Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
El cuerpo en la contemporaneidad
Ana Lanfranconi

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El hombre post-orgánico

Frente a los avances y a la dirección tomada por la teleinformática y la biotecnología, el cuerpo humano, en su materialidad, estaría obsoleto. Esta afirmación es uno de los ejes del libro: "El hombre postorgánico" de Paula Sibilia, antropóloga argentina residente en Brasil

Dicho texto es una reflexión sobre cómo las nuevas tecnologías, en especial dos áreas de la tecnociencia: la teleinformatica y las nuevas ciencias de la vida (genética, neurociencia, biología molecular) y sus descubrimientos recientes están afectando en la última década, la forma en que pensamos la vida, la naturaleza y el cuerpo así como la concepción del ser humano.

Cada época produce en el universo cultural una idea de sujeto y de cuerpo, que no es ajena a lo que ocurre en el campo científico tecnológico, así como al contexto social político y económico que lo atraviesan Es posible localizar dichas incidencias sobre la subjetividad a través de metáforas que condensan y muestran los elementos en juego. Las fábricas, dice P. Sibilia, eran engranajes destinados a marcar el cuerpo con precisión. La metáfora proveniente de la sociedad industrial, caracterizada como el hombre máquina (el robot simulaba eficazmente su perfección), tomaba sus raíces en la fábrica, con sus engranajes, pistones y poleas, metáfora que encuentra su correlato en una versión del cuerpo, como un conjunto de engranajes, órganos y músculos, que, en el contexto del mundo capitalista, aseguraban la producción, en un universo disciplinado a través del hombre- máquina. El símbolo más claro del modernismo industrial, sería el reloj que con su engranaje va marcando una gradación del tiempo que responde a un mecanismo analógico.* Hoy, en cambio, el univero digital impone reglas más ambiguas, menos rígidas, pero, según la antropóloga, no menos amenazantes.

En reemplazo del hombre máquina moderno ha llegado el hombre-información, basado en una premisa: la materialidad del cuerpo es un obstáculo a derribar. El deseo de lograr una total compatibilidad con el tecnocosmos digital se ha convertido en un imperativo interiorizado que torna el cuerpo obsoleto. Esta evolución posthumana muestra los cuerpos insertos en un régimen digital donde se presentan como sistemas de procesamiento de datos encargados de disolver su propia materialidad.

La ruptura en relación al pensamiento moderno se abre hacia la posibilidad ofrecida por la tecnología de otorgar cierta verosimilitud a la pretensión de inmortalidad. La digitalización del olfato, el tacto y el gusto, el patentamiento de genes, los psicofármacos destinados a la reprogamación y el resurgimiento de la eugenesia construyen una matriz en que la biopolítica, entendida como el conjunto de dispositivos de poder que apuntan a la población, se reacomoda sin sobresaltos. Hoy, disuelta la tecnociencia estatizada destinada a administrar vidas en las sociedades industriales para asegurar la productividad del obrero, la tecnologia ha elegido establecer su dependencia en relación con el mercado.

Paula Sibilia subraya que no se trata de un paso más en el trayecto milenario trazado por la evolución cultural sino que estaríamos frente a una ruptura radical con respecto al pasado: "los saberes derivados de la teleinformática y la biotecnología estarían inaugurando algo fundamentalmente nuevo en la historia humana, propio de la tecnociencia de índole fáustica", es decier, aquella que no sólo busca mejorar las condiciones de vida del ser humano sino que busca trascender, ir más allá de lo humano: lo post-humano, la post-evolución. Desde una posición crítica, la autora ubica, frente al cuerpo-información, el cuerpo- organismo, "lo orgánico resiste".

¿Qué nos dice a los psicoanalistas esta advertencia cuando sabemos que el malestar no tiene solución y que la pulsión, lo más cercano a lo orgánico que nos afecta como sujetos hablantes, no evoluciona?

El cuerpo, ¿qué nombra?

Desde los desarrollos de Lacan, cuando hablamos de cuerpo se hace necesaria la referencia a las dimensiones de lo imaginario, lo simbólico y lo real.

El cuerpo como imagen, el yo corporal producto de la identificación que Freud plantea en Introducción del narcisismo y que Lacan desarrolla en el Estadio del espejo, ese cuerpo en tanto imagen unificada, es virtual, se constituye en un espacio virtual. El cuerpo que tenemos, del cual puedo decir: tengo un cuerpo, en el que me reconozco: ese soy yo (moi), es una imagen, no es una sustancia. El acto psíquico, la identificación implica una libidinización, el primer objeto de la libido es el yo. Este reconocimiento tiene como condición que para el Otro primordial, la madre o quien ejerza esa función, el hijo ocupe un lugar en su deseo, es decir el lugar de falo, allí donde ella como mujer ha llegado a ubicar su falta. En esta matriz simbólica se precipita el infans. Los avatares que denuncian cierta vacilación o fracaso de esta estructura dan cuenta, entre otros, los fenómenos de despersonalización (sensación de cuerpo fragmentado en la psicosis o en la neurosis), como las patologías autistas, en las que el registro de lo imaginario no se establece. Decimos entonces: no hay imagen sin deseo, no hay imaginario sin dimensión simbólica.

Lo pulsional autoerótico es la condición lógica de la constitución de las dimensiones ya mencionadas. La unificación anticipada, esa ilusión que implica el yo no conduce a una integración de las pulsiones, parciales por estructura. La constitución del yo, la unificación que posibilita tener un cuerpo, implica la posibilidad de investir libidinalmente los objetos del mundo, estamos en el nivel del amor, de la elección de objeto amoroso, del complejo de Edipo y sus vicisitudes. ¿Y lo pulsional ? Freud desde 1920 ubica a las pulsiones más allá del principio del placer, en el circuito de la repetición que Lacan llamó goce. El Otro goce nombra aquel goce mítico de la primera experiencia de satisfacción, huella que inaugura la repetición y a la vez marca el carácter de imposibilidad de reencuentro con el objeto perdido, la Cosa, Das ding. Una recuperación acotada de ese Otro Goce se produce a través de las pulsiones parciales (goce del síntoma, del erotismo). El sujeto como sujeto que habla quiere decir que en cuanto habla, la Cosa está perdida, es la función del significante recordarnos que es imposible el reencuentro con el objeto perdido (por eso el hijo ocupa el lugar del falo, no lo es, porque existe el significante que separa la palabra de la Cosa). El goce pulsional, en tanto atravesado por la significación fálica señala el goce del sujeto neurótico, goce acotado por la falta, por la castración, por la imposibilidad del goce Otro, donde las fijaciones ubican aquellos puntos del recorrido libidinal en donde se produce un empecinamiento en recuperar el objeto perdido. Es lo que Freud llamaba inercia pulsional o viscosidad de la libido y que es posible ubicar en las adicciones o diversas impulsiones, comandadas por una adherencia al objeto, a la ilusión de un reencuentro. Ese objeto imposible es un objeto que no es especularizable, no tiene representación, es lo real. Es lo que en el registro especular no queda representado en la imagen, y es a la vez, lo más singular y lo más íntimo de cada uno.

La lógica del todo y del no-todo, el ser y el tener

Desde el psicoanálisis, entonces, el viviente, el organismo está perdido, a partir de su constitución como sujeto parlante, lo que implica la necesariedad del orden simbólico para susbsistir como sujeto. Lo que parece sugerir el texto de P. Sibilia es que la compatibilidad del sistema neuronal con el sistema digital hace posible la ilusión de que ese real, imposible de conocer, haya sido finalmente revelado como información. "En ese horizonte de ‘universalismo infinitista’, se puede decir que todas las cosas y todos los seres vivos, podrán ingresar en el orden digital. Todo puede ser convertido en información. Todo puede ser procesado, a medida que se extiende el proyecto de digitilización de los reinos orgánicos e inorgánicos." Algunos efectos de esta lógica del todo es posible localizar por ej. en una noticia aparecida en el diario La Nación el 18/6/06, allí entre otras cuestiones se cita el caso de varias mujeres que, al conocer por información genética su tendencia a contraer cáncer de mama, decidieron practicarse una mastectomía, ya que semejante información había afectado su calidad de vida, agregaba el artículo, en el que una bióloga opinaba: "No todo está en los genes." Recordemos que el sujeto atravesado por la ley del lenguaje, no es un cuerpo, sino que tiene un cuerpo, lo cual acota ese retorno a un goce Otro. Si fuera un cuerpo o si el cuerpo estuviera atravesado por el ser, por el todo y no por la falta, el no-todo, de eso se trata cuando un cuerpo no resulta hincado por el significante y se lanza al desierto de lo real, habíamos mencionado el autismo. Conocemos otro nombre para este desierto, un nombre para el malestar en la cultura que designa un mero cuerpo sobre el cual todo puede ejecutarse. Es lo que G. Agamben definió como la lógica concentracionaria, según la cual las personas podían ser asesinadas con impunidad y cuya muerte por esa misma razón, no tenía valor alguno. Hace unas semanas tres "detenidos"de la base de Guantánamo se suicidaron . Diversas voces en el mundo se pronunciaron a fin de que se cierre dicha "prisión", donde diez de los 468 detenidos son sospechosos de terrorismo. El artículo del diario nombraba a esta base como "campo", allí no rige ley alguna, no están amparados por ningún derecho. A los pocos días, la revista Eñe publicó algunas poesías de "los poetas de Guantánamo". Suicidio y poesía, quizás en este caso dos modos de bordear un real, de establecer una humanidad, una ley, allí donde la lógica perversa nos hace olvidar que se trata de seres humanos, que pueden matarse con sus ropas (que vestían sus cuerpos invisibles) y hacer poesía.

La realidad virtual y lo real

Qué relación hay entre la realidad virtual del ciberespacio y lo real, la pantalla que distorsiona necesariamente la realidad?

Slavoj Zizek señala que la realidad virtual es una reducción radical de nuestra experiencia sensorial (P. Sibilia se extiende sobre la digitalización del olfato, el gusto; con respecto al tacto, el cibersexo por ej. dispondría de trajes con sensores capaces de activar la estimulación erótico-electrónica de la piel, simulando los estímulos sexuales del "partenaire") en toda su riqueza, ni siquiera a palabras, sino a la mínima serie digital del 0 y el 1, que permite o bloquea la transmisión de la señal eléctrica. Este mismo artefacto digital genera una experiencia simulada de realidad que llega a confundirse completamente con la auténtica realidad. La realidad virtual es al mismo tiempo, la reafirmación más radical del poder de seducción de las imágenes.

Según el filósofo esloveno, las películas Truman Show, Matrix, entre otras, metaforizan esta encrucijada contemporánea, donde lo virtual pone en tela de juicio el concepto mismo de auténtica realidad. Truman Show, su desenlace, subraya que hay una realidad tras la simulación de la realidad virtual. (que Zizek pone a cuenta de la desmaterialización de la propia vida real inherente al universo capitalista, donde la vida social adquiere características de una farsa, en la que los vecinos hacen de actores). Sin embargo, y es la lectura desde el psicoanálisis, lo real no es la verdadera realidad tras la simulación virtual, sino el vacío que hace que la realidad sea incompleta, incoherente, y se extienda hacia el callejón sin salida de la imposibilidad.

"Es esencial mantener una radical ambigüedad en torno a la manera en que el ciberespacio afectará nuestras vidas: esto no depende tanto de la tecnología como tal sino de la manera en que esta se inscribe en la sociedad", dice Zizek. La inmersión en el ciberespacio puede intensificar nuestras experiencias corporales pero también hace posible que se rompa la relación con el cuerpo como algo que nos pertenece. "Cuando nuestro cuerpo se mediatiza, hasta mi experiencia personal puede ser robada, manipulada o regulada por el Otro mecánico", lo que nos señala que esta inmersión en lo imaginario del ciberespacio puede tener un efecto de desanudamiento de los registros anteriormente mencionados: sin imagen propia, sin una ley que implica exclusión y eficacia de lo irrepresentable, entonces, un nuevo nombre para un antiguo desierto sin sujeto.

Con la lectura que Zizek hace de Matrix, agrega un elemento clave: la yuxtaposición entre dos aspectos de la perversión: Por un lado, la reducción de la realidad al mundo virtual regulado por reglas arbitrarias (el escenario perverso escenifica un universo en el que nadie está obligado a morir o a escoger entre uno de los dos sexos: rechazo de la castración), y liberado de la inercia y la finitud de lo real. Pero por otro lado: "la verdad oculta de esa libertad: la reducción del sujeto a una pasividad absoluta e instrumentalizada. E l auténtico enigma libidinal del dispositivo es la fantasía perversa por excelencia: la pasividad extrema... la noción de que somos los instrumentos del goce del Otro que nos chupa la sustancia vital como a pilas (Matrix)... No hay un aparato libre, activo, sin este apoyo fantasmático..." Es decir, algo pulsa en ese universo virtual, el "enigma libidinal" señala que ese universo "calza" en una instancia de goce ... perverso realizado, allí donde el sujeto es víctima y cómplice de la sustracción de su experiencia personal, de su aventura como sujeto.

Concluyendo: El Otro de la tecnología digital es un Otro que sabe todo en términos de información y como tal, nada escapa a su control, tal el planteo de P. Sibilia frente a un orden en el cual la antropóloga señala la pérdida de la materialidad del cuerpo, de lo orgánico como tal, en la medida en que es sustituible por lo digital, es otro modo de disciplinar a los individuos, a través de lo que Deleuze llamaba el "collar electrónico" (a los empleados de las empresas se les colocan microchips subcutáneos para monitorear su movimientos) pero además es un modo de reemplazar o reparar lo orgánico por lo inorgánico (los órganos y miembros del cuerpo, los comportamientos, los rasgos genéticos, las sensaciones, los encuentros sexuales, etc.). Me parece que lo que agrega Zizek es qué en el sujeto estaría dispuesto, disponible por estructura para esta "experiencia". Es decir, no es sin una satisfacción libidinal, la virtualidad porta una seducción que no es sólo la de la imagen, implica la realización de la fantasía perversa "por excelencia". No es sin cuerpo, no es sin goce, pero el Otro goce se insinúa en el hacerse objeto, ya no como fantasía, sino en el desierto real de lo virtual.

Ana Lanfranconi

Notas

* El sistema analógico emplea magnitudes con valores contínuos, las cantidades varían sobre un intervalo contínuo de valores. Por ej.: la temperatura, el tiempo, la presión, la distancia, el sonido. La señal analógica es un voltaje o corriente que varía suave y contínuamente. El sistema digital emplea magnitudes con valores discretos. La señal digital no varía en forma contínua sino que cambia en pasos o incrementos discretos. Utiliza códigos binarios o de dos estados: 0 y 1, o hay impulso o no lo hay. Una de las ventajas de este dispositivo es la reproducibilidad de resultados. Las salidas de un circuito analógico varían con la temperatura, la antigüedad de los componentes, el voltaje de la fuente de alimentación, por ej: los voltajes de la voz y del video varían de acuerdo con el sonido o variaciones de la luz que corresponden a la información que está transmitiendo. Esto podría indicar las modulaciones inherentes a la pulsión escópica e invocante.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 23 - Octubre 2006
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