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El título propuesto por Acheronta para este número de la revista, "De un analista a otro", se ofrece como un señuelo. Si nos atrapa nos incita a discutir: "¿a un otro qué?" y , en el borbollón de cuestiones que se agolparon algunas de sus resonancias nos llevaron a un pequeño estudio de caso.
Se trata de hacer caso de las dificultades que han tenido los transcriptores de los seminarios de J. Lacan y que circunscribiremos en la particularidad a la que nos llevó nuestra primera asociación: el seminario de J. Lacan, D'un Autre à l'autre.
El título supo ser polémico hace ya años cuando fue anunciado por las ediciones du Seuil como D'un autre à l'Autre ya que, leído en forma crítica, reveló mucho más que un simple error entre mayúscula y minúscula. Bajo la aparente pequeñez de la grafía invertida, yacía una inversión de sentido preñada de consecuencias para cualquier lector que manejase el mínimo de elementos del álgebra lacaniana. ¿De un otro, de un semejante, al Otro? ¿En qué podría fundarse esa escritura sino en la religión misma coronando, en el movimiento que indica la sintaxis de la frase y su escritura, la supremacía simbó lica del Otro?
Si hacemos entrar ese título en un juego de combinaciones posibles podríamos decir que al rechazar esa transcripción quedaban aún abiertas al menos otras dos posibilidades de escritura.
Una de ellas sería: "de un otro a otro", formulación que nos acercaría, parafraseando, a cierta lectura del título mismo de este número de Aqueronta si si en el lugar del analista situáramos también allí un pequeño otro. Esa escritura operaría dándole a ese pequeño otro el alcance de una función que se completaría ya sea con el valor analista o el valor analizante. Estaríamos aquí ante un caso de figura que escribe la situación analítica como una relación intersubjetiva.
Recordemos: en los años cincuenta esta era una doctrina muy aceptada y el mismo Lacan situaba la escena analítica en un espacio intersubjetivo.
La relación intersubjetiva, que se desarrolla en el imaginario, está implícitamente implicada, en tanto estructura una acción humana, en la regla del juego.1
Ineliminable presencia del pequeño otro y de la dimensión imaginaria en la que podría instalarse la práctica transferencial.
¿De qué modo el ternario ISR y, sobre todo la invención del objeto a condujeron a Lacan a un cambio de perspectivas que lo llevó a situar de otro modo esa implicancia? No fue de la noche a la mañana. Fueron necesarios una serie de pasos. Fue necesario precisar las operaciones de constitución del sujeto en el campo del Otro como operación que marca, con la barra de la división y de la incompletad, al sujeto y al Otro, operación que deja un resto, inasimilado por el simbólico, ese particular objeto, causa del deseo primero, luego plus-de goce, que Lacan nomina objeto a.
Desde muy temprano, desde Los complejos familiares, Lacan lee repetidas veces esta compleja producción subjetiva con el relato de la experiencia agustiniana :
He visto con mis ojos y observado, dice San Agustín, a un pequeño dominado por los celos: todavía no hablaba y no podía mirar sin palidecer el espectáculo amargo de su hermano de leche. [Confesiones, 1, VIII].
Nombrado el objeto a, el seno en este caso, la escena de envidia con el pequeño otro, el hermano, aparece como una escena en la que advienen en un solo tiempo el sujeto, el objeto y el prójimo. Es una escena que muestra cómo con el Otro no hay relación sino mediada por el objeto que en su campo el sujeto recorta como haciéndole falta. Si la madre sostiene el lugar del Otro, no será sin indicar en los detalles de la escena su propia incompletud.
Con estas coordenadas Lacan dispone de la posibilidad de situar el dispositivo analítico en un registro diferente al de la inter-subjetividad. El analista no se sitúa allí como otro sujeto sino como soporte activo de las asignaciones discursiva del analizante. Su silencio, sus puntuaciones e intervenciones se ordenan en función de permitir que en ese espacio transferencial se despliegue su fantasmática dando encarnadura a distintas formas del objeto a.
La pregunta que puede plantearse es esta: ¿qué representa un analista para un analizante? Los puntos suspensivos indican aquí un espacio virtual que es oferta hecha al decir de quien podrá dejar que allí se aloje su demanda y su representación. Caso a caso, en el juego reglado de la libre asociación.
De todos modos no siempre las situaciones permiten distinguir tan claramente los lugares y surge una pregunta que se formula a veces en otro registro: el del transcriptor de un seminario: ¿se tratará aquí del otro o del Otro? en la opinión de Jean Allouch, la vacilació n a veces hace aparecer un indecidible que él propone hacer visible en la escritura misma transcribiéndolo con un neologismo "otre".
Sin duda no es el caso del seminario de cuyo título nos ocupamos y de ahí que hoy por hoy podamos asentir sin mayores discusiones a la escritura que se revela como canónica, D'un Autre à l'autre. Que ahora el pasaje se lea como yendo del gran Otro al pequeño otro guarda coherencia con los desarrollos de Lacan en esos años, por ejemplo, con su manera de ensayar situar el pasaje analizante-analista en el final de un análisis. La aceptación actual de esa transcripción revela también, por su aceptación, el movimiento mismo del público de los lectores 2
Pasemos ahora al análisis que nos plantea otra alternativa de escritura: "de un analista a otro analista". Lo primero que surge es que para abordar esa escritura no podemos saltear el pasaje mismo que se escribiría "de un analizante a un analista."
Final de partida.
Un acuerdo bastante amplio permitiría escribir el comienzo de una cura "en la disparidad subjetiva" 3 así: "de un analizante a un analista". Son las jugadas finales las que aparecieron en la historia del psicoanálisis como particularmente difíciles de situar y de teorizar.
Lacan se encontró con la honestidad de Freud escribiendo en "Análisis terminable e interminable" acerca del obstáculo que cerró su intento por dar mejor solución a esta cuestión: la roca de la castración. Pero Lacan encontró su manera de despejar la ruta al situar el final de partida en otros términos. Rodeos hizo para llegar a ello: disyunción posible entre el registro imaginario del falo (el -j ) y el objeto a. Esto supuso una larga elaboración por la que hizo pasar al falo: por su negatividad imaginaria (seminario de La angustia), y su pasaje, en la década de los setenta, a pensarlo también como una función simbólica. Con esta descomposición de lo que aparecía en Freud con toda su carga imaginaria, Lacan habilitó el camino para articular la transferencia en términos de una erotología que pone en relación al objeto a con sus despliegues pulsionales y al logos, relación discursiva en la que brillará con mayor o menor intensidad, con mayor o menor adhesión subjetiva, al brillo fálico atribuido al objeto. En el seminario Del acto psicoanalí tico Lacan intenta justamente describir esta compleja dialéctica que puede llevar al analizante a la disyunción subjetiva entre la atracción por el brillo fálico -su inconsistencia radical- y el recorte de un objeto a en el campo del Otro.
Otro elemento central que entra en juego a partir de 1964 tiene que ver con la relación del analizante a un supuesto saber y a un sujeto -supuesto -saber. El amor teje con estas hebras el transcurso de un análisis. Sin embargo, para que esa experiencia erotológica permita al analizante un paso decisivo el silencio del analista, por ejemplo, ha de advenir de otro modo. Podrá encarnar una figura posible ante cuya revelación, en algún momento un analizante se verá invitado a asentir: la de la inconsistencia del saber que se está fabricando con sus significantes y la deslocalización de un sujeto respecto a ese saber con el que está jugando la partida analítica.
El otro, el analista, puede aparecer entonces como habiendo sostenido la ficción que permitió el recorrido y cuyo ocupante queda al descubierto como habiendo hecho posible en ese juego, con apariencia intersubjetiva, los movimientos y juegos de la propia intrasubjetividad del analizante.
Que el juego no es inter-subjetivo se hace patente en muchas instancias, quizá en algunas de modo brutal, como cuando sobreviene la muerte de un analista. Examinando esta situación escribimos en otra oportunidad que, al no ser un ritual, cuando muere un analista, un aná lisis se interrumpe sine die. La consecuencia inmediata a dicho fallecimiento es que la persona del analista, hasta ahí velada por su función, recobra públicamente su dimensión social y familiar, dimensión ajena a la tarea analizante. Por ende, el analizante no encontrará allí nada que le concierna en forma directa, salvo el cadáver. Ahora bien, si en cada duelo el doliente no sabe bien qué entierra, en esta situación la complejidad es mayor, o al menos de otro tipo: el analizante descubre que no entierra al que están acompañando los ritos fúnebres. Ha perdido. Ciertamente. Pero esa pérdida está referida en primer lugar a su apuesta transferencial y al tiempo de su efectuación, como tiempo lógico de un análisis 4
Ahondemos más en esta cuestión: la efectuación de un ritual está gobernada por el saber contenido en los mitos que animan a los ritos; la efectuación de la transferencia está ligada también al saber, pero a la destitución de un sujeto supuesto saber. Movimientos claramente opuestos, pues.
Otra piedra de toque de la disparidad entre ambas situaciones yace en el ordenamiento de las palabras, por el ritual de un lado, y por la regla fundamental del otro. La partida a jugar es muy diferente en cada caso pues en el ritual el sacrificante, por ejemplo, puede permanecer a cierta distancia subjetiva respecto a las operaciones sacrificiales, puede quedarse en la pura formalidad, mientras que el analizante, con su decir, trama su transferencia y con ella, no sin las discretas intervenciones de su analista "se" irá fijando cierto destino, se irá recortando, delimitando, la "materia del sacrificio" 5.
En esta perspectiva si el pasaje analizante-analista tiene su momento privilegiado de pasaje en el final de partida ese final no puede pensarse como una transmisión iniciática 6 al modo, por ejemplo, de una unción sacerdotal. El psicoanálisis como experiencia siempre novedosa, en el caso por caso, y sesión a sesión, no puede ser pensada ni como ritual ni como práctica iniciática.
El analista no trasmite ni autoriza al analizante a darlo de baja, ni a ocupar con otro esa misma función. El analista, cuando acepta una demanda de análisis, habilita una experiencia que llevada por cierto recorrido, pondrá en juego la virtualidad de que ese recorrido tome en su desenlace la forma de un pasaje al lugar del analista.
Pero la pregunta aún insiste: ¿Acaso el advenimiento de un analista se realizaría mediante un ritual laico de iniciación? En un reciente artículo Guy Le Gaufey hace el siguiente planteo:
[ ] la obligación de llevar a cabo un análisis con alguien que haya hecho ese recorrido ( ), la jerga cada vez más espesa, la idea de una prueba costosa en tiempo y dinero, el secreto que rodea al encuentro analítico y la ignorancia de lo que efectivamente ahí sucede, todo está pronto para sostener la idea de una práctica esotérica ( ). 7
¿Acaso la manera de escapar a una perspectiva religiosa e iniciática habría que buscarla acentuando las garantías objetivables de un saber que seguiría los rituales universitarios y culminaría con la supuesta garantía de un título como una carrera de postas o una cooptación de candidatos?
No entraremos en la discusión de esta posición tan favorecida hoy en día por muchas instituciones analíticas que piden incluso al Estado su reglamentación. Nos limitaremos en este artículo en subrayar un aspecto central. En realidad, ya sea por la vía iniciática o por el reconocimiento objetivable de cierto saber, a pesar de sus notorias diferencias, los dos caminos relevan de una lógica común.
Ahora bien, según Le Gaufey, encarar teóricamente este pasaje analizante-analista puede poner en juego diferentes lógicas con las que se producen también diferentes respuesta.
-Una lógica es la que anima la idea de la producción de UN analista como miembro de una clase, parte de UN conjunto. Esta vía acentúa la relación de pertenencia de UN candidato a UNA institución garante: Universidad, Asociación profesional, Iglesia y/o Estado.
-La otra vía -abierta por Lacan- introduce un trastorno en la lógica de clases. Por el camino de la gramática y de los matices de la lengua Lacan produce una ruptura con consecuencias en este punto preciso de considerar el cómo del advenir analista que funda la crítica de las formas colectivas que convienen al psicoanálisis- ( y no digo a los psicoanalistas).
En su último libro 8 cuyo camino no hago sino esbozar Guy Le Gaufey analiza justamente la noción que, al señalarle un límite a la lógica de clases pone en crisis a la racionalidad implícita en esa lógica. Se trata del tratamiento que Lacan otorga a la noción de "parcial". Ese tratamiento tiene, por un lado, una expresión lógica que objeta al universal "Todo" y que se dice como "no-todo", y por otro, una expresión gramatical, siendo esta última la expresada en la lengua por el partitivo. Este "parcial" forjado así por Lacan, con la lógica y la gramática, funciona a contracorriente de los colectivos contemporáneos y de la lógica de clases que preside a su formación y crecimiento. Le Gaufey subraya su falta de equivalentes directos en el saber contemporáneo. Por lo que nos vemos llevados a precisar mejor cuál es la originalidad de este "parcial".
Del punto de vista lógico:
Se trata de fundar la existencia de algo que no tomaría ningún apoyo sobre una totalidad cualquiera, la que sea, y que escaparía tanto a la unidad como a la identidad, no momentáneamente, sino por principio y de hecho 9
Desde esa perspectiva se hace posible considerar que cada análisis es una experiencia donde "psicoanalista" - du psychanalyste- puede producirse.
Decirlo en nuestra lengua requiere retorcerla un poco lo que nos lleva a comparar en este punto las particularidades gramaticales del francés y del español pues aunque en los juegos de ambas lenguas algo de "eso" permite sea dicho con la precisión de un partitivo, no hemos de obviar las diferencias de su práctica en ambas lenguas.
Con la gramática:
El partitivo efectúa en la lengua esto que con el no-todo Lacan inscribe en la lógica. Señalemos que el francés permite apreciar mejor que el español la riqueza expresiva del partitivo pues su forma gramatical es una forma escrita. Se dice así, por ejemplo, "il y a du psychanalyste" Por el contrario, en español, el partitivo se indica al modo de un conjunto vacío, no se escribe, aunque su presencia pueda señalizarse. Se dirá "Hay [Ø] psicoanalista", de "eso" hay.
Lacan saca partido de la riqueza de su lengua y usa del partitivo en muchas circunstancias. El camino que abre implica la posibilidad de zafar de la pendiente jabonosa que pone en perspectiva el ideal del Uno y que aquí podría tomar la forma de UN psicoanalista y de su pertenencia a UNA supuesta clase. Esta escritura hace objeción al título de este número de Acheronta en su punto más frágil, el artículo : "de un analista a otro". ¿Cómo sostener la singularidad de cada caso, de cada analista, de cada analizante, sin deslizarse fuera de aquello que con el partitivo se indica? Sutileza de los enredos con la lengua que ponen a prueba el cómo sostener ese nombre sin caer en sus espejismos.
Hacia cierta comunidad
Con Lacan, se hace posible considerar que cierta comunidad pueda producirse como lugar en donde el psicoanálisis convoca a unos y otros a dar juntos ciertas batallas convocadas por las coyunturas teóricas y prácticas que se presentan a quienes les importa que el psicoanálisis se mantenga como lugar vivo en nuestra sociedad. Pero, con Lacan, no se confundirá la membresía institucional con la pertenencia a una inexistente clase de "psicoanalistas".
Ahora bien, no podemos negarlo, este camino va a contrapelo del movimiento social actual, incluyendo, como ya señalamos, algunas instituciones psicoanalíticas, que empuja al Estado a reglamentar y ordenar, en nombre de la salud, todo lo que parece florecer en su campo, ordenamiento regido por la lógica de clases, con pertenencias claramente dibujadas como exigencias de los ordenamientos mismos.
Por lo tanto, si con Michel Foucault, no ignoramos que los saberes se entraman con los poderes, tendremos que valorar la fragilidad de la apuesta lacaniana, de la que muchos huyen corriendo a pedirle al Estado la garantía de sus títulos y la exclusión de quienes no aceptan incluirse en esa lógica.
El planteo que efectuamos desarma teóricamente, quizá, los recursos operativos de supuestas iniciaciones, desarma sus recursos lógicos y sociológicos, que pretenden -al decir de Le Gaufey-
"completar la unidad al mismo tiempo que hacen pertenecer esta unidad a un grupo. (Pues)con un solo paso la identidad y la pertenencia son afirmadas, sea lo que sea de lo que estén hechas, por otra parte" 10
Subrayo: con un solo paso la identidad - ser psicoanalista- y la pertenencia a la institución garante se pretenden como solución y ordenamiento. Por este camino queda obviada nada menos que la opacidad de la pertenencia y de la unidad grupal, así como la opacidad del deseo supuestamente "resuelto" mediante la identidad "oficialmente" sancionada del candidato. Nada interroga aquí el pasaje analizante-analista como meollo de la cuestión.
Por el contrario, cuando Lacan toma el partitivo como expresión de un parcial descoloca el horizonte de una totalidad, no espera que pueda producirse. Y sin embargo, podrá haber "du psychanalyste" en aquel que bajo ese nombre dice en su práctica de su pasaje, de su cambio de posición subjetiva. Habrá du psychanalyste en una escuela, en una comunidad de psicoanálisis y no será asimilable a una asociación profesional de psicoanalistas.
Lacan sólo propuso un frágil dispositivo, el pase, que no es un procedimiento de admisión ni de titulación, ni de garantía, ni de pertenencia a y que se ofrece ad libitum para recoger algo del pasaje opaco de analizante a analista.
Se elimina así la perspectiva de sumar analistas, de agruparlos en una categoría, de extender un diploma que garantice que allí sí hay uno. En cada uno podrá haberlo. A veces será así nombrado, A.E, pasando por algunos otros, mediante un procedimiento reglado para ello. A veces, como en el pase, eso se hace visible para otros que -como en el pase- asienten de distintas maneras a esa manifestación. Por ejemplo, derivando una demanda.
Con el pase, se admite pues, al asentir a esta vía, que hay "un defecto constitutivo de individuación del psicoanalista como tal" y que por lo tanto "no se llega a juntarlos por más trabajo que uno se tome" 11 , pues algo "no cierra" en la pretensión grupal. Con el pase esa opacidad crea la posibilidad de un ordenamiento que articula la experiencia del final de partida en otro lazo social, y ello no sólo para el que se hace sujeto de la misma, sino para quienes se reconocen convocados por la experiencia suscitada en y por el análisis.
La pregunta retorna: a éstos ¿qué sociabilidad les conviene ? ¿Acaso habría una sociedad inter-pares? Una escuela sería simplemente el nombre de una asociación de profesionales, como hay otras? Pero ¿cuál sería el meollo de la experiencia analítica, ese sine qua non que sigue llevando a un discurrir? o dicho de otro modo ¿qué produce el análisis como saber?
En Anatomía de la tercera persona Guy Le Gaufey desarrolla la objeción mayor a este planteo que no deja de tener muchos partidarios. Su forma de expresión más patente estaría en sostener la ilusión de estar convocados para sostener juntos cierta relación al saber encarnado en la teoría analítica. Esto no es del todo falso. Salvo que el estar con otros para dar juntos algunas batallas que conciernen al psicoanálisis no prejuzga del tipo de relación que cada uno sostiene con dicha experiencia. El saber no es una comida totémica que fundaría la fratría imaginaria con sus ilusiones de unidad y sus desgarros en luchas fratricidas.
Los estudios queer así como antes los Gay and lesbian Studies han hecho presente la importancia del estilo como clave que puede sostener y diferenciar la sociabilidad de un grupo. Lacan no deja de señalar (en el seminario Les non dupes errent) la necesidad del cuerpo social, del grupo, para dar consistencia ¿a qué? ¿A la relación de unos con otros ¿cómo ?¿Acaso no puede ensayarse un modelo relacional distinto al que Freud analiza en "Psicología de las masas y análisis del yo" y que prima en la IPA? Esta pregunta lleva a Jean Allouch 12 a un largo desvío cultural para encontrar, bajo la pluma de Charles Malamoud, el relato de un tipo de relación que, de practicarse por fuera del rito, podría permitir renovar una apuesta al lazo social, pensado con otra estructura libidinal .
Malamoud describe, en efecto, una peculiar forma del lazo social que se efectúa en la participación a un rito brahamánico:
Los individuos, en este caso, forman un grupo no en virtud de un vínculo que los unía directamente unos con respecto a otros, tampoco por la obediencia a un jefe común, sino por la tensión que lleva a cada uno de ellos a reunirse con esa parte de sí mismo que ha desprendido de sí para ponerla en el tesoro común.
Comenta Jean Allouch que así entendida una escuela o una cierta comunidad analítica, sin ignorar el lazo asociativo, no lo colocará en su fundamento. La apuesta estará en la relación de cada uno al psicoanálisis, de cada uno a su objeto, ya no distinguible del de otro y ordenando de este modo el colectivo.
Lo que allí ocurra no podría pensarse como pasando entre un analista y otro sino mediado por la relación de cada uno al psicoanálisis, o mejor dicho de cada uno al objeto. Aquello que allí se jugó o se juega encuentra en este otro escenario un lugar con otros que no es sólo de conversación sino de intensidades eróticas tramadas en rsi.
Allouch propone graficar así ese lazo social:
La relación de cada uno será con un espacio común en donde algo de su relación al objeto podrá encontrar allí una práctica que conviene a su erótica, un estilo- un estilo a suscitar - con otros. Comenta Allouch que ese trozo de sí queda allí como garantía, como rehén y precio del sacrificio que involucraría a cada uno en caso de ruptura del lazo social así constituido. Pequeño a irrecuperable cuyo localización esclarecería el lazo entre el final de un análisis y la pertenencia a una escuela, dibujando cierta erótica que hace ruptura con el ideal del ser UNO que acecha a la comunidad.
De ser así podemos concluir que allí donde el sujeto se descubre convocado junto con otros para dejarse trabajar por el psicoanálisis en una dimensión colectiva ello trae ciertas implicancias. Por ejemplo, que deje fluir su decir en lengua sucia, no exenta de rigurosidad, y con la que buscará expresar las cuestiones que vienen desde su práctica y desde donde escuchará a algunos otros en la circulación de un saber que no deja de ser cuestionado porque situado por cierta verdad que resiste al saber.
Se abre aquí entonces la pregunta que Lacan le dirige a un tal Rappard en el Congreso de la EFP, de 1970, sobre la enseñanza: "planteado que el análisis no es una iniciación, sería interesante preguntarse en qué participa de la instrucción. Sin duda uno se instruye en el análisis, instruirse siendo muy diferente a recibir una información".
Dejarse enseñar por el análisis
En el cierre de ese congreso Lacan intervino para problematizar la relación supuesta entre enseñanza y saber. Nada garantiza, cuando hay enseñanza a secas, que por allí circule un saber. La experiencia nos dice que la pretensión de enseñar puede incluso ser un obstáculo para aprender. Lo mismo podemos decir de la información que se ha convertido en un rasgo distintivo de nuestra sociedad en detrimento de ese otro que es el de la crítica. Los saberes, señala Lacan, andan por ahí, informales y - al menos algunos- no esperan que haya enseñanza para ser aprendidos.
Estableciendo una comparación con la dupla analizante/analizado, Lacan interroga la dupla enseñante/enseñado:"En cuanto al enseñado cada uno puede atestiguar cuando lo fue". Cada uno puede decir cuando recibió enseñanza. "Enseñado", dice, se responde en primera persona. Ese día, por ejemplo, Lacan atestigua que el congreso le enseñó algo sobre cierto des-ser 13 y agrega "que - como se dice- algo les sea una enseñanza, no quiere decir que les haya hecho aprender algo de lo que resulte un saber".
Notas
1 J. Lacan, seminario Los escritos técnicos de Freud. La traducción de esta frase es nuestra, 9.06.1954.
2 Cf. Al respecto Jean Allouch « Notas sobre las transcripciones de los seminarios, conferencias e intervenciones orales de Jacques Lacan », Opacidades 4. Se aceptará también entonces la consecuencia que nos impone este caso: no hay transcripción por fuera de la posición teórica y subjetiva del que la establece, incluida la teoría y los prejuicios que lo animan.
3 Título del seminario de Lacan sobre La transferencia en su disparidad subjetiva"
4 Raquel Capurro, "La tirada de dados jamás abolirá el azar", en Me cayó el veinte, nº 9, México.
5 Raquel Capurro, Ibid.
6 Guy Le Gaufey "El psicoanálisis debatiéndose con la iniciación", Rev. Ñácate, revista de psicoanálisis, elp, nº 0, Montevideo, 2007.
7 Guy Le Gaufey, Ibid.
8 Guy Le Gaufey, "El no-todo de Lacan", Ed. Literales y Cuenco del plata, Bs. As., 2007.
9 Ibid., p. 139.
10 Ibid., p 141
11 Ibid., p. 138
12 Jean Allouch,"¿Soy alguien o qué?. Sobre la homosexualidad del lazo social", Rev. Litoral, nº 30, Edelp, Córdoba, 2000.
13 "Pour tout dire, ce congrès m'a été un enseignement. Ça peut paraître bien le cas de le dire, d'un Congrès sur l'enseignement."(Ibid.)