Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Topología del sujeto anoréxico-bulímico
Mirta Goldstein

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1- LA BANALIZACIÓN DEL HAMBRE Y LA SACIEDAD

Hambre y saciedad constituyen los términos elementales de la necesidad entendida desde las exigencias biológicas y los reclamos sociales. Otra manera de contornearlos, ya no en el sentido de la satisfacción instintual y comunicacional, sino considerando a la necesidad como categoría lógica, supone abordarlos en su valor de metáfora.

Del resquebrajamiento del valor simbólico, contenedor de la pulsión, surgen la voracidad y el asco.

Al desprendernos de una concepción "naturalista" y ambientalista del hambre y la necesidad -las que implican la banalización de lo necesario-, nos alejamos de la economía del consumo indiscriminado -que intenta reestablecer dicha concepción- y nos acercamos a una perspectiva que introduce el revestimiento del deseo por sobre las necesidades denominadas "básicas".

Para Lacan la necesidad biológica se pierde en la trama que le teje la demanda para vehiculizar el deseo, por lo tanto, la banalización del deseo se corresponde con la banalización de la metáfora.

La cultura ha encontrado múltiples formas de banalizar su preciado don: la metaforización. Y ante tal banalización, el sujeto particular reacciona a la imposición de lo colectivo con la enfermedad y el padecimiento subjetivo. A la enfermedad de la cultura le es concomitante la enfermedad del sujeto, y viceversa, el síntoma del sujeto proviene de una denuncia de lo inconsciente ante la incomodidad del deseo.

Los trastornos sintomáticos anoréxico-bulímicos, por su repercusión en las sociedades desarrolladas, testimonian la banalización del hambre y la saciedad por el Otro epocal. Los discursos del consumo excesivo o de la ingesta restringida y los testimonios sobre los polos de abundancia y de miseria extremas que existen en diferentes regiones del mundo, provocan que el sujeto vuelva contra si mismo o contra el semejante, lo que todos ellos desmienten o forcluyen.

Se puede apreciar que hablo de trastornos sintomáticos y hasta agregaría de síntomas trastornantes. ¿Por qué?

Al síntoma lo entiendo en sentido psicoanalítico, y al trastorno como aquello que heredamos del discurso científico-médico. Por otra parte, es fácil apreciar en la clínica psicoanalítica la faz de trastorno y la faz sintomática de las bulimarexias; estas fases se presentan desdobladas temporalmente, alternadamente, con una complejidad que hace trastrabillar a la dirección de las curas.

La anorexia y la bulimia no distinguen sexos, edades, religiones, etc. Por ello surgió la denominación de "patologías de la época". Esta denominación dio lugar a debates entre quienes defienden el síntoma psicoanalítico y quienes priorizan el trastorno de la función alimentaria. Por mi parte, considero conveniente abarcar la complejidad de ambas categorías y, caso por caso, verificar si es posible lograr la implicación del sujeto de cuyo sufrimiento podemos decir, es anoréxico y/o bulímico.

Es resumen, desde un enfoque ambientalista y conductista, la cultura enfrenta al ser hablante con un punto de quiebre entre la satisfacción y la privación. En cambio el psicoanálisis se plantea la cuestión del deseo inconsciente que tropieza con un límite: la pulsión.

Los destinos de la pulsión: vuelta contra si mismo, transformación en lo contrario, represión y sublimación, no ahorran, en sí mismos, sufrimiento. Un modo de padecer la pulsión es el goce de la anorexia y la bulimia.

Mientras los trastornos hacen de frontera a la pulsión oral, ésta es a su vez límite con lo somático y la demanda del Otro. La pulsionalidad como motor del trabajo psíquico, resulta fácilmente trastornada por la invasión, desde el polo perceptivo, de la publicidad, la moda y la palabra que llega desde el Otro primordial. En el recorrido se produce la distorsión de la relación del ser hablante con su deseo y con el circuito de goce pulsional que recorta un Objeto Vacío o pérdida estructurante.

En su circuito hacia la satisfacción, la pulsión tropieza con su propia fuerza (drang). Así se teje una topología inter-tórica (infans y Otro) y una topología intra-tórica: la del sujeto. La distorsión que se produce en el toro del Otro primordial perturba la inscripción del lenguaje en el Toro del sujeto.

La índole de la saciedad anoréxica y su relación al objeto, puede verse mucho más claramente en los casos de las modelos muertas recientemente en varios lugares del mundo: ahí donde se ha saciado al ideal, el sujeto se desploma; la pulsión oral ha recortado un objeto sustantivamente pleno de "nada" para saciar la demanda materna de un ideal inconmensurable.

En la bulimia, la pulsión se afana en recortar el hambre, de circunscribirlo, de sentirlo; la bulímica vomita para vaciar la saciedad, para cavar la falta en la plenitud de un hambre imposible.

El hambre de la necesidad perdida en las vueltas de la demanda que encamina al deseo, queda como tal imposible aún para los desnutridos que sueñan con comer "algo" pues este algo deja de ser "nada".

Las "fases" anoréxica y bulímica de un mismo trastorno sintomático, pueden recibir una lectura novedosa: corresponder a la alternancia entre "comer nada" y/o "comer todo". En esta alternancia el sujeto es devorado, expulsado, anonadado.

Nada y todo, son significantes que funcionan en la dimensión de una escasa metaforización. Metáfora Paterna, denominó Lacan, a la metáfora de la constitución de un sujeto por la significación del Falo.

Freud señala dos eclosiones temporales diferentes: las bulimarexias infantiles y la puberales; ambas alcanzan diferente estatuto respecto del síntoma. Las primeras quedan más del lado de las neurosis narcisistas -anorexia infantil del Hombre de los Lobos- y para las segundas Freud articula objeto, pulsión y fantasma.

Si bien los trastornos alimentarios son frecuentes en la adolescencia y juventud, una vez desencadenados comprometen el bienestar del adulto, pues la fijación al objeto-goce es reacia a disolverse.

Cuando las bulimarexias se presentan a la consulta analítica, cabe preguntarse por la implicación del sujeto y por aquello que pulsa en repetirse y/o actualizarse como novedoso, y por aquello que insiste en no cesar de no inscribirse y que, si se inscribe, lo hace trastornando el retorno de lo reprimido.

Lacan sitúa que el objeto del anoréxico es "nada", la nada es aquello que come y lo devora, pues se ubica como objeto en los peldaños más próximos a Das Ding. ¿En el caso del bulímico, podemos afirmar que su objeto es "lo todo"? Lo es en tanto se lo ingiere elidiendo la parcialidad, la castración y lo no-todo -posición que Lacan atribuye a lo femenino-.

Gérard Pommier 1 dice: "Se puede decir que hay dos tipos de anorexia, una global para todos los alimentos y otra sintomática. La primera concierne a cualquier objeto pulsional de la demanda de la madre; y la segunda se relaciona con al cuestión del padre". Es decir, distingue la anorexia infantil que prescinde del alimento en general, y la anorexia de la pubertad que restringe los alimentos según los significantes del Nombre del Padre.

La relación a los tiempos del Edipo es relevante: por un lado la anorexia infantil es despertada por la angustia de castración en la madre, mientras que la anorexia puberal daría cuenta de la castración-prohibición por el padre del lado del sujeto. Con lo cual inferimos que la anorexia en los adultos convoca la repetición del trauma de ambas angustias. La dirección de la cura oscilará entre la entrada simbólica de la demanda materna, y el atravesamiento del fantasma, del lado paterno.

De relevante importancia clínica resulta la distinción entre las anorexias neuróticas y narcisistas (melancolías y psicosis), sobre todo a la hora de diferenciar síntoma, trastorno y suplencia.

El síntoma anuda la estructura RSI, en cambio la anorexia da cuenta de un desgarro suplido fallidamente. Con lo cual enfrentamos la dificultad de deshacer la estabilidad y fijeza que presentan los trastornos bulimaréxicos supletorios de desenlaces narcísicos mayores, de aquellos síntomas de anorexia y/o bulimia que, en las neurosis transferenciales, anticipan la formación sintomática dándole ligamen, precario, a la angustia.

Los trastornos anoréxicos y bulímicos se transforman en síntomas si se logra identificar, en primer término, los motivos del desencadenamiento de la alternancia recurrente entre ambas fases, o de la aparición de una sola de las mismas representando al sujeto. Sólo mediante esta maniobra, que incluye en algunos casos el atravesamiento de un tiempo de pánico -tal como hoy se habla de ataque de pánico-, o despersonalización y hasta depresión, se puede deshacer la instalación del trastorno en las neurosis y la formación, bajo transferencia, del síntoma.

Detectar los motivos por los cuales se ha fijado una única fase o se pasa por ambas, implica operar un corte en el denominado "trastorno", corte que incide en la formación del síntoma y en el retornamiento del toro imaginario que reanuda RSI; esta operación de retornamiento supone la aplicabilidad topológica del toro en la lógica borromea.

En síntesis, la operación analítica se encuentra directamente afectada por la posibilidad o no de transformar el trastorno en síntoma para el sujeto y de establecerse la transferencia simbólica.

Los trastornos de la alimentación se conforman o no en síntomas si es eficaz la operación de corte del toro imaginario y su retornamiento. El corte a ser contado como primero en la dirección de la cura, dará inicio a destinos pulsionales anudados en transferencia hasta un nuevo enlace de la pulsionalidad que de cuenta del recorrido por los Nombres del Padre.

La instalación de la transferencia simbólica, entonces, ya implica un "corte" que prestará la suplencia al Nombre del Padre necesaria hasta que el retornamiento se anude y permita identificar la inscripción del agujero en el registro Imaginario o inscripción del cuerpo erógeno.

2 - TOPOLOGÍA DE LA ANOREXIA-BULIMIA

La idea de una topología del error imaginario del nudo anoréxico-bulímico, es sucedánea de la topología RSI por lo cual habrá que remitirse al Nudo RSI en tanto nudo de tres toros, o sea, nudo de objetos topológicos heterogéneos 2. "El toro es la razón, ya que permite el nudo", aseveró Lacan durante el dictado del seminario Aun.

A partir de un primer corte sobre el toro imaginario desde el cual se comience a contar el retornamiento, y una lógica sobre la repetición imaginaria del trastorno, el atravesamiento del cuerpo por el simbólico se ejecutará desde lo real de la transferencia. Esto supone diferenciar entre repetición real, imaginaria y simbólica, por un lado, y la función del corte, por otro.

Corte y repetición se corresponden clínicamente, con los conceptos de inconsciente y transferencia.

La lógica borronea fue introducida por Lacan para dar cuenta de las tres dicho-mansiones lo Real, lo Imaginario y lo Simbólico, en las tres estructuras clínicas: neurosis, perversión y psicosis.

Las anorexias y bulimias pueden aparecer en cualquiera de las tres estructuras, si bien nos ocupamos, por ahora, de las neurosis histero-obsesivas.

La histeria de hoy se presenta más del lado de la bella indiferencia que de la conversión, más del lado del trastorno que de la repugnancia o el asco. Hoy hallamos una caracteropatía de la bella indiferencia que demanda nuevos modos de manifestación del deseo insatisfecho y del postergado.

En su conferencia La tercera, Lacan aseveró que síntoma es lo que viene de lo Real y que el análisis consiste en hacerlo reventar, no por el sentido sino por el equívoco. Luego hasta que no se instala el síntoma para el sujeto, no se aplicaría el equivoco como acto del analista, más bien la dirección de la cura esperará la reiteración del error de la estructura, el cual aparecerá en lo real como compulsión a la impulsión anoréxica.

La operación analítica implica, en estos casos, el retornamiento del trastorno para acceder a eso que para Lacan de lo Real se inmiscuye de modo intrusivo en lo simbólico: el síntoma, luego implica cortar el falso enlace del trastorno para que lo Real aparezca como vacío en lo Imaginario del cuerpo. Esta operación de retornamiento supone un corte en lo imaginario para que se invagine lo Real en esa dimensión. El trastorno imaginario del objeto a, debe ser cortado para que se inscriba el Cuerpo como agujero que hace consistir como Toro a la dimensión imaginaria.

Para el psicoanálisis el cuerpo es un túnel, es tórico.

El Toro es una superficie topológica (sin borde) bilátera, es decir, que tiene dos caras. Lacan utiliza en principio este objeto para hablar de la relación entre demanda y deseo, es decir de la insistencia de la demanda y la pulsión cuya temporalidad o historia de repeticiones significantes, describe una vuelta contada como plus y nominada: deseo.

Al no haber correspondencia ni superposición absolutas entre demanda y deseo, los Toros del sujeto y el Otro primordial se enlazan al invertirse, lo cual supone agujero de calce entre ellos y agujeros en ellos; la inversión une y separa la demanda materna del deseo del niño y viceversa, pues al inscribir significantes el cuerpo se vuelve "erógeno".

La separación del objeto "a" pecho, efectúan al sujeto de la pulsión oral en el campo de la Identificación Primordial. Pero el cuerpo se abre como un túnel, dice Lacan, con el desprendimiento del "objeto" anal regalado a la madre. El objeto anal ya no es "amboceptor" como el oral, sino es retención-expulsión del sujeto.

La inversión primaria, que se opone a la forclusión del lenguaje opera haciendo del cuerpo una superficie apta para que los significantes (del Otro) se inscriban; en esa inscripción algo faltará y se inscribirá como agujero permitiendo (en el Otro y en el Sujeto) la inversión.

Dado que el Toro constituye el basamento de la incorporación del lenguaje, Lacan articula dos Toros para mostrar el nacimiento no biológico del sujeto en el campo del Otro.

¿Qué se invierte? Lo que es deseo en el Otro pasa a ser demanda en el sujeto cuya superficie corporal queda atravesada por una pérdida -el objeto a-; así el cuerpo se convierte en túnel (como el tubo digestivo) con un agujero interior. Este es el fundamento conceptual de las zonas erógenas.

La analidad pone en juego el vaciado en el cuerpo, cada vez que el objeto a la vez construido por el cuerpo es expulsado hacia fuera de él y entregado.

La desaparición de La Cosa sería efecto de la represión originaria en cambio la analidad pone en juego el vaciamiento del cuerpo, transforma la Cosa perdida en objeto a la vez construido por el cuerpo y entregado desde el cuerpo, dando consistencia simbólica a la inversión de los toros.

Siendo el nudo borromeo el enlace de tres toros, éstos se atraviesan por función del vacío escrito como agujero.

Recordemos que el síntoma expresa que se goza con algo, por esta razón es que el trastorno repudia lo que el síntoma condensa. Cuando en el lugar de la metáfora sintomática aparecen añicos del cuerpo no metaforizados, se obstaculiza la transferencia de significantes.

Los pedazos de desprendimiento del cuerpo: pecho, heces, mirada y voz, inscriptos bajo la rubrica del objeto perdido y del falo simbólico, están en la causa de la repetición, repetición que actualiza significantes, pulsiones o fantasmas, según la modalidad del deseo del sujeto y el momento de la dirección de una cura.

El fantasma es un montaje sobre el montaje de la pulsión que articula la temporalidad de la castración del falo imaginario en la madre con el deseo edípico; lo hace según el dictamen de la lógica oral o anal, ya que las pulsiones escópica e invocante constituyen el marco del fantasma.

A esto quisiera agregar que distingo, leyendo a Freud, un primer tiempo del fantasma fundamental: pegar a un niño, o fantasma primero en Freud, y un segundo tiempo lógico del fantasma, el denominado fundamental por Lacan, eminentemente singular en la salida del Edipo. Es decir que a los tiempos de la pulsión y del Edipo, agregamos ahora la articulación con dos tiempos del fantasma: el fundamental para Freud y el fundamental para Lacan. Esta lectura permite diferenciar y articular la fantasmática descripta por ambos autores.

Obviamente que el denominado "atravesamiento del fantasma" hacia el final del análisis, deberá abarcar esta duplicidad de la temporalidad subjetiva del fantasma: atravesar las dificultades del goce retenido en "pegan a un niño" y el fantasma que se inscribe hacia la saluda de la angustia de castración.

Para Freud el complejo de castración regula la entrada y salida del Edipo según el sexo. En la neurosis obsesiva de un sujeto femenino, por ejemplo, hay menor incidencia del síntoma y se articula con mayor facilidad la regresión pulsional y la concomitante compulsión a la repetición bajo la modalidad de trastornos alimentarios, de ello resulta que estos sean más frecuentes en mujeres retentivas y en varones con fuertes componentes pasivos.

La compulsión oral no sólo lleva al comer desmedidamente sino al rehusamiento a ingerir palabras. El circuito temporal que describe la oralidad sirve a los efectos de delimitar un adentro y un afuera aun precarios, pues estará a cargo de la pulsión anal separar un objeto desde el interior del cuerpo hacia un exterior construido por ese mismo objeto "heces". Las heces y la voz, en tanto objetos pulsionantes, se rigen por la lógica de la retención-expulsión mientras la pulsión oral y escópica se distinguen por la sustracción de la positividad o negatividad: no comer o asco al pecho materno y ver la existencia imaginaria de pene en la madre o ver la no inexistencia del mismo, por lo cual estas dos ultimas pulsiones eliden mejor la castración materna.

El vacío dejado en la madre por la castración imaginaria del falo, se calma con la comida o con la no comida, pues el vacío presentifica también al falo imaginario ausente, lo cual justifica la alternancia entre la anorexia y la bulimia por la indiferenciación entre las pulsiones oral y anal, apilamiento que da lugar a una oralidad anal, oralidad sin asco, bulimia, y una oralidad preñada por el asco: anorexia cercana a la histeria o a la psicosis. Este apilamiento reemplaza la sustitución entre las pulsiones y sus fines y dificulta la formación del síntoma neurótico propiamente dicho. Mientras en el síntoma las pulsiones se sustituyen, en las bulimarexias quedan indiferenciadas. Luego distinguimos entre la sustitución entre las pulsiones y el apilamiento por continuidad que las indiferencia. Este concepto de apilamiento pulsional3 se debe a un cortocircuito en la deriva pulsional que fija la pulsión a un objeto narcisista y a una identificación total con dicho objeto. A este objeto se lo ha incorporado totalmente sin desecho.

Es frecuente encontrar en las obsesiones femeninas trastornos alimentarios. La neurosis obsesiva femenina salva el traumatismo del amor al padre y el deseo edípico a él, mediante el esfuerzo de hacer lo que le complacería al padre imaginario en lugar del reconocimiento del deseo de un hijo de éste, es decir, regresa de la elección de objeto a la identificación naracisista.

La identificación al vacío en el cuerpo materno -o la incorporación del vacío vía la identificación al deseo en la madre, coincide con la facilización erotizante del propio cuerpo y supone una salida conducente a la contingente formación de síntomas, lapsus, actos fallidos, sueños.

Si bien hay acuerdo generalizado que en la histeria hay una prevalencia de la pulsión oral y en la neurosis obsesiva de la anal, esto supone la estabilidad funcional del fantasma en la histeria femenina y en la obsesión masculina, pero no es así en la histeria masculina y en la neurosis obsesiva femenina, las cuales presentan otras dificultades transferenciales.

La anorexia y la bulimia resultan de la fijación a la demanda de amor materna con lo cual cualquier tropiezo con la castración y la sexualidad hace regresar, al sujeto de sexo simbólico femenino , de la posibilidad sustitutoria entre las pulsiones, al apilamiento oral-anal por la inoperancia metafórica del Nombre del Padre en un tiempo lógicamente anterior a la metáfora paterna. Se trata de colmar la deuda a la madre, por el vacío de la castración que representa el falo imaginario perdido y su consecuente erotización del cuerpo.

Lo que más llama la atención es que el circuito de la comida se relanza infinitamente para apaciguar el encuentro entre dos angustia y dos erotizaciones: la materna y la del sujeto. Por otra parte, la regresión a la identificación con el objeto primordial, no puede ser otra que a ese momento subjetivo en que la castración fue rechazada en términos de desprendimiento fálico del objeto pulsional.

Por eso se puede hablar de dos bulimias y dos anorexias: la infantil que pone en juego la angustia de castración en la madre, y la puberal-adulta, que pone en juego la castración por el padre que prohíbe. Los primeros tiempos, antes descriptos, son previos a la prohibición paterna que refuerza la ley de la palabra transmitida por la madre simbólica, y dejan la marca de una falla de la marca.

En la bulimarexia puberal y adulta se rechaza directamente el erotismo y ante la demanda erótica se regresa a la deuda materna y a un apetito desexualizado o al asco desexualizado. Luego cada mini ruptura con el espacio maternal o con la perdida del objeto de amor heterosexual que representa a la madre, se desencadenan el recrudecimiento de la bulimia y/o la anorexia en tanto aquello que trastorna lo reprimido . Oferto a la consideración teórico-clínica esta nueva lectura del denominado "trastorno alimentario" .

Entre la falicizacion y desfalicización materna se teje el fantasma de pegan a un niño u otro yo, fantasma, por lo menos en Freud, de carácter primario. Entonces diferenciamos: fantasmas originarios, fantasmas primarios y fantasmas secundarios.

El golpe del fantasma de pegan a un niño no deja al sujeto caer en la cuenta de la satisfacción-insatisfacción masturbatoria; el apilamiento pulsional es índice que el sujeto desmiente la castración materna que conlleva el desprendimiento del objeto en tanto perdido. Esta falla en la desfalización o de vaciamiento del cuerpo materno y del sujeto, no da ha lugar para la ecuación simbólica, uno de los modos en que Freud nomina la posibilidad de sustitución del objeto. Heces no regaladas a la madre, no desprendidas aun del propio cuerpo, permite suponer que la entrega que vaciaría al cuerpo para la fecundación de un falo-niño no se produce. Retención que reúne, por ejemplo en un futuro neurótico obsesivo, tiempo, muerte y analidad.

El sujeto golpeado por la escena primitiva (traumatismo que lo deja identificado en inclusión excluida entre los dos términos: madre sufriente o padre violento, y madre violenta o padre sufriente), apila gusto y cantidad. Pulsión oral y anal apiladas en el fantasma de un niño es, siendo pegado.

"Ser pegado" por el gusto puede llevar al gusto de ser pegado; también ser pegado por la cantidad que anula o desgasta el deseo, conduce al rechazo hasta de lo mínimo, como en las anorexias.

Debido al traumatismo del pasaje de la castración materna a la prohibición paterna, en lugar de represión hay desistimiento, mecanismo que Freud analiza en la joven homosexual. Para Freud 4 "el factor energético paraliza la operación del principio del placer."

La violencia es propia del fantasma de pegan a un sujeto-niño que -a través del desistimiento- ata al traumatismo de la demanda de amor a la madre. Como el desistimiento no es resultado de la represión, según Freud, queda dificultada la formación de síntomas y facilitado el apilamiento oral-anal. Por el desistimiento se llega a la identificación con el objeto traumatizante, o padre de la horda primitiva, dice Freud, padre erotizado por su seducción y por su "mano fuerte".

El desistimiento anula el sufrimiento; su resultado no es la castración, sino el reforzamiento del objeto de la demanda amor y de un goce autoerótico que no le abre al sujeto las puertas de la heterosexualidad o de la paternidad.

El apilamiento oral-anal y el desistimiento alejan de la posibilidad de recrear una escena sexual que decante la el ección simbólica de sexo, por eso esta salida edípica desmiente la diferencia sexual y generacional.

Si la repetición es la búsqueda de una diferencia, entonces ya no es un goce autoerótico sino la posibilidad de que el cuerpo se vacíe para dar lugar a alojar otra cosa, pasaje de "soy mi madre y mi padre" en la escena primitiva, a la deuda simbólica de separarse del objeto incestuoso.

La anorexia y la bulimia dejan aparecer una oralidad en el baño o un baño en la heladera; el sujeto no puede salir de un circuito cerrado por la demanda materna que aprisiona vía la sujeción del cuerpo al apilamiento pulsional que clausura la erogeneidad. A esta clausura se debe la dificultad de erotización en transferencia.

Al levantarse los diques pulsionales: vergüenza, asco, pudor y compasión hacia si mismo y al otro, queda liberada la manifestación de la violencia en las palabras, las acciones y las miradas, la compulsión a tragar o vomitar y el esconder el desecho para reencontrarlo putrefacto, etc.

Forma residual del reencuentro con el objeto éxtimo en la identificación con éste en su faz más melancolizante.

Florencia, 15 años, habla en pasado de lo que padece en presente. Al hablar en pasado intercepta la percepción de sus 29 kg. Si el Otro no puede perderla, ella se aferra a su propia pérdida como salvación subjetiva. Desmiente su anorexia actual, que no es más que eso que ha sido y sigue siendo sin saberlo y que no cesa de insistir en no inscribirse; para ella lo que insiste es la venganza inconsciente vuelta contra sí misma, por la identificación especular con una madre -kakon- resto feo y sucio del fantasma obsesivo paterno. Su padre no pierde a su objeto: lo desangra y succiona en un deleite cuasi perverso. Florencia se ha dejado succionar por el odio inconsciente a ese lugar de resto fluidificable.

Notas

1 Pommier, G.: Transferencia y estructuras clínicas, Ediciones Kliné, Argentina, 1999, p. 77

2 He desarrollado la topología del Toro en el libro CD ROM: Escrituras y topología en clínica psicoanalítica, Buenos Aires, 2003 y 2004.

3 Pommier desarrolla este concepto en el libro antes citado.

4 Freud, S.: Conferencia Numero 32, Op. cit. pag. 87. Tomo XXIII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980.

BIBLIOGRAFÍA GENERAL

Freud, S.: Conferencia Numero 32, Op. cit. pag. 87. Tomo XXIII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980.

Goldstein, Mirta: Escrituras y topología en clínica psicoanalítica, Buenos Aires, 2003 y 2004.

Lacan, Jacques: Seminarios: Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis, Aún, Le Sinthome, RSI.

- La tercera conferencia de Roma. Intervenciones y textos II: Manantial Argentina.

Pommier, G.: Transferencia y estructuras clínicas, Ediciones Kliné, Argentina, 1999, p. 77

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 24 - Diciembre 2007
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