Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
El síntoma histérico y el fenómeno psicosomático
Inés Barrio

Imprimir página

Cuando Freud distingue entre psiconeurosis y neurosis actuales marcando una diferencia en su etiología sexual, a unas las pone en referencia a la sexualidad infantil y a las otras a la sexualidad actual en el sujeto, lo que distingue la histeria de una neurastenia, de una neurosis de angustia y una hipocondría, y tal vez de las afecciones psicosomáticas donde hay implicación orgánica.

En las psiconeurosis se reprime la sexualidad, consiguiéndose una satisfacción sustitutiva a través del síntoma, en cambio en las neurosis actuales se inhibe la función sexual, es decir, la pulsión, quedando fuente y objeto sin intervalo, sin separación.

La función sexual en el humano no es instintiva sino pulsional, no tiene una única fuente, o sea, el cuerpo es erógeno, pero la fuente de esa erogeneidad son las zonas erógenas que determinan el empleo o la distribución de la libido.

Las perturbaciones de los procesos sexuales que alteran esta distribución libidinal se diferencian porque, en las neurosis actuales se dan los efectos somáticos y en las psiconeurosis los psíquicos.

Es algo muy diferente reprimir la sexualidad que reprimir la función sexual, reprimir ciertas cuestiones al hablar , que reprimir el hablar.

Los disturbios psicosomáticos no pueden ser analíticamente descompuestos, como los psiconeuróticos, por eso que denominarlos fenómenos psicosomáticos (FPS) nos aleja de pensarlos como síntomas, es decir, como metáfora del sujeto o como una forma de satisfacción libidinal.

El FPS no es entonces un retorno de lo reprimido en el lenguaje ni un retorno en lo real de lo forcluido en el lenguaje, que sólo requieren de la transferencia para pasar a ser susceptible de interpretación.

El enfermo psicosomático es aquel que evita el trabajo psíquico, el trabajo del lenguaje.

Este "suicidio" de la función que acontece en el psicosomático, este no estar de acuerdo con la reproducción sexual y por lo tanto con la condición de ser mortal, nos hace pensar si no es demasiado costoso el ahorro de gasto psíquico que se impone.

Tal vez habría que poder pensar las enfermedades psicosomáticas con las mismas fuentes que las neurosis actuales, en la función sexual, donde la represión está fuera de lugar.

El síntoma histérico se enlaza a la estructura deseante del sujeto.

Las letras que lo constituyen son susceptibles de ser leídas, el psicoanálisis permite que la letra portada por el sujeto devenga letra leída y caiga de ese modo algo del goce cuando se enlaza al significante en la asociación libre.

La histeria sostiene la pretensión de que todo sea palabra, que todo quepa en lo simbólico, pretensión que fracasa siempre y hace que en lugar de aceptar el goce fálico, se instale el goce del síntoma.

En el paciente psicosomático hay siempre registrado un lugar silencioso, un lugar que no habla, que no asocia, que no dice.

La histérica habla permanentemente para no decir "eso" que le concierne y guarda como un tesoro, pero algo del deseo, de lo simbólico, del significante, hará eco en el cuerpo y permitirá leer lo que la conciencia quiere callar.

El silencio del psicosomático es de otra estructura. No se trata de la frase reprimida capaz de producir un síntoma.

Es un significante holofraseado que se hace carne en un cuerpo sufriente. Significantes congelados, gelificados, encarnados en el cuerpo y así, el cortocircuito significante es el responsable de la lesión que no habla.

Decimos que el significante representa un sujeto para otro significante, pero esta lesión orgánica no es significante, es más bien un tatuaje.

El tatuaje suple al significante que falta, y no va a representar al sujeto para otro significante, ya que no tiene esa capacidad metafórica ni metonímica, sino que va a representar al ser ante el otro.

Será representado por ese tatuaje que tiene también una función erótica, ante el grupo. Lo sitúa a la vista del otro, justamente porque no es significante.

Será para toda la playa "el del ancla en la espalda", "el de la mariposa en el brazo", cosa que dice poco del sujeto barrado, del sujeto del significante, del deseo, pero lo sitúa ante el otro.

El FPS será silencio estructural para quien lo padece, letra que arde en el lugar del Otro, de lectura imposible.

No hay discurso psicosomático en tanto no hay significantes en juego.

EL FPS confronta al otro con la castración: "Eres tan feo como yo, tan fallado como yo. Te confronto así brutalmente con la falta que te habita y te niegas a reconocer".

Esto sirve para pensar la transferencia en estos pacientes.

Al no ser la lesión un significante, como lo es el síntoma conversivo, no entra en la transferencia simbólica, no se registra como palabra, no se escucha en la transferencia.

Un psicoanalista de reconocida trayectoria relata en un artículo sobre el tema: "Años me torturé pensando cómo pudo ser que no escuché nada en el análisis de una paciente que falleció joven de un infarto de miocardio. Trabajaba bien, había incrementado sus ingresos al punto que pudo comprarse su departamento en esos días, tenía la primera pareja satisfactoria desde su separación conyugal, y repentinamente me encuentro asistiendo a su velatorio…Espantosa experiencia para comprender que lo psicosomático no entra en la transferencia, sorprende en lo real…"

En transferencia se intentará "neurotizar", "histerizar" al paciente, para que abandone la transferencia, que tiene fuertemente instaurada con la lesión orgánica y la establezca con el psicoanalista.

Un ejemplo lo ilustra: una paciente con enfermedad ulcerosa replicó a su analista durante la sesión: "Eso que me acaba de decir me provocó acidez,¿ sabe?..."

Su enfermedad gástrica se histerizó, entró en transferencia, el analista, el decir del analista, pasó a ser causa de su dolencia.

No se trata de curar la úlcera en el tratamiento psicoanalítico, sino de situar el deseo en el sujeto y que este convoque al goce de su objeto.

Una lesión psicosomática no siempre impide amar. A veces, se instala el amor de transferencia y sus consecuencias.

Lo anteriormente expuesto nos lleva a recordar a Freud cuando escribe: "Hemos de comenzar a amar para no enfermar, y enfermamos cuando una perturbación interior o exterior nos impide amar."

Dra. Inés Barrio

Volver al sumario del Número 23
Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 23 - Octubre 2006
www.acheronta.org