en apres coup, de su paso por dicha institución y la fundación del Seminario Lacaniano, desde la perspectiva de los problemas que presenta la relación psicoanálisis-institución. En particular, aborda las dificultades que ha tenido la instrumentación del pase y la nominación de los Analistas de la Escuela, a la luz de una vieja recomendación de Freud: los analistas deberían volver a analizarse cada tanto.
En su intervención "El fluido de la tercera persona", Guy Le Gaufey hace una presentación general de las ideas que desarrolla en su libro "Anatomía de la tercera persona" (recientemente traducido al español y publicado por EDELP). Le Gaufey analiza la función de la tercera persona en la constitución del poder del estado, en particular a la luz de la teoría del contrato social en Hobbes, sugiriendo que el inconsciente freudiano vino a ubicarse en el lugar de esta tercera persona, lo cual da lugar al abordaje de una serie de problemas propios del psicoanálisis: la transferencia, la función de lo que Freud llamaba "representaciones-meta", el sujeto supuesto saber, los "objetivos" de la cura, y, en general, todos aquellos aspectos que dan cuenta de la función de un tercero en psicoanálisis.
Para Le Gaufey estos problemas tienen importancia a la hora de pensar la transferencia respecto de la supuesta obviedad del lazo social que nos impregna en tanto "ciudadanos", así como la relación del psicoanálisis con el poder del estado.En "Trauma político" Franz Kaltembeck situa un trauma en el origen del concepto psicoanalítico de "Ideal del yo", analizando tal trauma y tal concepto a través de referencias a la publicación reciente, en alemán, de las circulares del Comité secreto. Pero no trata este material a modo de un anecdotario, sino para extraer conclusiones sobre el entrelazamiento de la historia del psicoanálisis y la política de sus instituciones, con la de sus conceptos. El autor lee un real en la experiencia de este Comité, en la relación Freud - Jung , cuyas vicisitudes y rompimiento habrían operado efectos paralizantes que atravesarían la historia de la Internacional psicoanalítica , marcada así por el ideal freudiano de la unidad grupal y doctrinaria. Lo que no impide al autor expresar sus críticas, veladas o directas, a la institucion lacaniana donde a partir de causas similares, se observarían efectos de escisión
El trabajo se orienta en la perspectiva de los dos modos de reacción que Kaltenbeck entiende como posibles ante un trauma: "Por por una parte, por el lazo mentiroso, por la escalada autoritaria. Es la vía que calificaría de fascista. Por otra parte , está la vía del síntoma que transforma al Otro a partir de la pulsión. Es el arte con un impacto político".En "Odio y segregación", Rithée Cevasco y Markos Zafiropoulos abordan, en un artículo que ya tiene algunos años, el problema del odio en sus presentaciones sociales. Es este un tema espinoso. Por ejemplo, y para tomar una primera frase de este trabajo, todo depende de como se entiende la afirmación de que para dar cuenta de ciertos fenomenos como los genocidios u otras barbaridades, "el funcionalismo sociológico u económico no resulta suficiente". Primeramente porque no todas las teorias de lo social son funcionalistas (o al menos es demasiado simplista reducir de esta manera las abismales diferencias que puede haber entre diferentes teorias de lo social, asi como las potencialidades de cada una). Segundamente, porque esta es una vertiente por donde muchos psicoanalistas han terminado haciendo del psicoanálisis una nueva sociología (o para ser mas preciso, por donde los psicoanalistas han renegado de las propias limitaciones de su campo (castración), intentando, una vez mas, producir el milagro de una nueva cosmovisión).
En ese espinoso terrenos se internan Cevasco y Zafiropoulos para, a partir de ejemplos como los de Rwanda o la exYugoslavia, realizar un análisis de las concepciones psicoanalíticas del odio: el "narcisismo de la pequeña diferencia", las concepciones freudianas sobre las formaciones grupales, la conocida referencia de Lacan del racismo como "odio al goce del Otro", y otras referencias de Lacan al lazo social y la teoria de los discursos.Finalmente, Mario Pujó se pregunta por los cambios que presenta el Otro, en particular el carácter tóxico del objeto tecnológico, la palabra vacía de los talk-show, en su contraste con lo que él llama la dimensión "dialógica" del psicoanálisis.