Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
El analista y los síntomas contemporáneos
Adriana Szyniak

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Trabajo presentado en la reunión Lacanoamericana 2009 de Bahía Blanca

Los avatares de la clínica que hoy se presentan nos invitan a reformular nuestra posición e intervención con nuestros pacientes, teniendo en el horizonte los fundamentos del psicoanálisis. La eficacia del mismo, a mi entender, dependerá de la lectura que podamos hacer respecto al entramado que hoy se presenta en las consultas. Si recalco este tiempo presente es porque quiero transmitir su diferencia con otros.

Veremos como dichas consultas están en consonancia con la época que nos atraviesa.

El término síntomas contemporáneos, resuena entre nosotros. En principio se me impone distinguirlos de aquellos que Freud nos ha enseñado tan ejemplarmente en textos como "el sentido de los síntomas" o "estudios comparativos de las parálisis motrices orgánicas e histéricas". Es en éste último texto, muy temprano en la obra de Freud, donde nos ofrece una distinción exquisita respecto a la concepción del cuerpo. Transmite la idea de un cuerpo que se conduce como si la anatomía no existiese, síntomas que siguen la concepción vulgar del cuerpo, recortado por la palabra, dándonos a leer en el síntoma una palabra amordazada. La interpretación sigue la línea de esta concepción, suponiendo que allí hay un sentido. Esto último lo mantiene en vilo a Freud, siendo, por vía simbólica, la manera que encontrará para deshacer ese síntoma, al que llamará conversivo. El cuerpo porta una escritura que al igual que los jeroglíficos son posibles de ser leídos. Síntomas que como otras formaciones del inconciente: sueños, chistes nos permiten acceder a la verdad de un sujeto.

Formaciones sustitutivas que sólo pueden ser interpretadas bajo transferencia, la que habilita una posible intervención. Anudamiento de transferencia e inconciente que nos guía en nuestra posición.

A nadie asombra hoy día, al menos en la Argentina, que el psicoanálisis haya ampliado sus fronteras saliendo de los consultorios privados, alcanzando espacios impensables para otros momentos. En las obras sociales, prepagos, hospitales, cárceles, guardias encontramos analistas que ofertan una escucha. Y la oferta genera demanda. Extender estos horizontes ha permitido que una amplia población acceda a la consulta y que las mismas sean de un espectro variable: algunos lo hacen por propia voluntad, otros porque son traídos, derivados por alguna especialidad médica, o atendidos luego de alguna internación. En su gran mayoría no se trata de los pacientes que no pueden caminar como metáfora de haber dado un mal paso. Esta nueva inserción, que aceptamos los analistas, nos obliga, como lo dije al principio, a repensar y replantearnos nuestra intervención y nuestra posición en la clínica, a la luz de los pacientes que hoy día se presentan.

Veremos cuál es la particularidad de este tiempo, qué ropaje toma el malestar hoy.

Sabemos que el psicoanálisis puede brindar una respuesta al malestar en la cultura.

Describiré algunas situaciones de lo cotidiano de mi clínica:

Alcoholismo, adicciones de todo tipo: pasta base, cocaína. Intentos de suicidio reiterados, violencia familiar, tiroteos con armas de fuego, dificultades para salir luego de haber sufrido reiterados arrebatos; son las consultas más frecuentes que hoy día se presentan a nuestra escucha. Acting out, pasajes al acto, angustias masivas. A mi entender son formas de evitar el dolor pero no de alcanzar la felicidad.

Evitar el dolor y alcanzar la felicidad es una distinción interesante que nos da a leer Freud en su texto: "El malestar en la cultura".

Allí dice: "tal como nos ha sido impuesta la vida nos resulta demasiado pesada, nos depara excesivos sufrimientos, decepciones y empresas imposibles. Para soportarlo no podemos pasarnos sin paliativos, los hay quizá de tres especies: distracciones poderosas, satisfacciones sustitutivas que la reducen y narcóticos que nos tornan insensibles a ellas". Y agrega Freud que "el más crudo pero el más efectivo es el narcótico porque produce una modificación a través de una intoxicación, una modificación que es del orden de lo inmediato."

Dirá también que el sufrimiento nos amenaza por tres lados: "desde el propio cuerpo, desde el mundo exterior y desde las relaciones con otros seres humanos, marcando la insuficiencia de los métodos para regular dichas relaciones, siendo esta última la fuente más dolorosa. E insiste que el más crudo pero el más efectivo de los métodos destinados a producir tal modificación es la intoxicación.

Entonces quiero remarcar: dolor que proviene de las relaciones con otros seres humanos a consecuencia de la insuficiencia de los métodos para regular dichos vínculos e inmediatés para evitar el dolor.

Son traídos adolescentes que muchas veces no se dedican a nada: ni estudian, ni trabajan, ni pretenden hacerlo. Padres que en muchos casos tampoco les preocupa esto. Atravesamiento de las características de nuestra sociedad en la cotidianeidad de las consultas. "El llame ya", la satisfacción inmediata, caída de los ideales, aquello que debiera permanecer en el ámbito privado se hace público, dificultad para esperar, la pregnancia de la imagen, dar a ver los excesos; filmar y ser testigos en internet de las peleas entre adolescentes. Padres que discuten con la autoridad de la escuela por una nota de sus hijos. Lo pulsional pareciera ser la vedette, desamarrado de lo simbólico. Desfallecimiento de la autoridad, en tanto no hay reordenamiento ni redistribución entre goce y deseo.

La descripción anterior produce una exacerbación de las peleas llegando, en ocasiones, a una violencia extrema entre pares.

Hace poco accedimos a través de los medios de comunicación a una noticia que nos mostraba como una jueza contravencional, quien representa una autoridad en cuanto al ordenamiento del tránsito, intentaba erigirse en excepción sobre aquello que ella legisla. Argumentaba que a ella no le cabían las generales de la ley, erigiéndose en excepción a la norma. Por lo tanto muestra, en acto, y cada vez esto se escucha con mayor asiduidad, la dificultad que existe hoy día en ser sostén y transmisor de la ley, una ley que debiera estar anudada a la castración.

Caída de las instituciones que debieran velar, podríamos decir, por el "buen orden".

Leemos la prevalencia de un goce que arrasa con la subjetividad, dificultando de esta manera ubicar un trazo deseante. La resultante es que la salida termina siendo un encierro.

Pero, estos tiempos, a los que dimos en llamar contemporáneos, también nos atraviesan a nosotros y se nos demanda no solo del lado del paciente sino por parte de las instituciones donde el psicoanálisis tiene un lugar, que nos acoplemos a estos tiempos

Hace poco escuché una conferencia titulada orientación lacaniana en psicoterapia breve. El disertante justificaba la unión de estos términos. Entonces pensaba, cómo hacer para que las características de lo contemporáneo no arrase con la función deseo del analista?. Diría: ¡Qué tiempos para el analista! ó ¿qué tiempos para el analista?

Por lo tanto con este horizonte ¿qué legitimidad podrían tener los fundamentos de la clínica? Pregunta que mantendré en suspenso

El dispositivo del análisis tal como lo inventó Freud no fue pensado ni para niños, ni para psicóticos ni para los pacientes que presentan los síntomas de este tiempo, donde las formaciones del inconciente brillan por su ausencia y la espectacularidad de la presentación clama por nuestra intervención alejada de cualquier sustitución metafórica.

No obstante algunas pistas podemos tomar, ayudados también por una clínica orientada en la teoría lacaniana.

Una paciente llega por primera vez a mi consultorio 45 minutos antes de la hora pactada telefónicamente. Toca el portero eléctrico y se presenta. Le digo que su hora no era esa, que yo estaba ocupada, que no tenía sala de espera y que iba a tener que aguardar en otro lado. La paciente gritaba por el portero eléctrico, que yo le tenía que haber avisado que no tenía sala de espera, que ella no me iba a esperar y (como era de una obra social) me iba a denunciar y no me pagaría la hora que le había reservado.

Diré, entonces, que cada vez mas las presentaciones tienen las características de la urgencia subjetiva.

En un texto mío anterior sobre la urgencia en psicoanálisis planteaba que Freud hacía referencia al tema cuando trabaja "el proyecto de psicología para neurólogos". Allí nos dice que la urgencia es una tendencia a la descarga que se libera hacia la vertiente de la motilidad y que la primera vía que es recorrida en tal proceso es la que conduce a la alteración interna: expresión de las emociones, gritos, inervación vascular. Refiere que ninguna descarga agota la tensión. Estos estímulos solo pueden ser abolidos por medio de una intervención y dicha intervención está en relación a una acción específica. Y como el organismo en estos casos es incapaz de llevar a cabo por sí mismo esta acción, por su indefensión originaria, será necesaria la asistencia ajena.

En "Estudios sobre la histeria", Freud equipara el sobresalto con un trauma psíquico diciendo que éste es toda impresión que el sistema nervioso tiene dificultad de resolver por medio del pensamiento asociativo o de la reacción motriz. Toma Freud la metáfora de la vesícula viva que se mantiene resguardada de las excitaciones externas por medio de una capa protectora, cuando ésta falla nos encontramos frente a un trauma como algo que está mas allá del principio del placer displacer. La falta de protección hace que el aparato se vea inundado de energía no ligada. Recordemos que el yo en tanto sede de la angustia señal, frente a un peligro, debería poner en funcionamiento los mecanismos de defensa propiciatorios de la formación de síntomas. Si no se produce la señal, el yo carece de barrera protectora frente a los estímulos, en consecuencia hay una imposibilidad de ligar la energía mediante la creación de síntomas.

Por lo tanto diré que en las presentaciones actuales se muestra un costado predominantemente real, allí donde ni lo simbólico ni lo imaginario le hacen de límite. Estas son las características de nuestro tiempo y de nuestras consultas: Acting, pasajes al acto, angustias masivas.

En la urgencia no se trata de la angustia señal, en consecuencia hay una interdicción que no puede ponerse en marcha, a resultas de lo cual el peligro se hace presente.

Diremos que un goce no interdicto arrasa con la dimensión subjetiva. Por lo que será necesario frente a esta indefensión una asistencia ajena que produzca una acción específica que permita dar un marco a aquello que se presenta sin discontinuidad.

La pregunta que se me impone es por qué hoy día las consultas tienen est as características.

Anteriormente hacía mención, tomando el texto de Freud del Malestar en la cultura, que uno de los sitios de donde proviene el sufrimiento es de la insuficiencia en la regulación de las relaciones entre los seres humanos. Remarco la letra de Freud: Insuficiencia en la regulación. Qué puedo leer allí sino que la insuficiencia en la regulación de las relaciones de los hombres entre sí, como dice Freud: en tanto vecino, colaborador u objeto sexual, miembro de una familia o de un estado, pueden llegar a la estocada final de Caín por sobre Abel.

Arriesgaré a decir que la deficiente regulación de las relaciones de los hombres es tributaria del desfallecimiento de la función paterna. En este punto resulta oportuno introducir una distinción entre el padre de la ley y el padre del goce. De este último diré que sus excesos valen como muestra de la inoperancia de la castración en él e interviene según su capricho, dificultando una relación pacífica entre pares. El padre de la ley es transmisor en acto de un goce que le falta y por eso él desea. ¿Será que la vertiente del padre del goce va ganando cada vez más territorio, no dando lugar al padre de la ley?, por lo tanto no hay una salida en la búsqueda de los genuinos objetos de goce, quedando suspendida la subjetividad. Caída de los ideales, se escucha frecuentemente, sobretodo en el hospital, familias enteras dedicadas al "trabajo del robo".

El desfallecimiento del padre de la ley impide que lo simbólic o le haga de límite a lo pulsional. Encontrando, en ocasiones ese freno en lo real de una escena. Como una paciente que consulta en su silla de ruedas luego de haberse comido, según sus palabras, andando en bicicleta un camión, esta escena puso límite a la impulsividad que parecía no tenía freno.

¿Es posible acaso prescindir del padre antes de haberse servido lo necesario y suficientemente de él?.

Entonces retomo la pregunta formulada anteriormente, ¿qué legitimidad para los fundamentos del psicoanálisis?

La enseñanza de los últimos tiempos de Lacan respecto a pensar la estructura como RSI (Real, Simbólico e Imaginario) y anudada en forma borromea nos permite pensar otro tipo de intervenciones que posibiliten alojar en el dispositivo del análisis a estos pacientes que se presentan con estos síntomas que damos en llamar contemporáneos.

Las intervenciones podrán pensarse desde los tres registros, pudiendo realizar alguna construcción, quizá como labor preliminar. Ahí donde somos testigos del desfallecimiento de la subjetividad, será necesario como dice Freud frente a esta indefensión, una asistencia ajena que produzca una acción específica que permita construir una nueva escena.

El análisis puede abrir la dimensión, no sólo de otro espacio sino también de otro tiempo. La presencia del analista podrá discontinuar lo que de continuo nos muestra la fijeza de un goce, marca de un mismo tiempo que el sujeto se resiste a abandonar pero al mismo tiempo pena por él. Intervenciones necesarias aún cuando la transferencia no comenzó a jugarse.

La escena analítica puede dar un marco para inscribir otros trayectos pulsionales, siempre y cuando no nos apoltronemos en nuestros sillones, sólo así estaremos a la altura de las circunstancias. Como se lee en el seminario "El acto analítico" de Lacan: "el acto analítico atañe muy directamente a los que no hacen de él profesión".

Lic. Adriana Szyniak

 

Bibliografía

Freud, Sigmund:

Lacan, Jacques

Vegh , Isidoro

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 26 - Octubre 2010
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