Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Fábrica de un caso: Camille Claudel
Marcelo Pasternac

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Las características del libro que hoy presentamos (2) nos dan la oportunidad para reflexionar sobre la especificidad del psicoanálisis y las contradicciones que le impone la transmisión de cierto saber que surge de su experiencia y el carácter poco menos que inefable de la unicidad de cada una de esas experiencias.

Paradójicamente circula en la cultura una imagen de la función del analista, a mi juicio equívoca, pero cuyas características han sido favorecidas por la actividad de algunos (o de muchos) que se presentan a la sociedad como exponentes del psicoanálisis. La confusión con la medicina, la pedantería con que algunos pontifican sobre cualquier tema con la pretensión de un saber poco menos que indiscutible, el estímulo que para el narcisismo de tales personajes constituye el hecho de que no faltan quiénes los interroguen a propósito de cualquier tema, y entonces esos "todólogos" no se privan de responder a semejante provocación, a esa incitación que coincide con sus propias tendencias, todo lo cual coadyuva en la producción de esa imagen fácilmente caricaturizable que, entonces, no ha dejado de ser efectivamente objeto de las caricaturas que merece.

Citemos a título de ejemplo un fragmento de un texto titulado "Psicoanálisis del Conde de Lautreamont" (3): al referirse a la estrofa 7 del Canto II de los Cantos de Maldoror el oficiante recuerda que en ella el gusano de luz ordena a Maldoror, cuya extrañeza provoca, que mate a la mujer que, dice, "se llama Prostitución". Entonces "con lagrimas en los ojos y furia en el corazón", y dotado de una extraordinaria fuerza, Maldoror levanta una piedra voluminosa, escala con ella una montaña y desde su cima aplasta al gusano de luz. El psicoanalista de este caso no titubea y se permite interpretar del siguiente modo: se trata de un conflicto con el padre en el que el gusano representa tanto a su propio pene como al padre, ante los peligros de una sexualidad incestuosa y de la masturbación. Ante la presencia de la mujer –llamada Prostitución-, agrega, se defiende atacando al padre y realiza el parricidio desde una montaña que representa el pecho de la madre, donde se inició en las prácticas del odio por la frustración oral.

No soy el primero que señala cómo en este tipo de interpretación no se trata de una auténtica lectura. (4)

Yo me permito agregar que no hay aquí la construcción de un caso con elaboración crítica de la imaginería del interpretante sino, justamente una especie de traducción simultánea, por aplicación de un código preexistente de símbolos, genérico, de-subjetivado. La caricaturización que he mencionado se instala desde el mismo texto con el desborde de la omnipotencia interpretativa. No debemos ignorar, para no caer en una crítica extemporánea, que el autor responde a lo que era bastante típico en su entorno en la época en que eso fue escrito. Aquí sólo nos interesa como ejemplo de lo que acecha a los que se prestan a ese estilo en nuestros días.

Otra forma expositiva de un caso, diferente de la anterior pero emparentada en el sentido de que lo que está construido proviene de la subjetividad del lector y no del caso analizado, la encontramos en lo que hacen Abraham y Torok con el caso freudiano del llamado Hombre de los Lobos. He descrito ampliamente en un libro (5) el discurso, que Lacan califica de delirio de mal gusto, en el que los autores despliegan su imaginación y su aparente sabiduría, ajena al caso, aplicándole todos los recursos necesarios para llegar a un objetivo prefijado por lo que ellos llaman una intuición clínica, con un forzamiento del material disponible del caso. Si de lo que se trata es de justificar un resultado establecido con anterioridad entonces aplicarán recursos variados que les permitan llegar a donde se habían propuesto. No reproduciré aquí todo ese recorrido que como dije ya he publicado recientemente, pero puedo ahora recordar que a partir de una palabra en ruso (teret), que proviene efectivamente del material del paciente, los autores recurren en sus asociaciones a cualquier manipulación semántica, lexicográfica, translinguística, etc. hasta poder, literalmente, forzar un resultado que corresponda a la expectativa prevista desde el comienzo, como un corsé al que el cuerpo debe ajustarse. (6)

Frente a estas formas de enfocar la problemática del caso con la aplicación de generalizaciones y con la subjetividad desbocada del interpretante, que en definitiva colocan en segundo plano o excluyen de hecho al sujeto al que se debería abordar, pretendemos, en nuestra colección "Fábrica de casos / casos en fabricación" , (7) recuperar la dimensión estrictamente analítica que, sin desdeñar la existencia de un universo asociativo propio del lector, éste somete a una crítica imprescindible para que el resultado sea efectivamente la fabricación del caso y no una producción fantaseosa, respetable en su calidad de tal, pero sin valor psicoanalítico sustentable a propósito de la especificidad singular del sujeto.

No se trata de renunciar a los recursos que brinda el sedimento de un saber producido en otros casos sino de respetar, ante todo, el ámbito de la singularidad irrepetible de cada uno. En efecto, el psicoanálisis en sentido estricto, aquél fundado por Freud, reformulado por la lectura que de él hizo Lacan a la luz de su propia experiencia clínica y enriquecido por los aportes ulteriores de sus discípulos, produce cierto saber transmisible, pero debe dar cuenta de la compleja tarea que consiste en poder hacer circular como un saber pertinente algo que, a la vez, en cada caso está caracterizado por una exquisita singularidad, y hacerlo sin caer en una generalidad vacía o en un fantaseo desenfrenado y caricatural.

¿Cómo entonces producir y transmitir ese saber? Hay un riesgo importante, sobre todo cuando no contamos con el material de las asociaciones del analizante. No corresponde a ninguna de las condiciones más frecuentemente requeridas (no es un caso de la experiencia analítica publicada, ni es el producto de un cártel de trabajo sobre un caso que ha caído -tomando literalmente el sentido original de la palabra caso, del latín cadere, caer-) y entonces, como digo, los riesgos de un deslizamiento a una aventura de lectura puramente asociativa del lector desvirtuaría la posibilidad de la producción de un saber transmisible y se derrumbaría en un charlatanismo, en una práctica sin valor psicoanalítico.

El riesgo correlativo es el de la renuncia a toda elaboración transmisible. Frente a eso hay recursos disponibles que se multiplican. Torok y Abraham utilizaban en el caso mencionado, el del llamado Hombre de los Lobos:

1) El relato que incluye la propia historia de éste y coloca en escena a los autores de dicho relato;

2) la novela, tanto en el sentido de la novela familiar como la de las guerras y revoluciones que atraviesan la vida del Hombre de los Lobos;

3) el poema, en el caso del Hombre de los Lobos, como recurso de las lenguas, de las voces, suyas y de todos los analistas que intervinieron, conocidos o no por él;

4) el mito, entendido como reconstrucción de un origen inmemorial; y

5) la traducción, que Derrida define, en este caso, como "circulación entre las escrituras, marcas corporales, verbales o no, que forman un corpus, poco más o menos [...] idiomático y reclaman la producción de otra escritura de traducción".

Pero esos autores sometían estos dispositivos al influjo arbitrario de los objetivos que se habían fijado y buscaban encontrar lo que previamente se propusieron encontrar.

Podemos decir que todos esos recursos, ya enumerados, son respetables si son puestos al servicio de la fabricación del caso y no de su introducción en un molde preconcebido y que, cumpliendo con este requisito, son útiles y pertinentes en esa producción. No sólo no discrepamos acerca de esa pertinencia sino que podrí amos agregarles (si no se los considera ya incluidos en la referencia a la historia) la consulta de distintos aspectos de la crónica periodística, y de otras fuentes (dichos testimoniales, tradiciones orales, etc.) que rodean los acontecimientos a los que hace referencia el analizante o el material analizable y que aparecen en las versiones variadas del caso. El problema aparece, para nosotros, cuando no se toma en cuenta el límite, el conjunto de restricciones que impone desde el punto de vista del psicoanálisis ese material al abanico de asociaciones que vienen en el lector o en el analista a partir de los observables efectivamente disponibles.

Eso es lo que efectuó Danielle Arnoux, lo que le permitió presentar una construcción del drama de Camille Claudel que se sostiene y transmite un saber sin violentar el respeto ineludible, psicoanalíticamente, por la singularidad del caso a la que ya hemos hecho referencia.

Danielle Arnoux, comienza con el reconocimiento de los límites de su elaboración (diferencia abismal con los dos ejemplos que he dado más arriba, de Pichon Rivière y de la pareja Torok-Abraham) y expresa que su fabrica del caso concluye forzosamente de un modo provisorio pues puede sobrevenir un elemento nuevo que coloque sobre el yunque de nuevo todo el material. Pero no renuncia a una producción que incluye su apuesta y la dimensión en parte sabida, y en parte no, de su propia implicación. Anota las analogías con el trabajo del pintor (que agrega material a la tela) y del escultor (que quita material al mármol). Señala la importancia del contraste entre la riqueza del habla de Camille sobre la persecución y su silencio acerca de su obra. Esto no le impide correlacionar cuidadosa, minuciosamente los dichos testimoniales, los escritos de Camille, los acontecimientos sincrónicos y las imágenes que las esculturas materializan, sus transformaciones y los nombres que la escultora les adjudica y lo que esas nominaciones implican "como indicaciones de lectura", el paralelo con las temáticas sobre el sacrificio en la obra de Paul Claudel y el sacrificio de la obra escultórica destruida materialmente por Camille, etc. etc.

Me limitaré aquí sólo a algunas menciones de esa fabricación que realiza con esos materiales Danielle Arnoux. Así, en L’âge mûr [La edad madura] lee en las versiones sucesivas de ese grupo escultórico el pasaje de la cercanía de la joven con el hombre a la ruptura, la intervención de la rival que aleja de ella a ese hombre, generoso hasta entonces, y sitúa cronológicamente el pasaje al delirio (pasaje de un Rodin que funciona como protector al Rodin perseguidor) y, al mismo tiempo, el abandono de toda su obra escultórica cuando se instala el dominio de los temas delirantes persecutorios. Entonces en Clotho, la escultura que presenta a la moira, a la parca, se da la ocasión de gritar la acusación al ladrón (Rodin, en su opinión), justamente en ocasión de esa obra desaparecida y jamás vuelta a encontrar.

Las producciones no logran, como alegóricamente podría mostrar su escultura con el Perseo y la Gorgona, hacer fracasar a los enemigos reales o fantaseados, cuyo ataque se vuelve, en su reflejo, contra ellos mismos y entonces, justo cuando algunas obras logran pasar al público, Camille cesa su producción y se hunde en el abandono de su creación artística. Arnoux cruza, confronta cuidadosamente los datos de las cartas de Camille de 1899 en los que ésta muestra su lectura de las opiniones críticas con el filtro de su problemática, el episodio de la desaparición de Clotho (con su conclusión sobre el perseguidor como ladrón), las consideraciones que permiten formular los escritos de Freud sobre Schreber, los casos de Gaëtan de Clerambault, etc. Veamos esto muy someramente en dos fragmentos, pues el despliegue total merece justamente la lectura de las 500 páginas de este precioso volumen:

1899. Un critico menciona una "influencia rodinesca" a propósito de Clotho. Camille responde escribiendo que ese Rodin que acusa a otros de copiarlo es el que copia la obra de Rude, otro escultor. Deducción: Camille lee al critico como diciendo "Camille Claudel copió a Rodin" y esto como acusación que viene del mismísimo Rodin. Contestación: a) no conozco los dibujos de Rodin, b) es Rodin el que me acusa, c) es Rodin el que copia. A la manera de los mecanismos delirantes destacados en la gramática a partir del caso Schreber por Freud: "No soy yo, es él…". No soy yo, es él quien copia, lo que equivale a robar, es él entonces quien robó la escultura de Clotho.

1907. Una pregunta que formula una periodista es muy mal recibida por Camille quien escribe, como respuesta: "¿…qué necesidad hay de saber a quien pertenecen mis objetos de arte?" y expresa, en ocasión de un robo cometido en el Museo del Louvre, lo siguiente: "Conozco al autor de todos los robos y depredaciones cometidos en el Louvre". ¿De dónde lo sabe? De supuestas confidencias de una desconocida encontrada en el Jardín del Luxembourg… o sea justamente donde está el museo en el que desapareció la escultura Clotho. Y entonces la frase que escribe todo este despliegue es "Rodin robo Clotho".

Vemos en este ejemplo como una producción singular puede elaborarse sometiéndola a una racionalidad que tiene en cuenta los límites que los elementos disponibles imponen al fantaseo de un investigador responsable.

En un artículo ya antiguo me permití, para referirme a la doctrina que organiza específicamente al psicoanálisis, apoyarme en la topología borromea en la que, como es sabido, hay un anudamiento que se produce de tal manera que basta que uno de los lazos que constituyen el nudo se desligue para que todos queden libres. Con esto se escribe, entre otras cosas, que la consistencia de esa totalidad sólo se mantiene si todos y cada uno de sus integrantes se mantienen solidarios. Es decir que siendo todos diferentes, cuatro lazos anudados, son equivalentes en ese sólo sentido.

Pretendí inscribir con esta construcción la posición del psicoanálisis con cuatro referencias inseparables y en cierto sentido insistentes, reiterativas en lo que constituye el rasgo que lo específica: la omnipresencia del tema de la singularidad del sujeto del que se trata:

1º. Singularidad del real de la clínica. El caso clínico es único, irrepetible y ante él la disponibilidad del analista debe ser total, con la suspensión de su propia subjetividad, sin excluirla;

2º. Singularidad del simbólico que se expresa en la formulación de la ética del psicoanálisis. Una ética que consiste en que el psicoanálisis no es una moral. Una práctica que no integra al sujeto singular en un rebaño y que, entonces, no lo conduce a ningún corral preestablecido por una bio-norma o una socio-norma o una etiqueta. Ética que se regula por la exquisita singularidad del enigmático deseo del sujeto;

3º. Singularidad del imaginario que se presenta en la generalidad teórica, pues el saber del psicoanalista como todo saber tiende a producir una generalidad transmisible y, en ese sentido, está acechado por el riesgo de caer en la tendencia a las formas plenas. Pero aquí tenemos una generalidad contradictoria. Lacan la formula en una paradoja cuando afirma que "Lo que debe saber el psicoanalista ante el caso es justamente ignorar lo que sabe " (lo que sabía de antes y de otros casos). He aquí una generalidad teórica extraña: saber que no se debe aplicar, la suspensión de todo saber general.

4º. Singularidad, finalmente, de la escritura del caso en una topología especial, la del cuarto lazo de este anudamiento borromeo de la doctrina del análisis. Lacan hizo una escritura del caso Schreber, o en el caso de James Joyce, que no es la escritura de las psicosis sino la escritura de cada uno de esos casos, y que puede resultar un saber iluminador de otros pero que debe ser suspendido en la tendencia a aplicarlo como una generalidad.

Singularidad: cuatro veces singularidad, sin embargo eso no impide sostener que, como se decía en 1990 en la presentación de una revista psicoanalítica que suspendió luego su aparición:

"… estamos obligados a distinguir la experiencia analítica de la experiencia religiosa y de la mágica. Esta última se caracteriza, en términos muy generales, porque el saber que en ella opera solamente se puede transmitir por la vía iniciática. Respecto a la otra, la experiencia religiosa, la transmisión del saber religioso no puede prescindir de la vía dogmática. Mientras que en el psicoanálisis, por el contrario no renunciamos a orientarnos según ciertas exigencias provenientes del campo de la ciencia, como la que impone que en algún momento se desprenda algún saber de la singular experiencia analítica, saber que debería ser transmisible y, en consecuencia, compartido por una comunidad."

Entonces no renunciamos a un saber transmisible y ésto justamente porque no caemos en la pendiente ridícula del psicoanalista omnisciente que generaliza su saber y lo aplica impertinentemente fuera de su único ámbito legítimo. Y una de esas formas pertinentes de producción de saber transmisible es precisamente la de la fabricación de casos explorados en extensión y profundidad con un extremo respeto de la materialidad y la literalidad de los elementos disponibles y un cuidado de no transponer los límites que esos materiales explorados plantean a la imaginación del analista. Éste no renuncia a sus ocurrencias, como no renuncia en la situación propiamente analítica a lo que le surge de su "atención flotante" ante las "asociaciones libres" del analizante, pero no deja de interpretar sus propias ocurrencias de modo que diferencia en ellas lo que es propio de la imaginería de su subjetividad sin frenos y lo que sintoniza con la producción del sujeto protagonista de la experiencia allí sostenida por él.

He aquí lo que el libro de Danielle Arnoux nos ofrece realizado en acto y que hoy se trata de hacer circular por su propio valor y como un paradigma de lo que puede y debe ser la fabricación de un caso.

Notas

1 Anteriormente aparecido en la revista me cayó el veinte, nº 6, México, otoño 2002

2 Presentación, realizada en el Museo Soumaya, del libro de Danielle Arnoux, Camille Claudel, el irónico sacrificio, México, epeele, 2002

3 Enrique Pichon Rivière, Psicoanálisis del Conde de Lautréamont, Buenos Aires, Ed. Argonauta. 1992.

4 Rosa López, El estilo en la transmisión del psicoanálisis, Topía, Buenos Aires 2000. pags.255-256.

5 Marcelo Pasternac, Lacan o Derrida. Psicoanálisis o análisis reconstructivo, México, epeele, 2000.

6 Ibíd, pp. 88-126.

7 La editorial psicoanalítica de la letra (epeele) ya ha publicado en esta colección, además del libro que presentamos aquí los siguientes textos: Jean Allouch, Marguerite, Lacan la llamaba Aimée, 1995; Jean Allouch, Eric Porge y Mayette Viltard, El doble crimen de las hermanas Papin, 1995 y Jacques Maître, Una célebre desconocida,1998.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 21 - Julio 2005
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