Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Gide: las puertas estrechas del deseo
Eduardo Albornoz

"On n’est jamais excusable d` être méchant
mais il y a quelque mérite a savoir qu` on l` est"

Charles Baudelaire.

Advertencia

En los "Petits poemes en prose" de Baudelaire, un pequeño relato lleva por título "La moneda falsa" (La fausse monnaie); allí, uno de los personajes regala a un mendigo una moneda falsa de dos francos, ganándose, con gran economía, la fama de hombre caritativo. Bernardo, protagonista de "Los monederos falsos" (Les faux-Monnayers) de Gide contempla indiferente la pieza de plata de dos francos que exhibe su rival sin decir nada de su origen. Nada nos dice Gide, pero el título y la escena confirman que se trata de la misma moneda que ha pasado del personaje de Baudeleire al de su relato.

En esa novela, Laura Douviers, la amante de Vicente Molinier, exclama frente al espejo: "un amante! Tengo un amante!" las mismas palabras con que la M. Bovary de Flaubert festeja la llegada de la primera pasión extramarital a su aburrida vida provinciana.

Ni Flaubert ni Baudelaire son nombrados en todo el relato que abunda en referencias a los escritores franceses del S XIX. Los secretos del hipertexto que es la literatura universal estuvieron durante siglos reservados al azar, a la memoria y a la curiosidad del lector. Aunque hoy no sería impensable un programa que los encontrara en pocos segundos, nada podría suplir esa intimidad con el autor que sólo la lectura de sus textos le ha brindado a Lacan. Acercarnos al Gide que nos comenta nos exige el placer de algunas de sus novelas, sin él, la tarea se nos tornará árida y difícilmente fructífera.

Introducción

Gide nació en 1869 y murió en 1951 y fue en 1909 uno de los fundadores de la Nueva Revista Francesa, la primera revista literaria de nuestro siglo, que determinó durante buena parte de éste lo que se debía y lo que no se debía leer en Francia. Fue, en 1947, uno de los pocos escritores que recibió con aprobación unánime el premio Nobel de literatura. Borges lo definió en pocas palabras: "Gide -nos dice-, que de tantas cosas dudó, parece no haber dudado nunca de esa imprescindible ilusión, el libre albedrío. Predicó el goce de los sentidos, la liberación de las leyes morales, la cambiante "disponibilidad" y el acto gratuito que no responde a otra razón que al antojo y, como escritor, siempre fue fiel a la buena tradición de la claridad".

Gide impuso al francés un estilo muy puro, sin lastre superfluo alguno, con un mínimo de maquinaria y elenco, con los personajes estrictamente necesarios para la trama que se desarrolla, y, todo ello le valió para funcionar en el siglo como ideal de la lengua francesa y su forma y ritmo resuenan aún en las conocidas entre nosotros Yourcenar y Duras.

Al mismo tiempo, su confeso entusiasmo por los muchachitos, sus andanzas con Lord Douglas (amante a su vez de Oscar Wilde) entre jovenes argelinos, las innumerables referencias en las cartas a su madre y (¿salvo en "La puerta estrecha"?) en toda su narrativa a esos niños pequeños por los que se apasionaba, le valieron la acusación de corromper a la juventud.

Esta dualidad no fue desconocida por Gide, quien recibía los calificativos de demoníaco y lujurioso junto con el reconocimiento de ilustre personalidad de la época. Nos dice en su Journal: "Mis críticos se sienten perplejos al ver que han coexistido y coexisten aún esos filones contradictorios en mi espíritu"

Juventud de Gide

La importancia del escrito de Lacan sobre Gide, "Juventud de Gide" y los aportes que sobre el mismo efectúa en las últimas clases del seminario "El deseo y su interpretación" (que no han sido traducidas del francés hasta el momento) radica, a mi criterio, no sólo en las claves que nos brinda para el análisis de la perversión sino en el valor que éstas adquieren como indicadores clínicos a tener en cuenta en las restantes estructuras.

Comenzaré entonces por un comentario sobre "Juventud de Gide o la letra y el deseo", tal el título completo del artículo, que toma como base para el análisis de Gide la biografía en dos tomos de Jean Delay "Juventud de Gide".

Lacan destaca, comentando el trabajo de Delay, la importancia que tienen en esta biografía, más allá de los datos aportados en las memorias de "Si la semilla no muere", los trozos inéditos de un diario, cuadernos y la enorme correspondencia de Gide con su madre y el vacío de la correspondencia con su prima Madeleine, más tarde su esposa, vacío en el que Lacan se detiene especialmente.

El texto sobre Gide es el tercero que Lacan realiza sobre la letra: La "lettre" robada e Instancia de la letra, son los dos primeros. Que el destinatario de las "letras" de Gide fue desde un principio sus Obras Completas es algo que no podría ponerse en discusión. El cuidado que tomaron durante décadas su madre y su mujer por archivar y clasificar su correspondencia no podía obedecer a otro destino. Unir letra y deseo, como hace Lacan en el título de su trabajo, no ha requerido en este caso ninguna operación de prestidigitador y esa es a mi criterio una de las razones que tornan paradigmático a Gide.

Lacan no hace nada parecido a un análisis standard de la perversión de Gide. En todo el escrito el término perversión no figura y el término fetiche figura sólo una vez lo que nos da otro indicador importante puesto que es muy frecuente en la clínica, recurrir a standards para hablar de la perversión. Esto tiene una consecuencia más si pensamos acerca de la posibilidad de análisis de la perversión. ¿Es analizable o no? Lo antedicho nos permite concluir desde ya que tampoco podemos responder a esto por sí o por no sin tomar en cuenta la particularidad del caso.

En las primeras páginas Lacan no escatima elogios a Delay, quien, como se sabe, le dió a éste la posibilidad de dictar en Sainte Anne el seminario al que nos referiremos. Lacan está en situación de deudor respecto de Delay y eso explica en parte su homenaje y que le perdone entre otras cosas que clasifique a Gide como nervioso débil cosa que él mismo critica en el escrito cuando expresa que los psicoanalistas se abstraen en la noción de debilidad del yo sin percibir que la spaltung o escisión del yo es en este caso el fenómeno específico. Podemos, si no verificarlo, al menos percibirlo prescindiendo de la extensa biografía de Delay, en la lectura de "El inmoralista" donde Miguel el protagonista nos muestra acabadamente la disociación entre el amor desexualizado por su esposa Marcelina ("...la amaba, si por esto quiere entenderese ternura, una especie de piedad y, finalmente, una estima suficientemente grande."), y el deseo perentorio que lo llevaba a los pequeños árabes de tez morena que desfilan incesantemente por el relato.

Lacan nos dice que el trabajo de Delay sobre Gide permite ordenar en todo su rigor, la composición del sujeto. "Toda investigación, por la mera honestidad de su acuerdo con la manera en que se debe leer un material literario, encuentra en la ordenación de su propia exposición la estructura misma del sujeto delineado por el psicoanálisis".(1)

No sostendrá siempre tan encantadores elogios. En la conferencia de Ginebra sobre el síntoma dice del mismo Delay que en su "Juventud de Gide" da acabadas muestras de no haber sido analizado.

Es en la introducción de este artículo que Lacan carga las tintas contra el psicoanálisis aplicado: "el psicoanálisis, sólo se aplica, en sentido propio, como tratamiento y, por lo tanto, a un sujeto que habla y oye" (2)

Dos páginas más adelante se hace la pregunta : "¿Qué fue para ese niño su madre, y esa voz por la que el amor se identificaba a los mandatos del deber?" Y continúa "Se sabe bien que para querer sobremanera a un niño hay más de un modo, y también entre las madres de homosexuales". El modo, en este caso, es el del amor identificado a los mandatos del deber que resume la posición de la madre de Gide con respecto a su hijo único. Esta modalidad permanece hasta la muerte si nos atenemos a la correspondencia. Hasta el fin madame Gide no dejó de indicarle a su hijo como había que actuar en la vida, sobretodo en lo atinente a la moral y las buenas costumbres.

Lacan nos recuerda que ella misma había debido luchar con lo que denomina "esas taras": "en su juventud, como las bodas tardaban en llegar, llenó el vacío con una pasión por su institutriz" (3), que debe haber sido lo suficientemente intensa para que no pudieran sofocar los prejuicios del ambiente. Esta relación homosexual de la madre de Gide nos indica que para ella el falo ocupó un lugar particular. Lacan dice que la madre de Gide probablemente no simboliza el objeto de su deseo en el falo y pone en relación la pasión de esta madre con la del propio Gide auscultando en la noche los sollozos del desván donde Marie y Delphine, las sirvientas, desgarran su unión (4).

El amor del que se trata aquí no es un amor enlazado al deseo simbolizado y normalizado por el falo ;l revés de la forma clásica de la posición homosexual: en la que el niño ocupa el lugar de este objeto para la madre y funciona como su falo.

Gide no es un niño deseado, falicizado (5). Tenemos entonces un amor separado del deseo y, por otro lado identificado al deber.

En Juanito, por ejemplo, vicisitudes al margen, el amor está enlazado al deseo.

Unos párrafos más adelante Lacan nos da la clave del caso, nos presenta a Gide niño escindido "entre la muerte y el erotismo masturbatorio, del amor no tiene más que la palabra que protege y la que prohibe; la muerte se ha llevado, con su padre, la que humaniza el deseo. Por eso el deseo, está confinado para él a la clandestinidad" (6). La Spaltung del yo es para Lacan el fenómeno específico del caso Gide. En esto Lacan y Gide están de acuerdo. Su aserción: "No me ha ocurrido a menudo tener que renunciar: un plazo es todo lo que obtiene de mi el revés", Lacan nos recuerda, nunca fue desmentida por su conducta. Esta escisión se manifiesta en la disociación amor-deseo, la clave lacaniana del análisis. Para el mismo Gide la cuestión está planteada en estos términos: El amor, nos dice, es cosa del alma. El deseo, cosa de los sentidos. La escisión amor-deseo se manifiesta en Gide en el sentimiento de piedad, abnegación y virtud con que se ofrece a su prima Madeleine, con quien termina casándose y el impulso que lo lleva a la ardiente Fedra (7) que representa su tía, la madre de Madeleine. Es por su relación con esta tía que Gide accede en lo imaginario al lugar de niño deseado adquiriendo algo de esa gracia que no le dio su relación con la madre. En relación al deseo es que aparece la tía, que es en verdad la segunda madre.

Entonces tenemos en Gide dos madres, la del amor y la del deseo. La conjunción entre el amor y el deber deja al deseo en posición de exclusión. Como está en posición de exclusión es que se presenta e insiste como intrusión. El amor, por su lado, queda como amor embalsamado, en palabras de Lacan : "el sentimiento de Gide por su prima ha sido el colmo del amor, si amar es dar lo que no se tiene, Gide le dió a Madeleine la inmortalidad."

¿Y no es acaso la modalidad del amor de la primera la que explica el caracter mortífero del deseo de la segunda?

Más adelante, en la pág. 737 de los Escritos tenemos una de las alusiones a la máscara, (hay varias) que creo expresa más acabadamente el planteo de Lacan: André Gide mismo encuentra la dimensión de persona que como ustedes saben significa máscara, y Lacan nos

dice que es en esta máscara (persona) y en ninguna otra parte que se ofrece a nosotros el secreto del deseo y con él el de toda nobleza.

Advertencia que tiene una enorme importancia clínica. Uno es engañado por la máscara si se pone a buscar detrás. Mirar la máscara es lo contrario de cualquier análisis de las profundidades. La máscara entonces no enmascara el secreto del deseo, es ella misma el secreto. La máscara pareciera decirnos que el secreto está detrás, y en eso es engañosa.

En realidad, como todos, Gide la lleva sobre el rostro y, por ello no se trata de ir a mirar detrás. En la persona de Gide, tenemos la tía y Goethe.

La lectura de Goethe a los 21 años tiene según Lacan un efecto decisivo en la vida de André. Este dato no es de menor importancia ya que implica no considerar que a los cinco años esté todo jugado para el sujeto. No podemos quedarnos, entonces en lo preedípico y en lo edípico.

Otro dato interesante es que Lacan no se preocupa por la elección de objeto homosexual que es puesta en segundo plano (8). Todo su análisis está centrado en una elección de objeto heterosexual. La mujer verdaderamente amada. Ese "amor embalsamado" ligado a un objeto, las cartas, esas cartas sin copia en las que Gide puso su alma. A esta mujer, a la que no puede desear, Gide le escribe. Lacan, por otra parte no cae en la simplificación de abordar la perversión por la vía materna. No descuida al padre. El padre de Gide no es un padre ausente, aunque un padre ausente puede cumplir muy bien su función. La pregunta que se plantea no es quién está presente o ausente, quién es venerado o deshonrado, sino saber en qué lugar de la pareja y de qué modo se sitúa la autoridad. Es importante clinicamente establecer como la relación parental determina una relación entre el sujeto y el Otro sexo. ¿Qué tipo de relación determina? Es una pregunta clínica central.

El análisis de la correspondencia con Madeleine merece un capítulo aparte. Madeleine (una hermosa metáfora de Gide nos dice que ella "recordaba" a su madre -a la de Gide, no olvidemos que eran primos- para decirnos que se le parecía) es reducida al singular, es la única mujer que Gide ama en su vida y Lacan no duda en indicarnos que otra hubiese sido la historia si ella hubiese ofrecido a André una figura reanimada por el color del sexo. Los muchachos, en cambio, están en plural.

Lacan utiliza, por única vez, la palabra fetiche para referirse a las famosas cartas de amor del escritor que Madeleine quemó y, si bien ella confiesa que eran lo más precioso que tenía, lo seguro es que las cartas eran preciosas para Gide, pero para Madeleine y sobre todo cuando ella descubrió por donde iba Gide a satisfacerse, uno podría pensar que en ese momento las cartas pierden para ella todo valor y se deben haber convertido en pura charlatanería. Lacan nos dice que Gide es un pobre Jasón que no reconoce a su Medea. (9)

En la tragedia de Eurípides (10) Medea, que había abandonado su patria para casarse con Jasón, no pudo aceptar que su esposo contrajera segundas nupcias con la hija de Creonte. No le bastó para vengarse matar a su rival, también sacrificó los dos hijos que ella misma había tenido con Jasón y que según dice le eran muy queridos, ¿y los sacrifica a qué?, los sacrifica al goce supremo de la venganza respecto de aquél hombre que la había traicionado, y además en forma vil. Madeleine es para Lacan "una verdadera mujer en su integridad de mujer" (11)

¿Por qué? "El gemido de Gide (12) cual el de una hembra de primate golpeada en el vientre y donde brama el despojo de ese doble de sí mismo que eran sus cartas, por lo cual las llama su hijo, no puede aparecérsenos sino colmando la hiancia que el acto de la mujer quiso abrir en su ser, excavándola lentamente una tras otra con las cartas arrojadas al fuego de su alma llameante."

Lacan compara los actos de Medea y Madeleine, son, dice, actos de verdaderas mujeres.

¿Por qué una verdadera mujer? Lacan nos dice aquí, porque golpea al corazón, no golpea el tener, golpea al ser del otro, golpea aquello que es más esencial para el ser del otro, lo insustituíble, lo irrecuperable. Es un acto por otra parte que corta toda la dialéctica significante, si pensamos que el significante es el dominio del matiz. Un día se injuria pero al día siguiente se puede decir que las palabras sobrepasaron mi pensamiento, que no era exactamente eso lo que quería decir, etc. El acto de Madeleine es exactamente un acto que borra el significante. De hecho, el propio Gide reconoce que ese acto provocó en él un tremendo efecto y que desde entonces no recuperó ya el gusto por la vida, lo que nos permite pensar en la segunda parte del título del artículo de Lacan, "la letra y el deseo" la función de fetiche de esas "letras" en el sostén del deseo de Gide.

Las clases del seminario 6

Veamos ahora que es lo que se introduce en la clase del 24-6-59 donde Lacan realiza un

análisis de Gide que en cierto modo podemos decir que incorpora una serie de novedades con respecto a su escrito sobre la juventud de Gide que apareció por primera vez publicado en el número 131 de la revista Critique de abril de 1958, es decir poco más de un año antes.

En esta clase Lacan se ocupa de las relaciones del sujeto con el deseo, más precisamente donde el sujeto se sitúa en relación a este deseo.

Contrariamente a la idea postfreudiana que planteaba una oposición entre neurosis y perversión basada en sostener que en la perversión estarían a cielo abierto las pulsiones que en la neurosis son reprimidas, Lacan va configurando una diferenciación entre ambas estructuras sustentada en la posición del sujeto en la estructura del deseo.

Vemos en la perversión una inversión del proceso de la prueba. Eso que es a probar para el neurótico, a saber la subsistencia del deseo (el neurótico se desea deseante) deviene en la perversión la base de la prueba. Creo que vale la pena transcribir esta cita algo extensa de Lacan en la que lo dicho se aprecia suficientemente:

"El neurótico está siempre en el horizonte de él mismo, está preparando el advenimiento. El neurótico, si ustedes me permiten la expresión que creo calcada sobre toda suerte de cosas que nosotros vemos en la experiencia cotididana, está siempre ocupado en hacer sus bagajes, o su exámen de conciencia -es la misma cosa- o en organizar su laberinto -es la misma cosa- él reúne sus valijas pero olvida alguna, o las deja en consignación, pero se trata siempre de valijas para un viaje que no hace nunca".

Si en el neurótico, el deseo está en el horizonte de todas sus demandas, largamente desplegadas o literalmente interminables, se puede decir que el deseo del perverso está en el corazón de todas sus demandas. Lacan lo ejemplifica con un fragmento del propio Gide, en el que esto se aprecia: "en el más minúsculo de los índices. Pero cada cual sabe que para nosotros ahí está lo más importante; él nos cuenta la historia del nudo en la madera de una puerta. En la madera de esta puerta en alguna parte en Urien, hay una cavidad, puesto que un nudo ha sido extraído. Y eso que hay al fondo es una pequeña bola, se le dice, que su padre ha puesto cuando él tenía su edad. Y él nos cuenta, para la admiración de los amantes de las letras, que a partir de esas vacaciones él pasa un año dejando crecer la uña de su dedo meñique para tenerla lo suficientemente larga en el próximo reencuentro, para extraer esta pequeña bola en la cavidad de la madera".

"Cosa a la que él llega en efecto, para no tener, a continuación, en la mano más que un objeto grisáceo que tendría verguenza de mostrar a cualquiera, por lo que -creo que él lo dice- él la reubica en su lugar, corta su pequeña uña, y no hace confidencia a nadie, salvo a nosotros, la posteridad que va a inmortalizar esta historia".

Refiriéndose al splitting, al corte, a la escisión del yo, Lacan aprovecha la ocasión para ironizar sobre la posición de Gillespie que suponía esta escisión como producto de una identificación del sujeto al órgano genital femenino, que es una hendidura.

"Superponer, de algún modo la división de la personalidad del perverso sobre las dos valvas de un órgano original de la fantasmatización es algo que está para hacernos sonreir, incluso desviarnos".

Y aquí llegamos, en esta clase, al punto donde Lacan refiriéndose a Gide, no duda en hablar de perversión: "lo que sí encontramos en la perversión, es algo que se presenta como una oposición de dos valores identificatorios... él es el falo en tanto que objeto interno de la madre y él lo tiene en el objeto de su deseo. En la perversión se presenta una simulación natural del corte. Eso que el sujeto no tiene, él lo tiene en el objeto. Eso que el sujeto no es, su objeto ideal lo es".

En el perverso aparecen en conjunción "él lo es" y "él lo tiene" : es suficiente que este "él lo tiene" sea en la ocasión "ella lo tiene"

Y esto es lo que nos muestra Gide.

Más adelante, en la pág. 3, Lacan ya no se refiere directamente a Gide pero continuando su desarrollo anterior nos dice que son las estructuras del deseo las que en neurosis y perversión se oponen. Plantearlo así es desde ya una forma de decir que: la relación entre la neurosis y la perversión no se rige por la oposición entre lo manifiesto y lo latente. (13)

Perversión y fantasma

Esta idea puede provenir del mismo Freud si uno no lo lee cuidadosamente. En Tres Ensayos para una teoría sexual nos dice que los fantasmas que los perversos tienen con conciencia clara, y que en circunstancias favorables pueden transformarse en acciones y los fantasmas inconscientes de los histéricos, que es posible descubrir trás sus síntomas mediante psicoanálisis, coinciden hasta en los detalles en cuanto al contenido.

Podemos hacer un paralelismo, el acto perverso es al fantasma perverso lo que el síntoma es al fantasma neurótico. Trás todo acto perverso y todo síntoma neurótico obran fantasmas que no se diferencian en cuanto a su contenido. Sí en cuanto a su uso. Fíjense que en esta primera concepción Freud sitúa la diferencia en el orden tópico: en la conciencia el fantasma del perverso, en el inconsciente el fantasma del neurótico.

Pero esta tópica al mismo Freud le resulta insuficiente cuando analiza "Pegan a un niño" ya que allí se ve el caso de un fantasma que no se expresa en síntomas sino en actos y que estos actos son en ocasiones de tinte perverso. El mismo fantasma neurótico presenta formas conscientes y otras no.

Que Lacan considere el acto perverso supone dar por sentada la distinción entre sujeto de la perversión y acto perverso. El acto perverso es el recurso fundamental del sujeto para obturar el agujero en el Otro.

De todos modos el camino que indica Freud es el de analizar las diferencias entre neurosis y perversión por la vía del fantasma. Si hay que estudiarlas por medio del fantasma ya eso nos indica que no se trata allí de pulsiones a cielo abierto.(14)

Aquí podemos ver en que sentido neurosis y perversión se oponen, en la medida en que aquello de lo que el neurótico se defiende en su fantasma, el perverso se dedica, se consagra. El se ofrece a sustentar el goce del Otro. El neurótico se desvela por mantenerse a distancia del mismo. En la neurosis y en la perversión el fantasma no juega de la misma manera. Para el perverso sí es posible la relación sexual. El perverso, con su despliegue fantasmático intenta recrear ese goce mítico, completa al Otro, hace posible el Uno anterior a toda división sexual. El neurótico, cuando construye su fantasma, dispone de dos estrategias, el modo obsesivo y el modo histérico. El obsesivo, por ejemplo, instaurando un Amo del que supone que sabe lo que él quiere. La histérica sostiene a la otra mujer, como aquella que sabe lo que es necesario para que el hombre goce. Ambos intentan sortear la castración del Otro al precio de la propia.

El perverso, al contrario busca proveerle al otro lo que quiere. En el perverso hay una función del fantasma que se afirma como voluntad de goce, esa voluntad de goce, en tanto fracasa se manifiesta entonces por esa iteración sin fin, que sustituye a la metonimia del deseo, por ejemplo en Gide la sucesión de los muchachitos sin nombre, nos muestran esa voluntad de goce como un cuasi deseo.

Hasta aquí el desarrollo de Lacan. Una pregunta que podemos hacernos es en qué se autoriza Lacan para considerar a Gide perverso, algo que no estaba explícito en Juventud de Gide.

Freud considera patológica toda perversión de carácter excluyente y fijo dando por entendido que la disposición a la perversión integra la constitución normal del individuo. Desde este punto de vista se puede definir la perversión como la necesidad de una condición absoluta de goce, lo que autoriza a entender el fetichismo como arquetipo de la perversión.

Tenemos, en primer lugar, la homosexualidad declarada de Gide, en la que Lacan no se detiene en su escrito pero sí en la clase del 24-6: "nuestro André Gide, inconstestablemente, merece ser situado en la categoría que nos plantea el problema de la homosexualidad..", en principio la homosexualidad no designa otra cosa que la elección de objeto sexual o la conducta sexual, lo que no incluye necesariamente la fetichización del objeto o la posición masoquista del sujeto que son lo único que autoriza el término perversión.

Si opusiéramos la homosexualidad como síntoma neurótico (rasgo de perversión) en relación con la defensa y el deseo a la homosexualidad como fijación libidinal en relación con el goce, perversa dado que su caracter de exclusividad resulta patente, podríamos apreciar los elementos que le permiten a Lacan ubicar indudablemente a Gide en esta estructura.

Recordemos la cita de Borges que transcribimos al comienzo de este trabajo, Gide fue un predicador de su particularidad. ¿Qué encontramos aquí sino el savoir faire del que nos habla Lacan en Aún? Si sumamos este savoir faire a la función de fetiche de sus "lettres" que ya comentamos tenemos la estructura de Gide.

En "Un Recuerdo infantil de Leonardo", Freud construye un fantasma en el que la madre de Leonardo ocupa un lugar clave: "mi madre aplastó mi boca con infinidad de besos apasionados". Freud generaliza su análisis "en todos los casos de homosexualidad masculina hemos vuelto a encontrar en la primera infancia, período olvidado después por el sujeto, un intensísimo apego erótico a una mujer, la madre generalmente, apego provocado o favorecido po la ternura excesiva de la madre misma y luego reforzado por un alejamiento del padre de la vida del niño" En el caso de Leonardo esta elección es platónica y es concebida por Freud como narcisista, por lo que Leonardo amaría en los jóvenes mozos al niño que él mismo había sido para su madre.

Ustedes saben que para Freud el hombre tiene dos objetos, la madre y él mismo y es importante liberarse de los dos. El homosexual para Freud a esta altura es aquél que logra liberarse de la madre reprimiendo su amor por ella pero no de sí mismo.

En el caso de Leonardo Freud desdobla la función de la madre, por un lado la de la primera infancia que coloca a Leonardo en el lugar del esposo ausente y por el otro la madre como esposa estéril del padre.

De estas afirmaciones de Freud deriva mucho de la doxa analítica que hace pensar en la madre fálica como condición de la elección homosexual. El problema es si se entiende lo que dice Freud en su carácter imaginario.

Freud dice algo más que es frecuentemente dejado de lado: "el número de casos en que las condiciones requeridas se presenta es por lejos muy superior a los casos efectivos de homosexualidad". Tenemos entonces que lo anterior podría ser condición necesaria pero no suficiente. Freud habla en Leonardo de dos madres.

Aquí podemos retomar la tesis lacaniana de las dos madres en Gide, que nosotros comentamos, y confirmar que está claramente desprendida del análisis freudiano de Leonardo, la madre del amor y la madre del deseo, representada en la figura de la tía-suegra.

Ahora plantear dos madres es en primer lugar una desimaginarización, que implica ya hacer operar otro registro. Freud mismo, al operar en un solo objeto dos corrientes, tierna y erótica también va en este sentido. Esta división que es regla general en la sexualidad masculina se acentúa en la elección homosexual. Son muchos los casos de homosexualidad al estilo Gide, un amor sublimado como recuerdo de esa madre cuya castración reniegan y fetichización en el pene de sus parteneires del falo que fueron ellos mismos para su madre, en este caso la segunda madre.

Es precisamente la sobreestimación del órgano masculino que induce a no renunciar a él en el objeto de amor (15). La particularidad en Gide es que se trata de una renuncia a la mujer en el deseo a la vez que la hace existir, única, en el amor.

En el sueño del padre muerto que analiza Lacan (ver Acheronta 1) vimos la modalidad neurótica por excelencia. Para no enfrentarse con la castración el sujeto elegía sufrir por el otro. "Sentí un gran dolor por que mi padre estaba muerto y no lo sabía", ante la falta del Otro el sujeto completaba el conjunto con su propio dolor, ofrecía su dolor para completar al otro, Pero ¿qué pasaba? El Otro quedaba completo pero inconsistente. Era un conjunto de significantes más dolor.

¿Cómo podemos pensar esto en la perversión? El acto perverso intenta demostrar que el Otro no es inconsistente sino incompleto. Transforma la falta estructural del Otro, su inconsistencia en incompletud imaginaria. Así el perverso sabe qué hacer con la falta del Otro y no padece por ende los efectos subjetivos de la falta en ser. Se distingue así radicalmente del neurótico para el cual su falta en ser da fe de la inconsistencia del Otro.

El perverso se consagra a un acto repetitivo y siempre fallido de restitución de la completud del otro. No se pregunta por la razón de ser de su vida, pues sabe que lo que tiene que hacer es completar al Otro y cree saber cómo, en términos de goce. Para el neurótico tenemos que se produce la identificación de la falta del Otro con su demanda. Así, la demanda del Otro se constituye como objeto en su fantasma, cuya fórmula es la de la pulsión ($ vel D). En la perversión se trata de una prevalencia de lo imaginario que aparece como una solución a lo que se sustrajo a nivel simbólico.

El principio fálico del deseo establece que la madre no es toda para el niño puesto que deshace la envoltura del amor. La madre de Gide que lo antepuso a ella misma, fue toda para él. El comportamiento del homosexual masculino es compatible con "al menos una mujer", Gide la hizo existir, en su madre y en Madeleine.

Bibliografia general

1.- Freud S. "Un recuerdo infantil de leonardo"

2.- ib., "Tres ensayos para una teoría sexual".

3.- ib., "Pegan a un niño"

4.- Gide A., "El inmoralista"

5.- Ib., "Los monederos falsos"

6.- Ib., "La puerta estrecha"

7.- Ib., "Cuaderno de André Walter"

8.- Lacan J. Escritos II

9.- Ib., Seminario 6, "el deseo y su interpretación" Inédito.

10.- Ib., "Conferencia en Ginebra sobre el síntoma", Intervenciones y textos 2.

11.- Ib., "El saber del psicoanalista"

12.- Ib., Seminario 20, "Aún"

13.- Fundación del Campo Freudiano, "Rasgos de perversión en las estructuras clínicas"

14.- Malentendido, Revista del campo Freudiano, "Acerca del Gide de Lacan", J.A. Miller

15.- C. Soler, "Qué Psicoanalisis".Curso 1989-90- Sección Clinica París

Notas

(1) J. Lacan Escritos II pág 728.

(2) J. Lacan Escritos II pág 727.

(3) J. Lacan Escritos II pág 729.

(4) J. Lacan Escritos II pág 729.

(5) No olvidemos que muchos años después, en la conferencia de Ginebra sobre el síntoma, Lacan sigue dando una importancia trascendental al hecho de no ser deseado por uno de sus padres. Por otra parte y al contrario ser el falo de la madre implica para Lacan cierto número de trastornos pero no forzosamente un destino homosexual

(6) J. Lacan Escritos II pág 732.

(7) Fedra: esposa de Teseo, enamorada de su hijastro Hipólito, lo hizo matar al no ser correspondida.

(8) Los casos de rebelión contra las tendencias homosexuales no son raros. No pocas veces nos encontramos con las características de rumiación propias de las neurosis obsesivas. Lo primero que nos tendríamos que preguntar en esos casos es sobre el estatuto de ese rechazo en el que encontramos la esperanza de una templanza, de un dominio de la tendencia que se desprecia. Gide no es la excepción, basten como indicadores el desconcierto que provocó en la crítica la aparición de "La porte etroite" exultante de santidad luego de "L´ inmoraliste" con el que se había ganado el rótulo de lujurioso y demoníaco. El mismo Gide nos habla de esa escisión "han coexistido y coexisten esos filones contradictorios en mi espiritu"

(9) J. Lacan - Escritos II pág 741

(10) Por la cual Nietzche lo denomina el decadente y Aristóteles el trágico de los trágicos

(11) Escritos II pág 740.

(12) Escritos II pág 741.

(13) Antes nos ha hablado de Lolita, la famosa novela de Nabokov que como ustedes sabrán estaba obsesionado con Freud a quien llamaba curandero medieval, En su análisis, magistral por otra parte, de Emma Bovary, El pobre Nabokov no podía evitar que alguna idea de Freud se le apareciera cada cuatro renglones y en la mitad del análisis Nabokov se veía obligado a decir "el curandero medieval podría haber sacado bastante partido de esta escena" y más adelante Nabokov, honesto e inteligente al fin, seguía diciendo "el viejo Freud ríe entre dientes en la sombra" y dos renglones después "la risa en la sombra es ahora diabólica". Es verdaderamente candoroso. Y particularmente prefiero a Nabokov como crítico.

(14) Bueno, entonces hay que leer Lolita. Porque allí apreciaremos las características de la relación del sujeto neurótico al deseo, propiamente hablando al fantasma. Por la simple razón que estalla en el contraste entre la característica brillante del deseo, meditado, acariciado durante 30 años de la vida del sujeto y su prodigioso termino en lo que Lacan llama una realidad empantanada que constituye el miserable viaje de la pareja a través de la bella américa. En el perverso que es una suerte de negativo del personaje principal reposa la relación al objeto, él es quien accede a ella.

(15) Sírvanos como ejemplo la exposición de una perversión transitoria, el caso del paciente de R. Lebovici que Lacan analiza en este mismo seminario, nos sirve para pensar cuan lejos está un mecanismo perverso de mostrarnos a cielo abierto lo que en la neurosis estaría oculto. Idea que fue predominante durante mucho tiempo en el psicoanálisis. ¿Porqué habría de obtenerse placer viendo mujeres orinar? El sujeto goza haciéndose mirada allí donde no hay nada para ver y es esto lo que marca Lacan al igualarlo a la hendidura donde la mirada se atrapa.

(16) Renunciar a la mujer es también una forma de renunciar a la competencia con el padre. Pero renunciar a esta competencia implica también que estaba presente, lo que marca una distinción con la psicosis, donde un padre feroz y aplastante deja al sujeto excluído de esta rivalidad. Renunciamiento y exclusión de la rivalidad son indicios de una relación diferente con el complejo de castración.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 3 - Abril 1996
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