Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Ella ahí donde no pensó
Pasaje al acto y acting-out: una articulación clínica
Julia Germani

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"Transmitir (uberliefern), délivrer, es un liberar(...)
hacia la libertad de la conversación con lo sido."
1

Intentaré establecer las coordenadas de esta presentación tomando como referencia los ejes que circunscriben la lógica instaurada por Lacan a partir de la transformación del cogito cartesiano en el Seminario XIV. Allí la opción alienante "o yo no pienso" "o yo no soy", dará lugar, vía la repetición, "a los dos modos bajo los cuales el sujeto puede aparecer diferente": "uno representa la elección necesaria del no pienso acorneado por el Es de la estructura lógica, y el otro un no soy que no se lo puede elegir más que de la alternativa que opone y conjuga el núcleo del Icc, como no tratándose de un pensamiento atribuible al Je" 2.

La elección primera, forzada, de la alienación nos remite al polo en dirección al "yo no pienso", positivado en un soy (ser sin yo) que funda el Ello freudiano, elección obligada de la alienación para todo sujeto. Del lado del Ello situamos entonces ese modo "ejemplar" de instauración del sujeto que es el pasaje al acto. Es en esta posición donde se encuentra el sujeto al comienzo de un análisis.

La operación analítica irá en la dirección de inclinar al sujeto, a partir de la opción alienante hacia el lado de la otra opción, imposible de elegir inicialmente para el sujeto, que es la elección del "yo no soy", elección del Inconciente, polo dónde Lacan situará el acting out.

I

Un encuentro

Todo empezó ahí, dice Juan en la primera entrevista, intentando establecer las coordenadas de tiempo y lugar que ocasionaron esta consulta.

Ahí, en el bar que decide poner en marcha junto con María, su novia desde hace varios años, luego de un período de separación durante el cual estuvo tirado en la cama, estado del que sale luego de un llamado de ella.

Ahí, conoció al pibe, y es ella quien se lo presenta.

Ahí, en esa estrechez de tiempo y lugar, que signa el instante de la angustia;

Todo empezó ahí: Un encuentro sexual del que sale sintiéndose una mierda precipita la consulta.

Juan, se presenta entonces en un tiempo posterior a aquel en el que el presente irrumpió en la forma de la angustia. Cierto desgarro de aquello que lo representaba se instaura según un proceso cuya estructura es de pura presentación. La caída de la escena del mundo en la que se sostenía constituye su respuesta.

Un encuentro homosexual que todo el día está presente y en el que no puede dejar de pensar, no pudiendo pensarse allí, en ese momento, haciendo eso, que dice nunca haber imaginado aunque se había jurado no hacerlo, será lo que, no sin dificultad, relatará Juan al inicio de esta consulta.

II

La ruptura de una promesa

Los efectos de mortificación y vergüenza producidos por la contingencia de este encuentro que aprés coup será leído como un pasaje al acto, se anudan y correlacionan desde el comienzo de su relato a una promesa sostenida en el tiempo: Nunca iba a estar con un pibe.

Al comienzo entonces, un encuentro, y con él la ruptura de una promesa, promesa que Lacan lee en la Versagung freudiana marcando su ambigüedad de promesa y rechazo:

Siempre prometía que nunca lo iba hacer pero siempre lo pensaba; de chico, pensando en que nunca iba a pasar y pensando en que por ahí le gustaría que pase.

Una promesa anticipada que marca la relación de señuelo en la que se funda para el sujeto el anudamiento con el Otro en la medida en que es, en una dependencia con la demanda del Otro, que él intenta fundar, instituir su deseo.

III

La salida de la escena del mundo

La ruptura con María un tiempo antes y lo que allí se revela se constituye en una de las coordenadas que enmarcan la escena desde la cual Juan se precipita al encuentro con "el pibe".

No podía hacer nada, no podía ni ir hasta la esquina que le molestaba, estaba celosa... celosa del pibe este, por eso se armó tanto despelote cuando se enteró que fue a pasar un fin de semana con nosotros porque estaba solo.

Resalta que es ella la que produce la entrada del pibe en la escena, al punto de sugerirle que lo lleve a vivir con él en circunstancias en que el "pibe" no tenía lugar dónde vivir. Luego comienzan los celos, ella estaba acostumbrada a que yo pasara todo el día en casa. Pero ahora Juan y el pibe pasan mucho tiempo juntos y María comienza a decirle que no le gustan ciertas actitudes de éste.

Una noche, en medio de un ataque en que se queda dura , María comienza a pegarle y profiere gritando: Preferís un hombre a estar conmigo. Juan aclara: en un tiempo en que a mi no me pasaba nada con él.

Este señalamiento de María respecto a "su" deseo será redoblado por un decir de la madre, y quedará inscripto sobre el suelo de aquella promesa infantil, constituyendo una de las coordenadas anteriormente referidas: es ella, su madre, que en su afán de saber, afán que Juan nombra desesperación, le pregunta si tenía novia............ ¿y novio?.

Momento de máxima barradura, en que el sujeto ya no puede sostenerse; al supremo embarazo se le agrega la emoción por la súbita imposibilidad de hacer frente a la escena en que se presentifica el deseo del Otro. Desde allí, no sin alcohol, se precipita al encuentro sexual.

Estaban tomando y Juan le pregunta al pibe si le gustaban los chicos. En esa charla hablaban de matarse juntos, y el pibe le dice que le recordaba a un amigo que había muerto: tenía miedo que le pase lo mismo, que yo me termine yendo; decíamos que nos íbamos a matar...... a veces me daban ganas, después ya no sé que me pasó.....

Allí, entre ellos, en la charla antes del encuentro, la muerte, ese concepto abstracto para el cual no se descubre ningún correlato inconciente 3, estaba presente. Hablaban de matarse y podemos estar seguros de que luego se mató de algún modo. El encuentro con el pibe cobra el valor de un matarse, y determina el advenimiento de un sentido nuevo, nos íbamos a matar; anudando sexualidad y muerte.

Después no sabía qué hacer, no quería vivir más, porque no podía "ser" lo que me estaba pasando. No quería más nada. Me sentí una mierda.

Lo que llega en ese preciso momento al sujeto es su identificación absoluta con ese pequeño a al que se reduce. Una basura, una mierda, nombran ese punto de identificación con el objeto a como sobra.

En el pasaje al acto, sostiene Lacan, la causa del deseo se libera pero por medios que nada tienen que ver con ella. Apertura, o salida, pero con un desconocimiento radical de lo que se hace.

Así, entonces, resulta que el pasaje al acto opera como un contrasentido. Se encamina en sentido contrario a la escena donde el sujeto es llamado a sostenerse como sujeto historizado; obrando en contra del efecto de sentido que revelaría a ese sujeto como deseante.

La dimensión de desconocimiento absoluto característica del pasaje al acto será marcada con insistencia:

No entiendo, ahí no pensé... por qué si pensé tanto, ahí no pensé?.

Y a pesar de tener ganas de estar con una chica siente que no puede, pensar en eso se constituye en un tormento: Eso no me va a permitir estar con una chica... porque siempre voy a estar pensando en lo que hice.

Lo que sigue al encuentro es el arrepentimiento, un incesante estar buscando de qué arrepentirse que se desplaza a diversas situaciones. Arrepentimiento y vergüenza, único signo, dice Lacan, que tiene una genealogía segura: "Morir de vergüenza (...) Aquí la degeneración del significante es segura- seguro que se ha producido por un fracaso del significante, o sea, el ser para la muerte en la medida en que concierne al sujeto (...) El ser para la muerte, o sea, la tarjeta de visita con la que un significante representa a un sujeto para otro significante (...) morir de vergüenza es el único afecto de la muerte(...)que la merece." 4

IV

La construcción de un cogito

La construcción de un cogito y lo que de fracaso del mismo leemos luego del encuentro homosexual, abrirán la vertiente del pasaje al acto, ya no en su dimensión clínica o patológica de salida de la escena, sino en tanto instauración del sujeto (en el marco del fantasma) como "yo no pienso".

La defección de su deseo, trae como correlato una insistente queja respecto a la falta de ganas en lo que hace y la convicción de que si hace lo hace por ella(su madre y María en la serie): No tengo ganas de nada. Me levanto por ella para que no se preocupe. No sin sorpresa, repara en que también había sido por ella, ahora María, que tiempo atrás se había tirado y luego levantado de la cama.

El relato de una boludez que ocurrió estando en su casa lo confronta en su decir al punto en que a la consistencia de su ser se anuda la demanda del Otro:

Estaba comiendo y se ahogó, se atragantó con un pedazo de pan, en ese momento pensó ojalá se me hinche y me muera; bajo la insistencia de su madre y, para que se quede tranquila, terminó en el hospital: ya "quería" que me vaya a dormir con ella para que no me ahogue... a veces pienso que soy un boludo por ella.

Y concluye: Sé lo que hago cuando hago por ella, pero lo demás no sé por qué lo hago.

Así, en el cogito, lo que sabe está del lado de lo que piensa, pero empieza a escucharse la intromisión de ella en el fracaso del mismo. Ahí dónde no pensó, ahí donde situamos él fracaso del pensamiento y la respuesta precipitada del pasaje al acto, ella, aunque todavía el no lo sabe, está presente (pasó de la esfera del pensamiento a la acción). Se instaura un hacer- ser, sin saber, sin pensamiento.

V

El sujeto moebiano

La dimensión de la escena se reinstala y con ella cierto recorrido en que Juan comienza a historizar algo respecto de su deseo.

Sé lo que no quiero. Quisiera saber que me pasa... no sabiendo como estoy, sé que mal no estoy pero bien tampoco. Quisiera saber qué quiero, que voy a querer, estar con una chica o con un chico, eso me explota la cabeza.

De la posición en la que queda situado luego, podemos leer que el encuentro deja irresuelta para el sujeto la cuestión respecto de su posición sexual. No sé que quiero ¿una chica o un chico?

Primero le daba asco. El asco se fue, pero después no sabía si podía volver a estar con una mujer. Pero es que acaso ha estado alguna vez con una?

En el intento de responderse la pregunta que sostiene: ¿qué es lo que quiero?, se encuentra con aquello que necesita: Hay cosas que no sé por qué las hago. Siento que sigo estando con alguien porque necesito... que me contengan, por ahí no es porque yo quiero; todo el día estoy buscando respuestas, estoy tranquilo cuando puedo hablar.

Pero en la necesidad de un abrazo, ese algo que tenía antes porque estaba María, en la búsqueda de ese abrazo que necesita y que demanda aparece, irrumpe, lo imposible, lo real que no cesa de no escribirse. Y su presencia se verifica, en cierto nerviosismo, con el que dice haberse ido luego de hablar de ella:

María y su mamá, dice Juan son iguales pero hay una diferencia, y por allí se cuela lo insoportable: respecto a los abrazos no soporta que su madre se acerque: Está todo el día pendiente, siempre estoy esquivando; me abraza, me... por ahí es por eso la bronca de lo que soy, un poco de culpa tiene ella, que siempre está.

Y allí se debate la cuestión de su ser, en tanto lo que encuentra no es lo que demandaba; y el abrazo que necesita es aquel que le aparece como imposible.

Refiere que en su intento de poner límites hace mal las cosas no abrazar, no contar, advirtiendo que allí, en eso puede decir no.

Frente a la presencia de la madre, el padre en principio, aparece como ausencia, ausencia de padre que ella, su madre, interpreta como el problema de Juan.

Un padre que calla y no reacciona; y no existe, más que nombrado como boludo tanto por su madre como por sus hermanos; boludo que Juan deliberadamente se exime de pronunciar.

El no sabe que hacer, ella es la que manda, no sé cómo la aguanta... por ahí es ausencia de marido, no de padre, él no sabe qué hacer para que estemos bien, pero ella, no sé que más quiere.

Impotencia del padre para responder a ese querer de más de la madre, padre que sin embargo, en silencio, mira; y esta mirada del padre, en su impotencia, encuentra un lugar en la escena:

Hay algo que me pasa... cuando llego a mi casa si ella está durmiendo me voy a mi pieza... me falta algo, necesidad de que esté. Y él... viene hasta la puerta a ver que estoy haciendo, se queda mirando y no sabe qué decir.

En el discurrir de su discurso, sorpresivamente, se produce una inversión de los términos: en el momento en que ella, la madre, siempre necesariamente presente, se ausenta, ella, la mirada, la del padre, se hace presente.

Allí, enmarcada por la puerta de la habitación, y en ausencia de la presencia necesaria de la madre, irrumpe la mirada: hay algo que me pasa y no sé qué máscara porto. Allí dónde él no dice y mira, cierta inquietud, y una incógnita.

Pero el padre que no habla, que no dice, en algún momento, antes del encuentro, había articulado algo en referencia a la cuestión de la elección sexual: No importa lo que seas... y nunca dijo nada.

Sé lo que hago cuando hago por ella, enunciaba el cogito... no sé lo que hago cuando hago por él?.

Ahí, en el encuentro, ahí donde no pensó, podemos suponer, que ella, la mirada, se hizo presente.

Frente a lo articulado y sostenido en aquella promesa que enunciaba: Nunca iba a estar con un pibe, Juan comienza a esbozar aquello que podemos pensar, estuvo funcionando como su contraparte, contrapresión incesante diría Freud, caracterizando a la defensa como equivalente a la posición del sujeto.

Invertidos los términos y sobre el fondo de una promesa infantil dirigida a Otro (el padre?), promesa en la que estaba implicado un deseo infantil; estar con una chica se inscribe como necesidad de estar con una chica y se dirige a la mirada del Otro.

Si se enunciaba no estar con un pibe, se trataba entonces de estar con una piba, estar que estaba así destinado a mostrarse:

Quiero algo normal, algo que pueda mostrar, mostrar una chica.

Tener una chica para mostrar: esta es la forma con que, podemos hipotetizar, históricamente se estableció su relación con las mujeres, aquello que venía siendo y que puede leerse en la vía del acting out.

Combinemos los términos nos propone Lacan 5, mostrar, demostrar y deseo, sin duda un deseo cuya esencia, cuya presencia es ser, mostrarse, como otra cosa, y al mostrarse como otra cosa, sin embargo, designarse. En el acting-out diremos que el deseo, para afirmarse en cierto modo como verdad, se embarca por un camino al que sin duda no llega sino de una manera singular.

Notas

1 Heidegger, M: ¿Qué es eso de filosofía?,Ed. Sur, Buenos Aires

2 Lacan, J: Seminario XIV; La lógica del fantasma, Inédito, clase del 15/02/67

3 Freud, Sigmund: El yo y el Ello(1923), Obras Completas, Tomo XIX, pág.58, Ed. Amorrortu, Buenos Aires.

4 Lacan, Jacques: Seminario XVII: El reverso del Psicoanálisis, pág.195.Ed.Paidós, Buenos Aires.

5 Lacan, J: Seminario X: La angustia, Inédito, clase del 23 de enero de 1963.

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 21 - Julio 2005
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