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En 1960 en su escrito "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo", Jacques Lacan se anticipaba a un efecto actual de la ciencia con una inquietante pregunta:
"¿Deberá alcanzarnos la práctica, que tal vez algún día tendrá fuerza de costumbre, de inseminar artificialmente a las mujeres en sedición fálica con el esperma de un gran hombre, para que saquemos de nosotros mismos un veredicto sobre la función paterna?"
Entre mujeres y hombres ubicaremos tres términos que ocuparan nuestro desarrollo: la biotecnia, el deseo de una mujer y la función paterna. Esto también nos permitirá articular la relación del psicoanálisis con la ciencia para investigar los reales alcances de su incidencia si aseguramos que los objetos de la técnica modifican las formas de satisfacción determinando nuevos modos de presentación del síntoma y a la vez, condiciones "contemporáneas" para la emergencia de los goces.
1- La biotecnia ofrece un padre.
A partir de Descartes y la posibilidad de formalizar el saber, la ciencia promete hacer del hombre un amo poseedor de la naturaleza. Por otro lado realiza transformaciones al producir pequeños objetos técnicos que modifican la realidad perceptible, los fantasmas y lo que queda como resto imposible de subjetivar. Los surcos de la alethosfera, es decir la atmósfera de verdad que ésto sugiere está poblada de "lethusas", gadgets listos para ser subsumidos en la civilización.
En esta perspectiva, deberíamos diferenciar dos vertientes de la ciencia: la primera ligada a un lenguaje de transmisión formal que inventa nuevos significantes sobre lo real modificando el límite de lo posible, aquí se trata de un efecto de creación compartido por el psicoanálisis.
La segunda implica la producción de nuevas técnicas en relación a objetos que funcionan como señuelos y que en su epidemia reducen el síntoma como una de las condiciones de posibilidad de la existencia del sujeto del inconsciente.
Al diferenciar ciencia de técnica, podemos ubicar el ejercicio de la medicina como una disciplina cuyos técnicos, los médicos, lejos están de cumplir su antigua función sagrada, hoy en día prescriben un saber que no puede prescindir de los objetos que determinan la lectura de lo que es un cuerpo, entendido como organismo cuantificable.
Dentro de tales técnicas asistimos a la extraña transformación de las condiciones procreativas; la llamada procreación artificial agudiza la separación estructural entre la sexualidad (subjetividad como efecto del lenguaje) y la genitalidad (como anatomía sexual). Esta brecha, propia del humano, es la que se forcluye en las condiciones experimentales de la reproducción.
En el ámbito de la experimentación animal, el escándalo actual producido por las noticias de una clonación efectiva en Edimburgo -la increíble oveja Dolly- reactiva los fantasmas del doble y a la vez potencia la búsqueda de nuevos mitos sobre el origen, al vaciar en parte la estructura simbólica como argumento anterior -caída de ese semblante- la ciencia cava un surco en lo real.
La procreación del laboratorio, y sus niños inéditos exigen y reclaman un Otro que termina siendo corporativo cuando empieza la proliferación de los comités de ética, que actúan como verdaderas técnicas de regulación yoicas intentando volver a la norma desde un fondo neo-kantiano. La pregunta que queda es si la reflexión a tiempo -como un dique de control social- reduciría los riesgos, o como responde Freud a Einstein -en su pregunta sobre el por qué de la guerra- es conveniente encontrar los resortes de la angustia del propio inventor -el sujeto Albert Einstein- y no tanto fortalecer los lazos sociales y por otro lado prevenir el peligro que causa un objeto lejos de reducir el empuje de la pulsión de muerte, hace más intrigante el objeto en cuestión.
En el accionar del científico procreador manejando óvulos, espermatozoides y úteros, estos aparecen como fracciones intercambiables en nuevas combinaciones que pueden mantener la relación entre el creador y su objeto absolutamente anónima, duplicando la incertidumbre. ¿Crisis de las referencias simbólicas o retorno del vacío de la causa cuando se formula la pregunta por los orígenes?
Lo cierto es que esta transformación del sexo en lo real modifica las estructuras del parentesco y la filiación resignificando los atributos clásicos de la maternidad y la paternidad.
Desde siempre, la promesa de felicidad funciona en nombre del bien común y de una mejor calidad de vida, por eso la biotecnia ofrece un catálogo de posibilidades que van desde la inseminación artificial hasta la fecundación in vitro o la donación de óvulos y espermatozoides, poniendo en el horizonte las realidades más efectivas y las realizaciones más eficaces.
El perfeccionamiento de los artificios podría llegar al terreno de una realidad de la ciencia-ficción, en la medida en que el desencadenamiento de objetos no controlables es un riesgo inevitable, sino ahí están los fantasmas de la eugenesia, agitándose una vez más. Recordemos que la ética médica actual en los E.E.U.U. se resignifica -nacen los comités de bioética- luego del caso Karen Kinlann cuando el criterio jurídico de muerte es puesto en cuestión -los límites de la eutanasia- frente al avance de la aparatología que podía mantener una vida artificial.
Entonces, lo que se constata es que la reproducción artificial inaugura la posibilidad de nuevos dispositivos sobre lo sexual a la manera descripta por Michel Foucault como "dispositivos de control", es decir, intentos de un programa en el orden del saber, donde la medicina ofrecería una regulación técnica de lo que no anda en relación al goce sexual.
Esta oferta captura cierta demanda de la modernidad, pero que anuda desde siempre, también, una petición de amor. Podrá ser traducida por el médico como signos del cuerpo, que debe ser calibrado, medido y explorado, pero también podría ser interesante recordarles -el analista tiene su oportunidad- la existencia del inconsciente y la representaciones históricas de la histeria, como quien sabe interpelar en el amo el sentido de lo sexual.
Diversidad mediante, también están las nuevas formas de sometimiento, de protesta o de indiferencia frente a esta generación de la industria del síntoma contemporáneo. Así, la pregunta del sujeto que sufre de esterilidad o infertilidad es mostración de un impasse: o bien sería reducida a la potencia de las nuevas apariciones del don científico, o el don de la palabra en la satisfacción que pasa por el inconsciente. Forzamiento de una elección, el que percibe que el cuerpo -sustancia hecha para gozar- puede ser fragmentado y sus células intercambiadas, comercializadas a la manera de un fetiche regulado por el mercado liberal, actúa por fuera del circuito "económico" del goce que causa la interpretación analítica.
Por ejemplo, las variantes del discurso amo que se ponen en juego en el discurso capitalista permiten reconocer como se recicla y se recuperan, sin ninguna pérdida, esas partes del cuerpo.
Véanse el ejemplo de la donación y transplante de órganos: lo que podría ser una partícula subjetivada en el inconsciente como un capital de libido es aquí una moneda transferida a la ciencia. De esta manera la fertilización artificial desplaza el goce de un cuerpo a otro, sin que se interrogue cual es el deseo del experimentador.
Este "deseo frío" -para citar el título del libro de Michel Tort - edifica un padre de la ciencia que tiene la característica de mantenerse anónimo sin transmitir la causa de su operación.
En la actualidad la constitución de los comités de bioética y de consejos democráticos consultores, actúan cono un dique humanista para frenar sus efectos. Tales mecanismos tienden a que exista una cierta transparencia en las decisiones y en el consentimiento de los riesgos, sobre todo en los experimentos de manipulación genética y frente a la amenaza de eugenesia.
En ese momento se apela al recurso jurídico en otra modalidad histórica de regulación simbólica. Se puede constatar que el derecho va un paso atrás en la carrera de la ciencia: la verdad se revela a posteriori de los hechos y la responsabilidad retroactivamente.
El régimen del sujeto moderno es el mismo de la antigüedad griega sin la ley de Dios, él está sólo frente al rigor de la ley de su deseo.
2- La sedición fálica.
Desde Freud el psicoanálisis mantiene la pregunta sobre la sexualidad humana en los términos de un enigma. Uno de ellos es sostenido por la pregunta sobre el deseo de una mujer. La sexualidad femenina viene a responder, con sus variantes y salidas descriptas a partir de interrogar a la histeria. Tanto hombres como mujeres responden con un montaje que se llama fantasma, que es un argumento sobre la x que genera la diferencia sexual.
Para los neuróticos un niño podría ser un término posible a la educación fálica de infinitos equivalentes que el complejo de castración introduce en la mujer, pero por su relación al infinito como acceso al goce, no en todos los casos sería la respuesta certera a que el deseo de esa mujer sea ser madre.
Por ello la maternidad -asistida- puede concebirse como un síntoma, como algo que debe ser descifrado según su economía de goce. De tal manera que se tratará de interpretar en la madre lo que resta de su propia feminidad. A la vez no dejamos de atender a las transformaciones del lugar de la mujer en la sociedad de fin de siglo, porque evidentemente ella accede ahora a otras formas de satisfacción diferentes a la maternidad.
En los casos de fertilización asistida la generalización del diagnóstico de estirilidad debería ser en la particularidad de cada una y no en la serie de casos, hasta cernir cual es el deseo que organiza su demanda y que término autoriza su decisión de someterse al procedimiento.
Si la sedición fálica puede empujar a una mujer en búsqueda de otros atributos, no necesariamente encontrables en un hombre, sino en la cosmética que la biotecnia pone a su alcance, en este extravío en su cuerpo propio que podría volverse un extranjero.
La madre ciencia -en su versión de estrago para con su pequeña hija consumista- puede adquirir la forma de una boca de cocodrilo que sólo puede mantenerse abierta si el falo -uno de los nombres del deseo- se interpone al hijo. Pero por otro lado sabemos de aquellos casos donde lo femenino está organizado alrededor de una relación especialmente paternal con el médico y sus productos, donde la medicina o la biotecnia suplen bien la ausencia de relación sexual.
Nada sabemos aún del futuro de los llamados "niños-probetas" pero podemos sostener que su filiación a la técnica los obligaría a formular las teorías sexuales infantiles, tanto las de su origen como la de la verdad de la pareja parental en otros términos que no sean los de los mitos habituales, nuevos síntomas se avecinan...pero la novela familiar no tendría por qué modificarse en la medida en que es elaboración de cada sujeto, tal como lo presenta Eric Laurent: "Lo que fue un padre para un niño se juzga uno por uno. El psicoanálisis pide el derecho a examinarlo sin el tapón de ningún discurso establecido. La lógica de lo que es un padre debe mantenerse vacía para que luego pueda considerarse en cada cual."
3- Un padre como pluralidad no generalizable.
La pregunta sobre que es un padre deja abierta la causalidad psíquica de la neurosis. Para Freud hay una doble vertiente antinómica del padre: un rol normativo en el mito edípico, soporte del deseo normalizante en la identificación y un rol patógeno puesto en la figura del mito de "Totem y tabú" en el padre gozador. Esto permite situarlo en los tres registros de la estructura: R.S.I.
El padre simbólico es el padre muerto elevado a la dignidad de un significante: el Nombre del Padre es un puro significante que no tiene correlato en la representación.
Como agente de la metáfora paterna permite interpretar el deseo de la madre. "La atribución de la procreación al padre es efecto de un puro significante", de un reconocimiento no tanto al padre genitor sino a aquello que la religión nos ha enseñado a invocar como "en nombre del padre". Se trata de situar para cada sujeto cual es la invocación que permite darle un nombre a las cosas.
El padre imaginario son las figuras que el neurótico piensa como carente y relata con dolor. Se puede hacer un inventario con sus distintos usos: para Dora objeto de amor decepcionante por su impotencia con las otras mujeres, para el hombre de las ratas y Hamlet un espectro que retorna en imágenes fantaseadas cuasi reales. En el caso del niño Hans un padre casi hermano, que falla en su decir sobre la prohibición hasta el punto donde obliga al hijo a crear la función simbólica en las transformaciones del caballo, como un tótem que reordena los mundos posibles. En el caso de la joven homosexual un padre represivo, al cual se le podrá siempre acusar de haber prometido lo que no tiene. Estos disfraces estructuran en sus pliegues las diferentes respuestas al enigma central del complejo de Edipo en tanto éste es esencialmente una pregunta por el deseo, siguen la lógica de lo contingente y demuestran que lo verdaderamente seguro de un padre es la paradoja que es también incierto, es decir introduce un vacío en la contabilidad de los orígenes. En ese agujero el sujeto se construye como respuesta en el amarre que da un significante que será su estricta referencia.
"El padre real es el espermatozoide", dice Lacan y hasta ahora nadie ha podido nombrarse a partir de un espermatozoide, por lo tanto es "imposible de decir" -no es generalizable- sin embargo por estar fuera del discurso se le supone una construcción mítica como red del lenguaje. La genética puede decidir a ciencia cierta (por el ADN del padre biológico) la certeza mítica de una filiación, pero esa nominación no impide que aparezca la incertidumbre imaginaria ni la construcción de suplencias a aquello que es el predicado de un padre: su falla.
Un padre existe a condición de algo plural: una variedad de nombres -Les nomes dupent errent...-que pueden crear ex-nihilo una referencia (bedeutung) que cumple la función específica de un significante en lo real. Aquel que, una vez que se lo invoca, puede dar significación al ser del sujeto y en esa operación ordenar un campo de la realidad.
Si el imperativo categórico que rige a la ciencia es que para que todo funcione es necesario "saber cada vez más" y que ese saber sea para todos generalizable al precio de homogeneizar la verdad de cada uno, los fanáticos de la técnica ejercitan la voluntad de decidir cuales son esos Nombres-del-padre porque actúan bajo la forma de los que no se dejan engañar por el inconsciente.
La nueva distribución de saberes sobre el goce, no puede sin embargo, generar una misma justicia equitativa para todos en cuanto otorgar una ley para cada deseo. Si bien es cierto que los nuevos gadgets organizan de un modo inédito el discurso sobre la economía libidinal de los sujetos, es decir, no son meras ilusiones sino que implican sus intereses más íntimos, hay un resurgimiento de la protesta viril y la procuración del deseo en aquellos que llaman al psicoanálisis. Por ello Lacan aconsejaba seguir de cerca los cambios entre los sexos, como él mismo observó el desplazamiento de la familia moderna, en el pasaje que va del patriarcado al saber administrativo de las madres, donde el padre como héroe trágico puede parecer una caricatura. Al describir esta declinación subraya la inversa: los nuevos accesos femeninos al placer y su más allá, es decir que al cambiar las relaciones entre los sexos se modifican otras variables como familia, trabajo, generación, etc.
Esto obliga al psicoanálisis a situar la función paterna en cada época y en cada caso, en los términos que se trata de un semblante eficaz sobre lo real, tratando de localizar la oposición existente entre los procesos de generalización del goce y el derecho de acceder a una responsabilidad subjetiva, es decidir a una posición donde alguien puede esperar saber como responde a cada coyuntura sintomática.
Será en ese saber sobre la causa de cada sujeto en su particularidad, lo que permita soportar lo real de una persistencia: la verdad aparece -cuando puede- como un núcleo irreductible de transmitirse de una generación a otra. En ese sentido aspira a un decir más allá del Padre.