|
Si la piedra dice que caerá al suelo si tu la arrojas al aire,
créele.
Si el agua dice que te mojaras si te sumerges en ella,
créele.
Si tu amiga te escribe que volverá,
no le creas:
no es una ley de la naturalezaBertold Brecht
Los impasses del freudomarxismo
W. Reich fue le primero que pensó que un diálogo era posible entre el psicoanálisis y el marxismo. Aún mas, no solo un diálogo era posible, sino también una acción común.
Este joven psicoanalista, que se venía formando junto a Freud y su entorno, no vaciló en adherir a las filas del partido comunista luego de participar en la marcha del 15 de julio de 1927, en Viena, cuya represión provocó la mayor masacre en la historia de esa ciudad desde 1848: en total hubo 83 muertos.
Esa misma noche se inscribió en las filas del pequeño PC austríaco, a pesar de haber sido hasta entonces socialista, reprochándoles a estos últimos su ausencia en dicha movilización.
Su militancia se organizó desde su práctica psicoanalítica. Con un pequeño equipo compuesto por un pediatra, una ginecóloga y algunas amigas maestras jardineras recorre los barrios obreros de Viena organizando charlas y conferencias y organizando dispensarios de salud e higiene sexual donde la principal demanda que se reiteraba una y otra vez era la de aborto y contracepción, motivo por el cual fue perseguido u hostigado legalmente mas de una vez.
Luego de su viaje a la URSS, en 1929, emigrará a Alemania, donde con el apoyo del PC creará una "Asociación socialista para la higiene sexual y la investigación sexológica", a partir de las organizaciones de este tipo que ya habían sido fundadas, entre otros por Helen Stocken y Magnus Hirschfeld. Esta famosa SEXPOL de W. Reich llegó a nuclear, en torno a sus dispensarios, a mas de 200.000 adherentes.
El texto paradigmático de esta época es "La lucha sexual de los jóvenes". Este libro fue discutido y aprobado por el Comité Central del PC alemán, pero Moscú vetó la posibilidad de que el mismo fuera publicado por la editorial oficial del PC: Reich había osado discutir algunas de las posiciones sostenidas por Lenin en su conversación con Clara Zetkin.
El texto principal en cuanto a su concepción de las relaciones entre el psicoanálisis y el marxismo es "Psicoanálisis y Materialismo Dialéctico".
Su gran ambición fue alcanzar un conocimiento "completo" de la condición humana, donde el marxismo cubriría el estudio de los fenómenos sociales y el psicoanálisis el de los fenómenos individuales. Una ciencia que cubriera ambos aspectos seria, en ese sentido, exhaustiva y completa.
Pero la hipoteca de su psicosis y los errores conceptuales de partida, tanto de su concepción del psicoanálisis como del marxismo, fueron insuperables.
La influencia de la vida en USA, que tanto incidió, también, en muchos otros psicoanalistas emigrados por la guerra, completó un cuadro de situación donde Reich, luego de ser expulsado, tanto de la Internacional comunista como de la psicoanalítica, terminará intentado hacer llover en el desierto de Arizona, con sus cañones concentradores de "orgon", la famosa energía cósmica en torno a cuyos balances se ordenarían, para Reich, los males y la felicidad de los seres humanos.
Su expulsión de las dos internacionales marcó un punto de corte, desde cada una de dichas orillas, a partir del cual, todo puente fue imposible. No obstante, no ha dejado de haber intentos por reconstruirlo. Pero la fisura entre estos dos continentes que nunca se habían asociado no ha hecho, al parecer, mas que agrandarse con cada uno de ellos.
En esto contribuyó el hecho de que cada uno de estos continentes ha tenido, a su vez, múltiples fracturas. Ni el campo que se reclama de Marx es homogéneo, ni lo es el que se reclama de Freud.
Por lo tanto, en la consideración y análisis de cada uno de los intentos de freudomarxismo no debe olvidarse precisar claramente qué fracciones de cada campo son las que han intervenido en cada caso. En otros términos, hay muchas corrientes que se reclaman de Marx y que no tienen nada que ver con Marx, y lo mismo respecto de Freud. Por lo tanto, la denominación de freudomarxismo arrastra consigo todas las ambigüedades que podrían tener, respectivamente, las orientaciones de sus componentes del marxismo o del freudismo.
El común denominador de todas estas experiencias ha sido, sin excepción, terminar desamarrados, o del psicoanálisis, o del marxismo, cuando no de ambos. Por eso puede decirse que, al menos hasta ahora, el freudomarxismo ha sido un fracaso. Y lo mismo puede decirse de sus propulsores.
Es claramente el caso de, por ejemplo, dos de los más famosos: Fromm y Marcuse, que poco tienen que ver con el psicoanálisis y que políticamente han terminado rechazando el rol histórico de la clase obrera para la revolución.
Es también el caso del último (e insospechado de tal) freudomarxista: J.A. Miller, el yerno de Lacan, y actual presidente de la AMP (Asociación Mundial de Psicoanálisis), la principal internacional lacaniana.
Miller escribió un solo texto en el que plantea algún tipo de asociación entre el psicoanálisis y el marxismo: "Acción de la estructura". Este artículo fue publicado originalmente en el número 9 de "Cahiers pour l' analyse", y termina con la siguiente declaración, "sostenemos que los discursos de Marx y de Freud son susceptibles de comunicarse por medio de transformaciones reguladas y de reflejarse en un discurso teórico unitario" (J. A. Miller, "Matemas I", Ed. Manantial, página 19/20).
Era en los tiempos en que este típico "normalien", estudiante de filosofía, comenzaba su asociación con Lacan, quien para ese entonces había mudado su seminario a la Sorbone, por invitación de Althusser, luego de su expulsión de Sainte Anne y de su "excomulgación" de la internacional psicoanalítica (es el propio Lacan quien caracteriza así su expulsión de la IPA - International Psychoanalytical Association - y la prohibición que dictó esta para cualquier tipo de asistencia o aproximación a su enseñanza).
Esto era en el 64. Alumno de Althusser, como la mayoría de los marxistas de esa época en Francia, aunque sin las ataduras al PC de su maestro, Miller optará, como la mayoría de los jóvenes radicalizados de ese entonces, bajo la influencia de la Revolución Cultural China, por la vía del maoísmo, sumándose a uno de los principales grupos estudiantiles maoístas que intervinieron en el mayo 68: "Izquierda proletariana" ("Gauche proletarienne"), uno de cuyos objetivos era "destruir la universidad".
El fracaso del maoísmo y de las vertientes "estructuralistas" del marxismo, incluso las graves contradicciones entre estas dos corrientes, condujeron a Miller a dejar el marxismo y dedicarse al psicoanálisis.
En ese sentido, a diferencia de otros freudomarxistas, nunca se reclamó tal. Sin embargo esta formación y origen político parece marcar la última etapa de su periplo, expresado en la construcción de una nueva internacional que, si bien se reclama solo del psicoanálisis, se caracteriza mas por sus planteamientos políticos y por su proceso de institucionalización que por su producción teórica o clínica en el campo del psicoanálisis.
Su planteamiento político básico es que el capitalismo habilita un nuevo tipo de discurso (discurso entendido como lazo social) que permitiría una reunión del sujeto con el objeto de goce, y en ese sentido, promueve un circuito indestructible. Por lo tanto la revolución no tendría ningún sentido y la única alternativa es el psicoanálisis individual. La paralela asociación de los "analizados" (o en trámite) en el grupo analítico, constituido entonces, en los hechos, en un nuevo partido político, no es mas que la consecuencia lógica de este planteo. En ese sentido, la internacional de Miller tiene varios aspectos políticamente similares a la de Derrida.
La nueva línea está claramente expresada por Miller en un reportaje que le hiciera uno de sus súbditos en Pagina12, en ocasión del congreso de la EOL (Escuela de la Orientación Lacaniana, la sección argentina de la AMP) de 1997. Plantea, por un lado, que la vieja confrontación con la IPA ya no tendría sentido (motivo por el cual él y Echegoyen - actual presidente de la IPA - son mutuamente invitados en los congresos de sus opuestas organizaciones), y por el otro, con la consigna de tener que estar "a la altura de las circunstancias" mundiales, se plantea la cuestión de que el psicoanálisis siga siendo "contemporáneo", es decir, mantenga su influencia y desarrollo. Es muy aleccionador el modelo de "éxito cultural" del psicoanálisis que presenta Miller: es el caso de Eslovenia, caracterizado como un país "lacaniano", y cuyo vicepresidente es un psicoanalista de su escuela. El coordinador general de este grupo "lacaniano" (es el propio Miller quien le asigna ese rol) es el conocido psicoanalista y crítico de cine Slavoj Zizek, quien milita activamente en las filas del partido gobernante (entre otras cosas es el redactor de muchos de los discursos oficiales) y cuyas posiciones podrían ejemplificarse con alguna de sus declaraciones, por ejemplo las realizadas en el reportaje que le hiciera Geert Loovink en Linz en junio del 95 y que fue publicada en el número 14 de la edición electrónica de la revista "Inter Communications" (http://www.ntticc.or.jp/pub/ic_mag/ic014/zizek/zizek_e.html):
- "Fue nuestro partido el que salvó a Eslovenia de la fe de los tres que formaron la República Yugoslava, donde ellos tienen el modelo del partido único (...) con nosotros es una diferencia real, una escena pluralista, abierta a los extranjeros".
- "Yo creo que la ghetoización, como la mitad de los Angeles, es mucho mas fuerte que la lucha de clases marxista"
- "Siempre estuve a favor de la intervención militar de occidente [en la guerra de los balcanes]. Alrededor de 1992, con un poco de presión, la guerra habría terminado. Pero perdieron el momento".
Volviendo a Miller, a pesar de las grandes diferencias con otros freudomarxistas, el también completa un periplo que lo termina alejando, tanto del marxismo (hace ya mucho tiempo) como del psicoanálisis, y llevándolo a posiciones políticamente reaccionarias y psicoanalíticamente "adaptativas".
Su política, actualmente, consiste, al parecer, en transformar a la AMP en su nuevo "partido" (tanto "político" como "psicoanalítico"), con todos los vicios de su vieja formación maoista (prohibición de tendencias y minorias en su seno, etc., tal como se desprende de los conflictos que han terminado de hacerse visibles, en el último Encuentro de Barcelona, con C. Soler).Otro lugar donde también viene desarrollándose un debate que da cuenta de este tipo de impasse, es el que se está dando en torno a la convocatoria de René Major a sus "Etats Géneraux de la Psychanalyse". La presentación del libro de Helena Bessermann Viana, sobre el caso del torturador brasilero Lobo, originó un debate con Jean Allouch, que parece convertirse en el centro de atracción de aquella convocatoria. Lo que se discute es lo siguiente.
Por un lado, lo que plantean tanto R. Major como varios otros psicoanalistas (entre ellos Juan Carlos Volnovich) es una unidad, sin solución de continuidad, entre psicoanálisis y política: existiría una ética común a ambos (cuestión sostenida también por otros psicoanalistas como Ulloa o los promotores de la revista Topía de Argentina).
Allouch, en cambio, acaba de editar un libro denunciando esta "etificación del psicoanálisis", a la que considera una "calamidad", y defendiendo una especifidad propia del campo analítico que es heterogénea con lo social (se puede seguir este debate en el capítulo dedicado a ese tema en un foro internacional que ha creado PsicoNet con el titulo de "Situación del Psicoanálisis" en http://psiconet.com/freud/situacion )Un común denominador de quienes se agrupan en torno a R. Major, en ese sentido, parece ser su distancia respecto de Lacan, sea como rechazo directo (J. C. Volnovich), sea como reformulaciones derrideanas de las enseñanzas de aquél (R. Major), etc.
En síntesis, hay una pregunta que se siguen planteando muchos psicoanalistas: ¿es acaso irremediablemente imposible ser psicoanalista y marxista sin dejar de ser o lo uno, o lo otro, o ambas cosas a la vez?
La mayoría de los psicoanalistas parece responder que sí (sino en forma expresa, al menos en la práctica).
Y lo llamativo es que parece que la mayoría de las corrientes políticas de izquierda también.
En ese sentido, veamos un poco que dice la izquierda.
Las posiciones de la izquierda
Ya mencionamos la expulsión de Reich de las filas del PC alemán en los años 30.
Por otra parte, es por todos conocida la prohibición y persecución que se impuso contra el psicoanálisis en la URSS y demás países sometidos por la burocracia stalinista.
Las posiciones de todas las corrientes stalinistas (partidos comunistas), en general, han sido hostiles al psicoanálisis.
En cambio, las corrientes llamadas de "centroizquierda" lo han visto con mas simpatía. Ello por una razón muy precisa: estas corrientes políticas siempre valoran positivamente cualquier abordaje que subraye la individualidad, puesto que su planteo político de base consiste en reivindicar la democracia burguesa como una forma de organización política "absoluta" (y por ende abstracta).
Las posiciones de partidos de izquierda radicalizada, como por ejemplo, los trotzkystas, tampoco parecen ver con muy buenos ojos a los psicoanalistas, en particular a los lacanianos. Aunque, en algunos casos, como el del Partido Obrero (de Argentina), se ha abierto un debate en su revista teórica ("En defensa del Marxismo", cuyo sitio en internet es http://po.org.ar/edm ) del que estoy participando (este artículo es una reformulación de un trabajo hecho a principios de este año para dicha revista).
El problema principal que se plantea entre los intelectuales de dichas organizaciones, es su concepción del lenguaje, expresada por ejemplo, en la crítica que le ha hecho Sartelli, en un artículo en esa misma revista, a la psicoanalista brasilera Suely Rolnik, donde plantea su profundo rechazo hacia las corrientes estructuralista y posestructuralistas en términos tan fuerte como estos: "Toda la caterva de personajones que cobran fama por torturar el lenguaje constituye un partido político: el anarquismo conservador". Lo que de un modo u otro se sugiere, o plantea directamente, es que el psicoanálisis no sería mas que una expresión intelectual mas de "la burguesía desencantada", y sus practicantes no serian mas que una de las partes de "una especie de aristocracia en decadencia".
Antes de tocar este punto de la concepción del lenguaje, hay un punto en que, evidentemente, hay que reconocer que la crítica de las corrientes de izquierda da justo en el blanco: justamente el punto en que el psicoanálisis es utilizado como teoría de explicación de los fenómenos políticos, sociales o económicos.
Veamos esto un poco mas en detalle.
Particular y Universal
Hay un punto que creo que hay que tener claro: la visión psicoanalítica siempre se organiza desde el caso individual. El psicoanálisis se constituyó desde sus comienzos como una práctica de la particularidad del sujeto.
Ese es el sentido más estricto que se le puede dar a la consigna freudiana de no hacer del psicoanálisis una cosmovisión.
Muchas veces se ordena dicha consigna en el campo generalizado de la caída de los ideales y del pseudo escepticismo posmoderno, es decir, en la idea de que no habría que hacer del psicoanálisis una cosmovisión de la misma manera que no habría que hacerlo con cualquier otra teoría (por ejemplo el marxismo). Pero el sentido freudiano de esa consigna no se ordena en un pesimismo generalizado sobre la comprensión de los fenómenos sociales, sino que apunta a subrayar, a recordar, que el psicoanálisis es básicamente una práctica del caso por caso, del uno por uno. Lo que vale para uno no vale forzosamente para el otro.
Por eso, la mayor dificultad teórica del psicoanálisis ha estado siempre, justamente, en torno a este problema de cómo hacer teoría, es decir, algo "general", para una práctica que en cada caso encuentra una situación diferente.
Este punto es importante, porque es el que diferencia al psicoanálisis de todos los demás saberes que de un modo u otro se agrupan en las llamadas "ciencias" "sociales" o "humanísticas", donde, de una u otra manera, el acento está puesto en lo universal, así sea apelando a los recursos de las estadísticas (de ahí su reclamo de ser considerados "ciencia").
La ciencia, sea la "dura" o la "humanística", siempre implica una exclusión de la particularidad subjetiva.
El psicoanálisis, en cambio, es la práctica que toma a su cargo el problema de esta particularidad subjetiva.
En este sentido, el problema en que caen muchos psicoanalistas (sobre todo por los tiempos que corren en que el slogan del "fin de los ideales" autoriza a cualquiera para los análisis "sociológicos", no tanto en el sentido de que esto sea un derecho reservado para algunos solamente, sino en el sentido de que politicamente se ha habilitado cualquier discurso, cualquier decir, no importa su consistencia, para opinar del tema) consiste en olvidar la consigna freudiana y pretender hacer de su saber sobre los casos particulares un discurso universal sobre los fenómenos sociales.
¿Dónde se origina, en parte, este problema?
En que el psicoanálisis no deja de hacer teoría. Y que una vez hecha la misma, no siempre se recuerda ni su origen ni sus límites.
El psicoanálisis debe, forzosamente, para poder realizar algún tipo de transmisión de su saber, de un modo que no sea el de la iniciación religiosa, despejar elementos comunes a "todos" los "casos". Y ese carácter "general" de la teoría no deja de invitarnos, a su vez, a la cosmovisión y a las explicaciones universales.
Máxime cuando las "extensiones" del psicoanálisis se han revelado, muchas veces, fértiles y enriquecedoras. Por ejemplo, se puede decir que el psicoanálisis ha sido el interlocutor por excelencia de poetas, artistas y locos, en la medida en que permite la formalización (con la consiguiente degradación que esta implica) de lo que funciona como universal (hace eco en los demás) en la particularidad de sus decires o sus haceres. Punto donde los discursos "sociológicos", muchas veces, permanecen mudos y desorientados.
Es esta situación la que lleva a muchos psicoanalistas a hacer extrapolaciones de su saber del uno por uno, pensando que uno, mas uno, mas uno, mas uno, puede llegar en algún momento a ser equivalente al "todos".
Si a eso se le suma una formación o una posición política "democratizante", es decir, la adhesión a los principios de la democracia burguesa en tanto suposición de que la sociedad se conforma por la sumatoria de "individuos", es decir, de uno, mas uno, mas uno, etc., entonces la sintonía termina siendo perfecta.
En síntesis, la vieja ambición de Reich se revela una tentación a la que más de uno sucumbe, no importa su orientación política y/o formación psicoanalítica: intentar una explicación general de los seres humanos, tanto de lo "individual" como de lo "social".
A falta de una formación marxista, los psicoanalistas no dejan de tentarse en estas extensiones y desarrollar, a partir de su saber teórico, una cosmovisión que, por su punto de origen en la particularidad y sus presupuestos teóricos, no deja de culminar, sistemáticamente, en posiciones democratizantes (cuando no reaccionarias).
Concepciones del lenguaje
Volviendo entonces a la cuestión del lenguaje, lo llamativo de estas posiciones (que, salvando las distancias, hacen eco de la crítica, un tanto mas difundida en la actualidad, que le hace Sokal a Lacan y toda una serie de intelectuales franceses) es que no dejan de ser tributarias de las posiciones fijadas hace ya mucho, sobre el lenguaje, por Stalin. Veamos.
Retomando el artículo de Sartelli, anteriormente mencionado, encontramos que este plantea que esos "intelectuales" franceses, a los que considera agentes académicos de la burguesía, "han olvidado" la máxima de que "lo que se concibe bien se expresa claramente". Por eso no duda en caracterizarlos como "torturadores del lenguaje". En otras palabras, en el campo de las teorías del lenguaje, Sartelli alinea al proletariado y al marxismo junto al "Arte de la poética" de Boileau, un estilista francés del siglo XVII.
Sartelli plantea entonces una tesis muy fuerte: defender una u otra concepción del lenguaje es equivalente a defender una posición política u otra. La posición que se tenga respecto del lenguaje implicaría una posición en el campo de la lucha de clases.
El debate que habría que desarrollar con los teóricos franceses de las décadas del 60 y 70 en torno a la cuestión del lenguaje tendría la naturaleza de un debate político entre la burguesía y el proletariado. En consecuencia, habría concepciones del lenguaje reaccionarias y otras revolucionarias.
Obviamente que si es así, la intervención de un partido revolucionario se impone. Es más, habría tardado demasiado en hacerse presente, dejando el campo orégano para la acción de otras corrientes.
Estoy lejos de ser una especialista en los textos de Stalin, pero a la hora de discutir acerca de las teorías del lenguaje, llama la atención que algunos trotzkistas, tan meticulosos en la imprescindible tarea de demoler todos y cada uno de los prejuicios que han resultado de la asociación de la revolución de octubre con el stalinismo, no recuerden que fue Stalin quien sentó precedentes sobre este tema, en un debate que, como habitualmente ocurría entonces, no se limitó a la simple verba intelectual sino que terminó con altas y bajas en el campo de sus interlocutores.
Parece ser que, allá por los años 30, hubo en la URSS todo un debate acerca de la cuestión del lenguaje, mas precisamente del idioma.
Las intervenciones de Stalin al respecto se concentran en un texto titulado "Acerca del marxismo en la lingüística" y en una parte de su informe al XVI congreso del PC de la URSS.
Solo dispongo del primero, en una edición del año 50 de la editorial comunista Anteo.
Como no soy especialista en historia de la revolución rusa, me limitaré al comentario de dicho texto y dejaré la puerta abierta para que otras personas, mejor formados en ese rubro, nos ilustren sobre los pormenores de ese fragmento de aquella historia. En particular, parece que el tema tiene que ver también con la cuestión de las nacionalidades en la ex-URSS.
El texto de Stalin está plagado de contradicciones (es evidente que las lides intelectuales y el rigor teórico no eran su fuerte). Pero más allá de las mismas, de sus idas y vueltas, Stalin fija posición, al menos sobre los siguientes puntos:
- El idioma no es una superestructura
- El idioma no puede asimilarse a los medios de producción
Respecto del primero de ellos, Stalin dirá que "el idioma se diferencia de modo radical de la superestructura. El idioma no es engendrado por una u otra base [infraestructura] (...) El idioma no es creado por una sola clase sino por toda la sociedad, por todas las clases de la sociedad, por los esfuerzos de centenares de generaciones. Es creado, no para satisfacer las necesidades de una sola clase sino de toda la sociedad, de todas las clases de la sociedad" (J. Stalin, "Acerca del marxismo en la lingüística", Editorial Anteo, Bs.As., páginas 7/8).
Subrayo esta cuestión de que "el lenguaje es creado para satisfacer necesidades".
¿Creado por quien y para satisfacer qué necesidades?
Respecto de la creación dirá que "el idioma, su estructura, no pueden ser considerados como el producto de una sola época. La estructura del idioma, su sistema gramatical y el fondo básico de palabras son el producto de una serie de épocas" (ídem, página 28).
En cuanto a las necesidades, se trataría de necesidades universales, necesidades de "todos": "El idioma [idioma y lenguaje no son lo mismo, pero, no hay mayores distingos en el texto de Stalin] existe y ha sido creado precisamente para servir a la sociedad en su conjunto como instrumento de comunicación entre los hombres (...) sirviendo por igual a sus miembros, independientemente de su situación de clase" (idem, página 8).
"El idioma es el medio, el instrumento con el que los hombres se comunican entre sí" (página 24)
Obviamente, Stalin no deja de reconocer las variaciones del lenguaje, ubicando las mismas, básicamente, al nivel de las variaciones de vocabulario. Pero en ese punto, sigue ubicando al lenguaje al nivel de un instrumento, pues dichas variaciones de vocabulario responderían, precisamente, a las diferentes necesidades "comunicacionales" de los diferentes sectores de la sociedad. Justamente, el concepto de comunicación es el de un sistema de signos sin autonomía propia destinado a designar objetos y cosas (eventualmente aún en la ausencia de dichas cosas).
En síntesis, la posición de Stalin, que es la misma que la del común de la izquierda, es la idea clásica y vulgar de que el lenguaje es segundo respecto de las cosas y que la palabra mesa, por ejemplo, adquiere su sentido por su relación a la supuesta cosa que designa antes que por sus relaciones con las demás palabras.
Es increíble como tantos marxistas, tan acostumbrados, se supone, a entender que "la esencia humana no es algo abstracto e inmanente a cada individuo", "es, en su realidad, el conjunto de las relaciones sociales" (Marx, "Tesis sobre Feuerbach", "La ideología alemana", Ed. Pueblo y Educación, página 633) puedan ser tan duros de entendederas a la hora de percibir que algo similar puede plantearse al nivel de las palabras y puedan ser, en este punto también, furgón de cola del stalinismo.
Respecto del segundo punto, Stalin planteará que el lenguaje tampoco podría asimilarse a los medios de producción (tal como lo habría sostenido N.Y. Marr, contra cuyos discípulos se desarrollaba el eje del debate en ese entonces) pues, mas allá de ciertas analogías aparentemente válidas, "entre el idioma y los instrumentos de producción existe una diferencia radical. Esta diferencia consiste en que los instrumentos de producción crean bienes materiales, mientras que el idioma no produce nada, o solo produce palabras" (ídem, página 41)
Ahora bien, hay un punto, acá, en que Stalin entra en marcadas contradicciones, pero cuya posición final podremos deducir en función de los planteos anteriores.
Es la cuestión de la materialidad del lenguaje. Como vimos recién, la producción de "palabras" o de significados, no tendría ningún carácter material, puesto que es equivalente a "nada".
Mas adelante dirá que, gracias a la gramática, "el idioma obtiene la posibilidad de revestir a los pensamientos humanos con una envoltura lingüística material" (idem, página 25).
Esta posición tan evidentemente idealista aparece refutada en otros párrafos, como por ejemplo, cuando reconoce que "el carácter real de las ideas se revela en el idioma. Unicamente los idealistas pueden hablar acerca del pensamiento sin asociarlo a la 'materia natural' del idioma, acerca del pensamiento sin idioma (...) Cualesquiera que sean las ideas que surjan en la cabeza del hombre, únicamente pueden surgir y existir sobre la base del material idiomático, sobre la base de los términos y de las frases idiomáticos" (ídem, página 43).
Hay aquí planteadas secuencias diferentes. Si el lenguaje es un mero instrumento de comunicación, es decir, un medio de "expresión", entonces los pensamientos son, lógicamente, previos al lenguaje, ergo, todo lo que habría por decir del lenguaje no alcanzaría a los procesos mentales. Aún más, el pensamiento, y su subjetividad asociada, permanecen en un limbo inmaterial, lejos de toda determinación que no sea la propia libertad y la propia voluntad. En cambio, si la materialidad del lenguaje precede al pensamiento entonces lo determina de un modo mucho más radical y estructural que el simple condicionamiento expresivo que podría implicar para el caso en que el pensamiento lo antecediera.
¿Cuál es la posición que finalmente adopta Stalin?
Para entenderlo lo que hay que tener presente es a qué nos referimos cuando hablamos de alguna materialidad del lenguaje.
La materialidad que Stalin le otorga al lenguaje en las últimas citas, por la lógica de su texto, debe subordinarse a la tesis del lenguaje como "instrumento de comunicación". Por lo tanto, dicha materialidad es pensada en la forma vulgar de la existencia de hecho y no en el sentido de las determinaciones que la misma pudiera implicar.
En otros términos, para Stalin, la dependencia del pensamiento respecto de las palabras es una dependencia al nivel expresivo, algo similar a la dependencia que podamos tener en cuanto a los instrumentos disponibles para, por ejemplo, transportar un objeto o construir una casa. Pero jamas una determinación que coloque al pensamiento en una posición segunda respecto del lenguaje.
Es una concepción materialista burda. Pues supone una materialidad que no determina, que no causa.
Es lo mismo que pensar que la construcción de una casa es independiente de las herramientas que se tengan para construirla.
El problema es que, en el caso del lenguaje, es esta una posición compartida por casi toda la izquierda, en particular por Sartelli. Por eso, como buen stalinista en el lenguaje, adhiere al estilista francés ya referenciado.
En efecto, Boileau plantea lo mismo que Stalin. La cita completa es la siguiente:
"Avant donc que d'écrire, apprenez à penser
Selon que votre idée est plus ou moins obscure
l'expression la suit, ou moins nette ou plus pure.
Ce que l'on conçoit bien s'énonce clairement
et les mots pour le dire arrivent aisément..."Al menos así figura en su "L'Art poétique", de 1674.
Como vemos, aquí también se plantea la idea de que los pensamientos, las ideas, preceden a la "expresión", a las palabras, al significante.
Lo que no parece comprenderse entonces, es que toda postura que haga anteceder las ideas al significante, por mas materialidad que le asigne a dichos significantes, comulga con el idealismo (y como vemos, ello no es forzosamente contradictorio con ser, además, stalinista o tan solo izquierdista).
La única posición claramente materialista es la que subordina el pensamiento y las ideas a la causa material del significante (de ahí la crítica que Lacan desarrolla a esa cita de Boileau en la séptima pregunta de su texto titulado "Television").
Lenguaje y psicoanálisis
Lo que descubre el psicoanálisis, justamente, es que la relación del hombre al lenguaje no es de dominio ni de instrumento. El hombre habita el lenguaje como podríamos decir que habita las relaciones de producción, mas actuado que actor, sin comprender las determinaciones que lo rigen.
El lenguaje no es un instrumento que vendría a dar "expresión" a una idea, es decir, a un concepto, a algún significado, previo. Los significados, las ideas, son generados, producidos, por el lenguaje.
Basta escuchar a los niños para percibir que, lejos de "aprender" a usar el lenguaje para "expresar" sus "ideas", van construyendo el mismísimo mundo junto con su uso.
Si el lenguaje fuera un instrumento de "comunicación" no existirían ni la poesía, ni la literatura, ni el arte. Si existe la poesía es porque una misma palabra puede decir infinidad de cosas, y no por nombrarlas, sino por "crearlas". El arte del poeta consiste en jugar con la esencia misma del lenguaje, es decir, con su capacidad creadora de sentidos, y no en "expresar" con el lenguaje lo que serian ideas.
Si el arte fuera solo un "expresar" ideas, un darle "forma" a un "contenido" previo, el planteo del realismo socialista sería absolutamente válido, pues la "forma" sería algo totalmente subordinado al "contenido". La "forma" solo puede tener valor si es ella misma creadora de "contenido".
No hay "descubrimiento" que no requiera la invención de nuevas palabras y nuevos conceptos. Se puede decir que la plusvalía "existía" desde antes de Marx. Pero es obvio que dicha "existencia" no era mas que una cuestión abstracta y que solo cobra dimensión real a partir de su "descubrimiento/invención" por Marx.
El lenguaje recorta los objetos y las cosas. Por ejemplo, en el Japón, además de la brutal crisis económica, hay casi 30 maneras de decir que "no". Se le dice "no" de modo diferente a una esposa que a una hija. Y ya que estamos con mujeres, ahí también hay una gran cantidad de modos de decir "mujer". Es decir, el "objeto" o la "cosa" "mujer", no "existe" en Japón de la misma manera que aquí. Si las mujeres japonesas acostumbran a caminar unos pasos detrás de su esposo no es por una simple cuestión "cultural". Ello responde a toda una delimitación de lo que significa ser "esposa".
Lo que la práctica del psicoanálisis descubre, precisamente, es que el lenguaje, lejos de ser un instrumento al servicio de nuestra voluntad es un espacio que nos constituye, con esa particularidad de confrontarnos a una pérdida de todo pretendido "ser" previo (sea biológico, anatómico, etc.), a una pérdida de "naturalidad", de la que no hay dialéctica hegeliana que nos pueda restituir, bajo la forma de un saber absoluto, es decir, una reconstrucción en el significante, ese ser "natural" perdido. "Somos" a partir de un decir.
Lenguaje y trabajo
En síntesis, lo que el psicoanálisis descubre es que el significante actúa como una causa material sobre los sujetos. Y este es un punto que el marxismo en general no considera.
Obviamente, el problema político que puede plantearse es la extensión de esta causalidad.
Para P. Anderson, "toda la confusión del paradigma del lenguaje general radica en el desplazamiento del 'medio' al fundamento'" (P. Anderson, "Tras las huellas del materialismo histórico", Ed. Sigo XXI, página 77). En cierto sentido, esto es parcialmente cierto: el psicoanálisis encuentra en la relación al lenguaje una cuestión de "fundamento".
En lo que no acuerdo con Anderson es en que, precisamente, su referencia al "medio" remite a su adhesión al planteo de Stalin de que el lenguaje no es mas que un "medio" de comunicación. Anderson, en ese sentido, es un perfecto stalinista.
Podríamos decir que el trabajo y el lenguaje son las dos dimensiones que caracterizan al ser humano.
Marx decía en las "Formaciones económicas precapitalistas" que "un individuo aislado no podría ser propietario de la tierra, de la misma manera que no podría hablar. A lo sumo podría vivir en ella como fuente de abastecimiento, como los animales". Lo que cabría preguntarse es si, no estando aislado, podría igualmente ser propietario de la tierra sin intervención del lenguaje. O bien, a la inversa, qué incidencia pueden tener las relaciones de producción sobre el lenguaje.
En síntesis, lo que importaría precisar es qué relaciones pueden establecerse entre el lenguaje y el trabajo que no se reduzcan al remanido cuento del lenguaje como un instrumento de comunicación.
Han habido algunas corrientes de izquierda que han intentado retomar los análisis del lenguaje por la vertiente de asociarlo a los medios de producción. Por ejemplo, la corriente semiológica italiana de Ferrucio Rosi-Landi. O el mismo Althusser, quien probó, mas allá de las críticas que se le quieran hacer sobre sus posiciones políticas y su adhesión al PC, que la idea de abordar la cuestión del pensamiento según la fórmula de "un modo de producción determinado de conocimientos" (L. Althusser y E. Balibar, "Para leer el capital", Ed. Siglo XXI, página 47/9) (subrayado de Althusser) podía ser un instrumento muy poderoso. También es el caso de algunos de esos mismos "nuevos filósofos franceses" contra los que Sartelli despotrica, como por ejemplo Deleuze, coautor con Guatari del famoso "Anti-Edipo", donde intentan asociar los mecanismos neuróticos y esquizofrénicos al modo de producción capitalista.
Pero es casi un hecho que, desde el tiempo en que Sartre, tan famoso por responder y polemizar con cuanto texto y/o artículo se le cruzaba, permaneciera en silencio ante el texto fundador del estructuralismo, el famoso libro de Lévi-Strauss, "El pensamiento salvaje", cuyo último capítulo está enteramente dedicado a discutir otro igualmente famoso enfoque de las relaciones entre sujeto y estructura, a saber, el propio libro de Sartre, "Crítica de la razón dialéctica", desde ese entonces, el marxismo, casi en su conjunto, ha permanecido mudo sobre estos problemas, a pesar del despliegue e importancia que los mismos fueron adquiriendo.
¿Es posible un debate?
A falta de interlocutores marxistas, los psicoanalistas suelen desbordarse en análisis sociológicos en dónde la transposición de cierta perspectiva pesimista solo puede conducir a posiciones políticas reaccionarias.
En ese sentido, la desconfianza que en general reina en la izquierda respecto de los planteos psicoanalíticos, y en particular lacanianos, no deja de tener un costado válido. Pero una cosa es no dejarse vender pescado podrido y otra cosa es decir que los peces están todos podridos.
Los psicoanalistas deberían comprender que la transposición de los matemas deducidos a partir del diván sobre el conjunto de la sociedad, como conjunto, solo conduce a una metafísica políticamente reaccionaria (es muy interesante al respecto el análisis que hace J.C. Milner en su libro "La obra clara", cuando plantea que lo que el llama el "segundo clasicismo" de Lacan, conduce a un concepción filosófica trascendentalista).
Pero creo que los marxistas también deberían comprender que no hay planteo revolucionario, ni militancia alguna, que vaya a resolver los conflictos de cada sujeto con su goce. Y que tampoco hay condición de clase que vaya a eximirnos de dicho conflicto.
Eso no quiere decir que no haya correlaciones para hacer entre lo social y lo individual. Es un hecho que revienta los ojos que las instituciones "mentales", sean los hospitales psiquiátricos, los institutos de menores, etc., están siempre pobladas por sectores sociales pobres.
Es un hecho, subrayado por el propio Lacan una y otra vez, el propio carácter histórico del psicoanálisis.
Hay muchos elementos que plantean que tanto a psicoanalistas como marxistas les convendría escucharse mutuamente.
Esto significa: cuando uno no sabe, no conviene abrir la boca mas que en la medida en que lo requiera el hacer preguntas.
Creo que si tan solo intentáramos precisar las "condiciones" de borde que podrían establecerse entre el psicoanálisis y el marxismo, un diálogo fructífero podría entablarse.