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Trabajo basado
en la conferencia dictada en el
ciclo de Actualizaciones Técnicas en Psicoanálisis
organizadas por el Hospital Diego Thompson - 7 de octubre de 1994
El agradecimiento a ustedes por esta invitación es doble. No sólo por su presencia hoy aquí, ya que resulta grato conversar con colegas sobre temas afines a la clínica, sino también por el hecho de que la invitación que me han cursado ha permitido que pudiese rescatar en un escrito ideas que estaban ambulando dispersas.
Una de las grandes virtudes que tiene la escritura es, precisamente, ésta: reunir, anudar una práctica en el registro de la memoria testimonial, aquélla que resiste a disolverse. En otros términos es una forma de organizar el pensamiento y compartirlo con interlocutores. Por ello este escrito que a continuación sigue.
Fin de un análisis.
De no mediar el marco contextual de un Hospital Público, contexto que le da sentido al texto , debemos admitir que el enunciado es tolerante de una versión plural de sentidos. Desnudo de este marco de referencia: "fin de análisis" puede convocar al pensamiento a la creación de otro contexto. Por ejemplo el temporal, e interpretar, en función de ello, que el enunciado está referido al fin del análisis en los bordes del fin del siglo XX. Siguiendo una expresión de un lingüista estadounidense, Charles Sanders Peirce , lo que estamos haciendo ahora es una "deriva interpretativa".
Si bien la convocatoria está remitida a la primer interpretación, dado el carácter de sujeción al lenguaje, muy brevemente nos vamos a referir a la segunda versión.
Es un hecho sabido que hay hoy una profunda crisis de los valores constituidos por la Modernidad, valores que fundados hace quinientos años dieron origen a creaciones científicas e ideológicas muy sólidas; siguiendo el agraciado título de un pensador contemporáneo, hoy "todo lo sólido se desvanece en el aire" .
Hace ya algunos años, Francis Fukuyama decretó "el fin de la Historia". Pero si hacemos un poco, precisamente, de historia observaremos que esta expresión le pertenece a G. Hegel, quien sobre comienzos del siglo pasado (¡un marco de referencia histórica y cultural totalmente diferente al vigente hoy!) ya había señalado que la historia se había agotado al alcanzarse el estado de perfección del espíritu absoluto.
El "fin de la historia" hoy viene acompañado del "de las ideologías", del "fin de los grandes relatos". Inclusive del "fin del texto", expresión que le debemos a G. Deleuze y F. Guattari ; resulta sugestivo que estos autores para fundamentar el fin de la hermeneútica textual (o muerte del texto) tengan que escribir un extenso y amplio texto llamado Mil Mesetas. En otros términos para sancionar la finalización del texto hay que escribir, en el mejor estilo recursivo, un nuevo texto que así lo justifique.
Ya en diversas oportunidades pasadas hemos señalado el carácter paradojal de las formulaciones llamadas "postmodernas" . A pesar de ello es válido rescatar algunos señalamientos indicados por los pensadores de la Postmodernidad. En especial el de G.
Vattimo , quien ha señalado que si la Modernidad se caracterizó por un sistema de pensamiento sólido, la Postmodernidad se identifica con un sistema de referencia débil.
El psicoanálisis se funda en las postrimerías del siglo XIX y se suma o encolumna dentro de un proyecto de cientificidad construido muy laboriosamente ya en el siglo XVIII por I. Newton. Éste no sólo hizo una construcción científica sólida sino que sumó esfuerzos, básicamente epistemológicos, para que a partir de allí "cientificidad" sea algo muy preciso y definido . Y es cierto que hoy existe una crisis en los sistemas de representaciones, crisis que termina por debilitar al pensamiento o hacerlo, como lo hemos expresado en otro lado , "light".
El psicoanálisis no puede eludir la crisis devenida de su lecho de nacimiento y si los valores representacionales propios de la Modernidad se encuentran en colapso es inevitable que el mismo alcance al psicoanálisis; quien, en otro orden de cosas, debería revisar algunas de sus categorías constituyentes.
Una pregunta que fundamentalmente podemos hacernos es: ¿Sigue siendo válido, por ejemplo, esa categoría de sentimiento de culpabilidad, con el cual Freud estuvo tan atormentado a lo largo de sus escritos?, pregunta que la hacemos desde la concepción postmoderna. Pero por otra parte, desde el psicoanálisis también podemos interrogar a la Postmodernidad con la pregunta: ¿hay hoy un nuevo tipo de subjetividad que merezca componer un nuevo sistema de representación para el mismo?.
Dejaremos aquí pendientes estas reflexiones para centrarnos básicamente en el fin de análisis, desde una perspectiva psicoterapeútica.
Fin de análisis y cura.
Como lo indica el título de referencia, cualquier fin de análisis se encuentra sometido a la noción de cura que posea el psicoterapeuta. Por ello resulta importante hacer un breve recorrido por las concepciones de cura que se han ido sembrando a lo largo de la historia del psicoanálisis. Recorrido que, dado la brevedad de este encuentro, nos obligará a segmentar desarrollos extensos en aras a la síntesis y confrontación de las diferentes posiciones en torno al tema. En esto seguiremos algunas orientaciones de C. Soler .
Una de las perspectivas en torno a la concepción de fin de análisis la representa la escuela estadounidense liderada por Kohut, aquél que trabajó sobre los trastornos narcisistas. Desde su enfoque, lo enfermo se centra en la debilidad del Yo para tolerar el peso del o de los conflictos; este Yo debilitado ha caído en un estado de inermidad e indefensión. La cura, en consecuencia pasa por fortalecer a ese Yo como para que supere y enfrente el o los conflictos. En consecuencia la noción de cura, abreviadamente expuesta, se localiza en la necesidad terapéutica de ayudar al Yo en su fragmento sano para que gane espacio frente a lo enfermo.
La otra concepción que, al igual que la estadounidense, funda escuela, es la de Melanie Klein. Los desarrollos de la escuela inglesa más explícitos con relación al tema de la cura han sido los de su seguidora más representativa: Hanna Segal.
El o los conflictos producen una fragmentación en la estructura psíquica, fragmentación defensiva que posee la paradoja de fortalecer al conflicto en lugar de debilitarlo. La posición esquizo-paranoide, que es fundante para el psiquismo, se perpetua o eterniza dando lugar a lo patológico.
El segundo elemento fundante para el psiquismo lo constituye la posición depresiva que, como es sabido, intenta reintegrar reparatoriamente lo que ha sido fragmentado en la posición anterior. La cura, es justamente, acceso a la integración de un objeto que ha sido dañado por el mecanismo defensivo esquizo-paranoide.
Es útil resaltar el concepto mismo de "posición" porque implica, en la dimensión de la escuela inglesa, la posibilidad cíclica de retorno donde no hay garantía de que lograda la posición 2 (depresiva) no pueda regresarse a la posición 1 (esquizo-paranoide). Y si señalamos el carácter valioso del concepto de "posición" es porque incluye una noción de estructura rigurosamente freudiana.
Efectivamente, a diferencia de la noción de estructura que maneja J.Piaget, donde los estadios superiores disuelven y absorben a los estadios anteriores , la concepción de Freud entiende que los estadios superiores frenan, reprimen o inhiben a los estadios anteriores, pero no disipan ni eliminan su existencia .
La otra concepción acerca de la cura se la debemos a Donald Winnicott. Él parte de la idea de que la enfermedad se origina en la vestidura asumida por el Yo de un Self inauténtico; en consecuencia la cura pasa por la sustitución de ese Self apócrifo por uno auténtico. "Self" significa en castellano "mismidad"; sería importante, y hay algunas señales de Winnicott en ese sentido, determinar o definir ¿qué es la mismidad?.
Lo que en todo caso es importante señalar de todos estos autores es, en primer lugar, que han leído a Freud, y se apoyan en él. Se podría criticar a los mismos que lo
han fragmentado, reprimido, seccionado. Pero en todo caso ¿no es la operatoria lógica de cualquier lectura la fragmentación e interpretación parcializada? Acaso ¿hay lectura desprovista de referentes contextuales que hacen que se haga gritar en un escrito algo silenciando otras cosas? ¿No lo hizo Freud, acaso, cuando desoyó sus propias afirmaciones? Salvo que se piense que el texto freudiano es inmaculado y en consecuencia se encuentra eximido de resquebrajamientos y fracturas, cosa que el mismo Freud ha descartado .
Por ello con autonomía del carácter crítico que se pueda hacer de las lecturas o versiones que los autores mencionados han establecido, sí corresponde señalar que todas las interpretaciones hasta el momento mencionadas poseen una finalidad holística o integradora. De modo tal que la salud se definiría conforme a los parámetros de la capacidad yoica de integración.
¿Por qué las diferentes líneas de pensamiento se reconocen en una relación de transferencia con Freud? ¿Por qué hemos mencionados que todas ellas "han leído a Freud"?
Porque en Freud mismo no hay un concepto univalente de cura (salud-enfermedad) sino que a lo largo y extenso de una generosa obra que se ha extendido durante cuarenta años de escritura, ha ido sembrando diferentes concepciones acerca de lo Normal y lo Patológico, parafraseando el trabajo de G.Canguilhem .
Los conceptos de cura que maneja Freud son solidarios de los conceptos de inconsciente. Por ello es importante señalar períodos que cobijaremos en frases que operarán como referentes históricos acerca de ¿qué es curar?. En esta dirección vamos a señalar cuatro períodos donde cura e inconsciente se solidifican.
Primer período: "Rellenado de huellas mnémicas". La sociedad instalada intelectualmente con Breuer establecía que la conciencia había perdido un fragmento de sus recuerdos; éstos se habían cristalizado como "grupo psíquico separado" . La cura consistía en volver a restaurar lo que la conciencia había segregado; recomponía, el proceso terapéutico, lo que fue "expulsado" de la conciencia produciendo en ella un daño reparable, en tanto se le pudiera restituir ese grupo de representaciones.
Segundo período: "Hacer consciente lo inconsciente". Como ya no alcanzaba la rememoración que caracterizó al primer tiempo, Freud se ve compelido a ampliar la fórmula de la cura. En este período acontecen los grandes escritos metapsicológicos (que van desde el libro fundacional: La interpretación de los sueños, hasta los Trabajos Metapsicológicos). Es coincidente en el tiempo la inclusión de la noción de Trabajo Psíquico (Arbeiten), idea que presupone que el psiquismo debe elaborar, tramitar los recuerdos por la vía de la vivencia. Recordar a "secas" sin revivir lo recordado no curaba, se transformaba en un mero recurso iatrogénico intelectual que no devenía en una retirada de los síntomas.
Este período, además está caracterizado por una sólida formalización de lo inconsciente, teorización que abraza los segundos historiales clínicos , los principales escritos técnicos, y la producción teórica más copiosa. Aquí ya el inconsciente posee una dimensión más extensa y amplia que la meramente descriptiva; ya es sistémico, estructurante y estructural de la subjetividad.
Tercer período: "Allí donde Ello hubo el Yo debe arribar". La compulsión a la repetición determinó una reflexión freudiana adicional y distintiva con relación a la etapa anterior; marcó (¡nada más y nada menos!) que el carácter irredento de una patología se había instalado como definitiva en la subjetividad. La repetición no era sólo un modo enfermo de vivir sino el modo de vida de ese sujeto. Aquí el análisis se mostraba trabado en sus propias fronteras curativas. El Yo debía acceder a ganar un espacio de dominio del Ello. Pero por otra parte hay algo ineludible en la Repetición porque constituye a la subjetividad misma y este no es un aspecto menor, ya que el modo de funcionamiento mismo del psiquismo se encuentra atado, indefectiblemente, a la Repetición.
A este período corresponden los grandes desarrollos desde 1920 hasta 1930 . Incluye el gran tratado sobre las neurosis como lo es Inhibición, Síntoma y Angustia (1926) sitio en el cual reafirma las correlación existente entre el Yo y los síntomas y los plurales modos en que el primero resiste a la formación de compromiso, pero termina doblegándose ante ésta.
Cuarto período: "Análisis terminable e interminable". No es éste tan sólo el título de un texto póstumo de Freud (1938) sino que sirve para ilustrar una concepción acerca de lo inconsciente y, solidario de ello, de la cura diferente al de la etapa anterior. El objetivo de la terapéutica analítica, señalará allí, es el levantamiento de las represiones patológicas; de modo tal que la existencia de represiones no patológicas no son objeto de análisis ni de transformación alguna. En otros términos, así como la Repetición es constitutiva de la subjetividad, también lo es la Represión.
De este modo es posible percibir que el psicoanálisis como teoría general de la subjetividad no posee como meta terapéutica sino objetivos limitados a los casos señalados como patológicos. Esto nos permite discernir entre una Teoría general de la Subjetividad (conocida con el nombre de Aparato Psíquico) de una Teoría terapéutica acerca de lo patológico y lo sano.
La idea de un análisis terminable permite templar los instrumentos teóricos con las posibilidades instrumentales prácticas o clínicas, sin por ello sojuzgar la totalidad de lo inconsciente al dominio de la conciencia.
En síntesis, a través de este punteo histórico hemos intentado mostrar oscilaciones conceptuales vertebrales en la evolución de la teoría psicoanalítica. ¿Se oponen entre sí estos períodos? ¿Se tratan, en el decir de G. Bachelard , de rupturas epistemológicas?
Hay un nivel de ruptura y otro de continuidad. La continuidad está marcada por una práctica clínica sostenida y por una convicción de que lo inconsciente constituye el motor, en conflicto con la conciencia, del psiquismo. Pero indudablemente entre el primer inconsciente enunciado (inconsciente que le debe mucho a la Filosofía) y el último hay una distancia de afinamiento intelectual muy importante. Puede, en este último sentido, considerarse que los períodos posteriores van complementando y enriqueciendo a los anteriores; de modo tal que éstos se integran en una dimensión de sentido más amplia. Del mismo modo que en la física A.Einstein, no desmiente ni se opone a Galileo Galilei sino que lo complementa ajustando lo que quedaba "desarreglado" del sistema galileano, aquí los períodos se van integrando en un espacio más abarcativo. Valga, como ejemplo, las palabras introductorias donde oficializa la llamada segunda tópica; allí podrá leerse con todas las letras la reivindicación de la primer tópica .
Pensar en Cura sólo es posible en el interior de una dimensión de Salud - Enfermedad. Sabemos que estas expresiones han sido paridas por la Medicina pero no son propiedad exclusiva ni excluyente de ella. Nada ganamos si cambiamos sólo los términos y mantenemos incólumes los conceptos. Actualmente hay un fuerte hábito a cambiar nomenclaturas y hablar, por ejemplo, de "analizante" en lugar de "paciente". ¿Qué razón existe para ello? Sólo la intención de apartarse de la producción discursiva médica. No es esta vestidura semántica, que reemplaza a la otra, lo que va cambiar la posición conceptual y, con embargo, a cambio de ello ¿no extraviaremos con esto una condición ineludible de todo análisis?
Para que exista un análisis es necesario que haya un sufrimiento psíquico y alguien que lo padezca; en otros términos, un paciente.
En oportunidades pasadas ya señalamos la distancia que media entre el discurso médico y el analítico y lo hemos apoyado no sólo en el ya clásico estudio de M. Foucault sino también en J.Clavreul conforme lo señalamos hace ya tiempo . Fundamentalmente el discurso analítico, contra el médico, no se funda en la restitución de ningún Ideal extraviado o perdido, sino en la invención de una historia a partir de lo Real.
Además de los períodos señalados anteriormente existen otras definiciones puntuales dadas por Freud en torno a la salud-enfermedad y cura.
Las mencionaremos a simple título de testimoniar con ello que siempre ha estado sobre el horizonte freudiano la idea de cura porque si bien, éste nos ha alertado acerca del "furor curandis", hoy padecemos de una idea de bastante circulación que es la del "furor non curandis", expresada a través de el "psicoanálisis nada tiene que ver con la salud" (¡idea muchas veces manifestada en centros de Salud Mental!) o la otra variante, más académica (porque es extraída de J.Lacan)"la cura sólo se da por añadidura".
Cuando en 1910 Freud arriba a Massachusetts para brindar ("o traer la plaga", como él decía) algunas conferencias sobre psicoanálisis en la Clark University, es interrogado por un periodista acerca de ¿qué es la Salud?. Respondió: Amar y trabajar.
Si se quiere es una respuesta enigmática y muy extensa; sin embargo se puede enlazar esta idea de Amar y trabajar con la que años más tarde expresaría en torno al concepto de Felicidad . Allí discierne entre la felicidad normal que implica la aceptabilidad de la desdicha humana, de la "felicidad" neurótica caracterizada por una miserabilidad existencial.
Otra idea en torno al fin de análisis aparece en los Escritos Técnicos, en especial aquellos referidos a la Transferencia. El análisis concluye cuando se ha disuelto la transferencia. No se trata, en consecuencia, de la disolución de la transferencia "a secas" (¡lo que presupondría la disolución de la red social, que se basa, precisamente, en los vínculos transferenciales! )sino de la relación de transferencia con el analista, objetivo que se consigue cuando el sujeto se transforma en un potencial analista, cuando está posibilitado el autoanálisis del mismo.
También en 1924, en un texto determinante , va a hacer definiciones muy contundentes en torno a la "normalidad"; la misma será la licuación entre características existentes en la neurosis (no aceptabilidad de la Realidad) y la psicosis (intentos de transformación de la misma).
En síntesis, lo que distancia la salud de la enfermedad en lo psíquico, es una cuestión cuantitativa con resonancias cualitativas. Se puede expresar esto en términos de Psicopatología de la Vida Cotidiana, de una normalidad humana que quiebra la virtuosidad ideal. Y en este sentido el concepto de salud es profundamente deudor de un argumento de la medicina vitalista , quien a su vez es tributaria de una idea que se remonta a la Grecia Arcaica. Este pensamiento es el de equilibrio; la enfermedad es la desmesura.
También Lacan posee algunas definiciones en torno a la cura, no sólo haciendo alusión a su mentado trabajo, La dirección de la Cura , sino que también ha manifestado en diferentes lugares una obsesión por dirimir ¿qué es la cura? en psicoanálisis. Podemos afirmar que en él no hay escrito que no contenga alguna alusión al tema.
Una de sus afirmaciones es que el fin de un análisis es "producir lo imposible". Enunciado que es necesario despejar. Por un lado, porque si bien se recuesta en el decir freudiano acerca de las tres tareas imposibles: gobernar, educar y psicoanalizar, lo cierto es que toda la producción tanto de Lacan como de Freud se ha apoyado en la tarea de psicoanalizar.
En la página 2 de este trabajo, allí donde hicimos alusión a G.Deleuze y F. Guattari, afirmamos "...resulta sugestivo que estos autores para fundamentar el fin de la hermeneútica textual (o muerte del texto) tengan que escribir un extenso y amplio texto llamado Mil Mesetas". Intentamos así mostrar al procedimiento recursivo y hasta paradojal; criterio que es nuestra intención hacer extensivo también al caso de Freud y de Lacan.
Si psicoanalizar es imposible ¿por qué tan vastas, amplias y extensas escrituras destinadas a dar cuenta de una tarea que se plantea como imposible?
Lo que es imposible no es psicoanalizar sino producir un "remiendo" del sujeto; en otros términos, lo que es imposible (¡y esto marca una diferencia crucial con las escuelas originalmente descriptas!) es la integración, es la juntura del sujeto partido o barrado. Lo ilusorio y por tanto imposible es imaginar el integralismo de un sujeto que, como lo pretendía el humanismo renacentista, fuese fuente de unidad.
Si el concepto de cura para Freud estaba íntimamente emparentado con el de Inconsciente, en Lacan el mismo concepto de cura se vincula con las vicisitudes del concepto de lo Real. Y si en Freud hemos detectado la existencia de cuatro concepciones diferenciadas de inconsciente, también en Lacan podemos encontrar tres conceptos diferentes de lo Real.
En el Seminario XI va a afirmar el carácter tyquico de lo inconsciente en contrastación con el carácter psíquico de lo preconsciente y conciencia. Esta descripción de lo inconsciente como vinculado a la Tyché (que significa fortuna o azar) coloca en el orden de la indeterminación al inconsciente, es decir en el orden de lo Real. En este seminario se marca una distancia importante con Freud, ya que para éste el sistema inconsciente está sobredeterminado. Con relación al protagonismo de la ecuación azar-determinismo ésta posee no sólo una incidencia en el psicoanálisis sino también en los desarrollos de las ciencias contemporáneas .
Es posible distinguir en la obra de Lacan tres conceptos diferentes acerca de lo Real que puntuaremos a continuación:
Primer concepto: Lo Real como imposible, que apunta en una doble dimensión: clínica y epistemológica. En lo que atañe a la primera ya hemos, anteriormente, explicado la imposibilidad de unir la divisoria propia de la subjetividad. En lo atinente al espacio epistémico (de baja incidencia en el campo clínico) esta referido a las fronteras, límites y vallas que encuentra la imaginación para concebir y construir la realidad). Se trata de aquello que queda excluido de la posibilidad de representabilidad. Algunas observaciones en esta dirección la encontramos en su trabajo Ciencia y Verdad .
Segundo Concepto: Lo que no cesa de no inscribirse. Se trata de representaciones no inscriptas que hacen la subjetividad misma. Este concepto posee alta incidencia clínica y se emparienta con lo que Freud llamó Represión primaria, o sea significantes que están operando pero que no poseen registro psíquico dando lugar a la formación de producciones sustitutivas. No es la Represión propiamente dicha que supone que algo inscripto ha sido desalojado de su lugar en la doble inscripción sino que ha quedado virtualmente en estado potencial de significación .
Tercer Concepto: Lo Real como la Letra. Hemos tomado esta versión distinta de lo Real amparados en el Seminario acerca de Joyce . Se trata de aquello que irrumpe deconstruyendo la secuencia discursiva (actos fallidos, o lapsus). Tendría relación de equivalencia con el desarrollo de Freud acerca de la Represión propiamente dicha (o secundaria). Obvia es su importancia clínica en este caso ya que es material de constructividad de la historia subjetiva; rubro sobre el cual más adelante volveremos por considerarlo crucial en un tratamiento.
Hemos distinguido, abreviadamente , estos tres conceptos de lo Real para fortalecer la idea que expusimos anteriormente. Por un lado la extensa obra de Lacan permite distinguir, calidoscópicamente, diferentes versiones sobre un mismo concepto (¡y no se trata de un concepto menor!); y por otro, no todo en un psicoanálisis está expuesto a la imposibilidad.
Hasta el momento intentamos exponer, con trazos amplios (¡y en ello se incluye un reconocimiento y una disculpa a los autores convocados!)las visiones acerca de la cura. Es válido, en consecuencia, extraer una conclusión provisoria: Todo encuentro terapéutico, sea de la corriente conceptual que sea, se sostiene sobre la base de una esperanza: la transformación psíquica.
Una frase de pascal : "hay razones del corazón que la razón no comprende".
¿Cuál es el fin de una análisis? Siguiendo las derivas interpretativas a la que hicimos alusión anteriormente acerca de Peirce, surge ahora una tercer interpretación del enunciado convocante hoy. ¿Cuál es el objetivo anhelado de un encuentro analítico? ¿Sólo la transformación, como afirmamos recientemente?
Aquí responderemos parcializada y contundentemente. Inventar una Historia singular; proceso para el cual se requiere el protagonismo compartido entre el paciente y el analista. Cuando esta historia se ha abierto, acontece el fin de un análisis. Pero ¿qué es Historia?.
Una forma de imaginar el pasado y un modo de recordar el futuro, siguiendo una lúcida metáfora de Carlos Fuentes .
Construir Historia implica necesariamente acudir a la tramitación psíquica de los recuerdos, porque "...no hay psicología que se precie de ser científica si no da cuenta del fenómeno de la memoria..." ; porque es, además, un trastorno de la memoria lo que determina la formación de síntomas.
¿No estará esta frase de Pascal (Siglo XVII) haciendo alusión a la Razón no comprendida por el Racionalismo? ¿No se referirá, aunque aún no tuviese el dispositivo semiósico apropiado, refiriéndose al Inconsciente? ¿No son acaso, los recuerdos, habitantes particulares de la subjetividad?
RECORDAR proviene del latín RE-CORDIS que significa "volver a pasar por el corazón".
Desde aquí construir Historia implica hacer "consciente lo inconsciente", es inscribir lo remiso y resistente a ser inscripto, sin perder la dimensión de singularidad. Dimensión que conviene aclarar, por lo menos desde el punto de vista de la Lógica; ésta maneja tres conceptos discernibles: general, particular y singular.
Lo general, como su nombre lo indica es generoso, amplio y abarca la totalidad del género en cuestión; se distingue de lo particular porque éste reproduce en micro lo que aquél expone en macro. La partícula (¡en la ilusión conceptual newtoniana!) reproducía al todo.
Lo singular es aquello que aparece por única vez y de forma irrepetible; en el decir de físico Heisemberg, es lo único e irrepetible que permite la iniciación de una seriación. Y si es único, inédito e irrepetible es resistente a la estadística y a la generalidad (íque en otro orden de cosas, son parientes directos!).
Por lo tanto situamos al sujeto en su singularidad, no como fin sino como comienzo de un análisis; inicio que contiene una posición previa: un sujeto pa(de)ciente, y un sujeto sujeto al dispositivo conceptual analítico. Son las condiciones necesarias para el comienzo de un análisis.
Y el trayecto a recorrer contiene metas u objetivos tendientes no sólo y circunstancialmente, a hacer desaparecer síntomas sino también a producir una escritura que haga Historia. Si, como lo afirmamos anteriormente, "la cura es por añadidura" se trata de un plus secundario al objetivo primordial que es componer una historia abierta.
Es hoy admitido como conocimiento consensual el grado de sujeción humana al lenguaje. Por ello es importante definir, aunque sea brevemente, qué entendemos desde aquí como escritura. Y a ésta la separamos radicalmente de la grafía; no nos estamos refiriendo al sentido coloquial o común de "escribir" que se enrola en la gráfica representacional, sino que, por el contrario, incluimos en escritura lo que la define por excelencia: la creación de trazas diferenciales y singulares. Seguimos en este desarrollo las indicaciones que J.Derrida expusiera en torno a la función de la gramática de lo inconsciente.
Escritura es discernimiento de huellas mnémicas; esto posibilita, posteriormente, tanto el surgimiento del discurso oral, como luego el de la grafía .
Desde esta dimensión "escribir historia" es "volver a pasar por el corazón" lo que fue muy fugaz e insignificante, aparentemente, en la vida misma de ese sujeto.
No hay historia que no esté expuesta, precisamente, a las vicisitudes de las huellas mnémicas, y en un análisis se trata precisamente de procrear y rescatar las huellas mnémicas en su finalidad creativa. No es evocar el pasado sino imaginar, siguiendo a Fuentes, lo pasado.
Este modo de producción de historia, por el orden de dependencia al lenguaje que señalamos antes, posee la ambición de generar un cambio, una alternancia, una transformación en la posición subjetiva; significa producir una metamorfosis donde el paciente pueda también ser un analista no necesariamente operante, pero sí capacitado para ello. Por eso "disolver la transferencia" significa la instalación de una función vivencial que implica la desaparición necesaria por la inutilidad de aquel que operó ayer como analista. Es, en última instancia, el fin de análisis.
En la orientación que le hemos asignado a esta exposición, encontramos en esa expresión "el fin de análisis" dos dimensiones contrapuestas. Por un lado "el fin de análisis" en su sentido riguroso según lo descripto recientemente, y por otra parte la interrupción del tratamiento analítico.
La interrupción del tratamiento puede encolumnarse en la dirección de la cura, pero no es el arribo a ella. Puede ser saludable, clínicamente, la interrupción de un tratamiento por las reflexiones que de ella pueda emanar, y así lo testimonia la práctica.
Pero el comienzo del análisis así como el fin de análisis, insistimos, es entender a la clínica como el campo de la escritura singular de un sujeto ; aquella que pueda hacer Historia.
El físico Stephen Hawking define la Historia de una manera muy particular y poética. Nos dice que si queremos conocer algo de ella debemos salir en una noche clara a mirar el cielo. Allí veremos cosas que ya no existen.
Esa es también la Historia que en la subjetividad intenta un análisis fundar.
Bibliografía
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HELMAN, Jorge - La subjetividad en los márgenes de la modernidad. - Revista TRAMAS (Publicación de AGRUPO) N*4 - Buenos Aires - Setiembre de 1992 y HACIENDO LAZOS (Publicación del Centro de Salud Mental N*3 Ameghino) - Año 3 N*5 - Junio de 1993 - Buenos Aires.
VATTIMO, Gianni - El fin de la Modernidad (Nihilismo y hermeneútica en la Cultura Postmoderna) - (fecha original: 1985) - Gedisa - México - 1986.
HELMAN, Jorge - El azar no es sólo un juego - Diario La Prensa (Suplemento de Profesionales -)