Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
¿Y si no hubiera "relación" analítica?
Raúl A. Yafar

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El tema es "De un analista a otro": lo que signa, primeramente, la dirección de un camino único: se trata "de" uno "hacia" el otro. No hay mutualidad, reciprocidad, algún ticket de ida y vuelta imaginable. Pero, en segundo lugar, también se sugiere --- esto está implícito --- preguntarnos qué es lo que "pasa", qué es lo que " atraviesa" desde ese primero hacia ese segundo ----. En tercer término, si hay pasaje inaugural, nada impide pensar la serie… habrá un tercer analista, y un cuarto, etc. Estarán todos los otros analistas en el horizonte. Tenemos entonces el Uno-analista… y, por lo tanto, los otros-analistas. Ahora bien y por último, si queremos ir al meollo del problema, nos preguntamos: ¿cuál es el fundamento de la suposición de ese pasaje ---- pregunta que supone posible ese fundamento ----?

Tendríamos entonces una relación supuesta, un "ir hacia"… desde Uno, que desemboca, cual río, en el mar de lo abierto de los otros.

Lacan decía, "hay analista", pero no dijo si era uno o si era(n) otro(s). Si la cuestión se anota en todo un espectro de problemas, quizás sea debido a que es una pregunta que apunta a lo espectral del juego de apariencias con las que cada uno de nosotros, en su función social o profesional se posiciona ante el otro. No será nuestro tema, dejemos esa sociología.

La convocatoria parafrasea la definición lacaniana del significante y se pregunta, para empezar, si "un analista" representa algo. Más bien creería (y preferiría) que no, dada la limitación de la idea filosófica de representación. En segundo lugar, un representante remite a un significante y no es ése el valor en el que se ubica el analista en su práctica --- salvo que la transferencia del analizante lo posicione como una formación más del inconciente, pero ése es su juego de sabiduría en el análisis, juego del que está advertido en su artificio, juego del que habrá de salir, con suerte, volcando su lugar de agente hacia el del objeto ----. En tercer lugar, si el analista fuera un significante para otro(s) , ocuparía el lugar del ideal y tendríamos una formación de masas. Por último, si representara algo lo haría efectivamente para otro analista, que operaría como segundo con respecto al primero, cuando la definición del significante esa efectividad sólo la supone.

No hay par significante, corrige Lacan, cuando retoma su propia definición. No hay "par" analítico, agrego yo. No tenemos pares, somos impares (odd, en inglés, rescata Lacan). Pero entonces, ¿cómo se relacionan los impares?

Volvamos a lo qué pasa y, en su pasar, deja estelas de difícil precisión. ¿Se transmite como surco, como constelación, como red, como vacío, siempre suponiendo que uno "algo" trasmite al otro? ¿Por qué suponer una sucesión generacional en el pasaje de Freud hacia Melanie Klein, hacia Donald Winnicott, hacia Jacques Lacan? ¿No reducimos la trasmisión así a una concatenación simbólica, cuando precisamente es de la vacilación de la misma que se teje y desteje el efecto-sujeto?

Los modos de operar con el propio vacío no son lo mismo que la donación de un legado. ¿O es que hay metáfora poética en la trasmisión? No lo creo, ni como paso-de-sentido, ni como no-de-sentido (jugando el juego lacaniano del pas-de-sens).

Alejaría la relación entre los analistas, así como del analizante con el suyo, de todas las temáticas de filiación. Ensayemos un Otro que no hay: una extensión de lejanía bastante problemática.

La convocatoria me pregunta también: ¿qué hay en "común" --- como quien dijera común denominador ---- y qué hay de "diferente" ---- lo cual ya huele un poco a aportes, avances y diversos géneros de invenciones ---- entre Freud y Lacan? Pero podría preguntarse lo mismo sustituyendo esos nombres por cualesquiera otros y tendríamos la misma dificultad.

¿Constituye el psicoanálisis una teoría más o menos "unificada", capaz de definir un campo "común" de acción de los analistas? No diría unificada ni, por supuesto, unificable… pero, aún llena de ramificaciones, indudablemente es el apoyo de todo un espacio de discusión amplísimo donde los analistas se encuentran, se reencuentran y, más bien, usualmente, se desencuentran. Pero, entonces, ¿quiere esto decir que sólo hay analista en el dispositivo analítico y la teoría no es más que un espacio social donde conversan personas que se dicen practicantes del psicoanálisis?

Apelaríamos al célebre sintagma "transferencia de trabajo" pero, como pocos, lo que éste condensa es ambiguo, celebratorio, poco probable, más destinado a definir un grupo en mutua identificación. Sólo hay trabajo del inconciente y un analista que aporta su presencia ante la pérdida que este trabajo conlleva. En este sintagma, la palabra trabajo sólo hace referencia a lo que vulgarmente llamamos… "laborar" y esto suele ser más vocación por la esclavitud (de allí deriva la etimología de la palabra) que genuino deseo singular. Por otro lado la palabra transferencia sólo en un sentido lato puede significar "ganas de", "inclinación hacia", perdiendo así su especificidad y la operatividad que tiene en las curas. El sintagma termina nombrando una improbable vocación concurrente de los que querrían "avocarse" a algún tema. Algo realmente aburrido.

La convocatoria misma cita que en la sesión del 10 de diciembre del 74, Lacan afirma que "es indispensable que el analista sea al menos dos. El analista para tener efectos y/es (et/est) el analista que, a esos efectos, los teoriza". Yo leo que es el mismo analista el que se desdobla y que no habla de metáfora ni de relación entre dos analistas.

Ahora bien, sea como sea, en soledad o acompañado, se supone que el analista trasmite. ¿Trasmite un saber acumulable? ¿Trasmite una posición ante la verdad? ¿Trasmite sexuación, castración, una posición ante el falo? ¿Trasmite saber-hacer con la angustia? ¿O incluso, trasmite saber-cómo–desear?

Y yendo más lejos aún, si trasmite, ¿es porque le han trasmitido? Lo cual abre preguntas en cuanto a las lecturas, las citas --- Lacan ubica la interpretación entre el enigma y la cita, sin ser ninguna de ellas ---- , los intercambios de información. Dejemos de lado el ninguneo entre los analistas que, en general, sólo se "citan" para criticarse o directamente se des-citan allí donde podrían leerse.

Y es cierto, la lectura no era un problema menor para Lacan, para quien, la cita no responde a una mera cuestión de respeto por una supuesta propiedad intelectual, sino que se incluye en el terreno agonístico de la discordia (Eris, en griego), terreno donde el que cita puede alcanzar (a través de ella) su propia meta. Ahora bien --- y que Lacan me disculpe ---- citar en medio de una contienda no considero que conduzca a ninguna producción. Es el mismo error que Lacan comete cuando considera que en el dúo Nancy-Labarthe leyó como nadie su escrito "La instancia de la Letra"…. porque lo odiaban, cuando el texto de comentario de esos autores carece de toda tensión agresiva y el que exuda odio en sus señalamientos es el propio Lacan, que está más petulante y despectivo con sus discípulos y lectores que nunca… en fin, Lacan también era humano.

Nota: me parece que cuando se piensa en lo inteligible-defendible de lo trasmitido por un Maestro… lo que queda sobre el escenario es el Padre. Incólume. Dispuesto para la ruptura, la idealización, el evangelismo, la postergación o el encono. No se trata de lo que Lacan nos trasmitió ---- casi diría de lo que quiso trasmitir -----, pues esto está perdido desde el vamos y desde allí hay que partir. El tema es qué hacemos nosotros con lo que leemos. El vector no va del padre al hijo, del primero al que le sigue, sino del lector sobre sí: es decir, lo que él hace consigo mismo.

En general las discusiones sobre temas del psicoanálisis caen dentro de dos posiciona-mientos posibles de los que discuten. En la primera sólo se tiene en consideración la alternativa "correcto-incorrecto". Categorías ideales que no desmienten su origen en un afán de totalización. En la segunda se juega lo que es posible hacer de nuevo, tal vez (y sólo tal vez) más cernidamente ---- Alfred Hitchcock decía que plagiarse a uno mismo es estilo ----. Entonces, mejor cernir (o dis-cernir), acotando, ajustando, ¿involucrándose?.

Si se parte de la primera posición sólo es posible pensar contra el semejante por lo que le falta, en general con un matiz paranoide de reclamo. Si el autor como agente personal del discurso se ha equivocado, su accionar es una impertinencia. Y un atrevimiento injurioso para el que sí ha captado exclusivísimas verdades de iniciado y las valora en su justa medida --- y, agreguemos, codicia --- . El "riguroso" lector aquí pretende trabajar siempre a favor del original comentado o del tema discutido, identificado a su lectura hermenéutica, pretendidamente fiel.

Los sumisos se alzan como jueces de los irresponsables. Avanzando contra éstos es que se defiende el original, argumentando en favor de su pureza: ideal explicativo que sólo encuentra al final el nivel coartado e improductivo de un deseo insatisfactorio.

Se ha confundido entonces tomar partido con tener partido tomado y como ocurre siempre entre quienes se sostienen como avales del Padre, se desciende vertiginosamente de la interrogación teórica o clínica a la persecución ideológica.

El pensamiento se encuentra, en cambio, con su propio fundamento cuando se deshace a sí mismo, cuando se discute con aquello que causa la rotación de lo que no resta sino como vocación por el hallazgo. Intentos de pensar sólo contra los relieves de lo producido por la propia reflexión: allí se va a favor de lo que se dijo siempre que se lo contraponga a lo nuevo por venir.

Discutir con un texto es decir siempre de sí, pues todo texto es sólo un vapor, un soplo, un mensaje que sostiene lo mismo des-dicho para intentarlo otra vez. Fin de la nota.

Pero entonces, ¿qué quiere decir "el analista sólo se autoriza de él mismo"? Incluso cuando Lacan corrige y se pregunta por "quiénes" serían los "algunos otros" ante los cuales, al parecer, ha pensado disparar centrífugamente esa aparente encerrona . De nuevo "Uno" y los "otros", como si se siguiera de suyo que hay "los otros" de ese uno", cuando ese plural es el que habla de una relación que, demostrada que no hay, abandona a la soledad de lo imposible al que inicialmente "había". La transferencia plantea el mismo problema, ya que no hay dos, sino uno y "lo" Otro de ese uno, que no es "el" otro, mera suposición, del primero.

¿Cómo se relacionan entre sí los analistas? ¿Hay un discurso que no sería del semblante? ¿Hay otra práctica que no sea la de los propios intersticios? ¿Hay un quinto discurso ---- no me refiero al del capitalismo ---- que reuniría a los analistas después del pase?

Esa era la apuesta-esperanza de Lacan.

Porque el tema es hasta qué punto es contingente o, más bien, estructuralmente imposible, una "relación" analítica… entre analistas.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 25 - Diciembre 2008
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