Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
D.S.M:
Des-subjetivación en Salud Mental

Marcos Giudici

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Resumen:
El presente trabajo, en concordancia con las enseñanzas psicoanalíticas de Jaques Lacan, y a través de la historia bio-política que elabora Michel Foucault sobre la medicina, intentaremos promover una clínica en salud mental que ponga el índice en la subjetividad del paciente, denunciando criterios estadísticos de diagnósticos que, promovidos por industrias farmacéuticas, pretenden la normalización del deseo inconsciente y la estandarización de los modos del goce

 

[] otra vez la incapacidad para franquear la frontera, para pasar del otro lado, para escuchar y hacer escuchar el lenguaje [];
siempre la misma opci
ón de contemplar la cara iluminada del poder, lo que dice o lo que hace decir.

Michel Foucault

En "La vida de los hombres infames", Michel Foucault asegura que en la actualidad la medicina se enlaza con la economía, ya no como a partir de la revolución industrial, es decir, como garante de la fuerza de trabajo, sino porque directamente produce riqueza, en la medida en que la salud constituye un objeto de consumo para unos, y de lucro para otros. Así el cuerpo humano se ve englobado por el mercado en tanto cuerpo asalariado, y en tanto cuerpo saludable.  (Foucault 1996, p. 54)

A su vez, Foucault, denuncia, entre otras, dos cosas que quisiera rescatar: Primero. Hasta el siglo XIX, si bien la medicina había rebasado los límites de los enfermos y las enfermedades, aún existía un exterior a ella, existían cosas no médicas ni "medicalizables". En la actualidad, si queremos recurrir a un territorio exterior a la medicina, ¡ya ha sido "medicalizado"! (Foucault 1996, p .52) La medicina de hoy responde a otro motivo que ya no es la demanda del enfermo, lo cual acontece en casos limitados. Con mayor frecuencia, nos dice el autor, la medicina se impone al individuo (enfermo o no). La intervención con funciones normalizadoras de la autoridad del médico va más allá de la existencia de las enfermedades y de la demanda del enfermo. (Foucault 1996, p.51) La pregunta a responder es en todos los casos: ¿Se adecua o no se adecua a la norma? Segundo. Que la remuneración que reciben los médicos, por importante que sea en ciertos países, no se equipararía con los beneficios económicos derivados de la salud o la enfermedad, cuya mayor rentabilidad es obtenida por las grandes empresas farmacéuticas. (Foucault 1996, p. 56)

Foucault enfatiza que la transformación del hospital como albergue de pobres y moribundos, en un hospital médico no es sino a partir de ciertas políticas de higienización de la urbe y de la necesidad de mantener con vida al ejército. El precio de un soldado excedía al del simple trabajador. Esto explicaría para Foucault que los primeros hospitales "medicalizados" fuesen los marítimos y los militares. (Foucault 1996, p.74-75) Si a aquellos dos primeros ítems agregamos este último recorte de la historia de la medicina no podemos sino concluir que el mismo médico ha sido capturado por el discurso del capitalismo donde su acción por la salud y el bien común no ha sido sino una jugada política y económica. Ya que como dice Lacan, en su intervención titulada "Psicoanálisis y Medicina"  "el médico ya no tiene nada de privilegiado en la jerarquía de ese equipo de científicos… Desde el exterior de su función, principalmente en la organización industrial, le son proporcionados los medios, y al mismo tiempo las preguntas para introducir las medidas de control cuantitativo, los gráficos, las escalas…" (Lacan 2006, p.89) Acaso no les ponen a los médicos en sus manos agentes terapéuticos de última generación, cual si fuese un distribuidor para que los ponga a prueba, dice también Lacan. (Lacan 2006, p.90)

 Entonces, la introducción en el siglo XVIII de la medicina al discurso científico se logra a través de su socialización como política de estado (Foucault 1996, p.67); indicando, el inicio del camino que llevará a la globalización de su práctica, en detrimento de la clínica subjetiva.

Aclaración: no hablo de la clínica subjetiva en tanto sujeto psicológico el cual, como demuestra también Foucault (1996, p.33), surge como un objeto posible de conocimiento, susceptible de aprendizaje, de formación, de corrección, espacio eventual de desviaciones patológicas y de intervenciones normalizadoras. Sujeto que nace en la confluencia del poder y del cuerpo, lo que él llama física política.

Porque la clínica de éste sujeto sigue existiendo, y se ve por todos lados, incluso dentro del psicoanálisis. Es este sujeto que se adapta o no a la norma, que se adapta o no a su sexo, que se adapta o no a su cuerpo. Lo que se ha perdido en el camino es la clínica del sujeto en particular, el cual no concordará con lo previstos por las estadísticas ni por los parámetros de ninguna Organización que trate el tema. Es un sujeto que desde Freud llamamos sujeto del inconsciente, y con Lacan aprendimos que habita un cuerpo que es de goce.

Esto se evidencia en la clínica de Salud Mental, y lo vemos especialmente en los manuales estadísticos de desórdenes mentales. Este manual, borra las entidades clínicas descriptas desde Kræpelin en adelante en pos de una clasificación estadística de lo que suelen llamar trastornos. Un trastorno es definido como “patrón comportamental o psicológico de significación clínica que aparece asociado a un malestar, a una discapacidad, a un riesgo significativo de morir, de sufrir dolor, discapacidad, pérdida de la libertad […] cualquiera sea su causa” (DSM IV, XXI). De esta manera, proponen criterios diagnósticos que no permiten especificar ejes causales sólidos y estructurales que brinden un marco de referencia a los fenómenos que pretenden estudiar. Y, así lo publicitan y venden, cual guía práctica, como si no fuese evidente que la promoción de estos diagnósticos no tuviera detrás una medicina exclusivamente farmacológica, patrocinada por las millonarias droguerías. Y ya en 1966 Lacan denunciaba en aquella intervención que si acaso “la salud se vuelve objeto de una organización mundial, se tratará de saber en qué medida es productiva” (Lacan 2006, p.98)

La inclusión del reciente DSM 5.0 (disponible en aplicación móvil)  (http://www.dsm5.org)  de una valoración escalar de severidad propicia aún más estos diagnósticos según criterios que a veces parecieran hasta arbitrarios, sin importar la relación significativa (significante, desde Lacan) que estos establecen con el "paciente mental"; y aumentando las probabilidades, ya amplias, de ser diagnosticado positivamente. La inclusión o exclusión de cierto trastorno es dada por los parámetros de normalidad de la época y cada vez más por su medicalización posible.  Con el derecho auto-otorgado por el saber científico, en especial las neurociencias y la psicología estadística establecen los modos y los tiempos permitidos de padecer, de gozar.

¿O acaso no nos llama la atención la proliferación de “Trastornos Bipolares” cuyo espectro (Akiskal 2006)  varía entre la psicosis y la depresión unipolar, pasando por la demencia y la dependencia a sustancias? ¿Dicha propagación no ha asociado el “éxito” de los trastornos de atención a los trastornos bipolares – TDAH comórbido al TBP)? ¿No podríamos plantear lo mismo respecto del “Espectro Autista”? ¿Sólo a nosotros los psicoanalistas nos resuenan estos avances de la ciencia en obvia consonancia con intereses corporativos?

Estos manuales son un claro ejemplo de lo que Foucault describe como movimiento de des-psiquiatrización - opuesto al promovido por psicoanálisis – que “intentará reducir la enfermedad a su estricto mínimo, a los signos necesarios y suficientes para que pueda ser diagnosticada como enfermedad mental y a las técnicas indispensables para que estas manifestaciones desaparezcan” (Foucault 1996, p.38)

Como "agentes de salud" qué más tranquilizador, qué mejor manera de evitar nuestra propia angustia, que saber codificar los síntomas objetivos del paciente y teniendo la certeza de cómo se lo va medicar. La angustia nos enseña la falla, nos muestra que algo no cuadra, la angustia nos angustia y por eso preferimos llamarla al silencio que hacerla hablar.

Con el psicoanálisis los invitamos a una clínica diferente. Una clínica de la escucha. Buscamos entre los dichos de nuestros pacientes aquellas sutilezas que nos brinden un pequeño índice de su subjetividad, de su deseo, de su modo de gozar, su forma de padecer, su placer en el displacer, su manera particular de invocar a través de su síntoma su propia verdad. Con los recaudos, por supuesto, de saber que todo aquello surge del inconsciente, lugar (tópico y no orgánico) donde fue reprimido aquello de lo que nada se quiere saber; obligándonos, entonces, a captar los tiempos lógicos de elaboración y significación de cada sujeto en particular, marcando el ritmo de nuestras intervenciones y puntuaciones. Así, la causa de su deseo depende siempre de un encuentro (que siempre es mal-encuentro, encuentro fallido). El goce-sentido no es mensurable, ni catalogable.

Adoptar esta posición como profesional de la salud implica una novedad ante las maneras de respuesta a una demanda proveniente tanto de la industria como del paciente. Una vez que comprendemos que La Salud Mental en tanto Una, Universal, aplicable para Todos, es imposible, innecesaria y que segrega  dejaremos de correr en socorro de pautas preestablecidas, e iremos en busca de una lógica subjetiva y particular. Por lo cual el deseo del analista no será ajustarlos, no será hacerles el bien, no será curarlos, sino justamente obtener lo más singular de lo que constituye su ser.

Hubo siempre goces marginales que hoy se incluyen en la norma (la homosexualidad por ejemplo), hay otros que es mejor perderlos de vista o agruparlos según el neurotransmisor al cual obedecerían, y justificadamente drogarlos (los Trastornos Bipolares tan de moda). Pero, desde el psicoanálisis siempre respondimos desde una ética que difiere de la moral imperativa y que habla de la responsabilidad ante el deseo. Ya que nuestra ética no pretende la adaptación del órgano al medio sino que reconoce la no adaptación fundamental del cuerpo al sexo, y los tropiezos propios del ser-hablante. El acto analítico, en tanto ético, es distinto de cualquier acción, no consiste en hacer sino en responsabilizar el hacer del sujeto.

Sin embargo, como nos remarca Eric Laurent en “Psicoanálisis y Salud Mental”,  esta posición se entromete con las políticas de Salud Pública y presupuestos que nunca alcanzan, y será evaluada por los cánones capitalistas: rentabilidad, eficacia, eficiencia, estadísticas, productividad, reducción de gastos etc. La pregunta que nos hacemos, entonces, es si cederemos en nombre de la Salud Mental y la Inclusión Social con nuestro manual bajo el brazo. O si, como anverso de este discurso, daremos lugar a la palabra, a las inhibiciones, a los síntomas, y a la angustia, permitiendo lazos dialécticos que respondan a la historia subjetiva y a la estructura que anuda al Sujeto con el lenguaje (Neurosis, Perversión y Psicosis) en cada caso singular.

Vemos como contrariamente a lo que el optimismo gubernamental profesa, no hay salud mental como universal. En oposición encontramos el aparato del deseo, singular para cada uno. El deseo está en polo opuesto de cualquier norma, es como tal extra-normativo. Y si el psicoanálisis es la experiencia que permitiría al sujeto explicitar su deseo en su singularidad, este no puede desarrollarse más que rechazando toda intención terapéutica y ortopédica. Así, la terapia de lo psíquico es la tentativa profundamente vana de estandarizar el deseo para encarrilar al sujeto en el sendero de los ideales del amo.

De esta manera, no estamos sino promoviendo una relación singular con la salud que nos permita como profesionales, tanto en ámbitos privados como públicos, oponernos a los imperativos que nos convierten en meros empleados de esa empresa universal de la productividad.

Bibliografía Consultada

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 28 - Febrero 2014
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