Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Camino de transubstanciación
Poética de Jeanneth Forkel

Carlos Seijas

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¿Qué implica caminar? Todos caminamos, unos poco, otros mucho, pero más de alguna vez en la vida caminamos. Hay tantas metáforas en el camino, del camino, sobre el camino, que antes de continuar nuestro "andar" en estas líneas quisiera evocar al cantor del paisaje sevillano por excelencia, Antonio Machado, que en sus "Proverbios y Canciones" XXIX nos dice:

Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.

Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.

Con esta enriquecedora pieza plagada de metáforas, comenzamos nuestro andar a través de la obra de la poeta guatemalteca Jeanneth Forkel; a quien me gusta pensar como la cantora del camino que es la vida, cuando reta a Machado:

camina camina
luego el duelo
del alud continuo
por si acaso, resuena en algún sitio un mientras tanto

Cuando se aborda el tema de la poesía, no puedo más que unirme a Freud cuando dice: "cuán difícil es para el psicoanalítico hallar algo nuevo, algo que un poeta no haya sabido antes que él" 1; y de Lacan: "Los poetas, (...) siempre dicen, como es sabido, las cosas antes que los demás" 2. En la cuestión analítica, es pues nuestro deber preguntar a los poetas. Nosotros le preguntaremos a nuestra "cantora". Si Freud no lo hizo, a las poetas de su tiempo, es tal vez porque a la sazón de fines del siglo XIX tenemos solamente a la travestida literaria Aurore Dupin oculta en George Sand, así como las incipientes referencias a la poetiza griega Safo de Lesbos; únicamente mencionada por Freud como una referencia a la introducción de "la Safo", de Alfonso Daudet, en su texto La Interpretación de los Sueños.

Mas sobre la cuestión poética, bien nos dice Freud: "A mi modo de ver, cuando los poetas se lamentan de que en la entraña humana moran dos almas, y cuando los psicólogos populares hablan de la escisión del yo en el hombre, piensan en esta división -materia de la psicología del yo- entre la instancia crítica y el yo residual, y no aluden al antagonismo -descubierto por el psicoanálisis- entre el yo y lo inconsciente reprimido. Sin embargo, la diferencia entre ambos fenómenos es borrada por el hecho de que entre los elementos reprobados por la crítica yoica se encuentran, ante todo, los derivados de lo reprimido. Mas, en realidad, todo los poetas dignos de tal nombre han transgredido este precepto y han considerado como su misión verdadera la descripción de la vida psíquica de los hombres, llegando a ser, no pocas veces, precursores de la ciencia psicológica. Todo esto nos demuestra que el poeta no puede por menos de ser algo psiquiatra, así como el psiquiatra algo poeta, y además, que puede muy bien tratarse poéticamente un tema de psiquiatría y poseer la obra resultante un pleno valor estético y literario" 3.
A lo que Forkel responde en "despilfarro":

resuena el arroyo
es porque canta
es porque habla
es porque llora

y una rama se ahoga
y una hoja se desprende
y como la gota
resbala
quejándose

se congregan
en monumentos
de horizonte
en el litoral

resuena el trueno
llegó primero la luz
llegó primero el golpe
llegó primero el deslumbramiento

y el cielo se encendió
y el cielo se apagó
y el cielo enmudeció
se cae
rasgándose

se ordenan
bajo la fila
de sus dedos
en el Kismet

calcina la llama
dibuja la silueta fría
dibuja las alas
dibuja la noche

y la ausencia se prende
y la ausencia se desmiente
y la ausencia se queda
queda

y ella quisiera ser liana
para aliarse al ser infinito

A razón de la anterior cita, me gustaría referirme en este espacio a una dimensión muy particular de la cuestión analítica: la metamorfosis. Metamorfosis, según la Real Academia Española viene del latín metamorphÿsis, y este del griego metamorjwsiz, que pueden ser entendidos por transformación; literalmente transformación de algo en otra cosa o bien, mudanza que hace alguien o algo de un estado a otro y finalmente cambio que experimentan muchos animales durante su desarrollo, y que se manifiesta no solo en la variación de forma, sino también en las funciones y en el género de vida.

La tarea del poeta, o en éste caso de LA poeta, es pues, la de darnos el espacio de la metamorfosis a través de la alquimia de ciencia y arte de la poiésis creadora. El poder de trasformar y transubstanciar nuestra subjetividad en divinidad. Con metáforas y las metonimias 4, la poesía producirá en cada uno de nosotros esa metamorfosis. No a la Dei Verwandelung de Kafka, sino en la línea histórica del Metamorphoseon libri que va de Publio Ovidio Nasón a Lucio Apuleyo y nos llevan a un supuesto Lucio Patrás. El Libro de las Metamorfosis, en sus diversas versiones, nos cuenta con gran belleza un mosaico de relatos mitológicos de los cuales sólo tomaré uno, el de Eros 5 y Psykhé 6.

En una ciudad de Grecia había un rey y una reina que tenían tres hijas. Las dos primeras eran hermosas. Para ensalzar la belleza de la tercera, llamada Psykhé, no es posible hallar palabras en el lenguaje humano. Tan hermosa era que sus conciudadanos, y un buen número de extranjeros, acudían a admirarla. Incluso dieron en compararla a la propia Afrodita, y no advirtieron que, al descuidar los ritos debidos a esta diosa, tal vez estaban atrayendo sobre la bella y bondadosa joven un destino funesto. Afrodita, la diosa que está en el origen de todos los seres, herida en su orgullo, encargó a su hijo Eros: "Haz que Psykhé se inflame de amor por el más horrendo de los monstruos" y, dicho esto, se sumergió en el mar con su cortejo de nereides y delfines. Psykhé, con el correr del tiempo, fue conociendo el precio amargo de su hermosura. Sus hermanas mayores se habían casado ya, pero nadie se había atrevido a pedir su mano: al fin y al cabo, la admiración es vecina del temor... Sus padres consultaron entonces al oráculo: "A lo más alto - contestó -, la llevarás del monte, donde la desposará un ser ante el que tiembla el mismo Zeus". El corazón de los reyes se heló, y donde antes hubo loas, todo fueron lágrimas por la suerte fatal de la bella Psykhé. Ella, sin embargo, avanzó decidida al encuentro de la desdicha. Sobre un lecho de roca quedó muerta de miedo Psykhé, en lo alto del monte, mientras el fúnebre cortejo nupcial se retiraba. De pronto levantó un viento que la alzó en vuelo y la depositó suavemente en una pradera cuajada en flor. Tras el estupor inicial Psykhé se adormeció.

Al despertar, la joven vio junto al prado una fuente, y más allá un palacio. Entró en él y quedó asombrada por el detalle del edificio y sus estancias; su asombro creció cuando unas voces angélicas la invitaron a comer de espléndidos platos y a acostarse en un lecho. Cayó entonces la noche, y en la oscuridad sintió Psykhé un rumor. Pronto supo que su secreto marido se había deslizado junto a ella. La hizo suya, y partió antes del amanecer. Pasaron los días por la soledad de Psykhé, y con ellos sus noches de placer. En una ocasión su desconocido marido le advirtió: "Psykhé, tus hermanas querrán perderte y acabar con nuestra dicha". "Mas añoro mucho su compañía - dijo ella entre sollozos-. Te amo apasionadamente, pero querría ver de nuevo a los de mi sangre". "Sea", contestó el marido, y al amanecer se escurrió una vez más de entre sus brazos.

De día aparecieron junto a palacio sus hermanas y le preguntaron, envidiosas, quién era su rico marido. Ella titubeó, dijo que un apuesto joven que ese día andaba de caza y, para callar su curiosidad, las colmó de joyas. Poco antes de que anocheciera, Psykhé tranquilizó a sus hermanas y las despidió hasta otra ocasión. Con el tiempo, y como no podía ser de otra forma, Psykhé quedó encinta. Pidió entonces a su marido que hiciera llegar a sus hermanas de nuevo, ya que quería compartir con ellas su alegría. Él rezongó pero, tras cruzar razones, acabó accediendo. Al día siguiente llegaron junto a palacio sus hermanas. Felicitaron a Psykhé, la llenaron de besos y de nuevo le preguntaron por su marido. "Está de viaje, es un rico mercader, y a pesar de su avanzada edad..." Psykhé se sonrojó, bajó la cabeza y acabó reconociendo lo poco que conocía de él, aparte de la dulzura de su voz y la humedad de sus besos... "Tiene que ser un monstruo", dijeron ellas, aparentemente horrorizadas, "la serpiente de la que nos han hablado. Has de hacer, Psykhé, lo que te digamos o acabará por devorarte". Y la ingenua Psykhé asintió. "Cuando esté dormido -dijeron las hermanas-, coge una lámpara y este cuchillo y córtale la cabeza". Enseguida partieron, y dejaron sumida a Psykhé en un mar de turbaciones. Pero cayó la noche, llegó con ella el amor que acostumbraba y, tras el amor, el sueño. La curiosidad y el miedo tiraban de Psykhé, que se revolvía entre las sábanas. Decidida a enfrentar al destino, sacó por fin de debajo la cama el cuchillo y una lámpara de aceite. La encendió y la acercó despacio al rostro de su amor dormido. Era el propio dios Eros, joven y esplendoroso: unos mechones dorados acariciaban sus mejillas, en el suelo el carcaj con sus flechas. La propia lámpara se avivó de admiración; tanto que una gota encendida de su aceite cayó sobre el hombro del dios, que despertó sobresaltado. Al ver traicionada su confianza, Eros se arrancó de los brazos de su amada y se alejó mudo y pesaroso. En la distancia se volvió y dijo a Psykhé: "Llora, sí. Yo desobedecí a mi madre Afrodita desposándote. Me ordenó que te venciera de amor por el más miserable de los hombres, y aquí me ves. No pude yo resistirme a tu hermosura. Y te amé... Que te amé, tú lo sabes. Ahora el castigo a tu traición será perderme". Y dicho esto se fue. Quedó Psykhé desolada y se dedicó a vagar por el mundo buscando recuperar, inútilmente, el favor de los dioses: la cólera de Afrodita la perseguía.

La diosa finalmente dio con ella, menospreció el embarazo de la joven, le dio unos cuantos azotes y la encerró con sus sirvientas Soledad y Tristeza. Afrodita decidió someter a Psykhé a varias pruebas, convencida de que no podría superarlas; mas acudieron en ayuda de la joven las compasivas hormigas, las cañas de los ríos y las aves del cielo. La última prueba, en cambio, fue la más terrible: Psykhé bajó a los infiernos en busca de una cajita que contenía hermosura divina. En el camino de regreso, sin embargo, quiso ella misma ponerse un poco y, al abrir la caja, un sueño insoportable se abatió sobre ella. Y habría muerto, de no ser porque Eros, su loco enamorado, acudió a despertarla: "Lleva rápidamente la cajita a mi madre, que yo intentaré arreglarlo todo" dijo, y se fue volando. En la morada de los dioses, a petición de Eros, Zeus determinó que los amantes podían vivir juntos. Así que Hermes raptó a Psykhé y la llevó al cielo, donde se hizo inmortal. A su debido tiempo tuvieron una niña a la que en la tierra llamamos Voluptuosidad.

Ésta es, la metamorfosis a la que nos lleva la poiésis: Los griegos tenían la creencia de que al morir una persona, su alma abandonaba el cuerpo en forma de mariposa nocturna. Por ello en las noches de verano, a la hora del atardecer, se ve a las mariposas nocturnas revolotear como locas alrededor de la luz. Es la propia Psykhé que busca junto a su lámpara, infructuosamente, al amado que perdió de forma tan ingenua.

Nos dice Freud: "... cuando el poeta nos hace presenciar sus juegos o nos cuenta aquello que nos inclinamos a explicar como sus personales sueños diurnos, sentimos un elevado placer, que afluye seguramente de numerosas fuentes. Cómo lo consigue el poeta es su más íntimo secreto; en la técnica de la superación de aquella repugnancia, relacionada indudablemente con las barreras que se alzan entre cada yo y las demás, está la verdadera ars poetica... El poeta mitiga el carácter egoísta del sueño diurno por medio de modificaciones y ocultaciones y nos soborna con el placer puramente formal, o sea estético, que nos ofrece la exposición de sus fantasías" 7.

Una metamorfosis implica necesariamente un cambio, una transformación, un dejar de ser lo que se es para caminar, para caminarse como ser-hablante. Nos dice Forkel en "Terquedad":

y ahora se atañe el duelo
melancolía
es que acaso solo eso
¿es lo que se siente?

que brevedad
ni el segundo traspasa
esta indiferencia
de años, de días...

y se atañe el duelo
pasa paso lento
estanque de cubierta
marejada estrecha
en lo funesto del brillo

y llega el duelo a la boca
se dibuja
y se inventa un dilema
se moja se seca

se dobla
y se abate contra sí
pérfida torrentada
de anís aguacerazo

y llega el duelo
acurrucado
como el canto de cuna
sin mecer la luna

y llega el duelo
se cubre el rostro
de lágrimas frías
sombrías como el suspiro

La obra de Jeanneth, línea tras línea evoca en mí una metamorfosis, es decir una transformación; en "Transitorio" nos canta:

pausa
y toma aire
corre
se detiene
sed doliente

mirada
baja
vacía
la gracia
infinita
inicua
sequedad

transita
sobre
roca
amarga
arranca
la fluidez
liquido
victo
de
esta sien
por cien
inquieta

doblega
zozobra
en tierra
manifiesto
volante
calcitrante
voz
tenue
infatigable
sueño
diluido
fluido
perdido.

Si en alguna rama del saber el ser humano ha sabido plasmar esa capacidad única esa es la mitología. La mitología de todos los tiempos y culturas nos habla constantemente de esa peculiaridad de los dioses y diosas que conforman su panteón, el poder cambiarse a voluntad, el presentarse en diferentes formas, m as su sustancia permanecía inmutable. Es decir, sin importar la forma que tomara Zeus seguía siendo "el viento que da vida". Es la ceguera ante su divinidad, la que hace que los humanos no reconozcan esa esencia que reside no sólo en los dioses, sino en ellos mismos. La poesía, el acto creativo nos transforma, nos vuelve dioses, pues salimos de las cadenas en que la cultura ha escrito nuestro ser, para volar como nuestro amado quetzal, libre y bello, que con su hermosa y larga cola nos retrotrae al pensamiento eterno que reside en nosotros; y su escarlata pecho es lo corpóreo que nos une como seres vivientes, cuerpos irrigados por sangre y alimentados por el deseo, fuente de nuestra verdadera esencia.

El fuego que irradia nuestra sangre y nuestra alma nos recuerda la voz faós de la cual deviene fantasía, término que indica esa mágica esencia que reside en el alquímico elemento fuego, el que purifica los demás elementos y en cuya contemplación, alrededor de una fogata, emanaron las grandes ideas de los seres humanos de todas las culturas. Fue al contorno de su luz y calor que desde la noche de los tiempos se concibieron las maravillas de los mundos antiguos. Ahora el triste humano despojado de su magia se reúne alrededor de una aparato que le ordena consumir y consumirse, convirtiéndose en un objeto, un mero ente mecánico consumido por su falta de deseo, por su olvido e indiferencia ante la magia que espera a ser redescubierta en la alquimia de la poesía. La obra de nuestra poeta conjuga a la vez cuerpo y alma, sustancia y accidente, en vocablo aristotélico. La metamorfosis que surge de la obra poética nos lleva, necesariamente a un concepto medieval, un concepto que pocos considerarían mágico, mas recordando a Platón: La Magia consiste en el culto de los dioses, y se adquiere mediante este culto. Me refiero al fundamento cristiano de la transubstanciación de la materia; tal como nos dice Jeanneth en "Propiedad":

lanzo el alud a tu abismo
en tu espacio rasgo tu enojo
silencioso alud que un día lanzaste ante esta anfractuosidad

lame como el sol
a la sombra vacía
lame a la sombra
como el sol en su fulgor

y tomo tus maravillas
me hago una con ellas
y las tomo por reflejos
de una eterna llegada

pero vacila
la pupila
esta dolida
se cansa
se agota
se cierra
duerme

escucho la voz
reconozco esa voz
mi bien amado
esta hacia el vacío

lo persigo
en distorsión
del sonido
ya no lo emana
de estas ánforas de estos odres
de estas pesadillas

he muerto
en aquella noche
cualquiera
he muerto
en aquel día
de cualquier día

no era este mi espejismo florido
no era este el sueño mío

La transubstanciación de la materia es un dogma teológico expuesto por vez primera por Tomás de Aquino, por supuesto, basado en Aristóteles. El Doctor Angélicus, como se le denomina al Santo de Aquino, nos explica cómo un pedazo de pan y una copa de vino se transforman en cuerpo y sangre de Christos. El principio es el siguiente, cuando el sacerdote (literalmente "sagrado") bendice el pan y el vino, el poder de Dios a través de su Espíritu, el Espíritu Santo, cambia ese pan en Cuerpo de Christos y ese vino en Sangre de Christos, a eso Tomás le denominó transubstanciación de la materia, puesto que si uno come el pan sigue sabiendo a pan y si toma el vino tiene el sabor, la consistencia y demás cualidades del vino, es decir, no saben ni a carne ni a sangre. El acto de "magia", al poder de la alquimia divina hace que el pan y el vino cambien de sustancia más no de accidente. Permítaseme un ejemplo, nuestra realidad material en todas sus variantes es a lo que Aristóteles denominaba accidentes, hablando de una persona si ésta es alta o baja, delgada o gruesa, rubia o morena, son meros accidentes de la materia, pero cuando nos enamoramos, esa persona que antes nos parecía una más, ahora resulta ser el ser más maravilloso que exista en la tierra. Ese es el poder de la alquimia, el fuego sagrado guardado en Delfos, el poder de la poesía, del acto creativo. Transubstanciar lo material en espíritu. Hablamos pues del poder del Maha-âtmâ, del Gran Espíritu, de la Gran Alma que grita desde el fondo de cada uno de nosotros clamando por liberarse de la cultura que la aprisiona y volverse un canto, una pintura, una escultura... una poesía, una mujer. Tal como nos lo narra Forkel en "Ataviarse":

camina camina
tras la sombra tenue
pronto pasara por debajo
de la luz de una estrella
de un faro, de un sol

se alarga
y se convierte en sueño
vaga vaga
la toca el aire
la toca la noche
la toca el silencio
corre corre
hacia el abismo
donde atisba una ánfora cristalina
donde cae casi muerta
al olvido

se desvanece
al primer toque inquisidor
de la mirada
que la juzga infernal
no es negra
es pálida
como esta piel
no tiene rostro
como tampoco tiene
corazón
revela desvela por la esquina
pálida
pronto arrollada
por el primer látigo
de sol
quieta quieta
pronto se difuminara
entre el arco
entre la fuente entre el muro
de esta soledad

Volviendo a la pregunta inicial y ya recorrido parte del camino, ¿qué implica caminar? El vocablo camino tiene un origen muy peculiar, pues no es ni griego, ni latino ni incluso árabe, es decir las tres lenguas que de una u otra forma más han influido en nuestra lengua castellana, pues camino viene del celtibero "camanon", literalmente tierra por donde se transita habitualmente.

¿Qué es la vida sino ese camino hollado, pisado una y otra vez? Ese camino en el que el humano se hace ser, en el que lo humano se trasubstancia en divino. La vida son las huellas que dejamos, no necesariamente para que alguien más nos siga, sino para darnos cuenta que no hay camino, que la vida puede parecernos un eterno retorno, una vuelta al perpetuo absurdo, y no es sino a través de la poésis que logramos cambiar ese transitar por una re-vuelta sobre nosotros mismos, esa "Inefabilidad" que nos narra Forkel:

no encuentro el camino
de regreso
de regreso
no encuentro el camino

dentro de este que se sabe bosque
me he extraviado
me he perdido
me he puesto a cuestas
del olvido
me he dispersado
en su brisa
en su brisa
me he aguacerado
fuera del hontanar
he cotejado las sombras
he perdido mis agujas
he encontrado el espejo
oh resplandor!
oh oscuridad!

las dos me toman
me conducen
por el único camino
que he de andar
oh silencio!
oh estrépito!

los dos me hunden
en la tonada
que he de aprender
oh amor!
oh muerte!
me atan al funeral
donde cantando van...

La obra de Jeanneth Forkel nos invita a quitar ese velo que nos aprisiona y volvernos letra, la letra que no escribe otro más que nosotros que somos los otros, la música de las esferas que entonamos todas y cada una de nosotras, las almas vivientes.

Carlos Seijas
Nueva Guatemala de la Asunción
26 de noviembre de 2007

Notas

1 Freud, S. Psicopatología de la Vida Cotidiana: IX. Actos Sintomáticos y Casuales.

2 Lacan, J. Seminario 2. El yo en la teoría de Freud. Clase 1. Psicología y Metapsicología. 17 de Noviembre de 1954.

3 Freud, S. El Delirio y los Sueños en la «Gradiva» de W. Jensen. 1906.

4 La diferenciación entre metáfora y metonimia se le debe a la obra de Roman Jakobson, por lo que se define habitualmente a la metáfora como un tropo en el cual una cosa es descrita comparándola con otra, pero sin enunciar explícitamente la comparación; mientras que por metonimia se entiende habitualmente como un tropo en el cual se utiliza un término para designar un objeto al que no se refiere literalmente, sino con el que está estrechamente vinculado.

5 Eros, en la mitología griega, dios del amor. En la mitología más antigua se le representaba como una de las fuerzas primigenias de la naturaleza, el hijo de Caos, y como encarnación de la armonía y del poder creativo en el universo. Pronto, sin embargo, se le consideró como un hermoso y apasionado joven, acompañado por Poto o Hímero ('el Deseo'). La mitología posterior hizo de él el permanente acompañante de su madre, Afrodita, diosa del amor. En el arte griego, Eros aparece como un joven alado, ligero pero bello, a menudo con los ojos vendados como símbolo de la ceguera del amor. A veces llevaba una flor, pero más comúnmente el arco de plata y las flechas, con las que lanzaba los dardos del deseo en el pecho de dioses y hombres. En la leyenda y el arte romanos, Eros se convirtió en un niño travieso representado a menudo como arquero. Tomado de Seijas, C. Formaciones de la Mitología Griega. Guatemala: Palo de Hormigo. 2004.

6 En la mitología griega, hermosa princesa amada por Eros, dios del amor. Seijas, Op. Cit.

7 Freud, S. El poeta y los sueños diurnos. 1907.

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