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El presente
artículo reproduce el capítulo 14 del libro
"Tecnología y trabajo en la economía contemporánea",
el cual desarrolla la respectiva tesis de Doctorado en
preparación para
la Facultad de Ciencias Económicas de ña UBA (Argentina)
SUMARIO
El impacto económico y social de los cambios tecnológicos en curso puede conceptualizarse en siete planteos:
Tesis 1 : Atravesamos actualmente la fase inicial de una revolución tecnológica basada en la aplicación de nuevas tecnologías de la información;
Tesis 2 : La principal limitación de este proceso es la continuidad de una crisis económica capitalista de largo plazo;
Tesis 3 : Mientras subsista esta etapa globalmente depresiva, los efectos destructivos de las innovaciones tendrán amplía primacía;
Tesis 4 : Existe una contradicción entre el explosivo crecimiento de las tecnologías informáticas y la perdurabiliad de la crisis, que si no deviene en una reactivación económica general, frenará el desarrollo de estas tecnologías;
Tesis 5 : En cualquier alternativa, la informática será uno de los principales escenarios de las confrontaciones inter-monopólicas en curso;
Tesis 6 : Existen variadas expresiones de un desarrollo potencialmente alternativo, cooperativo, democrático, y no comercial, de las nuevas tecnologías;
Tesis 7 : Esta utilización constituye la plataforma de una aplicación socialmente provechosa y emancipadora de las innovaciones. Intentaremos justificar en las páginas siguientes estos siete enunciados.
Tesis 1:
Fase inicial de las tecnologias informáticas.
El nuevo papel de la información. En los últimos años se ha registrado un crecimiento exponencial de las necesidades y usos informativos de las grandes empresas. La información siempre fue esencial en la economía capitalista, pero su gravitación se ha modificado radicalmente, con el aumento de la velocidad de la producción y la circulación de las mercancías. Nunca ha sido tan cierto como en la actualidad, que la "información es dinero".
El conocimiento de información confidencial sobre el balance de una empresa, en la era de las Bolsas de Valores internacionalizadas y vertiginosamente conectadas las 24 horas, tiene por ejemplo, una relevancia económica infinitamente superior, a la manipulación informativa de las cotizaciones los productos agrícolas a fin del siglo pasado. El control sobre los flujos internacionales de datos se ha vuelto central en el capitalismo contemporáneo. Una compañía crediticia, como American Express, tramita anualmente 600 millones de tarjetas, a través de redes de computadoras que procesan 170 millones de instrucciones por segundo. El papel de la información es actualmente preponderante en la reproducción global del capital.
Un manifestación palpable de este salto en la influencia de la información es el rol central que han pasado a jugar, las empresas especializadas en el manejo de los bancos de datos. En los años 80, las compañías dedicadas a esta actividad (cuyo paradigma es Reuters) se multiplicaron espectacularmente. Satisfacer la demanda de información al instante es uno de los negocios más redituables del momento.
Al convertirse en un insumo esencial de la actividad económica, el valor de cambio de la información se ha modificado. Locksley señala correctamente, que la generalizada mercantilización de los sistemas informativos, anteriormente públicos y gratuitos, expresa este proceso de valorización. Schiller considera que la actual tendencia a la privatización de todos los organismos productores de información (universidades, bibliotecas, laboratorios, dependencias de los estados, provincias, municipios, etc.) es otra manifestación del proceso de mercantilización, que motiva enfrentamientos cada vez más revulsivos entre los competidores.
El aumento de la influencia de la información en la economía no significa de ninguna manera, la conversión del capitalismo en una "sociedad de la información", como suelen imaginar numerosos autores. La creciente valorización de un recurso en desmedro de otros, en la producción generalizada de mercancías, no altera la naturaleza de la reproducción del capital. La "sociedad de la información" es una sociedad de clases, económicamente regulada por la ley del valor, y socialmente asentada en la extracción de plusvalía. Por esta razón, los parámetros que rigen el manejo, la distribución, y el conocimiento (o desconocimiento) de la información, son comunes a las reglas prevalecientes en cualquier otra actividad social.
Usualmente los teóricos de la "sociedad de la información" parten de una definición laxa del término, que da lugar a una cuantificación irreal de las actividades informativas. Solo mediante esta amplificación artificial del papel del nuevo "sector cuaternario", puede presentarse a la "economía de la información", como un sistema de reglas diferentes (o superadoras) de las vigentes en el capitalismo.
En un texto anterior, hemos criticado la idea que la información constituya el componente central de una nueva "sociedad pos-industrial". Este planteo simplemente ignora que el desarrollo de las tecnologías informatizadas es un producto de la industria, y que no podría existir sin ella.
Conceptualmente, la revolución que introducen las nuevas tecnologías de la información se manifiesta en un aumento cualitativo de la gravitación mercantil del insumo informativo. Pero como esta transformación se opera materialmente, el cambio es perceptible en cuatro sectores de la industria de la información: semiconductores, computadoras, telecomunicaciones, y redes.
Chips, pcs, fibras ópticas, y multimedia. La transformación informática es en primer lugar, una revolución microelectrónica. Se desenvuelve aumentando la capacidad de procesamiento informativo, que han permitido los semiconductores. La miniaturización de los componentes, la velocidad de procesamiento, y el abaratamiento de la fabricación, ha signado el espectacular crecimiento de esta industria.
Shallis describe como la introducción del microprocesador, a mediados de los 70, constituyó una impactante transformación en los sistemas de transmisión eléctrica, estructurados primero, en torno a las válvulas, y luego a los transistores. Las etapas en el desarrollo de este sector se miden por el crecimiento verdaderamente impresionante de la capacidad de procesamiento. La información que podía introducirse en 1950 en un transistor era comparable al mapa de una calle, en los circuitos integrados de 1960 ya cabía un pequeño pueblo, y en los circuitos de alta integración (LSI) de 1970 una pequeña ciudad. A principios de los 80, los "chips" de muy alta integración (VLSI) reunían el mapa completo de Los Angeles, y en los super-VLSI de mediados de los 90 la totalidad de los Estados Unidos.
Los nuevos métodos de fabricación de microprocesadores, con nuevos materiales (gallio remplazando al silicio), continúan revolucionado la capacidad de memoria de los semiconductores, y el número de instrucciones que puede procesar. En 1978 un "chip" concentraba 29.000 transistores y cumplía 330.000 instrucciones por segundo (O,33 MIPS). En 1993 esta capacidad saltó a 3,1 millones de transistores y 112 MIPS. Se estima en la actualidad, que cada 18 meses se duplica el potencial de procesamiento de los semiconductores.
Norling calcula que el desarrollo tecnológico en este campo se ha multiplicado por diez en los últimos cinco años, superando los pronósticos más optimistas. Describe los nuevos dispositivos que permitirían reunir próximamente 10 millones de transistores en un solo microprocesador. Nuevos términos (Mega-bits, Giga-bits, Mega-flop, Giga-flop, Micrón, Sub-micrón) se han ido incorporando para mensurar la capacidad de las últimas generaciones de semiconductores, que realizan millones de operaciones en segundos. El abaratamiento de los componentes acompaña cada avance de la miniaturización. Desde 1973, los precios de los "chips" han caído a un ritmo del 30 % anual.
La revolución en las computadoras es el segunda característica de las nuevas tecnologías informativas. Las computadoras son máquinas universales con un componente físico y otro lógico que actúan transmitiendo, combinando, y almacenando información. Una vez transformado el objetivo buscado en operaciones lógicas -y codificado en impulsos binarios- el ordenador desarrolla la tarea solicitada. Tienen además, la capacidad de auto-modificar las órdenes recibidas en función de los resultados intermedios que va alcanzando. La conversión de estos complejos sistemas, en simples y manejables computadoras personales trastocó radicalmente la utilización de estas máquinas. Al desplazar desde fines de los 70 a las mainframes y minicomputadoras, las PCs iniciaron un meteórico crecimiento, que universalizó el uso de la informática entre millones individuos.
En 1977 existían 40.000 computadoras en el mundo y actualmente este mismo volumen se fabrica diariamente. Solo en Estados Unidos se producen 20 millones de PCs al año, en 1994 se vendieron en el mundo 46 millones de unidades, y se estimaba el parque mundial en 150 millones de aparatos. La tasa de crecimiento del sector es del 20-30 % anual. Un enorme mercado de elementos informáticos ha surgido de la masificación de las computadoras, y de las sucesivas mejoras en su diseño (portables, Lap-tops, etc). En pocos años ha surgido un vasto catálogo de miles de revistas especializadas, para abastecer la demanda de conocimientos informáticos. A diferencia de sus antecesoras, el uso de las computadoras personales no se circunscribe a las empresas, sino que incluye el masivo segmento del hogar y la educación.
Forester opina, que el principal impacto de las PCs hay que situarlo en la jerarquización del software. La actividad de elaboración de programas se ha diversificado, y es la fuente de un cúmulo incesante de innovaciones.
La irrupción de nuevas tecnologías implica en tercer lugar, una revolución en las telecomunicaciones. Para Kaplinsky la convergencia técnica de este sector con la computación, producida a través de la digitalización, constituye la característica central de la industria informática. La confluencia ha permitido el desarrollo de la fibra óptica, un instrumento de excepcional multiplicación del poder transmisor de las comunicaciones. Toda la Enciclopedia Británica, por ejemplo, es transmisible en solo ocho segundos. Las fibras ópticas otorgan a cada segundo, una capacidad equivalente a 21 horas de uso, de una línea telefónica convencional. Varios sistemas de cables transatlánticos y trans-pacíficos se han montado en base a esta tecnología.
La convergencia de las telecomunicaciones con la microelectrónica ha dado lugar además, a la televisión por cable, y a una gran expansión de los satélites de comunicaciones, que compiten en la transmisión con la fibra óptica. La telefonía celular es otro producto de la comunicación digital. La confluencia de las telecomunicaciones con la informática abrió una gama de aplicaciones -correo electrónico, fax, video-tex, videoconferencias, etc.- y servicios, que en su mayor parte permanecen aún inexplorados.
La cuarta y más reciente aplicación de las nuevas tecnologías de la información es la constitución de redes, que operan como canales interactivos (en sentidos múltiples), entre usuarios interconectados. Los usos potenciales de estas redes serían mayúsculos, una vez concluida la erección de la "autopista informática", que actuará como red de todas las redes. Numerosos expertos comparan en Estados Unidos la transcendencia de este proyecto, con el impacto que tuvieron los ferrocarriles en el siglo XIX, o el sistema inter-estatal de carreteras a principio del siglo XX.
Un informe especial de la revista "The Economist" describe a la nueva fase inaugurada con el desarrollo de las redes, como una "tercera edad multimedia de la computación". Se espera un aumento significativo del número de hogares que ya tienen computadoras (1/3 del total en Estados Unidos, 1/8 en Europa Occidental) para el final de la década. La interconexión de estos ordenadores hogareños abriría nuevas actividades, por el momento asociadas a la diversificación del entretenimiento. Actualmente, solo el 3 % de los usuarios domésticos tiene algún tipo de interconexión en Estados Unidos. Pero entre las empresas se está generalizando el uso de redes privadas. Una "comunidad virtual" de 15 millones usuarios opera en el mundo de los negocios, y en las redes científico-académicas participan otras 20 millones de personas. Las redes concentran todas las tecnologías desenvueltas con los semiconductores, la computación, y las telecomunicaciones.
Militarización e internacionalización. La aplicación económica de las nuevas tecnologías de la información (NTI) se desarrollo luego de un intenso período de prueba en la órbita militar. La economía armamentista sirvió como campo de experimentación de todas las innovaciones en curso, y la maduración de este desarrollo en la década del 80 facilitó la actual transferencia de tecnologías informáticas a la esfera civil.
Hemos realizado una descripción detallada de este proceso, signado por el uso inicial de las computadoras en la descodificación de la trayectoria de los misiles. La compulsión hacia la miniaturización, que dio lugar al desarrollo de la microelectrónica constituyó a su vez, una imposición de la carrera espacial. Las telecomunicaciones se perfeccionaron en el control de unidades bélicas dispersas, y en la intercepción de las redes de espionaje. La comentada convergencia de la informática con las comunicaciones fue también un imperativo militar.
El Pentágono financió el desenvolvimiento de la inmensa mayoría de las innovaciones. El Departamento de Defensa estadounidense solventaba por ejemplo, el 40 % de la producción de semiconductores en 1950-60, es decir antes que encontraran su propio mercado civil. Los satélites, los ensayos iniciales de robotización, los tanteos de inteligencia artificial, los primeros lenguajes de los ordenadores, fueron iniciativas bélicas. Noble opina, que esta avasallante preponderancia militar ha determinado la fisonomía global de las nuevas tecnologías, desde los criterios de diseño hasta la uniformidad y jerarquización de los métodos de fabricación.
La dependencia de todas las tecnologías de la información de prototipos militares previos, confirma que el modelo general de innovación de la posguerra, no se ha modificado. Mediante la financiación pública, las corporaciones prueban en los armamentos, los productos que luego se comercializarán en los mercados. Sin este mecanismo central de intervencionismo estatal, no emergerían en el capitalismo las nuevas tecnologías.
El otro antecedente inmediato de la actual difusión informática se encuentra en el uso originalmente dado a estas innovaciones, por parte de las empresas multinacionales. Al requerir la recolección, almacenamiento, análisis, y manipulación de enormes volúmenes de información de filiales geográficamente dispersas, estas compañías multiplicaron las aplicaciones de las NTI, y aceleraron la confluencia de las telecomunicaciones con la computación. Este fenómeno es indicativo del salto cualitativo en la internacionalización de la economía, que se ha operado en los últimos años, y que ha determinado en gran medida la evolución seguida por las nuevas tecnologías.
La informática se encuentra sin embargo, en su fase embrionaria. El carácter inicial de este proceso se evidencia, en la ausencia de patrones mínimamente estables de aplicación de las innovaciones. Todos los expertos coinciden en apreciar, que entre las posibilidades de uso de la informática y su aprovechamiento actual, media un verdadero abismo.
Por enorme que parezca el impacto actual, la incidencia de los semiconductores, y las computadoras es todavía muy bajo. Y el efecto económico de las telecomunicaciones y las redes es aún más insignificante. En su forma naciente, la informática presenta igualmente, todos los rasgos de una innovación radical.
Innovación radical. El carácter básico del cambio tecnológico liderado por las N.T.I. se evidencia en primer lugar, en la intensidad de la innovación que protagonizan, en comparación a cualquier otro sector industrial. Si la industria automotriz se hubiera desarrollado al mismo ritmo que la informática, actualmente un Roll-Royce costaría 2,75 dólares, y gastaría un galón de combustible para recorrer 3 millones de millas. Con un dólar podría comprarse el Cadillac, que en 1968 se vendía a 10.000 dólares.
Estableciendo la misma comparación con la industria aeronáutica: un Boeing 767 debería costar 500 dólares, y circunvalaría el globo en 20 segundos con 5 galones de combustible. Obviamente se trata de estimaciones lineales y extrapoladas, pero sirven para ilustrar la velocidad de la innovación en la informática, frente al resto de las actividades industriales.
El carácter radical del cambio tecnológico en curso en las N.T.I. es generalmente aceptado por los investigadores, aunque no todos le asignan la misma relevancia. Ray, por ejemplo, sostiene que la microelectrónica solo representa el instrumento de una transformación tecnológica más general, basada en cambios de los patrones energéticos, alimenticios y ambientalistas. Señala que las mutaciones en las fuentes de energía (del carbón a la electricidad, y luego al petróleo-gas), constituyeron la esencia de las revoluciones tecnológicas precedentes, y que esta norma tenderá a repetirse en la actualidad.
Freeman, por el contrario, sostiene que solo la informática puede actuar como pilar de un nuevo sistema tecnológico. Otras innovaciones en desarrollo, como la biotecnología o la energía nuclear, tendrían un desenvolvimiento más lento, y una incidencia incremental, no básica. Esta interpretación de Freeman brinda nuevos elementos de juicio, en favor de la corriente que asigna primacía a los cambios en los instrumentos de trabajo sobre las transformaciones energéticas, en las revoluciones tecnológicas.
En el caso de las N.T.I. es perceptible que su impacto tecnológico, económico, social, y político es manifiestamente superior a cualquier otra innovación. Un indicio de esta preponderancia es el contraste entre la euforia que ha desatado la informática, y los pronósticos cautelosos -asociados al reconocimientos de grandes dificultades- que predominan en el ambiente de otras tecnologías de punta. Constatar el carácter inaugural y radical de la irrupción de las nuevas tecnologías, sirve como punto de partida para establecer su relación con la crisis económica actual.
Tesis 2:
La continuidad de la crisis limita el desarrollo informático.
La aplicación industrial de las n.t.i. Las nuevas tecnologías de la información se desenvuelven en un cuadro de crisis económica internacional de largo plazo, caracterizada por tasas muy bajas de crecimiento, pavorosa expansión del desempleo, generalizados quebrantos fiscales de los estados y sobre todo, descontrol de la especulación financiera, que desde 1987 amenaza desencadenar un crack general.
Esta crisis -cuyos rasgos precisos hemos detallado en otro texto- tiene efectos contradictorios sobre el desarrollo informático. Por una lado, impulsa las innovaciones que reducen costos y abaratan la fuerza de trabajo. Pero por otra parte, bloquea todas aquellas transformaciones técnicamente factibles, que acentuarían la caída de la tasa de ganancia, o agravarían la saturación de los mercados.
Esta dualidad se manifiesta en el contraste existente entre el explosivo crecimiento de los semiconductores, las computadoras, las telecomunicaciones y las redes; y el sub-desarrollo general de la robótica. Este fenómeno es relevante, porque la automatización del trabajo constituye la principal aplicación industrial de las N.T.I.
La sub-utilización de la informática, en el desarrollo de una escala cualitativamente superior de robotización, es reconocida por la mayoría de los expertos. La causa de esta infra-aplicación es la amenaza que plantea a la tasa de rentabilidad. Según el especialista de la ONUDI, Spinadel, el número total de robots actualmente en funcionamiento en el mundo es muy bajo, y no progresa significativamente ( En 1992: 350.000 en Japón, 47.000 en Estados Unidos, y 39.000 en Alemania). Se emplean casi exclusivamente en la industria automotriz, la electrónica y la aeronáutica; y para operaciones muy acotadas, como la manipulación de "chips", la soldadura de carrocerías de autos o el ensamblado de equipos de audio. Los robots más famosos tienen usos sofisticados, pero no industriales. Operan como submarinos para explorar el fondo el mar, como desactivadores de bombas, como inspectores de centrales nucleares, o como expertos en la medicina de alta complejidad.
Más significativo que esta baja difusión son las contramarchas en la introducción industrial de los autómatas. Castaño describe, por ejemplo, como la General Electric desmontó las inversiones en automatización realizadas en los años 80, y como Toyota está revirtiendo sus "excesos" de robotización. Las plantas que en 1994 inauguró esta terminal japonesa (Motomachi), redujeron drásticamente el nivel de automatización anterior. Y exactamente la misma conducta ha seguido recientemente la FIAT en Italia (planta Melfi).
El completo estudio sobre el "High tech" que presenta Forester, destaca el retraso general de la robótica en relación a cualquier otro campo de informatización. Ni se han multiplicado las empresas fabricantes de autómatas, ni se han reducido los precios, ni abundan los mejoramientos de la maquinaria. Al contrario, la fase preparatoria, puramente científica y experimental se prolonga, sin ningún horizonte de conclusión. Tal como ocurre con los semiconductores y las computadoras, los robots han sido perfeccionados en sucesivas generaciones. La microelectrónica permitió primero la maduración de los métodos de control numérico ( simples, computados, directos) y luego aparición de los sistemas flexibles de producción (FMS). Pero -según Forester-todos los proyectos de crear formas integradas de fabricación computarizada (CIM), así como los ensayos de diseño y fabricación directa (CAD-CAM) avanzan muy lentamente. El matrimonio entre la microelectrónica y la manufactura está muy lejos de la consagración.
Esta caracterización choca con la imagen habitualmente sensacionalista, de una inminente difusión de las "fábricas sin hombres". Estas presentaciones se apoyan en estudios que sobrestiman el crecimiento de los robots, y que identifican la aparición de cualquier máquina programable, con el reemplazo del trabajo humano directo por operaciones automatizadas. Con un criterio de este tipo, Tezanos, afirma, que en la década del 80, el número total de robots se multiplicó por 12 o 15 en las economías avanzadas, y que su tasa de crecimiento se sitúa en el 30-40% anual. Semejante caracterización no explica porqué no existe aún en todo el planeta, una sola fábrica completamente robotizada.
En una visión realista del fenómeno, Coriat, afirma que la etapa actual constituye apenas una modesta tercera fase, del proceso iniciado en 1950-60 con la automatización standarizada y repetitiva. Durante ese primer período se añadieron a las líneas de traslado en las plantas, máquinas herramientas de control numérico que semi-automatizaban operaciones montaje. Un segundo momento se desarrolló en 1960-70, a través de la robotización parcial de los procesos eléctro-nucleares, y las reacciones físico-químicas en las industrias de proceso continuo, como la petroquímica o la refinación de petróleo.
El cambio introducido con la tercer etapa actual no implica remotamente la robotización total, sino apenas la introducción de la flexibilidad y la diversificación en la producción industrial con el auxilio de los ordenadores. Para Kaplinsky esta innovación significa la utilización creciente de variantes perfeccionadas del control numérico en las líneas de traslado, la reducción de los tiempos muertos; así como el mejoramiento del diseño, la administración, y la programabilidad de la producción. En cualquiera de estas transformaciones está radicalmente excluida la posibilidad de automatización completa. Por eso, los expertos consideran ocioso discutir un problema inexistente en el futuro previsible.
Capitalismo y robotización. La principal motivación de los empresarios para introducir robots es el incremento de la tasa de explotación. Los capitalistas recurren a los autómatas para debilitar la influencia de los sindicatos, aumentar la inseguridad del empleo, reforzar su control sobre el proceso de trabajo, o inducir recortes salariales.
Noble opina, que los empresarios han forjado una "ideología de la robotización", basada el supuesto de impericia humana frente a la máquina, y en la amenaza permanente del robot, a cualquier puesto de trabajo. Pero en los sectores que pueden operar la actual generación de robots, tendrían una capacidad de reemplazo individual promedio de 1,7-6 trabajadores, e implican un altísimo riesgo de inversión. Por ello, los capitalistas únicamente asumen el nuevo costo, si estiman factible inducir con el cambio, un incremento sustancial de la tasa de plusvalía.
La presión hacia la automatización proviene de la competencia nacional e internacional, que implica búsquedas incesantes de métodos de producción, cada vez más baratos y eficientes. Pero citando una extensa lista de expertos, Coriat confirma que solo en pocas ramas, para escasas industrias, en escalas muy específicas de fabricación, y mercados con grandes expectativas de expansión, pueden instalarse robots amortizadores de los costos. Cualquier incremento del nivel de automatización supone un salto en la productividad, que a su vez requiere multiplicar en esa proporción la masa de mercancías vendidas. En un cuadro de sobreproducción, endeudamiento, recesión, o contracción del poder adquisitivo, la apuesta a una gran robotización es un pasaporte a la quiebra. Por eso, la perdurabilidad de la crisis obstaculiza un progreso cualitativo en la automatización.
Muchos autores han insistido, en las enormes limitaciones operativas que tienen los actuales robots. La escasa versatilidad, la manipulación insatisfactoria, el fracaso en actividades no programadas, la ausencia de respuesta a problemas aleatorios, o la falta de normas standarizadas de fabricación, son algunos de los defectos más citados. Pero a ninguna de estos inconvenientes se le atribuye un peso equivalente, al temor a enfrentar mercados contraídos luego de haber ampliado radicalmente la capacidad productiva.
Esta incertidumbre que proviene de la crisis, impide franquear la fase prehistórica de la automatización, e impone a las compañías una cautelosa estrategia de robotizar "paso a paso". El ejemplo de empresas japonesas obligadas a frenar los avances realizados es particularmente ilustrativo, porque ha puesto incluso en tela de juicio, la conveniencia de reemplazar la producción en masa por costosos "robots flexibles". Por ello, actualmente, no existe en los círculos académicos el mismo fervor que en los años 80, por la apuesta a la "producción ajustada", en "economías de variedad" del "pos-fordismo". Las nuevas evidencias de una falta de recuperación de la tasa de ganancia de largo plazo, a pesar de las políticas draconianos de "austeridad", alimentan el temor a los "excesos de inversión".
La crisis económica explica también la generalizada reserva que existe, en torno a la aplicación industrial de proyectos más sofisticados de Inteligencia Artificial. La posibilidad de convertir robots sensibles que "vean" y "toquen", en autómatas "inteligentes" que "piensen", ha separado tradicionalmente a los científicos, en dos campos enfrentados de "optimistas" y "pesimistas". Pero en el terreno económico, el problema nunca es cuán lejos se puede llegar en la imitación de cerebro y sus conexiones neuronales, sino cómo encontrar nuevos consumidores para la explosión de productividad, que acompañaría la aplicación industrial de la nueva "inteligencia". Por esta razón se tiende a trabajar, en programas muy acotadas y modestos, de construcción de autómatas solo "expertos", en cierto tipo de actividades.
La crisis limita una escala inmediatamente superior de automatización, que sin embargo es forzada por la dinámica de la concurrencia. Bruno y Piacentini destacan esta contradicción del capitalismo, que para Mandel da lugar a un movimiento anti-robotizador del propio capital. La contratendencia opera a través de la multiplicación de empresas escasamente tecnificadas, que actúan como proveedoras o sub-contratistas de las más automatizadas. El abaratamiento de la mano de obra o el encarecimiento periódico de ciertos componentes, también apuntalaría esta reacción.
En última instancia, el proceso de acumulación debe frenar la automatización, que eleva la composición orgánica del capital, disminuye la tasa de ganancia, estrecha la masa de consumidores y tiende a eliminar con el trabajo vivo, es decir la única fuente de creación de valor. En la aplicación más trascendente de la informática, que es la modificación histórica de la forma de trabajo por medio de la robotización, el capitalismo se erige como un obstáculo infranqueable para la innovación integral.
NTI en Wall street, no en Detroit. La misma crisis económica, que obliga a sub-utilizar los robots en la industria provoca la sobre-utilización de la informática en operaciones financieras. El temor a fabricar en exceso, que limita la automatización, no existe en el mundo de la banca. Al contrario, cuanto mayor es la incertidumbre en el campo de la producción, más aguda es la emigración de capitales a los circuitos especulativos; y más intensa es la aplicación de las nuevas tecnologías de la información a las transacciones ficticias de la órbita financiera.
Forester describe este proceso con una frase: "En Wall Street, y no en Detroit se encuentra siempre la última generación de computadoras". Esta aplicabilidad financiera no surge de la espontánea compatibilidad de tecnologías que procesan información, con actividades que requieren esta cualidad. La convergencia se explica por la extraordinaria autonomía que detenta actualmente el ciclo del crédito del ciclo industrial, y por el consiguiente sobre-dimensionamiento general de la liquidez internacional. La demanda informática es ilimitada en las actividades financieras porque las operaciones con divisas, bonos, títulos, o documentos de toda especie se encuentran totalmente divorciadas del proceso productivo.
Forester describe la génesis de esta comunión de los bancos con la informática, ilustrando cómo las entidades financieras fueron desde los años 50, las primeras usuarias de "mainframes", y continúan siendo en la actualidad las principales compradoras de PCs. El salto esencial en la utilización de la nueva tecnología se produjo en los 80, con la introducción de sistemas electrónicos de transferencias de fondos. Allí se inició la afiebrada costumbre de movilizar en tiempo real, sumas incontrolables de dinero de una cuenta a otra.
Con los mecanismos de "clearings" electrónicos (Chips, Chaps), y la intercomunicación automática e inmediata de las Bolsas de Valores internacionales, todos los mercados financieros han quedado enlazados en un "big-bang" de movimientos ininterrumpidos y descontrolados.
Obviamente no es la tecnología la causante de este despegue especulativo. La informática es simplemente el instrumento del proceso de autonomización de los capitales ficticios de la "economía real". Si no circularan diariamente un trillón de dólares en los mercados cambiarios, tampoco la nuevas tecnologías habrían alcanzado un sobre-uso improductivo tan acentuado.
La informática se ha convertido en aceleradora de conmociones periódicas, al gestionar masas de fondos que resultan completamente inmanejables por los bancos centrales. Las tecnologías de la información han hecho posible la aparición de complejísimos instrumentos de "ingeniería financiera" -como los "derivados"- que provocan en los años 90 descalabros más agudos, que el arsenal de "bonos basura" prevalecientes durante la década pasada. La informática ha permitido una concentración sin precedente de todas las decisiones cambiarias y financieras, en reducidos grupo de 100 bancos o 200 gerentes de fondos de inversión. Al "globalizar" todos los movimientos de capitales, las N.T.I. canalizan "reacomodamientos" de dinero, que vacían en pocos segundos los depósitos de bancos insolventes, o las reservas de economías "poco confiables".
En las cinco o seis crisis bursátiles internacionales, que estallaron desde 1987 ha estado siempre presente el espectro de un nuevo 1929. Este fantasma sobrevuelva al sistema bancario a partir del derrumbe del BCCI, pero en especial desde que 1994 la tendencia alcista de las tasas de interés inauguró una reubicación global del capital especulativo. Este giro ya pulverizó varios "mercados emergentes", y anuncia nuevos temblores en el próximo período.
Tesis 3:
Mientras subsista la crisis, predominaran los impactos
destructivos de las nuevas tecnologias.
El "desemepleo tecnológico". El efecto socioeconómico más comentado de la difusión de la informática es el desempleo. Según estimaciones de la OIT, al finalizar 1994 la masa de desocupados en el mundo totalizó 820 millones de personas, es decir el 30% de la fuerza laboral total. A estas cifras -sin precedentes desde la gran depresión- se ha llegado, con una aplicación industrial extremadamente moderada de las nuevas tecnologías.
Forester opina que el "high tech" abarca a un sector muy pequeño de la fuerza de trabajo (solo el 3% del total en Estados Unidos), y que por ello, no se encuentra en condiciones de brindar empleo compensatorio a los expulsados de otras ramas de la industria. En realidad, el propio sector de computadoras, semiconductores, y telecomunicaciones ha ido reduciendo su plantel de personal, no solo en los momentos recesivos, sino también en períodos de extraordinaria prosperidad.
De acuerdo a ciertas estimaciones en 1994 había 158.000 trabajadores menos en este sector que en 1988, luego de recortes generalizados del 9 al 22 % del plantel en todas las empresas. Si en el rubro de mayor crecimiento internacional aumenta el desempleo: Hasta dónde llegará el paro en el resto de la economía ?
Durante los años 80 prevaleció la idea que solo la industria tradicional perdía empleos, en beneficio de los oficinas y especialmente los servicios. Se esperaba que nuevos puestos de trabajo "limpios", acompañaran la expansión de la informática. Las estadísticas desmienten abrumadoramente esta expectativa. La penetración masiva de las computadoras en las oficinas -y el consiguiente salto de la mecanización a la digitalización del trabajo- recorta empleos tan intensamente, como los cambios en los sistemas de comercialización, que inducen los nuevos mecanismos informatizados (sistemas de lectura de barras, puestos de ventas electrónicos, etc). La tendencia al incremento del desempleo estructural, ya es totalmente incontrovertible. El debate gira en torno al significado del fenómeno.
Los numerosos informes oficiales que cita Forester coinciden en afirmar, que la informática es la causa central del actual "desempleo tecnológico". Schaff y Robin entre otros, comparten esta posición, así como los pronósticos de un nivel insostenible de paro, si continúa el ritmo actual de difusión de las nuevas tecnologías. Estas posturas han ganado cada vez más terreno, en relación a las interpretaciones optimistas del fenómeno. Castells representa esta última vertiente, por considerar que el nivel actual del desempleo es pasajero. Augura que disminuirá, a medida que los nuevos mercados abiertos por la informática, absorban el paro generalizado en las ramas obsoletas.
En la década del 90, la combinación de recesión con paro y "crecimiento sin empleo" ha incrementado la batería de argumentos de la corriente pesimista. La gran mayoría de los economistas del mundo académico estima, que la tasa tradicionalmente "aceptable" del 2-3 % de desempleo ha subido varios escalones, y ahora es "natural" un porcentaje superior al 6-10 %.
Pero la propia noción "desempleo tecnológico" es incorrecta, porque supone que el paro es una función directa de cierto tipo o cantidad de maquinaria, omitiendo la intermediacíon central de las leyes de acumulación, entre uno y otro fenómeno. Qué cierta innovación produzca desocupación dependerá -en cada industria- de su influencia en los costos, las ganancias, y las ventas, y -en toda la economía- de la fase general del ciclo. El paro nunca se explica por la magnitud del "ahorro de trabajo" que introduce el cambio tecnológico, sino por el estado general en que se encuentra la economía que introduce esa innovación.
Es en la crisis económica -y no en la informática- dónde hay que buscar la explicación del pavoroso incremento del paro. Las tasas de incremento de la producción y el consumo son bajas, y por ello no alcanzan para absorber el aumento exponencial de la productividad, que impone la informatización. La crisis explica la ausencia de empleos compensatorios, de los puestos de trabajo anulados con la nueva tecnología.
El incremento actual del desempleo es un proceso social, no tecnológico. Viene estimulado por la necesidad capitalista de generar reservas de parados, presionar hacia el abaratamiento de los salarios, aumentar la tasa de plusvalía, y restablecer así, una tasa de beneficio ascendente en el largo plazo. La nueva población fluctuante, latente, y estacionaria de hombres sin trabajo, no es requisito de la informática, sino del capital. Es posible que, dado el carácter de la actual revolución tecnológica, ni siquiera el restauración de la tasa de ganancia, alcanzará para volver a otorgarle al capitalismo las fuerzas creativas de empleo que tuvo en el pasado.
Flexibilización y control patronal. Identificar la difusión de la informática con la flexibilización de las leyes laborales carece de toda justificación lógica. No existe ningún imperativo de la nueva tecnología, que obligue a recortar las conquistas sociales. Aunque se afirma una y otra vez, que la "modernización" requiere eliminar la "rigidez laboral", nadie ha demostrado con un mínimo de racionalidad, porqué aplicar las tecnologías de la información exigiría eliminar la estabilidad, atropellar los regímenes indemnizatorios, reintroducir el trabajo infantil, o precarizar el trabajo juvenil. La única y exclusiva causa, que tiene la flexibilización de los contratos laborales es la conveniencia patronal. Solo para encubrir este propósito se presenta la restauración de la tasa de ganancia, como una exigencia de la nueva tecnología.
El objetivo inmediato de todas las iniciativas de flexibilización es un mayor del control patronal del proceso de trabajo. Dina explica como este propósito ha presidido desde la década del 70, toda la política informática del empresariado. Existe en la clase dominante plena conciencia, de la forma en que pueden utilizarse las nuevas tecnologías, para modificar las relaciones político-sociales vigentes. La flexibilización persigue el objetivo de reforzar la reconstitución del ejército de desocupados, y constituye un intento de facilitar la desvalorización de la fuerza de trabajo, mediante la atomización de la clase obrera. Incrementar el control sobre el proceso de trabajo es una meta prioritaria del capital, porque antecede a cualquier recuperación de la tasa de beneficio.
La forma en que se introducen actualmente las nuevas tecnologías de la información acentúa la dualización del mercado laboral, entre núcleos de trabajadores estables y masas de "flexibilizados". Esta segmentación tampoco viene preestablecida por la naturaleza de la informática. Simplemente se ajusta a las metas de las corporaciones, que pretenden rodear al sector de operarios especializados (encargados de asegurar la continuidad del proceso de trabajo), de una mayoría flotante de trabajadores mal remunerados, y mal calificados. Coriat describe este modelo de organización social del trabajo con las nuevas tecnologías, que a nuestro juicio, consuma la tendencia intrínseca del capital hacia una mayor explotación del trabajo asalariado.
La dualización explica porqué, junto a la calificación de los trabajadores asignados a las tareas más complejas, aumenta día a día la masa de operarios, empujados hacia labores degradantes. El espectacular crecimiento reciente de los "trabajos basura" en Estados Unidos, ratifica esta pavorosa tendencia hacia los "jobs-burguer", que Forester destaca en su estudio. La sucesión de denuncias sobre el deterioro de las condiciones de trabajo (enfermedades musculares, postulares, visuales, etc), que está produciendo la informatización es otra manifestación del atropello patronal. Es por ello hipócrita presentar al "reentrenamiento laboral", como un remedio al desempleo o al deterioro laboral; cuándo la organización patronal del trabajo informatizado está premeditadamente segmentado para producir ambos males.
El uso capitalista de las nuevas tecnología intenta imponer al trabajador, un régimen de intercambiabilidad de funciones, con el fin de reducir los costos de rotación de la mano de obra. Hemos explicado porqué esta "flexibilidad", cuando está asociada al aumento del control patronal y al deterioro de las condiciones de trabajo, es incompatible con cualquier "enriquecimiento de tareas". La intensificación de los ritmos de trabajo, y la degradación de funciones choca con el uso óptimo de las nuevas tecnologías de la información, que exigen mayor responsabilidad, compromiso, y creatividad en la actividad laboral. En vez de "flexibilización", la informatización requiere una mejora cualitativa de las condiciones de trabajo. Pero este progreso está en conflicto directo con la meta patronal de elevar el beneficio.
Elites y marginados. La difusión de la informática no está asociada con el mejoramiento general del nivel de vida, como ocurrió en el pasado en los países desarrollados, con otro tipo de innovaciones. Sweezy estima, que en esta diferencia radica la principal peculiaridad de la computadora en comparación al automóvil. Las nuevas tecnologías de la información están incrementando significativamente la productividad general del trabajo, pero este aumento se encuentra mucho mas divorciado de cualquier mejoramiento de los salarios, que durante el "fordismo". Ni los sueldos, ni la ocupación, ni las condiciones de vida, crecen con la informatización. Pero más llamativo aún, es la explosión de pobreza que acompaña la actual intensificación del cambio tecnológico.
Recientemente el semanario derechista The Economist se vio obligado a reconocer el acierto que tuvo Marx, al pronosticar que el proceso de acumulación capitalista no podría disociarse de formas cambiantes y agudas de pauperización. Lo novedoso de la última década, no es la sub-alimentación de 1000 millones de personas, el agravamiento mundial del cólera y la tuberculosis, o el analfabetismo generalizado en Asia, Africa, y America Latina; sino las extensión de la pobreza en las naciones más ricas del planeta. Varios millones de estadounidenses, europeos y japoneses son crecientemente privados de servicios sociales, educación y vivienda. Esta polarización social se manifiesta agudamente, en todos las esferas de acción de las nuevas tecnologías.
La inmensa mayoría de la población mundial no tiene acceso alguno a los recursos básicos de la informática, ni tiene perspectivas de alcanzarlos. Dos de cada tres hogares -en un promedio internacional- carecen de teléfono, ya que el 70 % de las líneas se encuentran tendidas en los países de la OCDE. Estas naciones -que concentran el 15 % del total de los habitantes- acaparan el 85 % de las inversiones en telecomunicaciones. Los porcentajes retratan la distribución de un instrumento tan elemental para la informatización, como es el teléfono. En el campo de las computadoras, o las redes, las diferencias son mucho más abismales. Es completamente incuestionable que, los avances de las tecnologías de la información han ampliado radicalmente -en las últimas dos décadas- la brecha que separa a los países desarrollados de las naciones empobrecidas.
Siegel detalla el proceso menos conocido de polarización entre "élites y marginados electrónicos", que se está desarrollando en Estados Unidos. El acceso a la informatización se va segmentando de acuerdo a los parámetros que rigen la privatización de la educación, y la fragmentación de la vivienda en barrios residenciales y populares. Según veremos más adelante, el reemplazo de los sistemas de información pública en beneficio de las redes privadas constituye el episodio central de este proceso, cuyo resultado final tardará cierto tiempo en quedar definido. Pero es manifiesto el efecto pauperizante general del proceso privatista.
La pobreza, junto al desempleo, y la flexibilización laboral imprimen un signo netamente destructivo a la generalización inicial de las nuevas tecnologías. En la búsqueda de una recomposición de la tasa de ganancia, el capital induce por estas vías, cambios en los procesos de producción y organización del trabajo. Los sacrificios, que impone esta dinámica de la revolución tecnológica bajo el capitalismo, están muy lejos de haber concluido.
Tesis 4:
Debera dirimirse la contradicción entre el crecimiento de las
NTI y la crisis económica.
Disyuntivas y estrategias de las corporaciones. La tasa de crecimiento de las nuevas tecnologías de la información es notablemente superior al resto de la economía. La producción en la industria de semiconductores viene aumentando al 16 % anual en los últimos 20 años, el promedio de crecimiento en telecomunicaciones es 9 % anual, el de las computadoras del 13 % anual, y las redes se multiplicaron 600 veces entre 1980 y 1991. En ese último año aumentaron al 20 % mensual. Estas cifras contrastan con la evolución de cualquier sector industrial de Europa, Estados Unidos, y Japón, cuya tasa de expansión no supera usualmente el 3-4 % anual.
Las inversiones involucradas en la informática presentan idéntica desproporción con otras industrias. En los próximos 5 años, solamente la rama de semiconductores absorbería 150.000 millones de dólares, mientras que el cálculo del costo total de la "autopista informática" sube día a día. La estimación inicial de 10.000 millones de dólares, ya se ubica entre 80.000 y 400.000 millones. Estos cálculos se apoyan en la esperanza, que la tasa de beneficio continuará siendo elevada en este sector. Aunque -según veremos- las fluctuaciones de los rendimientos en la informática son particularmente violentos, las empresas sobrevivientes acaparan altas ganancias. El mecanismo de redistribución de rentas tecnológicas hacia los generadores de innovaciones, opera intensamente.
La superproducción general no afecta a los compañías fabricantes de NTI de igual forma, que a otras ramas de la industria. Lo prueba, el comportamiento desigual de la producción, las inversiones, o la ganancia en ambos sectores. Si las empresas automotrices, siderúrgicas, o textiles, fabricaran mercancías al mismo ritmo que la informática, se enfrentarían con barreras completamente insuperables para vender sus productos.
La superproducción es un rasgo central de la crisis capitalista actual, que golpea severamente al grueso de la industria. Por su carácter de innovación radical, la informática enfrenta una escala de saturación de los mercados muy inferior, pero este beneficio no es absoluto, ni puede eternizarse. O las NTI se convierten en una de las grandes vías de salida a la etapa depresiva, o comienzan a soportar todos los efectos de esta fase. Esta disyuntiva es una característica central de la crisis actual.
Para llegar a cumplir un papel motor del conjunto de la industria, las tecnologías de la información necesitan ampliar incesantemente su radio de acción. Se expandieron primero dentro de las empresas, pero hemos visto que introdujeron transformaciones muy limitadas en la robotización industrial, la "oficina electrónica sin papel", y la comercialización automática.
La etapa siguiente de informatización de la educación, no parecería representar un mercado suficiente. Roszak detalla, como a medidos de los 80 las compañías -con el auxilio intelectual de prominentes académicos- comenzaron una campaña publicitaria para sobredimensionar la importancia de la computación en la instrucción escolar. Desarrollaron esta política, en desmedro de otras prioridades educativa vinculadas a la formación cultural integral. La campaña incluyó extrañas investigaciones psicológicas, que demostraban la "afinidad natural" del niño hacia los ordenadores, en contraposición a un bloqueo generacional hacia la informática, que padecerían todos los mayores. En los años 90, sin embargo el porcentaje total de ventas de productos informáticos en el sector educativo, en comparación al de las empresas, sigue siendo muy pequeño. Por ello, la gran apuesta estratégica actual es el hogar.
La compañías esperan en primer lugar que la computadora, -como sucedió con el teléfono y el televisor- se incorpore a la vida familiar norteamericana, europea, y japonesa. En 1994 por primera vez en Estados Unidos, las ventas de computadoras domésticas superaron a las destinadas a los negocios. El método para alcanzar el objetivo hogareño es un gran fomento de la industria del entretenimiento. Por ello, las principales innovaciones de los últimos años han estado relacionadas, con la aparición de nuevos aparatos multimedia, como los sistemas digitales de videodisco, o las computadoras sobre el televisor. En el campo de la "realidad virtual", las novedosas operaciones de simulación que utilizaba la NASA en el entrenamiento de astronautas, ya se han incorporado a la diversión corriente de los videojuegos.
La apuesta de la informática al entretenimiento explica el creciente peso que está alcanzando Hollywood, las empresas periodísticas, las asociaciones con la televisión, y las compañías experimentadas en interactividad, dentro del negocio global de las NTI. El citado informe de "The Economist" (23-9-94), describe detalladamente, como el futuro inmediato de la informática depende de los resultados que se alcancen en esta "tercera edad" de la computación. Pero el mismo informe alerta, sobre el enorme riesgo que representa para la industria jugarse al desarrollo del multimedia.
Para amortizar la enorme infraestructura que conectará la "autopista informática" con los hogares, el consumo promedio de nuevos productos televisivos o interactivos debería incrementarse substancialmente. "The Economist" detalla todas las campañas en preparación, para persuadir a las familias a que utilicen su tiempo en la nueva red, y multipliquen su atención en films, TV, CD, videojuegos, etc. Las expectativas en un gran incremento de estos consumos sustentan los cálculos de costos y tarifas, que realizan las empresas lanzadas al multimedia. Del resultado económico de esta operación depende la perdurabilidad inmediata de tasas elevadas de crecimiento de la informática. Y esta continuidad, es una condición para que las NTI puedan operar como locomotoras del conjunto de la economía, sirviendo al desagote del actual pico de superproducción general.
Desmoronamiento de los precios. El rasgo económico más importante de las tecnologías informáticas es la declinación sistemática de los precios de todos sus productos. En semiconductores rige la denominada "ley Moore", según la cual los precios deben caer a medida que aumenta la capacidad de procesamiento. Desde fines de los 70, este abaratamiento ha promediado el 30 % anual.
En computadoras, la masificación de la producción de Pcs desató una escalada de reducción de los precios finales muy semejante. Desde 1992 esta caída se ha intensificado, y ya se ubica en el 40% anual para los productos nuevos. Las computadoras obsoletas, en muchos casos ni siquiera se cotizan. Según veremos, en telecomunicaciones están madurando las condiciones para el inicio de una "guerra tarifaria", que convertiría también a este sector, en el escenario de una gran deflación.
Esta depreciación en la informática expresa por un lado, la típica generalización económica de una invención, que al transformarse en innovación participa de todos los efectos de la imitación y la competencia. El abaratamiento justamente indica, que las nuevas tecnologías de la información han atravesado ya la fase preparatoria de experimentación, y están siendo integradas al proceso económico. Con esta asimilación opera la ley del valor, y los aumentos en la productividad deben dar lugar a una correspondiente declinación de los precios.
Pero tal como ocurre en el plano del crecimiento, la informática protagoniza también en terreno de los precios, una evolución distinta al resto de la industria. Ninguna otra actividad productiva ha sufrido hasta ahora, descalabros de este tipo en sus cotizaciones. Por el contrario, lo usual en las últimas dos décadas ha sido la inflación leve, o la estabilidad de los precios.
Forester y Freeman, comparan la baja radical de costos de la informática con lo ocurrido a fines del siglo pasado con los transportes, el acero y el petróleo, y deducen por analogía, que el actual abaratamiento contribuirá a remontar la crisis económica internacional. La nueva tecnología -convertida en un insumo central, substancialmente abaratado- estimularía la recuperación general. Hasta el momento, sin embargo, este presagio no se ha cumplido porque irrumpiendo en forma aislada, el abaratamiento de la informática no desarrolla una acción reactivante. Sin la presencia de las condiciones esenciales, que permitan la recuperación de la tasa de ganancia de largo plazo (como por ejemplo, un aumento sustancial de la tasa de plusvalía, o una desvalorización en gran escala de capitales sobreacumulados), la deflación informática solo aumenta la lucha por la existencia en el sector productor de nuevas tecnologías.
A un ritmo de reducción de los precios del 30-40 % anual, ninguna empresa tiene garantías de supervivencia. En semiconductores, solo el 31 % de las empresas fundadas en 1960-70 continuaba operando en 1986. En computadoras, desde 1980 se ha duplicando anualmente el número de compañías que ingresan, y que se desmoronan en el sector. En telecomunicaciones rige un gigantesco proceso de fusiones y desmembramientos, determinado por la incertidumbre que genera la evolución futura de las tarifas. El riesgo que entraña la actual construcción de redes, y el desarrollo del multimedia, radica también, en las incógnitas que plantea la enorme financiación de esta empresa, cuyos precios finales pueden terminar en la cornisa descendente.
Cuanto mayor es la caída de los precios, más mercados y volúmenes de venta necesitan las empresas informáticas para seguir adelante. Por esta razón la perdurabilidad de la crisis, induce a que el abaratamiento de las nuevas tecnologías en vez de estimular el crecimiento económico general, se convierta en una pesadilla para todo el sector de las NTI.
Se acelera la rotacion del capital. La informática introduce una espectacular aceleración en el proceso de reproducción. La velocidad y precisión del cálculo acorta los tiempos muertos de fabricación, y reduce los gastos de circulación. Aunque los cambios en la organización del trabajo, como el "just in time", el "kan ban" japonés, y la gestión de los "cinco ceros" ( 0 demora, 0 avería, 0 error, 0 existencias, 0 papel) precedieron al desarrollo de las NTI; el flujo de las comunicaciones veloces le ha otorgado un soporte técnico insustituible a estas transformaciones.
En la industria informática las innovaciones de gestión se introducen bajo el látigo de una competencia feroz, que impone un estado casi permanente de "racionalización de costos". Esta presión por acelerar el tiempo de rotación del capital, puede terminar anulando el aumento buscado en la eficiencia de la producción. Un ejemplo de este impacto contraproducente es el debilitamiento de los sistemas de control de calidad en la producción informática.
La "crisis del Pentium" ilustra este deterioro. Obligada a apurar el lanzamiento de un nuevo microprocesador, para adelantarse a la concurrencia, la gran fabricante de semiconductores, Intel lanzó el año pasado al mercado un "chip" sin realizar todas las pruebas de operatividad. Al no detectar en el apuro una falla en el sistema de cálculo, vendió 9 millones unidades falladas, y deberá invertir en 1995, más 1.000 millones de dólares en arreglar todas las computadoras que ya se han vendido con el microprocesador defectuoso.
La competencia por reducir los "tiempos muertos" de la producción y comercialización de mercancías informáticas induce también, en una espectacular disminución de los ciclos de vida de los productos. A las ocho semanas de proyectada una innovación, el producto aparece en el mercado. El ritmo de lanzamiento de nuevas computadoras es tan vertiginoso, que antes completarse la venta de una serie, ya se acumulan los excedentes obsoletos del mismo modelo. Por ello, el reciclaje de las máquinas se ha vuelto una necesidad de orden ecológico, que las empresas están empezando a considerar, especialmente bajo la presión de la legislación europea.
La fabricante Compaq ha desplazado desde 1992 a IBM y a Apple en el liderazgo de computadoras -además de fundir a 100 pequeños fabricantes europeos- recurriendo justamente a una super-aceleración de los métodos de fabricación. Este ritmo acentúa la obsolescencia prematura que domina en la informática, y que no responde a ningún calculo técnico, racional, o programado de reemplazo de la producción. Es simplemente el resultado compulsivo de la competencia, e implica un incalculable derroche de recursos.
Tal como ocurre con el fuerte crecimiento de la producción y con el descenso de los precios, la aceleración de los tiempos de fabricación y circulación en la informática, presupone una demanda en constante ascenso. Un islote de vertiginosa productividad en las nuevas tecnologías, no es compatible con un cuadro perdurable de crisis económica general.
Esta contradicción afecta globalmente al "just in time" y a todos los métodos de gestión, apoyados en el uso intensivo de la informática. Cuando el ciclo de producción y ventas asciende, en las empresas (terminales y proveedores) informáticamente integrados, se incrementa la y competitividad de todos los intervinientes. Pero la misma estructura en la depresión, provoca golpes demoledores, especialmente entre los sub-contratistas, que se reorganizaron para fabricar "just in time". Ernest Dieter ha ilustrado esta problema en los nuevos sistemas de producción con redes. En Japón, este fenómeno se ha convertido en una cuestión crucial, durante los recesivos años 90.
En las tres esferas descriptas -tasa de crecimiento, nivel de precios, y ritmo de rotación del capital- el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información se enfrenta, con la crisis prevaleciente en el conjunto de la economía. La propia revolución tecnológica puede quedar asfixiada, por la perdurabilidad de esta onda larga depresiva.
Tesis 5:
En la informática se desenvuelve una confrontación
inter-monopólica decisiva.
Turbulencias en todos los sectores. La industria informática es un sector industrial particularmente inestable, porque protagoniza un importante desarrollo de las fuerzas productivas encorsetadas por la crisis, y limitadas por las relaciones de producción vigentes. Forester destaca, que en la esfera de los semiconductores, esta turbulencia se manifiesta en el comportamiento super-cíclico del nivel de actividad.
En los momentos de mayor demanda, el crecimiento desborda todas las posibilidades de fabricación, mientras que cualquier freno, desencadena una catarata de bancarrotas. Intel ha conquistado el dominio actual del 83 % del mercado norteamericano, aplastando literalmente a los competidores. Pero este liderazgo -que en otro sector parecería definitivo- está empezando a ser amenazado, en la nueva generación de microprocesadores veloces (Risc), por Motorola, Cyrix, y AMD. La batalla iniciada entre el "Pentium" de Intel y el "PC Power" de la alianza Motorola-IBM-Apple, podría ser definitoria, ya que involucra enormes sumas de inversión. A escala internacional, el desafío planteado por los fabricantes japoneses -Hitachi, NEC, Fujitsu, Toshiba, Matsushita- en la década pasada, tampoco está zanjado. Los nipones desplazaron a Estados Unidos, en liderazgo mundial de ventas de "chips".
En el terreno de la computación, usualmente se utiliza el término "inmadurez", para describir la elevada la tasa de ingreso y frustración, que predomina entre los nuevos y viejos capitalistas del sector. Anualmente se desmorona alguna gran compañía, y este número se multiplica en fases de alta depuración, como ocurrió a mediados de los 80 y en 1992-93. Por eso "The Economist" habla de una industria "darwiniana", donde el actual ascenso de Compaq no puede considerarse definitivo, teniendo en cuenta que Digital, muy poco antes de llegar al borde de la quiebra en 1991, parecía alcanzar el tope del sector. Apple también inició un fulminante ascenso, desafiando el liderazgo tradicional de IBM con la producción de computadoras completamente distintas al "big-blue", hasta que debió compatibilizar su diseño para frenar un retroceso mortal.
La crisis de IBM es el episodio central de toda la historia económica de la computación contemporánea. La cuarta corporación más grande de los Estados Unidos, que tuvo un dominio indiscutido de toda la actividad informática hasta los años 80, soportó en 1992 la pérdida más importante de una compañía en lo que va del siglo. Despidió a 40.000 de sus 333.000 empleados, e inició una reorganización completa, dividiendo la empresa en 13 unidades descentralizadas. Es ya muy conocido, como IBM persistió en la jerarquización de los grandes ordenadores, y descalificó el rol de la computación personal al comienzo de la crisis. Pero aunque recuperó parte del mercado perdido, los expertos estiman que el futuro de la compañía se dirimirá en su posicionamiento frente al nuevas inversiones de multimedia.
En este último terreno se está replanteando también la hegemonía del software. Microsoft logró conquistar con su "sistema operativo", el 80 % del mercado estadounidense, pero en la "tercera edad de la computación", la irrupción de las redes impone un rediseño global con nuevas empresas en carrera, como Novel y especialmente Oracle System Corporation.
Este mismo proceso en el campo de las telecomunicaciones es más turbulento que en la informática, porque implica la reconversión de gigantescas corporaciones existentes, o la privatización de enormes empresas públicas. En Estados Unidos, el fenómeno central de la convergencia de comunicaciones y computación ha sido el desmembramiento de ATT en 1984. La mayor compañía privada del mundo, cuyos servicios monopólicos estuvieron regulados durante décadas, concretó una reestructuración, que la fragmentó en siete regionales "Baby Bells".
ATT se especializó ante todo, en las operaciones de larga distancia internacionales, y en la interconexión entre distintas áreas locales, dónde compite con MCI o US Sprint. En el plano regional, las "Baby Bells" afrontan la concurrencia de los nuevos servicios, surgidos de la explotación privada de las nuevas redes (redes inteligentes, de valor añadido, proveedores de acceso alternativo) por parte de otras empresas. Se estima, que una vez definido el régimen legal definitivo de las telecomunicaciones, comenzará en Estados Unidos una rivalidad capitalista mucho más intensa, que la prevaleciente desde los 80 en la computación. La batalla por las tarifas desatará la confrontación abierta.
Este mismo proceso se ha puesto en marcha en Europa y Japón, a partir de la privatización de las grandes compañías de telecomunicaciones. La venta de British Telecom en 1984 fue el arranque de una sucesión de traspasos de empresas públicas, seguidas de regímenes desregulatorios, que han abierto una guerra comercial internacional por las telecomunicaciones. La monopolización y centralización del capital son las dos tendencias centrales de este enfrentamiento, que desborda el control de la telefonía y se dirime en el manejo general de las redes.
Mega-fusiones y mefga-conflictos. En toda la industria informática rige una sostenida tendencia hacia la monopolización, que no está desmentida por la intensidad de la competencia, ni por irrupción de pequeñas compañías en el mercado. La contabilización de 2.500 empresas en todo el sector en 1965, frente a las 50.000 existentes en 1990 es una dato engañoso, ya que en un negocio que creció exponencialmente, la concentración aumentó por encima de esta expansión.
Predomina efectivamente una competencia feroz, pero solo entre monopolios constituidos, o en formación. Las pocas empresas nuevas se abrieron camino en medio de una montaña de fracasados, y permanecieron en pie, sólo cuando lograron alcanzar el status monopólico. Es el caso de Apple, Microsoft, o Intel. La monopolización dominó prematuramente en el sector informático. Pero en los últimos años, las leyes desregulatorias, que autorizaron a las grandes compañías a actuar fuera de su área tradicional, han abierto una escala de concentración sin precedentes.
La desregulación induce la formación de muy pocos trust informáticos integrados. Ha permitido a IBM ingresar en las telecomunicaciones, y a ATT introducirse en la computación. Ambas compañías se han ramificado en todos los sectores de las nuevas tecnologías, sin dejar ningún hueco abierto. ATT se autonomizó de la telefonía local, con el surgimiento de las "Baby Bells", para expandirse internacionalmente, dominar el circuito de larga distancia, reforzar su preponderancia en la fabricación de equipos, y en la investigación-patentamiento de nuevos productos. No está ausente de ningún campo de la informática, desde las fibras ópticas, hasta los satélites, o la telefonía celular. Sus directivos destacan, que la actividad internacional es la prioridad estratégica, y por eso en apenas 10 años se han instalado directamente en 98 países, e indirectamente en otros 191.
La reorganización de IBM en 13 unidades descentralizadas apunta en la misma dirección. El "big blue" se ha introducido en la producción de semiconductores, en la experimentación de robots, y está asociado a cualquier emprendimiento del sector. Tanto Forrester, como Locksley, opinan que en torno a ATT y IBM gira la constitución de los contados mega-monopolios, que dominarán todo el circuito de la información. En el subsector telecomunicaciones por ejemplo, se estima, que en muy pocos años 5 o 6 grandes operadores controlarán por completo el mercado mundial. Las gigantescas inversiones que ingresan a la informática desde otros sectores (General Motors, Ford, y Citicorp, en primer lugar), consolidan este perfil de espectacular monopolización.
La ingenua o apologética imagen de la informática, como un campo de renacimiento del libre cambio, y progreso de la pequeña industria es completamente insostenible. La monopolización no está dictada exclusivamente por la violencia de la competencia, sino también por la necesidad de diversificar los riesgos que tienen todas las compañías. La volatilidad de las ganancias obliga a posicionarse en todos lados. Lo que aparece como una imperativo técnico, o una "tendencia natural" es un resultado de la inestabilidad global del negocio. Por ello, no solo ATT e IBM intentan estar llenar todos los vacíos, sino que Intel se expande al entretenimiento, Microsoft irrumpe en las redes, la TV cable, los satélites, y la telefonía celular; mientras que Apple participa en la fabricación de semiconductores.
Las alianzas que establecen estas corporaciones contra terceros tienen la fragilidad, de todo acuerdo forzado que se rompe con los vientos del mercado. IBM que se alió con Apple y Motorola para fabricar el microprocesador PC Power, contra el Pentium de Intel-Microsoft. Pero no comparte con Apple el software, que tradicionalmente utilizó de Microsoft, y continúa equipándose con "chips" de Intel.
Toda esta madeja de conflictos entre monopolios se concentra actualmente en la batalla por definir, en Estados Unidos cómo se construye la "autopista informática". Distintos informes revelan que ATT y otros "carriers" de larga distancia, no quieren ninguna interferencia estatal, a su proyecto de construir la red y fijarle la tarifa. Las "Baby Bells", en cambio, preferían una inversión pública que regule la red troncal, y les permita utilizar su cableado telefónico para la explotación regional. En este mismo proyecto, sin embargo, compiten (y se asocian) con las empresas de TV cable, que también tienen montada su red domiciliaria.
Bar y Borrus opinan, que esta controversia super-millonaria se está zanjando mediante la constitución de múltiples redes, en sustitución de una "autopista general". Sostienen que la solución técnica más racional -una interconexión común de la red de alimentación telefónica, con la red de distribución de TV cable- está impedida por la competencia, y los enorme intereses en choque.
La batalla por las redes recién comienza, y no quedará definida con la construcción de las "autopistas". Recién cuándo funcione podrá dirimirse, cual es el resultado de las mega-fusiones en marcha, y qué sector prevalece, dentro de estas asociaciones. Algunos expertos opinan, que si el entretenimiento se afirma como el gran uso inicial de las redes multimedia, el éxito de cada corporación informática dependerá de la asociación concertada con los productores de programas. Por ello, Time-Warner, Paramount, y las compañías de Hollywood, tiene un papel estelar en todo el proceso de trustificación informática.
Estados Unidos, Japon y Europa. La mayor batalla de las nuevas tecnologías de la información se desenvuelve en la arena internacional. Aunque la monopolización y centralización del capital opera en este sector a una escala inédita de transnacionalización, en ningún momento se diluyen las bases nacionales de las compañías intervinientes. En las grandes fusiones empresarias internacionales, siempre sale fortalecido algún grupo capitalista nacional, a costa de otro. La "globalización" solo implica, que todos los monopolios deben incrementar la internacionalización de sus operaciones, y potenciar el uso de auxilios estatales contra sus rivales. Pero el tenor de los enfrentamientos crece en la misma proporción.
El dominio de las nuevas tecnologías es una pieza clave en la redefinición, de cual es la potencia hegemónica en el mercado mundial. Estados Unidos sigue detentando la misma preeminencia militar que en la posguerra, pero su producto bruto actual, abarca apenas un quinto del total mundial, y sus exportaciones no superan el 14 % del comercio internacional. El divorcio inverso que existe, entre el papel económico y militar de Japón o Alemania-Europa, es la otra cara de esta contradicción. La batalla informática es una prueba de fuerza decisiva del enfrentamiento en curso.
Todo el debate desarrollado en los 80 sobre la "reindustrialización" de Estados Unidos, revela que la clase dominante norteamericana es muy consciente, de las consecuencias de un retroceso en la competitividad de las nuevas tecnologías. El desafío de Japón, que en solo 10 años conquistó el liderazgo internacional en la fabricación de semiconductores, constituyó el toque de alarma. El "reaganismo" desenvolvió una gigantesca inversión en informática militar, no solo para amenazar a la ex-URSS, sino también para estimular el relanzamiento del "high tech", contra el peligro comercial nipón.
Desde ese momento, la campaña internacional en favor de la "desregulación" y la "libre circulación de la información" ha sido la cobertura ideológica, de una presión desaforada contra las barreras que Japón y Europa interponen, al ingreso de compañías estadounidenses en sus mercados. Desde 1986, Japón fue accediendo a limitar sus exportaciones, aceptó restricciones que lo desfavorecían en las negociaciones del GATT, e incluso se resignó a traspasar el 20% de su propio mercado de semiconductores a empresas norteamericanas.
Barón señala, que ATT es la avanzada de la política de presión norteamericana en Europa, cuyo fundamento fue la sanción en 1988 del "Telecomunications Trade Act". Esta norma dispone fuertes sanciones comerciales, contra los estados que demoren la "desregulación" de sus comunicaciones. El gobierno norteamericano está insatisfecho con el cronograma de apertura comercial acordado por la Comunidad Europea para 1998, y exige además, que el ejemplo británico de privatización acelerada se convierta en un patrón para toda Europa. El conflicto es particularmente agudo con Francia.
Las corporaciones norteamericanas intentan aprovechar su preeminencia en la actividad informática global. Aunque la competitividad de las empresas japoneses o europeas es incuestionable en diversos campos de las NTI, ninguna ellas es capaz de rivalizar con IBM o ATT, en la cobertura integral de todas las áreas del negocio. La acción bélica sistemática del estado norteamericano en cualquier punto del planeta, opera complementariamente, como un recordatorio de la supremacía estadounidense.
La irrupción japonesa no se limita al liderazgo internacional de Hitachi, Fujitsu, y Nec en semiconductores. También en las innovaciones de "realidad virtual", y en el negocio del videojuego, Sega y Nintendo, encabezan las ventas mundiales. Japón es un gran fabricante de computadoras, y ha desenvuelto el programa más ambicioso de inteligencia artificial. Ciertos informes, le otorgan un significativo liderazgo en la tecnología digital para la imagen, el almacenamiento de datos de alta densidad, y la ópto-electrónica. Pero Forester coincide con muchos expertos en evaluar, que el desarrollo informático nipón, basado en la transformación de invenciones foráneas en productos comerciales rentables, tiene un techo insuperable.
Las flaquezas del "modelo de la copia" saltan a la vista; cuando aparecen nuevos competidores imitativos (como los nuevos "tigres asiáticos"), se revalúa el yen, o se agotan los mercados externos. En la década del 90, Japón continúa detentando un descomunal superávit comercial, y la agresividad de sus compañías informáticas no ha cedido. Pero la importante recesión de su economía ha modificado la impresión general de muchos autores, que situaban al país a un paso de conquistar el control mundial de las nuevas tecnologías.
El retroceso comparativo de Europa en informática es comúnmente aceptado por los más diversos especialistas. Desde 1979, el viejo continente sufre un déficit comercial en las NTI. Europa solo detenta el 17 % de la torta mundial del "high tech", posee apenas el 40 % de su propio mercado, y el 12 % de los "chips" que utiliza, e importa además el 70 % del software. Forester atribuye esta desventaja a la duplicación de costos, y a la ausencia de standarización y fabricación coordinada, que genera la histórica fragmentación nacional del Viejo Continente. Los proyectos tecnológicos comunitarios -como Eureka o Espirit- no habrían permitido superar esta división.
Lopez Garcia, y Vannuchi estiman que el retroceso se extiende a sectores -como TV de alta definición, cierto tipo de ordenadores, y telecomunicaciones- en los cuales Europa contaba con ventajas iniciales. Canalejo señala, que el único segmento dónde el viejo continente puede presentar batalla es en telecomunicaciones, ya que las compañías europeas (especialmente Alcatel, Siemens, y Ericsson) poseen el 43 % del mercado mundial. En este campo es muy intensa la presión por una política proteccionista, y beligerante frente a los Estados Unidos.
La turbulencia económica en la informática responde por lo tanto, al papel estratégico que juega, en el conflicto hegemónico entre las grandes potencias. Si se observa que la depreciación del dólar ya lleva 20 años, sin que el marco o el yen lo reemplacen como moneda de reserva internacional, está abierta la perspectiva de un largo período de indefinición. Cuanto más se prolongue la batalla internacional entre los monopolios informáticos, mayor será la dilapidación de recursos, y la secuela de quebrantos.
Tesis 6:
La informática requiere un desarrollo cooperativo, democrático,
y no comercial.
Casi toda la literatura sobre informática y economía presenta a las nuevas tecnologías, como ejemplo de la identidad entre el progreso técnico y el capitalismo. El espectacular desarrollo de los semiconductores, la computación, las telecomunicaciones, y las redes, evidenciaría el carácter irreemplazable de la competencia y el estímulo mercantil, en el cambio tecnológico.
Estas caracterizaciones desconocen, por lo general, las consecuencias sociales de la aplicación mercantil de la informática. Contra esta omisión hemos explicado, de qué forma se conecta el uso capitalista de las nuevas tecnologías, con el aumento del desempleo, la pobreza, la explotación, el militarismo, la sobreproducción, el derroche, la sub-utilización productiva, el sobre-uso financiero, y el desaprovechamiento global de nuevas instrumentos para resolver las prioridades sociales. Ninguno de estos "efectos negativos" constituye una consecuencia ajena y exterior, a la utilización competitiva actual de las nuevas tecnologías. Estos impactos forman parte indisociable del mismo mecanismo de acumulación, que produce el explosivo crecimiento de la informática.
Pero más interesante que establecer un listado de virtudes y defectos sociales de las nuevas tecnologías es observar, cómo el desarrollo objetivo de la informática genera usos cooperativos y aplicaciones no comerciales contradictorias, con la norma capitalista prevaleciente. Son solo tanteos y posibilidades sofocadas (o absorbidas) por el proceso de acumulación dominante. Pero ilustran como la informática se corresponde con un grado de socialización de la producción, opuesta a la apropiación privada. En la aparición de las PCs, en los "hackers", y en Internet, pueden detectarse estos fenómenos.
Inventores y empresarios. El nacimiento de la computación masiva no estuvo impulsado directamente por la búsqueda del mayor beneficio. En los años 70, las pequeñas compañías de California estaban muy integradas a sociedades de aficionados, que pretendían lograr mediante la informática, una democratización de la vida política estadounidense. La PC nació en un "club de ordenadores caseros", compuesto por individuos conocidos como "locos telefónicos", que recelaban de la IBM y del Pentágono.
Para Siegel, este clima "contracultural" nutrió las energías creativas y los impulsos liberadores, que dieron lugar una computadora personal, accesible a cualquier usuario. Tanto Steve Wozniak y Steve Jobs -creadores de Apple- como Bill Gates -fundador de Microsoft- participaron de estos clubs, antes de convertirse en propietarios millonarios de las nuevas corporaciones. Algunos resabios del clima que marcó el surgimiento de las PCs están presentes aún hoy, en la informalidad, e imagen anti-corporativa, que reina en compañías totalmente adaptadas al funcionamiento empresario.
En su descripción del nacimiento del Sillicon Valley, Forester señala, que la cooperación permitió el intercambio espontáneo de invenciones entre las nuevas compañías. La ausencia inicial de barreras facilitó la acción de los ingenieros de distintas firmas, que compartían conocimientos, y emigraran con sorprendente intensidad de una empresa a otra.
Para Roszak sin el "utopismo informático" y el "populismo electrónico" dominante en los grupos inconformistas de la años 70, la computación personal no hubiera surgido. La idea de crear un instrumento alternativo, al elitismo intimidante y monopólico de IBM constituyó la motivación central, de los creadores del actual instrumento masivo de interconexión de los usuarios.
Pero todos los autores citados también coinciden en afirmar, que los ideales cooperativos originadores de la universalización de la informática se desvanecieron abruptamente en los años 80, al convertirse la computación personal, en un negocio de floreciente rentabilidad. Según Forester, este cambio transformó al Sillicon Valey en el actual paradigma de la actividad capitalista. Los ingenieros se convirtieron en "workoholics", y emergió el "high tech entrepreneur", representativo de los ejecutivos actuales: cínicos, descreídos, super-individualistas, "yuppies", y exclusivamente interesados en la riqueza personal. Forester opina, que el medio ambiente de este capitalista -a diferencia de su antecesor, el "hombre de negocios" conservador, de una sola corporación- es la soledad y el vacío cultural.
El antagonismo que existe, entre el nacimiento de la computación personal y su desenvolvimiento posterior, no es una anécdota aislada. El conflicto entre la concepción de una innovación para usos cooperativos, y su explotación comercial posterior está presente en los más diversos ámbitos del cambio tecnológico. En un trabajo posterior ilustraremos este fenómeno, que en la informática apareció con el nacimiento de las PCs.
Siegel afirma correctamente, que la coexistencia entre las aplicaciones cooperativas y los grandes beneficios de la gran industria no podía perdurar. Ningún intento de innovar al margen de las patentes y las leyes del beneficio puede alcanzar un desarrollo ulterior, dentro del sistema capitalista. Por eso existe un conflicto entre la innovación y su utilización mercantil, que es representativo de la contradicción entre el cambio tecnológico y el modo de producción dominante.
"Hackers", espionaje y libre acceso. Los obsesivos de la computación -"hackers"- expresan otro tipo de conflictos entre el capitalismo y la informática. Existe una análisis psicológico, que estudia su comportamiento como expresión general del retraimiento del individuo frente a la computadora. Los críticos identifican esta conducta, con ciertas patologías como el alcoholismo. Otros han indagado porqué la nueva generación de "micro-kids" encontraría tan fascinante, navegar en el universo de la informática. Quienes por el contrario, ponderan la tendencia a abstraerse del mundo exterior, que frecuentemente desata la actividad con computadoras, señalan que la faceta alienante de este comportamiento, forma parte de las exigencias de concentración que demanda la informática.
Como fenómeno social, la aparición de los "hackers" es reveladora de la universalización de la informática, entre millones de usuarios. Esta democratización del uso de la nueva tecnología produce inagotables manifestaciones de innovación espontánea, motivada por la curiosidad, o el placer del descubrimiento. Desde mediados de los 80, cotidianamente aparecen informaciones sobre alguna proeza de jóvenes hobbystas, que ingresan en los sistemas internos de los bancos, las corporaciones, el Pentágono, o la NASA, sin ningún propósito comercial premeditado. Algunos autores consideran, que estas personas representan a los "héroes de nuestro tiempo".
En una entrevista reciente, Emanuel Goldstein, editor de la revista "2600 The Hacker Quartely", señala que los amantes de las computadoras se asocian, simplemente para compartir el universo común de invenciones informáticas. En estos juegos se consuman frecuentemente inesperados descubrimientos, que algunos "hackers" desenvuelven desinteresadamente, mientras que otros, prefieren convertirlos en productos comerciales. Tal como ocurrió con el nacimiento de la computación, ambas alternativas coexisten -pero sin identificarse- en la misma actividad.
Existe una falsa asociación de los "hackers" con el fraude informático, que confunde un tipo de conducta general surgida con la computación, con la degeneración criminal de algunos de sus exponentes. La magnitud de este tipo de delitos es desconocida, porque los compañías afectadas, habitualmente ocultan las maniobras, y sobornan a sus artífices para que conocer "cómo ingresaron al sistema". La creciente expansión de la criminalidad informática, no surge de la acción solitaria de los "hackers", sino de la organización premeditada de las grandes corporaciones, expertas en la sustracción de innovaciones y el espionaje de la competencia.
En los años 80, las empresas japonesas se hicieron famosas en California, por su destreza en el robo de "chips", y la copia de software. Una sentencia de 1983 llegó a otorgarle a IBM, la facultad de inspeccionar todos los productos de Hitachi, para controlar el uso ilegal de sus innovaciones. La guerra judicial por las patentes es una costumbre generalizada en la informática. Incluso compañías, asociadas en proyectos comunes -por ejemplo, Apple y Microsoft- litigan entre si, permanentemente. IBM, que obtuvo un récord de patentamiento en 1993 y 1994 se volcó inmediatamente, a defenderlos en los tribunales. La piratería organizada es mucho más corriente aún, en la electrónica de consumo, y hubo casos internacionalmente resonantes, en el Audio-CD y el Video-CD.
Gran parte de los servicios de inteligencia de los estados se ha reconvertido en la "posguerra fría", a la redituable actividad del espionaje informático. El escándalo que estalló a principios de 1995 por el sabotaje organizado de la CIA contra las corporaciones francesas de telecomunicaciones, es apenas una pequeña muestra del impresionante sub-mundo que gobierna, la competencia por la alta tecnología. La CIA habría destinado en los últimos años 28.000 millones, a este tipo de espionaje industrial.
En la informática, más que en cualquier otra actividad comercial, están muy borrados los límites que separan la legalidad de ilegalidad, en la acción de las corporaciones y los estados. No es en los "club de hackers", ni entre los jóvenes experimentadores de la computación, dónde se anidan los grandes desfalcos que utilizan alta tecnología.
La defensa del "Copyright" y los derechos de patente es el pilar de la política de las corporaciones y el gobierno norteamericano. Con estas banderas combaten la imitación de empresas rivales, pero también las iniciativas de individuos, clubs, y asociaciones sin fines de lucro, que aspiran al libre acceso de la información, y al uso comunitario de las nuevas tecnologías. Siegel, Roszak, y Goldstein, describen distintos casos de hostigamiento y persecución a estas iniciativas.
Tanto la innovación espontánea de los "hackers" anónimos, como el uso no comercial de distinto tipo asociaciones informáticas se encuentran en su fase experimental. Locksley describe las aplicaciones cooperativas de algunas redes europeas y norteamericanas (Technology shop in netherlands, GLC'S Technology networks, etc). Los proyectos de utilización de la interactividad como instrumento de la democracia directa, los "clubs de opinión", y los agrupamientos de comunicación inmediata, son otros ejemplos de esta misma tendencia.
El denominador común del uso alternativo de las nuevas tecnologías es la oposición, al aprovechamiento elitista, privado, y monopólico de la informática. El desarrollo de una opción democrática y cooperativa se contrapone en última instancia a la explotación comercial.
Internet, gratuidad, y libertades publicas. Internet es el prototipo más desarrollado de una "autopista informática". Opera con con 200.000 redes inscriptas, conecta directamente 2 millones de computadoras, y está al servicio de 15 millones de usuarios. Fue creada a mediados del 60 por el Pentágono con el nombre de Arpanet, con el fin de mantener la conexión entre los destacamentos, que podrían sobrevivir a un holocausto nuclear. Si los radares y las centrales telefónicas se derretían, una red computada autárquica podría quizás continuar en funcionamiento.
Durante los años 80, cuando la eficiencia del sistema quedó probada, la National Science Foundation fue transformando la red, en un gigantesco comunicador de usuarios, especialmente institutos, universidades y organismos científicos. Anualmente se duplica la cantidad de conectados, y solamente en los últimos cuatro años, la red creció 6000 veces. En 1994, se expandió un 132%, e incorpora actualmente un socio cada 2 minutos. El sistema funciona con un conjunto de programas, que permite orientar la búsqueda en el infinito universo de redes asociadas.
Hasta la comercialización iniciada hace tres años, en Internet no había propietarios. Esta característica subiste parcialmente, ya que todavía nadie es dueño del sistema. El acceso continua siendo abierto e ilimitado, y no rige la censura en las comunicaciones. Se publican por ejemplo experimentalmente, algunos diarios que no tienen editor. La aplicación académica ha permitido un grado de intercambio del conocimiento científico, sin antecedentes en la historia. Los académicos en vez de someter sus trabajos al régimen de referato han podido difundir instantáneamente sus descubrimientos. Esta colectivización del conocimiento ha sido uno de los logros más satisfactorios de la red. Barr y Borrus opinan, que la ausencia de criterios de rentabilidad permitió a Internet desarrollar sin ninguna restricción, la interconectividad entre los usuarios. La tasa de ganancia, no fija lo que está permitido o prohibido desarrollar.
La privatización de Internet ha pasado a ser una prioridad de las corporaciones, ya que en su estado actual, la red no sirve al negocio del multimedia. En muy poco tiempo se está produciendo el copamiento comercial. Las tres redes comerciales norteamericanas (America Online, Compuserve, y Prodigy) han accedido a la impresionante base de datos contenida en Internet, y la ofrecen como servicios. El uso empresario más común hasta ahora es el correo electrónico, pero el objetivo es organizar la venta dentro de la red. Ya existen sistemas de propaganda y publicidad. Las 20.000 compañías que ingresaron al sistema esperan convertirlo en un gran experimento de venta directa por computadora.
La reconversión comercial deberá superar sin embargo, la dificultad para asegurar el pago de las transacciones, y la falta de costumbre en este tipo de compras. Muchos anticipan que el "laboratorio shopping" permanecerá en estado de prueba, hasta que se defina la legislación básica de la futura "autopista". Probablemente antes de 1997 (o el 2000), sería difícil encontrar el punto de conciliación, entre los diversos intereses que rivalizan, por imponerse en la red de todas las redes. Algunas compañías están incluso experimentando, la implantación del sistema en otros países -como Gran Bretaña- mientras se define en Estados Unidos, el funcionamiento de la "autopista".
Tal como ocurre con los "hackers" y las redes comunitarias, la privatización exige eliminar todos los resabios de uso no comercial de la red. Un informe de la revista "Time", describe la "batalla por Internet", que opone a las compañías y al gobierno, con defensores del sistema libre y gratuito. Algunas empresas temen incluso, que el choque derive en "venganzas informáticas", de los veteranos contra los invasores comerciales.
La privatización implica el cierre de accesos, restricciones a la "libertad de navegación", y a las iniciativas de "hiperconexión". Las tarifas constituyen el punto clave, porque inauguran la estratificación entre usuarios de primera y última categoría. Por eso "The Economist" celebra la destrucción de Internet pública y académica, como un "triunfo de la libre empresa" contra un proyecto, que algunos califican de "anárquico, libertario, y un poco hippie".
La privatización de Internet exige la generalización previa de nuevos sistemas de codificación de la información para eliminar todo funcionamiento público, universal, gratuito del sistema. IBM y otras empresas están trabajando aceleradamente en métodos para encriptar la información. Pero esta codificación para defender sus patentes, tarifas, y ganancias, está asociada a un aumento de control estatal de la información, que amenaza la vigencia de las libertadas públicas. La National Security Agency (NSA), pretende supervisar compulsivamente el funcionamiento de todos las redes, introduciendo sistemas muy sofisticados de injerencia gubernamental sobre la información circulante. El rechazo a esta iniciativa es una de las principales reivindicaciones de las asociaciones democráticas de usuarios informáticos.
Roszak denuncia con un ejemplo, la amenaza a la privacidad y el atropello a los derechos ciudadanos. En Estados Unidos, unos 100 organismos federales comparten sus datos, con las compañías financieras de análisis crediticio. Con este cruce de información el 80 % de los ciudadanos tienen sus vidas, íntegramente retratadas en los ordenadores del gobierno y las corporaciones. Allí está registrado cómo saldan sus préstamos, educan a sus hijos, o pagan sus alquileres. Las nuevas tecnologías permiten un nivel sin precedente de violación de la intimidad, que solamente puede ser impedido mediante una lucha democrática.
El conflicto entre la utilización pública, gratuita y popular de las nuevas tecnologías y su aplicación comercial, que apareció en el origen de la computación, con los "hackers", y en Internet, resurgirá una y otra vez en la informática. Se trata de un problema político y social, directamente ligado a la necesidad de un acceso irrestricto y gratuito a las redes. La administración pública autónoma, la elección popular de sus autoridades, la sustitución de los criterios de rentabilidad por normas de utilización social prioritaria democráticamente establecidas, son algunos parámetros para transformar a la informática en un instrumento de mejoramiento de las condiciones de vida de la población.
Tesis 7:
Sobre nuevos principios de organización social, las N.T.I.
Contriburían a la emancipación del hombre.
Jornada de trabajo y control patronal. El uso capitalista de las nuevas tecnologías está en conflicto con la invención espontánea, la aplicación cooperativa, y no comercial de la informática. Pero el campo de oposición social, se ubica en la defensa sindical y política de los trabajadores del empleo, la calificación, y las condiciones laborales, atropelladas en nombre de la "modernización" informática.
Las grandes corporaciones intentan destruir o subordinar el primer tipo de iniciativas, argumentando que la preponderancia del mercado (es decir de ellas mismas), constituye el requisito del progreso tecnológico. Para doblegar la resistencia de los trabajadores han creado, en cambio, un clima de "pánico informático", presentando al desempleo y a la "flexibilización" laboral, como derivados "inevitables" de la informatización.
Hemos demostrado, en trabajos citados anteriormente, que estos supuestos no tienen fundamentos científicos, y aparecen solamente como justificación, de un mayor control patronal del proceso de trabajo. Pero al exigir un mayor esfuerzo, concentración, y compromiso subjetivo con la actividad laboral, el funcionamiento óptimo de las N.T.I. exige pautas radicalmente opuestas, a las vigentes y publicitadas por los empresarios. La informatización implica creatividad en el trabajo, es decir creciente dominio del operario sobre el producto que realiza, lo que a su vez resulta inconcebible si el empleo está amenazado, la salarios caen, y las condiciones de trabajo se degradan. Por estas razones, ningún aprovechamiento colectivo de las nuevas tecnologías es factible, sin una reducción radical de la jornada laboral.
Esta disminución opera como una tendencia espontánea de la transformación tecnológica, ya que reducir el tiempo de trabajo es la respuesta natural, al creciente desgaste físico y mental que entraña el uso de la informática. Es evidente que activar un ordenador, controlar un proceso continuo, manejar una máquina de control numérico, o analizar los códigos de una computadora, implican una condensación de esfuerzos superior, a cualquier actividad del maquinismo tradicional. Las jornadas de 8, 10, o 12 horas prevalecientes, vulneran los límites fisiológicos y mentales de la fuerza de trabajo contemporánea.
Existe una frondosa bibliografía, sobre la factibilidad de una reducción de la jornada de trabajo, a 2 horas diarias. Otras variantes más cautelosos propugnan la semana de 25 horas. Pero el obstáculo es la competencia empresaria, y las leyes del beneficio. A lo largo del último siglo, la clase capitalista solo concedió disminuciones parciales de la semana laboral, como resultado de una encarnizada lucha. Aunque una reducción de la jornada de trabajo vaya acompañada de aumentos -más que compensatorios- de la productividad, la valorización del capital, siempre induce a la intensificación o prolongación adicional del tiempo de trabajo.
La informatización no produciría ningún aumento del desempleo, si estuviera acompañada del acortamiento de la semana laboral. Al contrario, permitiría resolver simultáneamente -mediante la redistribución general de las horas de trabajo- el exceso de padecimientos que sufren los asalariados ocupados, y la carencia de ocupación que soportan los desempleados. Esta reestructuración es viable, con los nuevos patrones de fabricación y administración creados por las nuevas tecnologías. Pero obviamente cuestiona la organización de la producción, en torno a la competencia y el beneficio.
Frecuentemente se afirma que la "competitividad internacional" impide reducir el tiempo de trabajo, como si esta concurrencia fuera distinta a la rivalidad, que a escala nacional, bloquea la posibilidad de trabajar menos y disfrutar más. La competencia capitalista produce una obligación laboral muy superior, a la necesaria para el desenvolvimiento de una vida familiar satisfactoria. La concurrencia y el beneficio son los obstáculos al aprovechamiento de las nuevas tecnologías.
Las leyes del capitalismo no representan principios eternos e inmodificables. Frente al ultimátum empresario: "flexibilidad o desempleo", los trabajadores pueden ofrecer su propia propuesta. No tienen ninguna necesidad de dividirse de acuerdo a los intereses patronales, nacionales o internacionales. La reducción de la jornada laboral es una meta común de todos los trabajadores, y su conquista implicaría, que en vez de introducir las normas de competencia en su seno, los asalariados transmitan a toda la sociedad, nuevos principios de cooperación y solidaridad.
Los ideólogos de las corporaciones afirman que la informatización amplía el desempleo, pero impone simultáneamente una nueva "ética", de mayor responsabilidad laboral. En esta esquizofrénica interpretación, las NTI obligarían al mismo tiempo, a "trabajar como en Taiwan", soportando la "desocupación española". Este doble discurso se corresponde con la dualización del mercado laboral -núcleos estables y mayorías "flexibilizadas"- que impone la aplicación actual de las nuevas tecnologías. La alternativa a este doble sufrimiento de tener trabajo o no tenerlo, es la batalla por reducir la jornada laboral. El éxito de esta conquista demostraría, que el hombre puede utilizar a la informática para el bienestar colectivo.
Planificacion imprescindible. Bajo la economía de mercado, el desarrollo informático no puede escapar al despilfarro, que impone la infinita variedad de modelos, la saturación periódica, y la obsolescencia prematura de productos. Solo dentro de algunos años podrá conocerse la magnitud de los recursos dilapidados, en el actual desenvolvimiento simultáneo de varios tipos de redes; o en la competencia que libran las telefónicas y el TV cable, por imponer su norma en la "autopista informática".
El mercado obliga a un tanteo a ciegas, porque emite señales que carecen de fiabilidad. A las nuevas tecnologías se están destinando una masa de recursos, que nadie orienta racionalmente. Como se desconoce la futura conducta de los usuarios, la duración de las inversiones, o la disponibilidad y costo del crédito, resulta imposible saber cuales son las prioridades y conveniencias. El esfuerzo concentrado de millones de científicos, investigadores, y trabajadores puede además pulverizarse, si la crisis económica transfiere a las nuevas tecnologías toda su carga de sobreproducción. En la informática, la ferocidad de la competencia monopólica ha inviabiliza incluso hasta ahora, medidas de concertación y autodefensa, que adoptan corrientemente las corporaciones en otros sectores.
La planificación democrática de las nuevas tecnologías de la información constituye una necesidad imperiosa, para utilizar el potencial de ordenamiento económico, que facilitan las computadoras y las redes. En el capitalismo los ordenadores permiten a lo sumo, proyecciones potenciales de la demanda, pero nunca pueden anticipar cómo, cuándo, y dónde, irrumpirán los excedentes incolocables. En una economía planificada por el contrario, actuarían como infraestructura técnica de la formulación, modificación, y control popular de las metas fijadas para la producción y el consumo. Hemos explicado en varias oportunidades, porqué la usurpación burocrática de los organismos de gestión democrática, torna inaplicable este proyecto.
La propia expansión de la socialización objetiva del trabajo ha convertido a las NTI, en un instrumento de extraordinaria organización interna de los grandes conglomerados. La informática permite que estas unidades, integradas horizontal y verticalmente, puedan asignar con precisión la distribución del trabajo interno. La planificación permitiría extender esta organización al exterior de las empresas, superando el obstáculo que impone el mercado, a la coordinación general del proceso económico.
El socialismo es el campo natural de acción de las nuevas tecnologías de la información, ya que funcionan en base a un tipo de bien -la información- que necesariamente vulnera el reinado de la privada. El desarrollo de la computación y las redes induce a la circulación inmediata de la información, sin ningún respeto por las patentes y el "Copyright". El capital necesita recurrir a la sofisticada ingeniería de la codificación, para evitar la universalización cada vez más instantánea de la información.
En los debates teóricos de la "economía de la información" se discute la tendencia a la gratuidad de la mercancía información, como un rasgo asociado a la naturaleza específica de un bien inmaterial, que no se destruye al ser consumido, y que resulta inconmensurable en unidades corrientes. Pero si los costos de reproducción de la información tienden a cero, su mercantilización se ha vuelto artificial y empobrecedora de las cualidades, que ofrece su aprovechamiento en una sociedad socialista.
Internacionalizacion plena. La informática está evidenciando como ninguna otra tecnología, el asombroso grado de internacionalización de la economía actual. Lo que ha creado una "aldea global" interconectada, por medio de las telecomunicaciones y la computación, es el desenvolvimiento alcanzado por las fuerzas productivas. Pero esta nueva escala de mundialización, continúa estructurada en torno a estados nacionales que compiten entre sí, impidiendo que el entrelazamiento ya existente en el plano de la producción armonice todo el proceso económico. El capitalismo se fundamenta en la rivalidad mercantil y por eso, no puede resolver esta contradicción. Cuanto más avanza la internacionalización, mayores choques oponen a los estados representativos de los grupos capitalistas concurrentes.
El modo de producción vigente no se corresponde, con el tipo de organización requerida por la informática. Existe un divorcio histórico entre el sistema social dominante, y el régimen que estaría a tono, con los avances logrados en la ciencia y la tecnología. Las afirmaciones que parecen más adaptadas al momento actual: "mejorar la competitividad", "ganar la batalla de las N.T.I.", "no retrasarse en la carrera tecnológica" son en realidad, consignas del siglo XVIII o XIX; resabios de una época en que el progreso social presuponía la concurrencia entre países. Hoy en día, las nuevas tecnologías exigen, que la cooperación internacional plena constituya la base de una reorganización socialista global.
El aspecto más dramático de esta obsolescencia histórica de la competencia, es la participación forzada de varias decenas de países atrasados, en una rivalidad tecnológica, en la que no tienen arte ni parte. Mientras las clases dominantes de América Latina, Asia, y Africa, reclaman no "perder el tren de la informatización", sus países son convertidos en campos de batalla de corporaciones imperialistas, que solo buscan mercados cautivos, proveedores de insumos básicos, y deudores sometidos. Hemos explicado cómo en América Latina este proceso atravesó dos momentos cruciales: la asfixia de los intentos autónomos de desarrollo informático (especialmente en Brasil), y la privatización de las telecomunicaciones (especialmente en la Argentina).
Con algunas excepciones de países del sudeste asiático, la brecha tecnológica, que históricamente separó a las naciones desarrolladas del conjunto de los países semicoloniales, se ha ensanchado radicalmente con las NTI. La concentración del 90 % de los gastos de investigación y desarrollo en la OCDE, y la pertenencia del 90 % de las licencias tecnológicas a 5 países no es una novedad. Pero el uso capitalista de la informática permite una polarización sin precedentes, de calificadas tareas de concepción en economías avanzadas; y labores degradadas de fabricación masiva en los países atrasados.
Para el capital ha vuelto a tomar importancia estratégica la baratura de la fuerza de trabajo, y la tasa de explotación prevaleciente en las naciones periféricas. Esta es la "ventaja comparativa" que buscan las inversiones en América Latina, Asia y Africa. Corea y Taiwan no son la excepción, ya que su crecimiento se basó en la exacerbación de formas particularmente inhumanas de explotación. Además su "despegue informático" es dudoso e inestable. Contra un arsenal de apologías a los "tigres asiáticos", Dieter Ernest destaca que la base de conocimientos de las NTI en estas naciones es endeble, y depende de la cambiantes asociaciones que establecen en el lugar, las corporaciones norteamericanas enfrentadas con Japón. En todos los casos, la planificación económica, es el único puente hacia una cooperación internacional emancipadora en el campo de la informática.
Alienacion, cultura, y emancipacion. Como ocurrió con todas las transformaciones tecnológicas radicales del pasado, la informatización ha generado dos reacciones ideológicas opuestas. Por un lado, el optimismo superficial de autores como Toffler, que presentan a la informatización asociada al confort y a la felicidad general, ignorando el obstáculo que oponen las relaciones opresivas vigentes al bienestar colectivo. En el polo opuesto, el pesimismo romántico considera que el progreso material ya alcanzó un techo insuperable, y atribuye las desgracias del individuo al desarrollo de la tecnología.
Para ambos enfoques, las N.T.I. constituyen fuerzas con vida propia, que dominan la voluntad, y la conciencia de los hombres. Guiando a la humanidad al paraíso, o a la Apocalipsis, la informatización es presentada como un proceso totalmente autónomo del modo de producción capitalista. Pero esta impresión, que surge objetivamente de la producción mercantil carente de racionalidad, planificación, y organización, no responde a la realidad.
La informatización no ha "escapado a todo control", ya que se desenvuelve en función y al servicio de la reproducción capitalista. La sensación de omnipotencia de la máquina y de esclavización del hombre, simplemente refleja la enorme ceguera que domina toda la producción generalizada de mercancías. Este velo oscurece particularmente la visión, de quienes atribuyen a la informática poderes emancipatorios u opresivos, con independencia de las clases e intereses, que gobiernan a la sociedad. Aquí está presente una incomprensión del carácter social de la innovación, y un elevado grado de alienación tecnológica.
Esta última forma de fetichismo, tiene en el capitalismo una fuerza equiparable a la ejercida por las imágenes sobrenaturales en las economías agrícolas . La máquina es erigida en una fuerza de poderes superiores a los hombres, que garantizan su funcionamiento. Con la informática esta alienación salta un nuevo escalón, y degenera en la antropomorfización de los ordenadores. Las computadoras, que se construyen imitando las facultades del hombre -y que por ello, adquieren denominaciones equivalente a la acción del cerebro ("inteligencia", "memoria", etc)- son identificadas con estas mismas propiedades, que pertenecen exclusivamente al género humano. El fetichismo informático estimula extravagantes fantasías -como convertir a las computadoras en máquinas de gobierno- y alimenta el amplio espectro de ideologías, que justifican la continuidad del orden social vigente. Su denominador común es la aceptación del capitalismo como un imperativo de la informatización.
Algunos investigadores estiman, que el avance cualitativo en la mercantilización de la cultura operado en las últimas décadas constituye la principal usina propagación, de esta identificación del capitalismo con las nuevas tecnologías de la información. La asociación se nutre de la sofocante invasión de la publicidad en la vida cotidiana, de la apología del individualismo consumista, y de la exportación del "estilo de vida norteamericano" por los medios de comunicación masiva.
El conflicto entre el capitalismo y la informatización está presente en todos planos de la vida social. La planificación democrática es un paso hacia la emancipación del hombre, porque combinada con la reducción de la jornada de trabajo y la eliminación del control patronal, abre una puerta hacia el uso del tiempo libre en la autorealización del individuo. Esta meta es deseable, posible y alcanzable.