Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Sobreadaptación y cuerpo
Silvia Salti

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Entre estos dos conceptos aparece un tercero que en los últimos tiempos ha venido siendo uno de los temas centrales del ámbito psi: el stress.

El stress es un fenómeno corporal complejo que resulta de la adaptación al medio, y no una entidad patológica en sí misma. El stress es un fenómeno adaptativo. Es decir, y poniéndolo de ejemplo, podemos verlo más claramente en nuestros antepasados animales. Una rata que ve a un gato, desencadena el stress: una serie de descargas, principalme nte a nivel endocrinológico (aunque comienzan a nivel cerebral), donde, al final, aumentan dos hormonas: la adrenalina y el cortisol.

La adrenalina actúa como una alerta, es la mediadora de la etapa aguda, generando un preparación corporal para la respuesta : la lucha o la huida; acelera el ritmo del corazón y aumenta la presión arterial para que llegue más sangre a los músculos, dilata los bronquios para que esa sangre sea más oxigenada, dilata las pupilas para que entre cualquier fotón de luz y así poder ver mejor y libera (por un corto período) azúcares de los reservorios para que el cerebro y los músculos tengan más energía; y se cierran los esfínteres ( no se puede huir si uno está en el baño).

El cortisol, en cambio representa un reforzamiento metabólico a largo plazo de estas reacciones: a nivel cerebral hace prescindir de las funciones menos necesarias para el mantenimiento de la integridad física (reproducción, sueño y alimentación), actuando directamente sobre él.

En el cuerpo cumple funciones antiinflamatorias (inhibiendo cualquier dolor) y metabólicas. Sostiene la elevación de los azúcares y favorece la remoción de las grasas-sobretodo a nivel de las extremidades que es el lugar donde su ubican los músculos necesarios para la huida. Además desencadena reacciones a nivel genético para, entre otras, crear nuevos receptores para mediadores y hormonas, entre las que podemos encontrar a la adrenalina.

La rata huyó, llegó a su guarida y toda esta serie de procesos, comienzan a inhibirse y sus funciones corporales retornan a como estaban antes del encuentro con el gato.

Bien, hasta ahora vimos un fenómeno adaptativo: el stress, término que no viene de la psiquiatría, sinó de la endocrinología (hoy fenómeno psiconeuroinmunoendocrino-lógico).

Los seres humanos somos un tanto más complejos. Comenzando ya desde nuestra adaptación, podemos decir que no nos adaptamos, hemos venido adaptando el ambiente a nosotros, perdiendo lentamente nuestra capacidad biológica de realizar las modificaciones necesarias para la subsistencia de nuestro cuerpo y especie. En realidad nos sobréadaptamos, en primer lugar, haciendo una sobredimensión de una respuesta biológica.

En segundo lugar, al adaptar al ambiente, carecemos (al menos en las grandes ciudades) de peligros reales. Nuestros peligros pasan a ser imaginarios: no debemos responder aquí al riesgo de vida o muerte, nuestro riesgo es a la muerte social (tratándose de la obtención de reconocimiento y bienes para seguir adaptando nuestro entorno).

Si hablamos de sobre, estamos refiriéndonos a un extra, a un exceso, en este caso de cuestiones adaptativas, entre ellas el stress. Sí, lo que se ve en los seres humanos es un exceso en el stress, sobretodo a nivel de la finalización de dicha respuesta: si hay gato, aparece el stress, si ya no está más, desaparece (peligro real, respuesta adecuada). Los humanos al adaptar nuestro medio hemos hecho desaparecer, en su gran mayoría, a nuestros depredadores biológicos, pero conservamos la respuesta, desadaptativamente.

Así, al haber peligro desmedido e inconmensurable, el riesgo es que nuestra respuesta no cese.

Nuestros depredadores actuales son aquellos que dejan al hombre en un desasosiego mucho mayor que tiempo atrás: inestabilidad laboral, fragmentación de los esquemas tradicionales o conocidos de convivencia -familia. Al mismo tiempo, la violencia de este mundo nos exige éxito y felicidad. Se pasó de tener que ganar un lugar en el cielo no pecando, a tener que ser "lo más" en esta tierra. ¿No es factible que estamos para echar mano al cortizol?

El hombre está cada vez más desubjetivado, y por algún lado se resiente: cuerpo. El exceso de adrenalina y sobre todo de cortisol impacta en nuestro cuerpo a nivel general. En el cerebro, se extralimita la inhibición de las funciones menos necesarias: se tiene menos deseo sexual, se empieza a dormir mal y se termina comiendo menos (los tres primeros síntomas identificables en una depresión). Y sí, el cortisol a altos niveles impactando sobre determinadas estructuras cerebrales (basales) genera depresión.

Si nos referimos al cuerpo, el impacto es múltiple. Sirvan de ejemplo los más comunes: si mantenemos nuestro corazón latiendo a mil por hora y nuestras arterias contraídas tenemos taquicardia e hipertensión arterial, etc.

Un último ejemplo: el cortisol (como todo corticoide) es un citoestático que inhibe la respuesta inmunológica.

Hemos perdido la regulación biológica de la adaptación, por lo cual nos sobreadaptamos (¿o desadaptamos?) y no podemos ponerle fin al stress, por tanto las hormonas se siguen produciendo y el fenómeno que tendía a proteger nuestra vida, ahora la pone en riesgo, eso sí… a más largo plazo.

Nuestra idea es intentar preguntarnos acerca de la sobreadaptación, ya directamente en el campo de la clínica psicoanalítica. ¿Satisfacción voluntariosa/defensa voluntariosa, que inhibe la puesta en forma en el dispositivo del síntoma? Síntoma no como Signo, sino como la eficacia de la expresión manifiesta de un conflicto inconsciente.

Es cada vez más común el " ajetreo" de las consultas al médico de cabecera o al cardiólogo, y de allí al neumonólogo, del gastroenterólogo y el endocrinólogo, al dermatólogo, para retornar al médico de cabecera. ¿Quién conoce, quién sabe acerca del padecer? Hasta que finalmente, alguien decide hacer la derivación a la consulta psi. Entonces, en la experiencia de la escucha, aparece el relato de las recurrentes furias, las desesperaciones, los temores mentados, acompañados siempre por el llanto y la fatiga cronificada: un cuerpo librado al puro Destino.

La noción de voluntad estuvo históricamente relacionada con la voluntad divina, entendida como el "poder atribuido a la divinidad, cuya Providencia determina los acontecimientos naturales sustraídos al control humano". Sin embargo, si tomamos otra de las definiciones que ofrece el Diccionario de la Real Academia Española, nos encontraremos con el concepto de voluntad entendida como el "acto con que la potencia volitiva admite o rehuye una cosa, queriéndola, o aborreciéndola y repugnándola".

Pero si bien esta idea manifiesta un afán por aceptar, rechazar o modificar cosas, esas cosas pertenecen al ámbito exterior al hombre y no directamente a su propia conducta. Al mismo tiempo, si tomamos como definitiva la que afirma que la voluntad es la "facultad de decidir y ordenar la propia conducta", el "libre albedrío o libre determinación", estaríamos contradiciendo todo lo dicho hasta ahora. Es decir, no estaríamos teniendo en cuenta el mayor problema planteado: que en la actualidad el accionar voluntario parece haber abandonado toda libertad, permaneciendo sujeto a la exigencia de responder inmediata y rápidamente a los estímulos del medio, siempre refiriéndonos al problema tratado. Así, la definición más adecuada pareciera ser la que afirma que la voluntad es la "disposición, precepto o mandato de alguien", lo que refuerza la idea de que se trata de una regencia y determinación absoluta, planteadas como riesgo. Entonces la libre empresa es, hoy por hoy, una falacia. Es, al fin y al cabo, un evangelio de moda.

El psicoanálisis históricamente vino a cumplir el rol de liberar al ser humano del padecimiento de la determinación absoluta. En relación con esto, podemos decir desde Freud y con Lacan, que se trata de una "praxis liberadora". Es en este sentido que podemos hablar de "zurcir voluntades", es decir de llevar a cabo una tercerización por el tratamiento de la palabra. Entonces el psicoanálisis y/o psicoterapias se enfrentan a una discordancia en la "dirección de la cura y los principios de su poder": están a favor de dirigir y curar, pero al mismo tiempo existe un enfrentamiento ético, una imposibilidad del ejercicio de ese poder. No olvidemos que poder es la contra cara de la potencia. Lacan nos advierte, entonces: "hacerse el garante de que el sujeto pueda de algún modo encontrar su bien mismo en un análisis es una suerte de estafa".

Retomando, la defensa implica vergüenza y desvalimiento yoico, mientras que la satisfacción está en el éxito y en la inflación yoica. Defensa y satisfacción: cara y cruz del narcisismo. En relación con esto, la filosofía viene a rescatarnos: Descartes se refiere a la vergüenza como "una pasión del alma entendida como tristeza, fundada en el amor a nosotros mismos, que nace de pensar o temer que han de censurarnos".

Para concluir, un elogio al entusiasmo. Para Kant, el entusiasmo es "un afecto de tipo vigoroso" (¿podría ser el único capaz de alejarnos (o liberarnos) de las expectativas vinculadas a la defensa y satisfacción narcisistas?). Mientras que el entusiasmo no implica ningú n riesgo, Kant nos presenta la exaltación , definiéndola como una "ilusión que consiste en ver algo fuera de todos los límites de la sensibilidad".

En Lacan, se puede considerar la belleza vinculada a lo infinito, mientras que lo bello sólo puede encontrarse en lo limitado. Si la belleza nos vincula con lo extenso, lo abrumador y lo infinito, la exaltación representa un doble peligro: se trata de una ilusión y, a su vez, nos conecta con la superación de los límites. Porque, "la exaltación consiste en la ilusión de creer que sobrepasados los límites, exista un límite."

 

Bibliografía

FREUD, "Inhibición, síntoma y angustia"

LACAN, "Seminario de la ética"

KANT, "Los conflictos de las facultades"

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 23 - Octubre 2006
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