Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
El psicoanálisis no es un epígono
Daniel Paola

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1. El presente

¿Qué es el inconsciente?: una frase que alguien produce en tiempo presente y que tendría esta sintaxis: "estoy produciendo lapsus". Pero sucede que esta frase está anexada a una pregunta: ¿estar produciendo lapsus es por sí mismo la determinación del inconsciente?

De ninguna manera la existencia del lapsus asegura la existencia del inconsciente. Decir que no hay ninguna manera, trae aparejado una consecuencia inmediata: la introducción de la negación como una primera formulación para contestar la pregunta.

Habría entonces que diferenciar, por un lado aquello que es inconsciencia, como presencia inexorable de un resto que alude en el sentido que da existencia al cuerpo. Esta inconsciencia es en el cuerpo alusión de una huella borrada por el significante, huella que nos hace ser a los seres hablantes muy precisos en la elección del partenaire amoroso sin que lo sepamos por anticipado. La inconsciencia es también lo que permite simbolismos múltiples sin alterar el compromiso de quien habla en un sentido determinado.

Por otro lado habría que diferenciar aquello que ya S.Freud denominaba el ello del inconsciente. Aquí se encuentra lo que se experimenta en el presente en tanto se esfuma la dimensión del sujeto.

Lacan trata esta diferencia entre inconsciencia e inconsciente en la primera clase del Seminario "L’insu…" para introducirnos en otra diferencia: Unbewusste y l’unebevue. Esta duplicidad entre el inconsciente escrito en alemán y la homofonía en francés que significa la metida de pata, encierra la esencia de su transmisión: así como no-todo pasa de una lengua a la otra, el inconsciente en su formulación no pasa en una unidad al preconsciente.

Ya desde el inicio, de acuerdo al no-todo de lo que pasa como sentido, no podemos sino presentar un imaginario que queda dividido en dos por el efecto del significante. Esta spaltung, alude por un lado a la falta de objeto que es la inconsciencia y de la cual no puede hacerse universo de discurso porque no habría un cuerpo igual a otro. Y por otro lado alude al sujeto que demanda ser rescatado de su evanescencia, producida por la alienación, a través del lapsus como producción inconsciente.

Luego, dando otra vuelta, la dimensión del sujeto no puede sino expresarse en fading, porque cuando aparece se esfuma en el tiempo presente evanescente, por no poder seguir sino la huella borrada por el significante. Esa huella después se hará presente como resto en el sentido que da existencia al cuerpo, determinando nuevamente el fading, es decir la desaparición del sujeto en la alienación del lenguaje que ese cuerpo porta como coordenadas.

Sería en principio necesario, no confundir esta desaparición del sujeto en tiempo presente como constancia de una lógica significante, como si se tratara de una instancia forclusiva de alguna naturaleza. Habría que recordar que desde Hegel la naturaleza se nos presenta desde la filosofía no existiendo sino negada.

Si un serhablante, palabra que Lacan nos instó a establecer como axioma, puede encontrarse en la dimensión donde el presente se reduce a una consecuencia del lenguaje no-sabida, entonces en ese serhablante la dimensión del lenguaje adquiere una proporción de existencia novedosa, y esto es tanto válido en la psicosis como en la neurosis.

2. La paradoja

La diferencia entre una estructura y otra, entre neurosis y psicosis, se basa en el soporte o no de una paradoja primordial que debe ser negada. La paradoja, vale decir la contradicción inevitable que debe enfrentar el serhablante y que debe ser negada para hacer posible la existencia de un sentido en el cogito, es una resultante afectiva en cuanto a la falta de objeto.

En efecto, el eje placer-displacer que S.Freud estableciera en el infans frente a la falta de objeto, es el generador del Yo Ideal como carozo del narcisismo signado por la omnipotencia del principio que se resguarda en el placer, y que escupe por inversión la carne odiada que no tiene sentido. Eso que se escupe como displacer es el signo en el cuerpo de lo que habitará como razón del odio, y constituye a mi entender, uno de los resortes importantes del Estadio del Espejo.

Más adelante, el futuro neurótico borrará la diferencia entre amor y odio, y hará del borramiento la introducción de un significante donde el odio tiene la propiedad de agujerear, porque la letra no entra sino con la sangre de la herida que corta el principio del placer para llevarlo a otro límite más allá, de acuerdo a los hechos de lo real que hagan presente. El significante de esta proporción en la imagen como signo perceptivo se escribirá como odioamoramiento, según creo interpretar la invención de Lacan.

En efecto, el significante odioamoramiento, borra lo que retorna en el cuerpo como diferencia entre amor y odio de una manera clara, dando a suponer un Yo Ideal que hacía del corte entre amor y odio, el primer paso para generar la superficie imaginaria brindada por el significante que es responsable de la continuidad de uno y otro afecto.

El borramiento de la paradoja que diferencia el amor del odio, introducción del significante odioamoramiento, garantiza en la neurosis un recorrido completo en dos tiempos que son representación de la muerte: 1)"estoy produciendo lapsus" y 2) ese lapsus me compromete en el presente como consecuencia del lenguaje que me habita en tanto es no-sabido.

Pero en la psicosis en cambio, el segundo tiempo debe modificarse por un axioma: la existencia del lapsus no implica la existencia del inconciente. En esta estructura no hay posibilidad para la existencia del significante odioamoramiento, resultante del borramiento de la polaridad placer-displacer, más adelante determinada en el lenguaje como amor-odio.

De las psicosis más primordiales a las más desapercibidas, se establece un rango de diferencia que sin embargo nunca altera la permanencia de una constante común: no hay borramiento de la diferencia que existe entre amor y odio producida a través del significante odioamoramiento.

Esa diferencia entre amor y odio, significante al fin, retorna en las psicosis desde lo real, a la manera del intento de establecer un metalenguaje que borraría la paradoja que envuelve a lo real, con su aversión por el sentido. ¿Como se podría otorgar sentido a un significante si determina una paradoja, en la que al mismo tiempo se podría amar y odiar?: la aversión por el sentido que propone este significante haciendo válida una paradoja, determina un rechazo y un retorno desde lo real

El significante odioamoramiento determina al generarse, una duplicidad en el registro imaginario que soporta un corte al mismo tiempo que lo niega, gracias al sentido que da existencia a un cuerpo que no revienta frente a ese corte, porque goza en tanto ha escupido la carne y no el carozo, que por lo general puede eliminarse al no ser digerible.

Pero la amenaza nos rodea. El Atila de nuestro romance con lalengua es el sujeto de la ciencia, que avanza forcluído en el serhablante, es decir retornando desde lo real, en lugar de aparecer ligado al afecto como obstáculo. El sujeto forcluído de la ciencia, se encuentra ligado de forma insalvable con el experimento que el laboratorio alquímico podría resolver. El sujeto forcluído de la ciencia borra el presente con objetos que se reproducen sin cesar, y sin que con ellos el serhablante pueda ejercitar una dialéctica de incorporación, como sí sucede con el carozo en el ejemplo de la carne expulsada.

3. Inconsciente e Inconsciencia

Para comenzar voy a relatar un hecho de la clínica que demuestra esta diferencia entre el inconsciente y su huella, la inconsciencia, que como resto de lo borrado por el significante retorna en el sentido que da para Alguien existencia al cuerpo. Se trata de una mujer perseguida intensamente por miradas omnipresentes, que le anuncian por anticipación, una presencia furtiva en su casa, por la falta de diferentes objetos de su uso personal que ellos sustraen. En un determinado momento, ellos los perseguidores, han robado un tornillo que ella intencionalmente habría dejado encima de un mueble, para seguir demostrando su condición de rechazo a ser ella misma una víctima fantasmática. Sucedió que en una sesión y en medio del relato del hecho del robo que de nuevo anunciaba la presencia extraña de los perseguidores y que la aterrorizaba fuertemente, suspende súbitamente el sentido de lo dicho para sonreír y decirme: -…" a mi es a quien le falta un tornillo". Después de este pequeño relato vuelve al sentido delirante de la persecución original y se disipa cualquier expectativa de reflexión.

Otrora por mi parte, había encontrado en esta circunstancia la posibilidad de establecer un elemento de mejoría en el paciente psicótico que me hizo creer falsamente en la inauguración del tiempo de la neurosis. La creencia de que por fin el retorno de lo real cesara de no escribirse, y que entonces hubiera una dimensión de asociación que inaugurara el tiempo de un sujeto bajo otro efecto de la castración, se desmoronó en otra época, cuando mi aceptación en esa oportunidad, originó la intensificación en el analizante psicótico del retorno de lo real alucinado como eso que no cesa de no escribirse.

Podría decir que a la manera del lapsus, la paciente había construido un chiste que estaba por completo alejado de la dimensión de su delirio. Se trataba en el caso del tornillo de un chiste que habría que tomar banalmente, como la existencia que se esconde detrás de la persecución que la atormenta. -"A quien no le falta un tornillo"- sería el establecimiento de un universal que en todo caso ayudaría más para soportar la locura de los semejantes.

En todo caso ella sanciona con el chiste la existencia del inconsciente en los otros diciendo que existe un universal de falta donde ella también se coloca. Pero es obvio que estoy proponiendo la absoluta abstinencia respecto al cuestionamiento asociativo que la incluiría a ella en ese universal y que se encuentra en el decir. Sería necesario en la dirección de la cura, que solamente acepte como analista que ella está incluida en el campo del lenguaje, hecho que reconozco, y que busque en otra parte a quien de sus partenaires familiares, le falto un tornillo por algún hecho cometido.

"A quien no le falta un tornillo", inaugura la constante como metáfora para sustentar que se determina el inconsciente sólo si existiera algo por fuera que permita una salida del encierro asfixiante del ser determinado como lenguaje. Este planteo es el fundamento con el cual se demuestra que decir inconsciente implica aceptar la existencia de otra instancia por fuera: la Identificación. Sin distinguir cuales son, se piensen o no como similares, la Identificación es una instancia, en el sentido del derecho, que funciona impugnando la respuesta directa que el lapsus ofrece al interlocutor advertido.

Por otro lado "a quien no le falta un tornillo", remite a la falta de objeto de una pieza en el cuerpo, que signa en las psicosis, lo que jamás se podrá inscribir como sentido en el cuerpo que goza sexualmente.

4. La Identificación como experiencia.

La Identificación existiendo por fuera, es uno de los tantos hilos conductores que llevan a Lacan a la consideración del goce, ya sea fálico o del Otro, como una función que se encuentra "más allá" de la palabra o del cuerpo.

Ahora llegado este momento, me decido a proponer en acto de escritura, ese por fuera del psicoanálisis a través de otras lecturas. Es así que leyendo a G . Agamben en su libro Infancia e Historia, se puede apreciar la descripción que el autor emblematiza en un hombre moderno que vuelve extenuado a su casa por un fárrago de acontecimientos, sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia.

Si G. Agamben postula que el serhablante del siglo 21 ha perdido la relación a la experiencia, por mi parte sugiero, que ello es porque únicamente con el dispositivo analítico es posible salir del territorio asfixiante que el lenguaje proporciona al sujeto, si es que se atraviesa la experiencia de la Identificación. Incluso cuando el filósofo plantea que la adicción toxicómana provoca u na especie de anestesia que impide vivir la experiencia, no advierte que el tóxico se encuentra en el lugar de una Identificación fallida del encuentro con lo falso de la experiencia misma. (1)

¿Cuál es la pertinencia del campo de la experiencia en el quehacer humano?: aquello de lo que se tiene prueba suficiente y deja una enseñanza. Como psicoanalista propongo la imposibilidad de su acontecimiento sin la Identificación que lleva al serhablante a un más allá, por fuera de un determinismo que el lenguaje plantea.

Sucede que no hay encuentro con la Identificación y sus consecuencias si no se produce una dirección de la cura mediada por una transferencia fallada, siempre por una terceridad que anula cualquier dualismo.

Porque si G. Agamben insiste que la experiencia es la intuición, que predominaba en el pensamiento medieval como verdadero sentido común, el autor no toma en cuenta a la Identificación como una bisagra que a través del encuentro con un sinsentido nos devuelve al sentido. Si todo fuera sentido común, no habría más que un aburrimiento dado por la sumatoria de objetos imaginarios de una ciencia inagotable. El sentido común es justamente lo que anula la experiencia. La transferencia en el dispositivo analítico, es la experiencia princeps del ser humano en cuanto no hay más revelación que aquello que se dice fallando.

5. Fijación y ficción.

Si S.Freud introduce la experiencia del caso en la cultura es para signar que cada sujeto está a expensas de la fijación de una ficción. El punto donde se ha perdido la experiencia, de la que tanto se lamenta G. Agamben, es por la primacía de la perversión del sujeto que pretende instituirse.

El sujeto, en cuanto elije la perversión como salida, pierde la dinámica del caso que S.Freud creara. La perversión se constituye como la traición del caso. Por ejemplo (para no hablar del psicoanálisis): el perverso violador atraviesa una escena sin tener la experiencia de su efecto aunque él también hubiese sido violado previamente. Si esto no fuera así, no se comprendería por qué el perverso es siempre inocente.

Es así que hay universo de discurso para la paidofilia ó el sadismo, en un voraz reencuentro con el Otro del Otro, que por el contrario Lacan negara en su enseñanza. Cuando existe cierta ficción que singulariza al sujeto, ficción ya creada como encubridora en el recuerdo de lo que se denominó trauma, hay una fijación inamovible que no exige más que encontrar la experiencia en el campo del lenguaje como no-sabida.

Por el contrario, es el perverso quien por carecer de ficción arma una y otra escena para recrear la ficción que nunca dejará para él de no inscribirse, haciendo del fantasma un hecho de lo real que necesita del partenaire para alimentarse de su angustia.

No es una escena lo que propone el caso, porque ahí radica la singularidad de la experiencia. Por el contrario exige al menos dos escenas simultáneas, contradictorias y que entre sí tienen aversión por encontrarse ligadas.

El caso es la profundización de la experiencia que el psicoanálisis aporta a la cultura. El gran descubrimiento Freudiano, consistió en el efecto de la Identificación como rasgo imaginario que se admira en el partenaire, vuelto Yo Ideal en tanto se desexualiza de la sexualidad ficcional. Para el perverso en cambio no podría existir esa desexualización ficcional y entonces él crea la sexualidad duplicada, en cada escena con lo real del partenaire en tanto se lo supone no-saber.

Otra vez. El perverso duplica la sexualidad en el lugar donde se comprueba que no existe en la palabra, la justa palabra que la absorba, en lugar de soportarla. No habría posibilidad de concebir lengua parlante, a la manera de la genialidad de Schreber, sin dar propiedad no-intencionada, a la inexistencia de aquel conjunto de signos-fonemáticos que exprese la sexualidad.

Por allí, si en cambio existe el sujeto que nos representa entre significantes, se llega necesariamente a un vacío, que será distinto si se elige la vía del sentido en el sin-sentido que proporcione la razón en su dimensión justa (pura para Hegel), que si se elige aquel la otra vía que naufraga en la melancolía que no es más que negación del decir reemplazado por objetos del capitalismo.

Por mi parte creo que los objetos de mercado, con el que el capitalismo riega lo social en sustitución del decir, conducirían a una progresiva cobardía melancólica del sujeto, que ya no podría decir sino lo enfático del líder, construyendo una falsa creencia de progreso.

6. El epigono.

Justamente como efecto de este debate, muchas veces León Trotsky fue falsamente referido como melancólico, por suponer que él esperó su asesinato como una forma de suicidio. Arriesgaría otra opinión: que se trató de todo lo contrario y que su ejemplo, en una cierta dimensión, es el de Sócrates, referido por Lacan en el Seminario de "La Transferencia".

¿Podríamos decir que Sócrates fue melancólico porque bebió la cicuta?. Más bien ya en aquella época de la antigüedad griega, nos encontramos con un sujeto acosado por una proto-ciencia que le impide a Sócrates decir a los jóvenes cualquier cosa porque ella será considerada subversiva. Ese es el límite con en el que finalmente se encuentra también León Trotsky, ya que continuar con la revolución que propone con su decir, choca con el líder que él sabe que inevitablemente le dará muerte.

Interpreto entonces que si hay algo que León Trotsky repudió, fue justamente que alguien siguiendo las huellas de un estilo, se erija enfáticamente y sin pudor, en ese epígono que copia lo que el líder dice y dogmatiza.

De esta forma una lectura posible de Trosky sería que al proponerse denunciar los epígonos, propondría incluso más allá de su intención, que allí se encuentra el cauce del obstáculo. Arriesgo entonces una conclusión: no hay palabra, ni frase, ni discurso, capaz de contener esa revolución del sujeto, sea en lo social ó sea en el curso de un análisis, sino atravesando el epígono falso que se erige en el lugar del Discurso del Otro. (2)

Ese epígono falso que siempre, desde mi perspectiva, representa a un sujeto, es justamente lo que oculta que no hay significante capaz de cubrir la significación de lo no visto, lo no oído, lo no hablado. Dicho de otra forma, el epígono es la ficción obligada por la que cada analizante debe atravesar entre su inconsciente y la Identificación con su analista, que ya sabría sobre su falsedad.

En este punto del epígono el sujeto se topa con una dificultad porque no hay signo-fonena que pueda describirlo. Después de una desaparición del epígono hallamos al sujeto en su dimensión justa, porque el sujeto es sólo corte entre palabra y verdad. El epígono, en cambio, se sostiene de la amalgama entre palabra y verdad y allí encontramos instalados a muchos adoradores de verdades en el psicoanálisis de hoy.

7. La violencia

El develamiento de un analizante en transferencia es siempre violento, ya que tiene que atravesar su propio epígono supuesto y esto no hay forma de hacerlo sino mediada desde la palabra del analista.

El mismo analista es quien podría demostrar el epígono en el que su analizante se sumerge, epígono de su propio decir como resto metonímico de lo que interpreta. Por allí es que el analista introduce la muerte simbólica que sino quedaría sin resolver. La muerte simbólica es la de Sócrates y es la de Trotsky, quienes mueren sin aceptar que se pueda dejar de decir.

Se trata de un resto metonímico y por lo tanto una dirección que va en contra de la interpretación propuesta por el analista, la que el analizante enfatiza en el epígono por ser lo que supuestamente le falta para ser justa.

Ese epígono falso sólo puede ser dicho por el analista y al decirlo propone su propia caída al demostrar que en transferencia no hay más que suposición: el resto metonímico fue la interpretación que el analizante rescató como fallado en el discurso del analista a la manera de una instancia a sostener como Ideal de Yo.

Habría que concebir en el epígono la Identificación del sujeto en Transferencia como el salto que hace a una falsedad necesaria para su existencia en el campo del significante: entre signo y fonema, se establece del uno al otro, una segunda vuelta, que partiendo del vacío como conjunto, se invierte para encontrar el conjunto vacío.

Dicho de otra forma: un conjunto de signos no hace al fonema, sino en tanto el fonema sanciona a cada signo respecto a otro signo. Se parte del encuentro con un vacío para que ese vacío anuncie la sustitución de un signo por otro.

Se trata de una claridad ("claritas" Aristotélica para Joyce) que en algún momento el sujeto tendría que vivenciar en su potencia para renunciar al epígono que impide el encuentro con la Identificación en Transferencia. Esa claridad que la perversión transforma en un mero entretenimiento, que retorna en la T.V. para convencernos que no hay más allá que la ciencia del porvenir de los "gadgets " que hipnotizan por increíblemente magníficos.

La Identificación sería, aquí reflejamos la importancia de un creador en S.Freud, aquello que signa para Alguien que devendrá sujeto, la imagen que lo representa como ausencia de sentido momentáneo, por la desexualización que encuentra a la salida del lapsus. Se trata de un acto violento, no hay obsesión que valga para asumirla como propia, en tanto esencia de un simbólico que jamás llega a hacernos soñar sin angustia: padre no ves que estoy ardiendo. ¿Qué es ese acto violento y como se justifica?.

8. Lo impredecible y lo imprevisible.

La violencia marxista no fue para la Argentina, y para toda Sudamérica, un hecho universitario como en Europa (hubo quienes aún no entendieron que no se pudo transplantar como el tabaco colonial). En la violencia de la sustitución de una violencia por otra, encontramos un epígono.

Ese epígono ficcional de saber que atraviesa el inconsciente en Transferencia es aquello que Lacan denominó semblante. El semblante es lo que oficia de tapón para sugerir que no hay más que posibilidad imaginaria para encontrarse con el sujeto en Transferencia. El efecto de lo simbólico, que es corte entre palabra y verdad, determina un imaginario que por el encuentro con la ficción del semblante, queda bajo los efectos de la spaltung, o sea dividido.

Podemos entonces encontrar el sentido último de la Identificación como un fuera de cuerpo para el injerto del dicho, ya que el sujeto por sí mismo no encontraría sino el epígono ficcional que da semblante. Ó lo que es lo mismo, el sujeto por sí mismo sin la experiencia analítica, no encontraría sino la falta de objeto que en tanto inconsciencia, sostendría la falsedad de la creencia de serlo: el objeto a es el agente del discurso histérico.

Se podrá apreciar mi inclinación que aborrece la naturaleza, sea lapsus como Universus o encuentro con el sentido común intuitivo. No hay sino epígono en lo ficcional del semblante como salida para el sujeto, y allí subyace una violencia que abre el juego esencial de la Identificación, por cuanto no hay sino injerto de dicho en el lugar de la ficción.

Annah Arendt es quien se expresa mejor para mí en el campo de la Sociología, en cuanto a la violencia que masifica a todo sujeto en cuanto a la existencia de la Identificación. Su libro, "Sobre la violencia" estudia el planteo Marxista sobre la violencia reivindicativa de la lucha de clases. Annah Arendt se pregunta cual es la justificación de la violencia política desde el punto de vista de la masa. La autora se opone a quienes de una u otra manera justifican la aparición de la violencia como un acto programado. Ella se opone porque no podría haber programación de la violencia.

Hannah Arendt cree que la violencia se establece porque es un fenómeno de masas no-cualquiera pero a su vez no-programado. Ella nos ofrece un ejemplo: un solo alumno de una facultad tomando la palabra en una asamblea, pudo levantar una clase en una Universidad de Estados Unidos durante la guerra de Vietnam. Evidentemente en ese caso, hubo una relación de la masa a un líder. En cambio hubiera sido impensable, nos aclara H. Arendt, que un alumno en una facultad de Alemania en 1938 hubiera provocado el mismo efecto, al denunciar el antisemitismo reinante aunque contara con toda la programación y el cálculo de su lado.

Paso ahora a citar a Hannah Arendt cuando se refiere al acto político violento producido por la inevitable lucha de clases: …En cualquier caso, tenemos la seguridad que no puede suceder nada nuevo y totalmente inesperado, nada que no sean los resultados "necesarios" de lo que ya conocemos. Cuán tranquilizador es, en palabras de Hegel, que "nada surgirá sino lo que esté ya allí". No necesito añadir que todas nuestra experiencias en este siglo, que nos han enfrentado siempre con lo totalmente inesperado, se hallan en flagrante contradicción con estas nociones y doctrinas, cuya popularidad parece debida al hecho de que ofrecen un refugio confortable, especulativo o seudo científico, fuera de la realidad". (3)

Por mi parte voy a modificar la palabra "inesperado" por impredecible e imprevisible, a la luz del concepto de pulsión, que me otorga la posibilidad parcial de suponer al menos dos tendencias, sin por ello hacer consistir la idea de dualidad que atraviesa a S. Freud en cuanto a la que está coartada en su fin y a la que es objetal.

Este al menos dos fue desarrollado en un libro anterior de mi autoría, denominado Erradamente la pulsión, al presentar la hipótesis de un movimiento pulsional que inicia su efecto en la transformación en lo contrario. De esta forma, de lo primordial orientado como sádico que plantearía cualquier pulsión, se pasa a un segundo tiempo de orientación masoquista , para finalmente arribar a un tercer tiempo también sádico que es resultante de la combinatoria fantasmática que posibilita el deseo en el dispositivo analítico.

De tal forma existiría en relación al líder y su relación con la masa, algo absolutamente predecible a la luz de la historia, pero no a la luz de los acontecimientos. En la violencia y en la política hay hechos impredecibles.

Lo impredecible es también lo imprevisible. Hay un punto donde no se puede ni predecir ni prever y por allí es que se pasa a otro sentido brindado por lo impredecible e imprevisible de la Identificación en Transferencia, distinto de la falsedad ficcional del epígono que determina el semblante.

No se trata de la Identificación al analista precisamente. Se trata de cualquier Identificación, incluso la menos pensada y por la cual el sujeto podrá desprenderse del epígono, ya que podrá apreciar lo imposible del Discurso Analítico a través de lo impredecible de su acto y lo imprevisible de su consecuencia. El après-coup significante nos enfrenta a un sin número de Identificaciones .

9. La sugestión.

Lo impredecible es una versión de lo intrusivo porque nos asombra: ningún serhablante, salvo adicción mediante, toma placer en lo intrusivo a no ser porque se ama escindido del odio, que entonces deberá escupirse en la carne, por lo general de otro. Esa conjunción de amor e intrusión constituye la efectividad de la sugestión, que reprime lo que se escupe para devolverlo al síntoma, y que siempre concluye como transacción en un epígono.

El psicoanalista podrá, al encontrase con la Identificación en Transferencia, dar a lo impredecible su verdadera dimensión, excluyendo su falsedad sugestiva. Esa dimensión extiende el principio del placer hasta un extremo tolerable (error mediante) de los goces. Lo impredecible, en primera persona, sería lo que ni siquiera pienso que podría ocurrir.

La brújula, que orienta en ese límite en que el sujeto adviene al yo entre placer y goces, es el lapsus como demanda efectuada al analista, quien mediante el descubrimiento de la Identificación en juego, podría interpretar para establecer las coordenadas supuestas del saber hasta donde.

En la vida cotidiana la Identificación, se manifiesta con la intencionalidad hablante de contar una historia, la propia, entendida como valencia diferencial frente a los otros que ofician de partenaires. Esa historia, se puede armar con canciones, fotografías o imágenes para hablar del actual show moderno y así escapar de lo siniestro que propone la demanda como lúgubre y tenebrosa fijación de la afanisis de un sujeto, esfumado para evitar lo impredecible.

En este punto (no crea nadie que podría aspirar a algo más), S Freud establece la dialéctica del líder y la masa. Los líderes no piensan en lo impredecible. No habría uno que propusiera inestabilidad en el futuro sin sufrir las consecuencias. El líder no cree en lo impredecible ni en lo imprevisible: no quiere saber nada de eso. S.Freud va directamente al grano, aceptando que es imposible evitar lo siniestro de una Identificación eyectada en la afanisis del sujeto al Otro.

¿Qué podríamos decir los analistas, sino que nuestra praxis es la única que hace de la Identificación una bisagra que libera al sujeto de un efecto simbólico siniestro aun peor? Si se constituye esa bisagra nos encontramos plenamente en la dimensión del falo, como efecto máximo de la Identificación que inicia el campo del Otro en su plena potencia de alcance de lo que se suponía imposible: la negación de las verdades que falsamente se instalan y por las cuales el sujeto paga un precio de usura.

El falo como significante, es el que sostiene el falsus necesario para que el sujeto pueda instalarse en un discurso, o sea en lo social. Se instala como aquello que va en contra y que por lo tanto entra en alianza con la metonimia del analizante, que demanda ser epígono máximo del decir que el analista supuestamente sostiene. ¿Cuántas veces hemos leído a Lacan decir?: "-no he dicho eso".

Nuestro límite como analistas, es que no disponemos sino de un efecto menos tenebroso que todo sujeto padece al volver a la afanisis, pero nunca absoluto en cuanto no hay sentido de lo real que pueda tener fijación.

La agresividad de la masa que lleva a la violencia, es una cuestión de todo ser hablante porque el sujeto en masa, se comporta sin tomar conciencia de su lenguaje al gozar de la garantía del líder. Es indistinto si la palabra logra o no su exutorio, no hay quien no sea agresivo cuando acepta un líder, que bien podría dicho de paso, ser él mismo para quien goza del self de manera suficiente.

En última instancia no existiría quien se encuentre libre del todo de la falta, que se registra y se evapora, consistiendo en el yo como imaginario. Astillas en el yo, como escribió Silvia Amigo, para dar cuenta de la violencia que porta todo serhablante.

10. El buen decir.

La ética del psicoanálisis se juega en la polis como un buen decir. Heidegger y Arendt fueron amantes: ¿alguien podrá perdonar esto? El punto que enrosca a cada sujeto con un líder, en la tenebrosa creencia apocalíptica, siempre anhelante de seguridad, es consecuencia de la afanisis del sujeto (pobre víctima fantasmática), frente a la existencia del campo del lenguaje. La agresión, como navaja de Ockham, da un corte simple a la afanisis, no por ello exenta de una complejidad mayor, como fuerza deseante liberadora

Esta ética del psicoanálisis produce una división, no la única, en el trato que se da a la Identificación en transferencia: si la dinámica de la masa al líder anida en cada sujeto, en tanto no hay quien pueda ubicarse en lo impredecible o en lo imprevisible sin una consecuencia molesta de subversión institucional, entonces será cuestión de saber si se acepta o no el agrupamiento entre analistas. Por mi parte no tengo más que aceptación a la pertenencia, ya que la intrusión que provoca la Identificación igual hace sentir su efecto como sugestión aunque no se pertenezca.

En efecto, uno de los capítulos de Psicología de las masas de S.Freud, está destinado a la sugestión. Por otra parte J. Lacan en el Seminario Momento de Concluir, también hace referencia a esa sugestión como inevitable. No se podría no imitar, estadio del espejo mediante. La imitación tiene su presencia permanente en la intrusión identificatoria que a todos los seres hablantes nos posiciona en tanto sociales.

La intrusividad que genera la Identificación, en un primer momento, al estar por fuera o en un más allá del mismo lapsus que comanda la demanda del sujeto estructurado como un lenguaje, está basada en una imitación. La intrusión que padece todo serhablante, más allá del lenguaje mismo es ejercida por Alguien y constituye la base de la sugestión. La cita puede encontrarse en la clase 24 del Seminario 5 Las Formaciones del Inconsciente

El dulce laleo de mamá que transporta a fantasías ilimitadas de órganos todopoderosos, sólo es posible en su efecto simbólico determinando lo que es de la arborización fálica, si existe al mismo tiempo una intrusión de la ley del lenguaje que establece orden social. A esa intrusión S.Freud la ubicó del lado del padre y la declaró además como mítica, tomando en cuenta el asesinato del padre primordial.

Pero de ninguna manera la propuesta va estar centrada en la enumeración de tres Identificaciones que se producen según un orden. El efecto de la Identificación es uno solo, vivido como intrusivo por generar división entre sujeto y objeto que falta, y es asimismo causante de sugestión que genera lazos y se produce al unísono siempre y cuando lo que ha pasado a denominarse segunda, vale decir Identificación a lo Simbólico se produzca.

En la clase 6 del Seminario de la Identificación J.Lacan plantea un doble movimiento, uno de Real a Simbólico y otro de Imaginario a Simbólico, para introducir el rasgo unario. Una vez que esto funciona, Identificación a lo Simbólico que el rasgo unario determina, aparece el campo de lo verdadero, que será definido en R.S.I. entre Real e Imaginario. Es el efecto de lo simbólico lo que determina que se imagine en lo real.

El efecto de la sugestión intrusiva está ligado inevitablemente al buen decir. Pero con esto suele haber problemas, porque todo serhablante entra en afanisis cuando se trata de Identificación, porque ese buen decir ligado a la idea de amor siempre fracasa.

Ese fracaso perenne es el obstáculo con el que se enfrenta el sujeto en análisis, porque mediante la Identificación se arribaría a otro sentido distinto, tanto impredecible como imprevisible, que si bien es menos sufriente, al mismo tiempo reduce la sugestión primera generada en el Complejo de Edipo, campo erotizado de una garantía que no es ni más ni menos que tenebrosa.

Es en el Seminario L´insu que sait de l´une bévue s´aile mourre, más precisamente en la clase 1, donde Lacan propone tomar la Identificación como un por fuera del lapsus, para proponer la imposibilidad de aferrarse al inconsciente mismo. En este plano si no fuera por el Complejo de Edipo que propone una historia que vincula con el lazo social, todo serhablante andaría suelto y no sería gregario. Es en la psicosis donde más se puede apreciar esta incapacidad de vinculación.

Entonces durante un análisis, habrá tiempos sostenidos por la eficacia del falo en tanto soporte de un paso de sentido permanente, desde lo falso a lo verdadero mediado por la negación:

1. El sujeto es verbalización de un epígono, como predominancia de la falta de objeto, acumulada en la versión super-yoica que reza la creencia de que el goce se impone a la verdad. Aquí la sugestión es máxima. El sujeto está a expensas de lo que se le indique para entrar en lo que se demanda de él.

2. El analista produce la ruptura de ese epígono, determinando una violencia por la efectividad de las letras capaces de sostener síntomas y al mismo tiempo colapsar en la construcción de un saber, dada la inexistencia de un Universo de Discurso. Máxima consciencia de la spaltung.

3. El analista opera a través de lo impredecible e imprevisible de las Identificaciones en Transferencia que lejos de excluirlo sueñan con él, para darle sentido al nombre del analizante, que ahora podrá hablarle a un partenaire sabiendo que no hay posibilidad sino de referirse al propio fantasma. Máximo efecto de lo simbólico al constatarse el dicho como injerto de lo nuevo, al comprobarse la interdicción del decir que reina en el olvido.

11. La regresión.

Una vez aceptada la necesaria pertinencia de la Identificación como un por fuera del lapsus, se agrega una dificultad: la calidad intrusiva está intacta y su sugestión provoca un regreso del sujeto a las instancias primordiales, en el que el buen decir amoroso quedó trastornado en algún for-da.

Es así que por lo general un serhablante concurre al analista por alguna necesidad amorosa y termina reemplazando esa necesidad por una demanda de amor a su analista. Esto se determina por el efecto simbólico del rasgo unario que retorna al lugar de la diferencia del ciclo que se cree falsamente primero y que se denomina trauma.

Pasando de una demanda de necesidad a una demanda de amor, gracias a la Identificación al significante como trazo que determina una retroacción, pasamos de la Identificación al objeto que siempre falta, al significante mismo porque él es la regresión: la demanda de amor es Identificación a la retroacción significante.

Existe el significante regresivo, uno preciso y a la vez cualquiera, que hace que el analizante transforme su desesperación por encontrar el objeto que falta, en demanda de amor al significante que el analista encarna donde justamente ese objeto falta. Esa demanda de amor ligada en definitiva al rasgo unario es una Identificación de la que el sujeto jamás tendrá noticias.

Sólo por la imitación imaginaria producto de la sugestión determinante del epígono que dará forma al semblante, el serhablante tendrá acceso a la creencia de que sí puede abarcar lo simbólico, pero esto será falso en cuanto cada agujero que se produce por la intrusión de un sujeto en lo simbólico es inviolable.

Mediante la regresión el sujeto encontrará no sólo vacante el lugar del objeto de su retroacción en cuanto falta, sino que además mediante la Identificación encontrará el vacío , que el analista podrá interpretar en cuanto a lo anacrónico de un trauma en el presente que siempre es otra cosa que lo que se piensa.

La Identificación, tres en una, Imaginaria Real y Simbólica, propondrá mediante ese vacío por falta de encuentro con el objeto, una bisagra que descubre la angustia que encierra otra escena, por completo impredecible e imprevisible como hecho de lo real actual.

La resistencia es siempre violenta en el ejercicio hiriente de la palabra. Esa resistencia expresada en demanda de amor, trae aparejada una Identificación que el analista interpreta en el vacío que genera, para dar lugar al encuentro con lo imprevisible y lo impredecible.

Este encuentro inesperado con otra escena que es la portadora de la angustia, no existe sin la letra que al sostener el síntoma al mismo tiempo colapsa, "spaltung" mediante en al menos dos, por la imposibilidad de sostener el Universo de Discurso a la manera de Atlas.

Lo imprevisible y lo impredecible que crea el vacío de la Identificación, es en última instancia lo femenino y es irreductible. La letra que feminiza es la que el analista encuentra como efecto por fuera de la retroacción significante, una vez que colapsa por intentar y no poder sino fracasar en su intento amoroso de sostener un síntoma. No habría Histérica sin análisis que no se suponga garantía de sostén del atributo de su amado y que siempre se decepcione.

Si la Identificación está en sustitución del objeto que falta, tal cual nos propone S.Freud, tanto analizante como analista se encuentran en la misma dimensión: los dos comparten una Identificación a lo simbólico, que será inviolable para cada uno, pero que no está librada de la falta que el analizante supone en el analista y de la que siempre tiene aversión y que denominó Lacan objeto a.

La experiencia de la transferencia y del inconsciente ubica al analizante y al analista en la misma serie respecto a la Identificación a lo Simbólico. Esto llevó a una confusión respecto a la posible identificación de uno en otro sobre todo en el final del análisis, como una especie de imitación que no se podía reducir.

En verdad el problema actual que cuenta, es que si analizante y analista comparten una praxis, el estilo referido a la insuficiencia determinada por la imposible exclusión de la Identificación a lo Simbólico también puede clonarse. El problema no será que hacer con el tornillo que falta, sino que habrá que lograr que el tornillo marque la diferencia de uno a otro.

Habría entonces una línea de ruptura que pasaría por el lapsus del analista, los sueños que el analista tiene con sus analizantes, que constituyendo la resistencia ponen en juego el lugar exacto donde la falla es de un solo lado. El lapsus del analista en sesión es el momento más rico de la transferencia, si se pudiera encontrar la Identificación, que como vacío está indicando la vía regia de acceso a otra escena desconocida para el analizante.

12. El lapsus del analista

El momento en el que un analista produce un lapsus en sesión, es el instante de comprender mediante un acto creativo, que diferencia la insuficiencia que se produce del lado del analista respecto de la letra que al contacto determina la "spaltung", a otra insuficiencia que acosa al analizante desde una escena silenciada. Este es un juego de ruptura del que no está excluida la letra para dar la justa dimensión de lo que debe caer como suposición: el analista no responde con su inconsciente a la demanda de amor del analizante.

El instante en el que el analista produce un lapsus en sesión es un máximo efecto de la sorpresa. En principio porque no se esperaría de él la existencia del inconsciente, ya que si el objeto que falta como a es lo que sustenta su posición, encontrar un lapsus en la respuesta que el analizante espera, trae consecuencias. En principio parecería que el analista no interpretó a su analizante, pero si está en condiciones de buscar cuál es la Identificación que lo hizo producir el dicho, encontrará liberándose de su atadura, que es lo que no funciona del enunciado del paciente como hilo conductor a la enunciación.

Como se suele decir, aquí es donde más el analista pone el cuerpo. Tendría que producir alegría la aparición de un lapsus del lado del analista, porque no habría captura, en tanto discurso, más importante en el curso de un análisis. Sólo se trata de no decir rápidamente "esto es mío " y descartarlo, sino de encontrar donde estuvo el escotoma que llevó al analista a producir el lapsus, siempre ligado a una Identificación del analizante no escuchada y que opera silenciosamente.

Un análisis por lo general comienza con una demanda de necesidad. Alguien quiere analizarse porque se encuentra "muy estructurado", porque se acaba de separar de su pareja, porque hace poco falleció un ser querido, porque no puede estudiar aunque quiere. Lo que se pone en juego con el analista a partir de ese momento, es la puesta en juego del significante en cuanto a una regresión, ya que represión mediante, siempre habrá algo en el analizante que generó algún estupor en una historia vivida como malestar.

Esa regresión es el significante mismo y lo que se encuentra con ella es una falta de objeto, ya que se habla de la insatisfacción del principio del placer y la emergencia del goce. El sujeto estructurado como un lenguaje evidencia cómo todo serhablante, queda determinado por sus palabras, al transferir la falta de objeto a su analista. La interpretación ocupa el lugar de aquello que tendría que reparar esa línea de ruptura que existió entre el placer y el goce que lo fuerza más allá de lo tolerable. Pero ahora la demanda no es de necesidad sino de amor del analista.

El cambio de necesidad por demanda encontrará la resistencia del analista porque el sujeto quedará en afanisis en el lugar preciso donde la alienación al campo del lenguaje subyace a través de una Identificación Edípica determinada. Aquí el analista podría tentarse a operar como padre, como madre, como abuela ó como hermano y acompañar con una buena psicoterapia el devenir de su paciente. Ó por el contrario descubrirá en la Identificación del analizante en juego que lo toca a él como analista en un escotoma referido a su propio fantasma, el vacío que propone letras para transportar el hecho de lo real a otra escena, ahora en campo de juego del analizante, que resultará imprevisible e impredecible.

La cuestión princeps para tener en cuenta en toda está serie es el lapsus del analista ya que por ahí se abre el camino de la Identificación no tomada en cuenta, también impredecible e inesperada: el testimonio analizante da pruebas reconociendo que jamás hubiera dado importancia a tal o cual partenaire de su vida en lo que respecta a su demanda de amor, sino hubiera sido por la eficacia de la Transferencia en análisis.

La demanda de amor es un significante regresivo y la operatoria que liga la Identificación a la Transferencia, en la que lo impredecible es la moneda corriente que lleva a otra escena, no es posible sin un adecuado recorrido de la pulsión. En efecto la pulsión debe haber cumplido su tour para que esta instancia del análisis sea posible. Muchas veces la demanda de amor, que es el significante cualquiera de la transferencia que permite la regresión, tarda mucho tiempo en constituirse, incluso años.

No habría significante que proponga una reducción de sentido de ningún tipo por sí mismo. Justamente el lapsus del analista como paradigma de la frustración y privación de la demanda de amor, proponen la reducción de sentido cuando el lapsus del analista opera como interpretación en la coordenadas justas y entonces se hace evidente que solo había ilusión en la creencia de una inter-subjetividad posible.

Lo impredecible, lo imprevisible, lo inesperado, se ubica a medias del lado del azar. Hay Identificaciones, más allá de las Edípicas tradicionales, que tienen una impronta azarosa, aunque la dimensión propia de la transferencia muestre la otra mitad de la verdad donde no hay azar de ningún tipo.

Referencias

1.Giorgio Agamben, Infancia e Historia, Adriana Hidalgo editora S.A.. Buenos Aires Argentina. 2004

2.León Trotsky, La Revolución Permanente, Fundación Federico Engels. Madrid 2001.

3.Hannah Arendt, Sobre la violencia, Alianza Editorial. Madrid 2005, 2006. pag43,44.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 25 - Diciembre 2008
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