Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Psicoanálisis y Universidad
La formación del analista
Gladys Elena Saraspe

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Introducción

La pregunta acerca de la pertinencia de la enseñanza universitaria del psicoanálisis, que Freud se formulara en 1919, no encontró en su incorporación a la mayor parte de los planes de estudio de las carreras de psicología, una respuesta definitiva, un cierre.

Las posturas cambiantes, frecuentemente antiuniversitarias de Freud y Lacan, y la exclusión de los ámbitos académicos, denunciada por su creador, de la que fue objeto el psicoanálisis en sus primeros tiempos, echaron leña imaginaria al fuego de la interrogación, fundada más allá, en la separación estructural de los discursos del psicoanalista y de la universidad, imposibles de traducir uno en otro.

La cuestión siguió abierta y dio lugar a una producción: cadenas de cuestionamientos sobre la posición del psicoanalista en la universidad y del psicoanálisis entre los transmisibles universitarios: ciencias, técnicas y artes.

Pero la no resolución de la pregunta, permitió que el psicoanalista continuara autorizándose de sí mismo de acuerdo a la indicación de Lacan, ya que estaba claro que nadie podía otorgar títulos de especialista en psicoanálisis y que mientras tanto en la universidad, como cuerpo extraño, el psicoanálisis siguiera transmitiéndose sin cerrar y sin pretender la habilitación profesional.

El malestar se ha mantenido desde hace años, pero finalmente se avizora en un horizonte demasiado cercano, una avanzada defensiva, un intento de coaptación de un discurso por otro, reforzado por el empuje a la evaluación, el control y la especialización.

 

¿Es el psicoanálisis una ciencia?

La pregunta por el estatuto del saber psicoanalítico, debería permitirnos un acercamiento a las razones por las que su enseñanza universitaria ha sido conflictiva. Así, si llegáramos a la conclusión de que este saber, definido por Freud como la ganancia que se obtiene del ejercicio de su práctica (1), es claramente acientífico, estaríamos en condiciones de justificar aquellas dificultades.

Sin embargo, veremos que su situación entre los otros saberes no es tan precisa y que tampoco es su particular articulación con la ciencia, lo que determina el engorro de su transmisión.

El carácter científico del psicoanálisis, ha sido siempre defendido por Freud, quien lo tituló "ciencia de lo inconsciente en el alma" (2) y lo mantuvo alejado de las creencias religiosas y de los sistemas filosóficos que pretenden explicar el universo por deducción, partiendo de algunos principios establecidos.

Esto lo llevó a responder de modo enfáticamente negativo, a la insistente pregunta respecto de la cosmovisión particular del psicoanálisis: "una cosmovisión es una construcción intelectual que soluciona de manera unitaria todos los problemas de nuestra existencia a partir de una hipótesis suprema" pero el psicoanálisis es una "ciencia especial, una rama de la psicología – psicología de lo profundo o psicología de lo inconsciente -" y como tal es "por completo inepta para formar una cosmovisión propia; debe aceptar la de la ciencia" (3), con la cual ha contribuido al "haber extendido la investigación al ámbito anímico" (4)

Su convicción sobre el estatuto científico del psicoanálisis y su afán de ubicarlo en el campo de las ciencias naturales, lo habían llevado ya en 1895, a enfrascarse en la redacción de un ambicioso proyecto, el de una psicología científica que diera sustento neurológico a su teoría. Pero este escrito fue finalmente dejado de lado por su autor, a pesar de lo cual, sus herederos decidieron la publicación del mismo, once años después de su fallecimiento, con el nombre de Proyecto de psicología.

Cuarenta y tres años después de aquel intento inconcluso, en Esquema del psicoanálisis, publicado en 1940 y escrito poco antes de su muerte, Freud aún insiste en señalar que el lugar del psicoanálisis se encuentra en el campo de las ciencias naturales, porque se ocupa de procesos acerca de los cuales es posible "establecer las leyes a que obedecen, perseguir sus vínculos recíprocos y sus relaciones de dependencia" (5)

Agrega después, que esta nueva ciencia no ha podido dejar de crear conceptos, a los que corresponde atribuir el mismo valor que a las construcciones auxiliares de otras ciencias naturales, que podrán ser modificados, cuando la experiencia permita hacer de ellos una definición más segura. "Por tanto, concuerda en un todo con nuestra expectativa que los conceptos fundamentales de la nueva ciencia, sus principios (pulsión, energía nerviosa, entre otros), permanezcan durante largo tiempo tan imprecisos como los de las ciencias más antiguas (fuerza, masa, atracción)." (6)

Pero a pesar de la certidumbre de su creador, el psicoanálisis ha sido muy cuestionado en su estatuto científico.

Una de las críticas más conocidas que ha recibido, fue la elaborada por Karl Popper, cuyo criterio de falsación es enunciado de la siguiente manera: "una teoría tiene que ser capaz de decir bajo qué condiciones podría no ser verdadera para ser considerada una teoría científica" (7)

Es decir, que una hipótesis científica legítima, no puede pretender explicarlo todo, deben existir excepciones a la ley general, y según Popper el psicoanálisis no cumple con este requisito, ya que las posibles refutaciones de la teoría, que sostiene la omnipresencia del inconsciente, son rechazadas por los psicoanalistas, quienes ven en los casos excepcionales, por ejemplo en el azar, siempre algo del inconsciente. A esto se le agrega, de acuerdo con este autor, el criterio de no validación empírica del psicoanálisis, puesto que de sus proposiciones no pueden deducirse consecuencias determinadas; las nociones freudianas de conversión histérica o complejo de Edipo, no son susceptibles de validación empírica, ya que podrían atribuirse los mismos efectos a otras causas.

Es evidente que esta impugnación hecha al psicoanálisis, sólo toma en cuenta el intento realizado por Freud de incluirlo en el campo de las ciencias naturales, pero olvida que puede situárselo en otros dominios, por ejemplo el de las artes de la interpretación, cuya tradición científica "consiste menos en demostrar la validez de una deducción que en elaborar un discurso capaz de dar cuenta de una verdad simbólica y subjetiva" (8)

En este sentido se manifiesta Imre Lakatos, discípulo de Popper, que disiente con él y sostiene que el valor científico de una teoría depende sólo del apoyo objetivo que le prestan los hechos. Desde este punto de vista, puede revisarse la situación del psicoanálisis, ya que las formaciones del inconsciente (síntomas, fallidos, lapsus, sueños) constituyen un apoyo efectivo a la teoría, al que se agregan los efectos de la clínica freudiana.

La pregunta por el carácter científico del psicoanálisis, ha sido también motivo de reflexión para Jacques Lacan, quien ha hecho una lectura rigurosa de los textos freudianos, reintroduciendo en ellos el punto de vista filosófico y utilizando como herramientas auxiliares en la búsqueda de la precisión de los conceptos, que Freud había dejado enunciada en su escrito póstumo, los aportes de ciencias recientes que el creador de la teoría psicoanalítica no conoció: la antropología estructural, la lingüística, la lógica simbólica y la topología, entre otras.

Lo característico de la elaboración lacaniana acerca de la ciencia y de la inclusión del psicoanálisis en su seno, es la posición ambigua que respecto a estos tópicos ha manifestado desde sus primeros escritos.

En Más allá del "Principio de realidad", texto de 1936, plantea por ejemplo en lo referente a las relaciones entre la ciencia y la verdad, que a pesar de que la búsqueda de la verdad es una condición de existencia de la ciencia, no puede afirmarse que aquella constituya el fin propio de ésta. Pero hay que convenir, agrega, que los éxitos prácticos de la ciencia le han conferido un prestigio deslumbrante, "despertando en el vulgo esa prosternación ante el nuevo ídolo, llamado cientificismo, y en el intelectual esa eterna pedantería que, por ignorar cuan relativa a las murallas de su torre es su verdad, mutila todo lo real de ésta que le es dado captar" (9)

Es decir que la verdad no es ajena a la ciencia, puesto que condiciona su existencia y mucho menos al psicoanálisis ya que se constituye en su fin propio. Claro está que no se trata de la misma verdad.

La verdad de la ciencia es precisamente la de la validación empírica, es decir la de la verificación de la adecuación del concepto a la realidad, lo que la habilita para la producción masiva de fetiches tecnológicos que le confieren una gran reputación.

Por el contrario, la verdad que el psicoanálisis descubre, la que se revela en los tropiezos del discurso, es propia de quien habla y ajena a la prueba de la realidad compartida, es la verdad del deseo del sujeto, excluido por la ciencia en su afán de objetividad, que constituye en cambio la preocupación central del psicoanálisis.

En su seminario del año 1964, Lacan vuelve a preguntarse por el estatuto del psicoanálisis y lo sitúa como praxis. Noción muy amplia que designa cualquier "acción concertada por el hombre, sea cual fuere, que le da la posibilidad de tratar lo real mediante lo simbólico" (10)

Una vez establecida esta base para su reflexión, se propone esclarecer dos campos de la praxis en los cuales podría inscribirse el psicoanálisis: la ciencia y la religión.

Lo que es propio de la ciencia, dice, es tener un objeto. En este sentido el psicoanálisis es una ciencia y su objeto de estudio es el inconsciente freudiano. Pero pronto advierte que el objeto cambia con la evolución de la ciencia y propone una retirada para partir otra vez de la praxis y del campo que ella delimita: la experiencia.

El psicoanálisis es sin duda una experiencia, pero esto no implica que sea científico. La experiencia no basta para definir a una ciencia, puesto que hay también experiencias que no son en absoluto científicas; la del místico y la del alquimista, por ejemplo.

Nadie diría que la alquimia es una ciencia, pero ¿Qué es lo que de inmediato nos permite afirmar tal cosa? "que la pureza de alma del operador era como tal, y explícitamente, un elemento esencial del asunto" (11)

Entonces, si la pureza de alma del operador es necesaria para que la cosa funcione, la experiencia de que se trate, no es científica.

¿Hay una exigencia de pureza de alma del psicoanalista en la experiencia de la cura?

Lacan asimila la pureza de alma del alquimista a su concepto de deseo del analista. El deseo que anima al analista en su función, no es el deseo de curar o de hacer el bien, tampoco es el deseo de proponerse como modelo ideal de identificación para el analizante. Es un deseo más fuerte que resulta de la "mutación en la economía de su deseo" (12) efectuada en el análisis didáctico, en que el analizante deviene analista.

En este sentido, en el de su experiencia, el psicoanálisis se separa de las ciencias, "(…) en las que nadie se pregunta nada respecto al deseo del físico, por ejemplo" (13)

La pregunta sigue abierta ¿es el psicoanálisis una ciencia? Lo es tanto como la agricultura, "se responderá que sí, se responderá que no" (14) lo es por su objeto, cuando la agricultura misma es tomada por objeto de estudio y da origen a la ciencia agronómica; no lo es por su campo, es decir por su praxis, en que se reconoce como actividad económica.

Se entiende entonces, que Lacan está diciendo que algo del psicoanálisis puede ser reducido a la categoría de científico, mientras que otros aspectos de esta praxis, escapan a esta reducción. "La persistente ambigüedad en lo tocante a saber qué del análisis puede o no reducirse a la ciencia, se explica cuando uno repara en que el análisis entraña, en efecto, un más allá de la ciencia – de La ciencia en el sentido moderno, cuyo status traté de mostrarles en el punto de partida cartesiano" (15)

Este más allá, es lo que hace al psicoanálisis susceptible de ser considerado una religión, porque los fundamentos de su operatividad, han sido olvidados por los psicoanalistas, que no comprenden su acto "(…) las reglas técnicas, de reducirse a recetas, quitan a la experiencia todo alcance de conocimiento e incluso todo criterio de realidad. Pues nadie es menos exigente que un psicoanalista sobre lo que puede dar su estatuto a una acción que no está lejos de considerar él mismo como mágica, a falta de saber situarla en una concepción de su campo que no se le ocurre hacer concordar con su práctica" (16)

Pero el psicoanálisis no es una religión; su origen está en la ciencia, y de su nacimiento conserva una vocación científica. Entonces, para remediar la confusión entre psicoanálisis y religión, y para que el psicoanalista sepa lo que sucede en su praxis y deje de considerar lo que detecta en ella, sólo como un hecho empírico, una cierta reducción científica se impone.

Reducción, porque Lacan introduce la dimensión de la formalización de la teoría psicoanalítica en un abc, en un álgebra transmisible, que constituye una dimensión asegurada y aseguradora, ya que está destinada a revertir la distorsión conceptual en que había caído el psicoanálisis posterior a Freud y a evitar el formalismo que había surgido como formación de compromiso y llevaba a la experiencia analítica al ámbito de lo ceremonial, es decir de lo religioso.

En esta formalización, los conceptos fueron cediendo lugar a los matemas, palabra creada por Lacan para designar un modo de formulación algebraica de los conceptos psicoanalíticos, con el propósito de transmitirlos científicamente, librándolos del malentendido propio del lenguaje.

 

La transmisión del psicoanálisis en la universidad

La posición freudiana

Tal como se ha señalado en el apartado anterior, Freud sostuvo hasta el fin de sus días la convicción acerca del carácter científico del psicoanálisis, lo que permite pensar que la pertinencia de su transmisión universitaria, no debería haber generado en él, la menor duda.

De hecho, cuando a fines de 1908, fue invitado por Stanley Hall, en ese entonces su presidente, a dictar algunas conferencias sobre su disciplina en la Clark University de Worcester, Massachussets, se mostró agradecido y satisfecho, señalando años después en su Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico, que era la primera vez que se le daba la oportunidad de dar una conferencia pública sobre psicoanálisis (17)

En la Presentación autobiográfica de 1925, se manifestó en el mismo sentido diciendo que la invitación norteamericana había significado un reconocimiento benéfico para su sentimiento de sí, ya que después de su separación de Breuer, había quedado sumido en el aislamiento que recién comenzaba a quebrarse, poco antes de la convocatoria de Stanley Hall, con la constitución de un pequeño círculo de seguidores vieneses, al que se le sumaron los psiquiatras suizos, Bleuler y Jung.

Las conferencias, cinco en total, fueron finalmente pronunciadas por Freud en alemán, en septiembre de 1909, y en ellas desplegó su habilidad como docente, ya que se hizo entender con claridad, particularmente en la segunda, en la que explicó empleando la famosa metáfora del importuno, los conceptos de moción pulsional, resistencia, represión y retorno de lo reprimido, de un modo particularmente sencillo y comprensible.

Once años después recordará con emoción lo significativo que fue para sí mismo y para el psicoanálisis, su paso por la Clark University "Cuando en Worcester subí a la cátedra para dar mis cinco conferencias sobre psicoanálisis, me pareció la realización de un increíble sueño diurno. El psicoanálisis ya no era, pues, un producto delirante; se había convertido en un valioso fragmento de la realidad" (18)

Tiempo antes, después de haber esperado pacientemente durante dieciséis años su nombramiento como Professor Extraordinarius, título que otros médicos en su condición obtuvieron cuatro o cinco años después que el de Privatdozent, se decidió a solicitar la protección de un personaje importante de la sociedad vienesa para obtenerlo. El nombramiento llegó por fin en febrero de 1902 y fue, de acuerdo a lo señalado por Peter Gay todo un acontecimiento para Freud y su familia (19).

Esta designación implicaba alcanzar un mayor prestigio entre sus potenciales pacientes, pero representa además una muestra indudable del interés de Freud en la carrera académica y en la difusión universitaria del psicoanálisis.

Todos los sábados dictaba sus conferencias en la Universidad de Viena, entre las cinco y las siete de la tarde, subyugando a sus oyentes con un estilo claro y coloquial, y dando a conocer a su público conformado por médicos y legos, los avances de sus investigaciones, convirtiéndose de este modo, en el mejor de sus divulgadores.

En los períodos lectivos de invierno de 1915-1916 y 1916-1917, pronunció tres series de conferencias introductorias al psicoanálisis, que fueron publicadas poco después, extensamente leídas y traducidas hasta en idioma Braille.

En esta ocasión, Freud volvió a exhibir sus dotes pedagógicas "la secuencia misma de las conferencias representa un astuto intento de seducción; al empezar con los actos fallidos, Freud introducía a su audiencia en las ideas psicoanalíticas por medio de hechos corrientes, a menudo divertidos, mundanos; después se ocupaba de los sueños, otra experiencia mental familiar para todos, apartándose sólo lenta y cuidadosamente de la base sólida del sentido común. A continuación de haber expuesto el carácter de las leyes de la mente y la ubicuidad de lo inconsciente – no antes – se lanzaba a una indagación de las neurosis y de la terapia psicoanalítica" (20)

Es evidente que este modo de transmisión que su biógrafo considera un intento de seducción, no es más que la forma correcta de introducir un conocimiento novedoso: partiendo de lo que los oyentes ya conocen y permitiendo que poco a poco vayan estableciendo enlaces entre lo ya sabido y lo nuevo que el docente va presentando, tal como hacía Freud, de manera dosificada y secuenciada. Esta técnica didáctica es sin duda reveladora de la gran intuición pedagógica de Freud.

Pero a pesar de todas estas señales de interés en la difusión universitaria de su doctrina, cuando en marzo de 1919, uno de sus más queridos discípulos, Sandor Ferenczi, fue nombrado a pedido de los jóvenes estudiantes de medicina, profesor de psicoanálisis de la Universidad de Budapest, Freud se mostró dubitativo acerca de la conveniencia de la enseñanza del psicoanálisis en la universidad.

¿Qué había sucedido?

Con la propagación del psicoanálisis a otros países de Europa y a Estados Unidos, se fue haciendo cada vez más notorio el rechazo que la nueva disciplina generaba en los círculos oficiales. "El anatema oficial pronunciado contra el psicoanálisis tuvo como consecuencia qu e los analistas se cohesionaran más. En el Congreso de Nuremberg, de 1910, se organizaron, a propuesta de S. Ferenczi, en una Asociación Psicoanalítica Internacional" (21)

Esta asociación, otras semejantes y las instituciones psicoanalíticas de diferentes países que las constituyen, han sido las encargadas desde entonces, de la formación de los analistas.

Es por eso que en su artículo ¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad? publicado en 1919, Freud sostiene que los psicoanalistas pueden prescindir de la universidad en su formación, ya que la enseñanza teórica pueden obtenerla en la bibliografía y en las reuniones científicas de las asociaciones psicoanalíticas, y la experiencia práctica, sólo pueden adquirirla a partir de su propio análisis y de los tratamientos que realicen con la supervisión y guía de psicoanalistas experimentados. Además, agrega, estas asociaciones "deben su existencia, precisamente, a la exclusión de que el psicoanálisis ha sido objeto por la universidad" (22)

En este mismo escrito manifiesta que en cambio la universidad se beneficiaría con la inclusión del psicoanálisis en los planes de estudio de medicina, porque en sus programas se ha dejado de lado la importancia de los factores psíquicos en la contracción de las enfermedades y en sus tratamientos. Pero aclara que esta enseñanza sólo podría administrarse por medio de clases teóricas, afirmando que para que el docente de psicoanálisis pueda desarrollar sus investigaciones (imprescindibles en la concepción de la docencia de un universitario humboldtiano como Freud) bastará con que cuente con un consultorio externo.

Ante los reproches que podrían surgir respecto a que de este modo el médico no aprendería cabalmente el psicoanálisis, indica que será suficiente con que aprenda algo y lo asimile, porque su formación práctica requerirá que trabaje varios años después de recibido en un instituto especializado, tal como debería hacer también cualquier médico que quisiera especializarse en cirugía, por ejemplo.

Pero la comparación que establece entre la cirugía y el psicoanálisis, no significa que piense a este último como una especialidad médica; Freud siempre sostuvo que el psicoanálisis no debía ser considerado como de incumbencia exclusiva de los médicos, por lo que el paralelismo entre la formación psicoanalítica y las especialidades de la medicina, se agota en que ambas se realizan fuera de la universidad.

En su artículo de 1926, ¿Pueden los legos ejercer el psicoanálisis?, redactado con el propósito de defender a uno de sus discípulos no médicos, Theodor Reik, de la acusación de curanderismo que había emitido en su contra un ex paciente, Freud dice que en el caso del ejercicio del psicoanálisis, legos no son los no médicos, sino cualquiera que pretenda cultivarlo sin haber recibido formación teórica y práctica previa, aún siendo médico. De hecho sostiene en este sentido, que el más grande aporte de curanderos a la actividad psicoanalítica, lo realiza precisamente la profesión médica, cuyos representantes se creen con derechos a practicar curas en nombre del psicoanálisis, desconociendo los fundamentos de su praxis.

Si los médicos contemporáneos de Freud, cuyo saber del psicoanálisis se reducía a lo que habían oído sobre él o en el mejor de los casos, a una lectura superficial de los textos, con ese conocimiento rudimentario se asumían como capaces de emprender tratamientos psicoanalíticos, la presunción de que la incorporación oficial de la nueva disciplina a la carrera médica, implicaría el peligro de que sus egresados se consideraran con mayores derechos aún, es una explicación posible de la posición freudiana en contrario.

Esto entrañaba un serio riesgo de trivialización del psicoanálisis, que podía quedar mayoritariamente en manos de profesionales, que no estarían dispuestos a hacer el recorrido formativo imprescindible que Freud proponía como un trípode: estudio de la teoría, análisis personal y práctica guiada, cuyo pie más importante lo constituye el análisis propio "exigimos que todo el que quiera ejercer en otros el análisis se someta antes, él mismo, a un análisis" (2 3) pero "mientras no varíe la actitud de la universidad frente al instituto didáctico del análisis, para los médicos seguirá siendo demasiado grande la tentación de facilitarse las cosas " (24)

En la necesidad de proteger el descubrimiento freudiano frente a este riesgo, es donde puede encontrarse, más que en la exclusión de la que el psicoanálisis fue objeto, la respuesta a la pregunta formulada más arriba en relación con las razones por las cuales Freud, dudaba acerca de la conveniencia de la enseñanza del psicoanálisis en medicina.

Si puede circunscribirse así, a esta profesión en particular, la posición freudiana de desaprobación de la transmisión universitaria del psicoanálisis, es porque en el mismo escrito de 1926, se imagina la posibilidad de que algún día exista una escuela superior de psicoanálisis (¿Universidad de psicoanálisis?) en la que lo esencial no serían las asignaturas médicas, sino el estudio de la psicología de lo profundo, la historia de la cultura, la mitología, la psicología de la religión y la ciencia literaria.

Esta "universidad del psicoanálisis" nunca se ha creado, pero la inclusión de asignaturas psicoanalíticas en los estudios de medicina y más tarde en los de psicología se ha extendido enormemente, hasta el punto en que se tiende a confundir, y no sólo el vulgo, psicólogo con psicoanalista, lo que significa que el peligro de trivialización del psicoanálisis no se ha extinguido, sino que por el contrario, se ha incrementado.

 

La posición lacaniana

Como se ha señalado en el punto anterior, el artículo de Freud en el que analiza la conveniencia de la transmisión universitaria de su doctrina, respondía en lo coyuntural, a la institución de la primera cátedra psicoanalítica del mundo en la universidad de Budapest e indudablemente no podía en ese entonces anticipar que a pesar de sus cuestionamientos, la difusión de la enseñanza del psicoanálisis en esas instituciones, se extendería a casi todos los países occidentales y a partir de su creación, a las carreras de psicología.

Si hubiera podido prever esta situación y si la conjetura planteada acerca del motivo de sus reparos fuera correcta, su preocupación por la banalización del psicoanálisis, probablemente hubiera sido mucho mayor y más explícita.

Por otra parte, la asociación psicoanalítica a la que Freud confió la tarea de preservar el carácter científico del psicoanálisis poniéndolo a salvo de su vulgarización y desprestigio, no estuvo a la altura del designio de su fundador.

Jacques Lacan criticó duramente a esta asociación y a lo que consideraba sus desvíos respecto de la doctrina freudiana y se ocupó de la teorización de una enseñanza del psicoanálisis, que conservara el rigor científico de los conceptos introducidos por Freud.

En este sentido, en el informe del congreso psicoanalítico realizado en Roma en septiembre de 1953, contemporáneo de su separación y de la de sus seguidores de la sociedad que representaba oficialmente al psicoanálisis en Francia (Sociedad Psicoanalítica de París), Lacan sostiene que el desacuerdo que quedó al descubierto con motivo de la creación de un instituto de psicoanálisis que se oponía al análisis llamado profano, y que finalmente produjo la secesión, había exteriorizado un vicio (25)

"Vicio radical", porque se manifestaba precisamente en la "transmisión del saber", es decir en la formación de los psicoanalistas que Freud le había encomendado y que esta asociación, transformada en "cofradía gremial" (26), había reducido al traspaso iniciático de rituales y al machacar de una teoría que no lograba desasir, por falta de formalización científica, de la "ambigüedad de la lengua vulgar" (27)

La concepción de formación analítica de esta institución, dice Lacan, sería la de una escuela de conductores que no se contenta con la ambición de ser la expendedora exclusiva de licencias de conducir, otorgando "habilitaciones" para el ejercicio del psicoanálisis, sino que además supone poder controlar la construcción de automóviles (28), legislando acerca de qué es y qué no es psicoanálisis, penalizando la iniciativa y el riesgo, y decidiendo además quien puede y quien no, solicitar una formación analítica.

El cisma de la SPP se originó en una pugna relacionada con la formación de analistas, que oponía el autoritarismo médico al liberalismo universitario, representado por Daniel Lagache, a quien le cupo un rol principal en la introducción del psicoanálisis en la universidad y en la síntesis entre la doctrina freudiana y la psicología clínica, que hizo posible el acceso masivo de los psicólogos a la profesión de psicoanalista.

Lacan no era partidario de la escisión e intentó evitarla, pero presentó finalmente su renuncia a la SPP en junio de 1953 y organizó junto a Lagache y otros disidentes, la Sociedad Francesa de Psicoanálisis (SFP), con lo que quedó del lado de los universitarios, a pesar de su oposición de entonces a la difusión del psicoanálisis en la universidad y a la integración de la doctrina freudiana en la psicología.

Respecto de su postura en relación con la universidad, a manera de ejemplo, bastará con citar la explicación dada a los seguidores de su seminario de los años 1959 – 1960, acerca de su presentación en la Universidad Católica de Bruselas, a la que fue invitado a dar una conferencia: "Si acepté hablar en la Universidad Católica de Bruselas, lo hice con espíritu de colaboración a fin de sostener la presencia y la acción de quienes son nuestros amigos y camaradas en Bélgica" (29)

Esta explicación es introducida además con un párrafo que revela la incomodidad que le provocaba "…carezco de tiempo, dado el camino que aún nos queda por recorrer, para detenerme en preocupaciones de profesor. No es esa mi función. Incluso me disgusta tener que colocarme en posición de enseñanza, dado que un analista que habla ante un auditorio no preparado adquiere siempre un cariz propagandístico" (30)

En cuanto a su posición en lo tocante a la integración del psicoanálisis en la psicología, Lacan siempre estableció diferencias sustanciales entre esta ciencia y el psicoanálisis, tanto en lo que respecta a su objeto de estudio, como al campo de su experiencia, por eso cuando en 1964 fundó su propia escuela, la Escuela Freudiana de París (EFP), en uno de los documentos redactados para ese acontecimiento, resumía lo que era su proyecto de la siguiente manera "poner en obra a la vez la realidad del deseo como objeto del psicoanálisis, y dar a este un estatuto científico capaz de distinguirlo de la psicología" (31) De esta manera establecía claramente cual era el motivo que lo alejaba de sus antiguos camaradas de la SFP.

La preocupación por el estatuto científico del psicoanálisis, reiterada en su documento de 1964, que impulsaba a Lacan en la búsqueda de la formalización matemática del mismo, estaba en estrecha relación con su enseñanza, ya que según sostenía, lo característico de un discurso científico es que debe ser transmisible.

Pero cuando Lacan hablaba de la enseñanza del psicoanálisis, se refería a su seminario y no a la difusión que de la doctrina freudiana, se venía realizando en la universidad. De hecho en 1963 introduce una distinción fundamental entre aquello que lo sostenía desde tanto tiempo atrás en su seminario y lo que pensaba que ocurría en situaciones análogas en la universidad. Evocando la pregunta que alguna vez le formulara uno de sus analizantes acerca de su enseñanza: "¿Qué puede impulsarlo a tomarse tanto trabajo para contarles eso?" (32), Lacan alude a un "deseo del enseñante" y agrega que "el hecho de que pueda plantearse la cuestión del deseo del enseñante a alguien es el signo, como diría el señor Perogrullo, de que la cuestión existe; es también el signo de que hay una enseñanza. Y al fin de cuentas esto nos introduce en la curiosa observación de que, allí donde la cuestión no se plantea hay un profesor." (33) Ese "allí donde la cuestión no se plantea" alude sin dudas a la universidad, en la que parece ser que Lacan supone que no hay lugar para la pregunta por el deseo del profesor.

Sin embargo inmediatamente parece no descartar la posibilidad de que el deseo de enseñar pueda ponerse en juego también "allí", porque agrega que ya que un profesor es aquel que enseña sobre las enseñanzas, es decir, aquel que recorta en las enseñanzas, si conociera mejor esta verdad, entendería que de lo que se trata es de hacer con esos recortes un collage. Esto le permitiría hacer de su tarea un arte más acabado del que justamente el collage "nos muestra el camino" (34)

Si hicieran su collage con menor preocupación por el empalme "tendrían alguna posibilidad de culminar en el resultado mismo al que en collage se apunta, el de evocar propiamente esa falta que constituye el valor de la obra figurativa, desde luego cuando está lograda. Por ese camino pues, llegarían a alcanzar el efecto propio de aquello que, precisamente, es una enseñanza". (35)

Podría pensarse que sus reparos acerca de la difusión del psicoanálisis en la universidad, sólo estaban ligados a la dependencia en que esta disciplina se encontraba respecto de la psicología y que por eso se mantenía al margen de la experiencia llevada adelante por Lagache. Pero las razones que justificaban su posición eran más profundas y lo llevaron a no aceptar acompañar a Leclaire, cuando en 1969, éste fundó en el Centro Experimental de Vincennes – París VIII, un departamento de psicoanálisis. (36)

Y justamente en ese año, en que por otra parte, su seminario comenzaba a desarrollarse en el anfiteatro de la facultad de derecho, elaboró su famosa teoría de los cuatro discursos, en la que establecía diferencias entre el discurso del analista y el de la universidad, en cuanto a su relación con el saber y la verdad.

Lacan introduce lo que llama cuadrípodo, "aparato de cuatro patas, con cuatro posiciones" (37) en el que distingue cuatro lugares necesarios y se refiere en primer término al discurso del amo, señalando que en éste el saber está del lado del esclavo que se constituye en su soporte.

En la antigüedad, el esclavo, no era solamente una casta, sino una función inscripta en la familia como aquel que poseía un saber hacer, que le era arrebatado por el amo, pasando a sus bolsillos para convertirse en saber de amo, que es un saber teórico, conocimiento del yo, que parecería suficiente para que la cosa marche, pero como implica un no saber de la verdad, no marcha.

El discurso universitario, cuya estructura se obtiene haciendo gir ar los elementos del cuadrípodo, un cuarto de vuelta en el sentido contrario al de las agujas del reloj, resulta del pasaje de todo el saber del esclavo al amo y no es en consecuencia, más que una de las versiones modernas del discurso del amo. En él, el saber ocupa el lugar dominante y la verdad que se oculta, es que se trata precisamente de eso, de una tiranía de saber, por eso Lacan señala que la universidad tiene una función en extremo precisa: elucidar y enmascarar en cada momento, el discurso del amo.

En el discurso de la universidad, el lugar en que estaba el esclavo en el discurso del amo antiguo, está ocupado por el "material humano," (38) aquellos que son "ellos mismos, productos, tan consumibles como los otros." (39)

Lacan supone entonces, un explotado por el discurso universitario: el estudiante, identificado con el objeto a producto del discurso del amo, del que resultaría en este caso un sujeto dividido. En esto estriba la dificultad de la universidad, falla en su producción, el amo le reclama material humano de consumo para su maquinaria, pero ella sólo genera sujetos.

Por no ser el discurso de la universidad, más que un disfraz del amo, no está en condiciones de oponérsele. Sólo el discurso del analista se contrapone al amo y ubica en el lugar del agente al analista mismo como objeto a causa de deseo, de cuyo lado hay saber.

Pero no se trata aquí de un saber de esclavo ni del saber de la universidad, sino de los efectos de verdad que en el decir todo lo que le venga a la mente del analizante, se van depositando como saber en su lugar, ya que diga lo que diga, eso no dejará de relacionarse con un saber que no se sabe, pero que no por eso deja de tener efectos.

Un saber en el lugar de la verdad como enseñanza de la experiencia, que sólo el trabajo de la transferencia permite subjetivar y que no es el saber de amo del que ocupa el lugar de agente profesor, en el discurso universitario.

Por ello en este seminario, retomando implícitamente la pregunta acerca de cómo enseñar lo que el psicoanálisis nos enseña, indica la imposibilidad con la que se enfrentará todo el que pretenda traducir el discurso analítico a una versión universitaria.

Habla de una tesis que se había elaborado acerca de su "obra", diciendo que en ella ha encontrado un error; el autor de la tesis dice que Lacan sostiene que el inconsciente es la condición del lenguaje, cuando en realidad Lacan siempre ha dicho que el lenguaje es la condición del inconsciente. El error obedece a "estrictos motivos universitarios" (40) y era inevitable. No puede dejar de invertirse la fórmula cuando se intenta pasar de un discurso al otro, ya que las leyes de ambos son diferentes.

Por esta razón señala que él mismo, Lacan, hablando de psicoanálisis en una tribuna universitaria, no está libre del error. Sin embargo su discurso no es universitario, ya que no se identifica en absoluto con el rol del profesor, que enseña sobre las enseñanzas, sino que trabaja y procura una transferencia de trabajo, en posición de analizante.

Con esta indicación Lacan nos muestra, que el discurso universitario no es el único discurso posible en la universidad.

Resulta oportuno señalar aquí un viraje en la posición de Lacan, en cuanto a las relaciones entre el saber y la verdad, que se manifiesta en su teoría de los cuatros discursos en la conceptualización de un saber que se deposita en el lugar de la verdad, con lo cual introduce entre estos dos conceptos una articulación, que en cierto sentido los une y se contrapone a la reivindicación de la verdad contra el saber (41) a la que su definición del inconsciente como verdad que habla, había dado lugar.

Esta novedad en la relación entre la verdad y el saber es consecuencia de un desplazamiento introducido por Lacan en su definición del inconsciente, al que a partir de la Proposición de 1967 considerará como saber.

La nueva forma de definir al inconsciente, dice Miller, tiene consecuencias sobre el modo de entender las relaciones entre el psicoanálisis y la ciencia, ya no se trata de cuestionar a la ciencia por su forclusión de la verdad, que por otra parte ha perdido patetismo al quedar reducida a un valor lógico, sino de emularla.

Así, la verdad vaciada de su carga pasional es conducida por el lado del matema, en el que ya no habla, sino que se escribe. El matema corona el esfuerzo de formalización del psicoanálisis emprendido por Lacan y designa lo que se puede transmitir.

Este matema representa para Lacan, el puente que vincula al psicoanálisis con la ciencia y fue precisamente su introducción y la matematización de todas las fórmulas algebraicas que empleó a lo largo de su enseñanza, lo que permite explicar el viraje que se produjo en la posición lacaniana, respecto de la universidad.

En efecto, después de haber sido muy crítico con la universidad, Lacan consolida en ella su enseñanza, haciéndose cargo, a partir de 1974, del Departamento de Psicoanálisis de la Universidad de Paris VIII, que había fundado Leclaire.

Pero esta aceptación lacaniana de una enseñanza del psicoanálisis, como posible para todos a partir del matema, no implica en modo alguno que pueda confundirse el algo transmisible por la universidad, con la formación del analista.

 

Formación del analista y enseñanza del psicoanálisis

Lacan ha dicho en el acto de fundación de su escuela, que la enseñanza del psicoanálisis sólo puede hacerse de un sujeto a otro, por las vías de la transferencia del trabajo. Algo semejante a lo que muchos años antes había sostenido en la primera de sus tesis sobre la agresividad, cuando al preguntarse por las posibilidades del psicoanálisis de fundar una ciencia positiva, había señalado que su transmisión sólo podía hacerse por recurrencia, uno por uno, lo que le otorga ba una apariencia de iniciación.

Sin embargo la formulación del matema abrió, como ya se ha señalado, la posibilidad de una enseñanza del psicoanálisis, que a la manera de la ciencia fuera para todos.

¿Cómo explicar la discordancia que plantean estas afirmaciones? Una respuesta posible puede hallarse, introduciendo en lo que se nombra en ellas como enseñanza del psicoanálisis, una diferenciación entre aquello que la experiencia enseña a quien la realiza y lo que extraído de esta experiencia puede ser enseñado, aún a quien no la ha atravesado.

Diferencia que separa la formación del analista, en la que el análisis propio ha ocupado siempre un lugar central, de la acumulación de saber sobre el psicoanálisis que puede adquirirse en las instituciones psicoanalíticas y en la universidad. Acopio que no había sido considerado suficiente hasta ahora, para autorizarse como analista.

Pero en los tiempos que corren empujados por la medición de resultados, la posición ética que implica el autorizarse a sí mismo, no parece suficiente para conformar a los agentes del mercado que piden un salvoconducto garantizado por la academia.

Esta es la razón por la cual en algunos países ya se escuchan voces que reclaman que la formación de los psicoanalistas quede en manos de la universidad, mientras que en otros, algunas instituciones psicoanalíticas, en su afán de adelantarse, se proponen a sí mismas como garantes de una formación de especialistas.

Notas

1. Freud, S. Dos artículos de enciclopedia: "Psicoanálisis" y "Teoría de la libido" (1923) en Obras Completas, Tomo XVIII, Amorrotu editores, Buenos Aires, 1997, p. 231

2. Ibíd. p. 247

3. Freud, S. Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Conferencia 35ª En torno de una cosmovisión, (1933) en Obras Completas, Tomo XXII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1996, p. 146

4. Ibíd., p. 147

5. Freud, S. Esquema del psicoanálisis, (1940) en Obras Completas, Tomo XXIII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1997, p. 156

6. Ibíd. pp. 156-157

7. Citado por Mateus, Cirit El psicoanálisis y la epistemología, Investigación ÿ Psicoanálisis, Foro temático, psicomundo.com.

8. Roudinesco, E. y Plon, M. Diccionario de psicoanálisis, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1998, p. 845

9. Lacan, J. Más allá del "Principio de realidad" (1936) en Escritos 1, Siglo XXI editores, 2ª reimpresión, Argentina 1988, p. 73 – 74

10. Lacan, J. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, El Seminario Libro 11, Ediciones Paidós, Buenos Aires, 1999, p. 14

11. Ibíd., p. 17.

12. Lacan, J. La transferencia, El Seminario Libro 8, Ediciones Paidós, Buenos Aires, 2004, p. 215

13. Lacan, J. Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis, El Seminario Libro 11, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1999, p.18

14. Ibíd., p. 18

15. Ibíd., p. 273

16. Lacan, J. Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis (1953) en Escritos 1, Siglo XXI editores, 2ª reimpresión, Argentina 1988, p. 230

17. Freud, S. Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico (1914), en Obras Completas, Tomo XIV, Amorrortu editores, 6ª reimpresión, Buenos Aires, 1995, p. 7

18. Freud, S. Presentación autobiográfica (1925) en Obras Completas, Tomo XX, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1996, p. 49

19. Gay, P. Freud una vida de nuestro tiempo, Ediciones Paidós, 2ª reimpresión, Barcelona, 1996, p. 169

20. Ibíd., p. 415

21. Freud, S. Presentación autobiográfica (1925) en Obras Completas, Tomo XX, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1996, p. 47

22. Freud, S. ¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad? (1919) en Obras Completas, Tomo XVII, Amorrortu editores, 5ª reimpresión, Buenos Aires, 1997, p. 169

23. Freud, S. ¿Pueden los legos ejercer el análisis? (1926) en Obras Completas, Tomo XX, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1996, p. 186

24. Ibíd., p. 219

25. Lacan, J. Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis (1953) en Escritos 1, Siglo XXI editores, 2ª reimpresión, Argentina 1988, p. 227-228

26. Lacan, J. Del sujeto por fin cuestionado (1966) en Escritos1, Siglo XXI editores, 2ª reimpresión, Argentina 1988, p 223

27. Lacan, J. Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis (1953) en Escritos 1, Siglo XXI editores, 2ª reimpresión, Argentina 1988, p. 229

28. Ibíd., p. 229-230

29. Lacan, J. La ética del Psicoanálisis, El Seminario libro 7, Ediciones Paidós, 6ª reimpresión, Buenos Aires, 1997, p. 206 – 207

30. Ibíd. p. 206

31. Citado por Roudinesco, E. en Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento, Fondo de Cultura Económica Ltda., 1ª reimpresión, Bogotá, Colombia, 2000, p. 454

32. Lacan, J. La angustia, Seminario 10, clase del 13 de marzo de 1963 (inédito)

33. Ibíd.

34. Ibíd.

35. Ibíd.

36. Roudinesco, E., op. cit., p. 488

37. Lacan, J. El reverso del psicoanálisis, El Seminario Libro 17, ediciones Paidós, Buenos Aires, 1992, p. 18

38. Ibíd. p. 33

39. Ibíd. p. 32

40. Ibíd. p. 43

41. Miller, J-A El saber y la verdad II en El banquete de los analistas, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2000, p. 333

 

Bibliografía

Freud, Sigmund

Gay, P. Freud una vida de nuestro tiempo, Ediciones Paidós, 2ª reimpresión, Barcelona, 1996.

Lacan, Jacques

Mateus, C. El psicoanálisis y la epistemología, Investigación ÿ Psicoanálisis, Foro temático, psicomundo.com

Miller, J-A El banquete de los analistas, Editorial Paidós, Buenos Aires, 2000

Roudinesco, E. Lacan. Esbozo de una vida, historia de un sistema de pensamiento, Fondo de Cultura Económica Ltda., 1ª reimpresión, Bogotá, Colombia, 2000.

Roudinesco, E. y Plon, M. Diccionario de psicoanálisis, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1998.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 26 - Octubre 2010
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