Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
Puntuaciones acerca del "Ateneo Clínico"
presentado por Tomasa San Miguel
en el
n° 3 de la revista "Relatos de la clínica"
Marité Ferrari

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En su presentación del caso, Tomasa plantea su inquietud por discutir las intervenciones y las hipótesis que guiaron las entrevistas, y la sensación de que "todo estaba terriblemente dicho".

Como participante en esta página, me sentí convocada a interrogar estos decires, y aquí van algunas preguntas que el material- realmente interesantísimo- dejó planteadas. Estos comentarios sin duda van edificando junto con el relato de Tomasa San Miguel, cierta construcción del caso, caso que ya no podrá ser de modo alguno ninguna "representación" de lo que aconteció en la experiencia real de ese análisis. Sino en todo caso la oportunidad de poder desplegar desde ese caso que se va fabricando cuestiones que expresan la necesidad de hacer saber de eso que aconteció y que sin embargo no puede hacerse transmisible sino como relato, como texto abierto a un sinnúmero de lecturas. El analista dice en el tiempo en que la experiencia ya está perdida, y en ese decir pretende interrogarse todo el tiempo por la lógica de sus intervenciones, de sus impasses y sus fallidos. Y en ese interrogar, es al menos dos, quien conduce la cura y quien pretende decir de esa experiencia en otro tiempo. Y en este ser dos, habría que enunciar que el primer caso, al que se le pone el cuerpo,será otro que el segundo, este del relato. Este segundo ya es texto, abierto entonces a la fábrica del caso.

Cuando serlo todo es lo terrible

En este final de texto quedan retroactivamente enunciadas estas dos cuestiones que prevalecen en el material. P se muestra como culpable por ser una madre terrible, tan terrible que ha perdido dos hijos de meses de muerte súbita, y ahora se encuentra con una hija que ha intentado matarse para irse con sus hermanitos, y por cuyo estado se siente involucrada. Pero también por haber sido una hija terrible, golpeadora, mala, loca, que vivía en la calle, que a veces no encontraba quién fuera a buscarla hasta terminar alojada en el loquero, la institución psiquiátrica.

Esto va prefigurando cierto significante la representa para Otro,en principio para la madre y para la hija: basura. P es la basura del Otro, arrasada por cierto goce del Otro- que ella está llamada a hacer consistir desde su versión masoquista- prestar su cuerpo para que fuera vaciado, prestar su cuerpo para ir a parar a la calle, como los desperdicios, no poder ni siquiera ver las imágenes de ella sosteniendo en brazos a los bebés antes de que murieran, ser "toda" madre o "toda "hija", en una fijeza dual que le impide hacer corte con el deseo de la madre, para abrir el camino de su femineidad- que aparece también arrasada, barrida.

Ser toda madre o hija basura, tal parece el modo de apresamiento subjetivo, con el exceso de goce que denota su presentación manicomial, que viene a decir de cierta falla en el funcionamiento de la metáfora paterna, operación simbólica, de corte entre el sujeto y el deseo de la madre. Fracaso enunciado en el episodio del relato de su propio intento de suicidio, siempre con medicación- es interesante la vía de apelación al otro institucional que venga a suturar la falla de la función de terceridad del padre, no dice pastillas sino medicación, lo que alude al significante Medicina, Hospital, como Otro de su alojamiento subjetivo. Dice " en el primero me tomé unas pastillas, y me subí a un colectivo, el chofer era amigo de mi papá, me dormí, la terminal quedaba al lado de donde trabajaba mi papá, el me acompañó a la salita. " Se trataba de abordar el espacio exogámico, el colectivo, dormirse para despertar a un padre, que al menos la conduce a la salta, pide ayuda a ese otro institucional para que acote el goce materno donde el sujeto está deglutido, arrasado. Esto en forma consistente con lo actual, donde es a la institución a quien hay que convocar para que el corte entre N y su hija pueda sostenerse y acotarse el exceso de goce que se despliega en la escena endogámica. Esta intervención del tercero la rescata aún al precio de la nominación de loca, de ser barrida como la basura del Otro. No en vano refiere la experiencia en el Tobar como amena, el lugar donde "hacíamos lindos espejitos". Espejitos que pese a mostrarla loca y medicada, le hacían posible encontrarse amable en ese espejo de loquero, al menos a esos médicos ellas les hacía falta como paciente, Medicándola la querían, ella era así su falta. Dejaba con esto de ser la basura que el Otro había barrido hacia la calle.

Con esta línea, este fracaso en el corte con el deseo de la madre, P va constituyendo una posición de goce donde se deja arrasar todo el tiempo por este saber- medio de goce- del Otro. Por boca de ella habla lo peor, la cara superyoica- de la madre. Y plantear esta hipótesis deja varias consecuencias para pensar la lógica de las intervenciones del analista en la dirección de la cura.

En un punto la analista se percata muy pronto de que el modo de intervenir no puede asimilarse al que supondría una neurosis, donde el anudamiento existente hace posible interpretar haciendo jugar la metáfora, es decir extrayendo goce por la vía de hacer valer la equivocidad del significante. Hacer valer esta equivocidad supone intentar producir un vaciamiento de los saberes – goces donde el sujeto queda acorralado. Pero en el caso de la neurosis el sujeto cuenta con el funcionamiento de la metáfora, es capaz de " pasar a otra cosa, producir otros S1, producir otros sentidos, haciendo vacilar la fijeza del goce- del sentido en el que el síntoma lo apresa.

En el caso de P, el fracaso en la dimensión simbólica, el fallido funcionamiento de la metáfora paterna- produce a la vez sus efectos en las otras cuerdas. En el campo de lo imaginario, lo que aparece es cierta dificultad en la narcicización, esta dificultad de verse amable en el espejo, consistente con ese significante basura que la lleva todo el tiempo a la amenaza del pasaje al acto, a la caída de la escena, basura, desecho, no resto del Otro . Porque la diferencia entre el desecho y el resto, es que el resto denota la cualidad de lo que al falo le falta por estructura, y en ese punto orienta al deseo como causa- función lógica del a. En tanto desecho el sujeto oscila entre el acting- intento de quedar alojado procurando dejar el falta al Otro, y el pasaje al acto- echarse a la calle, hacerse vaciar.

Estas cuestiones suponen un estrecho margen para las intervenciones del analista. Tomaré algunas cuestiones que me parecen relevantes, sobre todo porque estas dificultades en el anudamiento ponen de manifiesto la fragilidad subjetiva que vuelve hasta ahora imposible la subjetivación de la pérdida de los hijos, que se revela en el permanente riesgo de pasaje al acto de la hija - modo mostrativo que intenta escribir lo que no aparece escriturado en la estructura: " puedes perderme". Lo real del "puedes perderme"- puesto en acto en la muerte súbita de los hijos impide la simbolización que ese " puedes perderme" el sujeto necesita escriturar en la oposición simbólica presencia ausencia, donde puede anotar el trazo en el lugar de la falta. El trabajo de duelo se vuelve entonces sumamente complejo por las dificultades en el anudamiento, sólo puede hacerse el duelo por aquello de lo que el sujeto es la falta. Aquí en el lugar de la castración aparece lo real de la privación, de allí la apelación al Goce del otro: ¿por qué Dios se la agarró conmigo?. En este sentido, las intervenciones del analista mirándola desde otro lugar- viéndola querible y diciéndoselo crean el efecto sorpresa, que producen el mensaje invertido: "vos sos loca pero no boluda".

La analista invierte el mensaje y le confirma que la espera Este ser loca de P es lo que por ahí la lleva a saber algo de su verdad, más allá del decir y del saber del Otro en el cual está aplastada. En este levantarse e irse de A, a la vez que indica el día del regreso se denota esta transferencia necesaria al Otro institucional sobre la que podrá armarse la transferencia a la analista. Si la transferencia deja de ser de a tres, P, la analista y la institución,algo del dos letal se jueg a- ese dos donde es toda para la madre o toda para la hija, o es toda madre o es toda hija, no dejando ningún espacio para la mujer, el marido, el padre.

La analista trabaja al modo de la construcción, aportando trama simbólica imaginaria al episodio de la muerte del chanchito de la india- que después de muerto es arrojado por P al tacho de basura. La intervención de la analista aportando la necesidad del ritual supone el establecimiento del lugar aún para el muerto- cierto quiebre con este desalojamiento subjetivo de " ser la basura". A partir de allí se produce un viraje en el sentido de poder empezar a transitar algo de poner a hablar esto terrible de la muerte de los dos pequeños, de comenzar a encontrarse con el desarrollo de angustia que su posición en acting viene eludiendo todos estos años. Aún pagando el precio de la locura propia y de sus hijos.

No casualmente en este viraje de la paciente hacia la angustia aparece el padre a quien se le debe algo crucial- el haberse hecho cargo de la reducción de los dos cadáveres. Y correlativamente al padre, aparece la cuestión del amor- al padre, al marido, y la vergüenza, lo que Tomasa señala como cierta libidización del cuerpo, un cuerpo que a diferencia del impudor con que se muestra la basura, debe ser velado, porque algo de valor fálico emblematiza y debe velar. Pero este camino hacia lo femenino no es sin el corte con lo peor de la madre- su costado gozante, superyoico- madre que es nada más que Otro a quien ella de consistencia. Pero no le es fácil a P desentenderse de los dichos de su madre. Por eso, cada vez que aparece el marido, recuerdos de cómo lo conoció, referencias a sus actitudes, incluso un sueño con él, reaparece tras cartón la hija, o la madre, en una dualidad sin diferencia. En este sentido me parece importante insistir allí con la cuestión simbólica de hacer diferencia: lo que a P le pasa con su madre no es lo mismo que le pasa con su hija, que todo lo que le pasa a su hija no está en relación con ella, su hija no es sólo hija, también es mujer, y podría ser que algunas cosas que le paan tiene que ver con otras cuestiones no relacionadas con P.

El problema es que paciente misma se refugia en esta duplicidad de los espejos- que es la reduplicación de la duplicidad agobiante de la esfera madre- hija. No es casual que se tome cuatro pastillas, cuatro, duplicación de dos. Creo que hay allí un acting relacionado a lo transferencial en este punto. La paciente comenta con angustia que su madre le dijo que si la de su sangre no la quiere es culpa suya, y que ella es una basura. Allí la analista le señala que lo mismo dijo que le decía su hija, y le señala que cuando se enoja con su hija se enoja con su madre. A lo que la paciente contesta : "igual es mi vieja, yo la quiero". Creo que el comentario de la analista, que en caso de una neurosis apuntaría a que el sujeto pudiera implicarse preguntándose, porque ambas me tratan de basura, qué hago yo para ponerme en ese lugar de hacerme basurear, en este caso llevan- por esa dificultad en el anudamiento simbólico imaginario- a que la paciente diga eso del igual es mi madre- como si ubicara los dichos de la analista en el mismo plano de los decires de la madre, como si se viera nuevamente culpabilizada, injuriada por el " sos una basura". Pese a que la analista intenta acotar est goce materno con su frase. "las madres no saben lo que dicen", la paciente no logra, por este déficit que señalamos en la estructura, acotar este goce que encarna de ser la basura del Otro,y allí entonces produce el acting, dejando en falta a la analista y queriendo con ello quedar alojada. Allí me pareció muy importante un comentario de P, que serviría para apuntar a esto de escribir las diferencias entre la relación de ella on su madre y la de ella con V. Cuando dice: "No seguí tomando ( se refiere a las cuatro pastillas de Meleril) porque pensé que V. No iba a tener para la noche y que M era muy chiquito". La analista refuerza esto de que pensó en sus hijos, pero parece necesario pensar algo de la diferencia con la madre. Porque ya en la sesión anterior al acting había aparecido un comentario en relación a un episodio donde la madre le había vendido todas las alhajas que le habían regalado nada menos que para sus quince años- despojándola de los adornos que recibe por su presentación femenina en sociedad. Y a diferencia de una madre que se traga todo lo de la hija. Incluyendo los atributos de su femineidad, ella aparece dejándole a su hija los medicamentos que necesita para controlar su enfermedad. Se abstiene de comerse todo, de tragarse todo lo de su hija, dejándole los remedios que necesita para curarse, y curándose poder acceder a su tiempo a la posición femenina, dejando de ser todo hija para esta madre. Para lo cual ella debe abstenerse de comérsela toda. Creo que este acto produce el viraje, porque le permite construir una imagen diferente en el espejo, si puede verse como no toda madre, acotando su propia voracidad, entonces algo de la mujer podrá comenzar a circular, en tanto posibilidad de dejar de ser toda.

Lic. Marité Ferrari

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 21 - Julio 2005
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