Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Una mujer ante el espejo
Aspectos del proceso analítico de una paciente con síntomas bulímicos
Ariel Alarcón Prada

Imprimir página

RESUMEN:

Tratando de responder a las preguntas de si los fenómenos nosológicos presentes en la clínica, se correlacionan en la transferencia-contratransferencia y de si existen características clínicas psicoanalíticas "típicas" de la bulimia, el autor expone detalladamente material clínico de diferentes fases del proceso psicoanalítico con una paciente que presentaba síntomas bulímicos. Luego hace un recorrido por algunas de las concepciones teóricas de este trastorno, para concluir a la luz de los planteamientos teóricos sobre el desarrollo del infante humano de Lacan, Mahler y Meltzer, que en esta paciente se presentan déficits narcisísticos importantes reflejados a diferentes niveles, no únicamente en la transferencia del tragar y el vomitar. Plantea que el proceso analítico puede ser visto como una búsqueda de identidad y un proceso de separación-individuación, a partir de una configuración vincular inicial de tipo simbiótica que se vislumbró, más que en los contenidos manifiestos de su material clínico, en la forma cómo los expresaba y en las situaciones clínicas que la pareja analítica iba escenificando en las diferentes etapas de éste psicoanálisis. Aunque parte de los hallazgos clínicos se correlacionan con lo encontrado por otros autores que han psicoanalizado pacientes bulímicos, no se puede hablar, por lo aquí expuesto, de una clínica "típica" de la bulimia definible y delimitable psicoanalíticamente.

 

INTRODUCCION:

El presente trabajo pretende describir y explicar una serie de fenómenos clínicos acaecidos en el psicoanálisis de una mujer joven; entre cuyos síntomas, que la llevaron al análisis, se encontraban una preocupación excesiva y exagerada por su figura corporal, que la constreñía a la realización permanente de dietas y regímenes de ejercicios destinados a bajar de peso; la ocurrencia de frecuentes atracones de comida, seguidos ocasionalmente por la provocación de vómito; y la constante insatisfacción con su figura corporal que era considerada por ella como "fea" y "gorda".

Al examinar retrospectivamente el material clínico de la paciente objeto del presente estudio, surgen las siguientes preguntas que el mismo pretende dilucidar. ¿Es reflejado el síntoma clínico predominante de un paciente, desde el punto de vista nosológico, en la transferencia-contratransferencia? ¿Existen algunas características clínicas, desde el punto de vista psicoanalítico, que puedan ser consideradas como "típicas" de un trastorno bulímico?

Para tratar de responder estas preguntas se presentarán, primero que todo, una serie de viñetas clínicas, que ante los ojos del observador-autor, resultaron mas relevantes por su intensidad en la transferencia-contratransferencia y que pueden ilustrar le evolución de este proceso analítico. Al final se intentará correlacionar estos hallazgos con aquellos encontrados por otros investigadores del mismo fenómeno y con las explicaciones que ellos le dan.

 

MATERIAL CLINICO

Conocí a la paciente que llamaré Eloisa cuando ella era una adolescente tardía de 22 años de edad. Al momento de iniciar su psicoanálisis, que tuvo una duración de cinco años y medio, se encontraba terminando sus estudios universitarios. Es hija única de padres que se habían separado 7 años antes a causa del alcoholismo del padre. Vive con la madre, el segundo esposo de ésta (su padrastro) y su hermanastro. Más tarde, al terminar sus estudios, entró a trabajar en el dis eño de imágenes tridimensionales animadas por computador. Fue remitida a mi por un endocrinólogo, a quién había consultado por obesidad.

En la entrevista inicial me encontré con una agraciada joven que para nada lucía obesa, tenía buen cuidado personal, se le notaba muy ansiosa y depresiva: "Soy gorda. Como mucho, a veces como mucho, me dan ataques de comida y me puedo pasar los días enteros tragando hasta no poder más, a veces vomito, pero en general solo trago y trago, lo que hago para bajar es dejar de comer. Vivo en permanentes dietas desde los 12 años, todo el tiempo cuidando de lo que voy a comer, vigilando las calorías siempre. Soy una adicta a la comida, como mi papá es un adicto al trago, he hecho varios tratamientos psicológicos, he estado en grupos de OA 1 y hasta he tomado pepas para adelgazar y Prozac, pero nada me ha servido." En estos términos se definía a sí misma nuestra paciente Eloisa.

Antes de entrar a examinar los contenidos de un material del inicio de su análisis, quisiera llamar la atención a cerca de la forma de escenificarlo que tenía la paciente, la cual, en esta primera fase, me pareció a mí incluso más importante que los contenidos mismos de sus asociaciones, por que era lo que más me hacía resonar contratransferencialmente.

Ella estaba muy pendiente de mí. Frecuentemente durante la sesión volteaba su cabeza y me miraba o se sabía colocar sobre el diván de una forma tal que con el rabillo del ojo me podía observar y, ocasionalmente, hacía alusión a haber visto como yo había reaccionado ante algo que ella había hecho o dicho. Por otro lado, en esta época inicial del análisis, movía frecuentemente su cuerpo sobre el diván y se lo tocaba. Mis intervenciones eran seguidas de un súbito cambio de postura, tornándose rígida con los brazos y las piernas extendidas mostrando una gran tensión, seguida del movimiento de sus piernas a la manera de un pataleo. Ese modo de proceder, que por largo tiempo no lograba comprender, generaba en mí sentimientos de, curiosidad, y en ocasiones, perplejidad, con un tono afectivo general de agrado y simpatía. Después de un tiempo, me vine a dar cuenta que ella tenía una gran necesidad de mostrarse ante mí, no solo su mente, sus sentimientos y sus ideas, sino también su cuerpo y precisaba verificar cómo yo la recibía. Ocurría en varias sesiones, por ejemplo, que ella palmoteaba, sobre su cara, senos, abdomen y muslos, mientras decía con una mezcla desesperación, tristeza y rabia hacia sí misma: "gorda", "vaca" , "marrana", "inmunda", "deforme". Conmovido, yo muchas veces ÿy esto no fue algo que ocurriera solamente en estas sesiones iniciales sino prácticamente a lo largo de todo el análisisÿ me sentía presionado a decirle: "No. No. Y o no te veo gorda ni deforme", cosa que, desde luego, nunca hice. Solo en muy pocas ocasiones me referí a estos peculiares comportamientos en mis interpretaciones, ya que, cuando lo hacía, sentía que éstas caían en el vacío o producían en ella una extrañeza tal que más bien bloqueaba sus asociaciones sin generar mas fantasías ni sueños, ni mucho menos pensamientos. Con el tiempo logré entender sus múltiples escenificaciones como necesidades de la paciente de reflejarse, de definir su cuerpo, su ser en el mundo y su identidad femenina ante mí. Yo sentía que estas necesidades, más que interpretadas en ese momento, debían ser simplemente recibidas. Después de varios meses de análisis comencé a notar que sus escenificaciones se fueron reduciendo paulatinamente y el uso del lenguaje verbal en sus relatos comenzó a ser cada vez más fluido y comprensible por mí. Para la época cuando estas escenificaciones se habían reducido bastante, hacia al final del primer año, comenzaron a aparecer los relatos de sueños.

Esta necesidad de ser recibida y definida en su self corporal, expre sa igualmente el matiz simbiótico de una comunicación en la que un componente muy importante de su contenido no estaba constituido por las palabras, sino por gestos y posturas, como el lenguaje que predomina en los bebés. Algo similar sentía yo cuando me relacionaba, en sus relatos, largas listas de los personajes que componían su mundo social en el colegio o en la universidad, asumiendo que yo los conocía y estaba familiarizado con ellos. Cuando trataba de seguirle la pista a los diversos personajes de sus relatos terminaba sintiéndome confundido, sin nada que decir. A sí mismo me sentía cuando ella pasaba a describir con gran minuciosidad la dieta o las dietas que estaba tratando de seguir pero que generalmente no podía cumplir. Refería sesión tras sesión, pormenorizada y muy detalladamente los innumerables platos que ingería o no ingería y las cantidades de las calorías correspondientes. Con frecuencia yo caía en la trampa de tratar de comprender y de seguir sus cuentas pero rápidamente perdía el hilo y entraba en una situación de con-fusión y de no-comprensión. Sentía también que ella me asumía como un objeto omnisciente, como si nos conociéramos de toda la vida y no existieran separaciones o diferencias entre los dos.

Lo que movía mi mente y mis sentimientos con este tipo de relatos de esta época de los primeros 13 o 14 meses de su análisis, era, como he dicho, esa sensación de confusión; y, por otro lado, por la manera como ella se refería a sí misma, a su cuerpo, y por las escenificaciones que he mencionado, me sentía colocado en la posición del que observa, contrasta y define. Eloisa y Yo oscilábamos entre la confusión, la no diferenciación y la temida diferenciación. Mas tarde comprendí que ella me utilizaba en la función de un espejo en el que ella, además de reflejada, se quería ver contrastada. Esta descripción-escenificación de su imagen corporal y de lo que ella hace con su cuerpo tenían en mí la contraparte de necesidad de definición, por el self borroso, confuso y despreciativo que ella me proyectaba. Parecía preguntarme, como frente a su espejo: "dígame que existo", "déme una imagen" (definición); y al mismo tiempo: "dígame que no soy como yo siento que soy" (contrastación).

Luego, lentamente, se fue instaurando un primer viraje que fue apareciendo hacia el final del primer año de análisis. En una sesión de viernes cercana a las vacaciones de fin de año, dijo: "Me he estado negando, me estoy metiendo en mi cueva, dejo el contestador prendido todo el día y no contesto ningún mensaje, si mi mamá contesta le digo que diga que no estoy. No he hablado con mi papá, el otro día me llamó y yo no le he contestado, debe estar sentido conmigo. En esta época ando muy tensionada por el fin del semestre, estoy llena de entregas de proyectos y de parciales [silencio]. Estoy feliz por que hoy no he comido, creo que necesitaré meses para poder estar como estaba antes, además después de mucho tiempo volví a comer dulces, eso es lo peor, es como si el dulce me intoxicara, me siento enferma, disminuida, mareada. No soy la niña saludable, ni mucho menos la niña bonita que he sido y que me gustaría ser, me siento enferma, intoxicada, deforme. Quisiera ser mas fresca, mas espontánea, más desinhibida y menos problemática con la gente". Yo le comenté algo así como: "Esto es lo que quisieras lograr con tu psicoanálisis". Ella prosiguió: "... cuando veo que estoy cerca de la meta, vuelvo a comenzar. Siempre estará el riesgo a recaer. Los adictos somos así, en las reuniones de familiares de alcohólicos lo decían y en OA también lo repiten, un adicto siempre se autocompadece, por la comida, el trago, el alcohol o el cigarrillo. Otro problema son las relaciones, no soy capaz de llevar una relación. Ayer me llamó S. (el que me invitó a bailar y luego se quedó con otra vieja), ¿por qué es tan estúpido y tan cínico ? Yo no puedo estar con hombres de mi edad. Mis novios y mis amigos siempre han sido más grandes que yo, estoy buscando a mi papá seguramente, pero no es solo eso, es buscando también alguien con quien yo pueda hablar". Le dije, entonces: "estás buscando a alguien como yo". Ella replicó inmediatamente: " Los de mi edad solo piensan en fiestas y en otras cosas que no me llaman tanto la atención, a otros que no me aguanto son a los adictos, yo no puedo con los que fuman o toman o meten cosas mucho menos. En este tratamiento no pasa nada, siento que podrían pasar 80.000 análisis y no pasar nada. Estoy buscando a alguien que me busque y que me quiera. Los fines de año son hartos para mí, generalmente no puedo controlarme y como, como desesperadamente, igualita a mi papá, el también se dedicaba a beber los fines de año, y como son las fiestas, pues todo mundo toma y come. Cuando niña las navidades no eran fiestas alegres para mi, sino era esperando a mi papá a ver qué hacía, era terrible. Luego comienza un nuevo año, uno lo comienza con las pilas puestas, es la euforia, la alegría, ganas de hacer las cosas, pilas en la universidad, en las dietas, todo va saliendo bien. Luego llega junio y comienza la vejez del año, comienzan los problemas, uno no puede sostener todo lo mismo y a estas alturas ya uno está que no puede. Ahora es que nos damos cuenta que somos humanos, que nos vamos quedando solos. [silencio] Pero Ud. no me dice nada, Ud. nunca habla, Ud. no me dice por qué no puedo tener amigos, entonces me voy a quedar sola. A veces me siento aquí como hablándole a una roca".

Después de la cueva confusional en la que se había estado refugiando, ella pasa a identificarse con su padre adicto, como forma de salir de la cueva. En esta sesión tuve la sensación, creo que por primera vez, de estar siendo seducido, pero no comprendía bien si se trataba de una seducción erótica genital o de su necesidad de meterse dentro de otra cueva, otro continente que la contenga, o de ambas. Pero ese otro continente es amenazante como el primero, de ahí su encrucijada, que la hace desear devolverse hacia el estadio anterior: "cuando veo que estoy cerca de la meta, vuelvo a comenzar siempre está el riesgo de recaer".

Después de mi intervención la presión transferencial se dirige de lleno hacia el tema edípico (que se esbozaba ya antes) y de transferencia erótica claramente establecida: "... Yo no puedo estar con hombres de mi edad…". Y, como tal, interpretada: "Estás buscando a alguien como yo". Aquí yo tuve la sensación que ella vislumbra, con pesar, la realidad del carácter "como sí" de mi interpretación, pero lo lleva defensivamente al plano de la estatificación, del congelamiento: "En este tratamiento no pasa nada, siento que podrían pasar 80.000 análisis y no pasar nada". En seguida, finalizando la sesión, hace una metáfora de su semana analítica y de su año analítico, tras el cual se queda sola, percibe la finalización de la sesión, mi silencio y el acercamiento del fin de semana y de las vacaciones como abandonos y a mí como una roca estática. Aquí hay un insight y un acercamiento a la posición depresiva, de un tema que se fue elaborando a lo largo de todo el análisis y también una muestra de un estilo de funcionar habitual en ella y es que hacia el final de las sesiones, principalmente de las de los viernes, traía un material de un valor transferencial muy alto, pero que era simplemente depositado en mí, sin dar lugar a interpretaciones o elaboraciones. Solo después de varios meses y supervisiones en las que me pude percatar de este funcionamiento se lo pude mostrar y la roca comenzó a descongelarse.

Un par de meses más tarde, hacia el final de una sesión de miércoles, en la que había hablado de las dificultades que tenía para vincularse afectivamente con las personas, trajo el siguiente sueño, que fue el primer sueño que relató en su psicoanálisis: "Anoche soñé con sangre, o algo relacionado con sangre, con muerte a algo así... el sueño era extraño, veía todo muy claro, con movimientos suaves... al principio éramos niñas, estábamos en clase de gimnasia y corríamos por los jardines del colegio, corríamos, dábamos vueltas y vueltas, sudábamos estábamos rendidas y como con dol ores, con cansancio... luego entramos a un baño, que era como un camerino, o un vestier bonito, elegante con un espejo grandísimo y ya no éramos niñas, sino como somos ahora y estábamos todas lindas, yo estaba flaca y linda y mis amigas estaban todas lindas y era un ambiente muy bonito, muy agradable". Después de un silencio, asoció con una compañera de su colegio que había muerto de leucemia, cuyo padre, viudo, posteriormente desposó a su madre. Yo le dije: "... las cosas pueden cambiar acá de la misma manera como todo cambió en tu sueño, cuando entras al vestier, que es tu psicoanálisis, donde has tratado de crecer y de verte a ti misma de una manera diferente, frente a ese espejo grande donde te miras. Ese espejo que soy yo". Su reacción fue de silencio. Permaneció los cinco minutos que faltaban para terminar su sesión en silencio, cosa muy inusual en ella es esa época de su análisis.

Al escuchar a Eloisa en esta sesión y en otras de esta época, sentía que ella me estaba moviendo a ayudarla a cambiar. A ayudarla a crecer. En ese momento aún no me ubicaba muy bien en cuál de los vértices edípicos me estaba colocando, si me necesitaba como madre nutricia o como padre que la estimula a independizarse, o alternantemente como uno y como otro. Sentía que el tema principal era el del cambio, a través del desarrollo, que implica la superación de la simbiosis. Las imágenes de primera parte del sueño y las asociaciones de la muerte de su compañera, me evocaron los dolores del crecimiento. El crecer psíquicamente implica no solo cambios físicos, sino también dolores, enfermedades o el peligro de la muerte o la aniquilación del propio self. La muerte del cuerpo de la niña, por el que hay que hacer un doloroso trabajo de duelo. En su caso, como se podría inferir del contenido manifiesto de la segunda parte sueño, el desarrollo la llevaría a convertirse en la imagen idealizada de la mujer adulta que se mira ante el espejo-analista. En este primer sueño relatado en su análisis, un poco más de un año después de iniciado el mismo, intuitivamente percibí que mi lugar frente a ella era el del espejo. El otro, el objeto que ella necesita para mirarse en el y para poder encontrarse consigo misma.

Además de un acercamiento en lo simbólico de al reconocimiento de mi función especular, el tema del espejo y el cuarto de baño muestran la introducción de otro tema transferencial que dominó esta parte intermedia de su psicoanálisis, que es la del analista-inodoro, sector del psiquismo por el que tenía que pasar para acceder a una diferenciación más completa y a la genitalidad, tal como veremos enseguida. Antes de esto digamos que, esta imagen idealizada de belleza y armonía, manifiestas en su sueño, estarían protegiendo la aparición en la conciencia del conflicto que acarrea el crecer, tal como aparece en las asociaciones previas y posteriores al sueño. Salir de la simbiosis implica, o la muerte, o acercarse peligrosamente al padre. La renuncia del cuerpo y la mente de la niña, implica abandonar a la madre y acercarse al padre, estableciéndose un triángulo edípico que en ella está teñido de elementos agresivos, de sangre, enfermedad y muerte. Todo esto en su relación conmigo, en un ambiente empantanado por lo anal.

Esta sesión marcó también un nuevo punto de giro en su psicoanálisis, que se caracterizó por que después de ella la aparición de material onírico fue en aumento. En un principio, eran uno o dos sueños a la semana. Era llamativo que la mayoría de los escenarios donde las acciones de sus sueños se desarrollaban eran cuartos de baño, o estaban ligados a las funciones de evacuar excrementos y de limpiarse, asociados a erotismo de tipo genital. Veamos, a manera de ejemplo, el contenido manifiesto de algunos de estos sueños: "...Entraba al cuarto de baño, me iba a duchar, pero en el piso de la ducha había materia fecal y moscas que me impedían ducharme..."; "... estaba haciendo el amor con X, estábamos en el baño, sobre la taza del inodoro haciendo el amor, su esposa lo esperaba afuera, yo estaba gozando pues el tenía un gran pene, de repente, defecaba..."; "...Me estaba duchando. Las paredes del baño son transparentes, mi papá me mira excitado y se masturba..." ; "...Después de hacer el amor con X. compruebo que quedé embarazada, me angustia mucho, por que no quiero estar embarazada y busco abortar. Me siento sucia de tener que abortar y las clínicas de abortos me parecen brutales, no quiero eso. En una clínica encuentro una doctora muy querida que me explica con una película, de una manera muy bella, cómo es que se produce la fecundación y que yo puedo detener el proceso. Me meto la mano y me saco el óvulo que estaba con el espermatozoide a punto de fecundarlo, era algo muy bello, como un modelo a escala gigante echo de una gelatina como acrílico transparente. Los voy a botar a un baño, pero el baño estaba sucio, la primera cabina con la taza llena de mierda, la segunda con las paredes ensangrentadas y la taza con sangre, me parece que boto ahí el óvulo y el espermatozoide. Ahí me despierto sobresaltada..."

Consideremos con un poco más de detalle éste último sueño: aquí, nuevamente, se entretejen diversas tramas transferenciales, que habían aparecido con anterioridad, siendo el tema erótico el central. Pero, hay algo nuevo, que vale la pena destacar: la fantasía de quedar embarazada, con lo que se vislumbra un esbozo de terceridad, que es suprimida violentamente por el aborto. Como vimos, la entrada en el Edipo está signada por la violencia. Violencia que trata de atenuarse en la situación transferencial, donde represento a la doctora-buena-madre, investida de superpoderes para explicar y para detener el proceso de embarazo no deseado. Al final, fruto de una nueva escisión, me presento como el analista-inodoro, en quien ella ha depositado su violencia y su agresividad y teme haberme dañado, teme haber saturado mi capacidad de contención, en lo que sería también una proyección de su self. Ella muchas veces, al percibirse gorda, se sentía que lo que ella denominaba "manteca", (forma como se refería a su panículo adiposo, en realidad, como hemos dicho, no muy abundante), estaba constituido por materia fecal. En muchas ocasiones se refería a sus atracones de comida como si estuviera "comiendo mierda". Aspecto que no tardaron mucho en tomar también mis interpretaciones: "cuando Ud. me habló, sentí que me tenía que devorar lo que estaba diciendo, pero no sabía si lo que me estaba comiendo era su semen o su mierda"

En esta época, que podríamos llamar intermedia de su psicoanálisis, este tipo de sueños eran frecuentes y repetitivos. Ella se encontraba defecando, orinando o bañándose; regularmente aparecía en compañía, en presencia o con la intromisión de una segunda persona, además de la cual, solía figurar algún tercero que o bien se molestaba o se excitaba con lo que ocurría en el cuarto de baño. Como analista sentía que mi lugar como objeto de sus transferencias era cambiante: pasaba de ser el espejo a ser el inodoro, o el espía, o el seducido, o el excluido, o el excitado. Estas rápidas sucesiones de cambios de roles no dejaban de causarme cierto desconcierto. El tema del espejo en el cuarto de baño, como contenido manifiesto en los sueños, que, como vimos, era muy frecuente al principio, fue disminuyendo en preeminencia poco a poco, sin desaparecer del todo. Sin embargo, su necesidad o utilidad, fue escenificado por Eloisa a través del uso que hacía del cuarto de baño de mi consultorio.

En aquel tiempo, mudé mi consultorio de un centro médico grande con salas de espera y servicios sanitarios distantes del lugar de consulta, a un apartamento, que compartíamos con solo una colega psicoanalista y que tenía un cuarto de baño situado a mitad de camino entre mi consultorio y la puerta exterior. Con este cambio, me pude percatar de algo que, seguramente, venía ocurriendo de tiempo atrás y que se mantuvo, con variaciones, hasta unos meses antes del final del análisis: Eloisa entraba a ese cuarto de baño al finalizar sus sesiones. Inicialmente demoraba en él, lo cual me llevaba a fantasear sobre evacuación de excrementos u orina; sobre actividad masturbatoria; sobre actividades de limpieza o sobre el mirarse al espejo, según como hubieran sido los contenidos de las sesiones. Con el avanzar del proceso analítico, el uso del baño se fue reduciendo en tiempo, hasta desaparecer. En los últimos meses en los que usó el baño, no cerraba la puerta, lo que me permitía ver de pasada que ella rápidamente arreglaba su maquillaje o su peinado y salía o, simplemente, se miraba al espejo un instante y salía.

Todas estas nuevas escenificaciones fueron recogidas por mí de diferentes maneras y con diferentes líneas interpretativas a lo largo del análisis; según la significación que, dentro de mí, iban tomando estos hechos en los diferentes momentos del proceso de transferencia-contratransferencia. Mencionemos, a manera de resumen, algunas de las generalizaciones más destacadas: en primer lugar, la identificación y el uso de su analista como seno-inodoro, para evacuar sus contenidos mentales. En segundo lugar, este uso del baño mostraba la insuficiencia de la sesión y de las comunicaciones verbales para se usadas de manera evacuativa, en un primer momento, y, luego, digerir e incorporar, esas partes de su self y de sus objetos que la atormentaban en su interior. Aquí yo sentía una especie de "voracidad anal", en la que los 45 minutos de la sesión no le eran suficientes para evacuar sus contenidos mentales. En tercer lugar, entraba al baño para limpiarse de lo que había sentido como "muy sucio", haciendo referencia a los temas tratados en las sesiones, sobre todo cuando éstas habían versado sobre temas genitales, anales, o de diferentes mezclas entre ambos.

Tal como se mencionó antes, esta puesta en escena al usar el baño adyacente a mi consultorio, corría paralelo al aporte del material que Eloisa llevaba a las sesiones, principalmente al relato de sueños. Valga la pena ahora un par de comentarios adicionales sobre la forma en la que eran relatados y la situación total que se iba escenificando.

Como vimos, los sueños comenzaron a aparecer en su material manifiesto solamente al comienzo del segundo año del análisis. Luego, el relato de sueños durante las sesiones fue en aumento y pasaba a relatar uno o dos sueños por semana, solo que éstos, en general, eran narrados al final de la sesión y daban poca oportunidad para su trabajo interpretativo. Después comenzaron a ocurrir en series, traídos generalmente a las sesiones de los martes, la primera de la semana, en las que llegaba con cuatro o cinco sueños, la mayoría de ellos extremadamente "ricos" y abundantes en detalles, personajes y situaciones, cuyo relato ocupaba toda la sesión, no dejando lugar a mis interpretaciones. Estos prolongados y detallados relatos de sueños me llevaban a sentirme frecuentemente confundido o atosigado con tanto material, identificándome seguramente con la forma como ella se atosigaba de comida; lo que me recordaba sensaciones similares, aunque no idénticas, a las que tenía al principio del análisis, cuando me relataba con muchos detalles sus dietas y las calorías que consumía o no consumía.

Estos sueños, pero sobretodo la forma como los relataba, me hacían pensar y sentir su necesidad de llenar el vacío por las ausencias del fin de semana; al mismo tiempo, su necesidad de proyectarme sus confusiones, su self confundido, lleno de objetos apelmazados e indiferenciados. En ocasiones llegaban a configurar lo que yo sentía como explosiones, por momentos verdaderas diarreas y en otros vómitos de material mental que necesitaba ser depositado en mí, digerido por mí y, luego, ser lentamente reincorporado por ella. Muchas veces me apresuraba a interpretar los contenidos, con lo que solo aumentaba la confusión y la explosión (vómito) de nuevo material, en la que el relatar de esa manera series de sueños, era una nueva forma de acting. Solo cuando me percaté de esta operación defensiva, me fue posible encausar mis interpretaciones en términos de la situación total (Betty Joseph, 1985). De tal manera que Eloisa y yo pudimos ir entendiendo que lo que estaba pasando en su interior era una gran necesidad de un objeto contenedor, de una función continente, donde evacuar, donde vomitar sus ansiedades, sus objetos parciales y perseguidores.

Ya no era tanto el espejo bidimensional donde mirarse, donde reflejarse e identificarse, sino que, además, necesitaba ser contenida, para luego poder incorporar esa función en su interior. Tanto ella como yo comenzábamos a tener espacios internos. Yo muchas veces me sentía "indigestado" con el material y los objetos parciales y fragmentados que ella me depositaba y lentamente fui comprendiendo que mi función era la de convertirme en su aparato digestivo, en un estómago y un intestino auxiliares, que realizara estas funciones por ella, mientras que ella las pudiera asumir por sí misma.

Pero al necesitarme a mí como objeto contenedor, significaba para ella también el convertirme en objeto perseguidor. Mis interpretaciones, así como mi capacidad de contención y de comprensión eran atacadas envidiosamente por ella. La anhelada contención podría revertirse en la temida simbiosis. ¿Cómo salir de este círculo vicioso?

En su modelo, no podía haber separación sin aniquilación. Separarse implicaba la aniquilación del objeto, de la misma manera que la simbiosis significaba la aniquilación del self. El recurso utilizado para defenderse de los peligros y las ansiedades de la separación, que al mismo tiempo significaba superar los peligros y las inhibiciones de la simbiosis con el objeto analista-madre, era acercándose al padre. Pero yo no era visto como el analista-padre, que ayuda a la niña a diferenciarse de su madre, sino que ahora era visto como el padre del deseo genital. La conclusión de este viraje fue la erotización de la transferencia. Un primer amor de transferencia sutil y larvado, fue dando paso progresivamente a una franca erotización, en la cual no había más preocupación en Eloisa que conquistar mi amor genital. Patrón de la transferencia-contratransferencia que, como vimos, estuvo presente a lo largo de todo el análisis, pero fue más intenso durante el tercer y cuarto año, en los que estuvo progresivamente menos cargado de los aspectos anales del segundo año. Esta transferencia erotizada fue vivenciada por mí, simultáneamente como su forma de resistirse a la simbiosis, pero también, al mismo tiempo, como su forma de salir de ella. Un componente importante de esta fase era la culpa, que fue dando lugar a la aparición de violentas resistencias, expresadas principalmente en severas recaídas de sus síntomas bulímicos y en las ausencias, cancelaciones y retrasos a llegar a sus sesiones. Situaciones éstas que se presentaban con especial intensidad antes, durante y después de las interrupciones por vacaciones. Era su forma, cargada de peligros destructivos, de enfrentar y elaborar nuestra separación e ir asumiendo su individuación.

Repitámoslo: durante esa fase, además del carácter de franco acting out de la erotización de la transferencia, aparecieron más fuertemente otras tendencias al acting out destructivo, como el considerable retraso para asistir a sus citas o la frecuente cancelación de las mismas, además de severas reacciones negativas en los momentos de separaciones prolongadas por vacaciones. En mis vacaciones de esa época Eloisa recaía fuertemente en sus síntomas bulímicos; hacía inconscientemente toda clase de operaciones para ser despedida o descendida en su trabajo; o se colocaba en situaciones en las que se sentía agredida por amantes fugaces con los que entraba en contacto. Más de una vez, todas estas actuaciones autoagresivas pusieron en peligro la continuidad de nuestro vínculo y de nuestro trabajo analítico, conformando un verdadero síndrome de reacción terapéutica negativa que se prolongó durante el tercer y cuarto año de su análisis.

Todos estos actings me llevaban a sentirme frustrado y poco competente como analista para contener las avalanchas de autoagresiones y de agresiones hacia mi y hacia el proceso analítico. Ocasionalmente la exasperación por la proyección de su self desvalido me llevó a contractuaciones como aquella vez que llegó muy tarde, a los últimos minutos de su sesión a contarme, muy compungida, que había estado a punto de estrellarse en varias ocasiones en su camino hacia mi consultorio por que su carro se había quedado sin frenos. Yo le indiqué, en una franca contraactuación como objeto omnipotente-cuidador, que muy cerca del consultorio había un taller de reparación de frenos y que se fuera inmediatamente para allá. Por fortuna, esta contraactuación de mi parte, que no fue la única, pudo ser posteriormente entendida e interpretada.

Todo este complejo conjunto de actings fue siendo elaborado, sin desaparecer del todo, en un paulatino proceso de individuación. En la siguiente sesión del final del cuarto año de análisis, se aprecia su presencia y sus posibilidades de elaboración. Es una sesión de martes de la segunda semana de diciembre previa a las vacaciones de fin de año. Comenzó con un insight referente a la sesión anterior: "He pensado que tiene razón en lo que me dice de las deudas con Ud. y también la relación con los sueños en el último minuto, para que Ud. se quede pensando en mi. Es mi forma de obligarlo a pensar en mi, mientras nos volvemos a ver. También creo que es la forma de prepararme para sus vacaciones (...) He pensado en eso y en lo que me dice de mi deseo de estar cerca de Ud. que yo siempre vuelvo algo sexual y entonces salgo corriendo".

Continuó hablando de su propósito de conseguir un novio en esas vacaciones que se avecinaban y de que había salido con cuatro hombres diferentes el fin de semana. Con ninguno se sentía bien, en ninguna parte se sentía bien. "Es increíble la cantidad de roles que Ud. puede desempeñar. Rol de papá, rol de mamá, rol de novio...Yo quisiera tener un novio que fuera como Ud. Ud. reúne las condiciones que ninguno de mis pretendientes tiene". Le interpreté que lo que me hacía mas deseable como novio era precisamente que yo era como su papá y su mamá. Ella asoció con una serie tres sueños: "Soñé que estaba en el aeropuerto despidiendo a alguien, yo estaba muy triste. Luego aparecía Ud. peleando con mi papá. Después Ud. me perseguía en un carro. Iba detrás de mi, me quería hacer daño, yo tenía mucho miedo, yo trataba de escaparme, me metía por la circunvalar pero en un semáforo, que me tocó parar, en el carro que me iba persiguiendo no iba Ud. sino iba mi papa, con cara malosa, me mira como diciéndome ahora sí la voy a agarrar, pero con unos ojos terribles de loco, de maniático sexual. Yo, entonces, me devuelvo y siento la necesidad de estar al lado suyo, de venirme para acá. Después soñé que estaba trabajando en mi computador y mi jefe estaba mirando detrás de mí lo que yo hacía. Yo tenía que hacer una pantalla de computador, pero había hecho varias pantallas repetidas. Mi jefe está detrás mío y me mira me hace cara de que está bien, pero no perfecto. El siguiente sueño se divide en tres situaciones. En una yo estoy con R. (compañera de trabajo). Algo pasa entre nosotras pero yo no me acuerdo que puede ser. Como que yo le estoy haciendo un favor a ella en un trabajo. En la otra situación estoy con mi abuela, ella tiene otra vez en los ojos unas pelotas negras, que me dan susto, yo estoy con mi abuela esperando a mi mamá. Y esa es la otra situación. Ahí yo veo a mi mamá que sale de la casa se va para algún lado en el que tiene mucho peligro, me da miedo que a mi mamá le pueda pasar algo, es una situación asustadora, algo terrible o macabro que le puede pasar a ella. Al final ella puede llamar y dice que está bien, que no le ha pasado nada. Y yo me tranquilizo".

Le interpreté que yo era el analista-padre objeto de una transferencia sexual agresiva, pero apareciendo también como protector. Ella y yo trabajando conjuntamente en medio de su padre y de su madre. Ella, identificada con su madre que corre peligro a causa de su separación. Las acciones en los sueños se resuelven favorablemente. Todo esto fue el tema de una extensa interpretación de mi parte en la que no solo contemplaba estos aspectos de los sueños, sino otros aspectos de la situación transferencial total de la elaboración de nuestra separación y su individuación, así como también de la elaboración y comprensión de la intensa transferencia erotizada que había escenificado. En mi contratransferencia yo ya no tenía más la sensación que estos sueños fueran evacuativos, como habían sido en el pasado. No me sentía ya invadido ni intoxicado por sus proyecciones, sino más bien me parecía que estos sueños, las asociaciones posteriores y todo el clima emocional de las sesiones fueran elaborativos. Había espacio para el pensamiento y la diferenciación. Sentía que en ellos se mostraba el trabajo psíquico que estábamos haciendo con Eloisa principalmente en los últimos meses y a lo largo de todo su psicoanálisis. Sus objetos internos, aunque seguían estando en conflicto entre sí, ya no eran objetos apelmazados, bizarros, cargados de agresividad.

Por lo que dijo después, sentí que Eloisa había avalado mi interpretación y había reconocido depresivamente que se sentía mejor preparada para esta separación que se acercaba, por que sentía que yo formaba parte de ella. Luego asoció con un recuerdo de un sueño o de una fantasía diurna que había tenido unos días antes, pero que se avergonzaba en relatarme. Haciendo un esfuerzo, pudo contarme que en una mesa había tres penes de los cuales ella debía escoger uno. Los penes correspondían a los de dos de sus exnovios y al mío. Ella se había decidido por el mío. Pero, en su sueño, ella se interrogaba sobre qué podría hacer con mi pene, si lo usaría para hacer el amor o como alimento, decidiéndose por la segunda opción. Me pareció que había mucho de insight y de elaboración parcial del Edipo y de la transferencia erotizada en esa asociación, en la que, aunque se mostraba el objeto parcial pene, se asumía una necesidad mucho más oral que genital. Pensé que esa era su forma de llevarme dentro de ella durante nuestra separación, sin sentirse culpable. En ese momento tuve la sensación que no fuera necesario hacer ningún nuevo aporte de mi parte, puesto que me di cuenta que ella podía hacer sola ese trabajo psíquico. Nos quedamos en silencio y después de largos minutos que yo sentí cargados de significatividad y de cercanía afectiva, se terminó la sesión.

Después de esta sesión y de otras en las que se ventilaron estas mismas vivencias, su análisis comenzó a entrar en su recta final. Después de esa interrupción por vacaciones de fin de año, comenzó a asistir más puntual y regularmente y, curiosamente, las sesiones fueron ocupadas paulatinamente por largos momentos de silencio. Que yo sentía como reparatorios y de elaboración depresiva (en franco contraste con la verborrea de los primeros años). Incluso hubo sesiones enteras en las que ni ella ni yo pronunciamos una sola palabra. Yo no sentía estos momentos como persecutorios o angustiantes, todo lo contrario. Era para ella como estar sola, en mi presencia, compartiendo conmigo un momento de reflexión, vivenciándose y vivenciándome como separado de ella. Cercano y no temido.

Habiendo observado con detenimiento este proceso analítico, miremos, qué han encontrado, al observar este mismo fenómeno, otros investigadores psicoanalíticos.

DISCUSION TEORICA:

(Es de Perogrullo destacar, por que salta a la vista con la primera mirada, que los mapas de navegación que me orientaron en este psicoanálisis fueron, simultáneamente, de factura freudeana y kleineana. No resultaba contradictorio, sino complementario, el vislumbrar las dificultades de la paciente para avanzar por las diferentes etapas del desarrollo psicosexual y su escenificación del Edipo temprano y tardío en la transferencia-contratransferencia, al tiempo que vivenciaba sus fragmentaciones, sus objetos proyectados dentro de mí y sus ansiedades al acercarse a la posición depresiva).

Es claro que el tema de la "bulimia" como tal no ha interesado mucho a los psicoanalistas. Del caudal de publicaciones psicoanalíticas existente en el PEP (Psychoanalitic Electronic Publishing ,1997), que, en su conjunto, este CD reune 29,400 artículos científicos psicoanalíticos en lengua inglesa. Al utilizar la palabra "bulimia" en su motor de búsqueda, aparecen solo 50 artículos que traten este tema, es decir el 0,17%. A una conclusión de proporciones similares se llega al examinar los títulos de los artículos de la revista Argentina de Psicoanálisis desde 1957 hasta el 2000 y la Revista de la Sociedad Colombiana de Psicoanálisis desde 1980 hasta el 2000. las mencionadas revistas, solo 50 se ocupan del tema y, de estos 50, solo a 5 se les escribe la palabra "bulimia" en los títulos de los artículos. Desde luego que diversos psicoanalistas de diferentes tendencias han psicoanalizado pacientes con rasgos o síntomas bulímicos, sobretodo desde finales del siglo XX, cuando este tipo de manifestaciones clínicas se han convertido en epidemia, principalmente en Europa occidental y en Estados Unidos, presentándose, escasamente, pero cada vez con más frecuencia también en nuestro medio latinoamericano, pero seguramente ellos y ellas, como yo, no han visto en los síntomas bulímicos la esencia, en términos psicoanalíticos, del sufrimiento de éstas pacientes (Dio Bleichmar, 2.000).

Por lo tanto, el presente trabajo no es la excepción a la regla de no titular el escrito con el nombre "bulimia" y de no haberme centrado de manera preferencial, en el análisis con la paciente, ni en el presente escrito, que da cuenta de él, en los síntomas bulímicos, lo que aunque parezca un descubrimiento un tanto ingenuo, no deja de tener su importancia. La presión que ejercieron sobre mi contratransferencia las transferencias y las identificaciones adhesivas y proyectivas del objeto-madre con funciones especulares, así como las vicisitudes del proceso de separación e individuación y de su particular configuración de la problemática edípica, me parecieron mucho más significativos en mi paciente, que los simples hechos de que ella tuviera preocupaciones excesivas por su imagen corporal, que sufriera de atracones de comida y que se provocara ocasionalmente vómitos (criterios psiquiátricos para diagnosticar una bulimia). Eloisa tenía mucho más que su cuadro clínico manifiesto. Los síntomas bulímicos aparecían en la superficie de una fachada defensiva que ocultaba una severa patología narcisística, con grandes dificultades para configurar un self separado autónomo y diferenciado, tanto como vínculos y relaciones de objeto maduras.

A lo largo de su proceso analítico, Eloisa presentó algunas de los fenómenos observados por los autores estudiados. Es así como en su proceso de individuación, dio cuenta de una modalidad de funcionamiento bidimensional, tal como el descrito por Cecilia Muñoz (1997). Como ella lo plantea, en algunos momentos de su análisis, para mí el reto como analista era el de no colocarme ni muy distante, que me sintiera abandónico, ni tan cercano que me sintiera intrusivo. Sin embargo, su conflictiva se situó mucho más en el temor al abandono que en el temor a la intrusión. Kate Barrows (1999) experimentó en su contratransferencia las intensas tendencias destructivas de su paciente, similares a las encontradas por mí en Eloisa, dadas principalmente por su tendencia al acting, dentro del cual la erotización de la transferencia jugó un papel destacado. No fue así el caso de su paciente ¿habrá jugado algún rol en esto el hecho que ambas fueran mujeres?. Es llamativo, que tanto Muñoz, como Barrows, centraron sus observaciones y buena parte de su trabajo interpretativo en el análisis de las características de los objetos externos (los padres) de sus pacientes. Para mí el hecho clínico psicoanalítico es el creado por el campo que se configura entre el paciente y el analista y es allí donde se presentan toda clase de interacciones y escenificaciones del mundo interno de cada uno de los miembros de la pareja analítica. Uno de los elementos más importantes (aunque no el único) en la configuración de éste campo es la identificación proyectiva de los objetos internos del paciente en el analista. Ese fue, exclusivamente, el campo de observación y de trabajo con mi paciente. El cual fue ampliamente suficiente para comprenderla, contenerla y para interpretarla, no siendo necesario ni pertinente, el análisis de las motivaciones o la conducta (Muñoz) ni de la estructura psíquica (Barrows) de los objetos externos de la paciente.

Coincido con Schwartz (1985) en que la conflictiva edípica jugó un papel determinante en el curso de este proceso analítico y estuvo presente de principio a fin. El caso más palpable fue el de la erotización de la transferencia. Esta temática transferencial estuvo en Eloisa cargada de elementos de profundas conflictivas orales y anales, de los cuales la erotización y la transferencia edípica, en el sentido de triangulación, fueron trabajadas por mí como defensas de esas conflictivas y parte de la lucha por obtener una identidad propia, separada e individualizada.

Como vimos, tenía Eloisa una marcada necesidad de espejearse en mí. No fueron meras casualidades las dificultades y ansiedades que ella me transfería, en las que me indicaban sus conflictos y sus vacíos en la configuración de su self corporal. Anudado a esto encuentro la insistente alusión a los espejos en el material manifiesto de sus sueños y el uso que ella hizo, durante casi todo su psicoanálisis, de mi cuarto de baño y al espejo del mismo. Uno de los primeros artículos psicoanalíticos de Jaques Lacán (1968) llaman nuestra atención sobre un tipo similar de fenómenos, en otro contexto. Al estudiar las psicosis infantiles y las conclusiones sobre la observación de bebés hechas por Baldwin, planteó la existencia, en el desarrollo del infante humano, de un estadio del espejo (Lacán 1968). Lacán elevó a la categoría hito en el desarrollo humano el hecho de que el bebé reconociese, inicialmente, a otro en la imagen que de sí mismo le proyectara el espejo. Más adelante, el bebé reconoce que la imagen reflejada por en espejo no es otro, sino es la imagen de otro, para llegar a concluir más adelante que esa imagen, es la imagen de sí mismo. (Palmier 1984). Al hacer estas operaciones mentales, el bebé transforma su funcionar psíquico del orden de lo imaginario al orden de lo simbólico y adquiere una primera identidad de sí mismo. Parece que esta hubiera sido la necesidad proyectada en mi, en las primera etapas de su análisis, por nuestra paciente, con severas dificultades en el establecimiento de su self corporal y en su identidad yoica, fruto de la permanencia en su mente de un funcionamiento de características simbióticas, que también se reescenificó en la transferencia.

Cuando en psicoanálisis se habla de simbiosis, de procesos de separación e individuación, resulta imprescindible examinar las ideas de Margareth Mahler al respecto. Curiosamente, Mahler bebe de las mismas fuentes de la que bebió Lacán para elaborar sus teorías. Ella también las elabora a partir de conclusiones clínicas del tratamiento psicoanalítico de niños psicóticos y de adultos fronterizos, así como de la observación sistemática de bebés en desarrollo interactuando con sus madres (Mahler 1984). Esta autora es partidaria de un proceso gradual y lento (si se compara con el pensamiento kleineano al respecto) del desarrollo y la configuración del sentido del sí mismo en el infante humano, que concluiría después que el niño domina la locomoción y el lenguaje, adquiriendo lo que ella denomina "constancia objetal" o el verdadero "nacimiento psicológico" (p. 120). Para llegar allá, el bebé ha debido superar una fase autística inicial, la cual da paso a una fase de simbiosis, para entrar luego en un proceso de separación-individuación, que ocupa desde los cuatro o cinco meses, hasta los treinta o treinta y seis meses de edad y el cual, a su vez, se subdivide en cuatro subfafes: la diferenciación, la ejercitación, el reacercamiento y "el camino que lleva a la constancia objetal libidinal". (Mahler, 1984, p. 92)

Siguiendo a Mahler, las dificultades de nuestra paciente se localizarían en la fase de separación-individuación. Y su proceso analítico podría ser visto como un proceso de desarrollo intrapsíquico, a partir de un estado de simbiosis, dado por dos elementos: su manera de expresarse, como si yo y ella fuéramos uno, y su confusión, que me proyectaba y que yo sentía contratransferencialmente, sobretodo en la primera fase de este análisis. En esos momentos, yo sentía, como ella, que no sabía qué era antes o qué era después, qué era adentro o qué era afuera, qué era masculino o qué femenino. Al avanzar el proceso analítico, estas formas de comunicación prescindiendo de las palabras o comunicaciones verbales primitivas, usando proyecciones e identificaciones adhesivas, fueron dando lugar a formas más diferenciadas de comunicación y a un menor uso de la identificación proyectiva masiva, en los momentos que yo me sentía menos "invadido" por sus proyecciones, menos confundido y más capaz de entenderla.

Otro aspecto de las observaciones de Mahler en cuanto al desarrollo, que se podría asimilar a las fases que se vivenciaron en este psicoanálisis, es el período de reacercamiento, en el cual el niño en desarrollo, al percatarse de la separación de la madre, desea retornar nuevamente al estadio anterior de unión con ella. Dice Mahler al respecto: "... aunque la individuación avanza muy rápidamente y el niño la ejerce hasta el límite, el pequeño también adquiere cada vez mayor conciencia de su separación y emplea toda clase de mecanismos para resistirse a la separación de la madre. Pero por más que trate de ejercer coacción sobre la madre, ésta y él ya no funcionan efectivamente como una unidad dual, es decir, el niño ya no puede participar de la omnipotencia parental, en la que todavía cree. Ahora se hace cada vez más necesaria la comunicación verbal (...). El pequeño gradualmente se da cuenta de que sus objetos de amor (los padres) son individuos separados con sus propios intereses individuales. Poco a poco y dolorosamente debe abandonar la delusión de su propia grandeza, a menudo en medio de dramáticas luchas con la madre (...)" (p. 98-99).

Aunque las observaciones, deducciones e hipótesis de un material clínico psicoanalítico, se desarrollan en un campo epistemológico enteramente distinto del de la observación de bebés y ambos no son equiparables directamente; si puede correlacionar el clínico, observaciones provenientes de uno u otro campo, tratando de establecer un diálogo entre las dos ciencias, que lo puedan llevar a obtener una comprensión más amplia del fenómeno observado. (Kernberg, 1989)

Así las cosas, es mi impresión que las observaciones de Mahler en torno al bebé en desarrollo en la fase de reacercamiento, se asemejan a las vivencias en la transferencia-contratransferencia, en el período intermedio del psicoanálisis de mi paciente Eloisa. Es en éste período, cuando las mayores crisis y actings destructivos ocurrieron, con mayor virulencia en los momentos cercanos a nuestras separaciones por vacaciones. En esos momentos sus ataques hacia mí, hacia nuestro vínculo y hacia su psicoanálisis tomaron las características de una intensa transferencia erotizada. En el bebé esta etapa se relaciona con el entrenamiento esfinteriano, el aumento del dominio de la locomoción y del lenguaje verbal. Eloisa, al disminuir sus actuaciones, muchas de ellas escenificadas en su propio cuerpo y en la forma evacuativa como relataba sus sueños, pasó a verbalizar más sus emociones y a soñar de manera elaborativa. Amén de la temática marcadamente anal de los contenidos de sus sueños y de sus asociaciones. Una analidad confusa y confundidora, entremezclándose y amalgamándose profusamente con elementos orales y genitales.

Freud, en su carta a Fliess de 1897 (manuscrito N) sintetizó la identificación como un modo de pensar los objetos. Este pensar que se encuentra en la base de la constitución del individuo, es en gran medida inconsciente. En las etapas tempranas de la identificación, los procesos mentales se experimentan en términos corporales como ingerir o devorar. Es por este proceso de internalización y de la diferenciación progresiva del yo, del ello y del superyo, que se constituye el individuo. Luego, en "Introducción al narcisismo" (1914) y en "Duelo y melancolía", Freud introdujo un cambio importante en su obra, de una teoría que daba cuenta predominantemente de las vicisitudes de las pulsiones hacia una teoría del mundo interno y de las identificaciones (Perelberg, 2001).

Cuando en la teoría kleiniana se habla de procesos de conformación del self, se está refiriendo a activos intercambios de proyecciones e introyecciones que ocurren entre el bebé y su madre, entre el primordio del self y el primordio de objeto, que, debido a este proceso van decantando en el self precipitados de identificaciones que van constituyendo su identidad. (Meissner, 1989).

Al describir la fenomenología de la identificación adhesiva en el autismo, Donald Meltzer (1979), nos llama la atención sobre la dependencia: "la identificación adhesiva parece producir un tipo de dependencia adhesiva en la cual no se reconoce la existencia separada del objeto". Y, al ocurrir la separación, no aumenta la tiranía al usarse masivamente la identificación proyectiva, sino que se produce un colapso "como si el niño se sintiera arrancado y arrojado por el objeto" (p. 202).

Como vimos, en Eloisa era llamativo, al inicio de su psicoanálisis, la percepción contratransferencial que yo tenía de ella como de impenetrable, como si no tuviera espacio interno, como si no tuviera aparato digestivo mental, ni función continente, dado su funcionamiento bidimensional. Siguiendo esta línea de pensamiento, su tendencia a engordarse, puede ser considerada como un intento de fabricarse a sí misma una "segunda piel", constituida por su tejido adiposo, en términos de Esther Bick (1970), ante el fracaso de su identificación adhesiva. Pero esta segunda piel, funcionaría en su mente como una especie de prótesis de aparato contenedor, simulador de la función alfa, que estaría encargada de contener sus contenidos corporales y mentales, pero, a la vez, también estaría destinada a protegerla de la invasión del objeto (simbolizado en los hombres que la rechazarían por ser gorda). Visto en estos términos, podríamos afirmar que el trabajo del análisis, al buscar generar su separación e individuación, realizó simultáneamente la configuración de una verdadera piel, al permitir inicialmente la identificación adhesiva, la conformación posterior de una verdadera piel continente y de la generación subsecuente de una función continente mental.

 

A MANERA DE CONCLUSIONES:

Es fácil verse inclinado, en una paciente que la mayor parte del tiempo habla de tragar y vomitar, a sentir que ella traga o vomita al analista y a sus intervenciones, y puede que en muchos momentos así se perciba contratransferencialmente. Pero, por lo menos en la paciente aquí presentada, mi vivencia contratransferencial era mucho más amplia, rica y compleja. Desde luego que, una golondrina no hace el verano, y con el análisis de un solo caso, aunque visto en profundidad, no se puede hablar, ni mucho menos de "tipicidad" de un fenómeno clínico. Es por esto mismo que tampoco podemos hablar que el síntoma clínico fenomenológico se refleje de manera exclusiva en la transferencia-contratransferencia. No puedo considerar a este escrito, de ninguna manera, conclusivo a este respecto. Será necesario observar más procesos analíticos e investigaciones relacionadas con estos fenómenos, para llegar a conclusiones más sólidas.

.

Es mi impresión que no existe un tipo único de fantasía básica, o de tema en la transferencia-contratransferencia, que domine un proceso analítico. Por el contrario, los ejes en los que giran los psicoanálisis son múltiples y multideterminados. Distinto es que los autores psicoanalíticos, al referir material clínico que sustente sus escritos, tiendan a escoger uno o unos pocos de ellos para destacarlo en sus teorizaciones, en aras de una mayor claridad, consistencia y simplificación. Esta simplificación, aunque entendible y loable desde el punto de vista didáctico, no hace justicia a la enorme riqueza y complejidad clínica que encarna un tratamiento psicoanalítico.

A lo largo de este proceso analítico de cinco años y medio se observó que existieron una serie de fantasías básicas que determinaron la configuración del tipo de pareja analítica y el fluir del proceso de transferencias y contratransferencias. En determinados períodos, un tipo de fantasía básica ganaba en preeminencia, sin que las otras desaparecieran, sino que eran matizadas por este tema central, presentándose un proceso simultáneo, asimétrico y heterogéneo de elaboración.

Si tratáramos de resumir y agrupar estas fantasías básicas que vivenciamos con Eloisa en la relación transferencia-contratransferencia y que enrutaron este proceso psicoanalítico, salta a la vista que el tema más central, intenso y repetitivo, aunque con múltiples variaciones a lo largo de todo el proceso, fue el de las vicisitudes relacionadas con el objeto-madre en quien se sentía sumergida en una relación de tipo simbiótico. Así fue también conmigo. En esta relación se sentía asfixiada, necesitada de salir de ella, de separarse, pero esta separación conllevaba el peligro de la aniquilación. Paralela a esta escenificación de sus necesidades y ansiedades de separación en la relación de transferencia-contratransferencia, corrían otras representaciones o ejes temáticos, como aquellas relacionadas con el conflicto por la imagen corporal, con su self corporal, frente al cual colocaba a su analista en la posición del espejo que la refleja y le otorga una identidad. El intentar diferenciarse de su objeto madre simbiótica, la estrelló de frente con el Edipo primitivo que llevo a la escenificación de una intensa transferencia erotizada y a toda una serie de actings destructivos. Todas estas configuraciones objetales revivenciadas en la transferencia, con las consiguientes reacciones contratra nsferenciales, se encontraban presentes ya desde el inicio mismo del análisis y se conservaron hasta el final sufriendo variaciones y modulaciones a lo largo del proceso. Los diferentes ejes temáticos o fantasías básicas se suscriben al de los conflictos por su separación e individuación, siendo éste, cómo vimos, uno de los más relevantes por su intensidad y por su penetrancia a lo largo de todo el proceso analítico. Sin embargo, los demás (vicisitudes en el establecimiento de su self corporal y su identidad, identificación con el padre adicto, transferencia erotizada, tendencia al acting destructivo) también estuvieron presentes todo el tiempo y por momentos comandaron la transferencia y la consiguiente labor interpretativa

La elaboración de mi contratransferencia a lo largo del proceso analítico, me llevó en muchas ocasiones a enfrentarme a sentimientos de confusión, principalmente en los primeros años. Una buena parte de las comunicaciones de Eloisa corrían por canales distintos a los de la comunicación verbal y debí fijarme detenidamente y hacer consciente la forma como ella hacía sus relatos, antes que en los contenidos, para poder comprenderla y poder interpretarle. Antes de esto, me hallaba tan confundido, como ella misma se encontraba. Era un funcionamiento mental bidimensional, que dio paso a la proyección de su self confundido, con poca estructura interna y déficits importantes en sus límites. Luego vino su fuerte tendencia al acting. Otra forma de comunicación no verbal, si se quiere más elaborada. El acting más importante fue la erotización de la transferencia, que en más de una ocasión dificultaba mis posibilidades para pensarla, al mismo tiempo que lo sentía como parte de su proceso hacia la individuación. Hubo otros actings destructivos, que mostraban la fuerza de sus tendencias agresivas, puestas en marcha como otro paso necesario a la individuación, pero que hubieran podido poner en peligro todo el proceso analítico, de la misma manera como detuvieron su desarrollo. Todo lo anterior nos informa de déficits importantes en la esfera del narcisismo de esta paciente.

Finalmente, la mayor parte de estas tendencias, se fueron elaborando más depresivamente y con comunicaciones hechas predominantemente en el canal verbal, lo que amainó la intensidad de mis reacciones contratransferenciales trocándolos más en pensamientos y en comprensiones. Pensamientos y comprensiones que Eloisa había comenzado a construir sobre sí misma.

 

AGRADECIMIENTOS:

A lo largo de mi formación psicoanalítica el material clínico objeto del presente trabajo fue supervisado por los doctores Eduardo Gómez Escallón, Inga de Villarreal y Guillermo Sánchez Medina. Ellos contribuyeron con muchas ideas, críticas y sugerencias para que este proceso analítico arribara a buen puerto.

Este trabajo fue realizado en el seminario-taller sobre la elaboración de un trabajo psicoanalítico, dirigido por el Dr. Eduardo Gómez Escallón, cuyas valiosas observaciones condujeron a que sea lo que finalmente es. Estoy agradecido con mis compañeros de taller, los Doctores Margarita Canal, Javier Aulí y Pedro Fernandez, quienes me aportaron innumerables ideas sobre la organización del material clínico y sobre la bibliografía a consultar. En buena medida este escrito es un trabajo de creación colectiva llevado a cabo por los participantes de este seminario-taller.

En la consecución, organización y traducción de una parte de la bibliografía fueron invaluables los aportes de los Doctores Carlos Plata M., Claudia Ximena Castillo, Verónica Fornaguera y Soraya Aparicio.

Notas

1 OA: grupo de auto-ayuda denominado "Obesos Anónimos". La estructura de estos grupos es similar a la de los Alcohólicos Anónimos o Narcómanos Anónimos.

 

BIBLIOGRAFIA

BARROWS, K. (1999). Ghosts in the swamp. Some aspects of splitting and their relationship to parental loses. Int. J. Psychoanal, (1999), 80, 549.

BICK, E. (1970) La experiencia de la piel en las relaciones de objeto tempranas. Rev. Arg. de Psicoanálisis, Tomo 27 No. 1.

DIO BLEICHMAR, E. (2000). Anorexia/Bulimia. Un intento de ordenamiento desde el enfoque Modular-Transformacional. Revista de Psicoanálisis. No. 4.

FREUD, S.

JOSEPH, B. (1985), La transferencia: situación total. Int. J. Psycho-Anal. 66, 447.

KERNBERG, O.F. (1989). Proyección e identificación proyectiva: aspectos del desarrollo y clínicos. En: proyección, identificación, identificación proyectiva. Compilador: Josef Sandler. Tecnipublicaciones, S.A. Madrid.

LACAN, J. (1971), Escritos 1. Siglo veintiuno editores, sa. Mexico.

MAHLER, M. (1984). Estudios 2, Separación - Individuación. Editorial Paidos, Buenos Aires.

MEISSNER, W.W. (1989) Proyección e identificación proyectiva. En: proyección, identificación, identificación proyectiva. Compilador: Josef Sandler. Tecnipublicaciones, S.A. Madrid.

MUÑOZ, C. (1997), La bidimensionalidad: una defensa contra el objeto invasor y contra el objeto abandonador. Rev. Soc. Col. de Psicoan. Vol. 22 No. 2.

MELTZER, D. (1979). Exploración sobre el autismo. Paidós. Buenos Aires

PALMIER, J. M. (1971), Jacques Lacan, lo Simbólico y lo Imaginario, Editorial Proteo, Buenos Aires.

PERELBERG, RJ (2001), El Interjuego entre Identificaciones e Identidad en el Análisis de un Joven Violento: Cuestiones sobre la Técnica, Libro Anual de Psicoanálisis, XV, 27-40.

PSYCHOANALITICAL ELECTRONIC PUBLISHING (1997), PEP Archives CD volumen II, London, 1997.

REISER, LW. (1990). The oral triad and the bulim ic quintet. Understanding the bulimic episode. Int. Rev. Psycho-Annal., 17:239-248.

SHAHNLY, V. (1987), Eating her words- food metaphor as transitional symptom in the recovery of a bulimic patient. Psycoanal. St. Child, 42:403-421.

SCHWARTZ, H.J., (1986), Bulimia: psychoanalitic perspectives. J. Amer. Psychoanal. Assn. Vol 34. No. 1-2.

Volver al sumario del Número 23
Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 23 - Octubre 2006
www.acheronta.org