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La primera parte del artículo versa sobre la clínica del ascensor, con varias viñetas clínicas, van ilustrando situaciones que se generaron a partir de la proliferación de los delitos cometidos en departamentos en la ciudad de Buenos Aires. Antes, eso no ocurría, porque no había letreros admonitorios "deje la puerta cerrada con llave las 24 hs. del día". Buenos Aires ha dejado de ser la gran aldea que Lucio López retratara.
Es otra de las modificaciones que la situación social impuso a los psicoanalistas (por no decir a los pacientes, que suelen ser interrogados por los porteros y el personal de vigilancia.
Portero:"¿a dónde va?"
Paciente: "al 11 A" (sintiéndose expuesto como enfermo mental)
Portero: "ah, sí. A lo del psicólogo que tiene una nenita. Pase."
Paciente: (bueno, exposición por exposición. Estamos a mano)
La opción primera es si incluir o no el viaje en ascensor dentro del encuadre; que forme parte de la sesión o reconocerlo y tratarlo como un espacio regulado por otra legalidad, la de los encuentros sociales en el ascensor.
La opción siguiente es meter o no al encuadre dentro del proceso psicoanalítico (ver el famoso artículo de Bleger al respecto). Tomar conciencia de que un espacio de un metro cuadrado es el depositario de las ansiedades psicóticas del paciente (y del terapeuta) puede no ser muy reconfortante, prefiero perseguirme en los espacios abiertos, pero, por otra parte, permitiría no padecerlo y transformarlo en algo útil.
Supongo que, como siempre, habrá pacientes con los cuales el espacio del ascensor está claramente diferenciado de su análisis, y en otros, la escucha debe seguir hasta el umbral de la puerta de calle.
Marc Augé desarrollo el concepto de "no lugar", pensando en los aeropuertos, las autopistas, los shoppings. Cito a una comentarista de su trabajo, quien dice que, más que la existencia en sí de los "no lugares", lo importante es registrar el deseo de que existan (esos lugares donde uno se desliga del contacto con los otros, no porta identidad ni historia ni género ni clase) y cómo ese deseo es frustrado sistemáticamente por la irrupción, en esos "no lugares" de la historia, la subjetividad, el género y la clase
" Lugar antropológico " describe la imaginaria interpolación de la persona en la cultura y de la cultura en la geografía. "Imaginaria" en el sentido de una ficción conveniente abrazada tanto por el antropólogo como por aquellos a quienes él estudia.
El "lugar antropológico " es la transparencia entre cultura, sociedad y persona " ; es la esencia de pertenecer, el objeto etnológico concebido como una serie de homologias entre pueblos, lugares, y practicas.
Es este ajuste entre identidad y identificación el que está abrumado por la supermodernidad. Podemos decir que la supermodernidad es la cara de una moneda cuyo anverso representa la postmodernidad
La supermodernidad se refiere a la abundancia de significaciones. No señala la negación de la identidad y la narración, sino su multiplicación histriónica en un diluvio de espacio, tiempo, eventos.
Bajo una condición caracterizada por el exceso general, el "lugar antropológico" se enfrenta a las líneas frías, limpias del no- lugar. Si " lugar antropológico " es una serie de isomorfismos dibujados entre ser una persona, actuar como una persona, y habitar un lugar, entonces "no-lugar" describe una situación donde estos se han dispersado y se actúa fundamentalmente sólo sin ninguna referencia particular a su
historia común o experiencia similar, cada uno ocupa un asiento discreto en el avión o en la autopista:
Si un "lugar" puede ser identificado como relacional, histórico y concerniente a la identidad, entonces un espacio que no puede estar definido como relacional, o histórico, o concerniente a la identidad será un no-lugar ".
Somos, por un momento, " en ninguna parte, " reclinándonos en un "no-uno mismo" con nada-que-hacer. En un "no- lugar", todos los eventos y las relaciones, las experiencias de estructura y de historia implícitas desaparecen sobre el horizonte. El viajero Victoriano se definía contra una sucesión de Otros:
el Otro urbano, el Otro racial, el Otro sexual, el Otro cultural y el Otro histórico.
En el mundo limpio de los no-lugares, sin embargo, estos caracteres distintivos son reconocidos, si es que ello sucede, en una revista de vuelo o un folleto para un viaje.
Aun cuando el avión despega y nuestro pasado se esfuma, sabemos que nuestra identidad sumada a la abundancia a veces insoportable de pertenecer, está tan solo temporalmente suspendida; la recogeremos posteriormente junto con nuestros equipaje y nuestras familiares esperando en la puerta. Este cualidad transitoria es el más fascinante aspecto de los no- lugares. Lugar y no- lugar son más bien polaridades opuestas: El primero no está nunca borrado completamente, el segundo nunca totalmente completado; son como palimpsestos en los cuales el juego arrebatado de identidad y relaciones está reescrito incesantemente. Sin duda, lo más interesante acerca del no- lugar es este fallo para borrar los rastros de " lugar antropológico.
Como el " retorno de lo reprimido, " todo la iniquidad de lo puramente moderno identidad, raza, clase, género, y reaparece en raros momentos en el no- lugar, quebrando este reflejo perfecto de la persona sobre el Otro del uno mismo. La gente parece bastante capaz de re- inscribir todos sus estereotipos en el no- lugar, manteniendo su equipaje cultural. Auge ha provisto con su descripción de lugar y no-lugar, un juego dialéctico más bien que una oposición estricta de términos.Lo más interesante acerca de trabajo de Auge no es tanto que el no- lugar exista, sino que queramos, en algunas niveles, que exista. y que, nuestras esperanzas de no- identidad y de relaciones atomizadas fracasen.
(Samuel Collins, revisión de: Auge, Marc : "No- Lugares: Introducción a una Antropología de Supermodernidad)
Yo supongo que los autores de degeneración desean que el ascensor sea un "no-lugar", y descubren que esto no es posible, que los pacientes repiten en ese "no lugar" sus lugares comunes, quiebran la ilusión de viajar a solas y encontrarse en un lugar (el consultorio), y los obligan a encontrarse con su ser (de analistas o de personas) más allá de la imagen en el espejo (del ascensor)
Pero a mí no me gusta estar entre locos- observó Alicia
Eso sí que no lo puedes evitar- repuso el Gato- todos estamos locos por aquí.
Y cómo sabes si yo estoy loca- le preguntó Alicia
Has de estarlo a la fuerza -le contestó el Gato- de lo contrario no habrías venido por aquí.
Siete pesos la prestación. Asunto de locos, Me da la cara para reconocer que laburo por chauchas y palitos? En una ocasión me pagaron en monedas. Seis monedas de un peso y dos de cincuenta centavos. Me sentí humillado. Más tarde soñé que me pagaban con un sombrero, un sombrero desbordante de monedas.
En esta sección, y las que siguen, se producen sutiles deslizamientos, desde ser Alicia a ser un habitante del "otro lado del espejo" (como se llamaba el segundo libro de la serie). El analista es un loco más, porque está entre locos. Deslizamientos porteños entre loco, loca, puta, gato, puta barata, humillada. Pero ¿cómo se produce el cambio desde estar mal remunerado a prostituirse?
¿no se confunde la diferencia entre "valor" y "precio"? El paciente paga 7 pesos, implica esto que tenga un analista que vale 7 pesos? Por qué, si lo que sucede es que al aumentar la oferta disminuyen los precios (y con 7 facultades de psicología y otras 7 de Medicina dentro de la Capital Federal, la abundancia de la oferta es enorme), o bien, al atravesar el ajuste económico bajan los precios, por qué, repito, la depreciación se transforma es desprecio?
Un Psicoanalista que se de-genera. De Generación estamos hablando: función por medio del cual se reproducen los seres des-organizados. Cambiar de naturaleza. Desdecir, declinar, no responder al origen.
La degeneración es un proceso de destrucción de la propia identidad para aliviar el conflicto con una instancia a la que se le supone un poder al que no hay más remedio que someterse. El resultado es el mismo que en la alienación, pero yo considero a la alienación como un proceso de constitución de la identidad (frustro por cierto) y a la degeneración como un proceso de desligadura de una identidad ya constituida. Y digo que se le supone un poder que somete, no porque pueda ingenuamente desconocer las pirámides de poder, sino porque eso desmiente la existencia de otras estructuras de poder, horizontales y no localizadas, que nunca pueden alienarse. Aún en el mayor sometimiento, resta un poder de transformación que nunca se anula. Hasta se puede elegir morir antes que vivir en forma indigna.
Por otro lado, hablar de degeneración implica una hipótesis sobre el propio origen. ¿como advinimos psicoanalistas? Por obra de mis propios deseos (versión narcisista), por un recorrido absolutamente personal inefable, irrepetible, no compartible (hipótesis perversa), por mi análisis y mi supervisión (hipótesis de clonación)...
Como siempre, la felicidad es algo que se nos escapa. Con estos pacientes no atendemos, con estos pacientes "canvaleamos". Canvalear, otra degeneración de nuestros originales ideales psicoanalíticos. Nos cuentan quienes están en prepagas que deben ocultar ante la institución su formación para convertirse en terapistas breves y focalistas. ¿Será ésta una variante del travestismo? Víctor Victoria, Tootsie, hacemos y haremos todo lo necesario para trabajar como psicoanalistas.
Y sí, la felicidad está en otro lado.
ni estamos en el marco del esplendor del consultorio privado de épocas pasadas. No accedemos a supervisiones gratuitas de hospital, y en las supervisiones privadas, habitualmente, nos cobran honorarios correspondientes a "aquellos buenos viejos tiempos". Los trenes están rigurosamente vigilados y a duras penas alcanzamos a aferrarnos al pasamanos del último vagón. Y eso que corremos (¿la coneja?).
La felicidad se nos escapa, la felicidad está en otro lado (sutilmente superpuesto con un "la guita la tienen otros"). Están mostrando una hipótesis melancólica de su origen: somos la mierda que quedó, somos los que comen las sobras de la gran fiesta edénica del psicoanálisis de otros tiempos.
¿por qué no puede hacerse otra cosa más que mirar envidiosamente lo que hicieron los predecesores? Si uno se transviste y se emputece para degenerarse y trabajar a cualquier precio, está bombardeando la propia potencia de inventar inteligentemente la propia vida. Si cuantifico los valores, sin duda los degenero. Lo que, sin duda, lleva a reproducir modos de vida previos, idealizándolos y envidiándolos. como si ese modo de vivir como psicoanalistas (el de los analistas experimentados o el de los residentes) no fueran ya un producto de compromiso entre lo deseado y lo legado. Pretendiendo sortear el trabajo de amasar el presente. Pero si asesino la propia potencia, dejo de responder a la pregunta que la condición humana nos plantea: de donde venimos, a donde vamos, quienes somos ( o como articular lo preexistente, lo deseado, lo posible y lo permitido).
Pedro se siente poderoso. Hombre devenido en Padre Omnipresente, en Dios, de-generado en Psicoanalista. No hay Otro del Otro, se dice. Sabe exactamente lo que debe decir pero se demora disfrutando anticipadamente el placer que le genera el momento de la intervención.
¿A quien mata Pedro?
Era un país curioso, la mayoría de la gente inteligente dependía de un grupo de idiotas, era asombroso observar cómo este grupo de idiotas supervisaba la suerte de los talentosos.
Al idiota que lo supervisa pero al que envidia. Y lo mata recriminándole que no le legó lo suficiente, que no lo hizo ser como el analista experimentado. Y Pedro lo hace sin ver que, así, asesina su propia experiencia y la posibilidad de ser como el otro. Asesinar la potencia propia es precipitarse en un agujero negro, donde el tiempo degenera en eternidad. Pedro no puede matar nombrándose por el Apellido Paterno, lo hace en nombre propio. No mata al padre/analista experimentado como parte de una fratria, reconociendo que, pese a todo, al que mata es parte de su origen. Lo mata degenerando porque no puede diferenciarse. La opción es... una, o nula: idiotizarse.
Me resisto a creerlo. Psiquiatras y psicólogos, todos psicoanalistas, no pueden inventar, aún, una alternativa inteligente al consultorio privado o a la perversión y el maltrato de los establecimientos públicos. Me hacen acordar a los lemmings de la estepa rusa: unos roedores parecidos a cuises que crecen indiscriminadamente. Y de repente, cada 7 años, todos salen corriendo desesperados en la misma dirección. Hacen cualquier cosa con tal de ser lemmings y correr en la misma dirección. Y así, corriendo, llegan a un acantilado y se suicidan en masa, orgullosos de ser psicoanalistas (lemmings) y de su falta en ser. Los que se salvan son los últimos, los cobardes, los desconfiados, los que no eran verdaderos lemmings. Ellos preservan la especie y transmiten la identidad.
Diego González Castañón
Psiquiatra y Psicoanalista