Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Formar, deformar, conformar
Acerca de las categorías de lo transmisible y lo intransmisible en el advenir (institucional) del psicoanalista
José Perrés

"Las instituciones, en efecto, reúnen y ligan en combinaciones
variables, regentean con fortuna diversa, formaciones y procesos
heterogéneos: sociales, económicos, culturales, políticos,
psíquicos. Niveles de realidad y lógicas de orden distinto
interfieren en este fenómeno compuesto, inextricable y sin embargo
unificado y unificante, total, según la perspectiva de M. Mauss"
1

RENÉ KAËS

"Las huellas no se hacen solas
ni con sólo el dir pisando
hay que rondar madrugadas
maduras en sueño y llanto"
2

ATAHUALPA YUPANQUI

(Como homenaje a un poeta popular latinoamericano, recientemente
fallecido, que marcó profundamente nuestro tiempo)

 

I) INTRODUCCIÓN

"Formar", como nos lo recuerda J. Corominas 3, deriva del latín förma, semicultismo que nos remite a las ideas de figura, imagen, configuración, hermosura. Su duplicado popular es el sustantivo horma, al que después nos referiremos.

En cuanto a "formar" (formare, en latín) es una acepción castellana ya usual en el medioevo, al igual que los múltiples derivados que se originan en esos términos: formable, formación, formador, formal, formalidad, formalismo, formalizar, fórmula, formular, formulario, etcétera.

También de la misma raíz derivan las acepciones de:

Recordemos finalmente la acepción de "uniformar": uniformidad, uniforme, entre otros muchos derivados que no mencionaremos ahora.

En la actualidad del movimiento psicoanalítico el término "formación" ha ido relegándose paulatinamente, en algunos ámbitos, pese a haber ocupado un lugar significativo a lo largo y ancho de toda la historia del psicoanálisis. Está siendo sustituido, en dichos ámbitos, por la noción de "transmisión", asociada a la idea de "producción del psicoanalista".

Es muy probable que también en este tópico la influencia de Lacan haya sido claramente decisiva, en especial cuando en 1973 se pronunció en forma lapidaria sobre el tema enunciando: "No hay formación analítica..." 4 Otra de sus famosas fórmulas, pocos años después, también provocó considerables efectos. Me refiero a su tajante afirmación de 1978: "...el psicoanálisis es intransmisible" 5.

Es preciso señalar que ambos enunciados, al igual que tantas otras fórmulas lacanianas casi oraculares, tienen la particularidad de resultar al mismo tiempo "verdaderos" y "falsos". Nadie podría negar, en el caso de las fórmulas antes recordadas, la parte de incuestionable verdad psicoanalítica que contienen. Sin embargo, al igual que sucede con los refranes populares, su contundencia enunciativa, su generalización extrema y su pretensión de universalidad témporo-espacial (¿dónde queda la dimensión histórico-social?) las convierte en engañosas y aplanadoras de matices y modulaciones, precisamente lo que más nos interesa en psicoanálisis.

Este breve ensayo tendrá, entre otros objetivos que iré explicitando, el propósito de repensar y matizar esa posible "intransmisibilidad del psicoanálisis" al igual que salir a la defensa del viejo concepto de "formación psicoanalítica", tan necesario todavía en este confuso y confusionante universo posmodernista. No en vano decía el buen Giuseppe Verdi: "Volvamos a lo antiguo, si queremos avanzar"...

Puede llamar la atención en el título completo de la presente ponencia la inserción de la palabra "institucional" entre paréntesis, en la referencia al "advenir (institucional) del psicoanalista". Debería ser algo evidente para todos nosotros que todo advenimiento de un psicoanalista es siempre, y nunca puede dejar de ser, institucional (al igual que toda conformación de una estructura psíquica, de un sujeto psíquico, pero esa es otra historia). Si me veo necesitado de incluirla, a pesar de la pueril redundancia semántica, es porque mucho me temo que la incidencia de este nivel institucional -indiscutiblemente determinado y sobredeterminado por dimensiones históricas, sociales, económicas y políticas, además de las inconscientes- lejos de resultar obvio, suele ser bastante poco entendido (con excepción de algunos de sus efectos estrictamente analíticos), y mucho menos trabajado en sus complejas incidencias, dentro de nuestro campo psicoanalítico.6

Hacer "trabajar" articuladamente ese nivel institucional, en todas sus dimensiones, a nivel teórico, epistemológico, clínico y técnico, supera, por cierto, el limitado perímetro formal de la presente ponencia en la que deberé conformarme con apuntar tan sólo algunos lineamientos muy someros y provisorios, que desarrollaré posteriormente como resultados de la investigación en la que estoy embarcado acerca de la Institución Psicoanalítica.

II) EN TORNO A LA NOCIÓN DE TRANSMISIÓN

Las líneas que anteceden pueden haber generado tal vez, de modo inadecuado, la idea de que me constituyo en cruzado de una curiosa Guerra Santa contra la noción de transmisión. Lejos está de mí semejante intención. No descarto incluso que dicha noción pueda llegar a sernos de gran utilidad en el futuro cuando lleguemos, mancomunadamente, a formular una multifacética "Teoría psicoanalítica de la transmisión del Psicoanálisis", que pueda luego abrirse a las dimensiones multirreferenciales rompiendo con las rígidas y reductoras miradas disciplinarias 7. Para todo ello, lamentablemente, y desde mi punto de vista, aún no se han trascendido los balbuceos.

Me resisto en cambio, como siempre, a inscribirme en las modas teóricas, tan frecuentes en nuestro mundillo psicoanalítico. A que se presente la noción de "transmisión", todavía tan ambigua y polivalente, poco precisa y necesitada de reflexiones colectivas de todo el campo analítico, como el único término "posmoderno" que debe ser empleado bajo pena de ser catalogado como "moderno", o aún "pre-moderno", lo que sería realmente terrible, se pueden imaginar...

En ese sentido me adhiero a la fina ironía de M.Fain cuando abrió, en su calidad de Presidente, el Congreso de la Sociedad Psicoanalítica de París sobre "Transmisión del Psicoanálisis": "Esa palabra contiene el deseo de hacer olvidar a aquéllas que la precedieron, en particular, por cierto, la de formación (...) La imposición de un nuevo término confiere a la que precede un doble sentido tornándose así sospechoso quien la utilice..." 8

La noción de "transmisión", pues, parece estar de "super moda" actualmente en nuestro ámbito psicoanalítico mexicano. Pero, como nos ha enseñado la historia de nuestros países dependientes, las relaciones temporales y los desfases entre metrópolis y colonias suelen ser bastante curiosos. Lejos de ser un término de reciente reformulación, como podría pensarse a simple vista, se viene hablando en el medio psicoanalítico francés de "transmisión del psicoanálisis", en forma sistemática, desde hace casi veinte años.

Sin pretender ser exhaustivo en la reseña, empezaré mencionando algunos ensayos "precursores", de fines de la década de los sesenta, que tocan la problemática de la transmisión del psicoanálisis en los términos actuales: por ejemplo, un artículo de C.Stein escrito en 1968 9, otros de J.P.Valabrega y P.Aulagnier redactados en 1969 10 para el primer número de la revista Topique, luego de sus históricas renuncias a la Escuela Freudiana de París y de la fundación del Cuarto Grupo. Como ejemplo mínimo de la década de los 70 podemos recordar un famoso libro de F.Roustang de 1976 11, o ponencias de la Escuela Freudiana de Buenos Aires del mismo año 12, hasta llegar al año 1978 en que, en forma ya más expresa, dicha Escuela Freudiana de París dedicó su IX Congreso al tema de la transmisión del psicoanálisis. Al año siguiente un número de la Revue Française de Psychanalyse (órgano oficial del grupo más antiguo y tradicional de psicoanalistas franceses: la Sociedad Psicoanalítica de París) estuvo enteramente dedicado a la temática de la transmisión. En esos años abundaron los libros, ensayos y las revistas que retomaron este problema, como por ejemplo, entre otros, varios números de la publicación lacaniana Analytica (suplemento de Ornicar?) así como un importante y multicitado número de la revista Le genre humain, de 1982, que versó sobre la utilización del modelo de la transmisión en biología y ciencias humanas en donde colaboró, entre otros, Pierre Fedida. No resulta nada extraño, entonces, que en mayo de 1983 se haya realizado en París el 43º Congreso de los Psicoanalistas de Lengua Francesa, organizado por dicha Sociedad Psicoanalítica de París, al que antes hice referencia, llevando por título precisamente: "Transmisión del Psicoanálisis". Participaron también en ese congreso la Asociación Psicoanalítica de Francia (vale decir, el "segundo grupo" de psicoanalistas constituido históricamente a través de la famosa escisión de 1953 en la que Lacan fue protagonista), las Sociedades de Psicoanálisis Belga, Canadiense, Española, Italiana, Sueca, Portuguesa y Suiza, al igual que la Asociación Psicoanalítica de Madrid. Todas ellas fueron invitadas a presentar ponencias sobre los problemas de la "transmisión del psicoanálisis" en sus respectivas asociaciones, cumpliéndolo algunas de ellas. Recordemos que todas las sociedades psicoanalíticas antes mencionadas son miembros de la IPA (Asociación Psicoanalítica Internacional), cuyo presidente en turno a esa fecha, Adam Limentani, tuvo también el honor de abrir dicho Congreso sobre "Transmisión". No me referiré ahora a los múltiples trabajos que, entre 1983 y 1992, han sido publicados sobre el tema ya que probablemente, durante este Simposio, otros colegas tendrán oportunidad de mencionarlos.

Pero esta mini reseña no dice gran cosa sobre la evolución y profundización de un concepto porque en realidad la noción de transmisión resulta tan polisémica y multidimensional que cada autor que la ha abordado suele entenderla, e intenta teorizarla, desde un lugar diferente sumiéndonos así en una nueva Torre de Babel. Concuerdo pues con E.Rodrigué cuando hablaba de las múltiples connotaciones (militares, semánticas, genealógicas, epidemiológicas, etcétera) de ese término cargado de "reverberaciones" 13.

Así, en la tradición psicoanalítica (y sólo en algunos idiomas, como veremos) se ha llegado a hablar de "transmisión del psicoanálisis" para referirse a la historia del Psicoanálisis y del movimiento psicoanalítico, así como al arduo problema de las "filiaciones". En esa línea se encuentra la idea de transmisión social de nuestra disciplina, su inserción en la cultura occidental y la subversión de la misma, así como la "recuperación" y anulación por parte de ésta de dicha "transmisión", etcétera; no han sido pocos los autores que utilizaron la noción de transmisión centrándola exclusivamente a la enseñanza del psicoanálisis, sus modalidades, difusión, etcétera, al igual que otros la han utilizado para referirse a la comunicación, lograda o no, entre sociedades analíticas y analistas entre sí; también podría pensarse en términos de transmisión socio-histórico-cultural la gestación de nuevos "imaginarios sociales" (C.Castoriadis 14) producidos precisamente por la incidencia del psicoanálisis sobre la cultura del siglo XX, que vuelven a rebotar sobre la misma Institución Psicoanalítica, tomando ésta

a-críticamente como "universales" y "a-históricas" las significaciones imaginarias sociales (desde luego históricas) que ella misma ha contribuido a producir a través de casi un siglo 15.

Posteriormente, en especial en las dos últimas décadas, se fue perfilando cada vez más nítidamente en el ámbito psicoanalítico francés la idea de transmisión del psicoanálisis en un sentido más restringido, vinculada más directamente a los efectos transferenciales sobre el supervisando y el analizando.

Pero todos estos planos, y otros muchos que ni siquiera estoy mencionando, suelen confundirse y no diferenciarse suficientemente cuando se aborda el tema, generándose la idea de estar hablándose de todas sus múltiples connotaciones al mismo tiempo o la ilusión de que los referentes, al abordar el tema, son semejantes o convergentes.

Conviene detenernos todavía un minuto en la problemática semántica que encierra la palabra "transmisión", definida por la Real Academia como "Acción y efecto de transmitir" 16. Recordemos que, etimológicamente, nos conduce nada menos que a la raíz "meter", del latín Mittere, "enviar", "soltar", "arrojar", "lanzar" 17.

Ninguno de los autores que han trabajado el tema desde el psicoanálisis, en perspectivas muy diferentes, dejaría de sobresaltarse si le atribuyeran la intención de querer "meter" el psicoanálisis en el analizando, el formando, en la cultura o en la sociedad.

Las acepciones más directas con que suele ser asociado el término de transmisión en el lenguaje cotidiano tampoco nos resultan muy prospectivas y pueden conducirnos fácilmente a nuevos equívocos: transmisión del movimiento en la mecánica, transmisión hereditaria, transmisión de energía en electrónica, de mensajes en telecomunicación, etcétera 18. Y aún mucho peor si lo pensamos desde la Teoría de la Comunicación, porque podría llevarnos a hablar de quién, para quién, cómo, dónde, qué, por qué, para qué, transmite (o se transmite) (o peor aún, de transmisor, receptor, canal, mensaje, código, ruido, etcétera); y así, como lo han hecho algunos analistas, emergerían ideas como -por ejemplo- de "parte transmitida" 19 (Girard), "espacio de transmisión" 20 (Sciarreta), "circulación de objetos en la transmisión" 21 (Nasio), etcétera, vale decir, nuevos equívocos y caminos poco conducentes a mi entender. Este hecho fue señalado pertinentemente por P.Aulagnier ya en 1969 con las siguientes palabras: "El término 'transmisión', de empleo más reciente en nuestro lenguaje, apunta a aislar dicho acceso a un modo de conocimiento coextensivo de un análisis, y justifica la exigencia de un análisis para el futuro psicoanalista. Pero no esta exento de ambigüedad cuando se quiere definir el objeto que se ha de transmitir..." 22

Pero el problema se complejiza aún más si nos salimos del español (y del francés, claro está) para acercarnos a otros idiomas. Para los analistas anglosajones el término "transmisión", en la especificidad de su actual connotación, vinculada -o aun confrontada- con la de "formación psicoanalítica", no es usual y mucho menos utilizado. En la Standart Edition, por ejemplo, la noción de transmisión es empleada fundamentalmente en sus connotaciones de transmisión hereditaria o neurobiológica. Sólo en forma ocasional se la refiere en términos de transmisión cultural en torno al lenguaje y la comunicación. Por otra parte, R.Barande ha hecho notar 23 que la acepción "transmisión" no existe en alemán y que su traducción alemana sería Ubertragung, nada menos que el término que designa la transferencia.

Todo esto merece ser meditado en sus alcances semánticos y en las reflexiones que nos pueda aportar dicha polisemia, pero también en las significativas limitaciones y dificultades que interfieren para la teorización psicoanalítica de esta noción y su "universalización" conceptual dentro del campo del psicoanálisis. ¿No debemos pensar que algo anda mal si se llega a creer que sólo un idioma es posible al psicoanálisis, sea éste el francés, el inglés, el alemán o el sánscrito?

Todos estos antecedentes, lejos de ser meramente informativos, nos serán de utilidad para nuestro propio planteo y nuestra manera de pensar hoy, en junio de 1992, esa noción de transmisión, tal vez todavía fenomenológica, que por algo un autor caracterizaba como "palabra camaleón" 24.

III) FORMACIÓN Y TRANSMISIÓN

Decía M.Safouan que prefería evitar el término "formación" por sus "resonancias hegelianas y románticas". Por ello, en 1974 (nótese bien: hace ya 18 años), prefería hablar de "producción del analista" 25. Por mi parte, si bien utilizo a menudo el término "producción", a nivel epistemológico (producción de conocimientos), me parece poco pertinente para hablar de la formación del analista. Afortunadamente, las resonancias hegelianas y románticas que pueda conllevar este término, no han conseguido aún quitarme el sueño...

Sobre lo que constituye, a mi entender, la formación psicoanalítica no me voy a detener porque no haría sino repetir, con muchos matices seguramente, lo que se ha dicho desde Freud en adelante, en una ya impresionante bibliografía psicoanalítica 26. Dicha formación está constituida básicamente por la compleja integración de muchas vertientes vinculadas a la enseñanza del psicoanálisis y a la praxis psicoanalítica, todo ello resignificado permanentemente desde el análisis del analista que constituye el eje central de esa formación. Dicho "encuentro" del analizando con su propio inconsciente constituirá el núcleo de su formación, a partir del cual podrá integrar de otra manera las demás vertientes vinculadas al aprendizaje de la Teoría Psicoanalítica (seminarios, grupos de estudio, con un especial énfasis en la lectura crítica de toda la obra freudiana y de las corrientes posfreudianas) y el aprendizaje clínico (supervisión, reflexión sobre sus propios pacientes, ateneos clínicos, etcétera).

Si bien utilizo el clásico término de supervisión, la concibo en realidad como lo que es: una "escucha asistida" (Barande) 27, o si se quiere "escucha acompañada", o "extraescucha". Cada analista en formación repite actualmente en cierta medida, lo quiera o no, el largo y angustiante camino de Freud en su "análisis original", con la diferencia esencial de que Freud y la Institución Psicoanalítica preexisten ya como modelos ideales y persecutorios, lo que provoca efectos muy singulares en esa formación. Lo veremos luego, muy sucintamente, en algunos ejemplos.

Todos los niveles antes mencionados no pueden separarse ya que están entrelazados, pudiendo ser cada uno de ello, en diferentes momentos, causa de efectos de profundas reestructuraciones globales, en una compleja teoría de la causalidad que constituye una modalidad sui generis de la "acción recíproca", centrada ésta en la temporalidad del nachträglich.

¿Cómo entender, entonces, la formación analítica y sus relaciones con la transmisión?

Podríamos decir, inicialmente, desde el más elemental sentido común que la diferencia radica en el hecho de que el analista se forma y el psicoanálisis se transmite. Pero, en ese caso, el analista se formaría por transmisión del psicoanálisis. Vale decir, con un poquito más de precisión, que la formación analítica estaría dada por la transmisión psicoanalítica del Psicoanálisis. Sin embargo veríamos inmediatamente, pese a la fascinante "belleza formal" de esa enunciación (¡cuidado con las fascinaciones!), que nuestro avance en la delimitación ha sido muy relativo: ¿qué es "transmisión psicoanalítica", por un lado; y por otro, qué entender por ese "psicoanálisis" que se transmite?: ¿el saber sobre el inconsciente (dominio del conocimiento), el saber del inconsciente (dominio de la propia experiencia analítica) o ambos conjuntamente? 28 Si así fuera, ¿se puede decir que ambos se transmiten? ¿O que lo hacen de la misma manera? Muchas dudas generaría entonces un concepto de "transmisión" tan amplio y poco preciso que pretendiera dar cuenta, al mismo tiempo, de la asunción de formas tan diferentes de saberes.

Hemos entrado así, de lleno, a un cúmulo de problemas conceptuales en torno al advenir psicoanalista que, como veremos, tienen habitualmente graves consecuencias en función de la dimensión institucional.

Lo primero que debemos considerar es la existencia de dos polos extremos, a veces manifiestos y más a menudo latentes, reductores del problema de la transmisión. Por un lado, una postura muy poco analítica que confunde formación, transmisión e información psicoanalíticas y que podría esquematizarse en la idea de que un analista puede formarse académicamente o que, como ejemplo, las universidades podrían formar psicoanalistas.

Seamos claros en esto: ninguna institución educativa en la historia, por lo menos hasta el presente, ha podido transmitir más que un saber sobre el inconsciente. Y si bien se trata de un componente imprescindible de toda formación psicoanalítica, dicho aspecto nunca ha formado ni formará per se a psicoanalistas sino -en el mejor de los casos- a "teóricos del psicoanálisis" (a veces, incluso, a excelentes teóricos -como lo son algunos reconocidos filósofos- de los que los propios psicoanalistas tenemos mucho que aprender; por ello el "discurso universitario", como lo denomina Lacan, no resulta nada despreciable si sabemos valorar adecuadamente sus limitaciones, pero también sus alcances)

Pero no debemos olvidarnos del otro polo reductor, porque muchos desarrollos actuales sobre la "transmisión del psicoanálisis", efectuados por analistas lacanianos, pueden generar la idea de que la única transmisión posible del psicoanálisis tiene que ver con el propio análisis (o a veces, incluso, con el mal llamado "análisis de control"), vale decir, con el apropiarse del saber del inconsciente 29, relegándose hasta un casi olvido todos los demás planos concomitantes (e imprescindibles) de toda formación psicoanalítica. Discutiremos luego la importancia decisiva del "análisis del analista" (y no "análisis didáctico", horrenda expresión, y verdadero "analizador" de un contexto histórico/institucional) en su formación como analista, sin duda centro esencial de ese advenir psicoanalista (y de su importante concomitante del que se habla menos: el poder mantenerse psicoanalista).

Pero de ninguna manera alcanza tampoco dicho análisis del analista por sí sólo para llevar a cabo dicho propósito. Si no, como es obvio, todo analizando o analizado podría convertirse espontáneamente en psicoanalista. Conocemos muy bien, como analistas, estas recurrentes ilusiones de desear "hacerse analistas" generadas por la neurosis de transferencia, aun en aquellos analizandos más alejados profesionalmente del campo "Psi".

¿Existe entonces una transmisión posible del saber sobre el inconsciente o debemos reducir la idea de transmisión, manteniéndola en todo el esplendor de su ambigüedad, tan sólo al saber del inconsciente que se moviliza en el propio análisis?

Si bien esta pregunta podría abrir importantes líneas de reflexión, me inclino a plantear el problema de otra manera: la tesis que propongo, elemental y obvia por otra parte, consiste en pensar que habría dos categorías a tomar en cuenta: lo transmisible y lo intransmisible, concerniendo ambas tanto al saber sobre el inconsciente como al saber del inconsciente (y en especial a sus complejos vínculos).

IV) FORMACIÓN PSICOANALÍTICA (INSTITUCIONAL) Y CATEGORÍAS DE LO TRANSMISIBLE E INTRANSMISIBLE

A) Es bien sabido que tradicionalmente la idea de transmisión ha estado asociada, en un nivel, al fenómeno "educativo", tanto en su acepción más general (transmisión socio-cultural, familiar, escolar, ideológica, etcétera) como en sus particularidades en términos de sistemas, modelos o métodos educativos: por ejemplo, diferentes modalidades teórico/instrumentales del llamado "proceso de enseñanza/aprendizaje", etcétera. Pero, como antes decíamos, la formación psicoanalítica de ninguna manera puede reducirse a la simple transmisión y circulación de conocimientos (aunque esté presente necesariamente también esta dimensión). En ese sentido no puedo concordar con M.Safouan cuando, en otro texto, afirma de modo por demás categórico que la formación del analista "no tiene nada que ver tampoco con la transmisión de un saber" 30. Creo que esa transmisión de un saber teórico, vale decir todo lo que remitiría a la enseñanza del psicoanálisis en la formación del psicoanalista, es parcialmente posible y, por otra parte, totalmente imprescindible. En ese sentido, me pronunciaría positivamente sobre la categoría de la transmisibilidad (parcial) del saber sobre el inconsciente.

Sin embargo no pienso que todo lo concerniente a ese saber, a ese dominio de los conocimientos, aparentemente menos complejo y ambiguo que el saber del inconsciente, pueda ser transmisible, en lo que concierne a la formación de un analista. No lo es por una razón elemental vinculada a las complejas articulaciones entre ambas formas de saber en esa "materialidad" tan particular que es el psicoanálisis. Como bien ha señalado O. Mannoni, en un bello e insoslayable ensayo sobre las relaciones entre psicoanálisis y enseñanza 31, ambos saberes se oponen y complementan, se ayudan y se interfieren, todo al unísono, a la par que se necesitan mutuamente para ese advenir (y permanecer) analista.

Es precisamente en esa oposición, o más bien en todas las conflictivas zonas de oposición entre ellos, que por mi parte vería la categoría o nivel de intransmisibilidad (también parcial) del saber sobre el psicoanálisis. O si se quiere, de las dificultades para alcanzar una verdadera integración o apropiación de ese saber que lo convierta en parte utilizable para el trabajo clínico psicoanalítico y no sólo en aspectos "repetibles" o "recitables" en un "momento teórico".

Pero todo lo que acabo de señalar concierne exclusivamente a la formación del psicoanalista. Fuera de ese nivel tan específico y complejo considero que el saber teórico del psicoanálisis es cabalmente transmisible, como lo revela la propia historia del psicoanálisis, cuando no está en juego el formar analistas sino simples "conocedores" de la Teoría Psicoanalítica. Ya he señalado más arriba cómo existen internacionalmente muchos "teóricos del psicoanálisis", verdaderos eruditos en las teorizaciones analíticas y en la historia del psicoanálisis. Sin embargo, no por ello son psicoanalistas: vale decir, no están formados ni capacitados para la especificidad y complejidad de la praxis psicoanalítica que supone antes que nada un "encuentro" con el propio inconsciente en la búsqueda de ir conectándose trabajosamente con ese saber del inconsciente que modificará radicalmente la modalidad misma de la aprehensión del saber sobre el inconsciente.

Podremos avanzar ahora en nuestro planteo a través de una reflexión en torno a la formulación de Lacan de 1978, antes mencionada, sobre la intransmisibilidad del psicoanálisis. Citaremos esta vez todo el párrafo para mejor contextualizar su afirmación y poder pensarla. Se pregunta Lacan: "...¿qué es lo que hace que después de haber sido analizando, se advenga 32 psicoanalista? Debo decir que me he preguntado sobre esto y es por esa razón que hice mi Proposición, aquélla que instaura lo que se llama el pase, en donde hice confianza a algo que se llamaría transmisión, si hubiera una transmisión del psicoanálisis. Tal como ahora llego a pensarlo, el psicoanálisis es intransmisible. Es bien fastidioso. Es bien fastidioso que cada psicoanalista se vea forzado, porque es necesario que se vea forzado, a reinventar el psicoanálisis. Si he dicho en Lille que el pase me había decepcionado, es justamente por esto, por el hecho que sea necesario que cada psicoanalista reinvente, de acuerdo a lo que ha logrado extraer del hecho de haber sido un tiempo analizando, que cada psicoanalista reinvente la forma en que el psicoanálisis puede durar." 33

Cómo se puede ver el contexto de su afirmación sobre la intransmisibilidad del psicoanálisis remite claramente a la temática de advenir psicoanalista. Efectivamente, como lo señala con gran precisión Lacan, debemos reinventar permanentemente el psicoanálisis en nuestra praxis, para no caer en el terrible reduccionismo de "practicar teorías" con el analizando, en su singularidad, muy alejada ésta de la generalidad de la Teoría, tan sólo una imprescindible guía para nosotros. Recuerdo haber citado hace muchos años, en algún libro, una hermosa frase de J.P.Pontalis en la que este autor decía, en 1970, precisamente en la línea que nos ocupa: "Para evitar que el psicoanálisis se fije en un dogma hay que inventarlo o encontrarlo a cada momento..." 34

En ese sentido, entonces, vinculado directamente a la dimensión de la praxis psicoanalítica, aceptaríamos, por lo menos parcialmente, dicha intransmisibilidad. Pero el peligro, a nuestro entender, es que se hable genéricamente del psicoanálisis y no de cada uno de los dos saberes a que hemos hecho referencia.

El problema puede parecer irrelevante y nuestra insistencia en este punto superflua. Sin embargo, de lo que se trata es de ubicarnos en cuanto a la historicidad del psicoanálisis como disciplina, en confrontación con el universo disciplinario contemporáneo, todo ello contextualizado en la dimensión histórico-social concreta en la que nos ha tocado vivir. En ese punto me parece esencial reconocer y explicitar lo obvio: la transmisibilidad de la Teoría Psicoanalítica, para la que muchas generaciones de psicoanalistas, y también de no psicoanalistas, han colaborado, aportando cada investigador su grano de arena. Y podemos aprender de todos esos granitos de arena y no sólo de los escasos lingotes de oro que han emergido en la historia del psicoanálisis posfreudiano.

No puedo dejar de citar a C.Castoriadis que expresa con gran precisión la preocupación que intento transmitir y sobre la que volveré una y otra vez: la elisión sistemática, en nuestros ámbitos psicoanalíticos, de dicha dimensión histórico-social en su especificidad y sus determinaciones 35, olvidándonos que el psicoanálisis es un fenómeno histórico y social, que nació de una sociedad específica y a través de ella, no pudiendo evitar de participar en su historia. Que el psicoanálisis se olvide de la dimensión histórico-social no significa, por cierto, que lo histórico y lo social se olvide del psicoanálisis y de los psicoanalistas... Citemos ahora las propias palabras de Castoriadis: "...se vuelve posible de pensar no solamente una 'transmisibilidad de la teoría' sino otra cosa y mucho más: una temporalidad histórica propia del psicoanálisis, una creación continuada, una participación a una obra que nos sobrepasa, una relación al pensamiento y a la existencia de los otros..." 36

Si los psicoanalistas seguimos hablando en forma radical de una intransmisibilidad del psicoanálisis, en lo que concierne a la dimensión histórico-social-institucional, nos convertiremos cada vez más en sectas esotéricas de "elegidos", totalmente alejados del resto de las mal llamadas "ciencias sociales" universo al que pertenecemos, pese a todo los peros imaginables, y con quienes debemos confrontar nuestras conceptualizaciones (siempre provisorias, como lo son también todas las demás) para producir conocimientos menos reductores y unilaterales que se corrijan y pulan mutuamente en esas difíciles confrontaciones.

Tendremos ocasión de señalar algunos ejemplos de los graves reduccionismos psicoanalíticos que emergen cuando se intenta explicar determinados fenómenos -tan sólo desde una reflexión psicoanalítica-negando, denegando o renegando las otras determinaciones, a veces primordiales, como son las histórico-sociales-económico-institucionales. Negaciones o renegaciones que muestran a las claras cómo inevitablemente se "conforma" y se "deforma" cuando se "forma".

Retornando al problema de la enseñanza del psicoanálisis y al saber sobre el inconsciente debemos recordar, con O. Mannoni, que todo proceso pedagógico conlleva intrínsecamente un "drama" y una verdadera lucha conflictiva entre maestro y alumno. La misma se origina en niveles transferenciales, en torno a la apropiación del saber del maestro y el eventual sometimiento del alumno, como formación reactiva ante la transferencia hostil generada.

Todo ello se ve muy agravado por planos institucionales que refuerzan formal y sistemáticamente el lugar de saber del maestro para poder garantizar las jerarquías, a través de mecanismos de poder, y que se han ido inclinando, muy a menudo, hacia el academicismo y la escolarización.

También suelen frenarse, institucionalmente, todas las transgresiones frente al saber "oficial" que debe ser "transmitido". Sin embargo, como lo han desarrollado tantos autores, la formación analítica debe pasar necesariamente por niveles de transgresión. No en vano G. Rosolato hablaba del "psicoanálisis transgresivo" 37, P. Aulagnier de transgresión como "movimiento que lleva al sujeto a sobrepasar lo 'sabido'..." 38, mientras que J.Bossé, de la Sociedad Psicoanalítica Canadiense, en un bello y excelente ensayo, decía: "Debe transgredir, para saber; su pensamiento para nacer y construirse debe franquear y vencer todas las prohibiciones (trans-gredior, pasar más allá)" 39.

Una enseñanza del psicoanálisis, destinada a formar analistas, no debería ignorar todos estos planos constitutivos de toda formación, en especial la idea de que no hay formación psicoanalítica que no incluya la dimensión del nachträglich. Por lo tanto la formación en cuestión resultará muy diferente en sus logros, y en especial será más psicoanalítica, si incorpora reflexivamente todos esos planos al nivel mismo del proceso de transmisión de conocimientos y a las formas de "evaluación" de dicho proceso (evaluación que desde luego se complejiza terriblemente en este caso al integrar, como decíamos, las resistencias y las resignificaciones, en un aprendizaje que supone una temporalidad sui generis para la apropiación articulada de ambos tipos de saberes, que debe ser considerada y respetada. Pero de ningún modo se trata de invalidar totalmente las evaluaciones, como a veces se ha llegado a decir).

Pero en este punto, y a esto quería llegar, más allá de todas las buenas intenciones de transmisión del psicoanálisis y formación de psicoanalistas, entran en juego dimensiones vinculadas al ejercicio del poder, a las relaciones de poder, de saber, de prestigio, al sostenimiento de los marcos institucionales, a las ambiciones personales, al enfrentamiento de subgrupos, a la reproducción de la institución, etcétera, todo lo que no puede verse tan sólo como "patologías institucionales" sino como totalmente constitutivas de todo agrupamiento humano y, con ello, de la misma estructuración del psiquismo.

Lo institucional no se sobreagrega al psiquismo ya formado, sino que contribuye a fundarlo. En ese sentido, no puedo acompañar a Maud Mannoni cuando considera a la institución tan sólo como "un mal necesario" 40. La institución suele ser un poco más que eso, ya que considero -siguiendo a R.Kaës- que "la vida psíquica misma supone una institución y que ésta es parte de nuestra psique (...) la institución precede al individuo singular y lo introduce en el orden de la subjetividad, predisponiendo las estructuras de la simbolización: mediante la presentación de la ley, mediante la introducción al lenguaje articulado, mediante la disposición y los procedimientos de adquisición de los puntos de referencia identificatorios" 41.

Si retornáramos ahora a nuestro epígrafe inicial sería para no olvidar y tener siempre en cuenta que toda institución está atravesada por órdenes diferentes, a las que corresponden también lógicas diferentes: históricas, sociales, políticas, psíquicas, entre otras. Esto nos lleva a una constatación elemental, que sería el abc de cualquier investigador perteneciente al campo de las ciencias sociales pero que suele ser renegado por nuestro ámbito psicoanalítico. Me refiero a que si no es posible pensar el problema de la formación psicoanalítica sin analizar las determinaciones provenientes de la propia Institución Psicoanalítica, tampoco es posible estudiar a ésta sólo desde el mismo Psicoanálisis, justamente por las otras lógicas que la atraviesan. No podemos analizar, por poner un ejemplo elemental, los problemas del poder en la Institución Psicoanalítica, que condicionan todo el proceso formativo del analista, tan sólo a partir de la Teoría Psicoanalítica, pese a que mucho hay para decir también desde allí.

 

B) Discutiremos ahora el segundo eje de nuestro tema: el saber del psicoanálisis en relación a las categorías de transmisibilidad e intransmisibilidad. A través de él podremos también ejemplificar algunas graves renegaciones de la dimensión institucional/social en sus efectos sobre la formación, a que acabamos de hacer referencia.

Nadie dudaría hoy en día de que el camino para la apropiación formativa de ese saber del psicoanálisis pasa, fundamentalmente, por el análisis del analista que tradicionalmente recibió el discutible nombre de "análisis didáctico" 42. Tanto es así que, como sabemos, Ferenczi en 1927 llegó a denominar a esa modalidad formativa esencial la "segunda regla fundamental" del psicoanálisis. Recordemos sus palabras, totalmente vigentes: "...de la época anterior a que cristalizara la segunda regla fundamental del psicoanálisis, a saber, que quien desee analizar a los demás debe primero ser él mismo analizado" 43.

J.L.Donnet se centró en este aporte para producir su interesante y polémico reporte oficial al congreso sobre "Transmisión del psicoanálisis" de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis 44. No entraremos, por cierto, a la animada discusión que provocó ese reporte en torno a la adecuación o no de considerar al "análisis del analista" como la segunda regla fundamental del psicoanálisis. De lo que no dudamos, como ya lo hemos subrayado más arriba, es de la importancia sin igual de ese análisis para la formación del analista, a partir del cual podrá ir resignificando todos los demás niveles que intrincadamente le permiten ir adviniendo psicoanalista, proceso interminable, como bien lo sabemos, y que nunca está exento de profundas dudas y cuestionamientos que parecen invalidar en segundos el camino recorrido en décadas. No en vano afirmaba N. Perrier que "las verdades analíticas son evanescentes (...) y los analistas no están jamás a salvo de una 'regresión científica'" 45.

Pero, como se habrá podido observar, estoy hablando de la apropiación del saber del inconsciente y no de su transmisión, diferencia esencial a mi entender. Esa diferencia revela ya mi opinión frente al problema de las categorías de lo transmisible en relación a dicho saber del inconsciente.

Estamos entonces afirmando que es posible apropiarse de él pero que, sin embargo, no es transmisible. Podríamos decir, siguiendo a Nasio que "...se transmite sin saber que uno transmite..." 46 o, retomando una feliz expresión de A.Mariam Alizade, que "paradójicamente, se transmite lo intransmisible" 47, pero sería tal vez hacernos trampa y sostener innecesariamente una postura sumamente ambigua en lo que concierne a la transmisión de la forma de saber que nos ocupa. Si ya vivimos sumergidos cotidianamente en la ambigüedad, vale la pena intentar salir de ella cuando es posible, en especial cuando se busca delimitar los fenómenos en estudio en aras de su futura teorización.

Expresemos entonces, en este caso, nuestra total concordancia con Lacan cuando habla de la intransmisibilidad del psicoanálisis, siempre y cuando delimitemos que estamos hablando estrictamente de la intransmisibilidad del saber del inconsciente y no de todo el psicoanálisis (en especial, no de la Teoría Psicoanalítica que sí resulta transmisible, en los términos ya discutidos).

Se me podría preguntar, en este punto, por qué no aceptar el término de transmisión para ese saber del inconsciente, tal como lo han desarrollado muchos autores, entre ellos los ya citados, dándole tan sólo una connotación especial que podría abarcar la idea de "apropiación de ese saber" que he planteado. La razón es sencilla y quiero explicitarla con la mayor claridad: he podido apreciar en algunos ensayos contemporáneos cómo la noción de transmisión en su ambigüedad absoluta, en ese "transmitir lo intransmisible" que antes veíamos, tiende a ir deslizándose imperceptiblemente hacia una dimensión mística (ocultismo y telepatía, modalidades de la transmisión del pensamiento, formas arcaicas de comunicación, nivel iniciático como acceso a un secreto y a lo misterioso, etcétera).

En esa línea, no han faltado intentos de acercar la idea de transmisión del psicoanálisis a la transmisión telepática, pese a hablar algunos de ellos, todavía psicoanalíticamente, del "fantasma telepático" 48 lo que todavía podría ser menos objetable.

Creo que el psicoanálisis, a través de su historia y de la historia, ha caminado un largo sendero como disciplina con pretensión de "cientificidad" (desde luego totalmente sui generis) para echar ahora todo por la borda y acercarnos peligrosamente a formas místicas no muy lejanas de las jungianas que creíamos ya perdidas en el ocaso de los tiempos.

En esta misma línea J.Rouart 49 ha destacado un detalle interesante que nos retrotrae al mismo tiempo a la discusión semántica señalada más arriba. Como todos sabemos Freud llegó a hablar en su artículo sobre ocultismo 50 de "transferencia del pensamiento" (en alemán, Es gibt Gedannkenübertragung, nótese que la palabra compuesta contiene el übertragung, transferencia). Pero como bien nos recuerda Rouart, Freud prefirió finalmente introducir el término de "inducción de pensamientos" (Gedankeninduktion), muy probablemente para no provocar confusiones con el concepto de "transferencia", tan sólidamente constituido dentro del cuerpo teórico del psicoanálisis.

Pero valdría la pena, luego de este breve paréntesis, proseguir con la delimitación esbozada entre la apropiación de un saber y la transmisión del mismo, tal como creo entenderla en este momento.

Citaremos para ello, inicialmente, a J.A.Miller cuando decía en el congreso de la E.F.P. de 1978 que: "El analista en su acto no enseña. A lo sumo permite aprender" 51, idea con la que concordamos. Podríamos parafrasear esta afirmación de la siguiente manera: el analista en su acto no transmite el saber del inconsciente. A lo sumo permite su apropiación. Cabría preguntarse aquí, ¿quién se apropia de su saber inconsciente? La respuesta más inmediata sería: el analizando. Sin embargo, podríamos decir que ambos protagonistas, analista y analizando, pueden llegar a apropiarse de su propio saber del inconsciente en el acto analítico. Es por ello que la praxis analítica constituye para el analista un complemento permanente de su propio análisis, otra línea formativa que no debe ser descuidada.

Pero estamos hablando tan sólo de condiciones de posibilidad para esa apropiación. Y eso es lo importante de destacar ya que esas condiciones de posibilidad pueden obturarse muy fácilmente, como lo están de hecho en muchas tristes caricaturas del análisis.

Basta para ello que el que ha advenido analista deje de sostenerse en ese lugar (y sabemos lo difícil que es sostenerse allí todo el tiempo), vale decir, esquemáticamente, deje de estar "conectado" con su saber inconsciente para que obture en su analizando esa misma posibilidad. Y nada nos asegura que permanezcamos analistas pese a haberlo advenido, tal es la fragilidad de nuestra praxis, un lugar que se puede perder -a veces inadvertidamente- para transformarse en su caricatura, exhibiéndose tan sólo sus atributos externos, sus emblemas más superficiales.

Pero esa obturación del encuentro del analizando con su saber inconsciente no sólo puede deberse al analista (o al mismo analizando), sino a muchas causas externas, extranalíticas, algunas de ellas de carácter institucional, interfiriendo severamente sobre la misma situación psicoanalítica. Ello sucede muy habitualmente cuando se cruzan determinaciones provenientes de otra esfera que, muy a menudo, no son vistas, pese a su obviedad, en función de una lectura estrictamente psicoanalítica poco atenta a las incidencias de otras líneas de causalidad.

Hemos afirmado en lo que precede que el análisis del analista constituye el espacio por excelencia de la apropiación de su propio saber del inconsciente. Veamos, muy esquemáticamente, algunos ejemplos de los reduccionismos psicoanalíticos que se observan con frecuencia precisamente en ese registro del análisis del analista, sobredeterminado por dimensiones sociales, económicas e institucionales que se agregan a las estrictamente psicoanalíticas.

Empezaremos citando a Anna Freud en un artículo de 1938 sobre "Análisis didáctico". La autora, al comparar los análisis terapéuticos y didácticos, llega a afirmar lo siguiente: "Desde el punto de vista emocional, el deseo del neurótico de curarse puede tener una base más firme que el deseo del candidato de aprender, pero bajo la presión de la resistencia, esta última motivación resulta a menudo más confiable. Un paciente que pasa por un período de acting out interrumpe con frecuencia su análisis en el punto culminante de la resistencia o la transferencia negativa, mientras que un candidato en formación rara vez lo hace en circunstancias similares" 52.

De lo único que parece olvidarse Anna Freud es que los analistas en formación continúan su análisis muchas veces no porque su "deseo de aprender", como ella dice, triunfe sobre sus resistencias inconscientes, sino porque les va en ello nada menos que su prestigio y su posición social y económica, llegando incluso a aceptar todo tipo de humillaciones institucionales con tal de escalar posiciones sociales. Pequeño detalle, por cierto, que convierte al "análisis didáctico", más frecuentemente de lo que desearíamos, tan sólo en un requisito más, una forma por llenar, para alcanzar determinados objetivos profesionales, valorizados social y económicamente.

Desde luego el problema teórico de fondo es mucho más complejo que su simple descripción, ya que no sólo están en juego mecanismos concientes y volitivos, lo que nos conduce a aporías todavía poco teorizadas: ¿cómo se inscribe inconscientemente la ambición profesional, los deseos de poder y la inserción institucional/social del sujeto para provocar un verdadero sometimiento a las normas institucionales, por más humillantes que éstas sean, para no "arriesgar" su futuro profesional y económico?

Y cuántos, al revés precisamente, por defender su identidad y no someterse al mimetismo institucional, a la destructiva uniformidad, han pagado muy caro por su rebeldía. No son pocos, por cierto, en la historia del psicoanálisis y de la institución psicoanalítica los que han quedado desgarrados o sumamente dañados a través de situaciones totalmente inelaborables.

Veamos qué sucede en otra famosa y valorada psicoanalista, F. Dolto, cuyos aportes teórico/clínicos suelen merecer más consideración que los de A. Freud. Dolto fue entrevistada hacia 1984 sobre el tema del control. Inesperadamente mencionó que era la primera vez en su carrera que tenía que hablar de "control". En un momento, al preguntárserle sobre la fase de yo ideal del analista en formación contestó: "Yo sé que suscito este defecto, que la gente trabaja a la manera Dolto. Es una idiotez. Lo suscito inconscientemente. Y no es mi deseo en absoluto. Lo que yo quisiera es formar a la gente para que sean servidores del análisis, pero sin actuar como yo". En otro pasaje de la entrevista, al hablarse de los diferentes "ritmos" de trabajo entre supervisor y supervisando, agregaba algo aún mas significativo: "Se arregla cuando uno dice: 'No tuvo suerte al dar conmigo, porque yo soy una persona rápida y usted es biológicamente lento, pero siga lento, está muy bien, y no se preocupe si parezco provocarlo para que vaya rápido, pero yo soy así, no busque identificarse conmigo'"...

Los comentarios parecen sobrar, pero estos párrafos ameritan un largo análisis, en primer lugar desde la teoría de la identificación en las situaciones transferenciales en esa insólita apelación al "Yo", lo que resulta bastante obvio. Pero también en la dimensión más institucional y social, totalmente negada aquí, de lo que significa ser un supervisor famoso y reconocido, en función tan sólo de lo que podríamos denominar genéricamente "la institución social del prestigio".

Con todo se podría decir, aún en este caso, en forma perogrullesca, que Dolto es Dolto y que esos exabruptos poco meditados no pretenden constituirse en una teorización.

Podemos mencionar otro ejemplo, de consecuencias aún más graves, en el mayor teórico del psicoanálisis de la segunda mitad del siglo: Jacques Lacan. Recordemos entonces una de sus famosas afirmaciones, que data de 1976, que terminó generando verdaderos ríos de tinta: "¿No habrá que concebir más bien el psicoanálisis didáctico como la forma perfecta con que se iluminaría la naturaleza del psicoanálisis a secas: aportando una restricción? Tal es el vuelco que antes de nosotros no se le había ocurrido a nadie. Parece sin embargo imponerse. Porque si el psicoanálisis tiene un campo específico, la preocupación terapéutica justifica en él cortocircuitos, incluso temperamentos; pero si hay un caso que prohiba toda reducción semejante, debe ser el psicoanálisis didáctico".53 Esta afirmación constituye la directa continuación de lo que expresara el 21 de junio de 1964, en el Acta de Fundación de la E.F.P., sobre lo que denominó "el psicoanálisis propiamente dicho" o "psicoanálisis puro", vale decir, el análisis didáctico 54.

Desde luego que esas formulaciones no pueden analizarse sin tener en cuenta tanto el desarrollo anterior de su pensamiento sobre el tema, como los matices y rectificaciones -a veces francamente contradictorios- que se gestaron posteriormente 55. Pero no sólo interesa considerar el desarrollo del pensamiento de Lacan sobre el tema, sino que debe ponerse especial atención a la instrumentación misma de esa formulación y a sus resultados. Me refiero al dispositivo institucional generado por su famosa proposición del 9 de octubre de 1967 que instauró el famoso "pase", la passe: la "paz de los sepulcros", como ironizaba sutilmente un conocido analista de nuestro medio.

No abordaré ahora esta compleja problemática, en la que podríamos encontrar innumerables ejemplos para confirmar y ejemplificar las tesis de este ensayo. No sólo por falta de espacio, sino porque sería tan sólo repetir la brillante y poco comprendida ponencia de Fernando González, presentada en nuestro último simposio 56. El autor desmontó allí minuciosamente los mecanismos del dispositivo del "pase" lacaniano, revelando muchas de sus graves implicaciones y aporías éticas, teóricas, institucionales y políticas así como, en especial, las abismales distancias entre su teorización (o prometida teorización) y su instrumentación.

Retornando entonces a la formulaciones de Lacan de 1964 y 1966 me uno a F.Perrier cuando, en 1977, calificaba a ese enunciado sobre el análisis didáctico "puro" o "de forma perfecta", como "bastante aterrador" 57. Y Perrier sabía por cierto, y en carne propia (en llaga viva, podríamos decir), de qué estaba hablando...

Pero el término "aterrador" ni siquiera alcanza, a mi juicio, para adjetivar esta concepción por las graves consecuencias de los puntos ciegos que revela. O, más bien, de una significativa renegación de la dimensión institucional y social en la que se inscribe todo psicoanalista en formación, así como del propio psicoanálisis en su ubicación histórico-social en nuestra sociedad de clases.

Si algún análisis está visiblemente contaminado por un sinfín de determinaciones analíticas y extraanalíticas (grupales, institucionales, políticas, sociales, económicas, etcétera), y esto salta a la escucha, es precisamente el mal llamado análisis didáctico. Podemos hacer nuestras las palabras de J.P.Valabrega cuando decía hace más de 20 años: "...el análisis no es posible más que en el interior de un campo de suspensión, de renuncia del ejercicio del poder. Exigencia sine qua non" 58ACHERON4.P__058. Tanto es así que hasta algunas instituciones psicoanalíticas más tradicionales, vinculadas a la IPA, se debaten desde hace mucho tiempo para liberar ese análisis didáctico de las determinaciones que lo enturbian y contaminan llegando a invalidarlo como análisis para convertirlo en lugar de control institucional, manifiesto o latente, y sostenedor de las estructuras jerárquicas de poder.

En la lúcida y premonitoria crítica que P.Aulagnier efectuó, en 1969, de la "Proposición" de Lacan encontramos, pese a su profundo dolor, un intento por rescatar lo estrictamente psicoanalítico de esa formulación sobre la supuesta "pureza" del análisis didáctico. Decía la autora: "La entendimos entonces, y seguimos entendiéndola, como aquello que especifica la mira esencial del proyecto del didacta: llevar lo más lejos posible el análisis del deseo inconsciente aprovechando al máximo la relación que enlaza, en este caso, objeto de demanda y objeto de deseo" .59

En relación a este punto quiero insistir en un detalle más, elemental y obvio por otra parte, que sólo complementará lo ya profusamente desarrollado por F.González en su ponencia de 1991. Me refiero a que los niveles en juego en la demanda de ser analista de ninguna manera se limitan a los que provienen del registro "Psi" y que se vinculan al "sujeto deseante". Se incluyen también en esa demanda, inevitablemente, dimensiones vinculadas al "sujeto social" que también somos, hecho que se soslaya de manera escandalosa en nuestro ámbito psicoanalítico y en nuestras teorizaciones, como si remitiera a niveles "impuros", asemejándonos así a las familias que esconden sus "secretos vergonzantes".

Desde luego que dicha demanda se desvirtúa, a veces hasta la obturación definitiva, cuando se concibe el "ser analista" tan sólo como una vía profesional más, dentro de las tantas posibles. Pero debemos preguntarnos -si no queremos pecar de ingenuos acerca de lo que significa nuestra inscripción simultánea como "sujetos sociales", insertos en una sociedad determinada, y no sólo "sujetos deseantes"- si habría tantos aspirantes a analistas si -además del deseo de ser analista y de sus modulaciones inconscientes- el psicoanálisis no fuera percibido también como una profesión, y una profesión que se suele imaginar como "cómoda", "rentable" y "prestigiosa", tal vez la última "profesión liberal" en el desarrollo del capitalismo tardío. 60

Se me objetará que debemos limitarnos a trabajar en la especificidad de lo que es nuestro propio campo teórico/clínico. Estoy de acuerdo con ello, claro está, pero pienso que podremos hacerlo aún mejor cuando nuestras conceptualizaciones no resulten ingenuamente reductoras y negadoras de las sobredeterminaciones provenientes de otras dimensiones de análisis, en las que estamos totalmente sumergidos, pese a querer soslayarlas a través de negaciones, denegaciones o renegaciones.

Digamos, finalmente, que frente a los problemas planteados por el análisis del analista no parece haber solución definitiva y la única que podría ser paliativa resulta muy difícil de asumir por muy diversas razones que no analizaré ahora. Dicha solución paliativa implicaría, en mi modesta opinión, que los miembros de una asociación psicoanalítica se rehusaran sistemática y categóricamente a analizar a los que integran su propio grupo, o aspiran a hacerlo, dejándose totalmente libre al analista en formación esa dimensión esencial de su formación. Su análisis deberá ser inevitablemente "exogámico" para poder ser. 61

V) Para concluir
(o acerca de la transmisión institucional de las mascaras analíticas)

 

Decía Lacan que "la pertenencia a la comunidad analítica se transmite por el analista en posición de madre, en la transferencia" 62. Esta interesante cita está referida, muy probablemente, a lo que hemos denominado más arriba "Institución Psicoanalítica", en su generalidad y abstracción. Nos interesa, sin embargo, para terminar, mencionar algo acerca de la transmisión y reproducción no ya en (y de) LA Institución Psicoanalítica, sino en (y de) los distintos grupos o sociedades psicoanalíticas.

Pensamos en este punto que, además de la transmisión del saber teórico ya mencionado, se da otra forma de transmisión de la que se habla menos, pese a su obviedad. Es a esa transmisión que estoy denominando "de las máscaras analíticas".

Se trata de la triste transmisión que se convierte tan sólo en repetición de muecas, modismos, jergas, imposturas y fórmulas, que recubren tan sólo un vacío inhabitado. Siniestras y mortíferas máscaras que, al igual que en la película japonesa Onibaba 63, se adhieren al rostro hasta soldarse definitivamente con él.

¿Será sólo a través de complejos mecanismos identificatorios, reaseguradores y uniformadores, que se transmiten esos signos más externos del "ser analista" o, más bien, aquellos emblemas caricaturescos que se confunden ingenuamente con ese "ser analista"? ¿No deberemos leer también allí la presencia de verdaderos procesos provenientes de determinaciones estrictamente institucionales?

Habíamos hablado inicialmente de la etimología de la palabra formación. La misma nos conducía, entre otras, a uniformidad, a conformación, a hermosura, pero también al término menos culto de "horma", su duplicado popular. Mucho me temo que lo que más se nota en esa modalidad de la transmisión institucional grupal y subgrupal, es justamente la terrible horma que homogeneíza y conforma, a la par que deforma.

¿Podemos conformarnos con esas modalidades de formación (o ¿deformación?) que nos conforman al uniformarnos, convirtiéndonos en fórmulas ya conformadas? ¿No deberemos, más bien, formalizar nuestra disconformidad bajo la forma de la transformación?

Terminaremos citando un párrafo de un doloroso artículo de una analista francesa, Marie-Claire Célérier. El mismo, escrito hace 11 años, fue publicado en la revista Topique del Cuarto Grupo. También en esta cita podremos apreciar los graves efectos de la formación/deformación/conformación contemporánea en los registros teórico y clínico. Dice la autora: "En el extremo, la apología de la falta como meta última del análisis da una imagen del analista como habiendo renunciado a toda búsqueda del deseo del otro: la falta, como a veces la feminidad, se vuelve mascarada fálica: cuanto más se reconoce que falta, más se prueba que se LO tiene. Falo al alcance de todos, al abrigo de la castración" 64ACHERON4.P__064.

Muchas gracias por su atención.

 

México, D.F., 29 de mayo de 1992.

Notas

(1) R.Kaës: "Prefacio" al libro colectivo, por él editado, La institución y las instituciones. Estudios psicoanalíticos, p. 12, cursiva en el original.

(2) De su poema-canción "De tanto dir y venir", con música de Pablo del Cerro.

(3) J. Corominas: Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, Gredos, Madrid, 4 volúmenes, 1976, p. 555 de Vol. II.

(4) J. Lacan: "Sobre la experiencia del pase" (noviembre 1973), en Ornicar?, No. 1 (español), Barcelona, 1981, p. 57 (El original francés fue publicado en Lettres de l'EFP, No. 15 y reproducido en la publicación a mimeógrafo J. Lacan: Petits écrits et conferences 1945/1981).

(5) J.Lacan: "Conclusions" (al IX Congreso de la E.F.P, París, julio 1978), en Petits écrits..., op. cit., p. 175.

(6) Tanto es así que los efectos de la dimensión institucional, vale decir, de LA Institución Psicoanalítica suelen ser confundidos con las pequeñas pugnas de LAS sociedades o grupos/subgrupos psicoanalíticos. No resulta extraño, por ello, que muchos analistas autodenominados "independientes", se consideren ajenos a la problemática institucional, pese a estar totalmente sumergidos en ella y multideterminados por sus efectos.

(7) Véase mi ensayo: "Psicoanálisis y complementariedad multirreferencial: reflexiones epistemológicas" (1989), Argumentos, U.A.M., Xochimilco, No. 10/11, Diciembre 1990 (Incorporado luego al libro Piaget y el Psicoanálisis, de G.Delahanty y J.Perrés, Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco, México, 1994)

(8) M.Fain: "Ouverture du Congrès" (1983), en Revue Française de Psychanalyse, Tomo 48, No. 1, enero/febrero 1984, p. 8.

(9) C. Stein: "El doble encuentro" (1968/9), en Estudios Freudianos No.1 y 2 - Del lado del psicoanalista, Corregidor, Buenos Aires, 1974.

(10) J.P. Valabrega: "Les voies de la formation psychanalytique" y P.Aulagnier: "Sociétés de psychanalyse et psychanalyste de société", en Topique, No. 1, París, 1969. (La traducción al español de éste, "Sociedad de psicoanálisis y psicoanalista de sociedad" fue incluido en P. Aulagnier: El sentido perdido, Trieb, Buenos Aires, 1980).

(11) F. Roustang: Un funesto destino (1976), Premiá, México, 1980.

(12) Presentadas a las "Primeras Jornadas sobre la institución psicoanalítica", Buenos Aires, diciembre 1976, en Cuadernos Sigmund Freud No. 5/6, 1978.

(13) "Entrevista a E.Rodrigué", realizada por la revista Praxis Psicoanalítica, en 1989. Publicada en dicha revista, No. 1, Buenos Aires, p. 34.

(14) Temática presente en toda su extensa producción pero más específicamente desarrollada en su libro La institución imaginaria de la sociedad, Tusquets, Barcelona, 2 Tomos, 1983 y 1989.

(15) Apenas si estoy tocando tangencialmente aquí esta importante y tan poca trabajada problemática que ocupará mi atención en otros momentos.

(16) Diccionario de la Lengua Española, Madrid, 1984, 2 tomos, Tomo 2, p. 1331.

(17) J.Corominas, op. cit., Volumen III, p. 361.

(18) Desde luego, en niveles metafóricos se podrían utilizar incluso esos modelos, de modo enriquecedor. Por ejemplo, si tomamos una interesante formulación de J.D.Nasio sobre la transmisión: "...no hay transmisión del análisis si uno no se considera un eslabón en una cadena" se podría jugar con la noción de transmisión mecánica o genealógica, incluso con lo que es el sistema de transmisión automotriz (La cita pertenece a una entrevista concedida por el autor en 1987, reproducida en Praxis Psicoanalítica, op. cit., con el nombre de "Enseñar y transmitir el psicoanálisis", p. 32)

(19) C. Girard: "La part transmise. Eléments pour une théorie de la transmission de la psychanalyse", reporte oficial al Congreso antes citado de 1983, Revue Française de Psychanalyse, op. cit.

(20) R. Sciarreta: "Clínica, transferencia y transmisión", en Praxis Psicoanalítica, op. cit.

(21) D. Nasio: op. cit.

(22) P.Aulagnier: op. cit., p. 15.

(23) En un texto de 1979, comentado por C. Girard en su reporte oficial al Congreso, ya citado. Acotemos que R. Barande ha sido uno de los críticos más duros sobre la noción de transmisión, para él totalmente "extraanalítica", expresando incluso su desacuerdo ante la organización de un congreso sobre este tema, por parte de la Sociedad Francesa de Psicoanálisis, de la que es miembro titular. Su conclusión sobre el tema merece ser citada: "Donde hay psicoanálisis no podría haber transmisión; donde hubo transmisión, es evidente que no hubo psicoanálisis" (de su intervención verbal en dicho Congreso, op. cit., p. 394, traducción nuestra).

(24) Me refiero a un artículo de A. Jacquard "Un mot camaléon: la transmission", incluido en la revista Le Genre Humain, antes mencionada.

(25) M. Safouan: "(Hacia una) Teoría del análisis de control" (1974), en Actas de la Escuela Freudiana de París, VII Congreso, Roma, 1974, Petrel, Barcelona, 1980, p. 190.

(26) A modo de simple ejemplo, entre tantos posibles, remito al interesado al famoso ensayo de Freud: "¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad? (1918) (En sus Obras Completas, Amorrortu, Vol. 17, Buenos Aires, 1979). Cómo se puede observar, desde su primer párrafo, nuestra forma de pensar hoy la formación psicoanalítica sólo matizaría un poco lo afirmado por Freud hace más de setenta años.

(27) Debo aclarar que no he conseguido nunca el artículo de Barande que introduce este concepto de "escucha asistida" por lo que me adhiero por ahora tan sólo a la denominación y no a los desarrollos que, sobre ella, pueda hacer el autor (R. Barande: "Eccoute assistée et sensibilisation au processus psychanalytique", Etudes Freudiennes, 5/6, 1972).

(28) El famoso "Quatrième Groupe" francés, en sus documentos sobre formación hablan precisamente de esos dos dominios: el de los conocimientos y el de la experiencia (por ej., "Quatrième Groupe: formation et habilitation", en Topique No. 32, París, Diciembre 1983). Por mi parte prefiero referirme a los saberes sobre el inconsciente y del inconsciente, en la línea de T.Reik/O.Mannoni, tal como la he desarrollado en publicaciones anteriores (Cf., especialmente, mi libro El nacimiento del Psicoanálisis. Apuntes críticos para una delimitación epistemológica, Plaza y Valdés / U.A.M., Xochimilco, México, 1988).

(29) Vale decir, para ser más precisos, el interminable proceso de ir apropiándose de ese saber incomunicable.

(30) M. Safouan: Lacan y la formación de los analistas (1983), Paidós, Buenos Aires, 1984, p. 12, subrayado a mi cargo.

(31) O. Mannoni: "Psicoanálisis y enseñanza" (conferencia de 1970), en Un comienzo que no termina (1980), Paidós, Barcelona, 1982.

(32) Lacan dice "on devienne psychanalyste", que sería menos preciso que el "advenga" con que lo traduje, tal vez forzando ligeramente el texto.

(33) J.Lacan: "Conclusions", op. cit., pp. 175/6, traducción nuestra, cursiva en el original.

(34) J.P.Pontalis, de una entrevista, en La Teoría (1970), Anagrama, Barcelona, 1971, p. 111.

(35) Se me recordará todas las veces en que se habla de ella en los textos psicoanalíticos. Pero precisamente, se habla de ella pero no se la integra articuladamente en nuestras reflexiones y teorizaciones, que se verían profundamente modificadas a partir de esa lectura multirreferencial.

(36) C.Castoriadis: "La psychanalyse, projet et élucidation" (1977), reproducido en Les carrefours du labyrinthe, Seuil, París, 1978, p. 115, traducción nuestra.

(37) G.Rosolato: "La psychanalyse transgressive", Topique, No. 26, París, Diciembre 1980.

(38) P. Aulagnier: "Sociedades de psicoanálisis..., op. cit., p. 11.

(39) J.Bossé: "Propos sur la filiation en psychanalyse ou le devenir psychanalyste", comunicación presentada por la Sociedad Canadiense de Psicoanálisis al 43a. Congreso de Psicoanalistas de Lengua Francesa, ya mencionado supra, en Revue Française de Psychanalyse, op. cit., p. 310, traducción nuestra, cursiva en el original.

(40) M. Mannoni: De la pasión del ser a la "locura" de saber, Paidós, Buenos Aires, 1989, p. 125.

(41) R.Kaës: "Realidad psíquica y sufrimiento en las instituciones", en La institución..., op. cit., pp. 25 y 27.

(42) En el C.P.M., y prácticamente desde sus inicios (1974), se sustituyó ese término, luego de muchos debates, por el de "análisis del analista".

(43) S.Ferenczi: "Elasticidad de la técnica psicoanalítica" (Conferencia ciclo 1927/8), en Obras Completas - Psicoanálisis, Tomo IV, Espasa-Calpe, Madrid, 1980, p. 61, cursivas en el original.

(44) J. L. Donnet: "Analyse définie et analyse indéfinissable. A propos de la deuxième règle fondamentale", en Revue Française de Psychanalyse, op. cit.

(45) N.Perrier: "Histoire des institutions psychanalytiques", Topique, No. 2, París, Febrero 1970, p. 64.

(46) D. Nasio:, op. cit., p. 32.

(47) A. Mariam Alizade: "De Freud y de cómo se transmite el psicoanálisis", en Praxis Psicoanalítica, op. cit., p.59.

(48) Por ejemplo, G.Levy: "Transmission télépathique et transmission psychanalytique", Topique, núm. 30, Diciembre 1982, París.

(49) J. Rouart: "Le double courant de la transmission", intervención pronunciada en el Congreso de 1983 ya citado, en Revue Française de Psychanalyse, op. cit., p. 459.

(50) S. Freud: "Psicoanálisis y telepatía" (1921), en Obras completas, Amorrortu, Tomo XVIII, Buenos Aires, 1979.

(51) J.A. Miller, citado por C. Giraud, op. cit., p. 159.

(52) A.Freud: "El problema del análisis didáctico" (1938), en Estudios psicoanalíticos, Paidós, Buenos Aires, 1978, p. 121.

(53) J. Lacan: "Del sujeto por fin cuestionado" (1966), en Escritos 1 (1966), Siglo XXI, México, 10a. edición, 1984, p. 221, el subrayado es de mi responsabilidad.

(54) J.Lacan: "Acta de Fundación", en Escansión Nueva Serie, No. 1, Manantial, Buenos Aires, 1989.

(55) En cuanto a lo anterior a esa fecha, destaquemos muy especialmente sus reflexiones presentes en "Variantes de la cura-tipo" (1953) y "Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956". De lo posterior, las dos versiones de su famosa "Proposición" de 1967, su participación verbal en una discusión de 1973 (conocida como "Sobre la experiencia del pase"), sus conclusiones al Congreso de París de 1978 sobre "Transmisión" y, por último, su carta a Le Monde, en la que incluía su seminario del 15/1/80. En los últimos documentos citados, se evidencia su profundo desencanto ante los resultados del Pase por él instituido.

(56) F. González: "¿Qué no pasa en los pasajes? A propósito del "pase" y del análisis didáctico", ponencia presentada al VI Simposio "Diálogo Psicoanalítico", del Círculo Psicoanalítico Mexicano, México, D.F., marzo de 1991.

(57) F. Perrier: "La interpretación, la Deutung" (1977), en El cuento de la buena pipa (1978), Petrel, Barcelona, 1981.

(58) J.P. Valabrega: "Les voies...", op. cit., p. 61, traducción nuestra, cursivas en el original.

(59) P.Aulagnier: "Sociedad de...", op. cit., p. 29.

(60) Remito, una vez más, a un importante artículo de E.H. Englert que, pese a los años, no ha perdido actualidad crítica: ""Ser psicoanalista: ayer y hoy" (1979), en E.H. Englert y A. Suárez: El psicoanálisis como teoría crítica y la crítica política al psicoanálisis, Siglo XXI, México, 1985.

(61) El C.P.M. apunta, aunque tímidamente, en esa dirección de romper las perversiones endogámicas, permitiendo al analista en formación elegir libremente su analista sin ninguna imposición institucional. Pero, sin embargo, aceptamos analizar a miembros de la propia institución cuando nos lo solicitan, lo que en el fondo es incongruente con todo lo que hemos aprendido sobre el tema.

(62) J. Lacan: "Transmisión y Talmud" (ponencia presentada al Congreso sobre Transmisión del Psiconálisis, París, 1978), en Lacan oral, Xavier Bóveda, Argentina, 1983, p. 199.

(63) Film de Kaneto Schindo, Japón, 1964.

(64) M.C.Célérier: "De la dificulté d'être psychanalyste en 1981", Topique núm. 27, París, Mayo 1981, p. 148. La traducción es de mi responsabilidad; la mayúscula se halla en el texto original.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 4 - Diciembre 1996
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