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"Siempre que comenzaba a dudar de la exactitud de mis vacilantes conocimientos, cada vez que lograba referir un sueño, absurdo y embrollado en el sujeto, se renovaba mi confianza de hallarme en el buen camino"
S. Freud
Este ensayo, surge de una serie de interrogantes nacidos en la observación del poco espacio dado a los sueños en la literatura, en las supervisiones, presentaciones de casos y en sesiones "ultracortas libres" de ciertos ambientes analíticos en los últimos tiempos. A pesar de ello no es un tema desvalorizado en el psicoanálisis, muy por el contrario.
Para ello, recurriré a la historia:
A los dos meses de publicados los "Estudios sobre la histeria", más precisamente, la noche del 23 de Julio de 1895, Sigmund Freud soñó y a la mañana siguiente augurará -años más tarde a su amigo Fliess en una carta donde imagina una placa conmemorativa- que ese día había descubierto el enigma de los sueños. Con el nombre de "El sueño de la inyección de Irma" se lo cita y estoy seguro que todos lo conocemos.
Lacan afirma que Freud lo relató para ser analizado por nosotros. Junto con los historiales, es posible observar que este sueño fue de lo más trabajado por infinidad de analistas: cito sólo a Lacan, Anzieu, Rosolato, Cottet, Erikson, Fendrick, Grinstein, Leavitt, Schur etc.
¿Y cómo fue analizado?. Tomando a Freud como analizante. ¿Por qué?. Porque nos brinda sus asociaciones, su interpretación, porque no es únicamente un objeto que descifra, es también una palabra de Freud y además... porque es un sueño.
No creo casual que tanto Freud como Lacan tomen este sueño como inaugural, como "el sueño de los sueños". Su valor radica en que fue el primero, en que fue el más asociado por Freud, el más citado por él a lo largo de la Traumdeutung , en que aparece en un momento muy importante de su vida vinculado con ambas paternidades, la del psicoanálisis y la de Ana, la que sería su "seguidora"; permitiéndonos en todo esto leer algo del deseo de Freud (1).
Sueño valioso y ejemplar donde se pone de manifiesto el lugar privilegiado de los sueños en la práctica analítica, espacio donde se juega qué es lo que se privilegia en la escucha dentro del relato del sueño por el paciente: Leamos a Freud y su análisis de cada fragmento, y leamos a Lacan que toma como texto de re-análisis el sueño y las asociaciones posteriores.
Con el relato de este sueño y sus ocurrencias nos es posible situar ciertas coordenadas de la memoria freudiana, sus vínculos, sus afectos, sus preocupaciones en la época de su efervescencia creadora, su familia, la relación con las mujeres y por sobre todo su concepto de inconsciente que luego iría modificando.
El sueño de la inyección de Irma, nos permite pensar el método freudiano, y lo que Freud considera su sentido: No da vueltas, dice que el sueño es realización de deseo y los aportes de Lacan nos ponen en la senda de poder pensar que tipo de deseo se juega aquí. No sólo el preconsciente de las preocupaciones de la víspera sino el que se realiza como en todo sueño en la formulación misma. En este caso, en los gruesos caracteres de la trimetilamina se condensa y metonimiza parte de la historia personal de Freud con su mujer, sus amigos, su hija aun no nacida y sus maestros. Pero también por el hecho de ofrecer un sueño, nos muestra que la teoría de los sueños está en el origen del psicoanálisis que es lo mismo que decir en el deseo freudiano.
Si un sueño tiene tal importancia en el nacimiento del psicoanálisis, es porque los sueños tienen un lugar relevante e impar en la práctica analítica.
¿Qué quiero decir con esto?. Que el sueño como formación del inconsciente tiene ciertas particularidades únicas. Si la censura, la represión y la resistencia hacen gala de todo su poder en las palabras, hasta despreciar y negar todo aquello que por inconsciente que sea, muestre un volado del deseo, en el sueño ya hay un paso más dado hacia el abismo. Es decir, a nadie se le ocurre suponer que no ha sido él mismo quien produjo ese enigma que es el sueño. Enigma que puede ser soslayado en las otras formaciones del inconsciente, como acontecimientos casuales o baladíes. Con la interrogación atávica que el sueño sostiene, el psicoanálisis ya juega con una pieza de más: Esto, algo querrá decir. Si bien desde el principio de la historia, se sustentó la idea de que los sueños portaban una profecía, las diferencias capitales que produce Freud con relación a los onirománticos, tendrán que ver con el mecanismo de formación, el método de interpretación y la implicación subjetiva.
El sueño será el lugar de máximo desdoblamiento dónde el soñante se interroga, y dónde se presentifica descarnadamente el sujeto acéfalo del inconsciente, eso pensará sólo. Como si fuera poca su importancia, el sueño también le servirá a Freud como paradigma de la pulsión de muerte y Lacan en su seminario de 1955 sobre "El Yo en la teoría de Freud y en la Técnica del Psicoanálisis" reanalizará el sueño de Irma y comenzará a articular lo real, lo simbólico y lo imaginario; posteriormente en varios seminarios lo utilizará en función de conceptos fundamentales teóricos y clínicos.
Si los psicoanalistas recogemos los desechos de la ciencia y lo ponemos a trabajar, si nos interrogamos sobre el malestar en la cultura o sobre los "detalles" mínimos de la vida cotidiana como los olvidos o los fallidos, si prestamos atención a la posición del sujeto frente al síntoma y su vertiente de satisfacción, ¿cómo no seguir prestando atención a los sueños entonces?. Para ello es necesario un analista, que tal vez intervino en su producción, dispuesto a dar un tiempo para escuchar ese acertijo genial y puntuar las asociaciones que le están dirigidas.
No olvidemos que el acto freudiano de tratar a un fenómeno "normal" como vía de acceso al inconsciente, y no cualquier vía sino la regia, tuvo una profunda modificación conceptual en el estudio y tratamiento de los pacientes. En primer lugar, al tomar como material para el análisis clínico un fenómeno normal, ya podemos empezar a inferir desde el inicio el concepto de estructura tan caro a los psicoanalistas, ya que no sólo conciernirá a los fenómenos patológicos o al síntoma.
En segundo lugar, el darle importancia a algo que para la ciencia de la época era un hecho despreciable y sin sentido científicamente, ¿acaso hoy esto no se repite con las terapias alternativas que desprecian los sueños como fenómeno marginal en la escotomización terapéutica?.
Si bien a partir del saber popular se nos entrega como roseta de Champollion para ser "traducido", también por la penetración cultural del psicoanálisis, el padeciente sabe que un diván es un lugar para su sueño. Si la verdad de perogrullo de que la teoría freudiana es la madre de los psicoanalistas, no es menos verdad que marcó la cultura de este siglo. ¿O acaso sólo por la asociación libre los analizantes relatan sus sueños?.
Refuerzo la idea de que esto debe seguir siendo tenido en cuenta en las curas que dirigimos y sobre todo en los comienzos, ya que el efecto de sorpresa del descubrimiento del inconsciente en los analizantes, no lo es menos que el que tuvo Freud. El más allá del Otro con la puesta en acto del inconsciente que supone la entrada en análisis, se verá favorecido por nuestra intervención en este tipo de fenómenos. Por otro lado, es una comprobación clínica que los sueños de las primeras sesiones del análisis, no pocas veces llevan marcas de lo que será toda la cura, retornando posteriormente con significantes y significaciones ya cifradas desde el inicio.
Una joven sin tratamientos previos que consulta entre otras cosas por falta de deseo sexual en relación a su esposo y a todas las parejas anteriores, me refiere espontáneamente en las primeras entrevistas que tuvo un sueño. El contenido manifiesto del sueño se reduce a "ver caras de hombres".
Cabe aclarar que en el pueblo donde trabajo, somos dos los profesionales médicos. Los significantes que nos representan son, para mi colega "el psiquiatra pastillero", para mi "el que no medica", con lo que su relato seguramente venía precedido de la idea de que su palabra tenía un lugar allí. Quiero decir, que el sueño estaba dirigido a un analista.
Cuando pregunto a la joven sobre qué se le ocurría con este "ver caras de hombres", luego de varios minutos, se ruboriza intensamente y enuncia "¿Te lo puedo decir?, hombres lo asocio con la sexualidad".
El rubor y la pregunta que indicaban la presencia de la persona del analista, no impidieron que a partir de esta frase, se desplegara toda una serie de fantasías sexuales que nunca se había animado a decir a sus parejas. La intervención de que entonces el deseo sexual estaba presente, pero inhibido y que tal vez los hombres fueran "caros" para ella -haciendo un pequeño juego de palabras entre "caras de hombres" y "hombres caros"-, produjo la sorpresa del "es cierto, nunca se me había ocurrido", con lo que comenzó su análisis asociando ciertos mandatos maternos con relación a su lugar de mujer.
En esta viñeta vemos que el relato del sueño produce la realización del deseo en la formulación misma del sueño, y por otro lado impulsa el relanzamiento de la cadena significante y en algunos casos, una implicación con cambios en la posición subjetiva como ocurrió más tarde con la joven analizante, levantando la sintomatología de la consulta.
En una época de desprestigio del psicoanálisis vinculada en parte con la acotación de los tiempos terapéuticos, las exigencias de las Obras Sociales, la sinonimia cada vez más frecuente entre sesión libre y sesión breve, cabe la pregunta freudiana de que tenemos que ver en aquello de lo que nos quejamos.
Es cierto que dar cuenta de los análisis que conducimos no es nada fácil y está lejos de fórmulas preestablecidas; tampoco resulta sencillo interpretar sueños: la censura del despertar, el sutil arte que implica, los pocos sueños que a veces llevamos a nuestros análisis y lo complejo de los rebus que se nos ofrecen, hacen que el analista requiera de cierta experiencia. Sin embargo, me parece que un constante retorno a aquellos temas que no sólo sostienen el psicoanálisis, sino que también producen efectos clínicos en la cura es de innegable valor, por lo que dedicarle el tiempo necesario a su análisis con la dedicación que la singularidad de los casos requieren, nunca nos decepcionará.
El presente trabajo forma parte de una serie de escritos: "El sueño de la inyección de Irma renaproximación" G. Herreros. Acheronta N°1. 1995 y "Los sueños". R. Consolo y G. Herreros. La Peste. N°1 1993
(1) Carta a Fliess. Viena, 12-6-1900