Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
La identidad en la era del capitalismo transnacional
Ana María Gatto Cáceres

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ENTRAMADO DE LA IDENTIDAD, LA IDEOLOGIA Y LA CULTURA

Si nos detenemos a pensar acerca de conceptos tales como: mundialización, posmodernismo, globalización, aldea global etc., empiezan a surgir interrogantes tales como; ¿qué pasa con las identidades en un contexto como el que proveen estos significantes?, ¿serán diferentes a las de otras épocas?, ¿qué cambió en torno a esto que pueda resultar en significaciones propias de éste momento de la cultura, en el cuál la escala es mundial?.

Amin Maalouf, se pregunta por qué si la identidad es una trama compleja y rica de rasgos que tienen a su vez una cierta jerarquía entre sí, y que puede ir cambiando a lo largo de la vida; queda reducida a un solo rasgo ó pertenencia que es valorada. Lo cual instalaría a hombres y mujeres en una actitud sectaria y parcial que los haría intolerantes y hasta asesinos. Esto lo atribuye a una actitud tribal que sería necesario abandonar para que no se repitieran el racismo, los nacionalismos, la arrogancia colonial y la xenofobia. Este desprecio hacia determinadas pertenencias que son desvalorizadas desde la cultura dominante, por ejemplo la adscripción a ciertas religiones, el color de la piel, la pertenencia a ciertas naciones, el sexo; dividirían al mundo en "los unos" y "los otros" enfrentados e irreconciliables entre sí. El autor entonces propone que se acepten las diferencias, que se le posibiliten identificaciones diversas a la gente de manera tal que no quede la identidad reducida a un solo rasgo dominante y excluyente, que lleva a la intolerancia y la ira.

Tomaremos esta problemática para analizar entonces ¿qué pasa con la identidad en la posmodernidad?, e intentaremos agregar otros elementos, que desde nuestro lugar ó perspectiva nos permitan entender los fenómenos de los que habla Maalouf. Para ello comenzaremos haciendo una breve reseña de los conceptos que utilizaremos en relación a la misma: es decir la identificación, el Yo, el Yo Ideal, el Ideal del Yo y su relación con la ideología y la cultura.

J. Laplanche, y J. B. Pontalis, en su Diccionario de psicoanálisis, dicen acerca de la identificación:

"Proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste. La personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones" (1.981: 184).

Podemos decir de manera sucinta, que la identificación en los/las sujetos se realiza con "objetos"; es decir personas (asimilación del yo a un yo ajeno), o rasgo de una persona, (objetos parciales). A su vez, el conjunto de identificaciones de un/una sujeto conforman lo que se llama la identidad, que no es necesariamente un sistema relacional coherente; el Ideal del yo, por ejemplo, se constituye a partir de identificaciones con ideales culturales que pueden estar en conflicto entre sí.

En cuanto al Yo, podemos decir:

"Instancia psíquica que Freud distingue del ello y del superyó en su segunda teoría del aparato psíquico. Desde el punto de vista tópico el yo se encuentra en relación de de pendencia, tanto respecto de las reivindicaciones del ello como a los imperativos del superyó y a las exigencias de la realidad. Aunque se presenta como mediador, encargado de los intereses de la totalidad de la persona, su autonomía es puramente relativa......". (J. Laplanche, J. B. Pontalis. 1.981: 457).

Para freud el Yo es ante todo la proyección de una superficie corporal. Lacan lo trabaja a partir de la teorización del estadio del espejo, en tanto lugar del desconocimiento, de alienación en el que el/la sujeto se enajena, transformándose en ese otro que es su imagen; y cuyas características principales son la inercia, la permanencia y la inversión.

Tenemos también que definir al Ideal del Yo:

"Término utilizado por Freud en su segunda teoría del aparato psíquico: instancia de la personalidad que resulta de la convergencia del narcisismo (idealización del yo) y de las identificaciones con los padres, con sus substitutos y con los ideales colectivos. Como instancia diferenciada, el Ideal del Yo constituye un modelo al que el sujeto intenta adecuarse". (J. Laplanche, J. B. Pontalis, 1.981: 180).

A esto le podemos agregar desde Lacan, que el Ideal del yo es el lugar desde el cual el/la sujeto es mirado, el lugar donde se le dice qué y cómo debe ser para alcanzar la perfección exigida por el Yo Ideal. El Ideal del Yo, por lo tanto se puede construir como una función social e ideológica, que resulta de una identificación simbólica.

Y el Yo Ideal es:

"Formación intrapsíquica que algunos autores, diferenciándola del Ideal del Yo, definen como un ideal de omnipotencia narcisista forjado sobre el modelo del narcisismo infantil". (J.Laplanche, J.B.Pontalis. 1.981: 471).

Para Lacan el Yo Ideal es la primera forma en la que el Yo se aliena, constituyendo la unidad del cuerpo en la imagen aún sin predicado, sólo la unidad; siendo por lo tanto su punto de partida y permaneciendo como exigencia formal de perfección. Constituyendo de esta manera una formación narcisista, que resulta de la fase del espejo y que pertenece al registro de lo imaginario.

Ahora bien, estos conceptos son fundamentales para poder entender de que manera se inscribe un/una sujeto en su cultura, ya que es la interacción entre la identificación imaginaria (Yo y Yo Ideal) y la identificación simbólica (Ideal del Yo), la que constituye el mecanismo mediante el cual un sujeto se integra en un campo socio-simbólico determinado, asumiendo determinados mandatos que le vienen de su cultura. Esto no sucede sin un resto, siempre queda una brecha entre enunciación y enunciado, cuestión que nos remite a la insatisfacción y al malestar en la cultura.

Por otra parte, centrándonos en el campo socio-simbólico consideraremos que las significaciones que circulan en determinado momento histórico y constituyen una manera de "ver" el mundo, están articuladas en una ideología determinada que responde a cierta configuración del poder que constituye lo hegemónico.

Zizek (tomando la enseñanza de Lacan), conceptualiza en "El sublime objeto de la ideología", la red imaginaria ó fantasía que de algún modo sostiene, hace trama, define la posición del/de la sujeto con relación a los otros (relación imaginaria) en una sociedad. Cuestión que tiene otra dimensión fundamental, que nos determina como seres de lenguaje con relación al Otro, (relación simbólica), y que tiene efectos en el destino humano según su configuración. Esto es, hay una trama significante y fantasmática que sostiene al/a la sujeto, y le da un lugar con relación a los demás y con relación al Otro.

Este espacio ideológico está compuesto por elementos sin ligar, significantes flotantes cuya identidad se desprende de su articulación en una cadena con otros elementos, es decir que su significación surge del plus de significación metafórica. Es el "acolchamiento", a partir de determinados significantes nodales lo que detiene el deslizamiento de la significación y fija de esta manera el significado. Es decir que éste acolchamiento (point de capiton lacaniano), realiza la totalización que detiene la libre flotación de los elementos ideológicos; convirtiéndolos retroactivamente en partes de la red estructurada de significado.

Es así que cada elemento toma sentido en relación a los demás constituyéndose su identidad dentro de determinado campo ideológico. De esta manera la función de los puntos nodales es performativa, siendo por lo tanto fundamental determinar cual de estos puntos nodales totalizará ó dará sentido a la realidad, cuestión que está en juego en la lucha ideológica. (El sublime objeto de la ideología, Slavoj Zizek, 1.992: 125-126).

Si tomamos a la fantasía ideológica así constituida, desde lo cultural, en tanto ilusión inconsciente que crea una cultura dada y estructura una sociedad; podemos decir que ésta es en última instancia, una construcción ética basada en un "como si", que es sostenida a su vez por la creencia encarnada en la conducta práctica de la gente.

De esta manera la ideología se refiere a una totalidad que borra las huellas de su propia imposibilidad, que cuando consigue determinar el modo de nuestra experiencia cotidiana sin que sintamos la incongruencia que está en su base, es exitosa.

Si analizamos esa fantasía, ese velo, nos encontramos con el multiculturalismo como lógica cultural que construye la realidad en la época del capitalismo avanzado.

Esta lógica funciona a través de ciertos significantes privilegiados como por ejemplo:

Ambas entonces borran las diferencias, operación fetichista que toma la parte por el todo, mecanismo "princep" del capital neoliberal.

El significante "Multiculturalismo" parece nombrar a las diferentes culturas como si hubiera una aceptación de las diferencias, (operación inversa a la anterior) lo que constituye una negación del profundo eurocentrismo que subyace a toda la operatoria cultural propia de este sistema-mundo.

Se habla de "Países Emergentes", como si fuera posible para un país "emerger" más allá de esta configuración del mundo, sin que mediara para ello el reparto desigual del poder, y múltiples factores que lo condicionaran.

También aparece el lenguaje de la economía como discurso único y dominante, es decir como discurso hegemónico; que reduce a meros hechos económicos aquello que tiene una inmensa riqueza por el sólo hecho de ser humano y social. Escotomizando con sus conceptos una realidad compleja, con el efecto de confundir la parte con el todo ó viceversa.

Ahora bien, ¿cómo se articula el/la sujeto en relación a la fantasía ideológica que configura la realidad en la cultura, en determinado momento histórico?.

A partir de la articulación de los contenidos ideológicos (en éste caso los correspondientes al capitalismo multinacional), con la conformación del Ideal del Yo del sujeto, identificación simbólica mediante; y la interacción a su vez del Ideal del Yo con el Yo Ideal de los mismos, identificación imaginaria mediante.

Quedando así inscriptos en el campo socio-simbólico, y constituyéndose como sujetos, en tanto seres del lenguaje, a partir de determinadas significaciones que le proveerán un sostén, y constituirán una cierta manera de "ver el mundo", de manera tal que las creencias así construidas encarnen en prácticas cotidianas, convirtiéndose en algo "natural", que se transmite a través de instituciones tales como la familia, la escuela, los medios de comunicación, en especial la televisión, etc.

 

EL ESPACIO Y EL TIEMPO, COORDENADAS BÁSICAS.

"Las sensibilidades de las ubicaciones geoculturales tienen que ver con un sentido de territorialidad (que no se pierde ni en el exilio ni en una sensibilidad cosmopolita) y que incluye el idioma, la comida, los olores, el paisaje, el clima y todos los registros básicos que vinculan el cuerpo a uno o varios lugares".
Walter Mignolo (1.996: 24).

Una vez establecida la articulación del sujeto con la ideología de la sociedad en la cual se encuentra inmerso, podemos tomar un aspecto de ésta para analizar qué ocurre con la identidad del mismo en este momento histórico del capitalismo transnacional.

Tenemos que el espacio y el tiempo son coordenadas básicas que hacen a la inserción de los/las sujetos en la realidad, y por otro lado que su concepción particular es a su vez resultante de una operación ideológica.

Renato Ortiz, caracteriza al espacio en las sociedades contemporáneas, como una territorialidad desarraigada, "ya sea entre las franjas de espacios, despegadas de los territorios nacionales, o en los "lugares" atravesados por fuerzas diversas. El desarraigo es una condición de nuestra época, la expresión de otro territorio" (1.996: 68).

La desterritorialización es el principio en el que se basa esta sociedad globalizada, que es fundamentalmente urbana, des-centrada, y cuya característica más sobresaliente es la movilidad. Ya sea de los individuos, de la información, de la mercancía, lo cual se opondría a lo que se considera fundamental para la constitución de la identidad de los pueblos es decir su "raíz". Que remite a algo fijo, estable, ligado a un lugar.

Para que la mundialización de la cultura se realice, es necesario que encarne en prácticas sociales cotidianas; un ejemplo de la movilidad y de la desterritorialización es la creación y utilización cotidiana de los supermercados, de Internet, de redes metropolitanas, en las cuales los/las usuarios/as tienen el conocimiento adecuado para circular, y que pueden pensarse como no-lugares ó lugares de paso.

Jameson analiza el tema del espacio en la posmodernidad, y nos dice que por un lado, el hiperespacio posmoderno trasciende la capacidad del cuerpo humano individual para organizar perceptivamente el espacio de sus inmediaciones, para ubicarse, y para representarse su posición respecto del mundo exterior; debido a las características de descentración, fragmentación, y movilidad del mismo. Por otro lado, a esta dificultad de representación se le suma, que es en sí misma una reduplicación de las características intrínsecas del capitalismo multinacional: circuitos financieros, capital virtual, producción de mercancías separada por segmentos en diferentes lugares del planeta, etc. El efecto que esto produce sobre la subjetividad es siniestro, ya que remite a otra compulsión a la repetición, a la pulsión de muerte, con la producción de angustia consecuente.

Si consideramos significantes nodales tales cómo "globalización" ó "mundialización" por ejemplo, se nos presenta una concepción del espacio a escala mundial, como algo inmenso sin límites en el cual estaría inscripto el/la sujeto; negando de esta manera las diferencias intrínsecas de su pertenencia a determinado contexto socio-cultural y no a otro. Produciéndose de esta manera la sensación de desarraigo, y la ruptura de la representación del cuerpo en relación con el espacio urbano exterior.

Esto no es sin consecuencias, si tenemos en cuenta que las características fundamentales de la imagen del Yo son la inercia, la permanencia y la inversión. La inercia implica que: "el Yo tiende a ser siempre idéntico, de no mediar alguna encrucijada que obligue al sujeto a modificar su imagen; es el caso del edipo, la pubertad, etc. Son momentos en los que el sujeto apela a algún ideal para identificarse" (D´angelo, Rinty; Carbajal, Eduardo y Marchilli Alberto, 1.985: )

Respecto de la permanencia podemos decir que ella explica la inercia, " es por ser una imagen alienante en la que el sujeto se reconoce, que va a ser necesaria su permanencia" (1.985: ), razón por la cual se resistirá siempre a modificarse.

En cuanto a la inversión, es propia de la característica de la imagen del espejo: "lo que aparece de un lado en el cuerpo-por ejemplo una marca lateral de la cara- aparece en el espejo del otro lado". (1.985: 99)

También, nadie puede tener de sí mismo la certeza de coincidir totalmente con su propia imagen, razón por la cual un Yo siempre necesita reconocimiento para que se le asegure la permanencia de su imagen. Cuando este reconocimiento no tiene lugar, como en el caso en el que el sujeto se encuentra espejado en relación a lo "mundial", cuando se le niega el reconocimiento de su diferencia, aparece la amenaza de fragmentación y la respuesta agresiva consecuente.

El efecto ideológico resultante de este tipo de significación, redunda entonces en un aumento de la agresividad en los/las sujetos por causa de la amenaza de fragmentación que experimenta, por el efecto de desconocimiento que le llega desde la red imaginario-simbólica que lo sostiene. Es entonces necesario desarticular el mecanismo fetichista de tomar la parte por el todo, de manera que el significante "globalización" quede en relación a la extensión del capitalismo a casi todo el planeta, pero no en relación a que esto signifique lo mismo en todas partes, para neutralizar sus efectos.

Cabe la salvedad de que esto es una generalización, y que en lo que a las subjetividades respecta es imprescindible estudiar caso por caso. Entonces es importante distinguir que lo que estamos analizando como generales son los efectos que producirían en las subjetividades ciertas significaciones de esta cultura, pero que la incidencia de los mismos es particular a cada caso concreto.

Por ejemplo hay un factor esencial a tener en cuenta y que tiene que ver con la posición de los/las sujetos respecto del poder. Esto que venimos enunciando acerca del efecto de desconocimiento sobre la subjetividad que proviene de la red imaginario-simbólica, no ocurriría de la misma manera en aquellos pertenecientes a las clases dominantes, que en este caso sí se pueden apropiar de la significación de ser ciudadanos del mundo, ya que su situación con respecto al poder es enteramente diferente de los sujetos pertenecientes a otros estratos sociales.

Dice Ortiz: "la mundialización de la cultura trae con ella, vectores poderosos de dominación, que se articulan en el nivel planetario. Por lo tanto, la situación de los lugares implica acomodaciones y conflictos. En ella estallarán los intereses que recortan a las sociedades". (R. Ortiz. 1.996: 66)

F. Jameson también lo expresa con claridad: "....toda esta cultura posmoderna, que podríamos llamar estadounidense, es la expresión interna y superestructural de toda una nueva ola de dominación militar y económica norteamericana de dimensiones mundiales..." (1.995: 18,19).

Es decir que, las características de desterritorialización, de descentramiento y de movilidad del espacio posmoderno atentarían de alguna manera contra las características de la inercia y la permanencia de la imagen del Yo, con las posibles consecuencias de desestabilización de la identidad.

Y la característica de inversión de ésta imagen, nos lleva a la necesidad de los/las sujetos de verse espejados de alguna manera con respecto a la red imaginario-simbólica que los sostiene desde lo social, cuestión que está dificultada por la negación de las diferencias, portada por significantes tales como globalización ó mundialización, que nos remiten a "lo mundial", en detrimento de lo particular. Con el consiguiente efecto de desconocimiento, ó también desvalorización de la identidad.

Habíamos visto también el efecto de reduplicación de la angustia, en relación a la repetición en diferentes planos de los mismos mecanismos, (la fragmentación, la descentración, la desterritorialización del espacio por un lado, y los mecanismos del capitalismo por el otro; es decir la fragmentación de la producción de mercancías, el descentramiento de la producción, la globalización del sistema económico por otro). Cuestión que replica en el aparato psíquico, la compulsión a la repetición de la pulsión de muerte, (Automatón).

Si a esto le sumamos lo expuesto anteriormente, se nos presenta un panorama muy angustioso para la supervivencia y la estabilidad de la identidad.

Otro de los rasgos característicos del posmodernismo es la superficialidad que se encarna en la nueva cultura de la imagen, lógica del simulacro que no sólo replica la del capitalismo avanzado sino que la refuerza; y que conlleva un debilitamiento de la historicidad.

Jameson afirma que en esta cultura predominan las categorías espaciales por sobre las temporales, lo que contribuye a la superficialidad, a la falta de espesor de la percepción de la vida cotidiana ó de la vida psíquica. También el énfasis puesto en los íconos elimina toda significación del porvenir, por lo que la única manera de imaginarizar los cambios se daría a través del fantasma de la catástrofe. En el nivel social la imagen del terrorismo, de la guerra y en el nivel individual la imagen del cáncer por ejemplo.

Esta extinción de la profundidad, este predominio de la imagen en una cultura dominada por una lógica espacial, nos conducen a pensar en cuál será la organización de la temporalidad, y su estructura sintagmática. Jameson toma el modelo lacaniano de la esquizofrenia para abordar el tema, dice así:

"....la propia identidad personal es el efecto de cierta unificación temporal del pasado y del futuro con el presente que tengo ante mí; y, segundo, que esta unificación temporal activa es, en cuanto tal, una función del lenguaje o, mejor dicho, de la frase, a medida que recorre a través del tiempo su círculo hermenéutico. Cuando somos incapaces de unificar el pasado, el presente y el futuro de la frase, también somos igualmente incapaces de unificar el pasado, el presente y el futuro de nuestra propia experiencia biográfica de la vida psíquica". (F. Jameson. !.995: 64).

La experiencia temporal en una cultura que hace un culto del aquí y ahora, ó del "¡téngalo ya!", parecería una colección de instantáneas, que a la manera de la esquizofrenia, estuvieran fragmentadas, desconectadas, cada frase separada de su contexto, como una serie de discontinuidades que carecen de relación con el tiempo. De esta manera se convertiría en un texto que para ser leído tuviera que recurrir a tener en cuenta las diferencias y no la unificación; quedando la periodización histórica y la dialéctica de lo dominante y lo subordinado fuera del mismo, (un ejemplo muy claro de esto lo constituye la estética del videoclip). El efecto sobre la subjetividad sería la angustia, la pérdida de realidad y también la euforia.

Ahora bien, tenemos por otro lado que la tarea fundamental del Yo, para poder orientarse, para poder auto-investir su propio espacio identificatorio, es apropiarse y defender posiciones; que nunca están a salvo de posibles usurpaciones que puedan advenir del exterior o del propio interior. Para ello cuenta sólo con retazos de relatos, a partir de los cuales deberá trabajar hasta lograr una construcción histórica que le aporte la sensación de una continuidad temporal. "Sólo con esta condición podrá anudar lo que es a lo que ha sido y proyectar al futuro un devenir que conjugue la posibilidad y el deseo de un cambio con la preservación de esa parte de cosa "propia", "singular", "no transformable", que le evite encontrar en su futuro la imagen de un desconocido, que imposibilitaría al que la mira investirla como la suya propia" (Piera Aulagnier.1.984: 190).

Justamente el proceso identificatorio es la otra cara de ese trabajo de historización que transforma al tiempo físico en tiempo humano, construyendo un discurso propio. Es por la historia de la relación con sus objetos como el Yo se construye la propia. Y sólo puede sustentar su posición de deseante ocupando la de demandador confiado de que nunca le van a faltar objetos que demandar. Esta es la única manera de acceder al movimiento, al cambio, a la condición de estar vivo.

Vemos que es esencial al Yo la capacidad de historizar, condición que se ve dificultada enormemente, en una sociedad en la cual lo simbólico compele a que los procesos sean rápidos si es posible instantáneos. Donde está siempre presente el mandato de "no perder el tiempo", y cuyo funcionamiento remite más al proceso primario, que al proceso secundario.

CONCLUSIONES.

Si tomamos en cuenta este análisis de una parte del contenido ideológico de la posmodernidad, correspondiente a la era del capitalismo transnacional; entonces llegamos a la conclusión de que, al menos en lo que a esto respecta, y teniendo en cuenta cuál es la relación de los/las sujetos con el poder, esta cultura no favorece el proceso de identificación necesario para que estos/estas se estructuren de manera estable en relación al campo socio-cultural en el que están inmersos. Se dificultan las características más importantes del Yo, es decir la inercia, la permanencia y la inversión, y la posibilidad de historizar, tarea fundamental que el mismo debe realizar, en pro de su constitución y de su inserción en la realidad.

De esta manera tal como Maalouf expresa, se instala un "hambre de identificaciones" en los pueblos tal, que se favorece el terreno para la identificación compulsiva a un solo rasgo identitario. Como por ejemplo la pertenencia a una religión, a alguna secta, ó a algún nacionalismo extremo, por los cuales se prefiera morir antes que aceptar la diferencia con respecto a "los otros". Cuestión que en realidad remite a la propia supervivencia del Yo, aferrarse desesperadamente a cierto rasgo identitario probablemente sea lo único que queda en determinadas circunstancias, ante la amenaza de disolución de la propia identidad.

La angustia, la sensación de irrealidad, de confusión, de desamparo que todo esto produce, deja a los sujetos en inferioridad de condiciones frente a la ardua tarea de construcción de una realidad propia. No debemos perder de vista que estos mecanismos ideológicos se inscriben en la lógica de dominación de la cultura hegemónica (norteamericana para Jameson, centroeuropea y norteamericana para Wallerstein).

Ana Maria Gatto Cáceres.
04/03/02. Santa Rosa, La Pampa, Argentina

BIBLIOGRAFIA CITADA.

Laplanche, J. y Pontalis, J. B. Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: editorial Labor, 1.981.

D´Angelo, Rinty, Carbajal, Eduardo y Marchilli, Alberto. Una introducción a Lacan. Buenos Aires: Lugar Editorial, 1.984.

Slavoj, Zizek. El sublime objeto de la ideología. México: Siglo XXI, 1.992.

Mignolo, Walter. Los estudios subalternos ¿son posmodernos o poscoloniales?: la política y las sensibilidades de las ubicaciones geoculturales. Casa de la Américas, 1.996. Cita tomada de Espacio, mito y cultura: Fortín Tebas de walter Cazenave, por Nora Forte y Raquel Miranda (UNLPam).

Jameson, Frederic. El posmodernismo ó la lógica cultural del capitalismo avanzado. Barcelona: Paidós, 1.995.

Maalouf, Amin. Identidades asesinas. España: Alianza Editorial, 1.999.

Aulagnier, Piera. El aprendiz de historiador y el maestro-brujo. Del discurso identificante al discurso delirante. Buenos Aires. Amorrortu, 1.984.

Ortiz, Renato. Otro territorio. Buenos aires, 1.996.

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Número 21 - Julio 2005
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