Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Crítica de la razón populista
Fernando Ramirez

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Las fundamentaciones para las teorías actuales, a la moda, no ofrecen las más variadas sorpresas sólo cuando intentan servir al "statu-quo", sino al descifrarse como "vino nuevo en odre viejo".

Desde que el denominado "giro lingüístico" invadió las ciencias sociales, y en especial, las teorías políticas "contemporáneas", no dejamos de asombrarnos con el modo en que muchas de estas operan bajo la apariencia de haber significado una "verdadera revolución" teórica. Sin embargo, en determinados planteos, la experiencia atestigua que sólo estamos frente a una verdadera metamorfosis kafkiana de un conjunto de terminologías y extrapolaciones mecánicas llevadas a cabo bajo una serie de conceptos que lejos está de revelar tamaño acontecimiento anunciado.

Los "agudos" críticos del marxismo son quienes llevan la delantera ante este hecho. Existen algunos trabajos, en la literatura marxista, que pueden dar cuenta de una crítica coherente a los autores dedicados a comprender la realidad con las bondades del "Discurso" como sustento de lo social 1 y no es el objeto de este espacio replicarlas arbitrariamente.

La coyuntura política vigente parece reciclar estos entusiasmos cuando de crear "intelligentsia" se trata. El kirchnerismo, en ese sentido, es quién propicia letra para estos dislates. Sin embargo, esto no podría hacerse, en algunos casos, si no existiera una buena "materia prima" para darle forma a muchas cuestiones que sólo estaban allí, esperando madurar.

El populismo resulta la nueva "víctima" que encuentran hoy los "epígonos" del "carácter discursivo de lo social" y sus diversos esquemas conceptuales para darle curso a sus posiciones políticas, en las "Academias", que tributan a los bonapartismos o los adalides que han llegado para "reconstruir la Burguesía Nacional" 2

Ernesto Laclau, es hace un tiempo, un vocero ideológico del Gobierno que ha decidido combinar sus corrillos académicos con distintas apariciones mediáticas por la K-orporación oficialista para brindar sus pareceres en apoyo al gobierno. No tiene sentido ocuparse de alguien sólo porque reproduce lo que cualquier espadachín del gobierno dice en términos complacientes, sino que vale la pena revisar los fundamentos por los cuales sostiene que es necesario apoyar un gobierno que habría sabido acercarse al "pueblo" y representa hoy la alternativa a "la oligarquía, a las grandes corporaciones y el poder concentrado", todos términos de los que gustan abusar los K sin especificar que representan identidades en donde su política se halla perfectamente incluida.

En su libro "La Razón Populista" 3, Laclau reproduce, sin distinciones de ningún tipo, sus tesis centrales que sostiene desde hace mucho tiempo en nombre de sus reformulaciones "posmarxistas". No se puede ubicar absolutamente nada novedoso con respecto a lo que ya produjo en otras obras 4 y donde afirma la necesidad de superar la ortodoxia perimida del marxismo, a ajustarse a los desafíos de los tiempos que corren, a aceptar el carácter radicalmente contingente de las luchas sociales en la construcción de los sujetos políticos, etc. Pero en este caso que nos ocupa, toda su furia "posestructuralista", "posmarxista", se aplica a la supuesta utilización correcta del término populismo y arrancarlo de quienes lo consideran un escollo irracional en la política moderna. "Así, podemos afirmar que para progresar en la comprensión del populismo, es una condición sine qua non rescatarlo de su posición marginal en el discurso de las ciencias sociales, las cuales lo han confinado al dominio de aquello que excede al concepto, a ser el simple opuesto de formas políticas dignificadas con el estatus de una verdadera racionalidad. Debemos destacar que esta relegación del populismo sólo ha sido posible porque, desde el comienzo, ha habido un fuerte elemento de condena ética en la consideración de los movimientos populistas. El populismo no sólo ha sido degradado, también ha sido denigrado. Su rechazo ha formado parte de una construcción discursiva de cierta normalidad, de un universo político ascético del cual debía excluirse su peligrosa lógica" 5.

Es por ese objetivo de "rescate" que pasa revista a los teóricos refractarios al populismo, a caracterizaciones erróneas , siempre según el autor, de aquellos que han visto en el populismo sólo un conjunto de rasgos vagos, imprecisos, y, por supuesto, revisa las teorías de la "Psicología de masas" donde intenta apoyarse para hallar elementos que le permitan comprender una verdadera lógica de estructuración de la política en el populismo y no reduzca su retórica a las expresiones "irracionales", tan combatidas por Laclau. El giro lingüístico que este autor abraza hace ya muchos años, le permite hallar en la "retórica" la fuente genuina de una "lógica" para entender lo político, de la que el populismo sería una muestra cabal.

El criterio discursivo de la realidad, como dijimos, es lo que ordena esta lógica. La unidad mínima de análisis para Laclau, no debe hallarse en los grupos sociales con alguna base social u orientación política definida, sino en lo que él concretamente entiende como "demanda". Este es el eje a partir del cual deben estructurarse diversos grupos sociales en toda construcción política. Las demandas capaces de ser absorbidas por el sistema institucional imperante, es lo que Laclau llama un sistema de diferencias, pero si ellas no logran ser tomadas por dicho sistema, entonces nos encontraremos bajo una lógica "equivalencial" puesto que todas ella compartirán la posibilidad de ser las que resultan "arrojadas" del sistema y susceptibles de articularse políticamente, por eso pasan a constituir "demandas populares". Esto lo ilustra del siguiente modo: "Ya tenemos dos claras precondiciones del populismo: (1) la formación de una frontera interna antagónica separando el "pueblo" del poder; (2) una articulación equivalencial de demandas que hace posible el surgimiento del "pueblo".

Existe una tercera precondición que no surge realmente hasta que la movilización política ha alcanzado un nivel más alto: la unificación de estas diversas demandas-cuya equivalencia, hasta ese punto, no había ido más allá de un vago sentimiento de solidaridad-en un sistema estable de significación" 6. Veamos un poco más detenidamente estos argumentos. La retórica de la que habla Laclau, como lógica estructurante, se remite a concebir lo social como discursivo. Esto significa que, cada instancia de la totalidad social, sólo adquiere un valor relativo a otras capaces de "sobredeterminar" su sentido y ninguna puede reclamar para sí una propiedad que la convierta en la explicación suprema de la misma organización social, tal como sucede en la constitución del lenguaje con los signos lingüísticos. La historia, según los teóricos del "paradigma" del lenguaje llevado a lo social, demuestra la imposibilidad de encontrar un fundamento último, un locus, a partir del cual la realidad adquiera su sentido y haga de la sociedad una autodeterminación transparente y reconciliada con su esencia, en tanto dicho "locus" puede dilucidarse en bien de la sociedad misma. Así la "Idea" platónica, el "Espíritu hegeliano" o cualquier trascendencia que intente cerrar el múltiple juego de sentido de lo social no son más que una trampa de lo que autores como Jacques Derrida denominaron la "Metafísica de la Presencia". El marxismo está incluido en esta serie porque representa la clausura de lo social otorgando a la economía el lugar del fundamento mencionado. Nada nuevo bajo el sol, pero, por cierto, con una terminología ampulosa. Si lo social no tiene universos esencialistas que lo rijan entonces todo pasa a depender del juego retórico de los "actores sociales" y quién unifique las demandas equivalentes ocupará el lugar "metafórico " que absorba la "contigüidad metonímica" de las demandas en cuestión. Toda totalización de lo social, no es más que algo "precario", "fallido" y sin ninguna ontología que le otorgue garantías "apriorísticas".

Sobre las siguientes afirmaciones del autor comenzaremos a desmenuzar su planteo central y, sobre todo, sus limitaciones: "El argumento que he desarrollado es que, en este punto, existe la posibilidad de que una diferencia, sin dejar de ser particular, asuma la representación de una totalidad inconmensurable. De esta manera, su cuerpo está dividido entre la particularidad que ella aún es y la significación más universal de la que es portadora. Esta operación por la que una particularidad asume una significación universal inconmensurable consigo misma es lo que denominamos hegemonía. Y dado que esta totalidad o universalidad encarnada es, como hemos visto, un objeto imposible, la identidad hegemónica pasa a ser algo del orden del significante vacío, transformando a su propia particularidad en el cuerpo que encarna una totalidad inalcanzable" 7

Ante la ausencia de una "esencia" que determine ontológicamente el curso histórico social, sólo queda establecer una lucha por ganar, o como gustan decir algunos "neogramscianos": hegemonizar. Planteo seductor pero, como en todos los casos, depende de la orientación concreta que lleve a cabo "quién" hegemoniza.

SENDEROS QUE SE BIFURCAN

Para hallar una teoría que cuadre perfectamente a sus posiciones populistas, Laclau ensayará el recurso al psicoanálisis de orientación lacaniana, que tanto libreto le ha dado en las obras con anterioridad mencionadas.

Los conceptos que operan como pilares para sus argumentaciones pueden resumirse en dos: el significante vacío y el objeto a, este último es aquel que Lacan tildaba como su "única invención" frente a la obra del propio Freud.

La lingüística, de la cual ya ha dado todo el "jugo" suficiente para pensar la política como hemos señalado, sólo podía encontrar su "radicalización" en los fundamentos lacanianos que superarían el "escollo" dejado aún por la primera.

La polémica de las corrientes descriptivistas y antidescriptivistas, fue retomada por el filósofo y psicoanalista Slavoj Zizek 8, con quién Laclau compartiría durante buen tiempo, las articulaciones entre psicoanálisis y política, hasta que el esloveno decidió, aparentemente, alejarse de los acuerdos fundamentales que mantenía con Laclau, cosa que éste no ha dejado de reprocharle. En dicha polémica, Laclau encuentra los alcances y límites que decide recoger para "pensar la política" de acuerdo a la lógica retórica antes señalada. Sólo la orientación lacaniana le propiciaría a Laclau, la "autonomía radical" del significante emancipado del significado, para obtener así el verdadero "significante vacío" que llevará al terreno de las luchas populares. Este proceso es pasible de llevarse a cabo para Laclau, sin importar en absoluto las especificidades determinadas y mucho menos los problemas que Lacan se planteó para deslindarse de la lingüística y trazar su campo de intervención en la clínica psicoanalítica.

Vamos a permitirnos extraer, nuevamente, una larga cita de Laclau para comprender con más claridad hacia donde se dirige con su "atrevimiento" de traspasar las fronteras conceptuales:

"Si observamos la secuencia intelectual que hemos descripto, desde el descriptivimo clásico hasta Lacan, podemos ver un movimiento del pensamiento en una dirección clara: la creciente emancipación del orden del significante 9. Esta transición también puede ser presentada como la autonomía progresiva de la nominación. Las operaciones que la nominación puede llevar a cabo están, para el descriptivismo, estrictamente limitadas por la camisa de fuerza dentro de la cual tienen lugar: los rasgos descriptivos que habitan en cualquier nombre, reducen el orden del significante al medio transparente a través del cual una superposición puramente conceptual entre el nombre y la cosa (en tanto el concepto es su naturaleza común) se expresa a sí misma. Con el antidescriptivismo tenemos el comienzo de la autonomización del significante (del nombre). Esta separación de caminos entre nominación y descripción, sin embargo, no conduce a un incremento en la complejidad de las operaciones que la "nominación" puede llevar a cabo, ya que, aunque la designación ya no es ancillar respecto de la descripción, la identidad de lo que es designado estará asegurada antes y con entera independencia del proceso de su nominación. Es sólo a partir del enfoque lacaniano que nos enfrentamos a una verdadera innovación: la identidad y unidad del objeto son resultado de la propia operación de nominación 10.Sin embargo, esto sólo es posible si la nominación no está subordinada ni a una descripción ni a una designación precedente. Con el fin de desempeñar este rol, el significante debe volverse no sólo contingente, sino también vacío" 11

En suma: el descriptivismo ata el "nombre" a su correspondencia con "las cosas", el antidescrptivismo aún busca un referente como "bautismo primigenio" o "designante rígido". Sólo Lacan le otorgaría al "efecto retroactivo" del nombrar una verdadera emancipación radical al significante, de las cosas y de los significados convencionales que lo unen a él y forman el signo lingüístico tal como lo concibió Saussure. El significante, así, no depende ni de rasgos materiales de las cosas ni de un referente originario buscado aún más allá de los cambios materiales en las cosas. El significante es, entonces, vacío, puro, etc. En esta lógica, una identidad popular que aglutine demandas como equivalentes, puede designar-se, y designar, bajo un nombre que ya no requiere amarrarse a un sentido pre-fijado sino que su "nominación" es válida como efecto de hegemonía y otorga unidad a "la cosa", que en este caso es un conjunto de sectores, actores, clases y "sujetos" sociales. Por eso, "nacionalizar" no puede ser propio de "regímenes nacionalistas" como tradicionalmente han sido entendidos o de "aventuras bonapartistas" cuyas maniobras son para mantener una correlación de fuerzas sin alterar el régimen de poder imperante, por caso el capitalismo, sino que, desprendido de "sentidos fijos", dependerá de la "lucha hegemónica" imposible de reducir a una "sustancia" que actúe como fundamento apriorístico en lo social.

La lucha para que ese significante vacío no pase a ser objeto del fascismo, el liberalismo, o alguna de las fuerzas políticas que intente oponerse a supuestos planteos transformadores, es lo que el proyecto político del populismo de Laclau nos propone. En otras oportunidades, Laclau ha utilizado esta perspectiva para dar su discusión "histórica" y saldar cuentas con el marxismo. Si Jorge Abelardo Ramos no ha sido suficiente 12, Lacan puede complementar esa tarea. Lo dicho es, apenas, una ironía.

Repasemos un poco las consideraciones que han sido el caballito de batalla "laclauiano" para dejar atrás el "esencialismo marxista": "Marx analizó las condiciones de emergencia del capitalismo y las refirió a dos procesos fundamentales: la existencia del trabajo libre y su venta en el mercado de trabajo y la separación del trabajador libre de los medios y el objeto de trabajo. En este proceso, admitió que algunas de las condiciones de existencia del capitalismo fueron aportadas por fuerzas extra-económicas: de ahí su análisis de la acumulación originaria. A partir de este punto, sin embargo, tendió a pensar (y con él el grueso de la tradición marxista de la Segunda Internacional) que el proceso de acumulación capitalista estaba movido por sus propias leyes-es decir que generaba sus propias leyes de existencia. Pero este es el punto en el que el análisis marxista resulta inaceptable" 13.

Para Laclau, Marx habría roto, en alguna dimensión de su obra (por suerte) con dicho "inmanentismo de leyes trascendentales" cuando le otorgó una centralidad determinada a la lucha de clases, es decir poniendo el eje en la construcción política sobre los determinismos sociológicos propios del siglo XIX y a las que, según Laclau, Marx no habría escapado. Sin embargo, eso fue apenas una parte de su obra que el autor se propone "radicalizar" con los aportes de la lingüística, el psicoanálisis y todo el campo, ya mencionado, del "Discurso". Por supuesto que, para ello, debe ir mucho más allá que el "endemoniado" concepto de "clase" que ya no respondería a las "nuevas subjetividades" que el propio capitalismo dio lugar. Veamos otra afirmación por el estilo, en donde Marx no avanza un ápice respecto a Hegel: "Afirmar que la ley del movimiento de la historia está dada no por el cambio de las ideas en la mente de los hombres sino por la contradicción, en cada etapa, entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción existente, no cambia en nada las cosas 14. Porque lo que es idealista no es la afirmación de que la ley del movimiento de la historia sea una en lugar de la otra, sino la misma idea de que hay una ley final de movimiento que puede ser conceptualmente aprehendida. Afirmar la transparencia de lo real al concepto s equivalente a afirmar que lo real es "forma". Por esta razón las tendencias más deterministas dentro del marxismo son también las más idealistas, ya que basan sus análisis y predicciones en leyes inexorables que no son inmediatamente legibles en la superficie de la vida histórica" 15

EL IN-SIGNIFICANTE POPULISTA

Este arsenal de ataques, harto machacados contra el marxismo, mucho antes que Laclau los imprima en algún lugar, han logrado revivir también un antiguo problema de aquellos que han querido ubicar en la obra freudiana, los argumentos "superadores" de los "impasses" del marxismo 16. No nos ocuparemos de ello en este artículo, pero si nos detendremos en los artilugios hallados en el horizonte lacaniano que Laclau cree aplicar sin ambages.

En primer lugar, es necesario despejar una confusión que, por cierto, no se ubica sólo aquí, pero sí es utilizado para discutir política y teóricamente el marxismo y, por otra parte, fundamentar el populismo.

Comencemos por el primer concepto en el que Laclau cree ubicar, en Lacan, el "articulador" de prácticas hegemónicas que, en el populismo, dejarían fuera los "esencialismos clasistas" o de otro estilo y radicalizarían la lucha política sin la obediencia a leyes trascendentales de LA HISTORIA. Esto es, el significante vacío. De él, ya dijimos cómo opera según el autor. Se emancipa realmente de todo significado y lograría romper, así, con su condición de signo para disponerse a nuevas rearticulaciones en el campo político. Pero ¿qué es lo que nos ofrecen verdaderamente los desarrollos de Lacan al respecto? La definición más elocuente, quizás, para situar de comienzo esta problemática es "un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante" 17. Esto es lo que permite a Lacan localizar la posición del sujeto en el inconsciente. Pero, por otra parte, es lo que posibilita, al menos durante buena parte de la obra de Lacan, ubicar la "naturaleza" de este sujeto. Se halla aquí la franca ruptura con el sujeto de la representación que en la modernidad se colocaba como garante de una transparencia identitaria a sí mismo. Con Freud, Lacan puede ubicar entonces a un sujeto profundamente "desgarrado" en relación a dicha identidad y que lo desamarra de una vez y para siempre como sujeto de la voz gramatical activa. Es imposible que, de manera homóloga al Yo, este sujeto pueda reconocerse como aquel que dice "yo hago" o "yo digo" ya que su unificación u origen del discurso no puede llevarse a cabo. El sujeto es algo que sólo puede tener lugar entre los significantes pero que jamás puede ser representado por "Algo" que lo suture en su sentido de una vez y para siempre. Y esto es lo que nos da pauta de su posición en el inconsciente. Su aparición es "efímera ", "pulsátil","evanescente" y no puede ser de otra manera. En las formaciones del inconsciente, a través de los lapsus, los síntomas, los sueños, los actos fallidos, un sujeto puede revelarse. Para Lacan, los mecanismos que ya Freud había descubierto como desplazamiento y condensación en el inconsciente, pasan a ser denominados como metáfora y metonimia para dilucidar de qué manera la lógica del significante opera con el sentido. Lo hará a través de sustituciones metafóricas o de continuidades y conexiones de una parte con el todo, metonímicas.

El significante, en cuanto tal, no significa nada. Pero esto no implica que alguna vez haya estado "lleno" y luego se "vació" sino que por su propia naturaleza, oposicional, diferencial y negativa sólo adquiere su sentido en relación a otro significante. La ruptura que Lacan realiza con Saussure radica, justamente, en desligar el significante que el lingüista colocaba como un elemento más del signo lingüístico abrochado al significado, más allá que lo haga por convenciones sociales y en base a la arbitrariedad. Porque de lo que se trata es de la posibilidad de entender en qué manera es posible ubicar dónde tenemos algo del orden del sujeto en el inconsciente. Esto, como dijimos, sólo puede ser algo evanescente. No es el individuo ni un dato a priori. Es el momento en que este "individuo" tropieza con los equívocos del discurso, donde el sujeto se revela. El campo de la clínica ha significado para el psicoanálisis, en este orden de cosas, desde Lacan, una situación que se acota para la posibilidad que un sujeto se halle frente a un significante puro, sólo, efectivamente desprendido de sus significados convencionales, culturales, sociales, etc. Para que un significante aparezca desprendido de su significado debe operar la represión psíquica, de lo contrario no podremos señalar eso como significante tal como lo estamos enunciando en este sentido. Tenemos el caso paradigmático que Freud analizó sobre sí mismo de Signorelli 18, un "significativo" olvido que tuvo a propósito del pintor de la Catedral de Orvieto. Si "Signorelli" es tomado como signo lingüístico no queda más por decir que es la unión entre su significante (la famosa imagen acústica de la que nos habla Saussure) y su significado (el pinto reconocido por sus genialidades artísticas). Pero la represión ya torna imposible que continúe dicha amalgama. Signorelli pasará a ser esa "marca" que a Freud lo conduce a revisar el "agujero", de la muerte y la sexualidad, que le ha jugado una mala pasada.

Freud no estaba preocupado especialmente por su olvido, sino por el hecho de las conexiones con los sustitutos que acudieron a su lugar. Se empeñaba en recordar Signorelli pero a su memoria venían Botticelli y Boltraffio. Cuestiones propias de la historia de Freud y sobre cómo el "bordea" este agujero inexorable que consisten la "muerte y la sexualidad" que no encuentran una representación adecuada en el inconsciente, tal como el psicoanálisis lo postula, aparecen acá tras el problema del "prestigio médico" de Freud y lo que habría sido sometido a la represión psíquica.

Lacan lo ilustra de una manera ejemplar a la hora de ejemplificar con este caso el funcionamiento del inconsciente y, a esta altura de su obra, el tratamiento del mismo por la vía del significante:

"De entrada, me atengo a lo que Freud nos dice y que se impone por su rigor. Tenemos aquí una de las demostraciones más claras que jamás diera de los mecanismos en juego en un fenómeno de formación y deformación vinculado con el inconsciente. No deja nada que desear en cuanto a claridad. Por mi parte, me veo obligado aquí, para mayor claridad de mi propia exposición, a presentarles este análisis de forma indirecta, diciéndoles-Es lo que Freud dice" 19.

Nos dice por qué está Botticelli ahí. La última parte de la palabra elli, es el resto de Signorelli, descompletado debido a que se ha olvidado Signor. Bo es el resto, lo que queda de Bosnia-Herzegovina, en la medida en que el Herr está reprimido. La misma represión de Herr es lo que explica que Boltraffio asocie el Bo de Bosnia-Herzegovina con Trafoi, nombre de la localidad donde Freud se había enterado del suicidio de uno de sus pacientes por impotencia sexual.

Este último tema había sido recordado durante la conversación en coche entre Ragusa y Herzegovina inmediatamente anterior al olvido del nombre. Su interlocutor le hablaba de los turcos de Bosnia-Herzegovina, esos musulmanes tan simpáticos que, cuando el médico no ha conseguido curarlos, le dicen-Herr, Señor, ya sabemos que usted ha hecho todo lo que ha podido. El Herr tiene su peso propio, su acento significativo, está en el límite de lo decible, es el Herr absoluto, que es la muerte, esa muerte, como dice La Rochefoucauld, a la que no se puede mirar fijamente, como no se puede mirar el sol, y en efecto, Freud no puede, como otros.

La muerte se le presentifica aquí doblemente a Freud. Por el incidente que concierne a su función de médico y también por cierto enlace, manifiestamente presente y que tiene un acento muy personal, entre la muerte y la potencia sexual. Es muy probable que este enlace, indudable en el texto, no se encuentre sólo en el objeto, es decir, en lo que presentifica el suicidio de su paciente.

¿Qué tenemos ahí? Nada más y nada menos, una pura y simple combinación de significantes. Son las ruinas metonímicas del objeto en cuestión. El objeto está detrás de los distintos elementos particulares que han intervenido en un pasado inmediato. ¿Quién está detrás de todo esto? El Herr absoluto, la muerte. La palabra se larga a otra parte, se bor ra, recula, es repelida, es unterdruckt, hablando con propiedad" 20

En estas líneas vemos concentrada una singularidad del caso irreductible a cualquier manipulación del significante que lo superponga o lo confunda con un signo. El significante sólo puede representar a un sujeto pero para otro significante. El sujeto nunca hallará un significante que lo represente fehacientemente y sólo puede ubicarse desplazándose entre ellos. Nada de esto podría darse si efectivamente no se produce la represión al respecto. Más adelante Lacan enuncia: "Si Signor no puede ser evocado, si él es la razón de que Freud no pueda dar con el nombre de Signorelli, es porque está implicado. Está implicado, evidentemente, de una forma indirecta, a través de Herr. Herr ha sido efectivamente pronunciado, en un momento particularmente significativo de la función que puede adquirir como Herr absoluto, en cuanto representante de la muerte que en esta ocasión esta unterdruk. El Signor sólo está implicado en la medida en que simplemente puede traducir Herr. Aquí nuevamente nos encontramos en el nivel sustitutivo" 21

Signorelli ha dejado de ser Signorelli-signo para pasar a cobrar valor de significante desprendido del significado. Si vuelve a la conciencia, en el sentido de recobrarlo a la memoria, a la manera en que puede ser un levantamiento de un síntoma en otro caso donde no se trate un olvido, podremos decir retroactivamente que ha tenido valor de significante. Nunca a priori y sin que haya dado ese proceso de represión. El modo en que un sujeto queda ubicado entre los significantes que no le otorgan una identidad rígida sino que lo muestran dividido, dividido entre lo reprimido y lo represor, dividido entre un significante y otro, este modo es lo que hace a un sujeto irreductible y singular "qua" sujeto. Sobre todo cuando se trata de lo que Lacan comprende como el "goce" en un sujeto, esto es la forma en que las pulsiones se satisfacen y no pasan por un orden significante sino que ellos, los significantes, pueden articularse y producir algún efecto en ese sujeto que goza. Pero ello muestra que es imposible hallar para la pulsión un significante en el sentido de "algo" que la pueda encuadrar en un significado domesticable socialmente.

Estamos lejos ya de los signos en un sentido social y cultural. La tarea de la semiología o cualquier suerte de "sociología lingüística" han brindado utilidad en el campo de las comunicaciones o en el llamado "Análisis del discurso", pero representan preocupaciones que no responden a las problemáticas clínicas que han conformado el bagaje lacaniano en relación a los pasos dados más allá del propio Freud.

La representación del significante no es "algo para alguien" sino a un sujeto (que no es el del orden del Yo con una identidad imaginaria) pero para otro significante, que a su vez difiere del primero y es lo que posibilita que el sujeto se ubique entre ambos. La "metamorfosis kafkiana" es aquella que intenta hacer pasar el significante lacaniano por el signo lingüístico.

Dicho signo, se lo denomine como se quiera, incluso "significante vacío", jamás puede aparecer emancipado totalmente de algún sentido concreto, social e histórico, como en este caso Laclau intenta postularlo para las identidades populares a través de la cadena equivalencial de demandas sociales, en articulación política, y en antagonismo con un adversario político. Se tratará inexorablemente de un signo colectivo donde los factores ideológicos y de distinto orden serán determinantes para su constitución. El "significante vacío" por el contrario está absolutamente "lleno" de sentido y, por lo general a gusto del autor, es el sentido que le dan los liderazgos populistas, muy lejos de lo que el sujeto lacaniano nos muestra como efecto de una articulación significante frente a lo "Real" de sus pulsiones. Lacan formula el concepto de "Otro" (Autre en francés, Otro con mayúscula, lo escribe "A") para referirse al tesoro de los significantes que la criatura humana necesariamente tomará de quienes encarnen ese bagaje en la cultura, sus padres y su entorno en general. Pero cuando ellos, los significantes, operan como cadena en el inconsciente conformando lo que ya hemos explicado más arriba (como por caso la producción de un olvido, un síntoma, o alguna otra cosa) esto ya no responde a una lógica de signos culturales-sociales que representen algo para "alguien", "otros", etc.

Ya no se trata entonces del significante o, al menos, no del significante lacaniano, será, a lo sumo un no significante lacaniano, un "in"-significante pero populista. De todas formas, alguien con una observación aparentemente aguda podría afirmar que bastaría, para subsanar eso, con reemplazar los términos psicoanalíticos con aquellos provenientes de la lingüística. El desorden no podría ser mayor. Si Laclau eligió forzar el concepto de Lacan, fue a los fines de sentar su posición política mediante tamaña fundamentación. Efectivamente la suposición de un significante, supuestamente radicalmente vacío, dejaría de lado los "esencialismos" y las trampas con que la metafísica acechó al marxismo desde hace tiempo. Pero la verdadera trampa se ubica aquí en otro lugar: hacer pasar gato por liebre como reza un dicho "folclórico". Su idea de democracia radical, de prácticas hegemónicas o "universales vacíos encarnados por particulares", que operan como producto de una lucha sin ontologías escatológicas, son los elementos en los que Laclau cree haber hallado el corolario para todos ellos en el "universo lacaniano". Ya hemos visto el carácter insostenible de esto.

Sin embargo y, como ya expusimos, Laclau afirma que "es sólo a partir del enfoque lacaniano que nos enfrentamos a una verdadera innovación: la identidad y unidad del objeto son resultado de la propia operación de nominación 22. Sin embargo, esto sólo es posible si la nominación no está subordinada ni a una descripción ni a una designación precedente. Con el fin de desempeñar este rol, el significante debe volverse no sólo contingente, sino también vacío" 23

Habiendo diferenciado entonces lo anterior, esto nos obliga nuevamente a despejar otra tergiversación no menor en los planteos de Laclau.

OBJETO a: UNA INENTENDIBLE INVENCION… "HEGEMONICA"

Otro de los motivos por los cuales Laclau también cree necesario recurrir al psicoanálisis para justificar la política "transformadora" en manos del populismo, es por el problema de "los afectos" que operan en la masa "del pueblo" cuando este encuentra una representación "populista". Contra los teóricos que veían en el populismo algo más propio del irracionalismo retórico, Laclau cree encontrar en el concepto del objeto a lacaniano, la base "epistemológica" para devolverle al "pueblo" la dignidad "afectiva" que los liberales y "modernizadores" le habrían confiscado en nombre de las estructuras políticas clásicas de las democracias capitalistas. Toda nominación, nos explica Laclau, no puede ir en ausencia de una dimensión afectiva. Una identidad particular que encarna un "universal" por el cual representa una cadena de demandas como equivalentes va unida a un campo afectivo. Esta relación entre "parte y todo" es la que Laclau intenta explicar a través de las teoría sobre las pulsiones en Freud y el modo en que Lacan la abordó por medio del concepto del objeto a. Laclau toma algunos desarrollos de Joan Copjec 24 para ilustrar esto. No es el objetivo de este espacio reseñar apreciaciones sobre Copjec que quizás resulten discutibles, sino entender las enormes limitaciones y falencias que esta extrapolación contiene.

Repasemos un poco más, los ejes centrales del planteo de Laclau y procedamos luego a entender el modo en que esto es nuevamente fundamentado con el psicoanálisis. Dice Laclau: "Todo nuestro enfoque sobre el populismo, como hemos visto, gira en torno a las siguientes tesis: (1) el surgimiento del pueblo requiere el pasaje-vía equivalencias-de demandas aisladas, heterogéneas, a una demanda "global" que implica la formación de fronteras políticas y la construcción discursiva del poder como fuerza antagónica; (2) sin embargo, como este pasaje no se sigue de un mero análisis de las demandas heterogéneas como tales-no hay una transmisión lógica, dialéctica o semiótica de un nivel a otro-debe intervenir algo cualitativamente nuevo. Es por eso que el hecho de "nombrar", la "nominación", puede tener el efecto retroactivo que hemos descripto. Este momento cualitativamente diferenciado es lo que hemos denominado "investidura radical". Sin embargo, lo que implica esta noción de investidura es algo que aún no hemos explorado. Las diferentes operaciones de significación a las que nos hemos referido hasta ahora pueden explicar las formas 25 que adopta la investidura, pero no la fuerza en que la investidura consiste. No obstante, está claro que si una entidad se convierte en el objeto de una investidura pertenece necesariamente al orden del afecto 26. Es esta dimensión afectiva la que vamos a introducir ahora" 27. Como leemos, se trata de articular aquí el problema, tan mentado en psicoanálisis, de ligar una "investidura", que ya en Freud se ubica como la energía sexual llevada hacia representaciones psíquicas, con el orden del pensamiento o las representaciones mismas. Esto es algo que Freud ya había tratado en "Psicología de las masas y análisis del Yo" 28 para explicar los motivos por los cuales un conjunto de individuos son capaces de colocar en la instancia psíquica del Ideal del Yo, un mismo objeto, sea un líder o una idea abstracta. En polémica con otros autores, Freud no deja de lado los caracteres que "una masa" adquiere como tal. La razón de individuo y su autonomía en el pensamiento, son rebajadas en nombre de un liderazgo, cuyo amor se provee con energía sexual sublimada y genera, tras la ubicación el ideal de cada uno, la identificación con ese objeto puesto en el ideal y entre los miembros de la misma masa. Para Freud, este es el mecanismo fundamental que va más allá de la mera sugestión, la imitación o el "contagio psíquico", teorías que en ese momento circulaban en los medios intelectuales, inquietos ante los movimientos de masas que hacía ya bastante tiempo habían irrumpido como amenazante para el poder burgués que buscaba consolidarse en distintas regiones de Europa.

Los afectos son inseparables de la cuestión pulsional en juego para cada sujeto.

El problema de las pulsiones, aquellas que nos distinguen del instinto animal y que, por otra parte, tienen la particularidad de fundamentar para el psicoanálisis la sexualidad como lo imposible de reducir a una "normatividad", han sido tratadas por Lacan desde los años sesenta en el peculiar concepto, que ya hemos presentado, del objeto a. Las pulsiones sólo encuentran la satisfacción en su propio recorrido, no requieren un objeto prefijado o determinado por ningún bagaje instintual. Siempre son parciales y se basan en objetos contingentes, lo que importa es su recorrido por el propio cuerpo. El sujeto se verá imposibilitado de gozar completamente de una plenitud que lo conforme de una vez y para siempre con algún Otro. Si la madre encarna ese "Otro" , debe propiciarse un "corte" de ese goce mítico, que nunca se realizará y en su lugar sólo quedarán sustitutos que deberán enmarcarse en objetos parciales, los cuales a su vez serán tomados por las pulsiones con las que ese sujeto determine su modo de gozar. Dicho "corte", es posible por la intervención de "La Ley" por parte de quién encarne la transmisión de la misma, cuestión que estará a cargo de quién pueda ejercer, en ese sentido, la función paterna.

El goce como totalidad está prohibido, pero no porque alguna vez fue posible y luego se perdió, sino que es imposible por estructura. La Ley de la prohibición del incesto impone ese "corte", la castración. Posibilita la apertura al deseo, ese resto incolmable que no podrá ser saldado y que queda como consecuencia de la insuficiencia para agotar las demandas del cachorro humano. El hecho que seamos "seres" de lenguaje bajo la captura del significante, en el orden de Ley mencionado, nos convierte en sujetos divididos, tal como ya lo expusimos anteriormente. Será imposible pensar en términos de identidad del Yo con una fijeza determinada. Por eso el deseo puede desplazarse, una y otra vez, como una verdadera hiancia en forma metonímica, esto es lo que caracteriza al sujeto deseante. En los comienzos de la vida, podemos actuar como "seres de necesidades", pero la introducción al lenguaje, por parte de algún Otro, nos obliga a ingresar en el circuito de la demanda y su saldo, por la imposibilidad de colmar, no es otro que el deseo, la hiancia y la apertura. Este recorrido es el que Lacan desarrolló en el llamado "Grafo del deseo". Podemos entenderlo de la siguiente manera: "La Demanda (D) parte de la necesidad y se dirige al Otro. Pero la demanda transforma la necesidad, la vuelve opaca. El ser hablante se hace dependiente, se sujeta al Otro. El deseo será el efecto de esta dependencia engendrada por la demanda, es decir el efecto del significante sobre la necesidad. La demanda produce una pérdida. Un resto de la necesidad, el deseo es la marca de esta pérdida, el resultado de una operación de sustracción. Si a la demanda se le sustrae la necesidad, queda el deseo. Entre la necesidad y la demanda queda un clivaje" 29

Con esto queda claro que, si somos seres de lenguaje, sujetos al significante, siempre habrá mucho más de lo que queremos decir al traducir una necesidad como una demanda. Debemos pasar por el lenguaje y eso lo hacemos a través de los significantes que necesariamente tomamos del Otro. A partir de allí, todo objeto es pasible de desplazarse metonímicamente, de producirse metafóricamente, en el orden del inconsciente como lo explicamos más arriba. Por eso Lacan afirmaba que la comunicación es imposible, porque no arribamos con significa dos fijos para que decodifiquen un mensaje, sino que es sólo desde los significantes que podremos formular las demandas y ello habla de una necesidad "perdida", igual que el objeto que pueda colmarla. Los significantes son aquellos que dividen al sujeto y que lo pondrán en una encrucijada entre uno y otro. Y eso nos llevará a los "peculiares" lazos con el Otro.

Tomemos algunas aclaraciones más al respecto: "Ahora bien, ¿cuál es el objeto de la necesidad que la demanda transporta? Es un objeto específico, no sustituible por otro. A quien tiene hambre no se le puede dar un juguete, a quien tiene sed no se le puede hacer dormir. Es decir, la necesidad tiene su objeto particular. La demanda introduce otra dimensión, donde lo que importa no es lo que se da, o sea no es el objeto en sí lo importante sino quien lo da. En el horizonte de toda demanda está el amor, el ser de aquel que da. La fórmula sería: "no importa lo que me das, lo importante es que seas tú que me lo das". Con la necesidad la satisfacción es universal, es el objeto que cuenta y no el otro. Para Lacan, el amor consiste en "dar lo que no se tiene", es un don que transfiere otra cosa que la particularidad de los objetos. La necesidad está condicionada, la demanda es incondicional y abre a lo insaciable.

La demanda y el deseo que se desprende de ella, nos orientan hacia un objeto singular, único, que no se compara con nada, que no se puede intercambiar, es absoluto. Este objeto será marcado por la forma en la cual es constituido y que es un corte. Este objeto desprendido, Lacan lo nombra objeto a y está en relación con la castración" 30

También podemos agregar: "Este objeto a se desprende de las zonas erógenas, son parciales y cada uno corresponde a una zona y son los siguientes: seno, heces, pene, voz, mirada y el último objeto destacado por Lacan, la nada. Su particularidad es la de no presentarse como parte de una totalidad-el cuerpo-y, por lo mismo, no tiene imagen especular ni alteridad" 31

El principal problema para el sujeto no es su propia castración o incompletud, sino la castración en el Otro. El modo en que el sujeto intente colmar el vacío que existe en ese Otro, como Otro deseante, puesto que también está atravesado por una falta radical, es lo que Lacan intenta explicar a través del fantasma. El objeto a "concentra" el modo de goce con las pulsiones y es, en rigor de verdad, la "consistencia" que hace a un sujeto. Pero es desde la encarnación de este "a", que un sujeto intentará colmar la falta en el Otro. El significante no puede hacerlo "per se", es desde una posición como objeto que el sujeto se ubica en ese lugar, es decir desde una parcialidad que nunca aparece "en escena", es la zanahoria detrás y no delante del burro. El fantasma es la prueba de ello. "El fantasma es para el sujeto una respuesta que él ha construido para hacer frente a la pregunta acerca del enigma del deseo del Otro.

Es una respuesta preconcebida que, podemos decir, sirve para todo. Le asegura al sujeto un lugar en el Otro y le otorga una significación a este lugar. Claramente se muestra la función de tapón a la falta del Otro que cumple el fantasma. La función del fantasma en el ser hablante, en tanto que él esta tachado 32, es de hacer desaparecer la división del sujeto con el objeto, y por otro lado, al pretender manejar su deseo, es un testimonio del rechazo del sujeto a representarse como un muñeco maniobrable por el significante" 33

Por lo tanto, ilustrado esto, podemos ver sus implicancias para la subjetividad tal como la concibe el psicoanálisis. La imposibilidad de un goce todo, de algo que nos pueda "normativizar" o universalizar el modo de gozar con la sexualidad es lo que nos condiciona como deseantes. Sólo podremos tolerar "fantasmáticamente" esa imposibilidad y la falta en el Otro, con alguna "ficción" de ser, pero desde esa "parte" encarnada como "petit a", pequeño a, es decir "pequeño otro ", objeto a. Esos "pedazos de cuerpo" o "zonas erógenas" es lo que verdaderamente nos posiciona para gozar. Decir esto muy esquemáticamente es plantear, entonces, que vivimos una "parcialidad" como una "ficción de totalidad". Esto es lo que, junto con el modo en que" un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante" constituye algo absolutamente irreductible y singular para cada quien, pero no porque esto signifique algo "anti social" o por fuera de "la historia", sino porque responde a los problemas clínicos que Lacan se planteaba. Sin embargo, como es el hábito, Laclau pensará en otros términos.

Como anticipamos se basa en algunos desarrollos de Copjec y toma las siguientes afirmaciones:

"Este término, "objeto de falta", no puede entenderse fuera del mito timeiano/lamelliano del cual se deriva. El objeto parcial u objeto de la falta es el que surge a partir de la falta, del vacío, originado por la pérdida del Plenum o das Ding original. En lugar de la satisfacción mítica derivada del ser uno con la Cosa maternal, el sujeto experimenta ahora una satisfacción en este objeto parcial (…) La elevación del objeto externo de la pulsión-sigamos con el ejemplo de la leche-al estatus de pecho (esto es al estatus de un objeto capaz de satisfacer algo más que la boca o el estómago) no depende de su valor cultural o social con relación a otros objetos. Su "valor de pecho" excedente, digamos, depende solamente de la elección que de él haga la pulsión como un objeto de satisfacción" 34

Después de repasar estas definiciones de Copjec Laclau se hace una pregunta y se formula una respuesta sorprendente:

"Podríamos preguntarnos qué tiene que ver todo esto con las identidades populares. La respuesta es muy simple: todo". 35

Y prosigue un poco más adelante: "La totalidad mítica, la díada madre/hijo, corresponde a la plenitud no alcanzada, evocada-como su opuesto-por las dislocaciones ocasionadas por las demandas insatisfechas. La aspiración a esa plenitud o totalidad, sin embargo, no desaparece simplemente, sino que es transferida a objetos parciales que son los objetos de las pulsiones. En términos políticos, esto es exactamente lo que hemos denominado una relación hegemónica: una cierta particularidad que asume el rol de una universalidad imposible. Es porque el carácter parcial de estos objetos no es resultado de una narrativa particular, sino que es inherente a la propia estructura de significación, que el objeto a de Lacan constituye el elemento clave de una ontología social. El todo siempre va a ser encarnado por una parte. En términos de nuestro análisis: no existe ninguna universalidad que no sea una universalidad hegemónica." 36

Efectivamente es difícil exagerar si uno asegura que una clase social o un liderazgo populista es un calco de un "pedazo de cuerpo" con el que un sujeto deseante intenta colmar el deseo del Otro o ubica su modalidad de goce "fantasmáticamente". Pero cada paso de Laclau avanza en el mismo sentido. Por eso insiste con este tipo de planteos con los que vuelve a sorprender: "No estamos tratando con homologías casuales o externas, sino con un mismo descubrimiento, que tiene lugar desde dos ángulos diferentes-el psicoanálisis y la política-, de algo que tiene que ver con la estructura misma de la objetividad" 37

Lo que realmente se dificulta es dónde ubicar esto en Lacan. Curiosamente en el libro de Laclau no aparece una sólo referencia directa a ninguna obra de Lacan. No representa un dato menor. Pero volvamos a nuestro problema.

PERON: LEJOS DE INTERPETAR UN NEUROTICO

El objeto a no es sólo conceptualizado como ese "recorte y extracción corporal" de la que ya hemos hablado. Lacan intenta darle a ese mismo objeto a una consistencia lógica para entender cómo y de qué manera un sujeto se posiciona al actuar con sustitutos de ese goce que no hay. El goce mítico, prohibido por estructura, es "recuperado" de alguna forma. Esa "recuperación" es lo que va a ubicar como el "plus de gozar ", algo que condensa goce como en la plusvalía marxista se condensa valor al producir mercancías bajo relaciones sociales capitalistas. La relación que traza Lacan es una homología a los fines de comprender el modo en que un sujeto hace esta recuperación de goce que no hay, mediante sus modos de satisfacción pulsional y que pueden deducirse en la repetición. En la serie significante de un discurso es donde se puede ubicar algo de este plus. Hay un relato de cualquier escena, hay algo que intenta atrapar mediante sus demandas, algo inalcanzable y que sólo puede bordearse mediante significantes. No se puede, por ejemplo, pensar en la caca como las heces, simplemente sin tomar en cuenta la repetición de "soltar-retener-soltar" para comenzar con alguna traza significativa a partir de allí con una serie de sustitutos que a un sujeto lo lleve a "retener-soltar" cosas en su vida. La repetición tiene que estar ahí donde hay una pérdida. Si del lado de lo oral esto se expresa, por ejemplo, habrá que buscar la red significante que bordea el agujero: dónde come, para quién alguien come, en qué horarios come, etc. Hay que ubicar de la serie significante la repetición que da el plus. Pero el agujero, el vacío, ese es el a. Desprovisto de sentido, sólo puede operar en la constitución fantasmática abordado de alguna manera. Es heterogéneo al significante, pero sin embargo se intenta acceder a él a través de ellos, al menos cuando alguien empieza a hablar, siempre en la situación analítica. En torno a la repetición, es que un sujeto puede construir una fantasía para aquello que no hay. Ese "pedazo extraído corporalmente" y con el que se encarnará la imposibilidad de un goce todo, pero que sin embargo es sólo con el que podemos gozar, eso en sí mismo no es nada más que un agujero compacto.

Pero no se trata de "algo" que finalmente pueda ser nombrable, como si existiera un significante último que da cuenta de ello. Al acercarse a esto, el sujeto tiene que encontrar ahí el "goce" que lo causa, no el significante que lo nombra, aunque usara palabras para ese goce. Debe asumir ese punto de goce y no darle un nombre último porque eso supondría hacer simbólico lo real como algo susceptible aún de proveer un sentido que podía "descubrirse" como quién descubre un mensaje subyacente. Ese real es el punto desde el cual un sujeto es causado, dividido, barrado. Es un real "en sí mismo" con el cual algo habrá que hacer puesto que su sentido es inaprehensible.

El final de un análisis tal como lo pensó Lacan es difícil de resumir. Veamos una aproximación: "En cuanto a la salida, para Freud el análisis es interminable, para Lacan hay un fin de análisis. En este final, el analizante "libera, entrega su ser" dejando un resto: el objeto a. En la cura el analizante conoce su castración, pero también el objeto que él es, el objeto causa de su deseo. A esto Lacan lo llama "atravesar el fantasma". No significa esto que el sujeto se quede sin fantasma, sino que conoce el lugar que él ocupa en tanto objeto causa del deseo, del suyo y del Otro. Así llega a saber de qué materia está hecho su fantasma.

Este final se impone como una "destitución subjetiva". Deja de ser el objeto a para el Otro y se asume como castrado, obedeciendo a su ser y no a la oscura voluntad del amo" 38

"Llenar ese vacío" suponiendo que en algún lugar del fantasma somos "algo" en el deseo del Otro es algo inhallable en un contexto donde las nominaciones las daría un liderazgo popular, o un sector "plebs" (oprimido con demandas sociales insatisfechas) supone la encarnación de un "pópulus" para hegemonizar demandas diferenciales. Es francamente, un problema que no tiene solución porque no encuentra las condiciones para ser planteado en un terreno de extrapolaciones que ya no responden a las inquietudes para aquello que fue formulado. Una de las inquietudes también se vincula a la salida para un sujeto "sufriente" en su neurosis. La pulsión de muerte se ubica en esa compulsión a la repetición que entendemos como el "goce", muy distinto al placer. Se trata de lo que se padece, pero de aquello que insiste. Desde ya que ello entra en conflicto con lo social pero puede ser tomado en el contexto analítico porque el analista puede encarnar un elemento de repetición para el paciente. Es la famosa encarnación del analista o su semblante de "objeto a", desligándose de sus particularidades de otro orden, para ser tomado "transferencialmente" en el fantasma del paciente y que ponga a trabajar esa repetición indomesticable. El analista puede tomar la repetición del paciente, que de alguna manera éste bordea a través de los significantes, ofreciendo un contraste con la repetición que el paciente produce "afuera". Es esto, en suma, el dispositivo artificial que Freud pensó para el tratamiento analítico. El analista debe caer del lugar de saber que el paciente lo coloca porque de otra manera no habríamos superado una instancia de sugestión e, incluso en muchos casos, de idealización que poco margen deja para que el sujeto "confronte con su deseo". Si eso sucede, el analista habrá pasado a ser otra cosa. Freud lo dice en estos términos:

"Si el desarrollo cultural presenta tan amplia semejanza con el del individuo y trabaja con los mismos medios, ¿no se está justificado en diagnosticar que muchas culturas-o épocas culturales-, y aún posiblemente la humanidad toda, han devenido "neuróticas" bajo el influjo de las aspiraciones culturales? A la descomposición analítica de estas neurosis podrían seguir propuestas terapéuticas merecedoras de un gran interés práctico. Yo no sabría decir si semejante ensayo de trasferir el psicoanálisis a la comunidad de cultura es disparatado o está condenado a la esterilidad. Pero habría que ser precavido, no olvidar que a pesar de todo se trata de meras analogías, y que no sólo en el caso de los seres humanos, sino también en el de los conceptos es peligroso arrancarlos de la esfera en que han nacido y se han desarrollado. Además, el diagnóstico de las neurosis de la comunidad choca con una dificultad particular. En la neurosis individual, nos sirve de punto de apoyo inmediato el contraste que separa al enfermo de su contorno, aceptado como "normal". En una masa afectada de manera homogénea falta ese trasfondo; habría que buscarlo en otra parte. Y por lo que atañe a la aplicación terapéutica de esta intelección, ¿de qué valdría el análisis más certero de la neurosis social, si nadie posee la autoridad para imponer a la masa la terapia? A pesar de todos estos obstáculos, es lícito esperar que un día alguien emprenda la aventura de semejante patología de las comunidades culturales" 39

Es tan elocuente una parte de esta cita de Freud que vale la pena releerla:

"Yo no sabría decir si semejante ensayo de trasferir el psicoanálisis a la comunidad de cultura es disparatado o está condenado a la esterilidad. Pero habría que ser precavido, no olvidar que a pesar de todo se trata de meras analogías, y que no sólo en el caso de los seres humanos, sino también en el de los conceptos es peligroso arrancarlos de la esfera en que han nacido y se han desarrollado." Sin embargo, los desarrollos examinados hasta ahora van en dirección contraria. Es muy difícil pensar en un liderazgo populista o de cualquier tipo, dentro de la lógica planteada, que posibilite la "destitución subjetiva" o asumir puntos de goce, etc., cuando el problema es absolutamente otro y los desafíos planteados merecen tomar otra perspectiva. Recortes pueden efectuarse, y por cierto de los más variados, pero esto representa ya una cirugía sin anestesia. Los planteos para pensar puntos de "goce" en un sujeto, por parte de Lacan, no existen sin pasarlo por el campo clínico y sobre todo por la tarea de un analista. El "desacople" de un sujeto de sus determinaciones sociales-culturales, para asumir una posición singular en su "fantasma" en un trabajo de análisis, no presenta aquí la dicotomía tantas veces planteada entre "individuo-sociedad". No se trata de ponerlo en esos términos y, por otra parte, el individuo no es el sujeto. El individuo, ya lo planteaba Marx sólo puede concebirse en la sociedad. Pero esto es otra cosa, se trata del sujeto y la especificidad que el psicoanálisis reserva para el deseo humano con los vericuetos sociales. El sujeto no es permanente en su revelación, es evanescente y sometido a lo "pulsátil", a la hiancia que se abre y cierra del inconsciente, es inútil insistir en esto.

Por último también es conveniente arrojar una leída a las declaraciones que hiciera Lacan en una emisión radial en 1970 sobre el problema del signo distinguido del significante y lo que él advertía como la "epidemia de lacanismo". Se revelan, francamente, contundentes para el tema que estamos abordando 40:

"Psicoanalista, es del signo que estoy advertido. Si me señala alguna cosa de la que me debo ocupar, por haber encontrado la lógica del significante para romper el señuelo del signo, yo se que esa alguna cosa es la división del sujeto: la cual división aspira a que el otro sea lo que constituye el significante, por lo que no podría representar a un sujeto sino a ser uno más que el otro. 41

Esta división repercute las peripecias del asalto que, tal cual, la ha enfrentado al saber de lo sexual,- traumáticamente de que este asalto esté de antemano condenado al fracaso por la razón que he dicho, que el significante no es apto para dar cuerpo a una fórmula que lo sea de la relación sexual.

De donde mi enunciación: no hay relación sexual, sobreentendido: formulable en la estructura.

Esa alguna cosa donde el psicoanalista, interpretante, entromete significante, por supuesto yo me extenúo desde hace veinte años para que no lo tome por una cosa, puesto que es falla, y de estructura.

Pero que él pretenda hacer alguien con ella es la misma cosa: le queda bien a la personalidad en persona, total, como se vomita en la oportunidad.

El menor recuerdo del inconsciente exige sin embargo mantener en este lugar el algún dos, con ese agregado de Freud de que él no podría satisfacer ninguna otra reunión que aquella lógica, que se inscribe: o el uno o el otro.

Que así sea desde el principio cuyo significante vira hacia el signo ¿Dónde encontrar el alguno que hay que procurarle con urgencia?

Es el hic (aquí) que no se convierte nunca en nunc (ahora) más que para ser psicoanalista, pero también lacaniano. Pronto todo el mundo lo será, mi auditorio es prodromo, luego los psicoanalistas también. Bastaría el ascenso al cenit social del objeto llamado por mi pequeño a, por el efecto de angustia que provoca el vaciamiento con que nuestro discurso lo produce, al fracasar en su producción.

La evidencia entre nosotros que de una tal caída el significante sucumbe al signo surge de que, cuando no se sabe a qué santo encomendarse (dicho de otro modo: que no hay más significante por malgastar, es lo que suministra el santo), se compra cualquier cosa, por ejemplo un coche, con el que produce un signo de complicidad, si pudiera decirse, con su aburrimiento, es decir con el afecto del deseo de Otra-cosa (con una O mayúscula).

Esto no dice nada de la a pequeña ya que ella no es deducible sino en la me dida del psicoanálisis de cada uno, lo que explica que pocos psicoanalistas la manipulean bien, aún debiéndola a mi seminario" 42

Tenemos en primer lugar, la necesidad que se le plantea a Lacan de poder despejar la confusión entre el significante y el signo, algo que ya tomamos en cuenta a la hora de refutar el "significante vacío" laclauiano que no es otro de los nombres del signo, pero traducido apócrifamente como significante lacaniano. Elevar el objeto a al "cenit social" es abrir la caída del significante al signo, por esto de "ya no sabemos a que santo encomendarnos"

La ironía la hallamos en que si persisten algunas confusiones su propia audiencia pasará a ser "prodromo",o sea signos que preanuncian enfermedad, como si el "lacanismo" mismo pasara a ser una "epidemia", algo que le sucedería a los psicoanalistas mismos si abandonan su función de tal para forzar cualquier tipo de "cosmovisión" más allá de los límites precisos. Quizás así podamos entender el título de "lacanismo" que observamos en Laclau.

NO SE TRATA DE OPTAR ENTRE LACAN Y MARX…

No es el objetivo de este artículo dilucidar aquí si los fundamentos de Laclau obedecen a "limitaciones epistémicas", sobre la "región" del psicoanálisis, o de otro orden. Por el contrario, lo que importa es no abandonar los problemas que el terreno político nos plantea y donde las posiciones están harto definidas. Hoy este hombre, otrora cuadro político de la "izquierda nacional" con el "colorado" Ramos a la cabeza, atestigua visualizar en el kirchnerismo un modo de construir pueblo y no ha cejado en elevar dicha posición. Toda la experiencia del peronismo, que representó un verdadero quiebre para muchos intelectuales de aquella generación, ha sido reinterpretada en los términos aquí examinados, en especial el retorno de Perón y el desastre de su tercer gobierno: "Una vez en la Argentina, Perón ya no pudo ser un significante vacío: era el presidente de la República y, como tal debía tomar decisiones y optar entre alternativas. El juego de los años de exilio, por el cual cada grupo interpretaba sus palabras según su propia orientación política, mientras el propio Perón mantenía una prudente distancia de toda interpretación, ya no pudo continuarse una vez que Perón estuvo en el poder. Las consecuencias se vieron pronto. Entre la burocracia sindical de derecha, por un lado, y la juventud peronista y "las formaciones especiales ", por el otro, no había nada en común: se consideraban el uno al otro como enemigos mortales. Entre ellos no se había internalizado ninguna equivalencia, y lo único que los mantenía dentro del mismo campo político era la identificación común con Perón como líder. Pero esto no era suficiente, ya que Perón encarnaba para cada facción principios políticos totalmente incompatibles. Perón intentó durante un tiempo hegemonizar de un modo coherente la totalidad de su movimiento pero fracasó: el proceso de diferenciación antagónica había ido demasiado lejos" 43. Sencillamente huelgan las palabras.

Algunos vacíos, "objetos a" o "significantes", han estado ya llenos de contenido hace mucho tiempo. Por ejemplo existen afirmaciones consecuentes con orientaciones actuales, muy actuales para " pensar la política" sin la "ontología clásica". Leamos: "El libre juego de las fuerzas del mercado es tan incapaz como la planificación burocrática de producir un "efecto sociedad". En la práctica, esto significa que la regulación social será un proceso complejo y pragmático en el que la intervención estatal y los mecanismos de mercado se combinarán de acuerdo con formas que son irreductibles a un modelo apriorístico. Como consecuencia, así como el elemento de intervención estatal consciente no encuentra su principio teleológico de explicación en una supuesta tendencia inmanente a establecer un control estatal total sobre la vida económica, tampoco hay un lazo teleológico esencial entre la presencia de mecanismos de mercado y su total subordinación al objetivo de la ganancia individual" 44. Cualquier integrante de Carta Abierta podría suscribir esto, o simplemente alguien con un "pecado rojo de juventud" que ahora ha encontrado la forma de "combinar Estado y Mercado" sin teleología ni "a priori metafísico", pero si brindando apoyo inmediato a la "tensa sociedad" de este gobierno con la burocracia sindical que organiza y fomenta la tercerización con pingues ganancias para ella, el Estado y las empresa, al despojo de los recursos naturales que nos someten los gobernadores que los K encierran en sus filas, a la inflación galopante, a la manipulación y cooptación obscena que han hecho de los organismos de DDHH revelando fenómenos espectaculares de corrupción como el caso Schoklender. Pero, sobre todo, están empeñados en la negación permanente para que los explotados se organicen en forma independiente y luchen por una verdadera reorganización social que acabe con el capitalismo mediante un programa de transición y gobierno de los trabajadores. Es esta la reflexión a la que hemos querido contribuir.

Notas

1 Anderson, P "Tras las huellas del materialismo histórico", Ed. Siglo XXI, España editores. 1988

2 Ver el trabajo de Pablo Rieznik "Populismo y Marxismo: Teoría y Vulgaridad"

3 Laclau, E, "La Razón Populista", Ed Fondo de Cultura Económica, Bs As, 2005

4 Ver Laclau,E., "Hegemonía y Estrategia Socialista", Ed. Nueva Visión, Bs. As., 2004; Nuevas reflexiones sobre las revoluciones de nuestro tiempo, Ed. Nueva Visión, Bs As, 1990; Emancipación y Diferencia, Ed. Ariel, Bs As, 1996

5 Laclau, E, "La Razón Populista", Ed Fondo de Cultura Económica, Bs As, 2005, pag 34

6 Laclau, E, "La Razón Populista", Ed Fondo de Cultura Económica, Bs As, 2005, pág 99

7 Laclau, E, "La Razón Populista", Ed Fondo de Cultura Económica, Bs As, 2005, pág 95

8 Zizek, S, "El sublime objeto de la ideología", Ed Siglo XXI, Bs. As., 2005

9 El subrayado es nuestro

10 El subrayado es nuestro

11 Zizek, S, "El sublime objeto de la ideología", Ed Siglo XXI, Bs. As., 2005, pág.135

12 Recordemos que este autor ha sido miembro de la dirección política del Partido Socialista de la Izquierda Nacional y entre 1963 y 1968 dirigió el semanario Lucha Obrera

13 Laclau, E. "Nuevas reflexiones sobre las revoluciones de nuestro tiempo", Ed. Nueva Visión, Bs As, 1990, pág. 15 pág 42

14 El subrayado es nuestro

15 Laclau, E. "Nuevas reflexiones sobre las revoluciones de nuestro tiempo", Ed. Nueva Visión, Bs As, 1990, pág. 122

16 Ver artículos de Michel Sauval:
"Los bordes problemáticos del psicoanálisis y la lucha de clases", Primera clase de un seminario organizado (en septiembre de 2002) por el Centro de Estudiantes de Psicología de la Facultad de Psicología (Universidad Nacional de Buenos Aires), con ese mismo título.
"Psicoanálisis y Marxismo: ¿Un diálogo imposible?" Texto de debate sobre las relaciones entre el psicoanálisis y el marxismo (publicado en 1998, los números 20 y 21 de la revista "En defensa del Marxismo")

17 Lacan, J. "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano", Escritos 2, Ed Siglo XXI, Bs As, 2008, pág. 779

18 Freud, S., Psicopatología de la vida cotidiana, cap I "El olvido de nombres propios", Ed. Amorrortu, Obras Completas Vol VI, Bs. As.,1993, págs. 9-22.

19 De aquí en adelante, dentro de la cita, todos los subrayados le pertenecen a Lacan.

20 Lacan, J Seminario V: Las formaciones del inconsciente, Ed Paidos ,Bs As, 2007,págs. 40-41,

21 Lacan, J Seminario V: Las formaciones del inconsciente, Ed Paidos ,Bs As, 2007, pág 42

22 El subrayado es nuestro

23 Laclau, E, "La Razón Populista", Ed Fondo de Cultura Económica, Bs As, 2005, pag 135

24 Copjec, Joan. Image there’s no Woman. Ethics and Sublimation, Cambridge (EEUU), MIT Press, 2003.

25 El subrayado es del autor

26 Subrayado del autor

27 Laclau, E, "La Razón Populista", Ed Fondo de Cultura Económica, Bs As, 2005, pag 142

28 Freud, S. Psicología de las masas y análisis del yo, Ed. Amorrortu, Obras Completas Vol XVIII, Bs. As., 1993, págs. 9-22.

29 Alberro, Norma "Hacia Lacan", Ed Lugar, Bs As,2006, págs. 40-41

30 Alberro, Norma "Hacia Lacan", Ed Lugar, Bs As,2006, pág. 41

31 Alberro, Norma "Hacia Lacan", Ed Lugar, Bs As,2006, pág. 30-31

32 Tachado: dividió, barrado, atravesado por la castración

33 Alberro, Norma "Hacia Lacan", Ed Lugar, Bs As,2006, págs. 75-76

34 Laclau, E, "La Razón Populista", Ed Fondo de Cultura Económica, Bs As, 2005, pág. 146-147

35 Laclau, E, "La Razón Populista", Ed Fondo de Cultura Económica, Bs As, 2005, pág.147, el subrayado es nuestro.

36 Laclau, E, "La Razón Populista", Ed Fondo de Cultura Económica, Bs As, 2005, pág. 147. El subrayado es nuestro

37 Laclau, E, "La Razón Populista", Ed Fondo de Cultura Económica, Bs As, 2005, pág. 148. El subrayado es nuestro

38 Alberro, Norma "Hacia Lacan", Ed Lugar, Bs As,2006, pág. 107

39 Freud, S., El malestar en la cultura Ed. Amorrortu, Obras Completas Vol XXI, Bs. As., 1994, pág. 139. El subrayado es nuestro.

40 Esta parte ha sido tomada de un intercambio con Michel Sauval quién me ha provisto de las bases para estas consideraciones, ubicando, fundamentalmente, el sentido de esta cita de Lacan en el contexto de esta polémica.

41 El subrayado es nuestro

42 Lacan, J "Psicoanálisis: Radiofonía & Televisión", Ed Anagrama, Barcelona, 1977, págs.24-26. El subrayado es nuestro.

43 Laclau, E, "La Razón Populista", Ed Fondo de Cultura Económica, Bs As, 2005, pág. 273-274

44 Laclau, E. "Nuevas reflexiones sobre las revoluciones de nuestro tiempo", Ed. Nueva Visión, Bs As, 1990, pág. 15

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 27 - Mayo 2012
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