Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Freud, el primer analizante
Sebastián Sica

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I - En la "Proposición del 9 de octubre de 1967…", Lacan realiza una sorprendente afirmación de gran importancia clínica - dado que le servirá de apoyo para establecer su concepción sobre la transferencia en términos de sujeto supuesto saber, así como las coordenadas de inicio y final de un análisis- que ha sido descuidada por la mayoría de los comentaristas de su enseñanza: Sigmund Freud, en su relación con Fliess, se constituyó en el primer psicoanalizante, lo que habilitó el lugar en el que luego se instaló el psicoanalista.

Lacan sostiene que Freud, por asumir inicialmente la posición de analizante, con posterioridad logró ubicarse frente al padecimiento histérico de tal modo que inauguró una nueva posición discursiva: el psicoanalista.

De esta aseveración se desprende una hipótesis central: el psicoanálisis depende de aquel que debe ser llamado psicoanalizante (1), es el analizante quien produce al psicoanalista, por lo que sería inconcebible considerar cualquiera de estas posiciones por fuera del lazo que supone el discurso analítico.

No obstante la insistencia y el desarrollo de esta lógica por parte de Lacan hasta el final de su enseñanza, luego de cuarenta años de producida la "Proposición …" –texto fundamental en lo que concierne a la formación del analista-, y de haber establecido la formalización de los cuatro discursos en el marco del seminario "El reverso del psicoanálisis", la concepción imperante acerca de las condiciones de posibilidad para el armado del dispositivo entre los psicoanalistas que nos vinculamos a sus textos parece haberse retrotraído, parafraseando al propio Lacan, al statu quo ante de su formulación: términos como "responsabilidad" o "rectificación subjetiva" utilizados a la ligera y sin rigurosidad conceptual han terminado por volver a instalar al yo - aún cuando se lo designe sujeto - en el primer plano de la clínica, así como la figura del analista como una entidad ya-ahí, capaz de producir efectos o "sancionar la entrada en análisis" por el solo hecho de "autorizarse por sí mismo".

 

II- El término psicoanalizante es correlativo de la rigurosa aplicación por parte de Lacan de la lógica del significante a la totalidad de la trama conceptual, la que tiene por consecuencia una axiomática muy precisa, conocida por todos sus lectores:

Asimismo, Lacan distinguirá los conceptos de significante y palabra así como los de enunciado y enunciación para toda consideración del sujeto del Icc: el significante no se reduce a la palabra ni a los enunciados sino que también designa el lugar enunciativo desde el que se profieren ambos: el acto mismo del decir.

Al respecto, dos citas en las que Lacan es taxativo:

"…no es la palabra la que puede venir a fundamentar el significante.(…) podría hablar de la frase que es, ella también, unidad significante (…)" (2)

"…en todo lo tocante a las relaciones de los hombres y las mujeres, lo que se llama colectividad es algo que no anda. No anda, y todo el mundo habla de ello, y gran parte de nuestra actividad se nos va en decirlo.

Esto no quita que lo único serio es lo que se ordena de una manera distinta como discurso (…) esta relación sexual, en tanto no anda, anda de todas maneras gracias a cierto número de convenciones que son efecto de lenguaje (…) No hay la más mínima realidad prediscursiva, por la buena razón de que lo que se forma en colectividad, lo que he denominado los hombres, las mujeres y los niños, nada quiere decir como realidad prediscursiva. Los hombres, las mujeres y los niños no son más que significantes.

Un hombre no es otra cosa que un significante. Una mujer busca a un hombre a título de significante." (3)

En la medida en que el discurso es considerado por Lacan como "un vínculo entre los que hablan" (4), el lugar ocupado por cada ser-hablante tendrá el estatuto de significante.

Es por ello que el término "psicoanalizante" no será atribuible a ningún ser-hablante a la manera de un adjetivo, sino que, respetando la lógica del significante, designará el lugar de quien toma la palabra en articulación necesaria con un Otro lugar, el psicoanalista.

"…ese sujeto es lo que el significante representa y no podría representar nada sino para otro significante: a lo que se reduce el sujeto que escucha" (5)

Analista y analizante se constituirán como tales en una articulación discursiva en la que serán concebidos como dos significantes entre los cuales, en cuyo intervalo, podrá advenir el sujeto del Icc.

 

III- Esta lógica será efectuada por Lacan mediante la escritura del algoritmo de la implicación significante (6) con el que formalizará su concepción de la transferencia en términos de sujeto supuesto saber, utilizando el álgebra elaborada en el escrito "Instancia de la letra en el Icc…" para dar cuenta del significante:

S -----------------------------> Sq
---------------------
s (S1, S2…Sn)

Luego de presentado el algoritmo, Lacan afirmará:

"Se ve que si el psicoanálisis consiste en el mantenimiento de una situación convenida entre dos partenaires que se asumen en ella como el psicoanalizante y el psicoanalista…"

"Debajo de la barra, pero reducido al patrón de suposición del primer significante: el s representa el sujeto que resulta de él, implicando en el paréntesis el saber, supuesto presente, de los significantes en el inconsciente…" (7)

Lo que conduce a leer la fórmula en consonancia con lo anteriormente expuesto:

De este modo, resulta evidente que Lacan no confunde bajo ninguna circunstancia los términos "psicoanalizante", S, y "sujeto", s, siendo este último el efecto que adviene como producto del acoplamiento discursivo entre ambos partenaires.

Por otro lado, al designar el lugar del analista como Sq, significante quelconque, -vocablo que alude a " un hombre del montón"- Lacan pondrá de relieve que el Otro significante con el que se articula el psicoanalizante, podrá ser ocupado por cualquiera: por ejemplo, Fliess en el caso de Freud, el auditorio del seminario en su propio caso.

"Si es nombrable con un nombre propio, no es que se distinga por el saber.(…) El Sq de la primera línea no tiene nada que ver con los S de la cadena de la segunda y sólo puede hallarse allí por encuentro…" (9)

Lacan sostiene que no existe el psicoanalista en términos del universal ni como una entidad a priori, sino que supone la particularidad en el sentido aristotélico: podrá ser cualquiera, pero a condición de ser alguien en particular: no hay posibilidad de autoanálisis, el pasaje por el Otro es estructural.

Esto mismo lo llevará a preguntarse acerca de la relación del psicoanalista con el saber inconsciente que implica la empresa del analizante:

"Tenemos que ver qué califica al analista para responder a esta situación que, como se ve, no engloba a su persona (…) Nos importa aquí el psicoanalista, en su relación con el saber del sujeto supuesto(…) Está claro que nada sabe del saber supuesto. EL Sq de la primera línea no tiene nada que ver con los S de la cadena de la segunda…"

El planteo de Lacan es muy interesante: si el analista, por anticipado, nada sabe ni podría saber acerca del saber supuesto, ¿en qué consistiría su formación?

Está claro que no se trata de la acumulación de saber de tipo académico o universitario, aunque, advierte Lacan –cosa a menudo olvidada por los psicoanalistas-, esto "no autoriza en modo alguno al psicoanalista a contentarse con saber que no sabe nada" (10); aquello que el analista no puede ahorrarse en su formación " concierne ante todo a los efectos del lenguaje, el sujeto en primer lugar, y lo que podemos designar con el término amplio de estructuras lógicas" (11)

 

IV- Si es el psicoanalizante el que produce al psicoanalista, ¿Qué es lo que permite designar a alguien bajo esa condición? ¿Qué es aquello que opera el pasaje a la posición de analizante?

Lacan sostendrá que se trata de una cierta posición frente al saber, un forzamiento del no querer saber nada de eso propio de la pasión neurótica que, por presentar la estructura del acto, sólo podrá ser considerada y establecida en torno a la temporalidad inherente a la cadena significante, esto es, la anticipación y la retroacción.

Veamos una extensa cita del Seminario 20, Aún, ni más ni menos que su apertura:

"Sucede que no publiqué La ética del psicoanálisis. (…) Con el tiempo, descubrí que podía decir algo más sobre el asunto. Me percaté, además, de que mi manera de avanzar estaba constituida por algo que pertenecía al orden del no quiero saber nada de eso.

(…)Lo que me favorece desde hace algún tiempo es que hay también entre ustedes, en la gran masa de los que están aquí, un no quiero saber nada de eso. Pero el asunto es si será el mismo.

Vuestro no quiero saber nada de cierto saber que se les transmite por retazos ¿será igual al mío? No lo creo, y precisamente por suponer que parto de otra parte en ese no quiero saber nada de eso, se hallan ligados a mí. De modo que, si es verdad que respecto a ustedes yo no puedo estar aquí sino en la posición de analizante de mi no quiero saber nada de eso, de aquí a que ustedes alcancen el mismo, habrá mucho que sudar."

En la medida en que se trata de un acto, el pasaje a la posición de analizante requiere en su consideración de la estructura del tiempo lógico : nadie podría autoproclamarse ni tampoco designar taxativamente por anticipado a alguien como "psicoanalizante" ya que no se trata de un adjetivo atribuible a una persona, sino de una posición enunciativa circunscripta a ciertas condiciones discursivas.

Por esta razón, la tan difundida "sanción de la entrada en análisis" por parte del analista se encuentra en total contradicción con los precisos planteos de Lacan al respecto: que el analista pretenda determinar el momento preciso en que se produce dicho acto, sería equivalente a suponer que puede establecer el final de un análisis.

En tal sentido, bien sabemos que el dispositivo del pase fue el intento, por parte de Lacan, de resolver la imposibilidad estructural en la que se encuentran tanto el psicoanalista como el psicoanalizante de decidir si hubo o no un análisis, mediante la introducción de una instancia tercera.

Desde la perspectiva del tiempo de la anticipación, al forzamiento del no querer saber nada de eso Lacan lo denominará "demanda" (de análisis, de formación) y que, como tal, conlleva una rectificación de la economía de goce: búsqueda, trabajo, esfuerzo, serán los términos elegidos por Lacan cada vez que se refirió al tema:

"Hace ya tiempo que el término analizante, que proferí un día en mi seminario ha adquirido derecho de ciudadanía. (…)Debo decir que, cuando propuse dicha cosa, no había hecho más que parodiar (…) el término analysand, corriente en lengua inglesa. (…) Lo que quería decir era que en el análisis, la que trabaja es la persona que llega verdaderamente a dar forma a una demanda de análisis. (…) Cuando le dicen que comience (…) la persona que hizo esa demanda de análisis, cuando comienza el trabajo, es ella quien trabaja." (12)

"Entonces es bien evidente que el enunciado de la regla fundamental c onsiste en decir a una persona que viene para pedirles algo - llegado el caso una ayuda - que la regla fundamental no es otra cosa que hacerle observar que hay que sudar un poquito para hacer algo juntos, que la cosa no va a andar si de algún modo no se llega hasta lo que displace, no al analista, sino que displace profundamente a cualquiera: hacer un esfuerzo." (13)

En rigor, la posición de psicoanalizante tiene la misma existencia retroactiva que cualquier formación del inconsciente, es decir, que será desde el momento conclusivo del pase que podrá considerarse que "hubo" analizante justo cuando ya no lo hay: como en todo acto, es el segundo término el que hace existir al primero:

"Recordándonos "el análisis original" (nota del autor: el de Freud con Fliess), nos lleva nuevamente al pie del espejismo en el que se asienta la posición del psicoanalista (…) El verdadero origina sólo puede ser el segundo, por constituir la repetición que hace del primero un acto, pues ella introduce allí el aprés-coup propio del tiempo lógico, que se marca porque el psicoanalizante pasó a psicoanalista. (Quiero decir Freud mismo quien sanciona allí no haber hecho un autoanálisis.)" (14)

Esta lógica de la anticipación-retroacción es la que conduce a Lacan a afirmar que Freud fue el primer analizante, posición desde la que en un segundo momento pasó al lugar del analista.

V- Muy a pesar de la lógica extensamente desarrollada por Lacan en relación al discurso analítico y las posiciones respectivas del analista y del analizante en torno del sujeto y del saber inconsciente, en la actualidad, entre la mayoría de los comentaristas de su enseñanza, proliferan versiones psicologizantes que hacen hincapié en dimensiones individualistas de la responsabilidad y el goce, nombres contemporáneos del yo que subsumen el filo cortante del descubrimiento freudiano en el marco de los paradigmas imperantes.

Puesto que se olvida – en el sentido de la represión- que Freud, por ubicarse en posición de analizante, pudo construir el saber psicoanalítico y se lo erige, por el contrario, en el Padre del psicoanálisis y primer analista surgido ex –nihilo, tal vez seamos aquellos que nos vinculamos a sus textos y a su práctica los mismos que llevemos adelante, paradójicamente, el triunfo de la religión.

Referencias

1 - "Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela", en Momentos cruciales de la experiencia analítica, Editorial Manantial-.

2 - El Seminario, Libro 20, Aún, pág. 28. Ed. Paidos.

3 - Ibídem, pág.44.-

4 - Ibídem, pág. 26.-

5 - Posición del Inconsciente, en Escritos 2, pág. 814. Siglo XXI editores

6 - "Proposición del 9 de octubre…".-

7 - Ibídem.-

8 - Ibídem.-

9 - Ibídem.-

10 - Ibídem.-

11 - Ibídem, primera versión.-

12 - Conferencia en Ginebra sobre el síntoma, en Intervenciones y textos 2, pág 119. Editorial Manantial.

13 - El placer y la regla fundamental, Intervención de Jacques Lacan luego de la exposición de André Albert. Traducción de G. Lombardi.

14 - "Proposición del 9 de octubre…"

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 25 - Diciembre 2008
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