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En el número anterior, Rosa Imelda de la Mora Espinosa, publica un artículo: Sacher Masoch: una erótica hipersensual. La escritura de este artículo está motivada por el primero, como una forma de mantener, por otra vía, el diálogo con la autora, ya que hace bastante tiempo que venimos intercambiando opiniones sobre este particular escritor taponado por el olvido, en una época en que la ciencia sexual vino a desplazar al arte erótico.
Que en el amor se sufre, no es un invento de Sacher Masoch, es algo que puede comprobarse a lo algo de la historia de la literatura y el arte, es decir, la frase que Lacan acuñó en el seminario sobre la identificación, de que en el amor no se es sujeto, sino más bien la víctima, no hace más que cristalizar lo que tantos escritores manifestaron de distintas maneras a lo largo de la historia occidental, y que Lacan se ocupó de analizar bajo la figura de varidades del amor. Pero en lo que se refiere a la erótica masoquiana, hay un testimonio anterior, conocido, analizado y dejado de lado. Me refiero a las confesiones de Rousseau, que Moebius, en su "Histoire de la maladie de Rousseau", de 1891, se dedicó a estudiar.
Se confiesa Rousseau: "¿Quién creería que aquél castigo de niño, recibido a los ocho años y por la mano de una muchacha de treinta, ha dispuesto de mis gustos, de mis deseos, de mis pasiones, de mí para el resto de la vida y precisamente en el sentido contrario al que debía producir naturalmente? [ ] Estar de rodillas ante una amante imperiosa, obedecer sus órdenes, tener que pedirle perdón, eran para mí goces muy dulces y cuánto más inflamaba mi sangre mi viva imaginación, tenía más aspecto de un amante rendido. Se concibe que esa manera de hacer el amor no lleva consigo progresos muy rápidos y no es muy peligrosa para la virtud de las que son objeto de tal amor. Por eso yo he poseído poco, pero no he dejado de gozar a mi manera, es decir con la imaginación." (1)
Estas confesiones, anteriores a la aparición de los textos de Sacher Masoch, bien hubieran valido una nominación, o sea una nominación bajo el sol de la clasificación, pues Rousseau confesaba esa erótica particular que lo llevaba a gozar en la humillación de su objeto amado, dejando de lado incluso, el acto sexual, lo que en la teoría clásica freudiana de las perversiones se trataría de una desviación de los fines; sin embargo, el filósofo ginebrino se salvó de la trituradora clasificadora; no así, el por ese entonces célebre escritor paneslavo, nacido en ese no lugar llamado Lemberg.
Pero para concentrarme en Sacher Masoch y continuar así, dialogando con Rosa de la Mora Espinosa, me gustaría apuntar algunas curiosidades que pueden servir para continuar el intento de recuperar a este escritor que desarrolló una erótica a lo largo de sus aproximadamente 120 títulos, de los cuales, La Venus de las pieles es sólo uno, aunque tenga su importancia.
UN NO LUGAR LLAMADO LEMBERG.
Sacher Masoch nace en 1835 (¿o 1836?) en Lemberg, una ciudad que hoy no existe, y que el escritor ucraniano Yuri Andrujovich, en su libro "El último territorio", denomina como un no lugar, ya que se trata de una ciudad que ubicada en el centro de Europa, sería su margen, su frontera, la periferia de los distintos imperios: romano, otomano, habsbúrbico, ruso, soviético. En la línea carpática, donde se encuentra Lemberg, se escindieron los mundos latino y bizantino, hecho que se reflejó en la separación de los ritos occidentales (romano) y orientales (griego). Lemberg, la ciudad que vio nacer a Sacher Masoch, no siempre se llamó Lemberg, y hoy no se llama Lemberg: Lemberg se llamó Leópolis, Lemberg, lwov, Lviv, y perteneció a Polonía, al Imperio Austrhúngaro, a Rusia, a la Unión Soviética y a Ucrania. Lemberg, cuando existía, era la capital de Galitzia, una zona geográfica por la que pasaron muchos pueblos, y donde algunos se quedaron. Su nombre, nos recuerda a la Galicia española y a la Gales bretona; ahí puede verse la huella de los celtas; sin embargo, quienes se quedaron y le dieron la impronta de zona multiétnica y pluricultural, fueron los judíos, los rutenos, los rusos, los austríacos, los polacos; ocupando cada uno su lugar bajo el sol de los Cárpatos. Es así, que Andrujovich va a afirmar que Galitzia es una zona artificial, invención de unos ministros austríacos de hace 150 años. Galitzia, dice después, es una alucinación polaca. Galitzia es la zona donde la mitología suple a la historia, donde los relatos familiares gozan de mayor prestigio que los libros de historia. (2)
Si me detengo en esta descripción del suelo natal de Sacher Masoch, es porque este suelo no es ajeno a su escritura, y por ende, a su erótica, pues esa zona de confluencia cultural, ubicó a Masoch, en una perspectiva plurilinguística, que tuvo como efecto una permanente extranjeridad, extranjeridad que se realiza en la lengua, pues dentro de su lengua - el alemán - crea una lengua, la de la estepa, una lengua sin eco, la lengua del balbuceo, tal como la define Pascal Quignard en su libro "l´etre du balbucement. (3) Esa lengua de la estepa es la lengua que le viene de una mujer y sus relatos: Handscha.
UNA NODRIZA LLAMADA HANDSCHA
La extranjeridad aludida, se realiza en Masoch, en su escritura, y por ende en su voz. Masoch, hijo de funcionarios Austrohúngaros, cuya lengua materna es el alemán, es alimentado en otra lengua: el ruteno; y mientras la leche de la nodriza Handscha, entraba y alimentaba al pequeño Leopold, que en ese entonces era tan sólo Sacher, también, la voz de Handscha iba entrando, tal vez entre sueños, en el adormilamiento en el que caen los bebés luego de ser amamantados. Y lo que la voz de Handscha decía, narraba, no eran otra cosa que las historias de su pueblo, el pueblo ruteno, el pueblo campesino de Galitzia; y esas historias estaban pobladas de valerosas mujeres, mujeres fuertes, dominantes, que se imponían a los infortunios y a la voluntad de los hombres. Esas mujeres, que comenzaron a habitar los sueños del pequeño Leopold, son las que más tarde retornaron convertidas en literatura, pero hubo un tiempo, un tiempo muy lejano, en los comienzos mismos de la historia, donde ese tipo de mujeres, el relato sobre ellas, le costó al padre de la historia, a Herodoto, ser reconocido además, como un poco fantasioso. Me refiero a su relato sobre las amazonas. Pero quiere la casualidad, o no, que ahí donde fueron ubicadas allá lejos en el tiempo, es la misma zona geográfica donde las mujeres narradas por Handscha, y luego por Masoch, desarrollaron su existencia. Y quiere la casualidad que por esa misma zona, en esa misma estepa que se expande a la sombra de los Cárpatos, lugar donde habitó la condesa sangrienta1, se encontraron, en la década del 90, tumbas de mujeres con las piernas arqueadas, se supone que por andar a caballo, y rodeada de armas, con lo cual, se supone que lo de Herodoto no fue un invento producto de algunas noches de excesos, sino que las amazonas existieron realmente, y no en el terreno de la fantasía, sino en esa misma geografía en la que Sacher Masoch desarrolló sus historias. Si a Herodoto las amazonas le quitaron credibilidad, a Sacher Masoch le significaron el olvido, luego de que su nombre fuera unido a una patología sexual.
UN AMANTE LLAMADO SACHER MASOCH
Fanny von Pistor, Aurora Rumelin e Hulda Meister, fueron tres mujeres de Leopold, pero no fueron las únicas. A lo largo de la biografía de Bernard Michel, (4) puede leerse que la lista es larga y con cada una de ellas, diferentes formas del erotismo se dieron lugar; entonces, si algo caracteriza la erótica de Masoch, es la variedad, pero siempre bajo la insigna goethiana de que no existe la simetría en las relaciones: o se es martillo o se es yunque. Pero si Masoch fue un amante variado, a esas variantes le imprimió su sello propio, en donde el contrato amoroso, resalta por su particularidad.
Deleuze, en su libro "Presentación de Sacher Masoch", (5) resalta la particularidad del contrato, y le sirve para separar al monstruo semiológico, como se refiere al Sadomasoquismo. La existencia misma del contrato ya alcanzaría para ubicar en posiciones divergentes a Sade y a Masoch ya que, tomando la diferencia que realiza Foucault entre relaciones de dominio y relaciones de poder, el contrato, inscribiría a las relaciones masoquianas dentro de las relaciones de poder, ya que debe haber consenso mutuo. El poder, para Foucault, se instituye entre sujetos libres; por el contrario, en las relaciones de dominación, no existe el consenso sino el avasallamiento. Desde esta perspectiva, los caminos de Sade y Masoch son diferentes y no complementarios. Pero veamos algunas características del contrato masoquiano.
La primera peculiaridad es que es el mismo Severín (el personaje de la Venus de las pieles) el que redacta el contrato en donde él mismo se somete a ser esclavo de su objeto amado. Este rasgo, que desde la pluma ebingiana es el signo para definir el masoquismo, es decir, el deseo de ser humillado, puede pensarse desde otra perspectiva, y que no es ajena a lo que plantea Lacan, cuando afirma que Sacher Masoch es el amo, el verdadero amo de este juego. (6) Severín escribe el contrato, y ahí surge una situación nueva, una nueva figura del amor, pues el objeto amado, ya no puede quedarse en el lugar del no hacer nada, el del simple estar para ser amado por el amante. No, el objeto amado, Wanda en este caso, debe aprender a ser amo, debe ser activa, tiene obligaciones, pues de eso se trata un contrato. Es decir, que en este movimiento, el amo debe satisfacer al amante:
Haz conmigo lo que quieras ha susurrado ella.
Bien, entonces pisotéame, te lo suplico; de lo contrario me volveré loco. (7)
Como puede verse, Severín, frente al pedido de que él haga lo que quiera con Wanda, lo que él quiere es ser pisoteado. ¿Se trata de deseo de humillación?
Quisiera introducir dos palabras: amor y renuncia. Con respecto al amor, quisiera decir, que dicho contrato se escribe y se firma bajo los efectos embriagantes del amor. Los héroes masoquianos no buscan la humillación así sin más, sino que sólo es aceptada, o buscada si se prefiere, cuando esta viene del objeto amado, por lo tanto, la duración del contrato está mediada por la duración del amor, algo que para Masoch no está bañado de eternidad. Para masoch el amor es efímero, y entre otras razones, dicha fugacidad está marcada por la imposibilidad de las relaciones simétricas. Aquí hay que tener cuidado, no es que Masoch idealice la simetría amorosa, sino que el amor sólo es posible en una relación sin conversa, en donde uno ocupa el lugar de yunque, y el otro de martillo. Aquí es donde ingresa la otra palabra: la renuncia, pues los personajes masoquianos eligen renunciar a ser martillo, eligen renunciar a la dominación del otro, es decir, eligen renunciar a lo que de todos modos sucederá, pues en el amor, sólo se puede ser víctima, y eso, lo ubica en el lugar de amo.
En el amor de Platón, la otra novela tratada por Rosa de la Mora Espinosa, hay un pequeño fragmento que da cuenta de esto: "No querría poseerla porque lo que me preocuparía sería el perderla. Y, desgraciadamente, yace en la naturaleza de las cosas que pertenecen al reino de los sentidos el que se desvanezcan del mismo modo en que surgen." (8)
Amor y renuncia, en definitiva, son rasgos centrales en la erótica masoquiana, y por lo tanto, no masoquista. No se trata de la humillación, del deseo de ser humillado, en todo caso, la humillación (si es que se trata de humillación) es sólo un medio para que se realice la figura del amor; sólo que esta figura, inestable, por cierto, tendrá la fugacidad de todo aquello que está dominado por los sentidos.
Por otra parte, y aquí me introduzco en una segunda característica del contrato, es que el que va a ocupar el lugar de esclavo, renuncia a su nombre. Severín, mientras ocupe el lugar de esclavo de Wanda, se llamará Gregor. El esclavo, entonces es Gregor, no Severín, y por tanto, en esta duplicidad identitaria, se juegan diferentes roles, como lo expresa el siguiente pasaje:
Severín, es encantadora la seriedad con que representas tu papel. Pero la obligación que nos hemos impuesto comienza a crisparme los nervios; ya no aguanto más; eres tan cariñoso que he de darte un beso. Ven, entremos a la casa.
Pero madame -he objetado.
¡Gregor!
Wanda ha entrado en el primer portal que ha encontrado abierto, ha subido unos cuantos peldaños de una oscura escalera, me ha abrazado con ardiente cariño y me ha besado.¡ay!
Severín, eres muy listo (9)
Como puede verse, Wanda lo nombra alternativamente como Severín o como Gregor, dependiendo del rol que esté cumpliendo en ese momento.
Es tal la centralidad del amor, que cuando Wanda introduce a un tercero, y lo castiga, el amor se desvanece, y Severín da por terminado el contrato. Si se tratara del deseo de ser humillado, ¿por qué Severín/Gregor no goza con los castigos del amante de Wanda?
El látigo, en manos de wanda, es una prolongación de su cuerpo, en manos de El griego, es nada más que un látigo.
UNA CURA LLAMADA AMOR
En la parte final de "La Venus de las pieles", Sacher Masoch habla de la cura, de su propia cura. Severín se cura del amor, pero dicha cura sólo puede darse en el amor. Es en el amor por Wanda, es siendo esclavo de su objeto amado, que se alumbra un nuevo sujeto; hay por lo tanto, una transformación subjetiva. La cura, tal la palabra utilizada por Masoch, tiene como efecto el surgimiento de un nuevo sujeto, por lo tanto, la humillación, en todo caso, es el precio a pagar por la renuncia a ser amo, porque es en dicha renuncia que acontece el nuevo sujeto.
NOTAS
1. Jean Jacques Rousseau: Confesiones. Editorial Porrúa. México, 1996.
2. Yuri Andrujovich: El último territorio. Editorial Acantilado. Barcelona, 2004.
3. Pascal Quignard: L´etre du balbucement. Mercure de France. París, 1969.
4. Bernard Michel. Biografía de Sacher Masoch. Editorial Circe. Barcelona, 1992.
5. Gilles Deleuze: Presentación de Sacher Masoch. Amorrortu Editores, Bs. As. 2001.
6. Jacques lacan. Sesión del seminario, del día 4 de junio de 1969.
7. Leopold Sacher Masoch: La Venus de las pieles. Tusquet Editores. Barcelona, 1993.
8. Leopold Sacher masoch: El Amor de Platón. Editorial El Cuenco de Plata. Bs. As. 2004.
9. Leopold Sacher Masoch: La Venus de las pieles. Tusquet Editores. Barcelona, 1993.
BIBLIOGRAFÍA
YURI ANDRUJOVICH: EL ÚLTIMO TERRITORIO. EDITORIAL ACANTILADO, BARCELONA, 2004.
BERNARD MICHEL: BOIGRAFÍA DE SACHER MASOCH. EDITORIAL CIRCE. BARCELONA, 1992.
GILLES DELEUZE: PRESENTACIÓN DE SACHER MASOCH. LO FRÍO Y LO CRUEL. AMORRORTU EDITORES, BS. AS. 2001.
SIGMUND FREUD: TRES ENSAYOS SOBRE UNA TEORÍA SEXUAL. OBRAS COMPLETAS. BIBLIOTECA NUEVA. BARCELONA, 1997.
JACQUES LACAN: SEMINARIO LA IDENTIFICACIÓN. VERSIÓN EFBA.
JACQUES LACAN: SEMINARIO DE UN OTRO A un otro. PAIDÓS. Bs. As. 2008.
PASCAL QUIGNARD: L´ETRE DU BALBUCEMENT. MERCURE DE FRANCE, PARÍS, 1969.
JEAN JACQUES ROUSSEAU: CONFESIONES. EDITORIAL PORRÚA. MÉXICO, 1996.
LEOPOLD SACHER MASOCH: LA VENUS DE LAS PIELES. TUSQUETS EDITORES. BARCELONA, 1993.
LEOPOLD SACHER MASOCH: EL AMOR DE PLATÓN. EDITORIAL EL CUENCO DE PLATA. BS.AS, 2004.