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La transferencia es, dentro del dispositivo analítico, el punto nodal para poner en acto el inconsciente y acceder a él en la practica clínica, por ello el deseo del analista en tanto acto transferencial no estará dirigido a convertirse en soporte de identificación, sino a ser de semblante en tanto supuesto saber.
La puesta en juego de la transferencia al mismo tiempo que hace posible la puesta en acto del inconciente también descubre aquello que está desconocido para ese sujeto "que no sabe que sabe" en la medida que el sujeto responde transferencialmente poniendo al analista en el lugar de sostenimiento identificatorio, es de esto, que el psicoanalista "saca provecho" puesto que, lo interesante del quehacer clínico es sostener precisamente la posición de semblante. El dispositivo analítico lo hace posible debido a que en el transcurso del análisis, el amor del analizante se moviliza de diversas maneras, tan es así, que el analista renunciará a la demanda propiamente hecha por el paciente, en este mismo sentido Lacan apuesta a que el deseo del analista estará en dirección al "no-deseo-curar" con esto Lacan plantea que la dirección y el deseo del analista es llevar un análisis hasta sus últimas consecuencias rompiendo precisamente con el deseo de querer el bien del otro.
En otras palabras, el amor del analista es un amor fundado en lo que Lacan llamará "dar al otro lo que no se tiene" que transcurre más allá de la simpleza yoica. ¿Qué es lo que no se tiene? El saber, sobre ese que llega a la clínica, es, sin duda, una demanda de amor y ¿Con qué se responde? Paradójicamente y transferencialmente con aquello que sostenga el lugar del semblante, a saber, una renuncia al lugar del deseo-no-saber aprehendido en el goce, es decir, gozar de ese saber que no nos pertenece en la medida que es producto de la identificación narcisista del analizante, sin embargo, no-ser el Otro para el analizante implica renunciar también al deseo-no-sostenerse como portador de la verdad última, implica no más "que tú analizante desees saber", que es en contrapunto a lo que denominaría Lacan con ese"no querer saber"llamado-represión.
Por otro lado, podemos decir que la transferencia en psicoanálisis es el artefacto que abre las posibilidades para que ese saber ofrecido al analista sea orientado, no a saber quién o a qué se dirige, más bien qué objeto lo causa en aras de la satisfacción vía goce. Es decir, la clínica bajo transferencia nos coloca en la posibilidad de hacer hablar al síntoma que estaba esperando bajo la primacía del significante amo, es decir, que este síntoma también se encontraba al acecho de un encuentro memorable con el destinatario adecuado, a saber, el analista; es también hacer posible una nueva relación con lo real y desarticular aquello que anuda la estructura fantasmática, como respuesta al lugar que el sujeto ocupa en el campo del otro, como límite propio de su deseo para servirse de un goce que imaginariamente lo seduce a estar en el mismo lugar donde se proyecta la mirada del campo del Otro, un campo distanciado del sujeto no por las condiciones mismas que él le otorga, si-no paradójicamente, por el distanciamiento que hace el sujeto más allá de la misma lógica fantasmática, para dar paso no solo a una nueva relación con lo real sino de igual manera a una relación inédita con las fuerzas psíquicas que se resisten a la muerte y que se anudan al deseo.
De esta manera el analista se pone en juego a medida que es soporte del amor transferencial, dado por aquel que se interroga sobre sí, por aquel que trae consigo un saber que ignora, que al parecer no lo involucra y que al menos para él no es voluntario aun teniendo un propósito especifico no sabido, puesto que es un saber Icc. Es en virtud de ello que una demanda desde este lugar hace posible la clínica de la transferencia.
Puesto que, como es bien sabido quien hace una demanda es por que algo no marcha igual como lo hacia hasta entonces, es la manifestación de algo que se encontraba a la espera y como diría Lacan en la zona larvaria, sin haber salido a la luz y que quizás le pertenezca a la posición del analista.(1) Se puede decir que, aquello que se manifiesta sorpresivamente, converge, tropieza y esto que se produce cobrará efectos de hallazgo en la exigencia misma de su realización.
Pero para esto dice Lacan en el seminario XI, después del apólogo al restaurante chino citando a Tiresias, indica que, en la cita con la transferencia, es preciso que el analista sea más que el ciego que adivina, se trata que el analista "tenga tetas" que vía su presencia se ofrezca como objeto. Es decir, la investidura libidinal que se pone en marcha por el amor y la pulsión, tendrán aquí su despliegue, claro está, y tanto el paciente como el analista tendrán que vérselas en esta "condición de amor", pero a decir verdad, las posibilidades que muestra esta "condición de amor" no son las mismas a lo largo del trabajo analítico en la medida en que la vertiente real de amor será finalmente la que tome su lugar en la paradoja que, a decir, el analista en su posición de semblante hace posible la emergencia de amor para la puesta en acto del Icc, será precisamente la caída de este amor puesto sobre la función del analista como semblante, lo que dé advenimiento a un descubrimiento nuevo, precisamente que ya no encierra más esa satisfacción sustitutiva intrínseca de la demanda, cabe decir, la función narcisista del deseo hasta ese momento atorado en la garganta del significante intragable. Es en este punto que Lacan menciona que: "(...) justo en ese punto de convergencia hacia el cual es empujado por la faz engañosa que encierra la transferencia, se produce un encuentro que es una paradoja -el descubrimiento del analista." (2)
Este encuentro de des-cubrimiento del analista cobrará sus efectos en el advenimiento de un sujeto atravesado por su ex/sistencia elidido (frustrado). Sustraído de sus propias reglas de operación lógica, un advenimiento situado en el despojamiento de lo que hasta ese momento se encontraba desconocido.
Objeto y transferencia
La cuestión transferencial conlleva si bien es cierto aun encuentro de "condición de amor" lo que circunscribe es precisamente vale decir-"un amor de tres", Otro, objeto y otro. La relación simbólica que se pueda establecer con la propia entrada al lenguaje con un deslizamiento de afecto de una re-presentación a otra, pero que sin duda tiene lugar en un de-conocimiento inconsciente, que cae "más tarde" precisamente para el paciente en ese de/s/conocimiento de sí, que permite el des-cubrimiento del analista y el advenimiento mismo del sujeto, es decir donde la contingencia hará emerger al objeto privilegiado que aporta por si misma la fragmentación del significante, deteniendo así este deslizamiento infinito. (3) se puede decir que el sujeto mismo se "reconoce" allí como detenido, "se toma fijado" es decir, objeto a y en la medida que el sujeto se reconoce e identifica con el fantasma fundamental el deseo mismo cobra consistencia como deseo del Otro, ese otro evanescente que por la misma situación nos deja a nosotros en una posición igual, permitiendo así hacer la función de salvar nuestra dignidad de sujeto no "anclado" al deslizamiento infinito del significante. Que es aquello a lo que llamamos un encuentro mismo con nuestro ex/sistir, es decir, nuestra dignidad, desde la prevalecía de la posición de nuestra singularidad, desde un discurso que no seria "ya más" del semblante, en todo caso un descubrimiento inédito del analista y el de-velamiento y desvanecimiento del Otro, lo que hace posible el desmontaje de la escena en la cual se sostenía la existencia del Otro y del objeto que colmaba el goce.
Transferencia y psicoterapia
Existe un problema serio con respecto a las denominadas psicoterapias y lo que voy a tratar es solo uno de estos y es en relación con lo que he tratado a lo largo de este texto, a decir, la función del analista en la clínica psicoanalítica.
La transferencia como he expuesto nos brinda la posibilidad de la apertura de lo Icc en la medida que el analista bajo esta cuestión de amor paga con palabras, con no pensar y no apoderarse de un discurso que solamente le pertenece al paciente, que no hace consistir al Otro y que como diría Lacan no se entrega a ese que demanda como aquel que lo colmará, no se coloca en la posición de "amo" en la medida en que el analista no "abusa" del lugar "supuesto saber" ofrecido por el paciente, precisamente para no hacer consistir al Otro que le colma el goce. Es de esta posición de la cual la psicoterapia se enaltece para el trata/miento y su practica, es esto lo que ofrece, a decir, el bienestar. Se trata de un discurso en el cual el saber cobra el eje central, en la medida en que el terapeuta tiene los medios para la satisfacción del paciente, un discurso que funciona como semblante ante lo que el paciente efectivamente no quiere saber, -lo inconsciente-. Es aquí una diferencia de muchas, quizás la más clara y la más tajante. En el caso del psicoanálisis el analista no se hace participe, puesto que, por un lado el analista "sabe" sobre los efectos de la transferencia en la medida misma que es sujeto de lo inconsciente y de los principios que lo rigen.
Por otro lado a diferencia de la psicoterapia el psicoanálisis no se hace cargo del sufrimiento del paciente ni mucho menos pretende curarlo lo cual no significa que el propio psicoanálisis no muestre efectos a partir de una rectificación subjetiva.
Notas
(1) Lacan, Jacques, El Seminario, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos Aires, Piados, 1987
(2) Ibidem. Pág.
(3) Lacan Jaques, El seminario, la transferencia. Buenos Aires, Argentina, Paidos, 2004.