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3° parte
25 de julio 1998
Falo y goce
Como dijimos, el problema que enfrenta Lacan es el de cómo articular el agotamiento de la significación con la dimensión de la sexualidad
Como también ya dijimos, es un problema que viene de antaño. La definición del deseo como metonimia de la falta en ser, planteada en "La instancia de la letra", es muy precisa en términos de las relaciones del significante y la significación, pero muy impreciso en términos de su relación con la dimensión sexual (la pulsión), pues al homologar toda la significación con la significación fálica, esta también se encuentra vaciada de ser.
Ahora el problema se vuelve a plantear. Pero en vez de apelar a la conocida metáfora del dedo levantado de San Juan, y de orientar la cura hacia ese "horizonte deshabitado del ser" (51), Lacan, retomando el cogito cartesiano, se pregunta por aquello que "es lo que falta al sujeto para pensarse agotado por su cogito, a saber, lo que es impensable", es decir, vuelve a replantear la pregunta por la cuestión del ser, pero de un modo en que se lo pueda pensar positivamente.
Y como sabemos, la única manera de plantear un ser, positivamente, en psicoanálisis, es por el lado del goce, de la satisfacción pulsional.
A diferencia de la reducción o equivalencia que Descartes hace en el paso subsiguiente del cogito entre pensamiento y ser (res cogitans), Lacan detiene el proceso en el punto previo y plantea que hay algo que impide que el sujeto pueda localizar su ser en el "pienso", en el cogito. La pregunta es clara: ¿Cuál es el estatuto del ser, entonces?
"¿Qué soy Yo?" ("¿Qué suis-Je?")
¿Dónde está ese ser que "aparece como faltando en el mar de los nombres propios"?
Pronunciar un nombre propio es operar con el -1 en el sentido de que el nombre propio no representa al sujeto para otro significante, sino que parece representarlo en forma absoluta.
La pregunta es si es posible encontrar, en "el mar de los nombres propios", aquél que podría designar el ser del sujeto.
Respecto de los nombres propios tenemos dos grandes teorías.
Por un lado la postulada por Russell, quien plantea una disyunción entre intensión del concepto y su extensión. En otras palabras, para Russell, el nombre propio es el conjunto infinito de las propiedades del objeto.
Podríamos escribirlo como
np = S Fi(x) (sumatoria de i = 0 hasta i = ¥ de las propiedades Fi del objeto x)
Por eso el nombre propio, en Russell, es el punto donde se aplica la paradoja.
La otra teoría es la de S. Kripke, para quien el nombre propio es lo que resulta del descarte de todas las propiedades (a semejanza de lo que dice Lacan en "La significación del falo": "el sujeto solo designa su ser poniendo una barra a todo lo que significa"). En otras palabras, el nombre propio designa el ser del objeto en el desfallecimiento de la dialéctica de la significación.
En ese sentido, el nombre propio es un designador rígido.
En cierto modo, podríamos decir que Russell responde a la lógica de la escritura en tanto que Kripke responde a la lógica de la significación.
Con Russell el problema sería como incluir el en A, es decir, el problema de la consistencia del A
En cambio Kripke se acerca mas a Witgenstein, buscando como hacer significante un cierto real, indicando lo imposible de esa tarea, ya que los significantes que provienen de un real nunca pueden terminar de incluirse en la batería significante (de ahí que Witgestein termine en el silencio).
Volviendo a Lacan, podríamos decir que no acuerda con ninguna de las dos posturas.
Respecto de Russell, subrayando que la paradoja es el efecto de la presencia de una enunciación, es decir, del sujeto.
Respecto de Kripke, subrayando que el resultado final sigue siendo una significación, aunque la misma, por su equiparación al Ö -1, está mas cerca de la consistencia del objeto a que de la barra sistemática del falo.
Por eso Lacan, si bien homologa la operación del a la pronunciación de un nombre propio, no define a este significante impar como un nombre propio.
Esa fue la solución intentada ya en el pasado con el concepto de Nombre del Padre.
Ahora ya no se trata de un designador del ser sino de la consistencia del lugar del goce.
Lo cual requiere del proceso lógico que demuestre la imposibilidad de un significante (cuestión vivida, por el neurótico, como una impotencia).
La pregunta por el goce, en consecuencia, no encuentra respuesta al nivel de ningún nombre propio ni al nivel de ningún significante en A.
La respuesta de Lacan es: "soy en el lugar donde se vocifera que el universo es un defecto en la pureza del no-ser" (52).
Soy allí donde, respecto del no-ser, es decir, respecto del vaciamiento que produce el significante, se vocifera que hay una impureza.
Una impureza que resiste a dicho vaciamiento significante, algo que resiste a ese proceso de agotamiento del cogito, es decir, a ese proceso de agotamiento de la cadena significante, indicando que tampoco es válido el recurso del "salto al límite" (cuya referencia por analogía tendríamos en números como el "p " o el "e", alternativa que también ha sido planteada por algunas importantes escuelas lacanianas, como operación final del pase, entendiendo a este como una instancia que permitiría, mediante una "invención" al estilo Cantor, agotar el proceso de reducción del goce por el significante).
A este lugar donde se vocifera esta impureza es a lo que Lacan llama goce, "aquello cuya falta haría vano el universo".
En síntesis, ni hay verdad última (ni respecto de este Otro particular de cada sujeto ni respecto al propio sujeto) ni hay "salto al límite" que permita, sino alcanzarla, al menos inventarla.
Hay una impureza irreductible. El significante no lo reduce todo: queda el objeto.
Ahora bien, lo que importa en todo esto es que esta impureza, este resto, este objeto, es operativo, interviene con relación a la lógica del significante.
Dar cuenta de esta operatividad del objeto será una de las dificultades de este artículo, que corresponde todavía a la etapa previa al seminario X ("La angustia") en la enseñanza de Lacan.
Justamente, a partir de dicho seminario, es decir, a partir de la invención del "objeto a" en su estatuto real, como objeto causa del deseo, la formalización y los conceptos lacanianos comenzarán a ordenarse de otro modo.
Pero en esta época, para Lacan, el goce es aún pensado como el residuo de la acción del significante.
Lo cual no deja de ubicarlo, forzosamente, en el orden de las paradojas de la excepción significante.
La noción de goce en Lacan retoma la de pulsión en Freud.
Este es uno de los conceptos mas difíciles pero también importantes, en psicoanálisis, pues hace al núcleo real del síntoma, al problema de la "satisfacción" sexual.
La primera época en la enseñanza de Lacan hace hincapié en torno a la problemática del deseo y su relación con el significante. Es la época signada, básicamente, por la consigna del "retorno a Freud", que consiste en una relectura de muchas nociones freudianas a partir de las importaciones de la lingüística moderna, la antropología estructuralista, y ciertas referencias filosóficas (como Hegel, Heidegger y Husserl, las famosas tres H de Lacan).
Durante este periodo, y a pesar de que dicha relectura hace hincapié en el llamado "giro de los años 20" de Freud y su noción de pulsión de muerte, el concepto de pulsión en sí, no es prácticamente abordado (al menos si lo comparamos con desarrollos como los que encontramos en el seminario XI, por ejemplo), siempre es reducido, mas bien, al eje de la primacía del significante.
Su tratamiento comienza a partir del seminario VII ("La ética"), donde se introduce el concepto de goce. Pero este concepto no podrá dejar de ser tributario de la lógica del significante hasta tanto no formalice el "objeto a" como objeto causa del deseo (y ya no como objeto "del" deseo, o "en" el deseo).
En tanto el goce sea pensado como residuo de la acción significante, solo puede formalizarse en función de algún significante que adquiera, por ello mismo, ciertas propiedades especiales (como ya ocurriera, aunque con otras propiedades especiales, con el significante Nombre del Padre)
Es esto algo obligado por la lógica misma del significante.
Pero a su vez, esta es una vía que el propio Lacan ha comenzado a considerar como agotada a partir del seminario sobre la ética.
Así que, ¿cómo dar cuenta de esta impureza en el no-ser, cómo dar cuenta de este goce?
Para Lacan, el goce, en este texto, es ese el lugar donde se vocifera el defecto en la pureza del no ser, ese lugar donde el sujeto "es", formalizable por medio de la inherencia del -1 implicado en la enunciación inconsciente.
Abriendo un paréntesis, podríamos subrayar que esto es también un buen ejemplo del grado y naturaleza de las transformaciones que sufren todas y cada una de las importaciones que hace Lacan, al psicoanálisis, de nociones extra-analíticas.
En efecto, si tienen presente que el resultado del procedimiento cartesiano culmina en la ubicación del "ser" del sujeto del lado de la "res cogitans", en contraposición a la "res extensa", en el caso de Lacan, nos encontramos con que, en lo que hace al "ser" del sujeto, pasamos, en cierto modo, de la res cogitans a la res extensa, aunque la topología de ese lugar, obviamente, no pueda reducirse a su estatuto cartesiano.
Esto es algo importante, porque prácticamente no hay noción importada por Lacan, sea del campo que sea, que en esa misma importación, no sufra transformaciones y modificaciones igualmente profundas.
Motivo por el cual, el principal sentido y utilidad de conocer, en la medida de lo posible para cada cual, las nociones originales, no es tanto el de conocer su consecuente eventual aplicación en psicoanálisis, sino poder comprender las transformaciones que Lacan hace de ellas, y en la comprensión misma de esas transformaciones se encontrará la clave de la noción propiamente psicoanalítica que Lacan está desarrollando.
Esto vale, punto por punto, también, para las importaciones de la lógica, las matemáticas y la topología.
Cerramos el paréntesis.
En la cuestión del "ser" del sujeto, se trata de la localización del sujeto como marca residual sobre el cuerpo.
Del lado del deseo la falta en ser, del lado del goce, el ser que se afirma como positivo, como impureza del no-ser, en las marcas del cuerpo.
El goce, dice Lacan en este texto, es "aquello cuya falta hace inconsistente al Otro" (53).
En otro lugar analicé mas en detalle las relaciones entre inconsistencia e incompletud y su valor en la dirección de la cura (54). Esta referencia a la consistencia, en este texto, es muy importante, pero no alcanza a desplazar la lógica atributiva que aún domina la enseñanza de Lacan y que se expresa, en esa época, en la prevalencia de la cuestión fálica.
Es por esa razón que el razonamiento subsiguiente de Lacan pasará por el análisis de la culpa.
La falta de un significante del lado del Otro se inscribe del lado del sujeto, de dos modos: como deseo, pero también como "pecado", puesto que esa impureza solo puede ser la "culpa" del sujeto.
La secuencia de los conceptos para el Lacan de esta época es que este "pecado", esta falta en el otro que se inscribe en el sujeto como falta en sentido moral (faute) es lo que permite que la ley opere con eficacia en su función interdictiva. Es decir, no es la ley la que cierra el paso al goce sino que es la inscripción de este goce como falta moral la que habilita la prohibición.
Veamos esto mas en detalle.
El planteo es que el goce está prohibido, "prohibido para quien habla".
Esto por la sencilla razón de "no puede decirse sino entre líneas".
Esta vociferación de la impureza del no-ser es una vociferación muda, una vociferación impronunciable.
Esta vociferación se realiza en el cuerpo, constituye el núcleo real del síntoma, la "satisfacción" sexual (pulsional) encerrada en el mismo.
La impronunciabilidad de esta vociferación es la que funda la prohibición.
O, en otras palabras, la prohibición viene a ocupar el lugar de la impronunciabilidad.
De este modo, se salva la consistencia del Otro, introduciendo, tal como lo requieren las relaciones lógicas, una incompletud: la falta de lo prohibido.
Esta "metáfora" fundamental se inscribe como marca sobre el cuerpo, "implica un sacrificio: el que cabe en un único y mismo acto con la elección de su símbolo: el falo" (55).
El falo es el símbolo del sacrificio de la inscripción en el cuerpo de esta sustitución primigenia de la prohibición respecto de esta vociferación impronunciable.
Por eso, para esta época de la enseñanza de Lacan, el falo "da cuerpo al goce".
Esto implica la reducción del goce al goce fálico, en tanto goce prohibido (otra será la posición de Lacan, mas adelante cuando pueda formalizar el goce de otro modo, a partir de la noción de "objeto a". Pero en este momento, goce y falo tienden a ir juntos).
Es así, entonces, que "la función imaginara [la imagen del pene] se consagra al sacrificio simbólico que instaura la ley de prohibición".
Llegamos, así, al párrafo del escándalo.
"Es así como el órgano eréctil viene a simbolizar el sitio del goce, no en cuanto él mismo, ni siquiera en cuanto imagen, sino en cuanto parte faltante de la imagen deseada: por eso es igualable al Ö -1 de la significación mas arriba producida, del goce al que restituye por el coeficiente de su enunciado a la función de la falta de significante: (-1)" (56).
Leamos esto en detalle.
No se trata del órgano en cuanto órgano anatómico mismo ("no en cuanto él mismo").
Tampoco se trata de la imagen ("ni siquiera en cuanto imagen") (57).
Ese "órgano eréctil", no "en cuanto él mismo" ni "en cuanto imagen", tiene una función de símbolo.
Viene a simbolizar el sitio del goce, ese lugar donde se vocifera "que el universo es un defecto en la pureza del no-ser".
La simbolización de ese sitio se realiza "en cuanto parte faltante de la imagen deseada".
Es decir, como realización de la operación de sustitución de la prohibición respecto de esa imposible vociferación, esa sustitución que da lugar a la significación fálica.
Tratemos de entender lo mejor posible esto, porque sino, no se entenderá el sentido del "por eso es igualable al Ö -1 de la significación".
En un texto anterior Lacan ya abordó con mas detalles varias cuestiones respecto del falo.
"El falo es el significante privilegiado de esa marca en que la parte del logos se une al advenimiento del deseo.
Puede decirse que ese significante es escogido como lo más sobresaliente de lo que puede captarse en lo real de la copulación sexual, a la vez que como el más simbólico en el sentido literal (tipográfico) de ese término, puesto que equivale allí a la cópula (lógica). Puede decirse también que es por su turgencia la imagen del flujo vital en cuanto pasa a la generación.
Todas estas expresiones no hacen sino seguir velando el hecho de que no puede desempeñar su papel sino velado, es decir, como signo él mismo de la latencia de que adolece todo significable desde el momento que es elevado (aufgehoben) a la función de significante.
El falo es el significante de esa Aufhebung misma que inaugura (inicia) por su desaparición" (58).En ese mismo texto, un poco antes, había indicado que el falo es el significante que designa "en su conjunto a los efectos del significado" (59), por lo que, por lógica, es el significante que designa el conjunto del deseo, entendiendo el deseo por su definición de "la metonimia de la falta en ser".
El falo, entonces, es un significante privilegiado, por un lado por esta función que acabamos de indicar, y por el otro, porque marca cómo el significado, al estar atravesado por el deseo, deja de ser unívoco en su relación con el referente.
Y en el párrafo que hemos reproducido, relaciona a ese significante con:
- "lo real de la copulación sexual", donde aquí, el término real, es empleado en su sentido común, es decir, como referencia a la copulación anatómica
- "lo más simbólico" de dicha copulación, en sentido literal, cumpliendo una función de cópula lógica
- lo imaginario de "la turgencia" en cuanto "imagen del flujo vital"
Pero ese significante no puede operar sino en tanto velado.
Debemos así, distinguir, el falo en tanto significación (significación fálica), del falo en tanto que significante.
El falo negativizado, es decir, tal como opera en la castración, es el falo imaginario, "la parte faltante en la imagen deseada", que Lacan escribe como -j .
El término "velado" ocupa, en este punto, el lugar del (-) en ese -j .
Aquello que en lo imaginario no aparece en el espejo, aquello que en lo imaginario aparece como no especular, como -j , aparece en lo simbólico como el significante fálico.
El falo en tanto significante se escribirá como F (fi mayúscula), ese que, a la altura de "La significación del falo", opera como "velado" (y en tanto tal, es el significante del deseo).
La utilización de j (minúscula) o F (mayúscula) viene a dar cuenta de los registros de la significación y el significante, respectivamente (60).
En tanto velado, el falo significante opera como "signo de la latencia de que adolece todo significable, desde el momento en que es elevado a la condición de significante".
En esta constitución del falo como significante, el mismo opera primero como "signo".
Este, a diferencia de la definición del significante que analizamos anteriormente, es aquello que designa algo para alguien.
Lo que el falo designa es esa latencia que afecta a lo significable, es decir, la represión primaria que afecta al cuerpo de lo significable, por la acción del significante.
Esto implica que el falo como significante no es ni puede ser el significante del sujeto, no representa al sujeto para otro significante, sino que "es el signo de la represión que sufre lo significable del sujeto en el nivel de la necesidad biológica" (61).
El falo, como significante, será el significante del deseo (en "La significación del falo") y el significante del goce (en "Subversión del sujeto"), pero no es el significante del sujeto.
Su función es la de hacer signo al otro sexo, haciendo así de lazo entre los sexos.
Volvamos entonces a "Subversión del sujeto". Ya no se trata solo del velamiento propio del deseo, sino de la imposibilidad de la vociferación del goce.
Las relaciones con la significación aquí se complican.
Ya no se trata solo de la significación fálica deducida a partir de la metáfora paterna.
Hasta aquí, el algoritmo S/s escribía la primacía del significante en la "creación" de la significación.
Ahora, para dar cuenta de la incidencia del goce en la significación (la cuestión del "impronunciable"), habrá que tener en cuenta el grafo del deseo y la función del fantasma.
Vayamos por partes.
Este es el grafo del deseo tal como figura en los Escritos.
A los efectos de nuestros objetivos lo simplificaremos de la siguiente manera:
Según Freud, todo síntoma tiene un sentido, se presta a una operación de interpretación.
El síntoma, por lo tanto, en el grafo, se ubica al nivel del s(A).
Sin embargo, es el propio Freud quien señala que el núcleo del síntoma está constituido por la satisfacción pulsional.
¿Cómo interviene la pulsión, el objeto, en la significación?
En nuestro grafo, esto se planteará por la interferencia, sobre s(A), del fantasma, quien introduce allí los efectos de la presencia del segundo piso del grafo.
Para Lacan, "el fantasma, en su uso fundamental, es aquello por lo cual el sujeto se sostiene a nivel de su deseo evanescente, evanescente en la medida en que la satisfacción misma de la demanda le hurta su objeto" (62).
Las formas típicas de la neurosis nos presentan justamente el sostenimiento de la demanda como insatisfecha o como imposible.
El modo en que el fantasma sostiene el deseo es introduciendo una condición absoluta.
"Es lo que simboliza la sigla $ <> a que hemos introducido a título de algoritmo que no por casualidad rompe el elemento fonemático que constituye la unidad significante hasta su átomo literal.
Este algoritmo y sus análogos utilizados en el grafo no desmienten en efecto, en modo alguno, lo que hemos dicho de la imposibilidad de un metalenguaje, no es que son nuestro metalenguaje. No son significantes trascendentes, son los índices de una significación absoluta, noción que, sin otro comentario, aparecerá, así lo esperamos, adecuada a la condición del fantasma" (63) (subrayado mío).La interferencia del fantasma rompe con la deriva infinita de la remisión de una significación a otra significación, introduce una condición absoluta, una significación absoluta.
La significación proviene del A puesto que de él depende que la demanda sea colmada. El fantasma solo llega al nivel de la significación como retorno de un circuito más amplio que, "llevando la demanda hasta los límites del ser, hace interrogarse al sujeto sobre la falta en lo que se aparece a sí mismo como deseo" (64).
Pero el punto es que esta "interferencia" tiene dos aspectos.
Por un lado esta inmisción introduce al objeto bajo el modo de aquella condición absoluta.
Pero también presenta al objeto como sosteniendo al "je". El fantasma sostiene al neurótico en la ilusión de que es él, como sujeto, el que desea, cuando, justamente, el punto es que en el deseo, nadie puede decir "yo deseo".
"Se ve aquí que la nesciencia en que queda el hombre respecto de su deseo es menos nesciencia de lo que pide [ demande ] que nesciencia de dónde desea" (65).
Es en ese sentido que podemos decir que el fantasma es un axioma y que lo más inconsciente del fantasma, su estructura de frase y su función, se asocia íntimamente a la dimensión de la pulsión.
"He aquí ahora en efecto nuestra atención solicitada por el estatuto subjetivo de la cadena significante en el inconsciente, o mejor en la represión primordial (Uverdrãngung).
Se concibe mejor en nuestra deducción que haya habido que interrogarse sobre la función que sostiene al sujeto del inconsciente, al observar que es difícil designarlo en ninguna parte como sujeto de un enunciado, por consiguiente como articulándolo, cuando no sabe ni siquiera que habla. De donde el concepto de pulsión donde se le designa por una ubicación orgánica oral, anal, etc. que satisface esa exigencia de estar tanto más lejos de hablar cuanto más habla" (66).Ya Freud había percibido que la forma que adopta la pulsión se organiza a partir de la gramática.
La forma que adopta la batería significante en la cadena superior, la de la enunciación inconsciente, es la gramática, entendiendo por esta aquello que de la demanda queda cuando la demanda se desvanece.
La respuesta de Lacan a la localización del sujeto en la enunciación inconsciente es la pulsión.
Pero en este punto, se trata de un "hablar" especial, mas precisamente de una vociferación muda.
"Es lo que adviene de la demanda cuando el sujeto se desvanece en ella. Que la demanda desaparece también, es cosa que se sobreentiende, con la salvedad de que queda el corte, pues este permanece presente en lo que distingue a la pulsión de la función orgánica que habita: a saber su artificio gramatical, tan manifiesto en las reversiones de su articulación con la fuente tanto con el objeto (Freud en este punto es inagotable)" (67).
La zona erógena funciona como el borde de un agujero. No tiene extensión, es solo un borde.
Aquello que del cuerpo opera como real en la localización inconsciente de la demanda tiene estructura de borde.
Es así como se constituye el "tesoro de los significantes" al nivel del inconsciente, es decir, en el segundo piso del grafo ($<>D)
, en cambio, es donde se cierra la significación a nivel inconsciente.
cumple, en cierto modo, la función del s(A), pero al nivel del inconsciente.
Con las dos cadenas, lo que hay que diferenciar, por así decirlo, es lo que se dice del acto de decirlo.
En ese nivel de la enunciación inconsciente se interroga al Otro (A) sobre el valor que tiene como tesoro del significante. Se le pide que responda por su consistencia.
La respuesta, el punto donde se cierra el "mensaje", a nivel inconsciente, es el , que indica que no hay, en el Otro, una función que lo garantice a él mismo.
No hay palabra última, y por lo tanto, garantía del Otro.
"La falta de que se trata es ciertamente lo que hemos formulado ya: que no hay Otro del Otro. Pero este rasgo de la No Fe de la Verdad, ¿es en efecto la última palabra válida para dar a la pregunta '¿qué me quiere el Otro?' su respuesta, cuando nosotros, analistas, somos su portavoz? Seguro que no, y justamente en la medida en que nuestro oficio no tiene nada de doctrinal. No tenemos que responder de ninguna verdad última, especialmente ni pro ni contra ninguna religión" (68).
No hay verdad última que el analista pueda pronuncia desde el lugar del Otro. Ni siquiera la afirmación de que "no hay verdad de la verdad" puede operar como verdad última. No hay "cierre" del "mensaje". El punto donde se cierra esa pregunta es , al que se accede luego de pasar por la pulsión.
Este circuito es justamente el que impide que el sujeto pueda localizarse en el ser en términos de pensamiento (cogito).
La cadena inconsciente "cierra" su "mensaje" en un significante, pero en un significante impronunciable.
La falta de un significante del sujeto en el Otro se registra en la cadena superior, en el nivel de la enunciación inconsciente (y no en cadena inferior).
Las propiedades comunes de todo "mensaje", en ese nivel, son este cierre sobre el significante de una falta en el Otro y la incidencia sobre el cuerpo.
Es en ese punto precisamente donde el uso de la verdad por parte del psicoanálisis, difiere del uso de la verdad por parte de la magia o la religión. Esto, en el sentido de que el mensaje "ultimo" del psicoanálisis es respecto del Otro (particular del sujeto, y no el Otro "social", confusión tan común) y no del sujeto.
Lo que el psicoanálisis plantea es cómo incide esa falta del Otro del otro en el sujeto.
Para entender la cuestión del Ö -1 lo que debemos percibir es que Lacan pretende incluir en el algoritmo S/s, utilizado hasta aquí para las relaciones entre significante y significado, la incidencia del goce en la significación.
En ese sentido, podríamos decir que al algoritmo, tal como venía siendo utilizado hasta ahora, correspondería asociarle el circuito del primer piso del grafo
Pero en este texto Lacan quiere introducir este significante impar que es el . Lo cual requiere del circuito que incluye el segundo piso del grafo.
Por lo tanto, ¿cómo hacer para incluir esta dimensión en el algoritmo S/s?
¿Cómo incluir en él la incidencia del fantasma?
Podríamos asociar el algoritmo S/s con el lado izquierdo del grafo
S
--
$<>a
s
s(A)
La función de la barra entonces debe ser homologable a la del fantasma.
es impronunciable. Solo son pronunciables los significantes ubicados en A.
En consecuencia, la significación "asociable" a no puede ser la que resulte del simple juego de la metáfora y la metonimia.
Y por mas que la operación de pueda ser asociada a la pronunciación de un nombre propio, Lacan también establece que no se trata de tal.
no es un nombre propio porque es impronunciable.
Por la misma razón, el significado de , es decir Ö -1, es innombrable.
El falo es el que restituye la significación del goce, por el coeficiente del enunciado, al significante de la falta de significante: -1
s() = Ö -1 = -j
El algoritmo S/s se escribe entonces como
/-j
El problema es que el en tanto significante impar no es algo que está a priori, sino que debe deducirse en el proceso analítico.
El punto de partida no es sino la significación enigmática.
Por eso Lacan ordena los términos a partir del "Ö -1 de la significación mas arriba producida del goce al que restituye por el coeficiente de su enunciado a la función de la falta de significante: -1"
En la significación se introduce la dimensión del goce, lo cual restituye la función de la falta de significante.
En el síntoma, a diferencia de en las palabras, el significante no puede separarse del significado. El síntoma es un proceso de escritura antes que de palabra. El efecto de significación vale a partir del efecto de goce.
Por eso Lacan plantea que esta relación es equivalente a su enunciado e indica las siguientes relaciones entre F y -j :
"El paso de la (-j ) (fi minúscula) de la imagen fálica de uno a otro lado de la ecuación de lo imaginario a lo simbólico, lo hace positivo en todo caso, incluso si viene a colmar una falta. Por muy sostén que sea del (-1), se convierte allí en F (Fi mayúscula), el falo simbólico imposible de hacer negativo, significante del goce" (69).
Obviamente, aquí hay un pequeño gran problema que inmediatamente habrán notado aquellos que ya tienen una cierta lectura de Lacan: aunque no está expresamente dicho, está sugerida una equivalencia entre el significante falo F y el significante de la falta en el Otro .
La diferencia entre F y es que este último no es un significante que se construya sea a partir de lo real o a partir de lo imaginario.
es la revelación de la vanidad de esperar algo de A (del Otro particular de cada sujeto), y de la necesidad de aportar algo propio (por parte del sujeto) para sostener ese A.
es el agotamiento de la lógica del reconocimiento, el agotamiento de los efectos de verdad. En cambio F es la marca en el cuerpo de este -1.
Si el grafo ha sido necesario, en síntesis, es justamente porque el algoritmo S/s es insuficiente para dar cuenta del conjunto del fenómeno, salvo en este punto de señalar que en la dimensión de la significación no deja de presentarse esta incidencia de la falta del significante del otro del Otro, este significante impar de la falta en el Otro.
La "parte faltante en la imagen deseada" es igualable al Ö -1 de la significación de aquella vociferación que no puede decirse (sino a medias), del goce que restituye, "por el coeficiente de su enunciado", a la función de la falta de significante.
El goce imposible retorna, es restituido, como prohibido, mediante la función de la falta de significante.
De esta manera, el significante de la falta en el Otro, significante en (-1), anuda la interdicción al goce (70).
La subversión del sujeto reseñada en el título de este escrito refiere justamente a que el sujeto en juego no es el sujeto del cogito cartesiano, no es el sujeto del saber, del pensamiento.
Este sujeto, es un sujeto que, en lo más esencial de sí, no "sabe", sino que goza, aunque ese goce no sea el suyo.
A modo de conclusión
En su cuento sobre la Biblioteca de Babel (recopilado en "Ficciones"), Borges nos plantea, entre otras cosas, el problema de la cantidad de libros que contendría dicha biblioteca.
En la segunda o tercera página plantea las deducciones que habría hecho un bibliotecario de genio: "la biblioteca es total y que sus anaqueles registran todas las posibles combinaciones de los 20 y tantos símbolos ortográficos (número, aunque vastisimo, no infinito), o sea todo lo que es dable expresar: en todos los idiomas".
Si todos los libros tienen obligatoriamente 410 paginas, y estas, cada una, 32 renglones de 80 caracteres, entonces el numero de combinaciones, es decir, de libros, "aunque vastísimo, ... no es infinito" !!! Dicho número resulta de hacer las combinaciones de los 25 símbolos en 410*32*80= 1.049.600 caracteres. No recuerdo ahora la fórmula para esta combinatoria, pero el número que da, por grande que sea, obviamente no es infinito.
Eso es lo que habría deducido "el bibliotecario de genio".
Pero, por otro lado, Borges comenzó diciendo que el prefiere "soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito ...". Mas adelante, cuando refiere al método para encontrar el "libro del Hombre", el mismo se constituye como una serie .. infinita. Y el cuento termina afirmando que la biblioteca, entre otras cosas, es "infinita", y que no ha "interpolado ese adjetivo por costumbre retórica".
En la nota a piede página final, se indica que la biblioteca puede ser reemplazada también por un solo libro "que constara de un numero infinito de hojas infinitamente delgadas".
Su conclusión final es que la biblioteca es "ilimitada y periódica".
Siguiendo un eje paralelo, el cuento remite a la búsqueda por parte de los hombres de alguna de las variantes de lo que seria EL libro, es decir, EL significante, EL metalenguaje.
Creo que el punto al que debemos prestar atención está en la penúltima página donde agrega el hecho de que los caracteres, en sí, no agotan la cuestión, pues a eso se suma la cuestión del sentido, planteada por la existencia de varios idiomas:
"un número n de lenguajes posibles usa el mismo vocabulario; en algunos el símbolo "biblioteca" admite la correcta definición "ubicuo y perdurable sistema de galerías hexagonales", pero "biblioteca" es "pan" o "pirámide" o cualquier cosa, y las 7 palabras que la definen tienen otro valor. Tu que me lees, ¿estas seguro de entender mi lenguaje?" (71)
"Biblioteca" puede tener una definición, pero cualquier uso concreto de esa palabra vuelve caduca esa definición.
En síntesis, el problema con los libros, es que se trata solo de una cuestión de caracteres, sino de sentido.
Esto no hace la biblioteca menos total, completa, ni tampoco mas limitada.
¿Hay la posibilidad de un Uno que sea ilimitado?
Como buen platónico, Borges no hace mas que retomar lo que su maestro ya supo desenvolver en el famoso diálogo del "Parménides", lectura recomendada una y otra vez por Lacan (72).
A falta de un acceso directo a lo real de la clínica, creo que esta es la mejor lectura que, a mi turno, podría recomendarle a Sokal.
Retomaremos la próxima vez con la cuestión mas específicamente política, con el posmodernismo, Derrida, etc.
Mientras tanto, recomiendo una vuelta, cada tanto, por el foro "Situación del psicoanálisis" (http://psiconet.com/freud/situacion), en algunos de cuyos capítulos se están discutiendo cuestiones sobre política del psicoanálisis.
J. Lacan, "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo", Escritos 2, Ed. Siglo XXI (Ecrits, Ed. Seuil)
A. Eidlesztein, "El grafo del deseo", Ed. Manantial
N. Charraud, "Lacan y las matemáticas", Ed. Atuel-Anáfora
D. Rabinovich, "Lectura de 'La significación del falo' ", Ed. Manantial
J.C. Milner, "La obra Clara", Ed. Manantial ("L' oeuvre claire", Ed. Seuil)
J. L. Borges, "Ficciones", Ed. Emecé
Notas
(51) J. Lacan, "La dirección de la cura", Escritos 2, Ed. Siglo XXI, página 621
(Volver)(52) J. Lacan, "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo", Escritos 2, Ed. Siglo XXI, página 800
(Volver)(53) Con esto se precisa el sentido de la frase previa donde dice que el goce "es aquello cuya falta haría vano el universo" (subrayado mío). Uno de los sentidos de "vano" es la inconsistencia
(Volver)(54) M. Sauval, "El síntoma y la dirección de la cura", Acheronta número 4, http://psiconet.com/acheronta/acheronta4/sintoma1.htm
(Volver)(55) J. Lacan. "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo", Escritos 2, Ed. Siglo XXI, página 802
(Volver)(57) Es posible que no sea sencillo entender el proceso de transformación de la imagen en símbolo y lo que sigue, pero creo que está dicho de un modo claro y transparente (como cuando uno dice, "por favor, explíquemelo como si fuera un chico de 4 años") que no se trata del pene de la anatomía o la biología.
En consecuencia, ello indica a las claras que las ironías y bromas de Sokal no pueden ser mas que la expresión de su propio rechazo a leer seriamente lo que pretende criticar.
(Volver)(58) J. Lacan, "La significación del falo", Escritos 2, Siglo XXI, página 672
(Volver)(59) Idem, páginas 669/70
(Volver)(60) Aunque a veces también se escribe -j al hablar del falo como significante, pero ello implica sobreentender esta relación entre la significación asociada a lo imaginario NO especular, y el significante.
(Volver)(61) D. Rabinovich, "Lectura de 'La significación del falo' ", Ed. Manantial, página 56
(Volver)(62) J. Lacan, "La dirección de la cura y los principios de su poder", Escritos 2, Ed. Siglo XXI, página 617
(Volver)(63) J. Lacan, "Subversión del sujeto", Escritos 2, Ed. Siglo XXI, página 796
(Volver)(64) J. Lacan, "La dirección de la cura", Escritos 2, Ed. Siglo XXI, página 617
(Volver)(65) J. Lacan, "Subversión del sujeto", Escritos 2, Ed. Siglo XXI, página 794
(Volver)(66) J. Lacan, "Subversión del sujeto", Escritos 2, Ed. Siglo XXI, página 796
(Volver)(67) Idem, páginas 796/7
(Volver)(68) Idem, página 796
(Volver)(69) J. Lacan, "Subversión del sujeto", Escritos 2, Ed. Siglo XXI, página 803
(Volver)(70) Atención!! No se porqué en la edición castellana de Siglo XXI, el párrafo siguiente al que estamos analizando comienza diciendo "Si le es dado anular así la interdicción del goce" (página (802), cuando en la edición francesa lo que figura es "S' il lui est donné de nouer ainsi l' interdiction de la jouissance" (página 822). Evidentemente, "nouer" no es lo mismo que "anular", y el sentido, en consecuencia, es totalmente diferente. No se trata de "anular" sino de "anudar.
Lamentablemente no es este el único de los problemas de traducción que presenta esa versión castellana.
(Volver)(71) J. L. Borges, "La biblioteca de Babel", Ficciones, Ed. Emecé, página 84
(Volver)(72) Ver también la lectura que hemos hecho de ese diálogo en el segundo número de Acheronta (http://psiconet.com/acheronta)
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