Acheronta  - Revista de Psicoanálisis y Cultura
El psicoanalista y el historiador: indicios, sueños, lobizones e inquisidores
Fernando Gonzales

Este artículo forma parte, como capítulo VI, de un libro del Dr. Fernando Gonzalez.
Nos fue enviado muy gentilmente por el Lic. Felipe Flores-Morelos,
quien ha tenido también la amabilidad de difundir la revista Acheronta en México.
El Dr. F. Gonzalez no dispone de e-mail, motivo por el cual en su tarjeta personal encontrarán la dirección
electrónica del Lic. Felipe Flores-Morelos, quien se encargará de acercarle los mensajes que le estén dirigidos.

1. El "paradigma indicial"

El llamado "paradigma indicial" fue puesto de relieve de manera por demás brillante en un erudito texto, por el historiador Carlo Ginzburg. En el citado escrito, describe tres de las disciplinas que en su opinión sirvieron para configurarlo -hacia finales del siglo XIX- "silenciosamente, en el ámbito de las ciencias sociales, (como) modelo epistemológico". (1). Dichas disciplinas que giran alrededor de análogos supuestos en ciertas maneras de proceder serían:

el método desarrollado por Giovanni Morelli para la atribución correcta de las pinturas de los viejos maestros, en una serie de artículos aparecidos en la revista Zeitschrift für Kunst, entre 1874 y 1876;

2. Método del que por cierto Sigmund Freud, creador de otra de las disciplinas indiciales, tuvo conocimiento, según lo hace constar en su texto de 1914, El Moisés de Miguel Ángel; (2) y

3. La novela policiaca que, inventada por Edgar A. Poe, alcanzó un desarrollo notable con Arthur Conan Doyle y su célebre personaje Sherlock Holmes.

El historiador italiano dice que: "en los tres casos unos detalles minúsculos proporcionan la clave para acceder a una realidad más profunda, inaccesible por otros métodos: Para Freud, estos detalles son síntomas, para Holmes, pistas e indicios, y para Morelli, rasgos pictóricos" (0p. cit., p. 124). Y añade que esa triple "analogía" metodológica se explica en parte, gracias a la formación médica de los tres autores citados. Lo cual, le concede a la medicina un papel privilegiado como conformadora de una manera de "ver", pero al mismo tiempo parece quedar en una posición subordinada frente a las tres disciplinas enunciadas, sin que se nos explique claramente las razones para ello. En resumen, gracias a que los tres citados manejaban el modelo de la "semiología médica", podían diagnosticar una realidad no observable, sobre la base de "unos síntomas superficiales, o signos, a menudo sin ninguna relevancia para el ojo del lego" (Ibid.). (2)

La selección y exorbitación de lo aparentemente minúsculo y "menospreciado" (Freud), atenta contra un tipo de "observación" marcada en primera instancia por un reflejo condicionado "gestáltico", que en su visión de conjunto pierde esos humildes indicios, que a la postre adquirirán paradójicamente una importancia, que puede parecer en un primer momento desmesurada. La suma y combinación de lo minúsculo a partir de ciertas reglas -no siempre fáciles de formular-, conformarán una segunda "gestalt", que se justificará, por ser el efecto concomitante de una operación analítica en la cual, se ha desarticulado la primera impresión globalizante y después se han escogido algunos elementos aparentemente insignificantes, a los que se les concede la posibilidad de volverse significativos. Un poco a la manera del enamorado que sobrevalora "los minúsculos detalles marginales, por los que una mujer o un hombre se distinguen de los demás" (p. 153).

Otra particularidad de esta metodología indicial sería la de oponerse al modelo galileano, en decir, que si en este último se busca "descartar las características individuales (...) para (tratar) de alcanzar un nivel más o menos riguroso, más o menos matemático, de generalización" (op. cit., p. 137) -y por lo tanto se trata básicamente de un conocimiento antiantropocéntrico-, en el primero, se intentan rescatar las características individuales y lo cualitativo y por lo tanto, la generalización con pretensiones universalizantes y las matematización tienden a brillar por su ausencia.

Al interrogarse acerca de las supuestas ventajas de intentar adecuar el paradigma indicial al modelo galileano, Ginzburg se responde que le

asalta la duda de que este segundo sea quizás inalcanzable, e incluso indeseable, para las formas de conocimiento más ligadas a nuestra experiencia cotidiana, o para ser más precisos, más ligadas a todo contexto donde el carácter único e irremplazable de los datos sea decisivo para quienes están implicados (op. cit., p. 153).

Asegura Ginzburg que el citado "paradigma" indicial ha venido siendo utilizado sin que ni siquiera

se haya formulado su teoría de manera explícita (p. 116), ya que hasta ahora se ha tratado de formas de saber que tienden a ser mudas, (y) cuyas reglas (...) no se prestan con facilidad a ser articuladas formalmente, ni aun a ser expresadas (P. 154).

Pero lo que si queda más o menos claro es que este tipo de disciplinas están constreñidas a operar a partir de lo que Pierce denominaba como abducciones, que a diferencia de las hipótesis que según U Eco, consisten en aislar "una ley ya codificada, a la que se correlaciona un caso por inferencia,...(la) abducción, es la adopción, provisional de una inferencia explicativa, con el objetivo de someterla a verificaciones ulteriores, y que se propone hallar, conjuntamente con el caso, también la regla". (3)

Aunque Umberto Eco distingue entre tres tipos de abducción, la hipercodificada -análoga a la hipótesis-, la hipocodificada, (4) y la creativa. Es a esta última a la que se refiere en su definición de abducción ofrecida. Y las disciplinas inferenciales si bien tienden a utilizar con más o menos pertinencia las otras dos, están más inclinadas a utilizar las creativas, dado el "carácter único e irremplazable " de los datos en juego.

Pero, planteadas las cosas de esta manera ¿es acaso posible hacer la teoría de disciplinas tan dispares en lo que se aplican maneras de proceder que si bien parecen tener ciertas semejanzas, ni buscan lo mismo, ni están configuradas a partir de los mismos objetos de conocimiento, y teóricos? Creo que resulta bastante problemático el tomar este camino. El propio historiador sólo sugiere la posibilidad de intentar dicha teoría, pero no avanza substancialmente por ese camino.

Por otra parte, no deja de ser significativo que en la recapitulación de su propuesta, el historiador italiano explicite la necesidad de "desarticular" el citado paradigma en la medida en que hasta ese momento lo ha utilizado en un "sentido lato", es decir, que "una cosa es analizar pisadas, estrellas, heces (animales o humanas), catarros, corneas , pulsos, campos nevados o ceniza de cigarrillos, (5) y otra diferente analizar la escritura, la pintura, el discurso y los síntomas. La distinción entre naturaleza (inanimada o viva) y cultura es fundamental" (p. 146). Fundamental, sin duda, pero ¿acaso esto basta para diferenciar de manera clara y contundente el método, -o más bien los métodos- como para llegar a poder decir que es hasta finales del siglo XIX que surge el nuevo paradigma? (6)

Ginzburg define estas metodologías analógicas en términos de un "paradigma indiciario" en el primer sentido que le dio Khun -en 1962-. Creo que es más correcto hablar de métodos o maneras de proceder, que no encuentran por lo pronto su articulación en un paradigma. Cuando menos, si nos atenemos a la definición de Thomas S: Kuhn. La cual, por otra parte, no carece de ambigüedades, pues lo considera tanto como: "un objeto para una mayor articulación y especificación, en condiciones nuevas y más rigurosas (y no tanto un modelo o patrón -en el sentido de la gramática- que permitiría) ...la renovación de ejemplos cada uno de los cuales podría servir para remplazarlo. Por otra parte, en una ciencia un paradigma es raramente un objeto para renovación". Pero en otro lugar Kuhn afirma que a los citados los considera: "como realizaciones científicas universalmente reconocidas que durante cierto tiempo, proporcionan modelos de problemas y soluciones a una comunidad científica". (7)

1.1. El arte de "huellear": el comandante marcos intenta la "ficha indicial" de Carlo Ginzburg.

Puede sorprender el título de éste apartado, pero el hecho constatable es, que desde algún lugar de la selva Lacandona el citado Comandante escribió un comentario a lo que vengo tratando. En su lectura, el historiador de Turín queda reducido a un pírrico idealista que desconoce los beneficios de la ciencia materialista histórica. Cito al guerrillero: "el autor -Ginzburg- busca salír `del pantano de la contraposición entre el racionalismo e irracionalismo´, ¿Para qué gane quién? Quiero decir, la supuesta pugna entre "racionalismo" e "irracionalismo" es sólo una variante de una posibilidad idealista: el sujeto, el individuo como base del conocimiento (...) En realidad, el problema en las ciencias se da en la lucha entre materialismo e idealismo (¡ah el ahora vituperado Lenin! ¡Ah el olvidado "Materialismo y Empirocriticismo"! (...) ¡Ah necio Vladimir Ilich!". (8)

La afirmación del guerrillero y escritor, pretende ser contundente, y tiene los visos de un "ajusticiamiento" intelectual. Como en todo "ajusticiamiento", la prisa y la supuesta claridad de lo que ahí se juega dominan. Sin embargo, en el comentario de Marcos se obvian varias cosas, entre otras, que Ginzburg está buscando fundamentalmente diferenciar las disciplinas indiciales -conjeturales- del paradigma Galileano. De éste último ya cité que se buscan descartar las características individuales, para tratar de alcanzar un nivel de generalización que se pretende "más riguroso". De ahí que sea básicamente antiantropocéntrico. A diferencia de las citadas disciplinas indiciales, ligadas a "todo contexto donde el carácter único e irremplazable de los datos" es decisivo. Si esto es idealismo, entonces si tendremos que lamentar el prematuro borramiento de la momia de Vladimir Ilich.

Pero el Subcomandante sostiene su afirmación en algo más que cuestionar al "individuo como base del conocimiento". Afirmación por demás ambigua, porque una cosa es decir que se busca dar cuenta de lo que le pasa a los sujetos a partir de diferentes lógicas que "articulan detalles minúsculos" que ayudarían a conocer diversas acciones de los individuos tratando de buscar su singularidad y otra, que el individuo está a "la base del conocimiento", sin la mediación de objetos teóricos y de conocimiento, y menos de contextos socio culturales, cosa que por cierto jamás afirmaría Ginzburg, ¡al contrario!. Entre otros el erudito texto titulado El Queso y el Gusano atestigua de ello.

Veamos que añade el Subcomandante. Por lo pronto, toma la última parte del texto de Ginzburg en donde este habla de los usos policiacos de ciertos índices como son las huellas digitales, para sacar por conclusión que el Italiano "arrincona" ahí el "referente histórico de ese paradigma". Como si lo dicho acerca del psicoanálisis, el método de Morelli o la novela policiaca encontraran su verdadero "referente histórico" en los efectivos usos policiacos de las huellas digitales. Y concluyera: "en realidad señores las disciplinas indiciales se crearon para que los que detentan el poder sometan mejor a sus poblaciones".

Si en efecto, la articulación de ciertos indicios derivó -y puede derivar- en instrumento para ubicar y dominar a los seres humanos, como fue el caso que cita Ginzburg del saber clasificatorio de los bengalíes refuncionalizado por los colonizadores británicos, tiene razón Adolfo Gilly en su respuesta a Marcos cuando señala "que el método indiciario, como cualquier otro, puede ser utilizado para diversos y opuestos fines o intereses de clase". (9)

Como el Subcomandante vive inmerso en la lógica y los términos militares, y por lo tanto en la consideración estratégica de quien gana y quien pierde, avanza las siguientes consideraciones:

"era necesaria una contraofensiva: Despojar a la clases sociales del protagonismo que la irreverente teoría de ese, igualmente irreverente, judío alemán, les otorgaba, y devolverlo al garante del sistema: el individuo y la idea que lo movía (racional o irracionalmente) (...) La búsqueda de detalles tiene como fin el recomponer al individuo que los creó. (...y el "Sup" continúa avanzando sin temor...) Las similitudes con los métodos delictivos (busquemos al criminal, individualicémoslo, saquémoslo del contexto social que lo hace posible, pero sobre todo ocultemos, en su brillante crimen, el "otro" crimen: el de la explotación) lleva al mismo resultado: la búsqueda y el encuentro del individuo "especial", el que hace una obra de arte o un acto criminal. (y remata) Ese continuo brinco de conocimientos de "sentido común" a conocimientos científicos a productos estéticos, es una forma en que la ideología dominante domina en las ciencias (...) El autor (Ginzburg) "olvida" el problema central: ¿cómo se "leen" los indicios? ¿desde qué posición de clase? ¿Cuáles son las "lecturas históricas" de los indicios recabados". (10)

Vayamos por partes. De entrada como pertinentemente afirma Gilly, el historiador de Turín no está atrapado por la disyuntiva ¿las clases o el individuo?. "sencillamente se niega a hacer desaparecer, subsumiéndolos en las estructuras a los seres humanos concretos, de los cuales se componen las clases, los grupos sociales, las etnias". (11). Tampoco puede ser reducida su reflexión -que por entendibles razones desconoce el Subcomandante-, a ser uno de los frutos maduros de esa noción magma cúbrelo todo que se denomina como "ideología dominante". Y menos, que por buscar pacientemente lo singular y lo cualitativo pero sin descuidar el contexto que condiciona los actos y pensamientos de los hombres, intente supuestamente "despojar a las clases sociales de su protagonismo".

La lógica militar amparada en nociones globalizadoras que tendrían la última palabra no ayuda al debate de las ideas. Pues este no se guía por el criterio de vencedor vencido. Criterio que por otra parte, se vuelve preponderante cuando efectivamente la sobrevivencia si está en juego. Habrá sin embargo que reconocerle a la lectura de Marcos la pertinencia de la pregunta que le dirige al texto de Ginzburg con respecto a cuales serían las "lecturas históricas de clase de los signos" en su multicitado "paradigma indicial" y que éste último no desarrolla, entre otras cosas por el extenso periodo comprendido en su análisis que vuelve los contextos de emergencia de los métodos indiciales prácticamente inexistentes.

Además, Marcos tiene razón en elevar una crítica a los continuos "brincos" que da él historiador de Turín entre el sentido común, los conocimientos científicos y los productos estéticos. En esto último, sus objeciones se acompañan de las de Perry Anderson cuando señala "lo que es aún más sorprendente es que, al discutir el "paradigma" (indicial), Ginzburg no distingue entre las ilustraciones que de ello presenta. Nigromancia y ciencia, ciencia empírica y fantasía especulativa, se codean entre sí en su catálogo de las artes del desciframiento" (12)

2. Urszene y sueño

& sueño del Hombre de los Lobos. "pág. 29, tomo XVII.................."

Si "el saber del historiador -como el médico- es indirecto, basado en signos y vestigios de indicios, (en suma) conjetural" (Ginzburg, op. cit., p. 131), que mejor para calibrar las diferencias y posibles convergencias entre dos disciplinas conjeturales -el psicoanálisis y la historia-, que aprehenderlas operando en un punto de intersección "común" como es un sueño tomado como objeto de conocimiento. Y más aun si se toma como campo de experimentación aquél que analiza Freud en su famoso caso del "Hombre de los lobos", que el mismo Ginzburg utiliza para abundar en su novedosa investigación acerca de los Benandanti.. (13)

El breve pero substancioso texto del italiano, mantiene una saludable crítica frente a las posiciones asumidas por Freud, lo cual le permite dejar constatadas claramente sus diferencias de enfoque. No existe sin embargo, una actitud que lleve a tener que escoger entre dos interpretaciones, que se sitúan en escalas diferentes, y se basan en supuestos que remiten a objetos teóricos no coincidentes, aunque el objeto de conocimiento común, el sueño, las haga confluir.

A Ginzburg le interesa responder a una interrogación en la que están implicadas las llamadas Urszenen (escenas primordiales), noción que había hecho su aparición en una carta de Freud a Fliess, del 2 de mayo de 1897, y que se refería a los actos de seducción efectivamente realizados a los niños por parte de los adultos. (14) Escenas sucedidas productoras de efectos traumáticos. Pero que después de la famosa crisis manifestada en la carta núm. 69 del 2 de septiembre de mismo año, en la cual Freud exclamaba consternado "ya no creo más en mi ‘neurótica’ (pues) ... la perversión tendría que ser inconmensurablemente más frecuente que la histeria" (15) lo llevaba por otras vías no realistas que le permitieron poner en primer plano la noción de fantasía, sin abandonar totalmente la vertiente realista, que "reaparece" en el caso del "Hombre de los lobos" (16) 17 años más tarde.

En dicha carta 69, daba como segundo argumento de peso para "abandonar" la concepción realista de las escenas traumáticas, que en el inconsciente "no existe un signo de realidad, de suerte que no se puede distinguir la verdad de la ficción investida con afecto". (17) Este argumento, radicalizado, le va a impedir a la reflexión psicoanalítica -como ya lo dije en el cuarto capítulo-, enfrentar en su especificidad el espinoso asunto de lo efectivamente sucedido, dado que va a tender a desrealizarlo a la menor provocación, ya que "si no existe un signo de realidad", para qué complicarse la vida en los sinuosos -pero creo que necesarios- caminos transitados por Monique Schneider (18) cuando abordando el trauma nos habla de los difíciles y no siempre asegurados pasajes entre lo que los sujetos consideran como inverosímil, probable o efectivamente existente.

Pues bien, Ginzburg se pregunta "¿cual es el significado a diecisiete años de distancia, de la reaparición de las palabra "escena primaria?" (p. 203). Reaparición que implica un cambio en el número y el papel desempeñado por los actores del escenario, pues esta vez se trata del coito entre los padres -o sucedáneos-, contemplado por el infante. Dicho resurgimiento, trae de nueva cuenta a colación la hipótesis de la seducción que acompañó a la primera concepción de Urszene. Pero ésta tampoco tiene el mismo sentido, pues la escena es sufrida visualmente y está enmarcada entre otras cosas, por la discusión contra Jung y sus zurückphantasieren (fantasías retroactivas), así como por la introducción de las Urphantasien (fantasías originarias). %

Si la búsqueda de un acontecimiento efectivamente sucedido y contemplado, es una de las preocupaciones centrales de Freud en su famoso caso, con lo cual se asemeja a un detective que intenta probar incansablemente la realidad de la escena primordial -de ahí que se preste a la confrontación con el historiador-, (19) no es ciertamente la única como veremos más adelante. Dicha escena u acontecimiento lo diferencia de los que denomina como "recuerdos espontáneos". De estos últimos dice, que durante la cura, el paciente los comunica en buen número, lo cual, añade, no quiere decir que sean "siempre verdaderos", ya que están sujetos al proceso denominado como entstellung (transposición / distorsión), e impregnados "de elementos fantaseados". (20)

En cambio, las escenas, sobre todo las muy tempranas como las del "Hombre de los Lobos" -que supone ocurrida al año y medio-, y de

semejante contenido, que (...) luego reclaman una significatividad tan extraordinaria para la historia del caso , no son por lo general reproducidas como recuerdos, sino que es preciso colegirlas, -construirlas- paso a paso y laboriosamente a partir de una suma de indicaciones (...) no soy de la opinión de que estas escenas deban ser necesariamente fantasías por el hecho de que no reaparezcan como recuerdos. hay algo que a mi juicio tiene exactamente el mismo valor que el recuerdo: el hecho de que -como en nuestro caso-, se substituyan por sueños. (...) es que el soñar es también un recordar. (21)

Se trata pues, de una suerte de "recuerdos oníricos" no espontáneos laboriosamente reconstruidos, que al parecer estarían hasta cierto punto purificados de elementos fantasiosos. Cuando menos, si nos atenemos a la cuidadosa reconstitución que lleva a cabo Freud de la supuesta escena en donde el pequeño ruso ha contemplado un coitus a tergo entre sus padres. Pero en los intentos de responder a su detractores acerca de la verosimilitud de la tal escena, llega a construir una segunda posibilidad, como es aquella de que el niño pudo haber contemplado un coito entre animales, escena atribuida por desplazamiento a los padres (cf., p.55). Con lo cual estaríamos en la línea de los "recuerdos espontáneos" ya aludidos, puesto que afirma que: "entonces, la escena así fantaseada desplegó todos los efectos que le hemos atribuido, los mismos que si hubiera sido enteramente real y no se compusiera de dos ingredientes pegados entre sí". (22)

La operación conjetural freudiana al introducir esa segunda posibilidad, no renuncia al supuesto de algo efectivamente visto, pero resignificado por el trabajo psíquico que recrea por semejanza una escena en la que estaría obviada la dimensión fantasmática para el que la sufre. Como en el sugerente trabajo de Natalie Zemon Davis (23) acerca del retorno de Martin Guerre, la disyuntiva para Freud no parece situarse entre lo verdadero o lo inventado sino entre realidades y posibilidades. Aunque en el caso del Vienés, estas posibilidades implican la introducción de las operaciones del "aparato psíquico", en donde la fantasmatización no dejaría de inclinar la balanza hacia el terreno de la ficción. Visto esto último desde la perspectiva de un historiador clásico. Pero desde el punto de vista del creador del psicoanálisis la fantasía que recrea lo visto no le va a la saga a lo efectivamente ocurrido, como ya lo he señalado en múltiples ocasiones. Freud, al considerar a las operaciones del psiquismo como parte substancial de su contexto interpretativo, marca sus distancias con Zemon Davis, porque dicha autora apenas osaría servirse de éstas en lo que ella entiende por contexto. Volveré en el apartado 5 a lo que se entiende por contexto en uno y el otro campo.

Se comprenderá que el sueño al ser concebido no sólo como "realización de deseos", sino también como receptor y reproductor de recuerdos no espontáneos -aunque de manera un poco tortuosa-, complica las cosas al extremo, pues entremezcla dos funciones incompatibles, que indican toda la tensión en la que se desenvuelve la problemática del texto del "Hombre de los Lobos". Tensión que se dibuja de nueva cuenta en las dos versiones del coitus a tergo. Si en la primera versión parecería existir la promesa de un reconstrucción casi exenta de fantasía, una vez restituidos los itinerarios de la formación del sueño, en la segunda, la de los animales, las pistas se entremezclan a tal grado, que ya no parece importar si se contempló o no a los padres, con lo cual estaríamos en la concepción de la carta 69, es decir, en la ausencia de "un signo de realidad en el inconsciente". Mismo argumento que vale para el sueño como reproductor de acontecimientos, pues ¿cuáles serían los criterios para saber cuando actuaría en una función y cuando en la otra?. Porque en la cita, todo el peso del argumento parece descansar en el supuesto de que ese específico tipo de recuerdos aparezcan como sueños. Con el agravante de que finalmente no importa si se vio o no a los padres, porque una escena sucedánea "mezclada" -aquí si con la fantasía-, sirve para producir los mismos efectos.

Pero, la contradictoria concepción freudiana del sueño es más complicada, pues en ella no sólo intenta articular recuerdo, deseo y fantasía, sino además teorías sexuales infantiles que estarían mediatizando la percepción. En el caso del ruso se integra además el folklore por interpósitos cuentos que permiten contextualizar la aparición de los lobos. Cuentos rearticulados en el laboratorio onírico del soñante que en la clave interpretativa freudiana implica un desciframiento que no se reduce al nivel "policiaco/criminalístico", sino que intenta dar cuenta de la realización del deseo en juego y del tipo de "comprensión" elaborativa que en él se hace patente.

Tenemos así que, que a los deseos diurnos "superficiales" de este sueño navideño, "se asocia el deseo más profundo (...) de ser satisfecho sexualmente por el padre, deseo que al comienzo (del sueño) es substituido por el de volver a ver lo que aquella vez (en la escena de coitus a tergo) resultó tan cautivante", (24) pero que la continuación del sueño muestra en sus consecuencias aterrorizantes, pues dicha satisfacción implicaría la amenaza de castración, de ahí el angustioso despertar del soñante.

El realismo de la escena como acontecimiento "en bruto" finalmente queda atenuado por estas otras dimensiones que configuran los diferentes planos de la compleja escena onírica y de la cual la Urszene es sólo uno de ellos, en rigor, difícilmente desprendible de su configuración deseante, y de las elaboraciones acerca de la diferencia sexual, y del enigma de la satisfacción que en ella se juega. En esta satisfacción uno de sus indicios "superficialmente" contradictorios se manifestaría en la discordancia entre el rostro de la madre y la percepción "formal" del coito como básicamente violento. (25) De ahí que afirme Freud que "lo esencialmente nuevo que le aportó la observación del comercio sexual entre los padres fue el convencimiento de la efectiva realidad de la castración". (26) Esta última afirmación sujeta a matices como se verá.

La Urszene estrictamente hablando no dice nada, es el contexto en el cual se desarrolla y el lazo que se guarda con los actores parentales a los que se mira el que compele al observador hacia la actividad interpretante armado de sus "teorías sexuales infantiles". (27) Pero para el psicoanálisis freudiano el acontecimiento sólo puede ser aprehendido en su dimensión nachträlich que se presta mínimo a dos lecturas posibles a saber: la que la concebiría como "efecto retardado" como suceso que con el tiempo terminará por revelar su sentido, o la nachträlich como "posteridad", es decir cuando ocurre un segundo acontecimiento que le da su sentido al primero. (28)

Sin embargo, en ambos casos la escena "inocua" o cargada de sentido virtual, por algo se conserva. Su potencial fuerza significativa sexual por decirlo así, la "constriñe" a entrar en relación en un segundo momento con otros acontecimientos. Freud en el texto analizado, parece inclinarse por la primera opción: la nachträlich como "semilla". Pero aun en esta opción se da en un complejo proceso elaborativo y así busca explicar que a lo largo de su exposición no habría que perder de vista que el

analizado expresaba, a la edad de 25 años, unas impresiones y mociones de su cuarto año de vida (el sueño) con palabras que en esa época no habría hallado. (...) Cuando tiene año y medio el niño recibe una impresión frente a la cual no puede reaccionar suficientemente; sólo la comprende y es capturado por ella cuando es reanimada a los 4 años, y sólo dos decenios después, en el análisis puede asir con una actividad de pensamiento consciente lo que ocurrió entonces dentro de él (29)

Y añade Freud que si la interpretación y la observación de lo relatado son correctas, debería poderse desdeñar la distancia entere la segunda y tercera fase temporal. Sin embargo, esto último no parece ser tan fácil, porque la "comprensión" de la segunda etapa, está sostenida sobre bases más bien del orden de lo inconsciente aunque implique ya un avance elaborativo respecto al acontecimiento en bruto, en la medida en que lo mediatiza un sueño. De ahí que la tajante frase de Freud de que lo que le aportó la contemplación del comercio sexual parental fue "el convencimiento de la efectiva realidad de la castración" resulte sujeta a caución. Pues baste recordar el famoso "suceso" de dedo supuestamente cortado -ocurrido poco tiempo después del sueño-, para que se vean los heterogéneos planos de lo que se entiende por "comprender".

tenía cinco años; jugaba en el jardín junto a mi niñera y tajaba con mi navaja la corteza de uno de aquellos nogales que también desempeñaban un papel en mi sueño. De pronto noté con indecible terror que me había seccionado el dedos meñique (...) Al fin me tranquilicé, miré el dedo, y entonces vi que estaba completamente intacto. (30) &(cf. Lacan).

Freud constata como subsistieron en él tres corrientes de "pensamiento" con respecto a la simbolización de la castración, una que abominaba de esta, otra que la aceptaba, y una tercera más antigua "que simplemente (la) había desestimado". (31) Sujeto más que plural, escindido, entre diversas "comprensiones" y repudios.

Para terminar este sucinto análisis de los planos implicados en el objeto sueño, que trabaja Freud, y que Carlo Ginzburg se ahorra en su exposición, dada la manera como inserta su crítica y su aportación, quisiera introducir otro concepto que hará mucho ruido en la noción de Urszene y por concomitancia en la consideración de lo efectivamente sucedido y visto, me refiero a la noción de Urphantasie o fantasía originaria. &(el sentido de la palabra originario)

En las urphantasien, "viene a unirse lo que se puede llamar el deseo de Freud de encontrar la roca del acontecimiento (y si en la historia del individuo ésta llega a borrarse, a fuerza de ser refractada y multiplicada, se remontará más atrás) y la exigencia de fundar la estructura de la misma fantasía sobre algo distinto al acontecimiento"...(Si cada vez, como afirma Freud, se pueden recuperar entre el sinnúmero de las fabulaciones individuales las mismas fantasías), "es porque la historia acontecimiental del sujeto no es el primun movens y debe suponerse un esquema anterior capaz de operar como organizador (...) Es pues un real lo que se postula más acá de las elaboraciones de las fantasías, pero un real del que Freud no deja de subrayar el estatus estructural y la autonomía en relación con los sujetos que, por su parte son absolutamente dependientes de él". (32)

Esta especie de lamarkismo "estructuralista" tan cuestionable, plantea entre otras cosas que la "eficacia del acontecimiento" -como dicen Laplanche y Pontalis- para Freud no se explica -como lo dije anteriormente- por si mismo. Pues otro "Real" entre formal y semántico, organizador de escenas, tendería a imponerse sobre lo que no ocurrió, para que suceda fantasmáticamente, corrigiéndole así la plana. Las urphantasien, se añaden al arsenal que serviría a la operación que tiende a disolver la realidad de lo efectivamente sucedido, o si se quiere para tornarlo algo secundario y en el límite, sin pertinencia para la reflexión psicoanalítica.

Si la historia acontecimiental del individuo no es el primun movens, entonces para Freud no quedan sino dos opciones: o lo remite todo a un supuesto proto acontecimiento como el que pone en juego en Totem y Tabú con el mito del asesinato del padre primordial, o se remite a las Urphantasien que organizan las experiencias individuales y aun les añaden elementos que terminan por "reclamar realidad".

Con la primera opción lo que hace -como bien lo señaló- Claude Lévi Strauss, es seguir "un camino contrario al de la teoría, (pues si en ésta...) se va de la experiencia a los mitos y de los mitos a la estructura: en la otr(a) , se inventa un mito para explicar los hechos: para decirlo todo, se procede como el enfermo, en vez de interpretársele". (33) El acontecimiento individual que no se bastaría a sí mismo, es remitido a un acontecimiento colectivo en el que todo se explicaría no importando las épocas ni las circunstancias. Proto historia mítica que desrealiza y desingulariza al máximo la historia de cada individuo, al mismo tiempo que pretende introducir una dimensión colectiva que los atraviesa y constituye. Desde esta perspectiva, entre el supuesto acontecimiento originario y las historias singulares, no se puede pensar otro tipo de historicidad para el Psicoanálisis como la que intenté analizar en el capítulo IV, que si bien rescata la dimensión colectiva, intenta no tornarla unívoca y valida para no importa que época y circunstancia.

Con la segunda alternativa, la de las Urphantasien, el pensamiento freudiano no deja de mostrar sus paradojas, ya que al mismo tiempo que busca terca y afanosamente encontrar al suceso traumático sufrido por el Hombre de los Lobos, purificado de toda fantasía, y de la operación onírica que lo mostraría envuelto en el trabajo del sueño, termina por volverlo intrascendente, ya que las Urphantasien que introduce, implican la imposibilidad de distinguir lo ocurrido. En última instancia, el intento de querer eliminar toda mediación con respecto al acontecimiento, sólo provoca la exaltación de aquello que lo "deshace". En este segundo caso se trata de un "real" configurador de escenas que banaliza y torna indiferente la singularidad posible de lo efectivamente sucedido en la medida en que todos terminan finalmente por fantasear y enredarse en "lo mismo". Porque tarde o temprano todos se enfrentan a parecidas cosas.

En este punto puede ser interesante volver a un asunto que habíamos trabajado en el capítulo anterior, con respecto al acontecimiento y la narración. Guiándonos por el análisis de Paul Ricoeur habíamos dicho que "las historias que nos ocurren (...) son actuadas o sufridas antes de ser consignadas (y que) La intriga narrativa aparece como una triple potencia de mediación" (34) (acerca de un pasado, del que) decimos algo sensato (...) al pensarlo sucesivamente bajo el signo de lo mismo, del otro y de lo análogo". (35)

Pero el historiador David Carr cuestiona lo que considera una posición discontinuista tanto de Ricoeur como de Hayden White respecto a los hechos reales y su manera de retomarlos en una forma narrativa. Se pregunta si es tan obvia la afirmación de que los "hechos reales simplemente no se agrupan de una manera narrativa, y si se les trata como si así fuera estamos falseando la vida" (36) Carr apuesta por lo contrario, es decir, "la narrativa no es sólo una forma posiblemente exitosa de describir hechos; su estructura se inserta en los hechos mismos. Lejos de ser una distorsión formal de los hechos que relata, una explicación narrativa es prolongación de su rasgos fundamentales (...) No sólo hay continuidad sino una comunidad formal" (37)

Si bien Carr reconoce que Ricoeur no llega a decir como White y Mink que el mundo real es sólo secuencial y en lugar de esto habla que posee una "estructura prenarrativa", conformada por elementos que se "prestan a una configuración narrativa", (38) hay que reconocer sin embargo, que para Ricoeur esa "prefiguración" no es concebida como poseyendo una estructura narrativa en sí misma. Si para Ricoeur "las ideas de principio medio y final no están tomadas de la experiencia: no son rasgos de la acción real sino efectos del orden poético", (39) entonces inevitablemente la narración, dice Carr "le añade a los hechos del mundo una forma que de otra manera no tienen". (40)

Y en efecto, ya señalé la triple potencia mediadora que para Ricoeur implica la intriga narrativa historiográfica. cuando de "una simple sucesión de acontecimientos (...) produce una historia (o como...) al interior de ella pone en relación factores heterogéneos (...y) finalmente, logra la síntesis de la dimensión cronológica (episódica) del relato". Por lo tanto, a diferencia de Carr no se trata para él, de la "prolongación de (los) rasgos fundamentales" de los hechos mismos.

Para Carr, este discontinuidad sólo puede postularse gracias a una serie de supuestos acerca de la acción humana, entre otros, que el mundo real "debe ser casual y azaroso" y la acción humana "un caos de asuntos inconexos". (41) Pero en realidad, según él no es así. Basándose en Husserl, postula que "no podemos (...) experimentar nada como suceso, como presente, si no es sólo sobre el fondo de aquello que sucede y lo que nosotros anticipamos que sucederá (...) ¿No hay un parentesco entre la estructura de medios y fines de la acción y la estructura de principio medio y fin de la narrrativa? En la acción siempre estamos a la mitad de algo, atrapados en el suspenso de la contingencia (...) La estructura medios -y- fines de la acción despliega algunos de los rasgos de la estructura principio - medio - fin que la idea de la discontinuidad dice que está ausente de la vida real". (42)

Si no hay acción sin retención ni protensión incluidas, entonces lo "prenarrativo" de Ricoeur se tornaría una especie de "narrativo" de primer grado. Reconociendo su diferencia con la intriga narrativa historiográfica, no bastaría esta constatación para postular una discontinuidad entre ambas. La cuestión dice Carr, no es pues optar por la narración vs el caos sino caer en la cuenta que en la vida falta "ese punto de vista que transforma a los eventos en un relato al contarlos. (Porque) narrar no es sólo una (...) relación de hechos sino una relación informada por una especie de conocimiento superior". (43)

La posición y función del narrador que se supone maneja la secuencia completa y ya no sufre de las incertidumbres de la acción a las que si está sujeto el actor, no supondría un corte radical con este último porque para Carr los actores pretenden con más o menos éxito ocupar permanentemente la posición del narrador. En todo caso "la visión retrospectiva del narrrador (es) un refinamiento de un punto de vista inherente (a) la acción misma". (44)

Pero la tesis de Carr en realidad implica no dos sino tres niveles a ser considerados para acción y narración que a mi entender no quedan claramente diferenciados en éste autor, a saber: la acción como retrospectiva y prospectiva, nivel mínimo "narrativo" aunque sea sólo en las cabezas de los actores; un "proceso narrativo práctico" que constituyen personas o grupos y que Carr denomina como de "primer orden" y finalmente, uno de "segundo orden" cuyo "interés se encuentra de manera fundamental en lo cognitivo o en lo estético (...pero cuyo cambio de interés) también puede acarrrear un cambio en el contenido (que no coincida con el del grupo) La forma, sin embargo, no cambia. (Y remata así...) no estoy afirmando que las narrrativas de segundo orden (...) reflejen simplemente o reproduzcan las narrraciones de primer orden (incluso...) Pueden afectar la realidad que describen (...) Pero no estoy de acuerdo en que la forma narrrativa sea lo que se produce en estos géneros literarios para imponerse en una realidad no narrativa". (45)

Podríamos calificar la tesis de Carr como postulando una continuidad discontinuidad entre la acción y la narración en "primero y segundo grados". Continuidad en el sentido de que no habría diferencia formal en las tres, discontinuidad -o cuando menos entre la 2 y 3-, en cuanto se acepta que no se trata de simples reflejos o reproducción entre unas y otras, sino que incluso las de segundo grado "pueden cambiar o mejorar lo que describen". Como veíamos que en Freud y su texto de "pegan a un niño" tampoco coincidían la fantasía consciente la inconsciente y el acontecimiento. (Cf, capítulo III). Segundo grado narrativo que se "impone" y trastoca una narración que le precede.

Volvamos por un momento a la manera como Freud piensa la aprehensión del supuesto acontecimiento que vivió el "hombre de los lobos". En el hecho desnudo del año y medio parece no existir la más mínima narración sólo fijación "traumatizante" de lo visto y escuchado algo del orden de "lo vivido sin vivir" que postula F. Davoine. Escena que "lo captura" dice Freud. Es solamente cuando aparece el sueño a los 4 años que una esbozo narrativo hace sus aparición configurado y mediatizado por las teorías sexuales infantiles. "Narración" sin duda extraña que no es relatada propiamente sino hasta los 25 años del soñante a "la oreja más dotada del siglo" como le llamó irónicamente a Freud, Michel Foucault. Narración sujeta al trabajo del sueño -y a sus operaciones que descoyuntan cualquier relación directa con no importa que acontecimiento que se les ponga por el frente-, que por leves indicios como el mirar fijamente hace pensar en otra escena en donde se fue espectador. Los sueños parafraseando a Jacques Alain Miller a propósito del fantasma, son relatos imaginarizados que "implican una satisfacción". (!982)

A los 25 años por fin se despliega en una narración eso que permaneció plegado por dos decenios. Pero contarlo no es necesariamente entenderlo en sus determinaciones, todavía hay que intentar elucidarlo trabajosamente en el trabajo asociativo. Lo dicho a los 25 años, puede ser equiparado a los relatos de "primer grado" de Carr. Pero estos relatos para el psicoanálisis deben llevar la marca de la relación transferencial, de la huella que deja el contar en quien escucha y en el tipo de interlocución que se establece. Porque no se trata de unos decires desimplicados para la pura satisfacción del que relata y del oyente.

Creo que ahora si es posible pasar al planteamiento de Carlo Ginzburg, y a su específica manera de abordar el objeto sueño

3. El historiador y su interpretación alternativa

Para el historiador italiano el sueño del ruso es sin lugar a dudas

de carácter iniciático, inducido por el ambiente cultural que lo circundaba o, más concretamente, por una parte del ambiente (...) Sometido a presiones culturales contradictorias (ñiañia [rusa], la institutriz inglesa, sus padres sus maestros) (...) en lugar de convertirse en lobizón, se volvió un neurótico al borde de la psicosis (46)

Ginzburg como Freud, también considera al sueño como un receptor/reproductor, pero no de Urszenen sexuales sino que piensa que en el sueño "prorrumpe un contenido mítico mucho más antiguo, rastreable también en los sueños (en los éxtasis, en los trances, en las visiones) de los benandanti, de los taltos de los lobizones, de las brujas" (47)

El sujeto que considera el historiador, está configurado por una polifonía de voces y tradiciones muchas veces incompatibles que lo parcializan y lo habitan de una manera tal, que no se presta a realizar arreglos cómodos. Por otra parte, si uno se queda con la pura lectura del sueño que hace Ginzburg, podría concluir muy rápidamente que en su caso, a diferencia de la concepción onírica freudiana constituida por las diferentes lógicas de sistemas heterogéneos, que generan un producto mestizo, el sueño se reduce a ser una pura pantalla que le permite aflorar a un "antiguo contenido mítico", y que como tal superficie reproductora puede ser intercambiable con los éxtasis y trances.

La aparente claridad con la que según él, se muestra lo iniciático del sueño, está fuera de cuestión. Y en la medida en que no pone en relación la concepción del sujeto polifónico contradictorio descrita arriba, con la del sueño, queda la impresión que dichas voces "incompatibles" llegan a un arreglo civilizado, lo cual les permite manifestarse una a una en la pantalla onírica, expurgadas de las molestas adherencias y posibles discordancias de las otras. A dicha pantalla onírica al parecer, ninguna "entstellung" la turba.

Este efecto de "transparencia", Ginzburg parece encontrarlo a su vez en los testimonios de los benandanti que estudió en Friuli, pues nos dice que tuvo acceso a un material que por así decir, no estaba todavía contaminado por las categorías de los inquisidores. En esa investigación, el método indicial se basa en el análisis de las discordancias entre las preguntas del inquisidor y las respuestas de los inquiridos. No se queda ahí, sino que a su vez, intenta dar cuenta del lento pero seguro proceso contaminatorio en un periodo que abarca de finales del XVI a mediados del XVII. Proceso que termina por "deformar y después por borrar", (48) por la imposición del esquema de los inquisidores, el material primigenio.

Pero, incluso en el análisis de las discordancias producidas en ese dispositivo de interlocución -obviamente disimétrico-, la aparente transparencia de las creencias relatadas, está fuertemente marcada por la relación de poder. De ahí, que el historiador tenga que "calcular" cuando el interrogado cede a las astucias de su obligado interlocutor y cuando lo que en un testimonio segundo entra en contradicción con la primera respuesta, es en realidad un intento de adecuación a la lógica del inquisidor.

No es un accidente que precisamente el historiador italiano se haya interesado en el sueño del paciente de Freud, pues los benandanti son oníricos por excelencia. Por medio de los sueños son llamados por su "capitán" para combatir contra los brujos, cuatro veces al año por los frutos de la tierra "si nosotros somos los vencedores será un año de abundancia, pero si somos vencidos, será un año de escasez". (49) También en sueños y por medio del "espíritu" se trasladan a dichas batallas. De la misma manera asisten a las asambleas para realizar sus ritos agrarios parte de los cuales pasa por las citadas "batallas nocturnas". Por cierto, Ginzburg constata que estos individuos grupalizados oníricamente, jamás dudan de la realidad de aquello en lo que se ven implicados.

Pero ¿quiénes son llamados? Los que nacen envueltos en el amnios -membrana que normalmente cubre al feto-. A dicho elemento se ligaban diversas creencias, por ejemplo: "ella protegía a los soldados de las heridas, alejaba a los enemigos y ayudaba a los abogados a ganar las causas". (50)

Veamos ahora en que se sostiene la hipótesis del sueño iniciático en el Hombre de los Lobos. Por lo pronto, al relacionar que había visto la luz el día de Navidad, que era ruso, que había nacido envuelto en el amnios -nacer con la "camisa" puesta- con la representación central del sueño los lobos y su número, articulada al cuento que el abuelo le había relatado del "sastre y los lobos" -que también forma parte del folklore ruso-, llega a la conclusión de que se trata de un evidente caso de "homogeneidad cultural". Homogeneidad, que va más allá de la cultura eslava, pues resulta que otras figuras del folklore europeo: "lobizones eslavos y bálticos, táltos de Hungría, kersniki dálmatas, mazzeri de la isla de Córcega y otros" (51) la comparten.

En dicha horizonte cultural compartido, los sueños iniciáticos en la infancia y adolescencia están a la orden del día. Los que nacen con la "camisa puesta" están en posibilidad de convertirse en lobizones. Incluso el número de lobos tendría según Ginzburg, una respuesta no tortuosa, pues le hubiera bastado a Freud darse cuenta que existía la fábula del "lobo imbécil" en la recopilación de Afanásiev para haber "podido encontrar la respuesta".

De ahí que le reproche que el haber ignorado este universo cultural "revestía consecuencias graves (y) sólo quedaba la experiencia individual, reconstruida a través de la red de asociaciones reconstruida por el analista". (52) En cambio la interpretación del italiano restituiría el sueño al universo del que fue desgajado, Con la evidente desingularización de lo producido por el soñante. Finalmente, dicho sueño supuestamente transparente, sería un ejemplo de una "ley" (53) ya constituida. Aunque habría que rendirle justicia a nuestro historiador y atenuar este juicio pues también afirma que:

En general, es fácil objetar que la diferencia entre variantes individuales del mito, y sobre todo entre contextos individuales, en el interior de cada uno de los cuales el mito surge y acciona, es grande. Más grande aun es la diferencia entre vivir pasivamente un contenido mítico y tratar de dar de él una interpretación crítica lo más amplia y abarcador posible (54)

¿Qué piensa Ginzburg del "Hombre de los lobos" y de su psicoanalista de cabecera que lo interpretó "individualmente"?, ¿acaso los considera pasivos frente al "mito", que uno repitió sin saberlo y otro desconoció sin proponérselo?

Pero si ignorar el universo cultural aludido, revestía "consecuencias graves" ¿Qué tanto? ¿quiere esto decir, que con su interpretación "individualizante" Freud había errado el tiro? Eso es lo que uno esperaría si tomara las palabras a la letra, pero Ginzburg es más cauto de lo que se podría esperar después de lo que afirmó.

Las implicaciones culturales (...) completan pero no suprimen, las implicaciones psicológicas que el mismo hecho había asumido en la psiquis del paciente. Análogamente, completan pero no refutan la interpretación propuesta por Freud. [Y todavía añade...] La propia interpretación de conjunto del sueño del "Hombre de los lobos" en cuanto se la entiende como reelaboración de la ‘escena primaria’, no parece a primera vista ni siquiera empañada por las consideraciones hasta aquí vertidas. (55)

Y si lo supuestamente grave no resultó tanto, entonces, ¿qué significa "completar"?. No queda contestado claramente por el historiador, sólo sabemos que dicho complemento no "empaña" la interpretación freudiana. Y que Carlo Ginzburg acepta que la mediación ejercida por el aparato psíquico no deja pasar directamente a lo que el denomina como "implicaciones culturales".

Sin embargo, si nos volvemos a la interpretación que hizo Freud del amnios, podemos ver como al sentimiento del ruso de sentirse afortunado porque nació cubierto, lo remitió el vienés a una fantasía de "regreso al vientre materno", lo menos individual posible. En cambio, si hubiera explotado las posibilidades del folklore en relación con la suerte y la protección que daba la "camisa", habría podido explorar por ejemplo, las posibles fantasías de invulnerabilidad. Pero habrá entonces que reconocer que ambas intepretaciones no son "individualizantes".

Pero, tampoco Freud descuida del todo el folklore por intermedio de los cuentos y busca relacionar tanto el relatado por el abuelo, en relación con el sastre, con los de la "caperucita" y el de "los 7 cabritos y el lobo".

4. El retorno de los brujos: el inquisidor, el psicoanalista y el historiador

Pero, no sólo por intermedio de los sueños se pueden encontrar posibles cruces para las dos disciplinas en cuestión, de ahí que Ginzburg traiga a colación el hecho de que Freud, muy tempranamente, se había topado en los relatos de sus analizantes con el asunto de las brujas y la inquisición. Lo cual había llevado al Vienés a hacer una curiosa equiparación entre el inquisidor y el psicoanalista, así como entre las brujas y sus pacientes. Todo esto a partir del supuesto de que en la Edad Media la cuestión de la histeria ya se conocía. "La teoría de la Edad Media y de los tribunales eclesiásticos sobre la posesión era idéntica a nuestra teoría del cuerpo extraño y la escisión de la conciencia. (Y añadía) ¿Por qué el diablo, tras posesionarse de esas pobres, comete con ellas unas lascivias de las más asquerosas? ¿Por qué las confesiones en el potro son tan semejantes a las comunicaciones que mis pacientes en el tratamiento psíquico?". (56) Remataba con la hipótesis que los inquisidores al punzar con agujas a sus víctimas para hallar los stigma diaboli, terminaban por recordar junto con aquellas "su primera infancia".

Recuerdos de escenas de seducción, que la histeria como el sueño hacen aflorar, para beneficio del "sentimiento de realidad". Con la ventaja para el psicoanalista sobre el inquisidor, que no tendría que torturar para que vean la luz. Pero con la similitud de que en ambos dispositivos la seducción se hace presente. Sin embargo, esta similitud se ve limitada a partir del supuesto de que por alguna razón en los tiempos de Freud se hubiera ganado en transparencia, lo cual es contrario a la opacidad que el vienés le confiere al paso de la historia en asuntos tan comprometidos con la sexualidad. (57)

Estas escenas de las brujas tendrían que ver con el sabat, al que a su vez quedaron injustamente ligados los benandanti. Culto al diablo, profanación de los sacramentos, etc. Sin embargo, Ginzburg no está de acuerdo con el "lamarckismo" freudiano de la herencia de los caracteres culturales adquiridos, y se inclina más por la posición jungiana que en principio aunque no en sus resultados, le parece más prometedora, cuando a diferencia de Freud, invertía la relación entre la neurosis y el mito haciendo de este último algo fundamental para comprender la neurosis.

Todo esto lo lleva a una conclusión no desprovista de una cierta humildad, a saber:

el caso del "hombre de los lobos" replantea con ejemplar claridad el entrelazamiento entre mitos y neurosis (...) no vamos a tratar de explicar la neurosis del "hombre de los lobos" mediante el mito de los lobizones, pero tampoco podemos ignorar que, en sueño de (éste) prorrumpe un contenido mítico mucho más antiguo.. (58)

El problema es que el "entrelazamiento" no se trabaja como tal, y queda la impresión de que se trata más bien de dos interpretaciones paralelas, posiblemente complementarias, las cuales entran en paralelo en el común territorio del sueño. Con lo cual estaríamos rozando el sugerente pero problemático territorio del etnopsicoanálisis.

Así como en el material que rescata el historiador de los benandanti no existe un verdadero intercambio entre las partes sujetas a una relación de poder, sino que durante un periodo -de unos 50 años- se detecta una fisura, una separación entre las concepciones que se ponen en juego -antes de terminar colonizadas las creencias de los Benandanti por las de los inquisidores-, así, abusando de una "analogía" limitada, podríamos mantener la diferencia que se vuelve evidente después del breve pero intenso encuentro no jerárquico entre el historiador y el psicoanalista. Encuentro en el que Carlo Ginzburg no intenta buscar formaciones de compromiso ni entre las dos interpretaciones alternativas, las concepciones del sueño, o en el tipo sujeto que está a la base de este aterciopelado debate. (59)

Sin embargo, los psicoanalistas no dejarán de agradecerle al historiador la ayuda inapreciable de los conocimientos que le pueden permitir ampliar su arsenal interpretativo, abriéndole su abanico de posibilidades a otras dimensiones más allá del familiarismo. Probablemente, el historiador apreciará a su vez, que en el no diálogo del sueño se puedan contener tanta operaciones productoras y transformadoras de múltiples representaciones, relaciones y acentos, que vuelven cuestionables a las interpretaciones que perciben al contenido manifiesto del producto onírico como dotado de una cierta transparencia.

En este último punto, no debo pasar por alto que para el fino historiador de Turín no parece existir una especial dificultad que el material obtenido por él de los siglos XVI y XVII, pueda presentarse en el siglo XX y significar aparentemente lo mismo. En este punto, parece compartir un cierto parentesco con la operación interpretativa freudiana que ya analicé respecto a una neurosis demoniaca del siglo XVII. Dicho material alude a un sustrato que apunta "a una capa folklórica permeada por un nudo de representaciones religiosas y míticas que se remontan a un pasado más antiguo que la fecha en que aparecen en la documentación (crónicas penitenciales, crónicas procesos, etcétera)". (60)

El parentesco en la operación interpretativa quizás se deba a que los dos autores parecen compartir la posición de Céline que afirma que "todo lo interesante sucede en la sombra". Anderson señala que si existiera un supuesto dominante que "unificara el versátil trabajo de Ginzburg (este) sería que "mientras más profunda es una cosa, esta es más importante". (61) Pero esto mismo resulta un arma de dos filos pues Anderson añade que esas "profundidades" en las cuales se buscan "secretas continuidades culturales" termina por producir su "propio antídoto", porque si "el vocabulario de la profundidad y de lo diuturno es invariable (...) sus objetos son tan diversos que se invalidan unos a otros (...) Cada uno de (los) programas de investigación (de Ginzburg) ha dado fascinantes frutos empíricos. (Pero) padecen (...) de una predisposición metafísica a proyectar repetidamente sus resultados hacia abajo o hacia arriba". (62)

Me imagino que si el niño ruso no podía tomar el camino que tenían abierto sus antepasados que habían nacido con la "camisa puesta", es porque este sustrato de creencias y representaciones estaban en buena medida dislocadas de su universo cultural, o se habían relativizado y perdido eficacia. Y sobre todo, pertinencia. Como bien señala Anderson "la persistencia no es en sí misma garantía de significancia. Lo que falta en la historia de Ginzburg es el desgaste del significado, siempre presente en toda historia cultural; ese proceso familiar por el cual las costumbres o creencias plenamente vigentes en una época se alteran en condiciones esporádicas o marginales y finalmente pierden enteramente su sentido (...) En la sociedad, lo que es más viejo, y en ese sentido más profundo, es a menudo más superficial, ha sobrevivido justamente porque ha sido reducido a una insignificancia". (63)

Pero en los términos de Ginzburg, se explica su neurosis no tanto gracias a un "núcleo sexual traumático" sino al hecho de que estaba sometido a "presiones culturales contradictorias" (una nana rusa, una institutriz inglesa, a la de sus padres y además a la de sus maestros vieneses). El Historiador parece sugerir que si el universo cultural del ruso hubiera sido más unívoco, no hubiera caído víctima de la neurosis. Pues la fuente principal de ésta, parece residir en lo inmanejable que le resultan estas diferentes tradiciones culturales a las que se ve sometido.

5. El psicoanalista y el historiador: el contexto, la prueba y la conjetura.

A) CONTEXTOS.

Como ya lo señalé, Carlo Ginzburg se permite interpretar el sueño a partir de un material que para él revela de una "homogeneidad cultural". El Individuo que sueña en los albores del siglo XX parece ligarse directamente a ésta con las dificultades que ya señalé. Pero el historiador de Turín es mucho más matizado si no atenemos por ejemplo a su inteligente lectura que hace del texto de Natalie Zemon Davis acerca del retorno de Martín Guerre, en la cual da cuenta de algunas de las maneras como la historiadora maneja el contexto.

Ginzburg define el contexto como el "dominio de las posibilidades históricamente determinadas". (64) En otro texto lo completa así: "el historiador establece vínculos, relaciones y paralelismos no siempre documentados en forma directa, es decir, que sólo lo están en la medida que se refieren a fenómenos surgidos en un contexto común de índole económica, social, política, cultural, mental, etcétera; y este contexto funciona, por así decirlo, como término medio de la relación". (65) Contexto "común" problematizado por él mismo, puesto que lo compartido no necesariamente es homogéneo, sino que está constituido por clases y relaciones disimétricas y además por "contextos individuales". Contexto que ayuda a pensar lo que los documentos directamente no dicen, pero lo que de ahí se infiere "son posibilidades, no consecuencias necesarias: conjeturas, no hechos verificables" (p.11 el juez y el historiador).

Ginzburg tiene buen cuidado en distinguir entre "lo estadísticamente representativo (supuesto o verdadero), y lo históricamente verdadero". (66) Es precisamente el dominio que posee de las posibilidades del contexto, el que le permite a Natan Davis intentar suplir las lagunas informativas de los documentos "directos" con lo estadísticamente representativo. Pero no de cualquier manera: "cuando no pude encontrar a mi hombre o mujer individual en Hendaya, Artigat, Sajas o Burgos, hice lo posible, por medio de otras fuentes de ese periodo y lugar, por descubrir el mundo tal como deben ellos haberlo visto y las reacciones que deben haber tenido. Lo que os ofrezco aquí es en parte invención mía, pero estrechamente controlada por la voz del pasado". (67)

El historiador italiano acota que el término "invención" es más bien provocativo pero que "en conjunto resulta engañoso. (Ya que) la investigación de Davis y su relato, no dependen de la oposición entre ´verdadero´ e `ínventado´, sino de la integración -la cual siempre se indica punto por punto- de `realidades´ y `posibilidades´. De esto se deriva la multitud de expresiones como "quizás", "forzozamente", "se puede suponer". (68)

Estas expresiones que marcan la escritura de Davis son parte substancial de lo que conforma la escritura de la historia -y deberían serlo de la psicoanalítica-. Una escritura en la cual "pruebas" y "posibilidades" se entretejen en la narración pero sin dejar de ser rigurosamente diferenciadas en ella (Ginzburg).

El apasionante texto de Davis que trata acerca de la novedad nunca antes conocida del "marido falso", aproxima oblicua y fugazmente al juez y al historiador, en el sentido de que los dos tienen que vérselas con la cuestión de las pruebas pero no de la misma manera, pues "para el juez el margen de incertidumbre tiene un significado puramente negativo (que puede) derivar a un veredicto de non liquet" . (69) En cambio, para el historiador, puede ser la oportunidad de percibirlo como un problema a investigar.

En un trabajo de Ginzburg dedicado explícitamente a mostrar las diferencias entre el juez y el historiador el italiano nos habla de la distinta posición asumida por unos y otros ante el contexto -o contextos-. "para los jueces los contextos aparecen (si prescindimos de la prueba lógica) como circunstancias atenuantes, de orden biológico o histórico (...) pero ambos -historiadores y jueces- están equivocados cuando pretenden demostrar tomando como punto de partida las circunstancias contextuales y faltando cualquier confirmación exterior, que determinados comportamientos individuales se hayan realmente llevado a cabo (...sería) un abuso de la (...) llamada "prueba lógica" que sería más justo llamar prueba contextual" (El Juez y el Historiador, p.12).

Volvamos ahora la vista hacia el psicoanalista y preguntémonos cómo se sitúa ante sus contextos y ante sus pruebas. Por lo pronto, trabaja con distintos contextos y a diferentes escalas y aún con la pretensión de trascender los primeros en el sentido de superar toda limitación espacio temporal. Como ejemplo de esto último tenemos las nociones de lo "simbólico" que nos hablaría de la inserción del sujeto en el mundo de la cultura a partir del eje de las diferencias generacionales y el de la diferencia sexual, así como aquellas de la "falta" o del Edipo y sus tiempos. (70) Nociones que por lo tanto aspiran a la universalidad lógica en sentido estricto. Es decir, que mantendrían un sentido fuera de todo contexto socio - histórico.

Nociones psicoanalíticas que parecen diferenciarse netamente de las proposiciones de la sociología y de la historia, ya que éstas últimas son del orden de "la universalidad numérica", en razón de que "el sentido de las abstracciones o de las tipologías históricas no puede jamás ser desprendido de los `contextos´ que (...) son tomados en cuenta por designación, es decir, referidos enumerativamente en su singularidad global, como configuraciones no susceptibles de ser agotadas por el análisis y construcción de propiedades puras". (71) O si se quiere en la descripción de tipo socio histórica sin duda existen nominaciones de objetos y propiedades que pretenden ser trans -o extra- históricas, pero que su "inmovilidad formal está en función inversa de su capacidad descriptiva (...) Ellas no aportan una contribución a la descripción histórica sino en la medida en que se cargan progresiva y subrepticiamente de vínculos con los casos históricos". (72)

La elasticidad que torna operativos los conceptos propios a las ciencias del hombre, implica que jamás se puede cerrar el sentido de una definición que pretende ser genérica. Así por ejemplo, la noción de Feudalismo en su intento de abarcar una estructura formal encierra una "serie de casos singulares enfocados en su (especificidad) de índividualidades históricas¨. (73)

En síntesis, lo que desconcierta de ciertas nociones psicoanalíticas, es esa dudosa capacidad de pasearse alegremente por no importa que época y circunstancia en razón de que con dicha disciplina se cree poseer la clave de una "naturaleza humana Psy" universal y no condicionada por ningún constreñimiento espacio temporal -aunque su concepción de "naturaleza" varíe según las corrientes-. Estas nociones, apoyadas en el supuesto básico de la citada "naturaleza", adquieren así una insostenible ligereza migrante, cuyos "contenidos" o estructura "ontológica" -como el "sujeto agujereado"- se desplazan a lo largo y ancho de los siglos sin que aquellas sufran ningún condicionamiento ni transformación ocasionado por los contextos en los que se debaten historiadores, antropólogos y sociólogos.

Un caso de transmigración de "contenidos universales" nos lo ofrece Freud en el análisis de la obra de Hamlet de Shakespeare. Harold Bloom en un interesante texto dedicado a lo que él considera ser la lectura shakespeareana de Freud señala que su conjetura es "que Freud estaba desesperado por leer las grandes tragedias como revelaciones autobiográficas". (74) Recuérdese que -entre otros lugares- "la Interpretación de los sueños", Freud le dedicó un largo párrafo a esta tragedia y en el cual decía:

Otra de las grandes creaciones de la poesía trágica, el Hamlet de Shakespeare, tiene sus raíces en el mismo suelo que Edipo Rey. Pero el distinto tratamiento del mismo material revela toda la diferencia en la vida anímica de estas dos épocas de la cultura tan ampliamente separadas; el avance secular de la represión en la vida espiritual de la humanidad: En el Edipo, la fantasía del deseo infantil sale a la luz y se realiza, como en un sueño. En Hamlet permanece reprimida -y lo mismo que en una neurosis- sólo sabemos de sus existencia por sus consecuencias inhibitorias (...) Ya que, por supuesto, no puede ser sino la mente del propio poeta la que nos sale al frente en Hamlet (...) observo el dato de que Hamlet fue escrito inmediatamente después de la muerte del padre de Shakespeare (en 1601) es decir, bajo el impacto inmediato de su desamparo y, como bien podemos asumir, estaban frescamente revividos sus sentimientos infantiles hacia el padre. (&)

El modelo es de sobra conocido, Hamlet, sería el representante casi -por aquello de la mediación del texto- directo del atribulado Shakespeare. Ya que en realidad, el psiquismo que "descubre" Freud en dicho personaje sería en realidad el del Ingles, el cual, por medio de esta obra intentaría enfrentar y eventualmente elaborar sus revividos sentimientos infantiles. Confusión entre personaje y autor que si se le aplicara tal cual a Freud, reduciría su genial obra de "la Interpretación de los sueños" a un puro asunto personal. Si Freud logra sacar a la luz lo que para toda las generaciones ha "permanecido en total oscuridad respecto al carácter del héroe" (Hamlet), es porque el mismo considera que había logrado enfrentar dichos sentimientos y hacérselos presentes sin cortapisas ante la muerte de su propio padre. (carta a Fliess del 15 octubre de 1897). Sólo él soportaría lo que la humanidad y sus grandes literatos no pueden decirse sino de manera indirecta.

Freud es consciente de que una parte importante de la materia de su obra fue escrita sobre el análisis de su propio psiquismo, el cual pretende universalizarlo. Esto es una característica parcial pero significativa de la escritura psicoanalítica. La cual, a su vez , está integrada a la imagen del héroe solitario y revolucionario que lleva sobre sus espaldas las verdades que otros rechazan espantados. Imagen que Jacques Lacan cultivó con creces.

Sorprende, como bien lo señala Bloom, que Freud se refiera a dos épocas tan distantes de la humanidad tomando a estos dos grandes poetas como paradigmáticos de ellas, y reduciendo las enormes diferencias contextuales históricas que las caracterizan a un puro asunto de una supuesta "represión secular", que avanzaría de manera inexorable cubriendo cada vez más bajo su manto un contenido invulnerable e incambiado. Proceso exitoso, que visto desde la época actual, sólo con el tirabuzón del psicoanálisis puede ser entrevisto, pues el material absolutamente reprimido produce ya no tanto a personajes de tragedia "neuróticos" como Hamlet, sino a neuróticos de verdad. A Freud tampoco parecen interesarle mucho las diferencias entre las obras y las tramas en las que evolucionan los personajes citados, porque lo importante es el "contenido" migrante que se manifiesta por debajo o en la superficie del "ropaje" que constituye para él la estructura narrativa, el genero y la retórica de la obra. "Ropaje" que para él parece resultar aleatorio. En esta perspectiva, no hay historicidad posible (Cf, capítulo II), o si se quiere, habría una posibilidad que resta inexplicada, aquella que daría cuenta de las causas del supuesto avance de la citada represión.

Ya hice alusión en el capítulo precedente a las novellen freudianas y como la semiología fundada sobre las estructuras psicopatológicas -también con pretensiones de universalidad- se las tiene que ver con "la historia del sufrimiento" entendida como "la serie de acontecimientos relacionales que sorprenden y alteran el modelo estructural". Historia, que no puede ser reducida a una pura ejemplificación de dichas estructuras, sino que las desborda y disloca.

"Acontecimientos relacionales" que remiten a diferentes contextos posibles que pueden ir desde la historia familiar y sus específicas vicisitudes tejidas en las relaciones intersubjetivas, a los socio políticos -como los trabajados en el IV capítulo- y los culturales como el de caso del "hombre de los lobos", rematando en el plano intra psíquico -contexto de llamado "sujeto escindido"-. Ya he señalado que no siempre estos diversos contextos se hacen presentes con la misma importancia y pertinencia en cada caso.

Hablar de contextos, implica referirse a:

Lo cual conlleva el respeto a su autonomía relativa y especificidad. Sin embargo, no basta tratar de dar cuenta de la coherencia propia de cada escala contextual sino que un segundo paso consiste en poner sobre el tapete su posibles relaciones. (75)

B) PRUEBAS.

Y al psicoanálisis ¿le interesa probar?. Estrictamente hablando no. Pero no es una pregunta que se pueda responder así tan someramente. Ya he señalado que andar buscando las prueba "de lo sucedido" en las solas palabras del sujeto -que son las que tiene bajo el reflector de su dispositivo- puede llevarle a callejones sin salida y desviar la escucha e interpretación psicoanalíticas hacia la criminología o la historia. Sin embargo, la turbación que causa escuchar en la cápsula que conforma seeting analítico la narración de ciertos acontecimientos que parecen envueltos en un intenso "sentimiento de realidad", (76) deja la impresión de que en esos casos no es posible prescindir de su "verdad material", para basarse sólo en sus efectos sintomáticos. O en el límite de la desrealización del acontecimiento, concibiéndolos únicamente como productos de las fantasías.

El "sentimiento de realidad" al que hacía alusión Freud cuando hablaba que "dentro del material latente del sueño hay algo que reclama realidad efectiva en el recuerdo, vale decir, que el sueño se refiere aun episodio ocurrido de hecho y no meramente fantaseado". (77) no sólo se da ahí. Si bien para Freud el sueño sería al parecer un camino privilegiado para que se haga presente lo que "reclama realidad", no es ciertamente el único. (78) Esto nos remite a las ya aludidas "impresiones recortadas" de F. Davoine a través de las cuales "algunos tienen el recuerdo de haber sido pasajeros clandestinos en un territorio cuya lengua se les escapa y, con ella, pedazos de vida, vividos sin haber sido vividos". O como decía una mujer a la que la cruzaba un acontecimiento en el que se había roto brutalmente el lazo con su madre, -suceso que había quedado envuelto en el silencio-: "eso que viví y no me acuerdo, se me quedó". Acontecimientos en los que algo queda escamoteado y no simbolizado, pero que implican una relación fracturada con alguien -o álguienes- que tiene en su poder una información substancial.

Lo más difícil de aprehender siguen siendo los acontecimientos individuales que bajo las reglas que se juegan en el dispositivo analítico no tienen posibilidad de ser contrastados con otros testimonios. Reglas que mimetizan sin proponérselo, lo que pasa en muchas familias en donde ciertos hechos nunca se confrontan. Esto se asemeja a lo que le ocurre algunas veces a los historiadores. Aunque no por las mismas razones. Porque en el psicoanálisis se trata de una opción asumida de entrada con todas las consecuencias del caso, mientras que para los historiadores se trata más bien de una limitación producida por pérdida de documentos o de testigos. Carlo Ginzburg se ha abocado al tema en un artículo titulado "Just One Witness".

En cambio, cuando en un psicoanálisis, los acontecimientos trascienden lo individual o familiar -o lo vincular con uno de su miembros- y pasan al terreno de lo más colectivo, circulan de otra manera, cruzados y conformados en parte -como ya dije en el capítulo IV- en la guerra de las memorias. Con lo cual, si se quiere obtener un mínimo de inteligibilidad, no queda sino recurrir a la problemática intersección de tres escalas con sus contextos específicos. Escalas con diferentes lógicas, que el individuo aprende -o no- a combinar para darle sentido a lo que le ocurre.

Ginzburg en "Just One Witness", pone en relación tres acontecimientos separados por alrededor de 14 siglos, en cuya narración se encuentran analogías que dan que pensar. Primeramente se refiere a la Jewish War de Flavio Josefo, y más específicamente a dos pasajes de esta obra. En el primero se habla del "ocultamiento de 40 gentes en una gruta cerca de Jotapata, en Galilea, en 67 a.C., seguido del suicido colectivo de todos ellos, con sólo dos excepciones -el mismo Josefo y un compañero soldado que aceptó su proposición de no matarlo (III, 8); y segundo, el sitio de Masada, la desesperada resistencia de los judíos reunidos dentro de la fortaleza, seguida de un suicidio colectivo con dos excepciones, ambas mujeres (VII, 8 -9)". (79) El tercero, lo extrae del relato de principios del siglo catorce, de un monje anónimo de Saint Denis que se dice el continuador de William de Nangis. En dicho texto habla de un rumor que corrió en la semana santa de 1321 -en Francia y el norte de España- acerca de una supuesta conspiración que los judíos junto con los leprosos y los reyes musulmanes habrían fraguado para envenenar a los cristianos sanos.

"Cerca de Vitry -le- François -dice el cronista- aproximadamente cuarenta judíos fueron encarcelados en una torre. Con el fin de evitar ser asesinados por los cristianos decidieron (...) matarse entre sí: El acto fue llevado a cabo por un hombre viejo y altamente respetado con la ayuda de un hombre joven (este último) en lugar de cometer suicidio, robó a los cadáveres (...) trató entonces de escapar (...) Pero la soga no era suficientemente larga (y) cayó al piso rompiéndose un pierna y fue asesinado" (80)

Ginzburg se pregunta cómo se deben interpretar las analogías si "como una convergencia fáctica o (como) la presencia de un topos historiográfico (incluyendo) en esta versión, un elemento adicional -la alusión a la codicia judía". Nos recuerda el historiador de Turín, que la segunda posibilidad ya había sido propuesta para el relato de Josefo acerca del acontecimiento de la Masada. Por lo pronto Si se tratara de lo segundo tendríamos con el tal "topos", algo que cumpliría funciones homologas a las fantasías originarias, ya que produciría acontecimientos que en la realidad fueron inexistentes. (81) Sin embargo, concluye provisoriamente el Historiador que "esto no implica(ría) necesariamente (...) que el suicidio colectivo cerca de Vitry -le - François nunca tuvo lugar. Se necesita más trabajo sobre esta cuestión, aunque una conclusión tajante es quizá inasequible". (82)

Al parecer, no sólo los psicoanalistas en ciertas situaciones se quedan con la duda. Lo cual no es ningún consuelo para nadie. (83) Un sólo testigo siguiendo el dictum medieval se convierte en testigo nulo (tesis unus, testis nullus). Pero éste no obliga necesariamente a historiadores y psicoanalistas, de lo contrario se perderían la posibilidad de explorar zonas en donde la opacidad se hace fuerte.

Permítaseme ahora hacer una breve consideración interrogativa respecto a la relación entre lo sucedido y visto y a sus posibles diferencias con lo sucedido y sólo aprehendido por un relato. Esto último fue lo dominante en la mayoría de los casos de los hijos de nazis, con la excepción de "la muñeca del campo" Hilda. ¿Se podrían detectar en la clínica efectos diversos de este "sentimiento de realidad" por haber estado implicado de una u otra forma?. Nada en las narraciones consideradas permite hablar de diferencias substanciales. Es cierto que no conté con un acceso a un tipo de material que no fuera el extraído de una serie de entrevistas.

Además, estamos considerando algo que remite a la fuerza del "sentimiento de realidad", noción sin duda difusa y subjetiva la cual sin embargo, resulta ser clave para guiarnos por estos vericuetos. ¿Cómo restituir este nivel de la experiencia?. No puedo responder a esto. Sin embargo, en los casos donde el individuo que duda si algo ocurrió o no, tiene la suerte -o la desgracia- de poder corroborar por el testimonio de un tercero o por su propia dilucidación si algo efectivamente pasó o no, ahí si lo narrado y lo vivido adquieren una importancia substancial, porque, verdad de perogrullo, la vida les puede cambiar radicalmente.

En la cuestión de las pruebas, el historiador Carlo Ginzburg recupera la tradición y reflexiones de Renato Serra cuando este afirmaba contra los que creían que un documento podía expresar la realidad, que "un documento puede expresarse solamente a si mismo: Un documento es un hecho. (Una) batalla es otro hecho (...) Esas dos entidades no pueden convertirse en una unidad: No pueden ser idénticas, no pueden reflejarse entre sí (...) El individuo que actúa es un hecho. El individuo que cuenta una historia es otro hecho (...) Todo testimonio es testimonio sólo de sí mismo; de su contexto inmediato, de su origen, de su propósito, eso es todo". (84)

El historiador de Turín glosa así lo expresado por el crítico del positivismo ingenuo en su lectura literal de las evidencias: "Serra estaba profundamente convencido de que estos relatos, a pesar de su carácter directo, siempre tienen una relación altamente problemática con la realidad: Pero la realidad ("las cosas en si mismas") existe". (85) Con esto Ginzburg parece inclinarse más hacia una posición discontinuista entre acción y narración.

Este postulado fundamental del historiador no idealista acerca de la existencia de una realidad, más allá de las dificultades que conlleva el aprehenderla, hemos visto que no hace confluir suavemente al Juez, al historiador y al psicoanalista. Es así que para el juez se da la posibilidad del "non liquet" (no lugar a evidencias suficientes). Además, de que como bien lo recordaba el historiador francés Henri Rousso a propósito del juicio de Paul Touvier -primer ciudadano francés juzgado por crimen contra la humanidad-, "este proceso quedará gracias a los testimonios (ahí vertidos), como una inagotable materia de reflexión sobre el rol respectivo de la justicia y la disciplina histórica en el establecimiento de la verdad: Menos por su contenido, que porque el testimonio en justicia difiere grandemente del testimonio histórico, siempre sometido a la confrontación de los archivos. En una corte, la oralidad de los debates cuenta más que las piezas del dossier: es sobre la palabra que se funda la convicción del jurado. (...) No (quiere decir esto) que los testigos hayan mentido. Pero algunos han "adaptado" sus propósitos a las circunstancias, olvidando a veces que la corte disponía de todas sus declaraciones anteriores. (En resumen), que la verdad histórica y todavía más el testimonio, son cosas frágiles y variables según las épocas y las circunstancias". (86)

Cosa esta última que según Rousso no deja de ser a estas alturas sino una verdad de perogrullo. Uno de los problemas mayores entre el historiador y el juez, estriba en como traducir en términos jurídicos una evidencia histórica. Frente a testimonios variables, y ante hechos que cuentan a veces con un sólo testigo que no es necesariamente coherente, y la mayoría de las veces con voces discordantes y la voluntad de trastocar las pistas, el juez y el historiador se enfrentan con lógicas diferentes a lo efectivamente ocurrido.

Por su parte, el psicoanalista, que a la menor provocación se ve constreñido a aludir a la existencia de una realidad que se hace presente más allá de sus convicciones panlinguísticas, en los decires de los que hablan en su diván, pretende muchas veces suprimir la fuerza de ésta reduciéndolo todo a un asunto de fantasías, a un denominado "real" estructuralmente "irrepresentable", o a una relación del "deseo a lo imposible". Pero desde el momento que renunció a comprobar lo dicho por el analizado más allá del dispositivo de la cura, y desde que supuso que en el inconsciente "no existe índice de realidad", y que el testimonio de los individuos sobre sus vidas se da a partir de una situación estructural que los constituye como sujetos escindidos, entonces, el testimoniar se vuelve más que problemático... pero paradójicamente, más para los otros, historiadores y jueces incluidos que para los propios psicoanalistas. Pues estos últimos, pretenden poder expurgar limpiamente esa molesta realidad y sus consecuencias sobre la vida de los que escuchan, para dedicarse eso sí, a la caza de fantasías, letras o significantes.

Pero cuando menos, en el creador del psicoanálisis la relación entre realidad, fantasía y deseo quedó en contencioso que en el caso del Hombre de los Lobos se manifestó a plena luz en la nocturna escena del sueño.

Notas

(1) Carlo Ginzburg, "Morelli, Freud y Sherlock Holmes: indicios y método científico", en El Signo de los Tres: Dupin, Holmes, Pierce, Compilado por Umberto Eco y Thomas A, Sebeok, ediciones Lumen, Barcelona, 1989, p. 116.c

(2) Afirma Freud que el método de Morelli consistía en prescindir "de la impresión global y de los grandes rasgos de una pintura, y destaca(ba) el valor característico de los detalles subordinados (y añadía) ... Creo que su procedimiento está muy emparentado con la técnica del psicoanálisis médico: También este suele colegir lo secreto y escondido desde sus rasgos menospreciados o no advertidos, desde la escoria -"refuse"- de la observación. Sigmund Freud, Obras Completas, T. XIII. Amorrortu editores, Buenos Aires, p, 227,

(3) Umberto Eco, "Cuernos, cascos, zapatos, algunas hipótesis sobre tres tipo de abducción" en El Signo de los Tres, op, cit. p. 275.

(4) La regla debe seleccionarse entre una serie de reglas equiprobables puestas a nuestra disposición por el conocimiento corriente del mundo (...) Dado que la regla se selecciona como la más plausible entre muchas, pero no es seguro que sea o no la "correcta", la explicación sólo se toma en consideración en espera de ser puesta a prueba" (Umberto Eco, op. cit., p. 276).

(5) Carlo Ginzburg intenta a lo largo del texto, reconstruir parte de la genealogía del método indicial, es así que detecta en el saber cinegético, en el arte adivinatorio, en el relato de "los tres hermanos", retomado por Voltaire en el personaje de Zadig, el arte de "las predicciones retrospectivas". Pero por lo mismo no se ve tan claro el por qué afirma que es hasta finales del siglo XIX que se establece "silenciosamente" el tan citado paradigma.

(6) Ya señalé el intento de reconstitución genealógica que realiza el autor a partir del saber cinegético y el arte adivinatorio. ¿Por qué estos métodos tendrían menos "dignidad" que los tres producidos en el siglo XIX, y sólo sirven como antecedentes?.

(7) Kuhn, Thomas S. Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, breviarios del F.C:E. México, DF, 1971, pags, 51 y 13.

(8) Subcomandante Marcos, "Carta a Adolfo Gilly" , Revista Vientos del Sur, nº 4, verano de 1995, México DF. p. 22.

(9) Adolfo Gilly, "Huellas, presagios, historias: carta al Subcomandante", en revista Vientos del Sur, nº 4, verano de 1995, México DF. p.40.

(10) Subcomandante Marcos, "Carta a Adolfo Gilly" , Revista Vientos del Sur, nº 4, verano de 1995, México DF. p 22 - 23.

(11) Adolfo Gilly, "Huellas, presagios, historias: carta al Subcomandante", en revista Vientos del Sur, nº 4, verano de 1995, México DF, p. 40

(12) Perry Anderson, "Pesquisa nocturna", revista, Secuencia, nº, 29, Instituto Mora, México, D.F. mayo - agosto de 1994, p. 201.

(13) I Benandanti, Turín 1972. (1ª edición, 1966).

(14) Carta 61, del 2 de mayo de 1897, Sigmund Freud Obras Completas, ed, Amorrortu, Buenos Aires, T. 1, 1982, p. 288.

(15) Sigmund Freud, carta 69, Sigmund Freud Obras Completas, ed, Amorrortu, Buenos Aires, T. 1, 1982.. p. 301.

(16) Para un seguimiento pormenorizado y matizado de la vía realista y la de la fantasía es muy recomendable el texto ya clásico de Jean Laplanche y Jean B. Pontalís "Fantasía originaria, fantasía de los orígenes, orígenes de la fantasía", en El inconsciente freudiano y el psicoanálisis francés contemporáneo, ed Nueva Visión, Buenos Aires, 1976.

(17) Sigmund Freud T. 1. p. 300.

(18) Ya citada en el capítulo V del libro al que corresponde este artículo.

(19) Mas adelante, aludiré a la recuperación que hace Ginzburg de asunto de la creencia como objeto para ser trabajado por el historiador.

(20) Sigmund Freud, Obras Completas, Amorrortu Editores, T. 17, 1979, p. 49.

(21) Sigmund Freud, Obras Completas, Amorrortu Editores, T. 17., p. 49-50.

(22) Sigmund Freud, Obras Completas, Amorrortu Editores, T. 17., p. 56.

(23) Carlo Ginzburg "Proofs and Posibilities: In the Margins of Natalie Zemon Davis´ The Return of Martin Guerre", Yearbook of Comparative and General Literature, num 37, pp. 113 -127.

(24) Carlo Ginzburg "Proofs and Posibilities: In the Margins of Natalie Zemon Davis´ The Return of Martin Guerre", Yearbook of Comparative and General Literature., nota 17, p. 43.

(25) "Antes ha supuesto que el proceso observado era un acto violento, sólo que no armonizaba con ello el rostro de contento que vio poner a la madre". Op. cit., p. 43.

(26) Recuérdese lo que ya dije respecto a la actividad interpretante en el cuarto capítulo, pues no siempre lo "enigmático" lanza a los sujetos a buscar un sentido.

(27) Cf., en Luis Tamayo, La temporalidad del psicoanálisis, de, Universidad de Guadalajara, 1989, p. 59 a 61.

(28) Op. cit., nota 19, p. 43/44.

(29) Op. cit., p. 79.

(30) Op. cit., 78.

(31) Jean Laplanche y Jean B. Pontalís, op. cit., p. 123, 124.c

(32) Claude Lévi Strauss, "Las estructuras elementales del parentesco" , editorial Paidos, Buenos Aires, 19 p.569.

(33) "de una simple sucesión de acontecimientos, ella produce una historia; al interior de ella pone en relación factores (...) heterogéneos (...) Y finalmente, ella logra la síntesis de la dimensión cronológica del relato y su dimensión configuradora" . En Jean Greisch, op. cit.

(34) Paul Ricoeur, Temps et Recit, Vol.3, op.cit.

(35) David Carr, "La narrativa y el mundo real: un argumento en favor de la continuidad", en revista Historias num, 14, Julio -septiembre de 1986, México D.F., p. 15.

(36) David Carr, Ibid.

(37) Paul Ricoeur, Temps et Recit, vol. 1. Ediciones Seuil, París, 1983, p. 113.

(38) Paul Ricoeur op. cit. p. 101.

(39) David Carr, op. cit. p 17.

(40) David Carr, Op, cit, pp. 17 y 19.

(41) David Carr Ibid.

(42) Op. cit, p. 21.

(43) Op. cit. p. 22.

(44) Op. cit. p.26.

(45) C. Ginzburg, "Freud y el Hombre de los Lobos", en Mitos emblemas e indicios, Ed, Gedisa, España 1989. p.200.

(46) C. Ginzburg, op. cit., p. 205.

(47) Estoy citando a partir del versión francesa de I Benandanti, que se titula Les Batailles Nocturnes, Ed, Flammarion París 1984, p. 6.

(48) Op. cit., p. 23.

(49) Op. cit., p. 33.

(50) Ginzburg, Mitos, emblemas e indicios, op. cit. p. 199.

(51) Op. cit., p. 200-201.

(52) En el sentido de la abducción hipercodificada.

(53) Op. cit., p. 205.

(54) Op. cit., p. 201.

(55) Sigmund Freud, T 1, op. cit., Carta 56 a Fliess del 24 de enero de 1897, p. 283.

(56) Cf., capítulo II, de este libro.

(57) Mitos, emblemas e indicios, p. 204.

(58) Sin olvidar que en Freud como ya lo señalé existen mínimo dos. Es en aquella que habla del sueño como recuerdo, en la que parcialmente se pueden establecer comparaciones con la del historiador del Turín.

(59) Javier Villa Flores, "Carlo Ginzburg, el Historiador como teórico", Cuadernos de difusión científica, num. 39 Universidad de Guadalajara, 1994, p. 51.

(60) Perry Anderson, op, cit. p. 209.

(61) Perry Anderson, op, cit, pp 212 y 213.

(62) Perry Anderson, op, cit. pp. 210 y 211.

(63) Carlo Ginzburg "Proofs and Posibilities..." op, cit. Traducción de Helena de la Peña.

(64) Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia, op, cit., pp. 60 -61.

(65) Carlo Ginzburg, "Proofs and Posibilities.."

(66) Natalie Zemon Davies, versión inglesa, citada por Carlo Ginzburg, op, cit.

(67) Carlo Ginzburg, op. cit.

(68) Op. cit. El non liquet, en lenguaje moderno quiere decir: "no hay lugar por pruebas insuficientes".

(69) Cf, apéndice del capítulo IV.

(70) Jean Claude Passeron, Le Raisonnement sociologique: l´éspace non -poppérien du raisonnement naturel. ediciones Nathan, France 1991, p.62.

(71) Jean Claude Passeron, Le Raisonnement sociologique: l´éspace non -poppérien du raisonnement naturel. ediciones Nathan, France 1991, p.62

(72) Op, cit, p. 61.

(73) Harold Bloom, "Freud: una lectura shakespeareana", en revista Nexos, Nº 213, septiembre de 1995, p. 43. Bloom nos recuerda una carta de Freud a su amigo Arnold Zweig en la que le dice "Para mí es totalmente inconcebible que Shakespeare lo hubiera obtenido todo de segunda mano: la neurosis de Hamlet, la locura de Lear, el desafío de Macbeth y la personalidad de Lady Macbeth, los celos de Otelo etc. Casi me irrita que apoyes esta noción". Carta del 2 de abril de 1937. op, cit. Para Freud , el verdadero creador de estas tragedias era el Conde de Oxford y no Shakespeare.

(74) Agradezco a mi maestro Gilberto Gimenez a su erudición y generosidad, por ayudarme a pensar y sintetizar la noción de contexto a partir de varios autores como R. Fossard, P. Bourdieu y Robert Darntón.

(75) Ya se sabe que en términos freudianos no basta uno solo. Pero...aún así.

(76) Op. cit., p. 33.

(77) En el capítulo IV(del libro al que pertenece este artículo) veíamos la necesidad para algunos hijos de nazis de que los padres corroboraran con su testimonio/confesión, lo que ellos como hijos ya "sabían".

(78) Carlo Ginzburg, "Just One Witnees", en Saul Friedlander (de). Probing the Limits of Representation. Nazim and the "Final Solution. Massachusets: Harvad University Press, pp. 82 -96. Traducción de Javier Villa Flores.

(79) Carlo Ginzburg, op, cit.

(80) Como buen historiador, Ginzburg investiga si el texto de Josefo se encontraba en la Abadía de Saint Denis, y si le fue posible disponer de él al monje en cuestión, etc.

(81) Carlo Ginzburg, op, cit.

(82) Carlo Ginzburg se enfrenta a un caso parecido con el famoso aquelarre, cuando se pregunta si existió o no. Para él la respuesta parece ser afirmativa aunque solamente de modo conjetural.

(83) Renato Serra, Scritti Letterari, Morali e Politici, ediciones, M. Isnenghi, Turín: Einaudi, 1974, p. 286, citado por Carlo Ginzburg, en "Just One Witness", op. cit.

(84) Carlo Ginzburg, "Just One Witness".

(85) Henri Rousso, "ce que les historiens retiendront du dernier procés de l´epuratión", periódico Liberatión, 20 de abril de 1994

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Revista de Psicoanálisis y Cultura
Número 2 - Diciembre 1995
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