Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
La diversidad de la demanda
en el que-hacer hospitalario
Graciela Graham

Imprimir página

Intervencion en las Jornadas de Salud Mental de Ituzaingo

Tengo una especie de costumbre que seguramente tiene que ver con el quehacer en el que estoy comprometida, que es el psicoanálisis. Leo el título de una jornada como una demanda, mejor como un pedido, me piden hablar de "la diversidad en el qué - hacer hospitalario". Y por esta especie de tic queme ataca, me ha pasado muchas veces que mi respuesta es decir lo que tengo para decirles se ajusta de alguna manera al título, tengo que desmenuzar ese pedido. Fragmentarlo en su composición para poder decir algo

La palabra diversidad proviene en primera instancia de la biología, la diversidad de las especies, luego tomó un lugar importantísimo en los últimos años en lo social. En el estudio de género y en la lucha por los derechos humanos. La consigna es algo así como igualdad de derechos en la diversidad. Hay diversidad de géneros, de colores de piel, de capacidades intelectuales, de culturas, de franjas etarias, etc. El problema no es la diversidad, el problema es que por una cuestión, que tiene que ver con la captura de lo imaginario, creemos que esa diversidad implica diferencias en los derechos y las obligaciones, en los derechos y las responsabilidades.

Esta palabra tiene especial importancia para nosotros por ejemplo, cuando se trata del loco, el loco ese que nos concierne en nuestra práctica.

Hay una palabra que inventa Lacan, es decir es un neologismo de Lacan en francés que es una condensación de variedad y verdad. La palabra es varité.

Con lo que se escucha fácilmente que hay una verdad en la variedad. Es decir: enunciados variados con una proposición verdadera. Agregaría esta palabra varité para ser más precisos, le adjudicamos entonces, algo de la verdad al pedido que nos viene a hacer aquel que se dirige a nosotros, por el simple hecho de que nos habla.

Eso es parte de nuestro que-hacer como psicoanalistas en el hospital. Le damos un valor es decir no devaluamos la palabra de aquel que viene a contarnos su verdad. Con todas las variables y las variedades que pueda tener ese pedido.

El qué – hacer del analista tiene como pivote la escucha valuada de la verdad del pedido, por más variado que se presente.

No hay un "ser" del analista sino un "hacer". El psicoanálisis es un hacer, es una praxis.

El hospital es un lugar donde se cruzan varios discursos, pero en general están comandados por lo que podemos llamar "lo médico"

¿De qué modo influye en una institución la presencia del analista?

¿Nos situamos en los límites del poder de la medicina. Estamos ahí, donde la ciencia médica no tiene las soluciones?

El paciente se traslada al hospital con su cuerpo enfermo y o doliente o con su espíritu doliente. Con su síntoma.

¿El psicoanalista está allí para ocuparse de ayudar a la ciencia médica? ¿Su función es reintroducir al sujeto en esa ciencia, que como toda ciencia forcluye al sujeto?

¿Estamos seguros que la medicina es una ciencia en el sentido estricto del término?

¿Por dónde pasan entonces las diferencias? Obviamente, por "el modo de respuesta"

Cualquier psicoanalista un poco advertido, sabe que la demanda de tratamiento no es necesariamente demanda de análisis. Y aquí nos encontramos con la palabra más psicoanalítica del título. Es la palabra demanda: es psicoanalítica y lacaniana, así a simple vista u oída quiere decir pedido. Pedido de tratamiento, pedido de análisis, pero Lacan le da una vuelta más y allí reside todo el problema

El problema de la demanda para el psicoanálisis es justamente que implica una serie de consideraciones necesarias para que la demanda sea una demanda de análisis. Por ejemplo el nombre y la presencia del analista.

Sobre el trasfondo de las categorías de falta de objeto, aparece en Lacan el término "demanda" como una derivación de la palabra inglesa " demand", que puede traducirse por "exigencia constante", o mejor aún como "exigencia agobiante".

Este significante inglés es utilizado por una analizante bilingüe (castellano-inglés) para caracterizar a su madre, significante al que no encuentra correspondencia castellana y que suele traducir como "una madre agobiante", que no la deja tranquila ni a sol ni a sombra, de exigencia continua.

Porqué nos interesa a los psicoanalistas tanto la demanda: porque nos ocupamos del deseo, el deseo se escurre en la demanda, en cuanto hablamos demandamos y decimos nuestro deseo.

Lacan dice que en el límite, toda demanda es demanda de amor.

Esto no quiere decir que decimos esto y ya está, AH! ya sabemos toda demanda es de amor es eso lo que viene a buscar el sujeto y ya está, no , no es tan fácil.

La demanda de análisis es demanda de amor. La cosa es cómo se responde, qué se da como retorno de esa demanda.

Parece que hay que dar muchas vueltas alrededor de eso que se viene a buscar para poder arreglárselas con que a veces no era eso, lo que se venía a buscar y si era eso, eso no hay.

O quizás que lo que en realidad demanda es que le demanden, es decir pide que le pidan amor.

Para el analista advertido también tiene que poder separar la paja del trigo, el deseo y el amor no son lo mismo y si bien es solo por lo que llamamos amor de transferencia que se puede acceder al deseo, no debemos confundirlos.

 "no es necesario ser psicoanalista, ni siquiera médico, para saber que cuando cualquiera, nuestro mejor amigo, sea hombre o mujer, nos pide algo, esto no es para nada idéntico, e incluso a veces es diametralmente opuesto, a aquello que desea…"

El deseo está articulado en el pedido en la demanda en lo que el paciente dice, pero eso no es el amor. El amor forma parte de la experiencia del análisis, con una lógica que no es el lugar de explicar hoy pero que incluye al analizante y al analizado.

Se espera de un analista que escuche esa demanda ajustado al deseo que ella conlleva.

Lacan dice por allí que hay que poner en forma una verdadera demanda de análisis. Es decir que se presenta de formas variadas.

Ahora resulta que la persona va al hospital con su pedido. Decíamos antes, que la demanda en el sentido estricto del término, Lacaniano implica unas cuantas condiciones, algunas de ella tiene que ver con el nombre de aquel a quien va dirigido y con su cuerpo, sí con su presencia.

Hay una vieja y trillada discusión sobre el lugar del psicoanalista en el hospital, si lo que hace en el hospital un psicoanalista es o no psicoanálisis. Una de las razones de esta discusión que tiene varias reflexiones, varias respuestas, sin mayores acuerdos son estas condiciones necesarias, para que lo que llamamos dispositivo analítico se cumpla en su eficacia.

Claro este tipo de preguntas y las respuestas que los analistas nos damos, cada uno a su estilo, tiene consecuencias en la práctica. Si creemos que definitivamente no hay nada que un analista pueda hacer o escuchar en el hospital, nos cerramos y le cerramos la puerta a aquellos que pudieran hacer uso de lo que el psicoanálisis brinda realmente en su eficacia.

Y creo, que si estamos convencidos de que no importa el lugar el dispositivo, o a quién va dirigido el pedido, igual contamos con las herramientas que nos da nuestra doctrina y nuestra práctica, corremos el riesgo de meter la pata. Pero si pensamos lo contrario, también, puesto que se trata de encontrar las diferencias los límites y las formas de intervención para cada espacio.

Como sucede muchas veces en psicoanálisis diría que no es ni lo uno ni lo otro y el analista en el hospital debería estar advertido de esa dificultad, para hacer con ella, de ninguna manera para rechazar la apuesta.

Lo mismo para la supervisión, es lo que yo hago hoy en Las Naciones, superviso al equipo, es una modalidad de supervisión pública que implica un ámbito de diálogo, discusión, intercambio, transmisión y formación.

Es para el analista digamos un poco más experimentado la manera de transmitir una experiencia. Pero no es lo que Lacan llamaba análisis de control, tiene más que ver con lo médico con la enseñanza en el sentido médico y no con la transmisión en el sentido psicoanalítico del término.

Y voy a decir algo con lo que no sé si mis colegas estarán de acuerdo, y que quizás es políticamente incorrecto entre los analistas. Pero pónganlo solamente a mi cuenta, el supervisor en el hospital está en un lugar distinto al del analista, y es un lugar que en general le produce cuando sale bien, una satisfacción. La de poder trasvasar a otros una experiencia, que lo trasciende.

En mi práctica al menos y como yo pienso el análisis de control, se trata de otra cosa, donde la renuncia a la satisfacción es de otro orden, para el analista supervisor.

El pedido de supervisión en el hospital, también tiene entonces una diferencia con la demanda de control a un analista en forma individual, donde la transferencia, término que no he hecho aparecer hasta ahora, tiene un rol fundamental.

Entonces voy tratando de separar demanda cuando se trata de análisis que se presenta en forma variada y que con lleva una verdad, varité la llama Lacan.

Diversidad cuando se trata de pedido a la institución hospital o a lo que sea.

Si me permiten voy a hacer una inversión, o quizás entonces agregar algo al título. Puede ser que los pedidos al hospital sean diversos, pero creo que lo que es realmente diversa es la modalidad de la respuesta, en el hospital.

Claro en el caso del hospital esa demanda es al hospital, al psicólogo al médico. Yo diría que de acuerdo a la contingencia al azar de ese encuentro del que va a pedir y con quién se encuentra los modos de repuesta serán diversos. Con los que ahora me parece hay un giro, la diversidad es de la demanda, sí es posible, pero sobretodo es del modo de respuesta.

El sujeto llega con su dolor con su síntoma con eso que no anda, viene a buscar ayuda, una escucha algo que calme su sufrimiento si allí hay un psicoanalista escuchando, ofrecerá una forma de recibir de acoger ese sufrimiento distinta del médico, incluso del psicoterapeuta.

En el consultorio sucede más a menudo, no siempre tampoco, que el que golpea la puerta con su síntoma que no anda, con lo que no puede arreglárselas, sabe un poco m ejor qué se va a encontrar. Está la reputación, el nombre del analista, la derivación, el hecho de que se llame a sí mismo psicoanalista, no sucede lo mismo en el hospital.

El sujeto llega con su sufrimiento a cuestas y muchas veces es la contingencia del encuentro, digo con quién se encuentre, si con el médico, el psicólogo el analista, la asistente social, el grupo de violencia familiar, el psiquiatra, las respuestas serán diversas.

Entonces hay diversidad en el pedido, pero sobretodo en el hospital hay diversidad de respuestas.

En el hospital confluyen muchos discursos, se atienden muchas necesidades, educación, salud, seguridad social, pobreza carencias donde el estado tiene el rol principal. Si me permiten llevar las cosas al límite, diría que el pedido va dirigido al estado, que claro es el que tiene que hacerse cargo de dar respuesta, a través de los que están allí como sus representantes. Con lo cual, no es creo al psicoanalista que el sujeto viene a pedir ayuda ante su sufrimiento, su padecimiento, su locura, la violencia, la muerte, el abuso, el incesto, es al estado a quién se dirige ese pedido y creo que el psicoanalista que ejerce su tarea, la que sea en el hospital no debería en su estrategia de dirección de la cura olvidar esta variable. Y que hay respuestas que son de ese registro, social, político, estatal.

Si bien podemos decir que de alguna manera siempre la demanda tiene que ver con el malestar en la cultura.

La relación entre el hombre y la cultura ha sido siempre conflictiva para el hombre. Es paradojal, el hombre crea la cultura y luego como en una pesadilla esa misma cultura que es su creación, como un Frankestein se rebela contra su creador y lo lleva por caminos que contradicen su deseo.

Pagamos un alto precio para a favor de la cultura y ese precio es la represión de sus pulsiones. Freud coincide con Aristóteles en aquella vieja frase en la que se afirma que el que vive fuera de la polis o es una bestia o es un dios, nótese que esta frase la expresó Aristóteles precisamente contra los bárbaros que no tenían la producción cultural griega-ateniense. Así pues, si quieres vivir en la polis, el peaje a pagar es la culturización, lo cual implica aprender a ganar debates y persuadir a otros en el ágora con argumentos y no con golpes. Esta es, diría Nietzsche, la tiranía de la palabra. Nietzsche dice del logos.

Y en esta sociedad moderna y capitalista algunos pagan un precio más alto que otros, pagan con su cuerpo, pagan con una libra de carne. Los recursos que enumera Freud para enfrentar el malestar en la cultura, una de ellas es lo bello, otra es la neurosis.

Claro pero para poder acceder a lo bello a la construcción simbólica de lo bello hay que contar con algunos recursos del lenguaje, que sabemos que la mayoría de nuestros pacientes en los hospitales no tienen. Como tampoco tienen los recursos para hacerse una buena neurosis.

Por eso las otras modalidades, las del hospital de día, por ejemplo donde hay talleres donde se aprehende lo bello. No sé qué piensan ustedes pero me parece que los talleres, no son terapia ocupacional, no se trata de mantener ocupados a los pacientes, si hacen cosas con las manos, porque están en déficit y no podrían hacer otra cosa entonces se va a sentir mejor. No; se trata del recurso de lo bello que le da otra vestimenta al horror al que todos estamos expuestos, pero algunos más que otros y eso es social.

Lacan decía que la locura tenía que ver con el lazo social, con algo que pasa o no pasa en ese lazo social. El psicoanálisis no es una introspección, no es una pregunta por el ser.

Lacan dice en un seminario del año 1976, cuando ya era un viejo analista, más sabio por la experiencia "El psicoanálisis no es un progreso, es un rodeo práctico que Freud ha inventado para que la gente se sienta mejor"

Por ello creemos en la presencia del psicoanálisis en el ámbito público, presencia que entendemos hace a su política. El psicoanálisis es como decíamos antes una forma de intervención sobre el malestar en la cultura, y un nuevo discurso que Freud introdujo entre los hombres es una nueva forma de lazo social entre los hombres discurso que Lacan matematiza, pero ese es otro tema, que ese discurso tenga un efecto en lo social en la polis, es nuestra tarea.

En la conferencia "Los caminos de la terapia psicoanalítica"(1), leída en el congreso de Budapest en 1918, Freud bosquejó nuevos rumbos para la aplicación de su método. Cinco años más tarde, insistía: Si el psicoanálisis, a la par de su importancia científica, tiene valor como procedimiento terapéutico, si puede ayudar a quienes sufren ante las demandas de la civilización, su ayuda debería ser accesible también a la gran población imposibilitada de pagar al analista por su ardua labor. Y agregaba a renglón seguido: Esto parece ser una necesidad social particularmente en nuestro tiempo en el que el estrato intelectual de la población, especialmente propenso a la neurosis, se hunde irresistiblemente en la pobreza.

GRACIELA GRAHAM

Volver al sumario del Número 26
Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 26 - Octubre 2010
www.acheronta.org