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-No sé- respondió Stephen Dedalus cuando su madre preguntó si sabía algo del cuerpo.
Había algo indescriptible en el cuerpo de Isabel moribunda que desesperaba a la madre de Stephen por ser incomprensible.(1)Elegí esta escena, perteneciente al final del capítulo XXII de Stephen el Heroe, por considerar que la incomprensión de la madre de Stephen y la respuesta posterior de su hijo constituyen un paradigma respecto al no-saber que el ser hablante posee sobre el cuerpo. No se trata de una falta provocada por lo que no se puede saber, sino que el no-saber se emparenta con lo impensable que resulta ser el Uno del significante. Dar una constitución al Uno, siguiendo la lógica Lacaniana, resulta en la imposibilidad de afirmar que existe el Uno de lo real (2).
No habría por definición ninguna proporción aprehensible entre el Uno y el objeto a. El sujeto entre significantes se aproxima a la función del objeto a como producto de su división y por tal motivo el Uno solo puede establecerse como un sentido. Hay un sentido que da existencia al cuerpo, siempre destinado a encallar en el sin sentido y por lo tanto cercano a la fragmentación hipocondríaca que discrimina órganos. En el órgano se puede dar consistencia al significante en tanto el objeto implica ser su desecho. Las psicosis son ejemplo de una vivencia al extremo de este problema. En ocasiones quienes padecen psicosis amputan algo de su cuerpo para dar señal de ese objeto que es el órgano por fin desprendido y por lo tanto no asimilable a un Uno en lo real. En Ulises de J.Joyce, se encuentra presente tanto la dificultad del Uno de sentido que da existencia al cuerpo como la hipocondría resultante que cada ser hablante porta respecto a lo inaprehensible de la proporción entre el cuerpo y el objeto.
En el esquema de intrepretación de Ulises, escrito a su amigo Carlo Linati (3), J.Joyce escribía respecto a los tres primeros capítulos en los cuales la mente de Stephen Dedalus es protagonista: "Telémaco no soporta todavía el cuerpo" . El hijo en cuestión, en este caso Stephen, no comprende todavía el sentido que da existencia al cuerpo, como sucede sin excepción en cada ser hablante. Si existe cuerpo es gracias a una comprensión pimordial de lo que se pierde como existencia. Allí J. Lacan ubicó el concepto de corpse como perdida viviente de lo que somos por anticipado.
En la escena del entierro de Paddy Dignam situado en el capítulo seis de Ulises, se produce a través de Leopold Bloom, el primer cruce entre Stephen y Simón Dedalus. Una mirada basta de padre a hijo para transmitir el enigma que cada sujeto porta respecto a la muerte. Sucede que a veces esa mirada como expresión de la pulsión escópica, no sucede nunca. Todo ser hablante es habitado por ese corpse (4) y el sentido que da existencia al cuerpo es un velo que atenúa la desesperación de lo que hace estrago por incomprensible. Ese velo y su transmisión es un enigma que ocurre entre padre e hijo y corresponde a la primer y mítica identificación Freudiana equivalente a la identificación a lo real del Otro real.
Si esta identificación opera hay transmisión del velo que denominamos falo, radicando allí el hecho real de la existencia del significante como perdida material que es necesario que todo sujeto se digne a ser. Se debe velar el corpse que cadaveriza por anticipado. La obra de J.Joyce demuestra un preciso conocimiento de este tema. Stephen Dedalus, protagonista de Ulises no puede soportar su cuerpo: no come, casi no bebe, su último baño ha sido en octubre y estamos en junio.
Aquello que sostiene la ideación de Leopold Bloom en cambio, discrimina a la manera de una vivisección diferentes órganos enumerados no al azar: riñones, piel, corazón, pulmones grasa. Entre los numerosos significantes que el ser hablante debe soportar, está el cuerpo fragmentado como índice de lo inaprehensible de hacer Uno-cuerpo en lo real.
Así como cada sujeto posee algún sentido de lo que no se soporta como cuerpo, pertenece al comando de Stephen. Así como cada sujeto discrimina según su orden cada órgano del cuerpo como si fuera un estudiante de anatomía, pertenece al comando de Bloom. Si algo sucede entre padre e hijo a través del significante del nombre del padre, es la producción de una amalgama entre lo que no se soporta como cuerpo y la hipocondría fragmentaria que discrimina órganos, generando un velo de sentido.
Si ese velo no existiera sería permanente la vivencia del corpse de por sí desesperante en la experiencia. Ese velo sobre la vivisección que arroja a una cadaverización sostenida tambien puede ser objeto pulsional para hacer otra cosa con lo que invariablemente se extingue. Si para algo funciona la pulsión que los deudores de la enseñanza de J. Lacan nominamos de muerte, es por la posibilidad de dar otro destino al encuentro con esa nada que vela al corpse. Algunos pueden hacer arte en ese lugar preciso.
La estética de J. Joyce basada en Santo Tomás que podemos apreciar en el capítulo cinco del Retrato del Artista Adolescente, muestra ese velo que solo algunos pueden transformar en arte. Las cualidades de la belleza universal enumeradas por Santo Tomás en la frase " Ad pulchritudinem tria requiriuntur integritas, consonantia claritas", permiten a Stephen encontrar una respuesta, que por mi parte encuentro ligada al tema de sentido que da existencia al cuerpo (5). Sabemos que es la "claritas" lo que más le ha causado problemas. Por fin encuentra su significación asociando la "claritas" de Santo Tomás a la "quidditas" de Aristóteles como esencia del ser. Y es en el encuentro que Stephen establece con la poesía de Percy Shelley, cuando más resplandece este otro sentido que considero vital para el sostén del cuerpo. P. Shelley compara esa esencia como un carbón encendido que se extingue: "La mente en creación es un carbón que se extingue al cual alguna influencia invisible como un viento inconstante despierta a un brillo transitorio".
Solo es posible encontrar esa "claritas" en tanto se sublima la primitiva perdida inevitable de ese corpse, hacia la belleza de un carbón encendido que se extingue. La belleza consiste en el pasaje de lo que se extingue como cuerpo a la extinción del carbón como brillo transitorio. Es posible soportar la hipocondría que cada sujeto porta respecto de su cuerpo mediante un sentido que da belleza. Crear la belleza es un paso más que el artista produce, paso que ayuda al sostén de nuestros cuerpos.
Que un ser hablante llegue al simple descubrimiento de la belleza equivale a aislar un lugar atemporal para orientar el sentido que da existencia corporal. Sin este sentido siempre frágil, el rechazo hacia la existencia del cuerpo se acentúa, considerando que su presencia se hace antinómica con el inconsciente. Hasta tal punto se manifiesta esta antinomia que el descubrimiento del psicoanálisis se produce cuando S. Freud establece que el síntoma conversivo que se aloja en el cuerpo no corresponde a una causa neurológica.
El cuerpo transformado en ideal de belleza por una operación sublimatoria si bien vela al órgano y al corpse, tiene en el discurso corriente histérico un lugar de privilegio virginal más allá de lo genital. Atravesar esa frágil línea del cuerpo y la belleza rompiendo la virginidad que trae asociada, es el encuentro católico con el pecado del cual sabemos que Stephen da numerosas referencias en el Retrato del Artista Adolescente. Decir que no a un ideal de belleza es encontrarse con una suerte de infierno a menos que esa belleza se desplace a otro lugar. Ese otro lugar que toca J.Joyce ya no implica ningún velo y es frontera entre inconsciente y cuerpo porque sostiene el rechazo que causa. Se trata de una frontera entre la falsedad de un ideal de belleza instalada en el cuerpo y lo que se verifica en su negación.
Esa negación verificando otra belleza, hace de una praxis cualquiera un verdadero ardor que arriesga hacia lo nuevo. Ese ardor supone la belleza objetiva y desprendida del cuerpo. J. Joyce es quien puede mostrarnos esta operación que J. Lacan denominó sinthome. J. Joyce y su obra verifican la teoría psicoanalítica Lacaniana del sentido que da existencia al cuerpo, porque sabiendo de la falsa belleza hace de su negación otra belleza que acepta extinguirse (6).
El monólogo de Molly que culmina el Ulises tiene la grasa por órgano dominante. Bloom es descripto en el capítulo once por la Srta Kennedy con ojos y nariz grasientos. Si J. Lacan dijo que una mujer es el sinthome de un hombre, J. Joyce lo anticipa en su escritura con esta similitud orgánica.
Si hay sinthome es porque en forma transitoria frente al corpse que cada uno es por anticipado, se puede verificar tras el fading subjetivo que es posible decir rotundamente no.
Referencias.
James Joyce, Sthepen el Heroe cap. XXII. Edit Lumen, Barcelona España, 1984.
Jacques Lacan, Seminario Los Nombres del Padre, clase 11/6/74.
James Joyce, Ulises, Edit. Lumen, barcelona España, 1999.
Jacques Lacan, Radiofonía, Edit. Anagrama, Barcelona España,1977.
James Joyce, Retrato del Artista Adolescente, Alianza Editorial, madrid España, 2001.
Jacques Lacan, Seminario Le Sinthome, calase del 9/3/76