Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Frecuencia Modulada
Adrián Liberman L.

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RESUMEN:

A partir de reflexiones teóricas, clínicas y metapsicológicas, el autor cuestiona la pregnancia que tiene la alta frecuencia de sesiones para calificar un tratamiento como psicoanalítico o no.

Se presentan argumentos a favor de variar el ritmo de las sesiones en función de diferentes criterios como operación técnica del analista en la dirección de la cura.

A esta operación se la denominará "frecuencia modulada".

Desde el inicio de mi formación psicoanalítica al día de hoy, la cuestión acerca de que es o que no es psicoanálisis impregna frecuentemente las discusiones de los psicoanalistas. En el año que se celebra el centenario de la fundación de la IPA, el establecimiento claro de sus características distintivas, la preservación de su identidad es una de sus tareas señeras y vigentes.

La preocupación por la identidad del psicoanálisis tiene diferentes aristas. Una de ellas es la de mantener un perfil distintivo en una època donde abundan tantas y tan disímiles ofertas para el tratamiento del sufrimiento emocional. En algunos momentos, esta preocupación se imbrica con facetas corporativas, propias de toda asociación profesional. En otros, tiene que ver con un celo por preservar el legado freudiano, mantener vigente su filo subversivo, sin caer en esclerosamientos que degraden el estatus científico del psicoanálisis. Dentro de este clima de revisión, es un denominador común que cuando se presenta material clínico, al menos en la sociedad a la que pertenezco, surja el interrogante acerca de si este hacer es o no psicoanálisis.

En este escenario societario, que predica y practica el apartamiento de todo fundamentalismo teórico, sin embargo hay momentos en los que este debate surge con particular intensidad. Circunstancias como los finales de semestre, trabajos de egreso, ascenso y de reconfirmación didáctica son momentos en los que estas cuestiones hacen figura.

Aunque también es cierto que todo analista en su ejercicio se pregunta con frecuencia variable si su hacer se inscribe o se aparta de lo aprendido durante el curso de su formación. Pienso que la identidad analítica, lejos de ser algo rígido y cristalizado definitivamente, es siempre un tema en debate en la mente del psicoanalista. Me aventuro a pensar que la práctica analítica discurre en un constante "ajuste" de la brújula que la ubica más acá o más allá respecto a muchas cosas. Aspectos como las teorías sustentadas, o el grado de pertenencia a una comunidad de pares, están siempre en juego en el trasfondo del ejercicio analítico de cada quien.

Dentro de estos cuestionamientos, de este inevitable sondeo que de su travesía hace cada analista, el tema de la frecuencia de las sesiones parece tener una pregnancia diferente a otros parámetros.

¿Porqué el tema del ritmo de las sesiones parece tener este peso particular, especialmente en los momentos de mostración de la labor analítica? ¿Se trata de un marcador corporativo, un elemento que distingue a quienes se inscriben o no dentro de una asociación particular? ¿O la frecuencia de las sesiones responde a otras consideraciones, clínicas, técnicas y metapsicológicas?

Me propongo en este trabajo, desbrozar algunos de estos interrogantes, para concluir con una propuesta a la que llamaré "frecuencia modulada".

 

EL PESO DE LA HISTORIA:

Al igual que toda práctica institucionalizada, el psicoanálisis cuenta con una historia que se hace presente en las peculiaridades de su práctica. En referencia a la frecuencia de las sesiones, Freud veía a sus pacientes cinco o seis veces a la semana. En los tiempos iniciales del psicoanálisis prácticamente todo estaba por probarse y no le quedaba al fundador de nuestra ciencia otro camino que inventar o errar.

En la medida que se fue acumulando la experiencia, Freud (1919,1923,1933) pudo sistematizar el procedimiento analitico en diversos trabajos que fungen como los primeros manuales de técnica Sin embargo, en el curso de esta sistematización aparece una advertencia, estos parámetros son adecuados para su personalidad, e insta a los analistas futuros a no plegarse ciegamente a ellos.

A pesar de ello, buena parte de la teoría de la técnica elaborada posteriormente, en libros clásicos como el de Etchegoyen (1986), Greenson (1981), Thoma y Kachele (1990) entre otros, poco o nada introducen como variantes a la cura tipo diseñada por Freud.

Es Lacan, en sus Escritos (1955) quien vendrá a agitar las aguas con una concepción distinta de la cura analítica, lo que de alguna manera contribuirá a su exclusión de la IPA.

Sin embargo, en este primer siglo de institucionalización, la práctica analítica reglada, se asemeja enormemente a estos primeros procedimientos, siendo la alta frecuencia de las sesiones uno de los aspectos que menos ha variado.

¿Pero han variado los analizantes en un siglo y sus avatares? Yo creo que sí, especialmente porque sostengo que la cultura es una fuente de subjetivación tan poderosa como la psicosexualidad. Siguiendo a Castoriadis (1996) creo que a la par de la sexualidad infantil reprimida y sus variantes, los lazos sociales determinan la subjetividad y por ende el sufrimiento humano.

Por alguna razón las cegueras o parálisis histéricas de los primeros historiales freudianos han desaparecido casi por completo. En cambio, asistimos a toda una gama de patologías que tiene que ver con la presencia de lo social en la psique humana. Hablo de ese " afuera" tan mal visto por tantos analistas, o despachado como categoría marginal, simple pantalla de las proyecciones y retraducido mecánicamente a lo ya sabido.

Actualmente, quienes acuden a consulta acusan los efectos del "vale todo" post-moderno, y en Venezuela los del "no vale nada", producto de la extrema polarización social. En este último caso me refiero a las resonancias psíquicas que un discurso social instalado ya hace más de una década viene produciendo. Se trata de una manera de comprensión y de acción en la que es posible oscilar bruscamente de lugar, para más bien experimentar los efectos de la negación masiva de derechos, aspiraciones o cualquier tipo de reconocimiento, un desmantelamiento súbito de las señales de pertenencia.

Así, el lugar de causación de los padecimientos está en el tejido social mismo, que se siente insuficiente para sostener al individuo. Son la afánisis, los ataques de pánico, los colapsos narcicistas, la insignificancia, los cuadros que caracterizan la clínica actual.Los individuos sienten que la pérdida de la brújula ética , la evanescencia de sus deseos, la catástrofe subjetiva de la exclusión social son sus principales síntomas.

Y en Caracas, donde se concentran la mayor parte de los analistas venezolanos, las personas no tienen tiempo o dinero para asistir al consultorio tres, cuatro o cinco veces por semana.

¿Puede entonces sostenerse a rajatabla la alta frecuencia sin sentir que en caso contrario se cede a la práctica de la psicoterapia, que el hacer analítico se desliza del "oro puro" al cobre bastardo?

Pienso que para bien o mal, algunos criterios técnicos se han vuelto señas de identidad institucional, de allí la dificultad de relativizarlos, de ponerlos en tensión con las nuevas realidades. En este sentido, estos primeros años de institucionalización pesan en la posibilidad de someter la técnica a la crítica, precio que toda agrupación humana paga.

¿QUÉ ES ANALIZAR?

La pertinencia de este apartado está en explorar lo que define al acto analítico para intentar aclarar el tema de la frecuencia de las sesiones.

Analizar tiene múltiples definiciones. Yo lo caracterizo, entre otras maneras, como el procedimiento de instalación de la función analítica en el analizando por parte del analista . Esto se hace sin adoctrinar ni sugestionar, en unas condiciones particulares (encuadre) mediante la mostración del acto interpretativo. Esta interpretación, dentro de la escucha transferencial es llamada a tener efectos y se hace sobre las formaciones del inconciente (chistes, sueños, lapsus etc). Estos efectos producen en el analizando entusiasmo por entenderse, en la medida que el insight se traduce en modificaciones de su cortejo sintomático.

¿Es de esperar que esta operación sólo pueda tener lugar dentro de una alta frecuencia?

¿O la alta frecuencia puede ser un efecto de los beneficios y el entusiasmo que la cura despierta en el analizando?

Si esto es así, la alta frecuencia como consecuencia de ir experimentando las bondandes del dispositivo analítico, hay que pensar si el trabajo que permite esto es analítico o no lo es. Discusión inane, en mi opinión, ya que para mí la escucha en transferencia de las formaciones del inconciente e intervenir sobre ello constituye lo sustantivo del psicoanálisis.

Eric Laurent (2005) sostiene que no hay un protocolo único para la cura analítica, sino que éste es función de las peculiaridades clínicas del analizando.

Podría pensarse que la alta frecuencia de las sesiones está sustentada por una concepción del inconciente en la cual sus formaciones solo aparecerán y serán susceptibles de intervención de esa manera.

Pero si el inconciente es atemporal y pulsátil, lo que facilita su emergencia es una interlocución neutra y abstinente y una relación transferencial al saber independiente del ritmo de los encuentros analíticos.

Visto así, habrá que hacer precisiones entonces sobre la idea que cada analista sostiene acerca del inconciente para justificar la frecuencia de las sesiones. Entonces la alta frecuencia será efecto de una "Doxa", de un sistema en diferentes grados de explicitación que articula la teoría con la práctica de cada quien.

UN EXPERIMENTO

Inquieto como estaba desde hace tiempo acerca del tema, una vez ideé un experimento durante mi formación psicoanalítica. Partiendo de la idea que la alta y baja frecuencia son cualitativamente diferentes, pensé que sus efectos deben poder ser fácilmente reconocibles por distintos analistas de experiencias diversas.

Así transcribí tres sesiones, de pacientes diferentes, que tenía en tratamiento en ese entonces y con diferentes número de sesiones semanales. Los dí a leer a mis colegas, sin decir que sesión correspondía a que frecuencia, esperando que pudieran discriminar unívocamente la alta de la baja. Para mi sorpresa la atribución respondió a un patrón azaroso que no hizo sino aumentar mi inquietud sobre el tópico.

Si la alta y la baja frecuencia fuesen dos categorías plenamente diferenciadas, no debería haber problema en reconocerlas como tales. Al no ser así, la cuestión de la validez de su uso y de lo que describen emergen como dudas de todo orden.

LA FRECUENCIA COMO MANIOBRA:

Resta entonces pensar los usos y propósitos que puede tener la alta frecuencia como maniobra del analista a la hora de la formulación del convenio terapéutico. Algunos autores (Marucco 2003, Green, 2000) lo ven como una forma de favorecer la regresión, aspecto indispensable para la emergencia del material temprano reprimido. Este aspecto, si bien sólidamente argumentado me hace pensar en cuanta dependencia, cuanta iatrogenia no se ha producido en nombre de la regresión.

Otros autores (Altmann, Garbarino et.al;2001) sostienen que de esta forma se facilita la emergencia de las ansiedades tempranas de separación, la regresión nuevamente y ciertas modalidades de transferencia.

Dentro de otra aproximación, Thomas Szasz (1976) aconseja a los analistas con menos experiencia cobrar menos y ver a sus pacientes más frecuentemente, para entenderlos mejor. Aquí la frecuencia, imbricada con el grado de experticia del psicoanalista, abre la puerta a que a mayor trayectoria analítica se podría espaciar las sesiones sin perjuicio del analizando. Y por ende los trabajos de reconfirmación didáctica, que los hacen quienes tienen más tiempo en el oficio, podrían ser validados con encuadres de una o dos sesiones semanales.

Otro argumento es que únicamente en un marco de alta frecuencia se podrían hacer cierto tipo de intervenciones como interpretaciones transferenciales.

¿Qué ocurre entonces con analistas como yo que rara o ninguna vez hacemos interpretaciones de ese tipo? Y ello es porque considero que estas interpretaciones conducen a la omnipotencia narcicística del analista así como a la exacerbación del imaginario en detrimento del orden simbólico. Mi uso de la transferencia es otro, aunque influye en mis intervenciones y en la dirección que le imprimo a la cura. Para mí, la transferencia es una de las vigas maestras de la situación y el proceso analítico, es la colocación del analista en una serie histórica por parte del analizando. A medias entre la repetición y lo inédito, es necesaria, más no suficiente para que el análisis se instale y se distinga de otro tipo de vínculo humano, Pero su constante "denuncia", por parte del analista, tal como se practicaba en la escuela kleiniana, lleva a mi entender a la estereotipación y a la pérdida de efecto de tal tipo de intervención. En mi práctica, es más un indicador del proceso que un fenómeno que requiera de constante explicitación.

FRECUENCIA MODULADA

En función de lo anterior me adentro entonces en lo que es lo sustantivo de mi propuesta técnica. Me pronuncio por la modulación de la frecuencia, por la variación del ritmo de los encuentros analíticos como maniobra del analista.

El protocolo de la cura, las variantes de la cura tipo debieran ser una función de las peculiaridades clínicas del analizando, ¿porqué entonces prescribir lo mismo para lo distinto?.

Visto de esta manera, la alta frecuencia pudiera ser consecuencia y no condición de un trabajo analítico previo y por ende tan "legítimo" uno como el otro.

La sesión de análisis más que algo prefijado es una unidad lógica, un encuentro acordado para hacer emerger e incidir sobre el inconciente y sus formaciones. De allí que variar el ritmo de las sesiones puede ser usado para "mover" un proceso que pueda haberse detenido, o para trabajar ciertas áreas conflictivas durante la cura (Marucco, ob. cit) Puede ayudar al descongelamiento de un análisis estancado, o cuando la fijeza del encuadre es usado como bastión resistencial.

Modular la frecuencia tiene el valor de una intervención y puede hacerse aumentando o disminuyendo el ritmo de las sesiones.

Esta idea se inscribe en la noción que el dispositivo analítico, al igual que el acto del psicoanalista tienen una función de acotar, de marcar el decir del analizando para producir una verdad que es la de su deseo y su fantasma.

Variar la frecuencia del contacto, de la presencia de ambos miembros en el tiempo reclama el estatuto de una intervención que incide sobre ese acotamiento. Puede permitir el anudamiento o el aflojamiento de los síntomas, de las identificaciones imaginarias, del proceso de irse haciendo cargo de su deseo por parte del analizante.

La fijeza de la frecuencia delata además una concepción del tiempo del inconciente distinta a la de la metapsicología y la clínica, suponiendo una linealidad y progresividad contradicha por la naturaleza pulsátil y compleja del mismo.

Validar esta maniobra permitiría, entre otras cosas, disminuir la brecha entre lo que los analistas hacen y lo que dicen (Altmann, Garbarino et.al, ob.cit), en el sentido de la gran cantidad de tratamientos de baja frecuencia que cada quien conduce. Quitaría de estos tratamientos la sospecha de no ser analíticos para abrirle paso a una visión más honesta de lo que es la práctica de cada quien.

Esto tendría efecto en los trabajos de ascenso, de egreso o de reconfirmación de la función didáctica en aras de la riqueza y variabilidad de la clínica que cada quien atiende.

Pero también tendría incidencia en los análisis que los candidatos llevan a cabo, donde a veces no hay proceso, pero se mantiene a rajatabla el criterio para cumplir con los requerimientos formativos.

Para finalizar, creo que el tema abre la puerta para pensar el tema de la duración de las sesiones, en virtud de lo argumentado, cosa que abordaré en un futuro.

El peligro de no poner los principios técnicos en roce con la crítica estriba en que nuestra ciencia pudiera degenerar en ideología o religión secular, cosas que Freud advirtió. Y la luz sólo surge de la luz.

Caracas, febrero de 2010.

 

BIBLIOGRAFÍA:

Altmann Mónica, Garbarino, Alejandro et al. "Alta y baja frecuencia en nuestra práctica actual", Asociación Psicoanalítica del Uruguay (1996) en www.spdecaracas.com.ve

Castoriadis Cornelius (1996) "La presencia de lo social en la psique" en www.magmagrupo.com.ar

Etchegoyen, R. H (1986) "Los fundamentos de la técnica psicoanalítica", Amorrortu

Freud S. (1913) "Sobre la iniciación del tratamiento", Amorrortu

Green, A (2000) " El tiempo fragmentado", Amorrortu

Lacan, J (1955) "Variantes de la cura tipo", en Escritos, tomo II, Siglo XXI

Laurent, E (2005) "Principios rectores el acto analítico", en www.spdecaracas.com.ve

Thoma H. y Kachele H (1989) "Teoría y práctica del psicoanálisis", Herder

Szasz, T: (1976) "La ética del psicoanálisis", Siglo XXI

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 26 - Octubre 2010
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