Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Ave Verum Corpus 1
Letra y cuerpo en la poesía femenina

(Presentación de la Antología: Rosa Palpitante.
Sexualidad y erotismo en la escritura de poetas guatemaltecas nacidas en el siglo XX)
Carlos Seijas

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"et Verbum caro factum est
et habitavit in nobis et vidimus gloriam eius gloriam
quasi unigeniti a Patre plenum gratiae et veritatis
" 2
Ioannes 1:14
Biblia Sacra Vulgata

El cuerpo, el mayor ausente, se le mide, se le pesa, se le corta y cose, nos habla de todos, de todos los tiempos, tal como decía Freud: La filogenia recapitula la ontogenia. Nuestro cuerpo, el de cada uno, es el resultado de la lucha, de la búsqueda de llegar a ser-humano, ser-humano perfectible. El cuerpo es el gran ausente del lenguaje, pues han sido pocos los momentos que se le ha significado, o nombrado, es hasta el siglo XX con un encuentro-desencuentro, que el cuerpo comienza a ser hablado, escrito, atravesado por un discurso, el de una mujer… aquella mujer a la que el psicoanálisis debe su ec-sistencia. El Psicoanálisis nace de un encuentro, del encuentro con lo femenino: El de un médico vienés con la histeria femenina. De ahí que el psicoanálisis se lo debe todo a la mujer. De este encuentro-desencuentro tanto el psicoanálisis como la mujer, encontraran su letra, su cuerpo, se inscribieron el uno al otro y, desde entonces ambos buscan la cura por la palabra: La palabra del cuerpo.

En este breve ensayo, abordaré la cuestión de la literatura femenina, una literatura inscripta en la poesía, poiesis femenina, hermosa conjunción, pues ¿no bastará una sola para hablar de acto creativo? Pues si la poiesis es la creación misma, el acto de crear y la mujer es creación hecha carne, una debe contener a la otra, la cuestión es cuál. La cuestión, es agradecer a Juan Fernando Cifuentes la invitación a presentar la antología que junto con Aida Toledo busca, más que rescatar, darle el lugar que amerita un espacio como lo es el de la mujer que tiene voz, que construye en su letra su cuerpo hecho letra en sus versos. Agradezco pues, este espacio para hablar de una antología necesaria, que nos habla de la sexualidad y erotismo en la escritura de poetas guatemaltecas nacidas en el siglo XX, a la cual la han nombrado con una línea del sugestivo poema de Alaide Foppa "El Sexo":

Oculta rosa palpitante
en el oscuro surco
pozo de estremecida alegría
que incida en un instante
en el turbio curso de mi vida
secreto siempre inviolado
fecunda herida.

Hablemos pues, de esa Rosa Palpitante, que es la rosa mística de cinco pétalos, metáfora de lo absoluto, del Dios hecho todo: La Mujer.
Antes de continuar, deseo reconocer a quien me antecedió en este espacio en la presentación del primer volumen de esta saga erótica, a mi partenaire en la letra, Karina Ortiz, quien con su texto, "El Diálogo de los Cuerpos: La sexualidad en la literatura guatemalteca (narrativa escrita por varones)", abordó el monotonismo de la sexualidad y erotismo masculino, a ella quien con su letra nos regaló un interesante, y hermoso texto y nos compartió un análisis profundo de ese Panem nostrum cotidiánum: para el hombre el erotismo ser reduce a sexo. Ella quien enfrentó a cuatro hombres... bueno, más bien, tres intelectuales y un, en boca de Mario Roberto Morales, "Joven y lustrado", quien portavoz del discurso machista arremetió contra un texto al que sólo quien tenga entendimiento, puede enriquecerse de una letra cargada de poiesis, la de una mujer que escribe, que escribe sobre nosotros, los burdos hombres: Gracias amiga por tu entrega.

Comienzo con Lacan:

"Yo sostengo y sostendré, sin ambigüedad —y creo estar en la línea de Freud haciéndolo— que las creaciones poéticas engendran más de lo que reflejan de las creaciones psicológicas."

Y sigo:

Todo fenómeno analítico, todo fenómeno que participa del campo analítico, del descubrimiento analítico, de aquello con que tenemos que vérnosla en el síntoma y en la neurosis, está estructurado como un lenguaje.

¿Qué encriptan estas dos citas? Para descubrirlo permítanme contarles una historia bastante conocida en el psicoanálisis, la de dos hombres y una mujer. Joseph Breuer - iniciador junto con Freud de la que luego éste fundara como terapia psicoanalítica - y Anna O. formaron una pareja muy particular. Breuer tiene el privilegio y la disposición de escuchar la palabra sufriente de Anna y ella tiene el acierto de bautizar a esa naciente terapia como "Talking cure"- curar con palabras o "Chimney sweeping"- limpieza de chimenea.

Bertha Pappenheim - disfrazada en uno de los historiales de los Estudios sobre la histeria como Anna O. - nació en Viena en 1859, en el seno de una vieja y respetable familia judía ortodoxa. Desde pequeña y hasta los dieciséis años, concurrió a una escuela de monjas. Era común para las niñas de familias pudientes ese tipo de educación y, como no había escuelas para las mujeres judías, la única alternativa era una católica. Allí Bertha aprendió italiano y francés y perfeccionó su inglés, la lengua que más tarde utilizaría para comunicarse con Breuer. Es que nadie tenía que entenderla, sólo él.

Acerca de su juventud casi nada se sabe. Pero sí de la de Anna O., a través del historial. Aquí, un varón escribe sobre una mujer. El encuentro termina en desencuentro y la ilusión en desengaño. Pero cuando Anna O. volvió a ser Bertha Pappenheim y hasta el fin de sus días, desarrolló y concretó aquellas inquietudes e ideales que, aunque en Anna ya se perfilaban, al estar cautivos habían provocado la enfermedad. Liberar de la opresión a la mujer y al judío de la marginación, fueron su norte. Para ello se valió del feminismo como ideología política, de la asistencia social como profesión y de la escritura en tanto recurso de expresión de sus ideas. Transformando sus síntomas en palabras, Bertha empezó a escribir. Pero es menester hacer una alusión, en este punto, a que Bertha además de escribir, también teje y borda, con esa particular textura que tienen el tejido y la escritura de mujer. Era famosa su afición por los encajes. Dedicaba todo el tiempo que podía a bordarlos. Es habitual, como dice Tamara Kamenszain, comparar al texto escrito con un tejido, a la construcción de un relato con una costura, al modo de adjetivar un poema con la acción de bordar.
Bertha también comparaba sus encajes con la vida misma:

"Estas maravillosas variedades de formas, cuyo único elemento es un cordón de hilo recto y fino. Si yo no fuera una enemiga de las comparaciones poéticas y si todas mis metáforas no fueran defectuosas, estaría tentada a decir que, de un material tan fino y genuino, nuestra vida podría también producir un entretejido entrelazando trazos justos y rectos, ya sea simples o complicados. Yo anhelo llevar ese tipo de vida y odio los dedos vulgares que destruyen los modelos hermosamente estructurados y quiebran y alteran sus hilos"

El Psicoanálisis abre sus ojos, despierta, al escuchar la palabra sufriente de una mujer. Joseph Breuer, es requerido para atender a esta joven de 21 años, que, entre otros síntomas, tiene una grave perturbación funcional del lenguaje. Al principio, le faltaban algunas palabras. Luego, su lenguaje perdió toda gramática, toda sintaxis, la conjugación íntegra del verbo; por último, lo construía todo mal. En un desarrollo ulterior, le faltaron casi por completo las palabras, a las que rebuscaba trabajosamente entre las cinco lenguas que dominaba. En consecuencia, apenas si se le entendía. En sus intentos de escribir, al principio, porque luego una contractura se lo impidió por completo, lo hacía en ese mismo particular dialecto. Breuer fue llamado a la consulta cuando Anna entró en un absoluto mutismo. Al recuperar el habla, primero lo hizo en inglés. Fue en este idioma que bautizó a la terapia usada por Breuer como "Talking cure" o "Chimney sweeping". Luego, se entremezclaron el francés y el italiano en esa personal Babel. Al cabo de un tiempo de tratamiento, Anna volvió a hablar y a escribir con toda la riqueza de la que era capaz. Recuperó sus dotes de traductora y poeta y, años después, se transformó en una activa feminista. Resulta paradojal el hecho de que Anna, con su síntoma, hablara. Sólo hacía falta quien pudiera escucharla, descifrando el mensaje que transmitía a través de los trastornos de su lenguaje. Breuer no entendió demasiado y hasta se asustó de los intensos sentimientos que Anna desplegó sobre él 3. Pero si su labor resultó terapéutica fue porque, atentamente, escuchó y valoró a su paciente, a la que describía como una "muchacha de desbordante vitalidad espiritual", poseedora de "ricas dotes poéticas y de una frondosa fantasía". Los síntomas de Anna aparecieron cuando empezó a hacerse cargo del cuidado de su padre enfermo, debiendo abandonar, por lo tanto, todo lo que significaban para ella sus propios intereses. Ser enfermera de su padre representaba, como diría Virgina Woolf, perder su "cuarto propio". Por eso quedó afectada precisamente la función que más valoraba de sí, el lenguaje. Con su mutismo expresaba lo mismo que Charlotte Bronté a través de uno de sus personajes de Cumbres Borrascosas "No puedo vivir sin mi vida. No puedo vivir sin mi alma".

Si he tomado a la encantadora y singular personalidad de Bertha Papenheim es porque representa a muchas mujeres de su época, las calificadas de histéricas. Pero en ella también se pueden encarnar mujeres de nuestros propios tiempos, ya que ciertas problemáticas son comunes y recurrentes.

Barbara Deming observa que uno de los temas constantes de las novelistas y poetas mujeres es el del yo, "un yo que se ha perdido o que está en peligro de perderse". Nombra, en este contexto, a Emily Dickinson, de la que cita este poema:

"Nuestro yo detrás de nosotros mismos
Nos espantaría más
que un asesino oculto
en nuestra casa
".

El propio yo es demasiado valioso como para dejarlo expuesto si hay temor a algún ataque. Las mujeres, tienen muchos recursos para esconderlo. Los más desesperados son la histeria y la locura. Pero hay formas sutiles y efectivas de dejar en libertad al propio yo. Una de ellas es la poesía. Alejandra Pizarnik 4 escribe:

"Nadie me conoce yo hablo la noche
nadie me conoce yo hablo mi cuerpo
nadie me conoce yo hablo la lluvia
nadie me conoce yo hablo los muertos
"

La sombra y el espejo, símbolos recurrentes en los textos de escritores y poetas, significan, entre otras cosas, la posibilidad que tiene el yo de encontrarse o de perderse de sí. La mujer, que tan habitualmente ocupa un lugar de espejo para el otro, por esta razón corre el riesgo de perder su propia imagen 5. Tal vez sea por eso que se contempla tanto en el espejo, para buscarse.

Otros temas intrincados con el del espejo son el silencio y la palabra, que tan bien se expresaban en el mutismo y el habla de Anna, la paciente de Breuer. Dice Rosario Corazón:

Sonlas tres de la madrugada
quiero dormir y descansar
mas no puedo
Mi lecho, mi ser mi cuerpo
reclaman tu presencia.
Quedo a la espera
de alguien que no llega
deshojando mi lujuria
envuelta en la sabana fría de la soledad.
Mi cuerpo sediento cual desierto
espera inflexible, la primavera
el invertno.

Si la paciente de Breuer enmudecía, si las histéricas de Freud se ahogan, tienen tos o no pueden cantar, si la poeta transgrede el silencio, es porque todas estas mujeres denuncian que han estado forzadas a sobrevivir en civilizaciones patriarcales, misóginas, en las que muy tardíamente pudieron adueñarse de la palabra. Una de esas mujeres fue Sor Juana Inés de la Cruz, acusada por el obispo de Puebla de actos de profanación, por dedicarse a actividades que no le correspondían: escribir versos. Su famosa respuesta a Sor Filotea puede considerarse el primer tratado feminista escrito por una mujer latinoamericana. Según Josefina Ludmer 6, el texto de Sor Juana es un producto de las tretas del débil, un relato de las prácticas de resistencia frente al poder.

La histérica de Freud, a su modo, también se opone a la colonización de su yo, pero utilizando su cuerpo como vehículo a través del cual simboliza los conflictos. Con su frigidez se resiste a ser usada como objeto sexual, con su parálisis dice que prefiere no transitar un camino que no sea el de su propia vida.

La feminista francesa Hélène Cixous recomienda que las mujeres escriban sobre su cuerpo, ya que al hacerlo podrán liberar su inconsciente, silenciado durante tanto tiempo. Yo agregaría que si la mujer se apropiara de su cuerpo, por ejemplo, escribiendo sobre él, dejaría de padecer por las ancestrales conversiones histéricas y por las modernas anorexias y bulimias. Pero ¿escriben las poetas sobre sus propios cuerpos o sobre el de las otras mujeres? ¿es este un tema recurrente en la poesía femenina?

Tiernamente, en su poema "Mis Senos", Alaíde Foppa habla de su cuerpo:

Son dos plácidas colinas
que apenas mece mi aliento
son dos frutos delicados
de pálidas venaduras
fueron dos copas llenas
próvidas y nutricias
en la plena estación
y siguen alimentando
dos flores en botón.

Hasta Melanie Klein, ningún psicoanalista había advertido que el cuerpo y la sexualidad femeninos tenían su propia especificidad, y que la mujer, desde muy pequeña, posee clara conciencia de su interior creativo. Según la mirada de Freud, la niña sufría por su complejo de castración, envidiando, hasta la llegada de un hijo, al pene. Fue una poeta, Tamara Kamenszain 7, quien me hizo advertir que Melanie Klein también "escribió el pecho materno, lo dejó perderse en la imagen literaria para así recuperarlo como objeto teórico".

Ana María Rodas también se apropia del cuerpo de mujer cuando dice:

Tengo una piel que emite señales de luciérnaga
en tiempos de apareo
un cerebro que imagina abrazos
una cama dispuesta
un automóvil que ronronea de gusto al conducirlo
En una calle equis de esta ciudad amada
un hombre desconocido podría tranquilizar mis pechos.

Me parece necesario hablar de otra mujer, que tuvo una relación con el psicoanálisis, Lou (Louise) Andreas Salomé (1861-1937) que, siendo ya madura, se interesó por acceder al mundo de la recién nacida ciencia psicoanalítica. No siempre es reconocida como teniendo una voz propia. Tal vez por eso, es difícil que en nuestros tiempos se la deje hablar. Quiero decir, no se leen sus textos, no se la cita. Es frecuente que se la mencione como una mujer muy bella, que tuvo relaciones amorosas con varones brillantes. Nietzsche (1844-1900), Paul Ree (1849-1901) y Rilke (1875-1926) y, desde un lugar diferente, con Sigmund Freud. Cuando él la conoció - ella era apenas cinco años menor que Freud - él no sólo quedó deslumbrado sino que la amó con ternura.8 Es que Lou y Sigmund se parecían. Y en esto hago mías las palabras de Roudinesco: ambos tenían "el mismo orgullo, la misma belleza, la misma desmesura, la misma energía, el mismo coraje, la misma manera de amar y poseer febrilmente los objetos de elección". Aunque se diferenciaban en que él había optado por la abstinencia sexual y ella por satisfacer sus deseos, los unía una similar misma pasión por el conocer. Lou Andreas Salomé siempre eligió varones como sus pares. No se ponía "por debajo de". Llevaba a la práctica, aunque sin confesarlo, la ideología feminista. Quedarán para otra oportunidad psicoanalistas de la talla de Julia Kristeva 9 y Maud Mannoni10.

Las histéricas fueron para Freud el pan de cada día mientras que las que Lacan consideraba paranoicas fueron su puerta de entrada al mundo del psicoanálisis. Como estoy de buen humor, he preferido no elegir a los misóginos. Más aún, ni siquiera deseo darles el espacio de nombrarlos. Menciono solamente a dos varones que fueron parejas de Lou. Nietszche, que le puso música a un poema de ella bautizado "Himno a la vida" y Rainer María Rilke, quien le dedicó su Libro de las horas. "Depositado en las manos de Lou - dice Rilke - sabiendo que el libro queda en buenas manos." Él, vulnerable y masculino, fue su primer amante en tanto el único matrimonio de ella, en 1887 con Friederich Andrea, no se había consumado.

A estas alturas podemos decir ¿Qué es la femineidad? Las respuestas girarán siempre en torno a una imagen referida a la mirada de los hombres, la feminidad como mascarada, como deber ser, como fetiche del hombre. Como deseo del otro, nunca como un yo soy. La mujer por otra parte se hace mujer a través de un hombre y de un hijo. ¿Y ella? Y el género masculino en este "nuevo contexto" ¿qué hace con la aún vigente educación cada vez mas sutilmente machista, qué de la identidad masculina?, ¿qué diablos de la femineidad? Dejaré a una mujer, una mujer que escribe, que nos responda, Virginia Woolf en su A Room of One’s Own:

¿Tienes idea de cuántos libros se escriben acerca de las mujeres en un año? ¿Tienes idea de cuántos están escritos por hombres? ¿Te has dado cuenta de que eres, tal vez, el animal mas discutido en el universo?...¿Cómo he de encontrar los granos de verdad ocultos en esta masa de papel? me pregunté, y desesperada comencé a recorrer con mi vista la larga lista de títulos... era un extrañísimo fenómeno; y aparentemente - aquí consulté la letra M - la dedicada al género masculino. Las mujeres no escriben libros acerca de los hombres - un hecho que no pude dejar de agradecer con alivio, pues si primero hubiera debido leer todo lo que aquellos hombres habían escrito sobre las mujeres, luego todo aquello que las mujeres habían escrito acerca de los hombres, el aloe que florece una vez en cien años habría florecido dos veces antes de poder apoyar mi pluma sobre el papel."

La pregunta de qué es una mujer, nunca puede tener una respuesta única: la mujer no es una realidad fija, sino que su cuerpo es para ella un lugar abierto a diversas posibilidades, en voz de Simone de Beauvoir: el cuerpo es una situación.

Un último tema antes de terminar: ¿El erotismo tiene un objeto? Si partimos de que Bataille plantea como el sentido último del erotismo a la fusión, la continuidad y la supresión de límites, ¿cómo concebir un objeto del erotismo? Puesto que un objeto está limitado, ¿cómo se le concilia? Quizá es aquí donde el deseo hace su aparición. En el acto erótico, -sexual, religioso, sagrado, secreto- el humano se enfrenta al deseo, hay una interrelación, hay una contigüidad entre el deseo y el erotismo. Porque como en el deseo, el acto erótico siempre está vestido por la compulsión a repetir, por la búsqueda de un plus, de un siempre más; es que tanto en el deseo como en el erotismo, la inconmensurabilidad aparece junto con la muerte, que se halla como una flecha que lo atraviesa todo. Bataille afirma que las mujeres son el objeto privilegiado del deseo. Para Bataille las mujeres no son necesariamente más deseables que los hombres, pero son el objeto privilegiado del deseo porque históricamente han sido quienes provocan el deseo del hombre; las mujeres se han ofrecido, en una actitud pasiva, al deseo agresivo de los hombres. El ofrecerse como objeto implica también que ella podrá elegir si accede o no al deseo y en qué condiciones. Las mujeres cuidan su belleza, se arreglan, se adornan y al hacerlo se asumen y ofrecen como objeto al deseo de los hombres, para luego negarse un poco. En el juego de la seducción las mujeres juegan a que huyen, la mujer hace como que escapa, avivando el deseo 11.

Así pues la mujer nos remite a ese dictum Freudiano de que el hombre debe enfrentarse a sus tres mujeres: la que lo trae, la que lo recibe y la que lo destruye (su madre, la madre de sus hijos y nuestra Tierra madre que lo retoma). Así pues la mujer, esa que no existe, se convierte en el Dasding, en la cosa, el agujero. Este agujero original, al que Freud se acercó antes que Lacan al hablar de Urverdrängung (represión originaria), que está en el fin del psicoanálisis y en el comienzo de la escritura. Meta de la palabra, manantial del escrito. El punto de encuentro entre el psicoanalista y el escritor no puede entonces definirse como el condominio de un saber inconsciente que el primero habría adquirido a la larga, al término de un paciente trabajo como psicoanalizante, mientras que el segundo dispondría de él por el artificio prestidigitatorio de una sublimación que le habría ahorrado la represión. Este punto de encuentro es más bien el de la hiancia del inconsciente, de lo imposible-de-decir y lo imposible-de-escribir, pues Lacan definía lo imposible como lo que no cesa de no escribirse, la falta, la falta-en-ser, la mujer, la mujer vuelta toda, La Diosa hecha carne: el cuerpo de una mujer convertida en letra: la poiesis.

Podría citar ahora, una infinidad de textos a manera de metáfora de todo lo anteriormente expuesto, pero eso se lo dejo a las mujeres que han escrito su cuerpo en cada uno de los poemas recopilados en esta Rosa Palpitante, puesta en papel y tinta, aunque mejores y más excitantes sinécdoques serán la voz de las Rosas Palpitantes escritas en carne y sangre.

Notas

1 Te saludo verdadero cuerpo. La oración completa es la siguiente: Ave Verum Corpus natum/de Maria Virgine./Vere passum immolatum/in cruce pro homine:/cuius latum perforatum/ aqua fluxit et sanguine./ Esto nobis praegustatum / in mortis examine; y su traducción: Salve verdadero Cuerpo nacido de María virgen, verdaderamente atormentado e inmolado en la cruz por el hombre. De su costado traspasado vertió agua y sangre.Haz que te gustemos en el trance de la muerte.

2 Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, lleno de gracia y de verdad; y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre.

3 Monzón, Isabel: Psicoanálisis y mujer. Buscando la palabra perdida. Revista Feminaria. Abril de 1990.

4 Pizarnik, Alejandra. La condesa Sangrienta. Editorial. Aquarius.Buenos Aires. 1971.

5 Agosín, Marjorie. Las hacedoras: Mujer imagen y escritura. Santiago de Chile: Editorial Cuarto Propio. 1993.

6 Ludmer, Josefina. Tretas del débil. Puerto Rico, El Huracán, 1984.

7 Kamenszain, Tamara: El texto silencioso. Universidad Nacional Autónoma de México. 1983.

8 Élisabeth Roudinesco: Diccionario de psicoanálisis.

9 Su biografía sobre Hannah Arendt no tiene desperdicio mientras que Lo femenino y lo sagrado, una correspondencia con su amiga Catherine Clément, es también de una lectura insoslayable.

10 Virginia Woolf y la Femineidad. Ellas no saben lo que dicen. En ese libro sobre dos textos de la talentosa escritora inglesa: Un cuarto propio y Tres guineas, Mannoni dice que Woolf con su escritura interpela a Freud.

11 Seijas, Carlos. Deseo, Muerte y Erotismo: Un acercamiento psicoanalítico al acto creativo. Ensayo Inédito.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 23 - Octubre 2006
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