Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Divinidades de la noche
Osvaldo Couso

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En el mismo pensar está el vacío.
¿Será una condición del pensamiento
o al revés es el pensar el que lo crea
?

Roberto Juarroz

En el Coloquio de Bonneval, escribe Henry Ey: ".. ser absoluto o abismo de Nada, genio del instinto o del artista, animalidad de un viejo mono microcéfalo o presciencia absoluta, parte vergonzosa o fuente espiritual, fermentación del cuerpo o propulsión del alma, tales son las intuiciones letánicas a las que sucesivamente o a la vez apunta la noción de inconsciente" (1)

Aunque es poético y bello, resuenan en el párrafo las profundidades, lo irracional, lo escondido, lo animal. Definir así al Inconsciente lo reduce a lo que no-es conciente, porque son ideas que dejan a la conciencia en el centro del aparato y abren la vía a una integración, conquista o recuperación de "lo oscuro" para el reino de lo conocido y razonable. Para concebir el inconsciente como el demonio que atenta contra las buenas formas, lo sensato, lo confiable, lo razonable; en suma: contra lo que tranquiliza... porque es dominable.

Reducido a lo no-conciente y demonizado, se apuesta a mantenerlo dentro de límites manejables, a aplastar su inquietante lógica de ruptura y discontinuidad en beneficio de la lógica de una conciencia que así se vuelve a entronizar.

Abismo y vértigo, eco de las ebulliciones de la carne o de las elevadas inspiraciones del espíritu, el Inconsciente no es capturable por la lógica del significante, aunque al lenguaje deba su estructura. Lacan es taxativo: "El inconsciente de Freud no es en absoluto el inconsciente romántico de la creación imaginativa. No es el lugar de las divinidades de la noche." (2).

Puede objetarse que si tanto hay que afirmarlo, es porque algo inherente a la estructura misma posibilita y favorece que el inconsciente sea reducido y desnaturalizado. En efecto: es de estructura que el Inconsciente implica una pulsación, una alternancia de apertura y de cierre.

La topología y los supuestos topológicos que (lo sepamos o no) nos habitan, condiciona la lógica que construyamos, la escritura que podamos lograr de lo real de nuestra praxis. Es la escritura la "que soporta un real" (3) y, al hacerlo, tanto posibilita como limita lo que podemos pensar, nos permite o no teorizar de otro modo o encontrar en la clínica cosas nuevas. Incluso condiciona las operaciones que podemos realizar.

Siguiendo esta idea, propongo pensar que el cierre del inconsciente está relacionado con un pensamiento que se rige por una topología esférica. Una superficie cuyos puntos se pueden reducir a un solo punto. Cuando todos los puntos de una superficie se pueden reducir a uno solo, los sujetos pueden ilusionarse con tener el mundo entero en la palma de la mano. Por eso Lacan nos enseña en el Seminario IX que es muy importante recurrir a una superficie que no pueda reducirse a un punto. Lacan toma allí el toro, y resulta decisivo que esa superficie, por tener un agujero, impide tal reducción (4).

Sólo es posible construir una lógica acorde al psicoanálisis, a partir de una topología que implica un agujero como condición de la estructura.

No siempre Lacan lo sostiene así. Por ejemplo cuando utiliza la teoría de conjuntos para escribir el matema S1-S2 (5). Lo presenta como un conjunto al que se le extrae un significante, que queda así apartado de los otros que quedan dentro del círculo, aunque ya no en confusa colección donde "todo es lo mismo", sino ordenados. Ello implica al menos tres consecuencias esenciales: que hay representación del sujeto, es decir que un sujeto se constituye allí, representado por ese significante (6). Luego, que ese proceso descompleta lo que de otro modo podría aparecer como una "batería completa" (7), que tiene como efecto más un autómata que un sujeto. Finalmente, que así el Falo se constituye como S1, con la consiguiente apertura a lo discursivo (8).

Se ve entonces que tal escritura es propiciatoria, ya que permite a Lacan plantear la representación y el sujeto, e inventar los cuatro discursos. Sin embargo, por otro lado el círculo está tomado como círculo, no como toro. Vale por lo que encierra, no porque haga agujero. Su lógica no es borromea, sino un lógica de territorios topológicamente deudora de la esfera. Lo importante es que esa topología determina las ideas de completamiento-descompletamiento, que son riesgosas porque pueden dejar demasiado abierta la puerta a un retorno de la idea del Todo.

Cuando Lacan dice que "no hay todo sino acribillado" (9), define con gran precisión que cualquier totalización es ficticia, porque implica, necesita para sostenerse, de una operación de desmentida. Pero el problema es que esa operación de desmentida es de estructura por la existencia misma del lenguaje. La maquinaria simbólica mantiene un intento hegemónico y "totalizador", una pretensión imperial sobre lo real, un rechazo por el que el saber tiende a presentarse como verdad, negando la hendidura incolmable que los separa.

Así lo leo por ejemplo en una frase de Lacan que precisa cómo es usurpado el lugar del referente: "la significación ocupa el lugar del referente aún latente en esa relación tercera que lo une a la pareja Significante-Significado" (10).

EL POSFREUDISMO

La tendencia imperial del símbolo tuvo consecuencias muy importantes en el posfreudismo.

Las importaciones de la Lingüística, la Antropología Estructural y las Matemáticas con Topología, Lógica, Teoría de Juegos y de Probabilidades... fueron la genialidad que le permitió a Lacan escribir (ordenar los conceptos en un sistema formal) el Inconsciente.

Freud no tuvo los elementos para construir una escritura así tal que, sostenida por una topología que implique un agujero, limitara y encauzara la tendencia del saber a postularse como verdad. Por eso no es extraño que los posfreudianos creyeran "detentar" un saber y creyeran que el análisis consistía en "aplicarlo". "Olvidaban" que el saber tiende a funcionar satisfaciendo el deseo de no-saber, tanto como a acompañarse de la creencia de que se lo puede poseer, que puede funcionar como instrumento.

Además, también "quisieron olvidar" que responder con saber la demanda (de saber) del analizante es un modo de impostura (11), ya que "promete" la completud del ser y el dominio sobre el deseo y el goce, aplastando el despliegue de la palabra en la búsqueda de fragmentos de una verdad que se escurre.

En esta tendencia a "creerse" el saber (y con él, el poder) que la neurosis deposita en el analista, el posfreudismo se acercó a las Iglesias y al "evangelio": la doctrina no como armazón significante que se teje en torno a una falta central, sino como verdades con las que hay que "iluminar" las mentes aún oscuras.

Para dar una idea de hacia dónde puede conducir tal idea, basta recordar las consecuencias terroríficas que la evangelización tuvo y tiene aún en la sociedad y en la cultura. Basta situar que la "totalización" de un saber que se presenta como verdad deviene fácilmente en fundamentalismo, en creencias que no sólo no se reconocen como tales, sino que se presentan como "fundamentos" de lo real. Ello hace que a quien estuviera marcado por "otros" símbolos se le niegue cualquier relación con alguna verdad y se lo tome como oponente. La "iluminación" deviene lo que en otro trabajo denominé "furia evangelizadora" (12), que destruye los símbolos de la diferencia para reemplazarlos por los propios.

La absolutización de lo simbólico y el reinado del Todo constituyen en las sociedades los altares donde son inm olados millones de seres humanos. Más modestos, los posfreudianos sólo decapitaron el Inconsciente, trocaron el psicoanálisis en religión y las instituciones psicoanalíticas en iglesias donde se sacraliza el discurso del Amo.

EL LACANISMO

Tal vez por evitar esa absolutización de lo simbólico, surge en el lacanismo la idea de prescindir del inconsciente mismo. Se plantean como excluyentes el acto analítico y la interpretación del inconsciente, que es asimilada a la interpretación de las resistencias y considerada un efecto de sentido. Así, el trabajo con el inconsciente sería un desvío que aparta el análisis de su fin, lo demora y extravía en los meandros de la repetición significante.

Se basan en que, a la inversa del síntoma, el fantasma es exterior al significante, en tanto lo esencial en él es la fijación pulsional. Así, interpretar las formaciones del inconsciente resultaría inútil o contraproducente porque, en lugar de dar acceso a tales fijaciones, alimenta el sentido.

Tal concepción parece olvidar que para Lacan el síntoma es el modo por el que cada uno goza del inconsciente (13). Si bien clínicamente síntoma y fantasma no se confunden, la oposición excluyente entre uno y otro es ficticia ya que, aunque su envoltura es simbólica, el goce constituye el núcleo central del síntoma.

Sin embargo, es justo reconocer que hay algunos párrafos de Lacan que se prestan fuertemente a confusiones. Por ejemplo, cuando dice que interpretar ese "flujo significante" que es el sueño es, para el sujeto, "hacer que se vuelva a encontrar en él como deseante, es lo inverso de hacerlo reconocerse allí como sujeto (14).

También dijo que interpretar el síntoma no hace más que engordarlo, alimentarlo con sentido (15), idea coincidente con que "el significante no concierne al objeto, sino al sentido." (16).

Hay una época en que Lacan concibe la interpretación psicoanalítica como aquello que "se agrega " al sin-sentido proveniente de lo inconsciente, para "esclarecer" un contenido oscuro, "oculto" pero que "ya está ahí", y hacerlo inteligible. Como lo que a lo dicho "se añade para darle un sentido" (17). Esta idea reduce otra vez el revolucionario invento freudiano a lo no-consciente. Porque olvida que el inconsciente implica un sujeto retenido en un goce.

Pero Lacan también dijo que con la interpretación "es esencial que el sujeto vea.. (..).. a qué significante – sin sentido, irreductible, traumático – está él, como sujeto, sujetado" (18).

El analista no agrega significantes para completar un sentido herido por el sin-sentido de las formaciones del inconsciente sino que, por el contrario, es el soporte de una presencia real por la que se puede acceder a dicha falla del sentido. Es desde el deseo del analista (no desde su saber) que el analista interpreta. No busca revelar un sentido oculto, sino los significantes que determinan un sujeto retenido en su relación neurótica con el Otro, en un goce del que se niega a desprenderse. No articula un saber sobre la verdad, actualiza la verdad (no hay saber completo) del saber.

No hay oposición entre interpretar y cortar, lo que el analista dice puede ser corte (19), el análisis puede "deshacer por la palabra lo que está hecho por la palabra" (20).

Hasta el final de su obra Lacan sostuvo que "La interpretación no es interpretación por el sentido" (21), sino que opera por el equívoco, que es nuestra única arma contra el síntoma (22). "La interpretación analítica no está hecha para ser entendida, está hecha para producir olas." (23).

En definitiva, si bien por el solo hecho de internarse en la cadena significante se ordena una tendencia a la plenitud del sentido, la solución no es prescindir del inconsciente o establecer una oposición tajante y excluyente entre simbólico y real, sino estudiar su anudamiento.

Así parece indicarlo Lacan cuando dice que "El inconsciente nos muestra la hiancia por donde la neurosis empalma con un real" (24).

Posteriormente, sosteniendo la tensión en la búsqueda del "significante nuevo" que pudiera no quedar aplastado por el sentido (25), el soporte topológico le permitirá encontrar a Lacan una solución que no sea desagotar la bañera dejando ir, junto con el agua, la criatura misma: dirá que la interpretación comparte su mecanismo con la inspiración poética. Ambas son "efecto de sentido, pero también efecto de agujero" (26).

PARA CONCLUIR

Las determinaciones del significante tanto posibilitan el inconsciente como inauguran el movimiento que lleva inexorablemente a su cierre.

La estructura misma posibilita tanto la absolutización de lo simbólico del posfreudismo como la sustancialización de lo real de algún lacanismo.

Y no porque Freud no haya dicho que el Inconsciente es tanto símbolo como ombligo, representación como límite a la representabilidad de las ideas latentes (27), en la línea de "pensamiento y vacío" del poeta Roberto Juarroz.

O porque Lacan no nos enseñara a propósito del Inconsciente, que es saber pero también "formaciones", que "hay un hueco y algo que vacila en el intervalo" (28), o que "el uno que la experiencia del inconsciente introduce es el uno de la ranura, del rasgo, de la ruptura", que "hacen surgir la ausencia", al igual que el grito hace surgir el silencio (29).

Pero pareciera que no es suficiente con decirlo. Es necesario, además, escribirlo. Pienso que Lacan sólo puede dar un paso decisivo con el nudo borromeo que ubica como esencial el agujero: "Para que algo exista, es preciso que haya en alguna parte un agujero" (30). Ya había dicho antes que el "redondel es ciertamente la representación más eminente del Uno, en cuanto no encierra más que un agujero" (31).

Este cambio es esencial: el Uno es un redondel, es trazo y ranura. El significante constituye un borde; sólo porque hay borde hay agujero; sólo porque hay agujero el borde puede ser trayecto, recorrido que da la chance de no llevar a erigir un Todo, aunque la idea de ser rellenado está siempre latente.

Sin embargo creo haber acentuado que, a pesar de esa escritura, la estructura misma posibilita el eterno retorno de SAMCDA (Sociedad de Asistencia Mutua Contra el Discurso Analítico) (32). Portan sus estandartes las divinidades nocturnas, que no siempre son como esos mendigos malolientes y harapientos a los que se rechaza con espanto porque evocan mundos de horror o pesadilla. A veces lo in-forme se viste de seda, los relámpagos negros toman la apariencia de luces que deslumbran en los escenarios, el abismo es desactivado como paseo para turistas.

Divinidades multiformes: desfile monstruoso o alegre comparsa, las enmascaradas no se rinden...

Referencias

1. Henry Ey: "El Inconsciente", Ed. Siglo veintiuno, México, 1975, pág. 277.

2. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XI: "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidós, Buenos Aires, 1987, pág. 32.

3. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XXII, "RSI". Inédito, clase del 17-12-74.

4. Jacques Lacan: El Seminario, Libro IX, "La identificación". Inédito, clase del 7-3-62.

5. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XVI: "De un otro al Otro", inédito, clase del 18-6-69.

6. Jacques Lacan: "Posición del inconsciente", en Escritos II, Siglo Veintiuno editores, México, 1975, pág.376.

7. Jacques Lacan: "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente freudiano". En Escritos I, Ed. Siglo Veintiuno, México, 1975, pág.318.

8. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XXII, "RSI". Inédito, clase del 11-3-75.

9. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XXIV: "L’insu que sait de l’une-bevue s’aile a mourre", inédito, clase 14-12-76.

10. Jacques Lacan: "Proposición del 9 de octubre de 1967". Inédita. Ficha de circulación interna de la EFBA.

11. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XI: "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidós, Buenos Aires, 1987, pág. 272.

12. Me refiero al texto que con el nombre "Dioses de pesadilla", publiqué en Cuadernos Sigmund Freud Nº 25: "El psicoanálisis y la escena pública. Poder, Política, Perversión, Creencia", Editorial Escuela Freudiana de Buenos Aires, Buenos Aires, 2007, pág. 26.

13. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XXII, "RSI". Inédito, clase del 18-2-75.

14. Jacques Lacan: "La dirección de la cura y los principios de su poder". Escritos I, Siglo Veintiuno Editores, México, 1971, pág. 254-255.

15. Jacques Lacan: "La tercera", en Intervenciones y textos 2, Ed. Manantial, Bs. As., 1993, pág. 84.

16. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XVII, "El reverso del psicoanálisis", Ed. Paidos, Bs. As., 1992, pág.59.

17. Ibidem, pág. 119.

18. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XI: "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidós, Buenos Aires, 1987, pág. 258.

19. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XXV: "Momento de concluir", inédito. Clase 20-12-77.

20. Ibidem, clase 15-11-77.

21. Jacques Lacan: "La tercera", en Intervenciones y textos 2, Ed. Manantial, Bs. As., 1993, pág. 88.

22. Jacques Lacan. El Seminario, Libro XXIII "El síntoma", inédito, clase 18-11-75.

23. Jacques Lacan: Conferencia en la Universidad de Yale, 24-11-75, inédito.

24. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XI: "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidós, Buenos Aires, 1987, pág. 30.

25. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XXIV "L’insu que sait de l’une-bevue s’aile a mourre", inédito, clase del 17-5-77.

26. Ibidem. Puede citarse en el mismo sentido algo que Lacan ya había adelantado en la clase del 19-4-77 del mismo Seminario: "¿Estar eventualmente inspirado por algo del orden de la poesía para intervenir en tanto que psicoanalistas? Esto es precisamente eso hacia lo cual es necesario orientarlos."

27. Sigmund Freud: "Los límites a la interpretabilidad de los sueños", en Obras Completas, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid, 1922. Tomo VIII, pág. 2892.

28. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XI: "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Ed. Paidós, Buenos Aires, 1987, pág. 30.

29. Ibidem, pág. 33-34.

30. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XXII, "RSI". Inédito, clase del 17-12 74.

31. Jacques Lacan: El Seminario, Libro XX: "Aún", Paidós, Barcelona, 1981, pág. 153.

32. Jacques Lacan: "Televisión", en Radiofonía y Televisión, Ed. Anagrama, Barcelona, 1977, pág. 97.

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