Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Psicoanálisis o género
Marta Nardi

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En tanto discurso el psicoanálisis siempre está en relación a otros discursos, relación que podemos caracterizar como rotaciones de los discursos, podemos hablar de cruces, de oposiciones, de incorporación de conceptos de otros campos, pero no de asimilación, en tanto la asimilación implica la destrucción de lo asimilado, la eliminación de los rasgos de origen.

Un ejemplo paradigmático es el Seminario/ escrito "La Carta Robada" de Lacan, escrito que inaugura la edición de sus "Escritos". Notemos que en ningún momento se pretende hacer "la psicología de Edgar Allan Poe".

Lacan toma este cuento porque muestra muy de cerca lo que Freud plantea en "Más allá del Principio del Placer" : la determinación significante y el automatismo de repetición.

El juego del azar y la necesidad o de cómo los dados fueron tirados en una jugada inaugural, donde nos toca los que nos toca, nacer en el seno de una lengua u otra, de una constelación familiar u otra; de cómo esa tirada original resta como imposible porque la intervención significante impone una ley de repetición necesaria y es esa y no otra la que nos regirá esta puesta en relación con la ley de probabilidades vía Poincaré y fundamentalmente Andrei Markov, vía las series o cadenas marcovianas.

Y vía estas series o cadenas Lacan escribe una sintaxis de cuatro términos, sólo una sintaxis en la cual se sostiene un sujeto (alfa, beta, gama, delta).

La idea fundamental de las series está conservada: series o cadenas con "memoria" que comportan una temporalidad no lineal.

La Carta Robada de Poe y las series de Andrei Markov han sido incorporadas a nuestro campo y en tanto conservan el rasgo de origen del discurso al que pertenecen, nos plantean interrogantes a los cuales volvemos una y otra vez.

Así como el psicoanálisis no asimila otros discursos-no podría hacerlo sin hacer desaparecer su lógica interna-, pretende no ser asimilado por otros discursos. Y no sólo en lo que a la extensión se refiere, sino al riesgo que corremos en la conducción de los análisis, que la psicología, por ejemplo nos tome y nos borre como analistas. Por ejemplo si conducimos los análisis tomados por la cuestión del género, si confundimos el sexo con el género.

Una cita de la clase del 12/5/65 de Lacan que de alguna manera operó como disparador de este trabajo: "El género opera como acumulativo de la oposición significante." Esta oposición puesta a jugar en el lenguaje tiene un efecto de acumular sentidos y saber. Podemos llegar a pensar que lo masculino y femenino se juegan en los caracteres secundarios o en los roles o en las variaciones que cada cultura impone a los llamados hombres y mujeres, que son construcciones sociales a deconstruir en un trabajo analítico.

La distinción de género y sexo está hecha para recordarnos que lo que funda la oposición diádica hombre-mujer no tiene como fundamento radical más que la oposición de los sexos sobre la cual no sabemos nada. Freud mismo articula la oposición masculino-femenino en equivalentes, paralelos, metáforas: activo-pasivo, penetrante-penetrado, sujeto-objeto.

Pero nosotros en el lugar del analista podemos decir por ejemplo que un hombre es "masculino" porque su partenaire sea una mujer? Qué pasa si la dicha mujer es puesta en el lugar del padre con el cual el dicho hombre mantiene una relación homosexual, es decir de un solo sexo? ¿Qué pasa si una dicha mujer coloca a su partenaire "masculino" en el lugar del falo al que ella está identificada?. Una relación falo a falo es también una relación homosexual, porque siempre estamos en un solo sexo.

Que un hombre se excite con una mujer no dice nada más que la ha llevado, a la patria fálica, la ha tomado como falo. No tiene nada que ver con encontrarse con el otro sexo. Que una mujer encuentre su lugar en el deseo del hombre no dice nada de ella ni de su goce ni que para ella haya otro sexo… que el de él. ¿Es que el psicoanálisis puede decir en qué consiste ser hombre o mujer?

Nuestra orientación en este campo es como siempre atenernos al discurso del psicoanálisis. Cada discurso lo es en tanto comporta una particular relación con el saber y la verdad y el del género es un discurso. Tomemos entonces en primer lugar la relación al saber y la verdad y en segundo lugar intentaremos dar cuenta de la lógica lacaniana para lo que sea del orden de la sexuación.

A partir de Descartes algo cambia en la relación entre la verdad y el saber ya que antes de Descartes se puede hablar de un estado preacumulativo del saber y a partir de Descartes, la ciencia, a cuyo cargo ha sido dejado el saber, ella misma se constituye en el modo de "producir" el saber y acumularlo. La acumulación, operación indispensable en lo que refiere a la lógica del capitalismo, implica no sólo la acumulación del capital sino también del saber. La psicología moderna nace para explicar cómo un sujeto se mueve dentro de la estructura capitalista, cómo un sujeto se enfrenta con esta acumulación de saber; de qué manera su conducta se despliega en los diferentes ámbitos del capitalismo. Su conducta incluye sus hábitos sexuales, lo esperable, lo deseable, lo censurable para cada uno de los sexos. Aquí se insertan los estudios sobre el género que afirman un saber sobre el sexo.

Pero es precisamente aquí, en este punto que se inserta la revolución freudiana al postular un saber sin saber conciente, y un pensamiento inconciente sin saber. Desliga, y en este mismo movimiento subvierte, la relación, la identidad para ser más precisos, del ser y el saber al postular un ser sin saber. En el contexto que estamos trabajando podemos decir que Freud postula un saber sin sujeto que lo soporte.

Es en los tropiezos de mi discurso donde encuentro mi estatuto de sujeto y es allí donde una verdad puede articularse. Otro punto a destacar de la operación freudiana: Extrae la verdad el campo de la religión, campo al que había sido confinada por Descartes, y la introduce en el campo de la palabra tomada como orden simbólico y no como revelación divina. La verdad, entonces se articula por los caminos insospechados del síntoma a pesar de que el "yo" de ella no quiera saber. No se llega a ninguna verdad por la acumulación del saber.

Esta revulsión en el campo del saber y la verdad trae aparejada una subversión del sujeto, que ya no se presenta como el correlato del objeto en el acto del conocimiento. El sujeto es expulsado del saber, en tanto el saber es una articulación significante, dejando en sus intersticios un sujeto supuesto. Porque siempre nuestro sujeto es supuesto; el significante en el mismo momento que lo constituye lo borra como tal. Entonces si hay del saber no hay del sujeto y si hay efecto sujeto hay caída del saber. Nos queda su reconocimiento en presencia de una sintaxis; a la manera de las alfa, beta, gama, delta, -que tomamos al comienzo de este trabajo vía el breve comentario sobre "La Carta Robada",- presentan un ordenamiento sintáctico carente de sentido pero constante. Que esta sintaxis esté presente que se module a través de la repetición es el indicio de que hay un efecto sujeto.

El saber se detiene ante el sexo e implica un borramiento, una negación de su "genealogía" que es sexual. El inconciente es una articulación de saber o mejor dicho de los restos del saber, en el sentido que no hay todo saber del inconciente o en el inconciente. El sujeto queda indeterminado en relación a la articulación significante, saber que se detiene ante el sexo y el sujeto toma su lugar se aloja "en el puro defecto del sexo". Pero cuál sería ese defecto?

El sexo "en su esencia de diferencia radical" 1 permanece tachado por el saber y rehúsa el saber. No se quiere saber que no hay saber sobre el sexo, que la dimensión en relación al sexo y el saber es la imposibilidad. El secreto del sexo, su enigma, el pudor que inspira, el horror que suscita son velos necesarios que cubren la imposibilidad de cualquier saber. Entonces el saber es una articulación significante que resiste a la verdad entendiendo la verdad como "un decir sobre el sexo ". (19/5/65). Esta afirmación establece la verdad en una particular relación al saber y al sexo en el campo del psicoanálisis. En esta divergencia entre el saber y la verdad, en este no encuentro el sujeto se constituye dividido.

¿Cómo tratar esta acumulación de saber propia de la sociedad en que vivimos, cómo orientarnos en relación a ella? La vía es el semblante, acuñado por Lacan en relación a los discursos. El semblante ocupa el lugar del agente del discurso, comanda el mismo al mismo tiempo que es producido por el discurso mismo. El semblante implica la acumulación de significantes, siendo el discurso universitario el caso de la acumulación de significantes de índice 2, es decir de saber. Trabajando en relación a los cuatro discursos el discurso de género pertenecería o se inscribiría bajo el campo que genera el discurso Universitario. En tanto comandado por el saber, el discurso universitario acumula el saber de los amos e impulsa, estimula a saber, a la producción de los papers, de las normativas y de la higiene sexual, tenga esta higiene sexual el signo que los tiempos le atribuyan.

Espero que se vaya aclarando el título de este trabajo.

Algo de Lógica

Juanito era un formidable razonador: Todo lo viviente tiene pene, mi hermana es viviente, luego tiene pene., razonamiento que nos muestra como el órgano es promovido a significante bajo la forma de premisa universal. De allí en más las teorías sexuales infantiles regidas por el falo producen saber inconciente, fundado en una exclusión de lo femenino.

Las teorías sexuales infantiles, fundadas en la primacía del falo no son para nada falsas, tienen una relación con la verdad que el saber que ellas comportan encubre. Regidas por la primacía del falo no pueden incluir en el saber otro sexo que no sea el portador del atributo. El otro sexo se define por no portar el atributo, entonces se arma la oposición fálico-castrado.

La mujer aparece en la lógica freudiana sin representante o con un representante inadecuado. Siguiendo a Freud el saber falla de entrada en su estructuración y no podría ser de otra manera porque no hay representante de otro sexo que el fálico.

Las teorías sexuales infantiles compartan una verdad ineludible no solo porque se guían por el cuerpo sino porque son producto del cruce del cuerpo con el significante. Y el significante no puede significar otro sexo que el fálico. El desconocimiento del sexo femenino no refiere a un desconocimiento del órgano en cuestión, no se trata de una ignorancia de género, sino se trata de una falta de referencia que lo femenino implica bajo la primacía fálica. No es una cuestión de género lo que puede hacer tambalear el saber. El saber no puede incluir en su articulación otro sexo que no sea el portador del atributo. Lo femenino, el sexo femenino, agujerea entonces el saber.

Pero nos encontramos con un obstáculo de tipo lógico. Fálico-castrado es una oposición diádica que comporta una lógica binaria y no es esta la lógica que Lacan intenta formular una y otra vez para formalizar el discurso del psicoanálisis porque todo binarismo conlleva como trasfondo la idea de la complementariedad.

Tomemos por la vía del rasgo: "Todo lo viviente tiene pene", "Todos los hombres son mortales", "Todo trazo es vertical", son todas proposiciones universales afirmativas. Estas proposiciones-y siguiendo a Peirce en su crítica a la silogística aristotélica- sólo se sostienen por el cuadrante vacío que implica la ausencia del rasgo (del trazo vertical).

El todismo fálico, indispensable para articular nuestro pensamiento se sostiene en la exclusión de lo femenino, en términos de la exclusión del rasgo, del no portador del rasgo. Todavía seguimos con el binarismo.

La mujer es reprimida tanto para la mujer como para el hombre y lo es doblemente porque el representante de la representación, en tanto no hay representación de lo femenino-, está perdido. Se puede llegar a recuperar pero sólo bajo los efectos de una verneinung, una negación, es decir bajo la forma de no teniendo lo que nunca ha sido cuestión que tenga.

Volviendo a Juanito y a su hermanita: Ella es viviente, no hay duda de ello, entonces esto quiere decir que está bajo la premisa fálica y sin embargo aún estando regida por el significante no tiene el órgano. ¿Qué lógica aplicarle entonces a este viviente (y hablante) que estando regido por la función carece del atributo? ¿Qué lógica le cabe a este hablante que estando regido por la función recae sobre él una negación?

Le es necesario a Lacan una nueva búsqueda para resolver la cuestión de lo femenino y lo masculino, de lo que es del orden del hombre y de la mujer sin caer en el binarismo (lógico) que conlleva a una complementariedad que oscila entre el discurso de género y el discurso de la religión, anclados ambos en los universales.

Pero ¿es posible fundar una doctrina sólo en el particular? No parece ser posible ni tampoco es posible el pensamiento sin una universalidad del mismo.

La búsqueda entonces se orienta en el sentido de fundar un nuevo universal en la excepción que lo objeta. (Clase del 3/3/72 y Le Gauffey 118).

Y el instrumento elegido es la lógica modal y la escritura de los así llamados matemas de la sexuación, donde tampoco vamos a encontrar las definiciones de lo que en psicoanálisis se entiende como hombre o como mujer. Lo que sí encontramos por lo menos en una primera lectura son las condiciones del goce en el hablante que nos indican nuestra bisexualidad constitutiva ya que la partición del cuadro en lado femenino y lado masculino no dice que no tengamos que recorrer uno y otro lado una y otra vez.

No nos es posible en este artículo dar cuenta del minucioso trabajo que Lacan lleva adelante en el transcurso de varios seminarios.2. Vamos sólo a delimitar el problema.

"La función llamada sexualidad está definida en tanto sepamos algo de esto -y sabemos algo después de todo, aunque no fuese más que por experiencia- por esto de que los sexos son dos" 3.

Fundar lo que correspondería a una lógica de la sexualidad en términos de premisas universales, hacer depender la sexualidad de premisas universales, nos lleva casi sin darnos cuenta a un modelo animal: Todos los de un mismo sexo establecemos una relación con todos los del otro sexo. Esto constituiría una aptitud particular de cada uno de un lado para tener un valor para todos los del otro lado. Desde ya este universal no implica, en el sentido de que no quiere decir el "todos con todos"; podemos reemplazar o agregar más bien "todos y cada uno"... se relaciona con "todos y cada uno"...; a cada uno de un lado le corresponde su cada uno del otro lado, estableciéndose de esta manera una relación biunívoca.

Esta correspondencia biunívoca excluye la posibilidad del mal encuentro o el desencuentro entre las dos partes que constituyen el universo. La buena cópula está garantizada con esta especie de universal, tanto como está excluida la singularidad del encuentro. De aquí en más este buen encuentro se repite, podríamos cambiarle el signo al encuentro y postular un mal encuentro en el sentido de una cópula no muy exitosa pero esto no cambiaría en nada los fundamentos. Lo que no cabe plantear dentro de esta lógica de los universales es el desencuentro, la inadecuación de una mitad respecto de la otra mitad, la complementariedad imposible, lo azaroso del encuentro en el sentido que puede no producirse. Esta lógica de los universales, esta lógica de las mitades complementarias será más afín con el mundo animal y con la religión que con el psicoanálisis.

Remarquemos que Lacan sigue los desarrollos de la lógica simbólica contemporánea en el sentido de no apoyarse en el universal para garantizar la existencia ya que el universal me puede llevar a predicar en universos vacíos. Además sostener mi lógica en el universal conduce a la lógica de clases en tanto el universal implica los enunciados por los cuales los objetos deberían repartirse en dos todos de equivalencia opuesta y llegado el caso complementaria. Es decir todos los hombres, todos y cada uno de los hombres se relaciona con todas y cada una de las mujeres. Eso suponiendo que se pudiera especificar, clasificar, individualizar los rasgos específicos de cada una de estas clases. Ya veremos que no es así y si no es así la clase cae; no puedo operar con la clase vacía pero sí con el conjunto vacío ya que aún cuando el conjunto se vacíe, aún cuando no pueda enumerar los rasgos que hacen a los elementos de mi conjunto tengo siempre el conjunto vacío como elemento de mi conjunto.

Entonces si vía el universal no, entonces se tratará vía el particular (o el existencial), el "algunos" aristotélico. Y aquí otra dificultad que se intenta solucionar tomando los desarrollos de Brunschwing 4. El "alguno/algunos" aristotélico se entrelaza de diferente manera con el universal. Algunos A pertenecen a B: Esto puede querer decir: a) "todos los A pertenecen a B en cuyo caso es cierto que algunos pertenecen. Si bien hay una partición del todos, en el sentido del "algunos", y hay por lo menos uno que pertenece a B, tampoco excluyo que puede ser más de uno y menos aún excluyo que todos puedan pertenecer. Con lo cual reconstruyo un todo. Esta es la particular mínima.

Nuestro "Alguno/s A pertenece a B" también puede querer decir: No todos los A pertenecen a B, sólo algunos, lo cual descarta la verdad de la Universal Afirmativa en el sentido de que "Todos..." pertenecen. Hay un límite superior que impide llegar al "Todos"; también hay al menos uno pero queda excluido que sea el caso de todos. Esta es la particular máxima y es la que emplea Lacan para fundar una existencia en un particular. Este particular El no-todo, presenta otra característica que según me parece es importante. Me refiero a la lectura extensional que Lacan marca y remarca una y otra vez: No lee esta particular máxima en el sentido de no-todos o no-todas sino una y otra vez dice "no-todo" o "no- toda".

Entonces retomando: El estar bajo la función y sin embargo ser objeto de una negación da, en la lógica implementada por Lacan, el no-todo; es un pasaje de la lógica del atributo a la lógica de la función con énfasis en la extensión. La negación aquí es discordancial no forclusiva. Discordancia, disonancia, desacuerdo con el todo. Al no ser forclusiva hay afirmación de existencia pero la negación cae sobre el todo: No existe La Mujer pero si existe una mujer que no hace un todo de ellas.

El lado femenino de las fórmulas de la sexuación hace objeción al todismo fálico porque estando afectada por la función no-todo el hablante, no-todo- su goce se ve afectado por la función. El no-todo no es su espejo, ni su opuesto ni su complemento. Es el lado del Otro sexo que el fálico para todo hablante ya sea dicho hombre o mujer. Y existe intermitentemente, en la modalidad temporal de la contingencia.(Mi observación: así, "hay mujer", asi como "hay analista", en el après coup?)

Hablamos de existencia, entonces precisemos un poco la cuestión. Para que haya algo del orden de la existencia, se necesitan dos, cero y uno por ejemplo. Cero y uno dan dos en el plano simbólico; la existencia se arraiga en el plano simbólico, siendo lo real aquello que no se arraiga en ningún simbólico. Esta relación a lo simbólico es lo que define al ser parlante. Es claro que el ser deja de ser al hablar y es por esto que decimos que tenemos que soportar nuestra existencia, una existencia que es por el otro y por ningún ser. Estamos en la dimensión de una existencia sin esencia que es el correlato de un universal objetado por el no-todo. Variamos nuestra temática pero no nuestra lógica.

La función llamada sexualidad está definida por esto de que los sexos son dos. Y nada dice que hay alguna relación entre ellos; lo que sí se dice si digo que son dos es que si no hay dos no hay ninguno.

Que sean dos no implica que podamos hablar de un "segundo" sexo porque tampoco podemos hablar de un primer sexo. Tampoco está dicho para el hablante qué son estos dos sexos. Tal es el sentido de una articulación lógica empleada con frecuencia por Lacan, el "no …sin", no hay hombre sin mujer, modalidad de la implicación material negada que no implica ninguna antecedencia ni consecuencia; esta implicación no debe ser leída en el que alguno de los sexos sería el antecedente y el otro el consecuente. Solamente indica que no podría haber uno sin el otro.

Sintetizando: El falo se formaliza primero como premisa universal anclada en el cuerpo -y esta es la operación freudiana - y más tarde como función - y esta es la operación lacaniana- y en tanto función no remite a ninguna presencia corporal sino a todo lo contrario, es decir a introducir la dimensión de la falta, falta de ser y un goce (regido por el falo) fuera del cuerpo. En la escritura de los matemas opera como la función rectora, aún bajo la forma de su negación, dejando un lugar libre en el argumento para la inscripción de un posible sujeto.

En tanto función establece la relación entre un dominio y un codominio, o entre un dominio y su imagen. O para decirlo con mayor precisión y en relación al tema que nos ocupa, establece la relación entre dos conjuntos vacíos con el lenguaje, entonces estos conjuntos vacíos se llamarán hombre y mujer. Pero nada del lenguaje nos dice en qué consiste ser hombre o mujer. Nada más allá de la acumulación de usos y costumbres, de la acumulación de significantes que constituye el género.

El género parece saber acerca del ser sexuado y resiste al vacío del conjunto vacío soporte para la construcción singular del semblante masculino o femenino.

Es por el lenguaje que no hay segundo sexo, que hay otro sexo, es el "héteros", el otro que la cadena significante introduce en el mundo sin encontrar para este otro una referencia precisa.

Y dentro de la lógica lacaniana el héteros no es de ningún modo forzosamente del orden del sexo femenino; el héteros lo escribió Lacan en el grafo (del deseo) bajo la forma del Significante del Otro barrado. Esto quiere decir muchas cosas en la enseñanza de Lacan pero en lo que nos ocupa hoy vamos a tomar la referencia que él mismo da en esta clase del 3/3/72. Este matema quiere decir acá que el Otro "está ausente en lo que concierne a la relación sexual". Entiendo que en lo que hace al otro sexo no es cuestión de apelar al Otro, no se encuentran allí los significantes del otro sexo. Lo que si vamos a encontrar, a veces, es al Otro sexo, entiendo al sexo en el lugar del Otro. Si el héteros es el otro, tenemos que aclarar en primer lugar que no se sabe bien qué o quién es el otro. Desde el lugar del saber este otro/Otro sexo es un lugar vacío de cualquier saber o representación. Pero precisamente porque es un lugar vacío allí se pueden inscribir los efectos de la palabra.

Ubiquémoslos en los matemas a nivel de la línea superior: dijimos lado izquierdo de las fórmulas la negación de la función, la suspensión de la función deja un lugar vacante para que un supuesto sujeto se inscriba allí. Lado derecho: ausencia, bajo la forma de la negación tanto, del cuantificador como de la función.

Este es el lugar vacío donde una palabra puede inscribirse, pero para esto es necesario la desaparición de uno de los partenaires de la dupla sexual. Y no importa cual desaparezca; esto no es el privilegio de ninguno de los dos sexos. Este desvanecimiento está formalizado con la escritura del existencial negativo, un existencial que tiene negada tanto el cuantificador como la función.

Entonces para lo que es del orden de la palabra y su inscripción de sus efectos es necesario que haya dos (sexos) y uno de ellos se desvanezca. (Me es necesario recordarles que cuando digo dos, estoy diciendo cero y uno; me estoy refiriendo a elementos del conjunto y no al número como ordinal). Y hay dos porque hay un tres siendo el tres en cuestión, el tres necesario a la operación, a esta operación triádica que no se reduce a ningún binarismo, la hiancia entre cero y uno. Esta hiancia como tal es efectuada por la repetición -y siempre la repetición es un uno, como elemento de un conjunto- pero es otra la dimensión generada. La dimensión así generada, esta hiancia insalvable en tanto no es salvable por la palabra, está en la dimensión de la imposibilidad simbólica, es decir esta dimensión es del orden de lo real.

De no ser así la palabra no encuentra su lugar de inscripción. Mejor dicho, no encuentra el lugar para inscribir sus "efectos", entiendo los efectos de su eficacia ya que ningún efecto de corte e inscripción es posible sin el Otro sexo.

Para hablar entonces necesito que el Otro sexo desaparezca, con lo cual la "batalla de los sexos" pierde su carácter imaginario y alcanza la dimensión de malentendido -y no complementariedad- que caracteriza la sexualidad humana. Este Otro sexo está siempre en estado de desvanecimiento lo que hace que nunca podamos estar seguros de nuestro sexo ya que no lo hay sin el Otro sexo.

Si para hablar el Otro sexo tiene que desaparecer también es cierto que no puedo hablar sin él. Por eso hablo para asegurarme una y otra vez de mi posición sexuada y para existir. La existencia no se soporta en el ser sino en el otro, en el Otro sexo, aquél con el cual no tengo ninguna especie de relación, salvo la que invento cuando hablo.

Ese Otro que hago desaparecer cada vez que hablo y que sólo existe -y simultáneamente yo existo- también en el acto de decir. El decir no es sólo la palabra, es la palabra que funda un hecho. Y ese hecho es mi existencia inscripta en alguno de los dos campos: Hombre o Mujer. Esta es la verdad que el decir sostiene: que hay hombre y hay mujer y que deberíamos sacarle la conectiva "y" porque la hiancia que los separa y los constituye es insalvable en tanto conlleva la lógica de la imposibilidad.

Notas

1 CF : Lacan, J clase del 19/5/65

2 Considerar por ejemplo el seminario"De un discurso que no seria del Semblante ", donde lleva adelante un minucioso trabajo en relación a la negación tomando apoyo en Robert Blanché; de allí produce el no-todo).

3 La cita corresponde a la clase del 3/3/72

4 CF: Le Gauffey, Guy: "El No-Todo de Lacan", Bs. As. , El cuenco de Plata 2.007

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 26 - Octubre 2010
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